domingo, 26 de agosto de 2012

40 | 5/5/10 – Granada, España. Soleado.



Aunque Max no se había ganado el afecto de Koichi, éste parecía menos enfadado con él, de hecho lo había pillado varias veces mirándolo con cara de bobo. Max se sentía satisfecho, su trabajo estaba empezando a dar frutos, dentro de no mucho daría otro paso más.
Max comenzaba a llevarse bastante bien con Sakura, de vez en cuando se sentía como una verdadera furcia al darse cuenta de que estaba a punto de robarle el novio a una amiga. Que no es que se lo quisiera quedar, pero estaba feo...

-Si no existieran ni los relojes ni los horarios que me recordaran el paso del tiempo... -recitaba Max de rodillas frente a Sakura- … estaría cada segundo de mi vida contemplando tus profundos ojos verdes, en los que me pierdo como si de la mar se tratase. Siento que debes estar a mi lado para siempre.... -continuó- … debes ser mi mar para guiarme en este naufragio del amor. -finalizó.
-¿Pero qué...! -exclamó Koichi que acababa de entrar a la sala de estar.
-Am, hola Koichi. -saludó Max con su típica sonrisa.
-Hola cariño. -saludo amablemente Sakura.
-¿Q-Qué hacéis? -preguntó malhumorado.
-¡Max me estaba recitando un poema de amor!
-Un poema de amor... -dijo lanzándole una mirada venenosa a Max.
-¡Sí! Es que él es poeta y recita tan bien... -contestó Sakura corriendo al lado del castaño.
-Gracias Sakura, aunque no soy muy experto, tan solo llevo dos años. -mintió Max.
-Seguro que te has ligado a muchas con el rollo de la poesía, ¿no pillín? -preguntó Sakura dándole suaves codazos a Max.
-Hahahaha, ¡me has pillado!
Qué bien se llevan estos dos.... pensó Koichi.
-¿Te pasa algo, Koichi? -preguntó Sakura.
-No, que va Sakura, no me pasa nada. -respondió Koichi volteando la cabeza y cruzando los brazos.
Entonces entró Megumi con un móvil abierto en la mano, tapando el auricular.
-¿Max? -preguntó ésta.
-Dime.
-Me ha llamado un tal... “Michael Wilson” …. Dice que quiere hablar contigo.
Qué sospechoso, pensó Koichi.
¿Pero cómo coño se le ocurre llamarme y encima al móvil de Megumi! Este tío es gilipollas, ¿qué digo yo ahora si me pregunta como ha sabido su número? pensó Max.
-Hombre Michael colega, ¡cuánto tiempo! -dijo Max, sudando un poco.
-¿Has terminado la misión?
-No, que va, no tengo pasta para salir de copas tío... -contestó Max.
-¿Y qué cojones haces? Si ya hemos terminado casi todos, solo faltas tú y Denver.
-Ya, pero es que ser poeta es difícil... Hay que currarse bien los versos... -dijo dándole énfasis a la última palabra.
-Pues déjate de tanto cariñito y lánzate, que no tenemos todo el tiempo del mundo.
Max tapó el auricular y se dirigió a Megumi.
-¿Me disculpas? -preguntó Max- Es que se pone pesadito y no hay quien le cuelgue oye...
-Claro, claro. -dijo Megumi.
Max salió de la sala de estar, soportando las miradas inquisitivas de Koichi y se metió en la cocina. Adoptó una pose de enfado y habló en voz baja.
-Mira, entiéndeme... Es un hombre heterosexual, con novia... Es difícil, por muy guapo que yo sea.
-Me da igual, es la misión y hay que llevarla a cabo, por muy estúpida que sea.
-Ya lo creo que lo es... Al principio tenía un poco de sentido... Pero ahora... Es irracional...
-¡Es totalmente idiota!
-Yo estoy poniéndolo celoso con la novia, a ver que tal... Las mujeres no son lo mío...
-¿Qué no son lo tuyo! ¡Pero si se derriten por ti!
-Sí, pero a mí me gustan más los tíos... A ver si al menos me puedo llevar al catre a este tío...
-Lo que sea, lo que quieras. Pero que no trabaje. Sonsácale algo de paso.
-A ver si se deja, porque me tiene enfilao, me tengo que ganar su confianza. El otro día le vi hablando con una mujer que le estaba advirtiendo de que iba a llegar alguien de la SIA para enfrentarlo, qué zorra... No sé quien habrá sido el cabrón que lo ha filtrado, pero me ha jodido la vida.
-Bueno, tú haz lo que puedas y apura, que no hay tiempo de dormirse en los laureles.
-Sí, sí, tranquilo tío... Adiós.
Colgó. Al minuto entró Megumi a la cocina pidiendo su móvil. Max se lo devolvió y le dio las gracias, alegando que no sabía como podía haber encontrado Michael su número de móvil. Max se despidió y se salió de la cocina. Mientras Max salía por una puerta, Koichi entró por la otra. El castaño esperó a ver como entraba el moreno para escuchar al otro lado de la puerta.
-Megumi, ¿me dejas tu móvil un segundo? -le pidió Koichi.
-Claro.
-Mierda, número privado... -dijo Koichi en voz alta.
Max rió por lo bajini, Michael no sería tan estúpido de llamar desde un teléfono localizable, pero tenía que admitir que Koichi era bastante astuto.

Subió a su habitación y leyó un libro hasta quedar dormido. Estaba sobre la alfombra, en ropa interior y camiseta de tirantes a causa del calor, aunque en su habitación, como en todas, había aire acondicionado. Alguien abrió la puerta lentamente y se quedó en el umbral. Mirando.
Se acercó al cuerpo dormido de Max y lo miró bien. Facciones dulces. Labios rosados y carnosos. Pestañas largas. Piel tersa y suave, pálida. Pelo castaño hasta casi los hombros... Koichi se estaba fijando en demasiados detalles para ser un tío. Nunca se había fijado así en ningún tío. Realmente no parece un chico... si tuviera tetas y no tuviera... bueno... eso.... pensó Koichi. Se acercó más y el chico castaño hizo una mueca de molestia. Se apartó al instante y entonces el chico de largas pestañas abrió los ojos.
-Hola, ¿se te ha perdido algo en mi cuarto? -preguntó Max aún tumbado en la alfombra.
-¿¡Eh!? No, no... Yo solo... Ya me voy.
-No, quédate. -dijo Max cogiendo cariñosamente la camiseta de Koichi.
Éste se sentó junto a él en la alfombra. Le explicó que no había ningún chico en la casa y que se sentía algo solo. Max le explicó que a él no lo consideraba chico casi nadie, que siempre lo habían confundido con una mujer. Le contó algunas anécdotas de gente que le había confundido con una mujer. Koichi rió con ganas al escuchar como un tendero japonés le había confundido con una chica delante de su novio. Max también le contó que había tenido un novio y que por eso, aunque fuera bisexual, le gustaban más los hombres.
-Así que no te preocupes, no voy detrás de Sakura. -dijo Max sonriendo.
-¿Q-Qué? ¿P-Por qué dices eso? Si yo no...
-Koichi, he visto como me mirabas cuando estaba con Sakura. Ella es una chica amable y simpática, es normal que pienses que te la pueden quitar, pero a mí no me gusta, es algo... machorra para mí. -dijo sacándole la lengua.
Koichi sonrió aliviado. Después de oír eso se sentía mucho mejor, salvo por aquel sentimiento extraño en el fondo de su estómago cada vez que Max le sonría. Era extraño. Tal vez podrían entablar una bonita amistad como Max dijo. A lo mejor era más fácil de lo que Koichi había imaginado.



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39 | 16/4/10 – Granada, España. Soleado.




Había pasado una semana. Max se había acostumbrado bastante a aquella fantástica casa. Se había pasado casi todos los días en la biblioteca, que contaba con una cantidad desmesurada de libros bastante interesantes. Cansado, Max dormía la siesta en un sofá de la sala de estar tapado con una manta y con el aire acondicionado puesto. En aquel momento se encontraba solo en casa. Las dos niñas, Lillium, una chica de pelo rosa, y Sophie, la chica del pelo azul eléctrico, estaban en clases extraescolares. Sakura estaba en el dôjo practicando con la katana, Hikari estaba trabajando de enfermera en un hospital y Megumi estudiaba en el conservatorio. A la chica que aún no había visto era a Shinku. Se la habían descrito como una chica pálida, con unos ojos azules muy claros y unos largos tirabuzones rubios. Muy fría y solitaria, no le gustaba hablar con nadie, salvo con Sakura y Sophie. Estaría encerrada en su habitación, o a lo mejor estaba en el ático. Max soñaba con un país repleto de dulces y pastelitos. La puerta de la calle se abrió y entró Koichi al salón como solía hacerlo siempre: con pantalones de cuero y sin camiseta, Max se había preguntado si tendría alguna. Koichi se acercó a Max que dormía plácidamente. Qué asco de tío, pensó Koichi con una cara molesta. Lo escrutaba con la mirada. En cierto modo es guapo... pensó de nuevo el moreno.
-¿¡PERO QUÉ COÑO ESTOY PENSANDO!? -gritó Koichi exasperado.
-Mmm... -murmuró Max despertándose.
-M-Mierda... -maldeció Koichi cayéndose al suelo de la impresión.
-¡AAAH! -gritó Max asustado al ver a Koichi al lado suyo.
-E-Eeem... No te asustes hombre...
-No, tranquilo.... -dijo bostezando- Anda, tú debes ser Koichi, ¿no? Yo soy Max, encantado. -dijo Max con su sonrisa habitual sentándose.
-E-Encantado... -dijo Koichi a desgana sentándose en el mismo sofá pero alejado de Max.
Como odio que tenga cara de no haber roto un plato en su vida, pensó Koichi.
-Bueno... ¿Quieres algo? -preguntó Max.
-Sí, no te pienso quitar el ojo de encima. -espetó Koichi- Ten mucho cuidadito conmigo que soy de la CIA, chaval.
-V-Vale....
Jajaja, te cacé, ahora no te me escapas, pensó Max.
-Espero que seamos buenos amigos. -le dijo Max a Koichi.
-Se intentará, pero no te prometo nada. -contestó el moreno.



