miércoles, 18 de diciembre de 2013

77 | 10/3/11 – Granada, España. Lluvioso y oscuro.

(Tiene contenido Lemon.)




Un jueves normal como cualquier otro. Aburrido. Muuuy aburrido. Max estaba tumbado en su cama escuchando música asiática con sus grandes cascos. Se abstraía del mundo en general y de algunos pensamientos en particular. Hacía ya más de un mes que él y Zero habían roto (aunque técnicamente fue Max el que lo dejó de manera absurda) y se sentía solo. A Max nunca le había gustado sentirse solo, y la única manera de calmarse un poco y serenar su espíritu, era acostándose con alguno de sus amigos, en especial con Hiro, que parecía que el término “novia” le sonaba de poco, ya que él y su amigo castaño se escondían en el baño o en el ático para hacer cosas de adultos sin que nadie les pillara.
Se levantó de la cama, estaba harto de escuchar música, eso le hacía pensar, y contra más pensaba, más se enfadaba con Zero y a la vez más ganas tenía de estar con él. Su mente le decía cosas contrarias, toda su vida era una contrariedad desde que tenía memoria. Su madre le amaba, su padre le odiaba. Tenía una familia rica, y había vivido en la calle. Quería a Zero y odiaba a Zero. Mientras tanto, lo único que podía hacer era chinchar al peliblanco, era algo que le encantaba, tan solo con ver su cara, el orgullo se le hinchaba de felicidad. Provocación era su segundo nombre.

Bajó las escaleras lentamente, algo adormilado de pasar horas tumbado en la cama. Cuando estaba casi a punto de ser visto en el piso de abajo escuchó una conversación que le hizo detenerse. Al parecer, Kevin, Hiro, Koichi y Zero estaban en el piso de abajo hablando, y al parecer, sentados en la mesa de la derecha. Max pegó el oído a la pared de la escalera y esperó, como buen cotilla que era.

–Zero, por Dios, ¿me estás diciendo que si Max se quisiera acostar contigo, lo rechazarías?
–Pues sí. –respondió el peliblanco.
–¿Y pretendes que nos creamos eso? –preguntó otra voz que Max identificó como la de Koichi.
–Mirad, sé que siempre he ido detrás de Max, tenéis razones para pensar así, pero de verdad, que quiero dejar las cosas estar… Yo ya pedí perdón por lo que hice, no voy a arrastrarme más.
–Nadie ha dicho nada de arrastrarse, aunque bueno, si Max se arrastra un poco por tu cama no te vendría mal, jajaja. –rió el rubio.
–Sí, jaja, Zero, asúmelo, aunque estoy muy orgulloso de que digas eso, estoy en un 99% seguro de que si Max se metiera en tu cama con intenciones digamos … divertidas; le dejarías.
–¡Qué no, joder!
–¿Te apuestas algo? –dijo el pelinegro.
–¡Lo que quieras!
–50€.
–¡Pues 50€! ¡No los necesito pero aún así los voy a ganar!

Max escuchó como Zero se levantaba de la silla, asustado por que pudiera subir y verlo ahí, así que se levantó rápidamente, dio un par de pasos en el sitio y comenzó a bajar las escaleras con aire de indiferencia, no quería que se notara que había estado escuchando la conversación.
Hubo un segundo en el que las miradas de Zero y Max se cruzaron. Zero lo miraba desafiante, como si pensara que Max lo sabía todo y que no tenía ninguna oportunidad. Max por su parte, lo miraba con aire de superioridad y arrogancia.
–¡Hombre, Max! ¡Contigo quería yo hablar! –exclamó Hiro que se aproximó a su amigo con rapidez.
–¡No se te ocurra decirle nada! Si no, se cancela. –gritó Zero mientras subía los escalones.
–Mierda …


Eran las 2:09 de la madrugada. Casi todo el mundo estaba durmiendo, y si no lo hacían, estaban más a sus cosas. Kevin había ido a trabajar y Zero dormía solo en su habitación. Le había costado conciliar el sueño, aquella mirada de Max le había dolido más de lo que quisiera admitir y había estado dándole vueltas al tema de la apuesta. Estaba decidido a ganar, su orgullo estaba en juego, y no aguantaría ni una provocación más de Max.

Justo cuando había caído dormido por fin, notó algo extraño. El aire se colaba entre las sábanas. De repente, hacía más calor. Calor humano. Unas manos le estaban acariciando el abdomen, le abrazaban desde atrás. Se despertó sobresaltado pensando que era un sueño pero las manos seguían allí.

