martes, 6 de mayo de 2014

90 | 14/9/11 – Granada, España. Soleado normal.


Aquel día se planteaba interesante. A primera hora de la mañana había llegado Judith con un niño de la mano. Cualquiera diría que la rubia venía de dar un paseo con Allan, pero alguien con buena vista  se daría cuenta de que aquel niño no era Allan. Judith había ido a buscar a su otro hijo, Allen.

Yasu se quería morir, en cuanto supo que los dos niños estaban por fin juntos y bajo el mismo techo decidió irse una temporada a casa de su mujer, Lacey junto a su hija Zoe. Según el demonio, cuando los dos niños estaban juntos eran jodidamente insoportables. Tampoco era muy difícil de adivinar, en cuanto los niños se juntaron unas diabólicas sonrisas se dibujaron en sus rostros. Judith, que era la única que parecía saber como callarlos y asustarlos; los dejó con los demás niños despidiéndose con un: “Como queméis algo o me cuenten que habéis hecho alguna travesura con daños estructurales para la casa iros despidiendo de la luz del sol.”.  Los gemelos se miraron asustados y asintieron mientras veían como su madre salía por la puerta.

Era una tarde normal, Allan no paraba de intentar hablar con Sophie, que como de costumbre pasaba de él. La peliazul estaba desarrollando cierta “amistad” (si es que se puede llamar así) por Hibiki; era tan calmada como ella, dibujaba y poco más, no era de muchas palabras y no molestaba. Para Sophie, las únicas personas que valían la pena eran Shinku, Hibiki y su primo Koichi, aunque a este último jamás lo admitiría como persona valiosa delante de nadie. Por su parte parecía que a Allen le gustaba Hibiki, pero él no era tan lanzado como su hermano.

Como diferenciar a dos gemelos. Es interesante. O al menos en este caso. Allan tenía las cejas ligeramente más oscuras que las de Allen. Allen por su lado era más bajito, pero apenas 1 centímetro. En cuanto al físico no se apreciaba nada más relevante, más que cada uno llevaba el flequillo hacia un lado y que cada uno tenía un ojo tapado con un parche. Les habían hecho la bromita de los gemelos pirata, pero al ver la cara de pocos amigos que ponían los gemelos cuando se referían a sus ojos se les quitaban las ganas de bromear. Y es que nadie, jamás, a parte de Judith y Yasu, habían visto el ojo oculto de cada gemelo. El visible era de un tono azul oscuro muy profundo, pero el otro estaba totalmente tapado. Allan tapaba su ojo derecho mientras que Allen tapaba su ojo izquierdo.

En lo referente a la personalidad eran mucho más diferentes que en apariencia. Allan era mucho más hablador, extrovertido y burlón, mientras que Allen era más callado, inteligente y menos gruñón. Allen disfrutaba en las elaboraciones de planes y trastadas mientras que Allan prefería ponerlas en marcha. Por lo demás, ambos eran idénticos, y muchas veces jugaban a cambiar su personalidad para ser casi un mismo ente.

La casa estaba de nuevo calmada. En el salón estaban Matt, Hyun y Kain viendo una película en la televisión. El vampiro no entendía muy bien del todo que era aquello, pero no pintaba mal. Los adultos ya habían discutido sobre qué hacer con Kain cuando Yasu entró en la habitación. Él no solía asistir a las reuniones familiares, siempre le habían parecido una pérdida de tiempo, además que le importaban una mierda. Pero ese día había sentido la presencia de un ser oscuro en su casa (sí, SU casa) y no podía pasarlo por alto. Todos callaron cuando el demonio entró por la ventana cerrando sus alas negras. Kain le miraba como a un igual y se sentía por primera vez identificado con alguien de aquel mundo. Yasu se acercó al pequeño y le propuso formar parte de su “Clan”. Todos lo miraron extrañados, jamás habían oído que Yasu tenía un Clan, y no querían tampoco dejar a Kain en malas manos.