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38 | 9/4/10 – Granada, España. Jodidamente soleado.




El taxi dejó a Max frente a una gran casa. Bueno, si a “aquello” podía llamarlo casa. Parecía más bien un palacio japonés enorme. Pagó al taxista y se bajó. Descargó las maletas y se acercó a la entrada. La mansión estaba rodeada por una muralla de piedra de unos dos metros y medio de alto. La puerta doble, labrada en roble, se erguía debajo de un cartel que con letras redondas e infantiles decía “CLOUD”. Había un pequeño telefonillo con cámara. Llamó dos veces y esperó. Después, una voz distorsionada, la misma del vídeo, le habló.

-Hola, bienvenido a la que a partir de hoy será su casa.
-H-Hola... -saludó Max.
Las puertas se abrieron automáticamente y entró. Al pasar las puertas se cerraron violentamente tras él. El jardín era sumamente enorme. A la izquierda había lo que parecía un garaje muy amplio. Deben de caber 20 coches, pensó Max. A la derecha había una gran piscina de agua clara. Delante de él había un pequeño camino de tierra con flores a los lados. Anduvo durante unos minutos observándolo todo. La casa rodeada de árboles diferentes, cerezos, arces, robles, pinos.... Miraba su alrededor extasiado, era una casa fabulosa. Se acercó al porche. Max no tenía llaves, así que no tenía ni idea de cómo entrar. A lo mejor está abierta, pensó. Se acercó y giró el pomo. Efectivamente estaba abierta, señal de que esperaban su llegada.
Al entrar contempló un gran pasillo, delante de él había una puerta con un cartel que ponía “PASILLO-PATIO INTERIOR”. Giro a la derecha y al final de un largo corredor vio otra puerta. Se acercó dejando las maletas en la entrada. Había otro cartel. “SALA DE ESTAR”. Abrió lentamente la puerta y vio una habitación enorme. Tenía por lo menos cinco alfombras, todas con motivos rojos y naranjas preciosos. En el centro de la estancia, pegada a la pared, había una chimenea enorme. Apagada en aquel momento, hacía demasiado calor para un fuego. Delante de la puerta había unas escaleras que conducían al primer piso y al fondo, a la izquierda, había una gran mesa circular. Había cuatro chicas sentadas que discutían alegremente. Max se quedó en el marco de la puerta unos segundos. Oía a la perfección la conversación de las chicas.

-¿Al final lo has dejado con Eric? -preguntó una chica de ojos verdes.
-Sí, supongo que la distancia era muy grande... ¡Pero no me voy a desanimar! Estoy en la caza de un nuevo hombre. -contestó la chica pelirroja de su izquierda sonriendo pícaramente.
-Con esa mirada de pervertida das miedo Jessica.... -dijo timidamente una chica de cabello corto color miel.
-¿Os habéis enterado de los nuevos encargos al sastre? Por fin voy a tener un uniforme de enfermera en condiciones. -dijo una chica de ojos azules y cabello casi blanco.
-Yo sí me había enterado -contestó la chica castaña- también hay algo para Sakura. -dijo riendo.
-¿Para mí? -preguntó la chica de ojos verdes.
-Sí, solo diré que cuando te vea Koichi te va a raptar. -dijo entre risas la chica del pelo blanco.
Todas prorrumpieron en risas mientras Max miraba al suelo por un instante. Koichi, ese era el chico que vivía allí, y al parecer, su objetivo principal. Michael ya le había hablado sobre él. Sus aficiones, su aspecto, personalidad... Salvo su nombre al muy zopenco se le había olvidado.
Max decidió acercarse un poco, lentamente y sin hacer mucho ruido. La chica del pelo blanco, la del pelo corto castaño y la pelirroja se le quedaron mirando, mientras la de ojos verdes seguía riendo a espaldas de Max. Este le sonrió a las chicas.
-¿Qué pasa chicas? -preguntó la chica de espaldas a Max.
-Hola. -saludó desde su espalda sonriendo.
La chica, de pura sorpresa, cayó al suelo de la silla con un grito. Max se acercó y la sujetó por la nuca.
-No te asustes, que no muerdo. -dijo Max con una sonrisa radiante.
-A-Ajam...-llegó a decir la chica de pelo largo pelirrojo y negro.
-Perdón por mi impertinencia, encantado señoritas, soy Max Adams y a partir de hoy viviré con vosotras. -saludó amablemente.
-¡Bienvenido! Yo soy Hikari. -dijo la chica del pelo blanco.
-Encantada, soy Megumi Itachi. -saludó con una reverencia la chica del cabello color miel.
-Yo soy Jessica,pero puedes llamarme... cuando quieras. -se presentó la pelirroja.
-Uuuhm...Soy Sakura Ying, encantada Max. -sonrió la chica de los ojos verdes.
Max la identificó al instante. Era la novia del chico que tenía que seducir. Su plan iba a la perfección.
-Bueno, espero que nos conozcamos bien y entablemos una bonita amistad, chicas. -concluyó Max con caballerosidad.
-¿Cuántos años tienes? -preguntó Hikari.
-¿En qué trabajas? -preguntó Megumi.
-¿Cuánto te mide la...? -preguntó Jessica antes de ser cortada por una patada de Hikari- Auuch... Maldita peliblanca estrecha.
-Tengo 17 años, soy poeta desde hace dos años en una revista literaria y si la pregunta era cuando me mide el pene, he de decir que es bastante grande. -contestó sonriendo.
Todas se quedaron de piedra durante unos instantes y después le levantaron formando un corro alrededor de Max.
-¡Bienvenido a casa Max! -le gritaron todas al unísono.
-Jessica, no aproveches el revuelo para tocarme el culo, que ya nos conocemos. -dijo Hikari.
-Tranquila Hikari, ya me lo está tocando a mí. -contestó Max algo incómodo por la mano de la pelirroja en su trasero.
Jessica soltó una risa malvada mientras Megumi y Sakura reían alegremente. En ese momento entró por la puerta un chico de unos 19 años, sin camiseta y con unos pantalones de cuero negro. Lucía una melena negra hasta los hombros y un largo flequillo que le tapaba casi toda la cara. A su lado, había una niña de unos 7 años con el cabello azul eléctrico. Llevaba un peluche y hablaba con el chico en voz baja. Max intentó no observarlo mucho para no levantar sospechas, pero el chico se acercó al corro en el que Max era el centro.

-Eh, tú. -espetó el chico.
-¿Es a mí? -preguntó inocente Max.
-Sí, claro que es a ti.
-¿Qué pasa?
-Tienes todo el equipaje en la puerta estorbando, ¿no crees que deberías quitarlo de ahí? Molesta.
-Vaya, lo siento muchísimo, hablando con las chicas se me ha subido el santo al cielo. Lo lamento.
-No te preocupes, yo te enseñaré tu habitación y la casa. -dijo Sakura sonriendo.
-Me encantaría, muchísimas gracias. -contestó con su mejor sonrisa.
Koichi lo miraba receloso con los brazos cruzados. Antes de salir de la sala de estar llegó a escuchar una conversación entre el moreno y la niña pequeña.
-Este tío me da mala espina. -dijo Koichi.
-Lo que pasa es que estás celoso de que lo traten tan bien las chicas. -contestó con frialdad la niña.
-Tú a callar enana, hay que ver, que poco respeto tiene la juventud...