–¿¡Qué coñ--
–Ssshh, no grites, es muy tarde.

Zero, todavía más asustado por el tono de la voz, se dio la vuelta en la cama y supo que Max estaba a su lado aún con la oscuridad total que reinaba en el ambiente. Conocía perfectamente el olor de Max y su presencia en sí.

–¿Qué leches haces en mi cama? –preguntó el peliblanco apartándose hacia atrás.
–Vaya manera de darme la bienvenida. Vengo a dormir contigo, Ryuichi se ha ido a trabajar y tú también estás aquí solo. –contestó con voz melosa.
–¿Eh?, pues duerme con Hiro o Koichi, venga, corre. –dijo Zero intentando echar de la cama a Max.
–¡Jo, qué malo eres conmigo! –le gritó agarrándose a su cuello y haciéndole la pinza con las piernas.
–M-Max, ¿quieres hacer el favor de salir de mi cama? –pidió Zero sofocándose.
–No, hace frío, y aquí se está calentito.
–¿Tú no estabas enfadado conmigo?
–Eso no significa que no quiera … Meterme en la cama contigo. –dijo con un deje sensual.
–Sal ahora mismo.
–Cómo me pones cuando te haces el malo. –susurró Max en el oído del mayor.
–¡Max! No, no, fuera. –intentó empujarlo de nuevo.

El menor rodó y se subió encima de Zero que abría los ojos como platos ante el comportamiento de Max. Se sentía acalorado y el roce de sus cuerpos era lo peor para él, no sabría cuanto podría aguantar.

–Zero, sabes, hay cosas que, aún no siendo pareja podemos seguir haciendo …
–Si es hacer la croqueta en la cama, lo siento pero no. –cortó tajante intentando quitar al menor de encima.
Max pasó de contemplaciones y besó a Zero en los labios cogiendo su rostro con las manos. Al principio Zero estaba incómodo y de verdad quería salir de allí, pero conforme el beso se hacía más real y profundo se dejó abandonar y pensaba cosas como “A la mierda la dignidad, necesito a Max”.
–Hé, qué fácil te dejas. –dijo Max después del beso riendo.
A Zero eso no le hizo gracia y cuando fue a levantarse se dio cuenta de que Max le había esposado al cabecero de la cama. Max se levantó y encendió una lámpara.
–¿¡Cómo lech--
–Estabas tan concentrado que no te has dado ni cuenta, qué gracioso. –dijo de nuevo Max riendo.
–Suéltame Max, esto no es gracioso.
–Para ti a lo mejor no, pero para mí lo es y mucho; bien ahora estate quieto.
Zero seguía intentando zafarse. No podía hacer ruido, sabía que si en ese momento lo pillaba alguien no lo iban a ayudar y encima perdería la apuesta. Max le enseñó la llave de las esposas y acto seguido antes de que Zero pudiese alcanzarla estiró el elástico de los pantalones junto con el de los calzoncillos y la dejó caer dentro.
–Si de verdad la quieres no vas a tener más remedio que buscarla. –concluyó el menor con una sonrisa de medio lado.
Zero lo odiaba, pero lo veía terriblemente sexy así y lo peor de todo era que le estaba poniendo cachondo estar allí atado, sabía que Max haría cualquier cosa con él y le daba igual.
–No sabía que esto te pusiera cachondo, Zero … –dijo el menor mirándolo de arriba abajo sonriendo.
–No hagas eso.
–¿Y qué quieres que te haga? –dijo acercándose al rostro de su ex amante.
–Que me sueltes. –contestó sentándose para alejarse de Max.
–Eso no puedo hacerlo, no tengo la llave disponible, aunque la estoy sintiendo aquí abajo –dijo tocando el borde del pantalón– Aah, está fría…
–¿Por qué me haces esto? –preguntó el peliblanco intentando no mirar a Max.
–¿Que por qué hago esto? Pues primero porque siempre he querido probar a atarte yo a ti. Bueno, esposarte en este caso. Y segundo, porque te echo de menos en mi cama. –contestó sentándose encima de Zero.
–N-No, no te sientes…
–Oh, pobrecito, ¿qué pasa si me siento? –preguntó acomodándose en el sitio.
–Ah … Para … –pidió Zero.
–La verdad es que me da pena que estés esposado, porque de veras que quiero que me toques ahora.
–Basta …
–Aunque a decir verdad he echado más de menos a una amiguita que está por aquí … –susurró Max acariciando el paquete del peliblanco.
–¡No, oye, no, Max! –exclamó Zero moviendo bruscamente las esposas.

