martes, 7 de agosto de 2012

15 | 24/11/07 – Japón, Yokohama. Nublado.

(Tiene contenido Lemon.)



Esa mañana se levantaron bastante cansados, habían tenido una noche “movidita” en todos los sentidos de la palabra. Se vistieron, asearon y bajaron a desayunar. Después de hablar con Haruka durante un largo rato acerca de lo que podían hacer en la ciudad, los tres junto con el abuelo, salieron de la casa y se fueron al barrio chino de Yokohama.
El barrio chino tenía varias entradas al propio estilo chino tradicional, las más conocidas eran las de los puntos cardinales, erigidas en honor de cada uno de los animales sagrados del Feng Shui, protectores de la ciudad. Entraron por la puerta de Choyo-mon, situada al este de la ciudad y que representaba al Dragón Azul. El barrio tenía unas calles estrechas y angostas, era fácil perderse, pero por suerte contaban con Soichiro, que se sabía de memoria el barrio chino, él mismo dijo que podría dibujar un mapa entero en cualquier momento. Llegaron a un gran edificio llamado Daisiekai, bastante peculiar. Contaba con ocho plantas, museos, teatros,restaurantes, mercados... La pareja en compañía del abuelo y la tía, miraron todo muy asombrados, aunque realmente, todo era nuevo solo para Max. Zero recordaba vagamente haber estado allí, pero no con la suficiente claridad como para no asombrarse de nuevo, como la primera vez. Cuando salieron, se acercaron a un templo que había al lado llamado Mazu Miao. Era precioso, con el techo de un dorado deslumbrante, mucho menos frío que los templos japoneses que había visitado Max en Tokyo. Se acercaron y Zero hizo un rezo. Max se limitó a mirar, ya que, como sus padres no le dieron ninguna educación religiosa, Max se consideraba ateo antes de saber ni siquiera qué significaba esa palabra.
Después, volvieron al Daisiekai y comieron en un restaurante chino. Al cabo de varias horas hablando sobre la ciudad, Japón en general y el mal tiempo que hacía, salieron del barrio chino.
Haruka les dijo que tenía que ir al médico con el abuelo, que tenía revisión. Zero le contestó que ellos dos volverían a casa y esperarían hasta la hora de la cena. Su tía le guiñó un ojo y se fue con su abuelo camino del médico. Zero por su lado, sonrió maquiavelicamente a Max y, cogiéndolo de la mano, volvieron corriendo a la casa de su tía.

-Zero, ¿se puede saber qué pasa? ¿Por qué hemos venido corriendo?

Pero Zero no le respondió, porque lo había cogido en brazos y se lo llevaba al salón. Cuando Max creía que subirían las escaleras para ir directamente al dormitorio, algo que deseaba con ansias después de lo de anoche, Zero lo dejó en el salón, junto a la mesa.

-Pero...
-Bueno, ya lo habíamos hecho en la mesa de casa, pero en la de mi tía no. -dijo sonriendo mientras le daba la vuelta a Max y lo apoyaba en la mesa.
-¡Zero, estás loco! ¿Y si vuelven y nos ven? Como nos vea tu abuelo la hemos cagado...
-Que no, que en el médico siempre tardan un montón, además, ya has visto como me ha guiñado el ojo mi tía, quiere darnos tiempo.
-Sí, pero en la habitación, donde es más difícil que nos pillen, no aquí... -respondió intentado salir de debajo de Zero.
-Hombre, es que le quitas toda la gracia.