Max salió del salón junto a Sakura y recogió su equipaje. Abrieron la puerta con el cartel de “PASILLO-PATIO INTERIOR”. Sakura hacía como una guía enseñando los monumentos de una gran ciudad. Al abrir la puerta se veía otra justamente delante con un cartel que ponía “BIBLIOTECA”. A la derecha se veía un gran patio interior. El suelo de piedra se hundía en la casa junto a un gran árbol que subía hasta la última planta. Sakura le condujo por el pasillo cuadrado alrededor del patio interior. Frente la puerta por la que habían entrado, al fondo, habían dos grandes arcos. Sakura le explicó que aquella era la COCINA-LAVANDERÍA, que como ya era su casa también, si tenía hambre no tenía más que bajar y coger algo de comer. Volvieron al salón y subieron las escaleras. Koichi estaba sentado en un sofá con los brazos cruzados y miraba sin pestañear a Max. Este le dedicó una sonrisa y el chico moreno desvió la mirada al suelo, ruborizándose ligeramente.
Subieron las escaleras y Sakura abrió una puerta justo delante con otro cartel. “PRIMERA PLANTA”. Max preguntó por los carteles y ella le explicó que como la casa era muy grande, era lo mejor. Había sido idea suya poner carteles. Nada más entrar al nuevo pasillo, giraron a la derecha y vieron de nuevo un cuadrado en el centro. Había barandillas de seguridad y el árbol seguía creciendo hacia arriba. Sakura le señaló una puerta con un cartel que ponía en japonés “KOICHI”.
-Ahora duerme el solo, imagino que si vienen más chicos tendrá que compartir la habitación con alguien. -dijo Sakura.
Justo al lado de la puerta había otra puerta.
-Esta es tu habitación.
Max abrió la puerta y se encontró con una amplia habitación. Todos los muebles eran de madera y las paredes estaban pintadas de un azul celeste pastel muy bonito. El suelo era de madera clara y una gran alfombra blanca se situaba en el centro de la estancia. También había un gran armario, Max intuyó que era un vestidor y se apresuró a abrirlo. Así era, un vestidor. Realmente la persona que había decorado su habitación lo conocía bastante bien. Sakura miraba divertida como Max observaba emocionado el vestidor. Dejó las maletas en la habitación y después regresó al pasillo junto a Sakura. Al lado de su puerta había otra puerta más. Era la de los baños. Sakura le explicó que había un aseo y aparte, dentro, otra habitación con duchas y una bañera enorme. Era solo para chicos, por lo que solo la usarían él y Koichi. Después le señaló la pared de enfrente, al otro lado del cuadrado del patio interior. Allí había una habitación sin ocupar y al lado una gran habitación con un cartel que ponía “GIMNASIO”. Sakura se lo mostró. Era una habitación enorme llena de aparatos de ejercicio físico. También había una gran televisión. Sakura le comentó que a veces ponían vídeos para motivarse y que otras veces hacían aerobic. Al fondo había otra habitación con el cartel de “VESTUARIOS”. Ahí estaban las taquillas y también había un frigorífico con bebidas y un armario con toallas limpias. Después de enseñarle el gimnasio subieron a la segunda planta. Llegaron a otra puerta que ponía “SEGUNDA PLANTA”. Pasaron y tuvo un deja vu. Era exactamente igual a la planta de abajo, solo que en lugar de haber tres habitaciones, un gimnasio y unos baños, esta planta constaba de tres habitaciones, una sala de juegos, unos baños de chicas y un auditorio. Este último consistía en una especie de sala de teatros. Había un montón de butacas y al fondo un escenario. Sakura le explicó que detrás del escenario había una habitación para guardar sus instrumentos. Max preguntó por un piano y Sakura le contestó que tenían un piano y un teclado, que los cogiera cuando quisiera. Salieron y Sakura le explicó que esa planta estaba destinada a los más pequeños; la habitación de juegos estaba llena de juguetes y la única habitación ocupada era la de la pared de la derecha donde dormían dos niñas de 7 y 10 años. También le explicó que la primera planta estaba dedicada a los chicos y que la tercera era para chicas. Subieron de nuevo otras escaleras y se encontró de nuevo con un cartel que ponía “TERCERA PLANTA”. Pasaron y vieron de nuevo un mismo pasillo cuadrado con un árbol que chocaba contra un techo. Sakura le señaló una habitación al fondo. Allí dormía ella sola. Después le dijo que dos habitaciones a la izquierda de la suya la ocupaba una chica llamada Shinku, su mejor amiga al parecer. No la había visto y tampoco sentía mucha curiosidad, pero le gustó la caligrafía de su nombre en el cartel, daba la sensación de ser una chica muy inteligente y pulcra. Sakura señaló una puerta en la pared de la izquierda. Había un cartel que ponía “JESSICA, MEGUMI & HIKARI”, cada nombre con una caligrafía diferente. Después señaló la puerta a su lado. Era el baño de las chicas. Cuando se dirigían abajo de nuevo, Max paró a Sakura.
-Oye, ¿y estas escaleras?
-Llevan al ático, allí no hay nada, está todo vacío. No sé si pretenderán hacer algo ahí dentro o lo tenemos solo para acumular polvo, igualmente a nadie le gusta subir, a veces se oyen ruidos raros.
-Entiendo...
Ambos bajaron las escaleras. Max se quedó en el primer piso alegando que estaba bastante cansado y Sakura se despidió y bajó las escaleras. Max escribió su nombre en la puerta, ocupando todo el espacio del cartel, a fin de cuentas, no se quedaría mucho tiempo, no tendría compañero de habitación.... Esperaba.



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37 | 8/4/10 y 20/1/10 – Los Ángeles, California. Despejado.



Max hacía de nuevo la maleta. Se encontraba en la habitación de un hotel californiano. Habían pasado más de tres meses desde su llegada a L.A. Al principio sentía como si todo fuera una broma de mal gusto, hubo un momento en el que incluso pensó que lo querían violar o algo parecido (otra vez).
Cuando llegó a la gran ciudad americana, lo escoltaron hasta un gran edificio sin nombre. Allí tuvo una entrevista con el hombre con el que había hablado por teléfono.



-Encantado de verlo Maxwell.
-Igualmente, pero llámeme Max, por favor, odio ese nombre. -contestó con frialdad estrechándole la mano.
-Yo soy Mr. Smith y voy a hacerle una entrevista junto con la directora y un futuro compañero tuyo.
-De acuerdo.
Max se sentó en una silla frente a una mesa con tres sillas. Cruzó las piernas y miró hacia delante. A la izquierda se sentaba un fornido hombre, calvo y con traje negro; Mr. Smith. A la derecha había un chico de unos 21 años, atractivo, rubio y de piel morena, le sonreía afectuosamente. En la silla del medio había una chica de unos 15 años con un pelo como de león, castaño y de punta, con unas largas trenzas que nacían en su nuca. Max no hizo ninguna mueca, pero realmente en aquel momento habría puesto su mayor cara de sorpresa, ¿esa chica era la directora? pensó Max.
-Bien, dará comienzo la entrevista en este mismo momento. -anunció la voz de Mr. Smith.
-Dinos tu nombre completo, edad, nacionalidad, idiomas, trabajos anteriores si los has tenido y estudios.
-Me llamo Maxwell Adams, Max por favor; tengo 16 años, casi 17, soy inglés, nací en Londres. -hizo una pausa- Hablo inglés, francés, japonés, español, alemán y ruso fluidos, pero también hablo portugués, chino y coreano, aunque con menor nivel. -los tres lo miraban impresionados.- Trabajé en un café por unos pocos meses y después fui cantante en una banda japonesa. He hecho primaria, secundaria y bachillerato siendo adelantado varios cursos por mi cociente intelectual. Hice la mayoría de mis estudios en Inglaterra, pero el bachiller lo hice en Tokyo. Después estuve por unos meses en la universidad estudiando diseño, pero lo dejé.
-Magnífico, ha hecho más que Smith en toda su vida.... -dijo boquiabierto el chico rubio.
-¡Cállate #9!
-Perdone....
-Bien, ahora háblanos un poco de ti, ¿cuáles son tus aficiones? ¿En qué eres bueno?- preguntó Mr. Smith.
-Bueno.... De pequeño dí clases de natación, artes marciales, piano, tenis e idiomas como ya he comentado antes. Me gusta la moda, el dibujo, la fotografía, la música, cantar, bailar, la lectura y escribir.
-Perfecto, perfecto.... -dijo #9 por lo bajini.
-Es usted perfecto para el puesto, ahora dígame sobre su orientación sexual.
-Soy bisexual.
-Genial... ¿Se decanta por alguno en especial?
-Sí, los hombres.
-Digamos que tiene experiencia con hombres y mujeres.
-Sí.
-Eres bastante guapo, ¿se podría decir que ligas bastante? -preguntó el chico rubio.
-Sí, normalmente no tengo problemas con tener una cita o alguna noche esporádica de pasión, como me han dicho más de una vez... Entro bastante bien por los ojos. -dijo sonriendo presuntuosamente.
Los tres comenzaron a debatir entre ellos en voz baja. Max miraba los pliegues de sus pantalones.
-Es usted perfecto para el puesto. -sentenció Mr. Smith.
-Genial. -espetó Max estrechándole otra vez la mano, a él y al chico rubio. La chica había salido ya de la habitación por la puerta detrás de la mesa.
-Te dejo con #9 para que te explique como funcionará todo y cual es tu misión.
-Ok.


Max y el chico rubio caminaron hasta el hotel en el que se alojaba Max. Entraron, ambos hablaban acaloradamente y muy relajados. El chico se llamaba Michael y le había comentado que su misión era algo más complicada ya que tenía que intimar con una mujer de armas tomar. Además, también comentó que a él no le gustaban mucho las mujeres, por lo que le sería más complicado.
Al entrar en la habitación Max le pidió que fueran sin hacer ruido. El castaño se acercó a la habitación y cerró la puerta, después se sentó en un sofá del comedor junto al rubio.

-¿Qué pasa, tienes a alguien ahí? -preguntó dándole un codazo.
-Sí, una chica que me traje ayer, creí que se habría ido ya, pero creo que no ha captado que no quiero nada más de ella... -contestó cruzando las piernas y sacando un cigarrillo.
-¿Fumas? -preguntó el rubio.
-Sí, me enganché hace unos meses, antes de venir aquí. -contestó despreocupado dando una calada. -¿Quieres? -preguntó ofreciéndole uno.
-Sí, gracias. -contestó cogiendo uno.
-Es bueno compartir vicios... -comentó Max encendiendo sensualmente el cigarro del rubio.- … se hacen más llevaderos.
-Y que lo digas... -contestó sonriendo.
-Bueno Michael, entonces, ¿a quién me tengo que ligar? -espetó Max de repente.
-Vaya, veo que te tomas tu trabajo muy en serio.
-Sí, digamos que si hay algo que siempre se me ha dado bien es atraer a la gente.... Para algo que se me da realmente bien...
-No digas eso hombre, con lo inteligente que eres, ¡si sabes hacer mil cosas!
-Sí... supongo que se lo debo a mi padre... -dijo con amargura.
-Sí, ¡un gran hombre tu padre!
-Claro... un gran hombre... -contestó irónicamente... Ironía que Michael no pilló.
-En fin, seré breve. Te haremos un trabajo falso, para que nadie sospeche. Sopesando tus habilidades y la manera que tienes de hablar, hemos pensado que poeta te va que ni pintado.
-Perfecto, siempre se me ha dado bien la poesía.
-Pues entonces genial. Ahora, te trasladarás a España.
-Que bien, tenía pensado irme a vivir allí. ¿Dónde voy a vivir?
-Eso es lo mejor.
Max lo miró extrañado.
-Sí, sí. No sé si has oído los rumores, pero en abril del 2009 abrieron en España una residencia-hotel bastante extraña. Al parecer era una gran organización que acogía a gente muy selecta de varios países del mundo. Es una casa enorme al puro estilo japonés. Tiene unas tres plantas, garaje, piscina, jardines... Vamos, un paraíso. Allí viven hasta la fecha 9 personas, una de ellas, es la que tienes que trajinarte.
-Interesante... continúa.
-Cuenta con biblioteca, auditorio, gimnasio... Además de unas 13 habitaciones. Tienen pensado aumentar el número de residentes. La televisión puso este vídeo que recibieron del jefe de la organización de esa casa, parece ser que hay más de esas casas por el mundo, pero la primera que han abierto es la de España. -continuó sacando un CD.
Max trajo su ordenador de la habitación con mucho sigilo y pusieron el CD. El vídeo estaba completamente negro. De repente una voz procesada con un distorsionador de voz comenzó a hablar.

