martes, 13 de agosto de 2013

67 | 3/1/11 – Granada, España. Nublado.




Dicen que un nuevo año significa un nuevo comienzo, y desde luego, lo iba a ser para una pequeña criatura. Lacey, que llevaba horas con unos dolores horribles, fue al hospital acompañada de Sui y su madre Marie. La encamaron rápidamente, el bebé saldría en breves. Lacey, totalmente agobiada se tumbó en la camilla con la ayuda de Sui y Marie. La enfermera les avisó de que tardaría en llegar la matrona, tenían algunos problemas en el hospital y los médicos no daban a basto. Lacey rogó por un poco de ayuda que no llegó mientras Marie avisaba al futuro padre para que se presentara en el hospital.

-Tenga paciencia señora, voy a buscar a la matrona. -anunció la enfermera saliendo con rapidez de la habitación.
-¡¡No por favor!! ¡¡No me dejen así!! -imploró la futura madre.
-Tranquila Lacey, respira. -le ordenaba Sui sujetando con fuerza su mano.

Marie entró en la habitación al mismo tiempo que salía la enfermera. Les dijo que había avisado a Yasu pero que no lo encontraba por ninguna parte. Y era cierto, no lo encontraba, pero era porque Yasu estaba en el alfeizar de la ventana. Podía ver un sólido blackout* que no le permitía observar el interior de la habitación. Se arrodilló frente a la ventana e intentó abrirla. No estaba cerrada, pero una fuerza le impedía entrar. Yasu, cada vez más furioso intentó aporrear la ventana pero un impulso lo propulsó hacia atrás. Por suerte, el demonio tenía reflejos suficientes para sacar sus alas negras antes de caer. Aterrizó en el suelo del patio del hospital y corrió dentro para intentar entrar por la puerta de la habitación.
Yasu destacaba notablemente en aquel edificio. Todo blanco, puro, impoluto y él negro, corrompido y sucio. O así era como se sentía allí.
Una enfermera le dio el nombre de la habitación y corrió en busca de su amada vampira que estaba a punto de dar a luz a su primera hija.
Se aproximó a la puerta dando grandes zancadas, pero de nuevo, al coger el pomo de la habitación una fuerza lo propulsó hacia atrás. Por suerte, no había nadie en aquel pasillo que pudiera verle. Yasu esperó enfurecido a que alguien saliera del interior para poder pasar. No paraba de andar en círculos, de mover las manos y de farfullar en voz baja.

En el interior de la estancia, Lacey gritaba sin parar, el dolor la estaba consumiendo y el hecho de que el futuro padre no estuviera a su lado, apoyándola y reconfortándola le hacía sentir sola e indefensa.

-Lacey aguanta, ¡expira!, ¡inspira! -decía Sui sujetando la mano de su amiga mientras le limpiaba el sudor de la frente.
-¿Pero qué pasa aquí, no va a venir nadie a atenderte? ¡Voy a buscar a alguien! -dijo Marie saliendo por la puerta.
-No Marie por favor, que ya está aquí... ¡¡AAAAAAAAAAAAAAAH!! ¡Sui, ayúdame, por favor! -imploraba la vampira entre sollozos.
-V-V-Voy...

La puerta volvió a abrirse y entró Sebastian, el hermano de Lacey. Parecía nervioso y desconcertado.
-¡¡Lacey!! -gritó Sebastian acercándose a Sui y a su hermana.
-¡Llegas justo a tiempo! Creo que está- … ¡AAH! ¡Qué ya sale la cabeza! -exclamó Sui.
-¡TE LO HE DICHO! ¡Ayúdame! ¡Aaaaaah! -gritaba Lacey sin parar.
-Como que ya...
Sebastian no pudo terminar la frase porque nada más acercase a Lacey se desmayó y cayó de espaldas al suelo con un ruido sordo.

-Pero será gilipollas...
-S-Sui... ¡Me duele! ¡Me duele mucho! -exclamaba Lacey agarrándose con fuerza a la cama.
-¡Aguanta Lacey! ¡Empuja, vamos, empuja! ¡Expira, inspira! ¡Así, muy bien! -la animaba Sui que la agarraba por las temblorosas y pálidas piernas.
-Aah.... ¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!... -gritó finalmente Lacey dando a luz a su hija.

Sui cogió a la niña cubierta de sangre entre sus brazos. Cogió unas sábanas de debajo de la cama y enrolló a la pequeña mientras la observaba.

-¡Ya está fuera! -le gritó Sui a Lacey que se hallaba exhausta en la cama. -¿Qué le pasa? … No se mueve y no... No respira...
-¿Qué estás diciendo? No puede ser... Por favor Sui, no me mientas... -dijo Lacey con los ojos empañados en lágrimas.
-Lacey...
-No... No puede ser cierto... -Lacey desvió la mirada y se llevó las manos a la cara intentado asimilar lo que Sui le decía.

Marie volvió a entrar en la habitación y observó el panorama. Sebastian desmayado cerca de la camilla, Lacey llorando desconsoladamente y Sui con el bebé en brazos.

-Ya estoy aquí, ¿qué ha pasado? -preguntó la pelirroja.
-No se mueve... No respira... -dijo Sui llorando también.
-Pero... No puede ser, no está muerta, aún noto su presencia demoníaca aquí... -dijo Marie buscando pistas por la habitación.