Max hizo caso omiso y comenzó a besar y lamer el cuello de Zero. Todos sus músculos se contraían y Max no podía estar pasándoselo mejor que atormentando a Zero así y de paso haciéndole perder una apuesta. Seguía besando a Zero que intentaba con todas sus fuerzas soltarse de la esposas mientras movía las caderas contra el miembro de Zero que obviamente no había aguantado tanto como a él le habría gustado.

–Tienes muy poco aguante … Hé.
–Dé-jame …
–¿Vas a querer que te deje ahora así?
–S-Sí …
–No se te ve muy seguro –dijo apagando la luz– así es más bonito, ¿no crees?
–¿Bonito? Me estás a punto de violar …
–¿Violar? JAJAJAJAJAJAAA.
A Max le dio un ataque de risa y se dejó caer en el hombro de Zero mientras seguía riendo a carcajada limpia. Zero, que no lo veía gracioso, seguía intentando librarse de las esposas.
–Zero, a ti creo que no te podría violar nadie … Yasu, a lo máximo.
–¿Me estás diciendo que Yasu es más seme que yo? –dijo totalmente decepcionado.
–Sí, pero yo solo te quiero a ti de seme. –respondió sonriendo.
–Si me prefirieses a mí de seme ahora mismo no estaría atado.
–Zero, yo inventé el chantaje emocional, no intentes usarlo contra mí. Además, esto iba a pasar tarde o temprano, estuviésemos saliendo o no.
–¿Qu-
Max dejó la frase de Zero a medias porque le estaba besando con lengua y urgencia. A esto Zero reaccionó de la única manera que sabía y que desgraciadamente le salia sola; seguirle el juego a Max. Pensó en distraerlo siguiéndole el juego para después liberarse de las esposas y dejarlo a él a medias. Pero eso implicaba seguirle el juego mientras intentaba escapar y no podría aguantar mucho. Max levantó la camiseta del peliblanco y pegó su cuerpo desnudo al suyo.

–Oh Zero, me has puesto los pezones super duros. –dijo el menor frotando su torso contra el de Zero.

Efectivamente, el mayor estaba perdiendo los papeles y los comentarios de Max socavaban sus defensas. Y era cierto, porque estaba sintiendo los pezones erectos de Max contra su pecho. Sus pezones suaves y rosados. Zero intentó agachar la cabeza, quería lamerlos, y morderlos y arrancárselos si hacia falta. Max, que sabía lo que el mayor tenia en mente se incorporó un poco y acarició dulcemente la cabeza de Zero. Éste le lamía el pecho y los pezones aunque con tanta oscuridad le era difícil saber qué hacía y dónde, pero le importaba poco, era Max. El menor gemía más de la cuenta mientras se agarraba a la espalda del peliblanco. Se hartó y apartó un poco los pantalones y la ropa interior de Zero liberando a su “bestia” mientras seguía dejándole marcas en el torso. Comenzó a acariciarlo y a masajearlo lentamente y escuchó como Zero soltaba débiles gemidos y contraía todos los músculos de los brazos. Max puso el miembro del peliblanco entre sus piernas y se sentó encima moviéndose. Zero paró de lamer y agachó la cabeza bruscamente.