Hola, habitantes españoles. Mi nombre es KUMO y soy la máxima autoridad de la casa CLOUD. Os preguntaréis, ¿qué es la casa CLOUD? Bien. La casa CLOUD es una gran residencia-hotel creada para el confort de solo unos pocos privilegiados. Acogemos a extranjeros con problemas de vivienda o dinero. Desafortunadamente, no tenemos muchas plazas. No habrá más de 50 plazas y se irán llenando poco a poco. Hasta la fecha contamos con 9 miembros pero esperamos que dentro de poco aumente el número en 11 personas. La casa CLOUD se encuentra en la ciudad de Granada, situada en Andalucía, sur de España. Por supuesto, la seguridad de esta casa es extraordinaria, por lo que creo que no hará falta decir que es del todo absurdo intentar burlar nuestra seguridad. Con todo esto invitamos a los extranjeros con problemas a que nos escriban cartas a esta dirección (en ese momento apareció una dirección en la negra pantalla) para contarnos sus problemas y su historia. Si nos convence, podrá entrar en nuestra residencia. Antes de terminar quisiera agregar que esta casa está pensada para formar una familia, entablar lazos de amistad o amor con los demás miembros, aquí no hay servicio por lo que las tareas han de hacerlas los miembros de la casa. Para finalizar, quiero agradecer todos los donativos que han ayudado tanto a la hora de crear esta solidaria institución. Gracias a todos.


Cuando el mensaje terminó, Michael sacó el CD y Max cerró el portátil.
-¿Qué te parece?- preguntó Michael.
-Extraño, pero suena bien. Una pedazo de casa para 10 personas...
-Tienen pensado aumentar el número de residentes.
-Sí, pero mi misión no durará toda la vida. Además, no pienso compartir casa con 9 personas más del tiempo necesario. -soltó Max apagando su cigarrillo en el cenicero.
-Querrás... intimidad. -dejó caer el comentario como una pluma.
-Sí, amo la intimidad, así como intimar en exceso. -dijo Max con confianza y sonriendo socarronamente.
-Hahaha, Max, eres único en tu especie.
-Gracias.
-Por cierto... ¿Llevas dos días y ya tienes una mujer en tu cama? Tío, ¿cómo lo haces?
-Ya te dije que entro bastante bien por los ojos. Aunque he de decir que no me gusta mucho el sexo con mujeres... Pero uno tiene necesidades, ¿no?
-Bueno, pero tú podrías encontrarla en cualquier hombre, ¿no? -dijo acercándose a Max.
-Há, sí, por supuesto. Bueno, creo que es hora de ir despachando a esa zorrita.
-Único en tu especie, desde luego. -dijo de nuevo Michael.

Max entró en su habitación. Después de 5 largos minutos para Michael, salió una chica preciosa, de unos 19 años, y salió sin saludar siquiera, estaba roja como un tomate y llevaba una absurda y estúpida sonrisa en su cara.
-¿Qué le has dicho?
-Que la llamaría.
-¿La vas a llamar?
-No. Es una estúpida zorra que solo habla de bolsos, y ojo, a mí los bolsos me encantan, pero hablar de eso con una mujer... Es horrible.
-Hahahah, eres genial Max.






Terminó de hacer la maleta y se sentó sobre ella. Contempló la habitación unos segundos. Estaba ya totalmente vacía. Había otras tres maletas a su alrededor. El ambiente estaba ligeramente cargado de perfume femenino.
Max se hacía mayor, lo notaba. En sus gestos, en su ropa, en su cama. Desde el funeral de su madre era otro. Ya no era aquel chico rubio con cara de ángel que parecía sumamente adorable, que gemía con el mínimo roce de su novio. Ahora era castaño, su cara aunque seguía siendo angelical, tenía pequeños voluntos maquiavélicos. Ahora se acostaba con mujeres. Había contado casi una por día desde la muerte de su madre. Cuando vivía con Hiro lo hacían dos o tres veces por semana, a veces incluso cinco, pero cada día no... Eso solo pasó con Zero, salvo los últimos meses que fueron peleas constantes. Max ya no necesitaba que alguien le quisiera, no quería que le dijeran cosas bonitas, él solo quería “descargar”, soltar la adrenalina, aunque no le encantara. Seguía prefiriendo los hombres sobre todo. Aún recordaba vagamente las noches con Zero en la cama. Se odiaba a sí mismo por recordar aquellas imágenes, no quería ni verlo en pintura. Le encantaría borrarse a Zero de la memoria, como una mancha en su historial.

Se recostó en la cama que unas pocas horas atrás había abandonado una chica rubia americana. Esa chica le había caído bien. Después de hacerlo se fumaron juntos un cigarrillo y la chica le dijo que tenía novio, pero que necesitaba aventura. También le dijo que le parecía muy mono, pero algo gay. Max confesó que era bisexual y la chica rió, ya se lo esperaba. La chica rubia se vistió y se despidió de Max alegremente, no es una zorra más, pensó Max.

17 años tenía Max cuando se levantó, cogió sus maletas y se dirigió a España. Comenzaba su trabajo.

36 | 18/1/10 – Inglaterra, Londres. Lluvia.



Max paseaba por una adoquinada calle inglesa, bajo su paraguas negro. Observaba cada esquina y cada pared escuchando música en su nuevo Ipod. Gracias a la herencia de su madre, Max compró todas las cosas que tenía antes, un Iphone, un Ipod, un Mac, ropa cara (ahora algo más adulta), en general, las cosas que se había dejado en casa de Zero. Sí, todavía pensaba en él, cada vez con menor frecuencia por supuesto; se sentía bien, lo estaba superando. Caminaba tranquilo, sin pausa, sin prisa, sin rumbo, solo paseaba bajo la lluvia por una calle de Londres. La gente no se percataba de que él pasaba a su lado, nadie miraba a nadie, una ciudad como ninguna otra, desde luego, pensó Max. Después de 15 minutos andando en la misma dirección, se paró frente a un escaparate. Era una tienda vieja y destartalada. Parecía que había sido una gran tienda de zapatos, pero en aquel momento estaba cubierta de polvo, con algún cristal roto y el cartel a punto de caer. Max se fijó en la pared del local, estaba cubierta de carteles, algunos promocionaban conciertos en la ciudad, otros eran anuncios de “se busca compañer@ de piso” y uno bastante extraño llamó la atención de Max.
El papel anunciaba:

“Se busca chico de entre 16 y 20 años. Atractivo, inteligente, con dones de gente y hábil. (Número de teléfono)”

¿Para qué será? pensó Max. Aunque en aquel momento tenía dinero como para jubilarse, Max quería trabajar, echaba de menor sentirse útil y hacer algo por alguien, aunque fuera cobrando una miseria como en aquel café o al principio en los conciertos. Apuntó el número en su Iphone y volvió al hotel.

22:14.
Max seguía debatiendo consigo mismo. ¿Debo llamar? ¿Y si es un trabajo chungo? Porque parece que buscan un gigoló o algo parecido.... pensaba Max. Finalmente decidió llamar, a fin de cuentas, si lo querían para hacer “trabajitos” él no estaba dispuesto a aceptar ese trabajo, la dignidad ante todo era una de las frases preferidas de Max. Marcó el número y antes de llamar vaciló un momento. Después de un par de segundos, llamó y escuchó varios tonos, entonces un hombre con una voz muy grave habló.