Sui y Lacey no paraban de llorar cuando Marie se fijó en una cosa que había en la pared colgada. Se acercó. Ahí estaba la explicación. Un crucifijo reinaba sobre la cama donde Lacey había dado a luz a su primera hija. Marie lo miró y aún con dudas lo intentó. Con sus poderes invirtió el crucifijo.

-Aquí estaba el problema... -sentenció Marie.

La puerta se abrió de par en par, como si saliera una ráfaga de aire desde el interior de la habitación. Yasu, se precipitó al interior y corrió junto a Marie.

-¡¡ME CAGO EN DIOS!! ¿Cómo habéis tardado tanto en daros cuenta de esa mierda? ¡Por su culpa me he perdido el parto de mi propia hija! -gritó Yasu fuera de sí.

La pequeña Zoe comenzó a llorar haciendo que Lacey, Sui y Marie abrieran los ojos hasta el extremo. La pequeña estaba viva y lo demostraba con su llanto de bebé.

-¡Mi niña! ¡Zoe! -gritó Lacey sin fuerzas desde la cama alzando los brazos.
Sui le entregó a la niña y se sentó en un sofá a asimilar todo lo que había acaecido momentos atrás.
-¡Quiero verla! -exclamó Yasu corriendo al lado de su amada.
-Menos mal... -dijo aliviada Sui desde el sofá.
-¡Mira! Tiene un ojito del color de su tito Sebas. -dijo Lacey feliz con su hija en brazos.
-Y el otro del color de su guapísimo padre. -le contestó Yasu a su lado.

-Eh... ¿Qué...?

Sebastian se empezó a incorporar del suelo. Había estado inconsciente todo el rato y se frotaba la cabeza que le dolía a causa del golpe contra el suelo.

-Por fin te despiertas, burro... -le espetó Sui.
-¡Mira a tu sobrinita! -le dijo su hermana.
-¡Aaah! ¡Quiero verla! -exclamó el vampiro corriendo al lado de su hermana.

Después de un rato haciéndole carantoñas a la niña...

-¡Qué guapa es! Se parece mucho a ti, hermanita.
-Gracias. -contestó Lacey apunto de llorar de nuevo.
-No llores cariño. -dijo Yasu.
-Es que estoy emocionada...

Después de tranquilizarse todos, la enfermera entró en la habitación rápidamente.

-¿Qué ha pasado? … ¿Ha nacido ya? -preguntó alucinada.
-¡Síí! ¡Sui me ayudó! ¡Es preciosa! -dijo atropelladamente Lacey.
-A ver... Déjenme el bebé que lo lave... -pidió la enfermera acercándose a Zoe-¡¡AAAH!! ¿Qué bicho es ese? ¿Por qué tiene un ojo de cada color? -gritó asustada.
-Ese “bicho” es mi hija, si no quieres morir más te vale apartarte. Yo la lavaré. -dijo furioso el padre de la niña cogiéndola en brazos.
-¡Yo te ayudaré! -dijo Sebastian siguiendo a su cuñado.
-Una mierda, que la matas.
-Oye, que he estado aprendiendo...

Los dos hombres salieron con la niña en brazos junto a la enfermera, que muy a su pesar los guió a una sala donde podían limpiar al bebé.

-Qué contenta estoy, ¡Zoe ya está aquí! -dijo Lacey alzando los brazos.
-Felicidades mamá.
-Sui, te debo la vida de mi hija... ¡Muchísimas gracias! Te quiero, eres una de las cosas más preciadas en mi vida... -confesó Lacey a punto de llorar por tercera vez.
-G-Gracias Lacey...

Y las dos amigas se fundieron en un abrazo mientras sollozaban alegres y felices por la nueva incorporación a la familia.


Mientras tanto, después de haber lavado a la pequeña, Yasu y Sebastian subieron a la azotea del hospital, Yasu sabía que a su hija le sentaría bien un poco de aire fresco.

-¡¡Jooo!! ¡Déjamela un rato! -gritó Sebastian.
-Tú lo quieres todo para ti. Mi mujer... mi hermana... incluso mi hija. -dijo Yasu mirándole con odio.
-¿Qué tiene que ver Scarlett con esto? -preguntó el vampiro.
-Que es MI hermana, no te la voy a dar.
-No la metas en esto por favor... En fin... Ya sé que me odias mucho, pero no es plan de tratarme así... -dijo el vampiro desviando la mirada.
-En el fondo te aprecio... Pero MUY en el fondo... Cuidas bien de mi mujer cuando yo no estoy, y de mi hermana (aunque a ella no hace falta que la cuides)... Y sé que cuidarás bien de mi hija. -dijo Yasu mirando al horizonte tratando de evitar la mirada de su cuñado.
-¿En serio? Entonces... ¿Confías en mí? -preguntó esperanzado.
-Sí... Pero no lo vayas diciendo por ahí...
-Vale... ¿Cuñados? -dijo Sebastian ofreciéndole la mano.
-Cuñados... -dijo estrechándole la mano- Pero suéltame la mano ya... Que me das grima.






*Cortinas muy gruesas forradas en aluminio.
Fotohistoria aquí

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