–Es lo que quieres, y no tienes nada más que pedírmelo. –dijo Max sensualmente.
–Eres malo … Como el demonio …
–¿Eh? Jajaja, claro, y tu eres un pobre cura. Oh, me ponen mucho los curas, un día te tienes que comprar un traje.
–¿Lo ves? Eres vicioso y malvado, eres el diablo en persona. –dijo Zero aún con la cabeza agachada y el miembro duro como una piedra.
–Sí, soy malo, y vamos a hacer cosas malas, solo si tú me lo pides.
–Max yo … Tengo mis principios, y no voy a hacerlo con nadie que no me quiera de verdad.
–¿Estás diciendo que yo no te quiero de verdad?
–Tú te acuestas con todo el mundo. –dijo enfadado, pues se notaba que lo había escuchado con Koichi y Hiro.
–Primero, no es todo el mundo, y segundo, toda la gente con la que me acuesto significa algo para mí. Tú eres más especial aún.
–¿Especial?
–Por supuesto, no sé si te lo habré dicho, pero tú me haces disfrutar de verdad, Zero. –contestó moviendo las caderas.
–¿Eh? … Ah …
–Sí Zero, cuando tú me tocas, es diferente. Es más sexual, es más profundo. Hablando de profundidades, he estado con bastantes tíos, pero joder, tú sí que llegas hasta el fondo, uuhmm. –murmuró en el oído de Zero.
Se oyó un crack y Max subió la vista asustado. Zero se había librado de las esposas y había esposado una de sus manos a la de Max.
–¿¡Qué haces!?
–Sabía perfectamente que habías oído nuestra conversación, escuché como te paraste y después hiciste eso que haces siempre de andar en el sitio para parecer que vienes de lejos. Y aunque yo a ti no te pueda ocultar nada en mi mente, tus ojos no pueden ocultarme nada a mí.
–¿Eh? Y-Yo …
–Y también sabía perfectamente que no querrías realmente hacer nada conmigo, que solo querías que me rindiera para demostrar que no hay nada que no puedas hacer conmigo. Enhorabuena, me estoy rindiendo, pero no pienso hacerlo esposado a un cabecero.
–Zero, qué …
-Ah, por cierto... Me has esposado mal, error de principiante.
El mayor arrancó con violencia el pantalón y la ropa interior de Max que luego tiró al suelo lo más lejos posible de la cama.
–Ahí tienes tu llave.
Max le dedicó una mirada de desprecio que se esfumó en la oscuridad y se dio la vuelta dispuesto a bajar de la cama y coger la llave de las esposas. Zero, que supuso un movimiento así, cogió a Max de las caderas y lo sujetó contra sí mismo.
–¿Te gusta más así a cuatro patas? Desde luego así llega más al fondo, ¿no es lo que te gusta? –preguntó burlón ahora que tenía el control.
–¡Basta, suéltame! –gritó Max intentando levantarse.
Zero sujetó las caderas de Max con la mano esposada que tenía a su lado la de Max y con la otra se bajó los pantalones y la ropa interior del todo acercándose a la retaguardia del menor. Agarró sus manos haciendo que Max no tuviera ningún punto de apoyo e introdujo todo su miembro entero bruscamente. El menor gritó de dolor y agachó la cabeza mientras Zero sujetaba sus manos a ambos lados de sus caderas.
–¡Déjame, me haces daño!
–Recuerdo que una vez me dijiste que a veces hasta te gusta que te haga daño, así que no te quejes tanto. –respondió el peliblanco embistiendo a Max.
–¡Esta no es una de esas veces, déjame! ¡Aaaaah!
Max gritó y gimió. Esto no era lo que él quería. Como Zero había dicho, él tan solo lo quería calentar un rato hasta que los pillaran para que perdiera la apuesta, pero no quería acostarse con él, estaba enfadado. Y aunque estaba enfadado por que Zero lo embistiera así, tan bruscamente, tan rápido, y tan duro, le estaba poniendo muy cachondo. No paraba de gritar y gemir acalorado mientras Zero agarraba sus muñecas jadeando y embistiéndolo. Le faltaba poco a Zero cuando escuchó llorar a Max. Se paró en seco. El menor no estaba sollozando un poco, estaba llorando y cuando una luz de fuera entró por la ventana pudo ver como unos lagrimones surcaban sus mejillas y luego caían en las sábanas de la cama. Soltó las muñecas de Max, que estaban rojas y casi amoratadas de cogerlas tan fuerte. El menor se arrodilló de espaldas a Zero y se cubrió el rostro con su mano libre.

–¿Max? …
–T-Te he dicho que me estabas haciendo daño y-y te ha dado igual … –sollozó.
–Max, yo no … Tampoco ha sido para tanto si no …
–Me has tratado igual que me trató Kevin. –dijo dándose la vuelta.
–¡No! Max, yo nunca te trataría así, si yo no soy … un violador … Aunque hace un momento … Supongo que lo parecía …
–Quítame esto.
Zero que sabía que no era momento de ponerse pesado, se acercó a la ropa interior de Max y sacó una llave pequeña. La metió en la cerradura y los liberó de algo que los había unido por primera vez en un mes. Max se agachó y cogió su ropa. Cuando estaba a punto de salir de la habitación Zero lo abrazó por las espalda. Sus cuerpos desnudos se abrazaron. Max sentía el odio rezumando por sus poros.
El odio y el amor.
Contrario.

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