-Buenas tardes. -le saludó la voz.
-Hola, llamaba por el anunció “se busca chico”, quería saber en qué consiste ese trabajo exactamente.
-Bien, antes de comentarle algo acerca del trabajo necesito saber de usted, edad, apariencia, gustos, estudios...
-Perdone, pero no estoy obligado a dar ninguna información a no ser que me la dé usted antes. -contestó Max fríamente.
-Un momento, por favor.
El hombre tapó el auricular. Max supuso que estaría hablando con alguien. La voz volvió.
-Tiene usted carácter, nos gusta. Si le parece bien el trabajo estaría usted contratado, bueno, no sin antes hacerle una pequeña entrevista.
-Perfecto, ahora, si no le importa decirme en qué consiste el trabajo...
-Sí, bueno, ante todo le pedimos que adopte una mente abierta, este trabajo es muy serio y es llevado a cabo por una gran organización.
-Claro.
-Nosotros somos la CIA argentina.
-¿Perdón? -preguntó Max confuso.
-Somos una organización argentina enemiga de la CIA, somos la SIA.
-Vaya... ¿Y pretende que me crea eso?
-Bueno, si viera nuestras instalaciones seguramente se lo creería, ¿no?
-Puede... Bueno, continúe.
-Gracias. Verá, nosotros tenemos muchos departamentos como puede imaginar, muchísima gente contratada, pero, tenemos un pequeño vacío en algunas misiones.
-Entiendo... -contestó Max como si se tratara de una broma de un niño de cinco años.
-Nosotros usamos cualquier método por poco ortodoxo que sea para atacar a nuestro rival, y hemos desarrollado un plan infalible.
-Ajam....
-El plan consiste en que chicos y chicas de entre 16 y 20 años seduzcan a los 10 primeros comandantes de la CIA que se encargan de los grandes asesinatos.
-¿Qué!
-Le explicaré mejor. Tenemos topos que nos han filtrado que en la CIA tienen una “armada invencible” con los 10 mejores asesinos a sueldo. El problema es que la mayoría de veces esos asesinatos son a gente de nuestras filas, y no podemos seguir sufriendo más bajas.
-Sí... -Max le empezaba a encontrar sentido, creyó por un momento que se estaba volviendo loco.
-Entonces el plan de nuestra jefa es que gente joven y atractiva seduzca a esas personas con el fin de que rechacen su trabajo, no lo cumplan o si tienen parejas que rompan.
-Pero... Eso es horrible...
-Sí, por eso necesitamos gente sin escrúpulos.
-Pero yo no...
-Piense que es por el bien de la humanidad, esa gente es asesina, ni siquiera nosotros que vamos justamente detrás de la CIA en cuanto a popularidad hacemos ese tipo que cosas.
-Pero ustedes juegan con los sentimientos y eso...
-¿No quiere el trabajo por esa tontería? Piense que nosotros le pagaremos todos los viajes, su sueldo será bastante bueno y el trato en nuestra empresa es excepcional.
-El dinero no me interesa, yo hablo en términos morales...
-Nos ha gustado mucho, realmente necesitamos gente como usted, tiene potencial y personalidad. A juzgar por su voz, debe ser atractivo. Por favor, le necesitamos.
Le necesitamos... Resonaba en la mente de Max.... Ser útil de nuevo...
-B-Bueno... Todo esto es absurdo yo...
-Le rogamos que nos crea, si no, le pagaremos un billete para Los Ángeles donde está la sede principal de nuestra organización.
-E-Está bien... acepto el trabajo.
-Bien, mañana mismo le llegará por correo el billete y todo lo necesario. Tendrá una habitación de hotel de cinco estrellas para usted mientras esté aquí, después será trasladado al país del comandante que le encarguen.
-B-Bien...
-Buenas tardes. -dijo despidiéndose.
-A-Adiós....

Colgó el teléfono. Era la historia más absurda que le habían contado en la vida. ¿La SIA? Pero si parece el título de una organización de dibujos animados... pensó Max. Tras mucho meditar cogió su portátil y buscó en internet acerca de la SIA. Salía en el mismo artículo de Wikipedia que la CIA diciendo que era su empresa enemiga. No hablaban mucho de ella, no debía ser muy popular pensó Max. Después hizo las maletas. En el tiempo que había estado en Londres había comprado una cantidad de ropa desmesurada, por lo que tuvo que comprarse varias maletas si se daba el caso de mudarse. Desde luego, Max había pensado en mudarse, pero a España, no a América... A lo mejor me destinan a España, se consoló Max antes de caer rendido en la cama entre ropa.

lunes, 20 de agosto de 2012

35 | 20/11/09 – Inglaterra, Londres. Nublado.



El juicio había terminado. Max había ganado y aún así no se sentía feliz. Tenía la muerte de su madre muy reciente y una gran culpa encima. El juez había sido extremadamente caritativo, sabiendo que Max era menor le había cedido toda su herencia sin necesidad de ningún adulto, algo nunca visto. Ni eso animaba a Max.

En el juicio todo había salido a pedir de boca, la declaración del cartero fue una obra maestra de un chico de solo 16 años. El cartero testificó que habían llegado cartas todos los meses sin remitente, solo ponía MAX en la parte de atrás del sobre. William, al no poder poner ninguna oposición ante eso y negando que habían llegado cartas su casa, el juez concluyó que, como el abogado de Max había declarado minutos antes, el padre de Max era un mentiroso que se quería quedar la herencia del pobre hijo al que había maltratado desde pequeño. El juez cedió toda la herencia a Max. Exactamente 2.000.000 de libras. Max era millonario. De la noche a la mañana. Había pasado de estar tirado en la calle con la droga a ganar un juicio que lo había hecho millonario. Y seguía sintiendo aquel mismo vacío.

Llegó a la habitación del hotel después del juicio no sin antes pasar por un banco y sacar hasta el último penique. Max nunca se había fiado de los bancos y mucho menos lo iba a hacer en ese momento. Con un maletín lleno de dinero (Dos millones de libras para ser exactos), llegó al hotel, hecho polvo. Se dejó caer sobre la cama. Tuvo varias tentativas. Llamar a Hiro y contárselo todo, decirle que podrían ser mundialmente famosos, ahora tenían dinero. También pensó por un instante en llamar a Zero y restregarle por la cara su dinero, pero lo último que quería, como siempre, era oir su voz. Luego pensó que estaría bien comprarse un pisazo en cualquier parte del mundo. Meditó muchas posibilidades. Se acordó de su madre, aún siendo ricos ella siempre le intentaba enseñar acerca de la humildad y el ahorro, no es más feliz quien más tiene, si no quien menos necesita. Max sopesó de nuevo y reflexionó profundamente. Primero necesitaba un país al que ir, Londres le traía demasiados recuerdos tristes. Italia... Sí, sé italiano y no está mal la comida... No...mucho italiano pesado... pensó Max. Japón desde luego otra vez no, también le traía recuerdos horribles, otros preciosos, pero en ese momento solo tenía en mente los malos. China no, su chino nunca fue muy allá... Rusia... No, demasiado frío, pensó Max de nuevo. Entonces una idea asaltó su mente.
ESPAÑA. Sí, era perfecto. El español lo dominaba bastante bien, además, con 7 años había estado allí de vacaciones con sus padres en una ciudad llamada Granada, al sur de la península. Un poco de aire mediterráneo me vendrá bien, concluyó Max. Lo tenía decidido, se iría allí en cuanto se organizara un poco. Necesitaba allí una vivienda barata y un trabajo. Pensó durante horas y después cayó rendido al suave toque de Morfeo.

domingo, 19 de agosto de 2012

34 | 11/11/09 y 12/11/09 – Japón, Tokyo. Nublado con lluvia. / Inglaterra, Londres. Lluvioso.



Hiro y Masao se encontraban en una habitación amplia, rodeados de cables, con la guitarra y el teclado. Ensayaban. Desde que empezaron con los conciertos, necesitaban un sitio para ensayar que no se les quedara pequeño como el apartamento de Hiro. Alquilaron aquel local unos meses mientras les hacían una habitación en The Blue Palm para llevar a cabo sus ensayos. A Hiro se le veía más feliz que nunca, sin contar el encontronazo en el último concierto...



Hiro bajaba alegre las escaleras del escenario y se reunía con sus fans. Al fondo, pegado a la pared le miraba un chico unos dos años mayor que él, mojado de pies a cabeza, con una media melena negra tapándole el rostro... Con unos penetrantes ojos celestes.

-Hola, Yasu. -saludó fríamente Hiro.
-Hola colega, ¿qué tal? Muchas fans con el nuevo cantante, ¿no?
-Sí.
-Un guapito, tiene cara de no haber roto un plato en su vida.
-A diferencia de otros.
-En cuando a voz, bueno, no es que llegue a mi nivel pero...
-¿Qué no llega a tu nivel? Perdona, pero el que no le llega ni a la suela de los zapatos, eres tú.
-Te lo estás tirando, ¿no?
-Eso a ti no te incumbe.
-¡Es un enchufado! ¡Qué fuerte! Y que, ¿entre canción y canción lo pones mirando para Cuenca?
Hiro lo cogió violentamente del cuello de la camiseta.
-No vuelvas a pronunciar esas palabras, como vuelvas a insultar a Max, me encargaré personalmente de ti. -amenazó soltándole bruscamente.
Yasu generó una risa macabra y salió del local no sin antes decirle algo Hiro.
-Yo que tú no dejaría solo al rubito, en cuanto me lo encuentre solo en un callejón, las pagará todas juntas.




A Hiro se le revolvía el estómago cada vez que recordaba aquello. Yasu era celoso, cruel y ruin, se merecía lo peor.
-Hiro, ¿estás bien? Llevas tocando lo mismo diez minutos. -preguntó extrañado Masao.
-Sí... son solo malos recuerdos....



21:22.
Max jugaba con su móvil tumbado en el tatami y tapado con una manta. De repente vibró y sonó una melodía japonesa de un grupo que le gustaba mucho, le estaban llamando.
Número privado, leyó Max en la pantalla.
-Moshi, moshi.
-¿Perdón? ¿Estoy hablando con Maxwell Adams? -preguntaron.
-(¿Inglés?) Sí, soy Max.
-Verá, no es fácil decirle esto... Le llamamos de la funeraria Descanse en paz, su madre ha muerto esta tarde.
-¿Qu-qué? -a Max se le quebró la voz.
-Nuestro más sincero pésame. El funeral será mañana a las 11:30 de la mañana en el cementerio de Highgate zona este. También le comunico un mensaje de su padre.
-¿Mi padre?
-Sí. Quiere que asista con él a un juicio para hablar sobre la herencia de su difunta madre.
-¿Herencia? ¿El muy bastardo quiere quitármelo todo encima?
-Bueno, eso es algo personal entre ustedes dos, nosotros le esperamos donde hemos acordado mañana. Buenas noches.

Mi madre ha muerto... No he hablado con ella desde el día que me despedí en Londres... Ni siquiera me respondió a las cartas... ¿Estaría enfadada conmigo por fugarme? No, no puede haber muerto sin perdonarme... Tengo que ir a Londres.