Después de volver a sonreir de una manera perversa, como de costumbre, Zero fue directamente al grano y le bajó los pantalones a Max. El menor no paraba de decir que eso no estaba bien, que los iban a pillar, que eso, que aquello.... Pero realmente esa adrenalina, esa sensación de que en cualquier momento pudieran pillarlos estaba poniendo más caliente a Max de lo normal. ¿Me estaré volviendo un morboso? pensó Max. Luego se imaginó que lo hacían en unos probadores o en un lugar apartado de un parque y no mejoró la cosa.
-Aaah, Zero, basta...
-Sí, suplícame...
Pero Zero ya estaba embistiendo a Max para cuando éste empezó a suplicar. Zero se agarraba a las caderas de Max, mientras que éste estaba extendido en la mesa, gimiendo como si no hubiera mañana. Zero se la metía y se la sacaba mucho más rápido, deseoso de más, de poder acabar por fin.
Max no paraba de gritar mientras cerraba los puños fuertemente contra la mesa, no tenía nada a lo que agarrarse mientras Zero lo embestía por detrás. Faltaba poco, Zero lo notaba, lo invadía un calor desde la punta de los dedos de los pies hasta la cabeza, no quedaba mucho, y menor quedaría si Max no gimiese así. A veces le daba la impresión de que o a Max le dolía mucho o se estaba derritiendo de placer, aunque por otro lado, Zero adoraba escuchar esos gemidos tan femeninos.
Quedaba tan poco que... Se corrieron. Zero sacó su miembro y se corrió sobre la espalda de Max, mientras el menor descansaba agotado sobre la mesa. Zero miró al frente y prefirió no haberlo hecho, porque era una visión horrible.
Su abuelo y su tía en la puerta mirándolos. Max volvió la cabeza y automáticamente la volteó hacia otro lado. Zero por su parte se subió rapidamente los pantalones, acto que Max imitó.


Su abuelo no le dirigía la palabra. Ya lo había hecho. Por fin. Justamente una de las personas que no quería perder. Una de las pocas personas que le quedaban por perder.
Se acercó a su abuelo que estaba sentado en la mesa baja del salón, mientras Max y Haruka cocinaban en silencio.

-Abuelo...
-¿Sí? -respondió.
-Bueno... Quería... Quería explicarte lo de antes, verás... yo...
-No hay nada que explicar.
-Pero...
-Ya sé que eres gay y que ese chico no es tu hijo, si no tu novio.
-¿Te lo ha explicado la tía?
-No.
-E-Entonces como...
-Lo noto. Yo también soy gay.
-¿¡QUÉ!?
Max y Haruka que seguían la conversación desde la cocina soltaron lo que tenían en las manos y se asomaron sorprendidos por la revelación del anciano.
-Sí. Me casé con tu abuela por pura fachada, no te voy a decir que no la quisiera.... Pero el amor de mi vida fue mi sensei...
-¡¿M-Me estás diciendo que nos tuviste a mí y a Sakura (la madre de Zero) para que nadie creyese que eres gay?!
-Bueno, eran otros tiempos, eso no estaba bien visto... Tuvimos un romance que llevé en secreto a tu madre y tu tía junto con tu abuela durante años...
-Dios, no me puedo creer lo que estoy escuchando. -dijo exasperado Zero.
-Pero quiero que sepáis que a tu abuela, tu madre y tu tía las he querido como a nadie en el mundo.
-¿Y tu amante? -preguntó Haruka.
-Murió hace bastante, antes que tu madre incluso...
-Hombre, siempre pensé que tenías algo de pluma, pero... -respondió Haruka haciendo que Zero y Max estallaran en risas.
-¿Plu-qué?
-Nada abuelo, nada. -dijo Zero golpeándole amistosamente el hombro.
-No os preocupéis por hacer vuestras cosas, pero eso sí, en tu cuarto, no donde vamos a comer.
-E-Eh... Ya, ya... Tranquilo, he limpiado... -dijo Zero avergonzado mientras Max escondía la cabeza en la cocina con la cara como un tomate.

La noche acabó bastante bien. Comieron y bebieron todos juntos. Rieron, vieron la televisión. Haruka se empeñó en ver una película llamada Brokeback Mountain, al parecer era una película gay, pero Zero y su abuelo se negaron y Max y Haruka se quedaron con las ganas de verla.
Alrededor de las 1 de la madrugada, todos subieron a las habitaciones a dormir. Zero aseguró que no harían nada y que mañana se tendrían que ir, ya que él trabajaba el lunes. Su tía insistió en que se quedaran al menos un día más, pero Zero ya tuvo que cambiar el turno de día a un compañero el viernes para poder venir, por lo que su tía no insistió más, pero le hizo prometer que volverían pronto. 

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