–¿Quieres formar parte del Clan Hate?
–¿El Clan Hate?
–Sí, mi familia. Somos todos... personas especiales digamos. Sé que ahora mismo estás confuso, en un mundo donde no encajas, pero en nuestra familia, te sentirías uno más.
–No podemos dejar que se vaya contigo así por las buenas, el niño ha aparecido en la casa y es responsabilidad de todos. –dijo Sakura.
–Sí quiero.
Todos miraron a Kain, sabían que no conocía a Yasu y eso podía provocar muchos problemas.
–Mi mujer y su hermano son vampiros como tú, ellos te podrán ayudar y aconsejar. Mi hija es medio vampira medio demonio. Yo soy un demonio, mi hermana es una chica inmortal y otro de nuestros hermanos es demonio también. Estarás bien con nosotros. –le explicó Yasu casi sonriendo.
–Lo sé, por eso quiero quedarme con vosotros.
–Te quedarás aquí, al fin y al cabo esta es mi casa también, pero quiero que sepas que siempre que la luz te abrume, tu Clan estará ahí en la oscuridad. –le dijo Yasu tocando con un dedo el pecho del vampiro, donde estaba el corazón.
Después de la frase, Yasu desapareció de nuevo por la ventana. La familia estaba sorprendida, nunca habían visto a Yasu tan amable y maduro, lo habían minusvalorado cuando ya era padre de familia y cabeza del Clan Hate, así que dejaron que Kain formara parte de su Clan.

De vuelta al presente, mientras los niños veían la televisión, Yumi estaba en una silla junto a la mesa, sentada, nerviosa. Parecía que esperaba algo o alguien, no paraba de retorcerse el borde del vestido.

La puerta se abrió y Yumi se levantó como si llevara un muelle pegado al culo. Por la puerta entraron Megumi y un chico de unos 13 años. Tenía el pelo hasta los hombros, de un color miel precioso y unos ojos ámbar más preciosos aún. Su piel era rosada y sus rasgos japoneses, era Misaki, el hermano de Megumi y Yumi.

–¡MISAKI-KUUUUUN! –gritó Yumi al encuentro con su hermano.
–Hola, Yumi-chan. –la saludo tranquilo mientras su hermana le abrazaba.

Los chicos volvieron la cabeza para ver la escena. Matt se levantó para ir a saludarlo y hacerse amigo suyo. A Hyun no le apetecía mucho, pero no quería parecer maleducado, así que se levantó también. Kain tenía una batalla interna, no sabía si ir o no. Nunca se acercaba a la gente, prefería que se acercasen los demás, pero aquel chico...

–Chicos, este es Misaki, nuestro hermano pequeño. –le presentó Megumi a los otros chicos.
–Encantado Misaki, yo soy Matt. –le dijo sonriendo el rubio.
–Yo soy Hyun, encantado.
Kain se acercó pero permaneció callado.
–Encantado. –respondió Misaki sonriendo.
El moreno no sabía si eran imaginaciones suyas, pero la sonrisa de Misaki le revolvía el estómago entero y se lo ponía del revés. Hyun y Matt miraron intensamente a Kain esperando una presentación, pero el moreno alzó una ceja y se retiró a su habitación.

Subió las escaleras y se encontró con Sakura, estaba frente a la puerta de su cuarto sacando ropa y borrando el nombre de Kain del letrero.

–¡Ah, hola pequeño! Mira, lleva tus cosas a la habitación de al lado, ya vas a tener cama para ti y una habitación espaciosa. –le indicó señalándole la habitación a la izquierda de la de Hyun y Matt.

Kain no dijo ni mú. Cogió su ropa (que le habían comprado al llegar) y fue a la habitación de al lado. Había dos camas, una mesita en medio con una lámpara y un par de cajones, armarios empotrados y dos escritorios, estaba pensado para dos personas, así que...

–Escribe tu nombre y deja un hueco para el del hermano de Megumi, ¿vale? –dijo Sakura sonriendo antes de irse.

¿Iba a compartir habitación con aquel chico? ¿Ese que le hacía sentir tan raro? Se sentía desgraciado, la verdad. Y a la vez no. Quería conocerlo, saber qué le gustaba y qué no. Quería saber si le asustaría el hecho de convivir con un vampiro y fantaseaba con la posibilidad de que no y se hicieran buenos amigos, cercanos …

–Qué coño estás pensando joder... –se dijo a si mismo.

Kain abrió la cama y se cubrió hasta la cabeza, no quería ni mirarlo, solo quería dormir.

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