Max se apresuró a hacer la maleta. Siempre tenía una guardada en el armario, para emergencias como aquellas. Por suerte, aquella vez podía llevarse todas sus cosas consigo. Metió toda su ropa y zapatos, las cosas del baño y el dinero que había ahorrado hasta entonces, le daría para el billete y allí ya cambiaría los yenes por libras.
Con el corazón en un puño, Max cogió un trozo de papel y le dejó una nota a Hiro, después, dejó sus llaves sobre la mesilla de la entrada y salió por la puerta de la persona que lo había salvado de la calle.


Hiro,
He tenido que irme, lo lamento mucho. No quiero dar muchos rodeos, así que te lo cuento rápido. Mi madre ha muerto en Londres esta tarde y mañana es su funeral, tengo que irme. Mi padre me va a llevar a juicio sobre la herencia de mi madre, sospecho que quiere quedárselo todo, así que tengo que contratar un abogado cuanto antes. Siento muchísimo dejaros así de colgados, pero es mi madre y no pienso dejar que mi padre se lleve todo su dinero. Espero que encontréis un buen cantante, porque yo dudo mucho que vuelva. No sé donde me llevará la vida esta vez, pero pienso honrar el nombre de mi madre allá donde vaya.
Te quiero mucho hermano.

Max.



Llamó a un taxi que lo llevó hasta el aeropuerto de Narita, prefectura de Chiba. Allí compró un billete para Londres, el primero que tuviesen, el de las 23:45. Facturó la maleta y esperó hasta la hora para subir. Hasta las 8 menos cuarto del día siguiente no llegó a Londres. Lo embargaron los recuerdos, aquel frío que solo perdura en Inglaterra, las tiendas, las calles bohemias, Max las recordaba como si fuera ayer. Aunque había hablado inglés toda su vida, se le hacía raro volver a cambiar de idioma, se había adaptado tan bien al japonés...
Después de varias horas andando, encontró un buen hotel, de tres estrellas, y pidió una habitación. Dejó allí sus pertenencias y llamó a un bufete de abogados. Estuvo hablando con uno durante bastante rato sobre el caso, le pidió que buscara al cartero que repartía las cartas por su calle para que tuvieran un testigo de que Max había estado mandando cartas todo aquel tiempo. Él sabía como funcionaba la mente de su padre, seguramente había tirado todas las cartas que habían llegado y alegaría en el juicio que Max jamás se preocupó por su madre y que ella murió por su culpa. Max pensaba darle la vuelta a las tornas y echarle en cara que habiéndose ido con 13 años, él jamás hizo un solo amago de búsqueda, ni tan siquiera por Londres. Max no sabía si todo eso era cierto o no, pero conocía a su padre y no hacían falta palabras ni hechos para adivinarlo.
Cuando todo estuvo listo, cogió otro taxi que lo dejó en el cementerio Highgate. En la puerta había un hombre con un cartelito que ponía “ADAMS”. Max se acercó y lo saludó, sin querer con una reverencia. Después lo condujo hasta la tumba de su madre, donde un montón de gente lloraba y lo abrazaba. La lluvia golpeaba la cara de Max, que no llevaba paraguas. Iba vestido con unos pantalones negros y una camisa negra sencilla. Era la primera vez en su vida que se ponía mocasines. La situación lo requería. Vio como metían el ataúd blanco e impoluto de su madre en un hoyo en la tierra. Lo taparon y vio la majestuosa lápida que se erguía sobre el tumulto de tierra. De un blanco puro y brillante.

Nadeshiko Adams. 1971-2009 – La mejor madre y esposa.

Max miraba la lápida fijamente, se perdía en ella y las miles de diminutas gotas de lluvia que la recorrían. Un hombre, de la funeraria, pronunciaba un discurso solemne mientras unas mujeres de vestidos y paraguas negros lloraban y soltaban sollozos. Max no podía dejar de mirar la lápida. La gente comenzó a marcharse, dándole un beso en la mejilla, un apretón de manos o una afectuosa palmada en el hombro. Max los ignoraba, solo podía mirar la tumba de su madre. Solo quedaban dos personas frente a la tumba de Nadeshiko. Un chico con el cabello castaño y unos profundos ojos azules empañados y vidriosos, a su derecha, un hombre alto, con el pelo rubio y los ojos inyectados en sangre, sujetando un paraguas.

-Ella murió por tu culpa. -espetó el hombre.
-Su nombre no ha muerto en vano, no te vas a llevar su dinero.
-Eso ya lo veremos. Me niego a que tú lo malgastes.

El hombre se fue con paso ligero bajo su paraguas. Max se acercó más a la lápida, a la izquierda de esta había un gran ángel blanco de piedra con un bebé en los brazos. Lo acunaba. Le cantaba una nana.

Max lloraba desconsolado al ángel de piedra, arrepentido ante su propia madre que le perdonaba desde el cielo.

33 | 23/9/09 – Japón, Tokyo. Despejado.



Los conciertos se sucedían, los fans aumentaban y el ego de Max subía como la espuma. Nunca se había considerado gran cosa, pero ver como la gente gritaba su nombre a cada sonrisa suya hacía que se sintiera el ombligo del mundo. No le gustaba ser egocéntrico, nunca le habían gustado ese tipo de personas que solo saben hablar de ellas mismas y sus proezas, pero Max se sentía por primera vez realizado, se sentía a gusto con su trabajo y su esfuerzo.
Aquella mañana le escribió una carta a su madre. Solía mandarle dos cartas al mes más o menos, pero nunca recibía contestación. Al principio no ponía el remitente para que no lo localizaran, era demasiado pequeño, pero cuando cumplió los 16 años vio necesario poner la dirección, quería volver a ver la letra de su madre, sentirla a través del papel y olerla, quería saber que tal estaba todo en casa y como estaban sus primos, pero, las respuestas nunca llegaban. Aún con todo eso, Max no desistía en su empeño, quería que su madre viera en que se había convertido aquel pequeño niño rubio.

Querida madre.

Por aquí todo va bien, seguimos haciendo muchos conciertos y estamos ganando dinero. Hiro y yo estamos pensando en irnos a vivir a una casa más grande, con dos dormitorios (aunque yo lo que quiero es un vestidor). ¿Qué tal Ryuichi y Matt? A lo mejor, si en un futuro me hago famoso, podría actuar con él, sería maravilloso, ¿no crees?
Mamá, a veces te echo de menos, cuando hablábamos hasta muy tarde, cuando te cepillaba el pelo... Te echo de menos.

Un beso, Max.”


¿”Cepillándole el pelo”? Yo era gay desde hace mucho tiempo, ¿eh? … pensó Max. Dejó la carta sobre el mueble de la entrada para enviarla más tarde.




Inglaterra, Londres. Lluvioso.


William farfullaba, como de costumbre. Se lo veía más demacrado y viejo que nunca. Su mujer, Nadeshiko, sufría de aguda depresión desde que Max había abandonado el hogar tres años atrás. Lloraba cada día, se sentía sola, abrazaba sin parar un peluche de su pequeño, a veces incluso le hablaba.
Maldito criajo, debería de haberlo mandado a un internado antes de que se hubiera fugado, así Nadeshiko y yo viviríamos solos y en paz y no de esta manera... pensaba William. Realmente William nunca había querido a su hijo, ni una sola muestra de cariño hacia él, ni un solo presente, ni una sola preocupación. Nadeshiko conservaba el velo de la ignorancia, que la hacía más vulnerable aún.
William quemaba un montón de cartas en la chimenea del salón mientras las lágrimas de Nadeshiko surcaban sus pálidas mejillas.

32 | 14/8/09 – Japón, Tokyo. Soleado con nubes.



Hiro escribía pentagramas. Estaba componiendo nueva música. Llevaban muchos conciertos desde aquella noche de junio, pero eran canciones de otros grupos versionadas, a la gente les gustaba bastante porque las conocían ya, pero Hiro quería sus propias canciones, así que cada día avanzaba un poco más. Por lo menos ya tenían más de diez canciones, y cada vez que tenían una nueva compuesta, montada y ensayada, la exponían en el escenario, como si de un trabajo de clase se tratara, aunque... Hiro nunca se había tomado los deberes tan en serio como aquello.
Max llevaba horas en la calle, supuestamente había ido “de compras”, pero sabía que algo escondía, se lo veía muy pensativo desde hace semanas y Hiro lo notaba. Hasta las 21:00 Max no apareció por la puerta, cargado de bolsas y con algo extraño. MUY EXTRAÑO. Hiro se le quedó mirando con la boca abierta.

-¿Qué pasa, a qué viene esa cara? -preguntó desde la puerta.
-¿Qué a qué viene esta cara? Tio... Tienes el pelo castaño.
Sí, Max, desde que era pequeño, había querido tener el pelo como su madre, de un castaño precioso y brillante. Con el pelo rubio se solían meter mucho con el, lo llamaban desde maricona hasta nena. Había soportado todos esos comentarios muchos años, pero se había jurado que acabaría con todo aquello cuando cumpliera los 16 y su madre le dejara. A su madre le parecía adorable con el cabello paja, pero él no lo veía así.

-Sí, con el pelo rubio aparte de parecer una mujer, parezco más pequeño. No me gusta parecer más infantil. -sentenció dejando las bolsas en el suelo.
-Da igual, estás guapísimo. Y sí, pareces mayor, no mucho más, pero se te ve menos cara de crío.
-¿Lo ves? Por un momento pensé en ponérmelo pelirrojo, pero... No me apetece que me estés llamando carrota durante toda mi vida (o lo que dure el tinte).
Hiro rió y Max le acompañó en su risa. Le enseñó la ropa que había comprado, era similar a la que tenía aún en casa de Zero y no se atrevía a pedirle. Y mucho menos a ir allí y cogerla. Desde luego no quería ni verle la cara. Vieron un programa de televisión y comieron porquerías, como acostumbraban. Max había empezado a ir a un gimnasio con Hiro, no quería perder la figura, aunque Hiro aseguró que si seguían haciéndolo cada noche no la perdería en su vida.
Los conciertos habían aumentado, y con ello el salario de Hiro, lo cual le permitió comprar un futón más grande para los dos. Hiro había insistido en que saldría más barato comprar otro como el que tenía y que Max durmiera en él, pero Max, era... demasiado exigente con todo. Él se negaba a dormir solo, de hecho, nunca le había gustado. De pequeño, cuando dormía solo y tenía pesadillas se sentía indefenso, solo y desprotegido. Después había dormido con su novio durante dos años y no quería volver a sentirse igual que en su infancia, quería dormir con alguien, aunque fuera su hermano. Hiro acabó cediendo y lo compraron. Llegó la hora de dormir y ambos se embutieron en los pijamas y se metieron en la cama.

-Max, ¿vas a vivir conmigo toda tu vida o vas a buscarte algún día un piso? -preguntó Hiro en la oscuridad.
-¿Ya me estás echando? Que malo eres.... -dijo Max haciéndose la víctima.
-Hahaha, ya sabes que no enano, era porque... Si lo hicieras... Te echaría de menos. Mucho.
-No creo que tenga que ir a ninguna parte. -contestó cariñoso.
Le dió a Hiro un beso en la mejilla y ambos se quedaron dormidos. Max con su pierna sobre Hiro, y Hiro con su brazo encima de Max.


Lo que Max no sabía era que en aquel mismo instante, una mujer se consumía lentamente...Por él.

31 | 1/6/09 – Japón, Tokyo. Nublado caluroso.




Las 21:22. Max se vestía tranquilamente en el camerino. Era su primera actuación. Sentía las piernas como de gelatina, el estómago del revés y el cerebro sin oxígeno. Estaba claramente más nervioso que en toda su vida, casi tanto como cuando escapó de su casa en Londres o como cuando saltó por la ventana del piso de Zero. Se sentía vivo, se sentía de carne y hueso. Mientras tanto, Hiro afinaba la guitarra detrás del escenario y Masao montaba el teclado en este. Se calzó las botas. Comprobó que el micrófono tenía las pilas puestas y bien cargadas, repasó en su mente las letras de las canciones. Nada podía salir mal, no después de una semana y media de ensayos intensivos. La música la componían Masao y Hiro, la letra le tocaba hacerla a él. Hasta aquel día habían compuesto entre los tres cinco canciones. Max estaba orgulloso de su trabajo, las letras tenían mucho sentido, un sentido doble, lleno de recuerdos, de emociones, algunas eran lentas, otras eran explosivas.
Hiro observaba desde atrás el local, estaba más lleno que de costumbre. Fuera había un cartel con el precio de las bebidas en oferta y un dibujo que Max había hecho del logo de su grupo, explicando que actuaban allí esa noche por primera vez. Como habían planeado, Naomi trajo un montón de amigas, todas ellas muy parecidas, vestidas acorde con la moda otaku japonesa, con la cara muy maquillada y la emoción de ver a un supuesto “uke” monísimo. Naomi se había encargado personalmente de enseñarles una foto de Max con Hiro y explicarles que estaba mucho más mono desnudo, como en los mangas que leían (o que se comían con los ojos).
Uno de los jefes del local cogió un micrófono para anunciar al gentío que el espectáculo iba a comenzar.

Blue Palm os presenta al grupo Rock Catz, constituido por tres chicos (guitarrista, teclista y vocalista) maravillosos que comparten su música con todos nosotros, ¡un fuerte aplauso!

La gente prorrumpió en aplausos y gritos mientras Hiro y Masao subían al escenario. Lo tenían todo ensayado. Max aguardaba detrás del escenario, con un pie tembloroso sobre el primer escalón. Todo el pub quedó en silencio, salvo por algún roce de vasos en la barra, por lo demás, todo el mundo miraba impaciente el escenario. Hiro aguardaba con la guitarra preparada en las manos, con la cabeza agachada y toda su melena tapándolo. Masao dejaba caer y resbalar los dedos suavemente sobre el teclado con la cabeza gacha, imitando a Hiro. Entonces dio la primera nota al teclado. El comienzo de la canción era suave, pero Hiro comenzó a tocar la guitarra, aún con la cabeza agachada. Entonces entró Max. Subió con su típica delicadeza, andando lentamente. Con la cabeza agachada también, mirando al suelo. Se acercó al micrófono, y como una exhalación comenzó a cantar primero con suavidad. La gente miraba atentamente, las chicas del club de Naomi cuchicheaban sobre la ropa que llevaba y aquellas piernas tan delgadas y femeninas. Max cantaba excitado, contento, feliz, subiendo cada vez más la cabeza hasta que llegó el estribillo y ambos tres alzaron bien alto la cara, con orgullo, hinchando el pecho. Max, que no había dejado que nadie lo maquillara, alzó las pestañas más alto que nunca, mirando a cada uno de los espectadores, dedicándoles una sonrisa (a la cual más de una profirió un gemido alto).
Así, siguieron con todas las canciones que tenían; en una de ellas, Max se acercó a Hiro mientras cantaba, Hiro sonreía y le miraba sin parar de tocar. Max, que le habían dado el permiso para hacer lo que quisiera encima del escenario, se acercó, cogió a Hiro por la mandíbula y le dio el beso más húmedo y con más lengua que Hiro haya tenido en toda su vida. Las fujôshis, como era de esperar, soltaron gritos y sonrisas que Max degustó con lentitud mientras una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro angelical. Una por una, sonaron todas sus canciones, hasta llegar a la última. Max la había dejado para el final porque era ligeramente más triste. Se quitó la chaqueta, haciendo que se produjeran más gritos en el público femenino, y se sentó al borde del escenario. Masao tocaba con sonidos de violines que inundaban la estancia mientras Max cantaba una especie de lamento triste. Aquella canción la había titulado Black spiral. Solo él y Hiro conocían el significado real de la letra, esa letra con tantos sentimientos ocultos, tantas malas experiencias, tanto dolor. Max lo usaba como válvula de escape para soltar toda su mierda, como Hiro solía decir. Un solo de piano de Masao, en lo que Max contenía las lágrimas. Hiro, que solo tocaba la guitarra en aquella canción un par de veces, aprovechó para beber un poco de agua mientras observaba a Max, se le veía realmente motivado con aquella canción, muy implicado, sintiéndola en cada célula de su delicado cuerpo.
Cuando se acercaba el final, Max se levantó para poner el micrófono en la barra y seguir cantando desde ahí, dándolo todo, su alma, su ser, sus sentimientos y su sangre. Morir en un escenario se le antojaba bastante, sería una muerte bonita.
En aquel momento se prometió morir en un escenario. Bonito final para su historia.

Los aplausos llenaron la sala, el grupo de chicas se levantó de la mesa incluso para gritarles y tirarles flores. Hiro, Max y Masao se despidieron haciendo una reverencia y bajaron del escenario.
Los tres sonriendo, dándose palmadas en la espalda y sonriendo de nuevo se fueron al camerino.
Max se quitaba la ropa cuando Hiro decidió empezar la conversación que los tres esperaban.
-Ha sido... mágico. Genial, no tengo palabras.-sentenció Hiro.
-Creo que es la primera vez que nos han hecho verdadero caso, antes apenas nos miraban cinco personas. -contestó feliz Masao.
-¿Tan malos erais?-preguntó Max entre risas.
-Era Yasu, nos hacía mucho mal, recuerdo que siempre que subía al escenario subía enfadado, hoy me he sentido genial, ha sido espeluznante. Mira el vello del brazo, de punta. -dijo Hiro señalando su brazo.
-Cierto, cierto.

Se pusieron ropa de calle, Hiro como acostumbraban todos, con sus vaqueros gastados, sus botas rockeras y sus camisetas de tirantes. Masao optaba por algo más “normal”, pantalones negros y una camiseta de manga corta verde. Max era más... a su estilo, como decía Hiro cuando no quería llamarlo gay. Pantalones cortos blancos y camiseta de tirantes ancha negra, converse normales y gastadas. Salieron del camerino después de dejar la guitarra y el teclado dentro bajo llave y se acercaron a la barra para saludar a su jefe.

-¡Genial! ¡Habéis triplicado las visitas, teníamos esto llenísimo! -exclamó.

Mientras Hiro hablaba con el jefe sobre futuras actuaciones junto con Masao, Max prefirió acercarse a Naomi para saludarla y agradecerle que asistiera con sus amigas a su primer concierto.

-Hola. -saludó con afecto.
-¡Holaaaa pequeeeee! -gritó Naomi abrazándolo efusivamente.
-¿Q-Qué tal? -llegó a preguntar Max mientras se atusaba el pelo.
-¡Bien, genial, habéis estado maravillosos!
Sus amigas lo miraban entre ilusionadas y ansiosas, Max se sentía el ombligo del mundo en aquel momento.
-Estas son mis amigas. -dijo presentándolas.
-Encantado. -contestó educadamente sonriendo.
Todas soltaron suspiros embelesados sin dejar de mirarlo con ojos de corderito. Hiro se acercó y agarró a Max de la cintura por detrás.
-Chicas, chicas, esas miradas, que Max es mío. -dijo burlándose de Max claramente.
-Eh, que yo no soy tuyo melenas. -contestó enfurruñado frunciendo el ceño.
-Bueno, eso no es lo que me dices en la cama.
Ante el comentario, las chicas no pudieron hacer otra cosa que soltar risitas y miradas entre ellas. Max juraría que vio una haciéndoles una foto con el móvil escondido.
Después de un par de copas (Max se bebió un zumo de piña) con las chicas, Hiro y Max regresaron al apartamento. Felices, contentos con el resultado. Realmente era tal y como Hiro lo había imaginado cuando de pequeño soñaba con subir a un escenario por primera vez. No había sido su primera vez sobre un escenario así de maravillosa, pero fue la primera vez que Hiro se sintió desnudo sobre uno, armado solo con su guitarra, pero con el apoyo de un gran amigo.

sábado, 18 de agosto de 2012

30 | 20/5/09 – Japón, Tokyo. Soleado con nubes.




Después de minuciosas pruebas por parte de Masao, el amigo de Hiro, y éste, Max acabó exhausto y casi sin voz. Se recostó sobre el futón y trató de echar una siesta mientras Hiro y Masao deliberaban acerca del nuevo cantante.

-¿Tú qué crees? ¿Es bueno eh? Además es mono, eso nos ayudará bastante... -concluyó Hiro.
-Sí, yo le veo buen tono de voz, tanto masculina como más femenina... Sí, es m-mono, sí... -contestó cuando su voz se quebró al final de la frase.
-¿Te gusta? -preguntó Hiro con una sonrisa socarrona.
-¡No, no! Yo no soy gay... Pero no te voy a negar que es guapo... -contestó sonrojado.
-Bueno, yo voy a ir a comprarle ropa, ¿te vienes o te quedas con él?
-No, no, voy contigo, así aprovecho para comprar pedales nuevos.
-Vale, vamos.


Max durmió y durmió durante horas. El reloj encima de la mesilla de noche marcaba las 21:30 cuando Max despertó lentamente. Se frotó los ojos y vio que tenía una sábana fina encima. Me la habrá echado Hiro, habrá salido... pensó Max. Se levantó y al segundo llamaron a la puerta.
Se acercó atravesando el cuarto y el pasillo hasta llegar a la puerta, la cual abrió sin mirar por la mirilla.

-Hola, ¿estás solo o están tus compañeros de piso? -preguntó un chico joven con un uniforme de agencias telefónicas.
-Estoy... solo. -contestó sensualmente apoyándose en el marco de la puerta.
-E-Eh... Q-Que bien, ¿no? -dijo entrecortadamente sin dejar de mirar a Max- Pues justo tengo una oferta que te serviría mucho.
-¿Sí? Sabes, a mí hace mucho tiempo que no me hacen una buena... oferta. -continuó con un deje de sensualidad en la voz.
-¿N-n-n-no?
-Pues... no. -contestó acercándose al chico que se estaba poniendo como un tomate.
-¡Max! ¡Deja de ligar con todos los hombres que entran a esta casa! -gritó Hiro desde atrás del chico asustándolo.
-¡¿E-Es tu novio!? P-Perdona, yo no...
-Éste qué va a ser mi novio... Ya le gustaría. -dijo mirando enfadado a Hiro mientras este entraba por la puerta con Masao y un montón de paquetes.
-Tsk, ¿para qué novios pudiendo ser follamigos? -contestó burlón dándole una palmada en el culo a Max al pasar.
-E-Esto...
-Ah, chico, lo siento de veras, es que me aburría bastante y como no salgo, tampoco ligo mucho. No nos hace falta nada, ya tenemos una línea contratada a muy buen precio, pero espero que te lo hayas pasado bien.
-Yo...
No le dejó tiempo para contestar, Max ya había cerrado la puerta en sus narices. Se acercó extrañado a Hiro y Masao que estaban rodeados de bolsas y parecían cansados.
-¿Qué es todo esto? -preguntó Max sentándose junto a Hiro.
-Ropa. También creí que sería mejor que tuvieras tu propia ropa y no que uses la mía, que te está enorme.
-Eso está bien, pero deberías haberme avisado, soy muy selecto con la ropa. -contestó tajante.
-Bueno, ya me dirás que te parece. Eso de ahí es ropa para nuestra primera actuación, va a ser nuestro “comeback”.
-En fin....
Max comenzó a abrir bolsas. No le disgustó del todo la ropa que Hiro le había comprado, casi todo eran pantalones pitillo negros, vaqueros o de colores, dos o tres pantalones cortos y un par de camisetas de su talla de colores de manga larga y de manga corta.
-Había pensado en comprarte un pijama, pero dudaba entre uno muy mono que vi con conejitos o un picardías transparente. -dijo Hiro riendo.
-Eres gilipollas... El picardías de toda la vida, anda que habértelo pensado...
Max continuó sacando prendas de las bolsas. Hiro se había comprado unos pantalones de cuero negros ajustados y una chaqueta larga negra punk, muy de su estilo rebelde. Masao había comprado unos pantalones de cuero rojos para él y una chaqueta igual a la de Hiro. Éste le explicó que seguramente no se pondrían nada debajo de la chaqueta, así “llamarían más la atención”, pero Max sabía que realmente él quería enseñar y de paso ligar con alguna chica. Hiro se lo pasaba bien acostándose con Max, de hecho y según él, con Max había tenido los mejores polvos de su vida, pero quería tener una novia formal, salir, ir al cine, pasear, lo normal vamos. Max por otra parte no quería ni oír hablar de tíos, pero por supuesto, le gustaba sentirse querido, le gustaba que los hombres se fijaran en él. Se había vuelto un pelín narcisista.
-¿¡ESTO QUE COÑO ES!?-exclamó Max al sacar de una bolsa su supuesta ropa para el concierto.
-Pues lo que te vas a poner tú, anda que no nos ha costado trabajo encontrar algo así... Por no hablar de dinero.. Así que no aceptaré una negativa por respuesta.
Max, que se sentía culpable ante el gasto del moreno, miró escrupulosamente las prendas que constituían su vestuario.
Se trataba de un top negro de manga corta ajustado, unos shorts de cuero negro (ajustados también) y una capa de tirantes larga hasta las rodillas roja de cuero, toda llena de remaches, cuerdas e imperdibles. Era chulísima, pero extremadamente gay.
-Tío, pero cómo me voy a poner esto....
-Pues con unas botas negras que te he comprado también. He pensado que puedes alternar, puedes un día ponerte medias rojas altas y otro día no ponértelas. Ah, y te pones estos cinturones.
Eran con tachuelas y en el centro había una cara de gato que encerraba las palabras Rock Catz.
-Las ha diseñado la chica que te ha hecho todo esto.
-¿La fujôshi?
-Sí, está al venir, dice que quería ver personalmente como te queda todo, y de paso tomarte medidas para hacerte más cosas. Era broma hombre, todo esto no nos ha costado nada, nos lo hace todo gratis. Es una amiga de la infancia que le pirra el yaoi y le he dicho que tú y yo estamos saliendo, para ver si se enrollaba, y desde luego lo ha hecho. -declaró sonriendo de felicidad.
-¿Qué le has dicho qué!
Ding dong
-Anda abre, ¡qué ahora eres la mujer de la casa! -dijo burlándose Hiro.
-Gilipollas...
Max se acercó a la puerta y la abrió lentamente, no le apetecía encontrarse con aquella chica y menos después de lo que Hiro le había dicho. Nada más abrir la chica se quedó anonadada y totalmente callada. Acto seguido su cara dio un vuelco y saltó a los brazos de Max, que se dejó abrazar extrañado mirando a Hiro por encima del hombro.
-¡¡ERES TAN MONO COMO HIRO ME HABÍA DICHO!! -gritó la chica.
-E-Eh... Gracias... Soy Max, encantado.
-Igualmente, me llamo Naomi. -se presentó sonriendo. -Bueno vamos, a ver que tal te sienta esa ropa.
-Es....Es algo gay para mí, yo no sé si....
-¡Pero por favor! ¿Tú te has mirado a un espejo? No te hace falta ninguna ropa para que se sepa que eres gay.
-¿Perdona? -preguntó Max con el cejo fruncido.
-¡Venga vamos!
Naomi se acercó a Max, y como si lo conociera de toda la vida, le quitó la camiseta allí mismo sin reparar en Hiro y Masao. Después y aunque Max no paraba de forcejear explicando que podía quitarse él solo la ropa, se deshizo de sus pantalones dejándolo en ropa interior.
Aunque Max no tenía ya mucho pudor, tampoco le hacía gracia que viniera una tía que no conocía de nada y se pusiera a desnudarlo. Que morro tiene la tía, pensó Max. Naomi comenzó a vestirlo con la ropa que ella misma había diseñado y cosido mientras Max se dejaba hacer, ya para intentar acabar con todo aquel sufrimiento. Hiro cuchicheaba con Masao diciéndole si no parecía que Max estaba adorable sin ropa.
-Oye, ¿es que te da igual que ese chico mire a Max en ropa interior? ¡Es tu uke! ¡Vaya seme de mierda estás hecho! -gritó Naomi.
-¡Es verdad! ¡Gilipollas, es mi novio, cabrón! -mintió Hiro pegándole a Masao un puñetazo en el estómago.
-Aaaahggg... capullo... -bajando el tono de voz- Hijo de puta, no hacía falta que fueras tan lejos...
-Bueno, tenía que parecer creíble, ¿no?

Naomi dejó de prestarles atención y terminó de vestir a Max calzándole las botas. Max se sentía raro, nunca había llevado ropa similar. La chica lo miraba extasiada, como si nunca hubiera visto algo tan genial.

-Eres el uke más fantástico que he visto jamás, incluso en los mangas. -dijo desbordada por la belleza de Max.
-Podrías traer a tus amigas a nuestro concierto, seguro que lo flipan con Max.
-¡Claro! ¡Así tendríais más fans! -contestó Naomi agitando las manos contenta.
-Por supuesto, es buena idea. -concluyó Masao.
-Es un concierto, no un pase de modelos. -dijo Max enfadado cruzando los brazos.
-Anda Max, no seas aguafiestas. -le dijo Hiro acariciándole el brazo.
-Bueno... Pero entonces me tendrás que dejar hacer lo que yo quiera en el escenario.
-¿A qué te refieres con “lo que tú quieras”? -preguntó Hiro entre confuso y asustado.
-Bueno, eso lo veréis en el concierto.