Max hacía de nuevo la maleta. Se encontraba en la habitación de un
hotel californiano. Habían pasado más de tres meses desde su
llegada a L.A. Al principio sentía como si todo fuera una broma de
mal gusto, hubo un momento en el que incluso pensó que lo querían
violar o algo parecido (otra vez).
Cuando llegó a la gran ciudad americana, lo escoltaron hasta un gran
edificio sin nombre. Allí tuvo una entrevista con el hombre con el
que había hablado por teléfono.
-Encantado de verlo Maxwell.
-Igualmente, pero llámeme Max, por favor, odio ese nombre. -contestó
con frialdad estrechándole la mano.
-Yo soy Mr. Smith y voy a hacerle una entrevista junto con la
directora y un futuro compañero tuyo.
-De acuerdo.
Max se sentó en una silla frente a una mesa con tres sillas. Cruzó
las piernas y miró hacia delante. A la izquierda se sentaba un
fornido hombre, calvo y con traje negro; Mr. Smith. A la derecha
había un chico de unos 21 años, atractivo, rubio y de piel morena,
le sonreía afectuosamente. En la silla del medio había una chica de
unos 15 años con un pelo como de león, castaño y de punta, con
unas largas trenzas que nacían en su nuca. Max no hizo ninguna
mueca, pero realmente en aquel momento habría puesto su mayor cara
de sorpresa, ¿esa chica era la directora? pensó Max.
-Bien, dará comienzo la entrevista en este mismo momento. -anunció
la voz de Mr. Smith.
-Dinos tu nombre completo, edad, nacionalidad, idiomas, trabajos
anteriores si los has tenido y estudios.
-Me llamo Maxwell Adams, Max por favor; tengo 16 años, casi 17, soy
inglés, nací en Londres. -hizo una pausa- Hablo inglés, francés,
japonés, español, alemán y ruso fluidos, pero también hablo
portugués, chino y coreano, aunque con menor nivel. -los tres lo
miraban impresionados.- Trabajé en un café por unos pocos meses y
después fui cantante en una banda japonesa. He hecho primaria,
secundaria y bachillerato siendo adelantado varios cursos por mi
cociente intelectual. Hice la mayoría de mis estudios en Inglaterra,
pero el bachiller lo hice en Tokyo. Después estuve por unos meses en
la universidad estudiando diseño, pero lo dejé.
-Magnífico, ha hecho más que Smith en toda su vida.... -dijo
boquiabierto el chico rubio.
-¡Cállate #9!
-Perdone....
-Bien, ahora háblanos un poco de ti, ¿cuáles son tus aficiones?
¿En qué eres bueno?- preguntó Mr. Smith.
-Bueno.... De pequeño dí clases de natación, artes marciales,
piano, tenis e idiomas como ya he comentado antes. Me gusta la moda,
el dibujo, la fotografía, la música, cantar, bailar, la lectura y
escribir.
-Perfecto, perfecto.... -dijo #9 por lo bajini.
-Es usted perfecto para el puesto, ahora dígame sobre su orientación
sexual.
-Soy bisexual.
-Genial... ¿Se decanta por alguno en especial?
-Sí, los hombres.
-Digamos que tiene experiencia con hombres y mujeres.
-Sí.
-Eres bastante guapo, ¿se podría decir que ligas bastante?
-preguntó el chico rubio.
-Sí, normalmente no tengo problemas con tener una cita o alguna
noche esporádica de pasión, como me han dicho más de una vez...
Entro bastante bien por los ojos. -dijo sonriendo presuntuosamente.
Los tres comenzaron a debatir entre ellos en voz baja. Max miraba los
pliegues de sus pantalones.
-Es usted perfecto para el puesto. -sentenció Mr. Smith.
-Genial. -espetó Max estrechándole otra vez la mano, a él y al
chico rubio. La chica había salido ya de la habitación por la
puerta detrás de la mesa.
-Te dejo con #9 para que te explique como funcionará todo y cual es
tu misión.
-Ok.
Max y el chico rubio caminaron hasta el hotel en el que se alojaba
Max. Entraron, ambos hablaban acaloradamente y muy relajados. El
chico se llamaba Michael y le había comentado que su misión era
algo más complicada ya que tenía que intimar con una mujer de armas
tomar. Además, también comentó que a él no le gustaban mucho las
mujeres, por lo que le sería más complicado.
Al entrar en la habitación Max le pidió que fueran sin hacer ruido.
El castaño se acercó a la habitación y cerró la puerta, después
se sentó en un sofá del comedor junto al rubio.
-¿Qué pasa, tienes a alguien ahí? -preguntó dándole un codazo.
-Sí, una chica que me traje ayer, creí que se habría ido ya, pero
creo que no ha captado que no quiero nada más de ella... -contestó
cruzando las piernas y sacando un cigarrillo.
-¿Fumas? -preguntó el rubio.
-Sí, me enganché hace unos meses, antes de venir aquí. -contestó
despreocupado dando una calada. -¿Quieres? -preguntó ofreciéndole
uno.
-Sí, gracias. -contestó cogiendo uno.
-Es bueno compartir vicios... -comentó Max encendiendo sensualmente
el cigarro del rubio.- … se hacen más llevaderos.
-Y que lo digas... -contestó sonriendo.
-Bueno Michael, entonces, ¿a quién me tengo que ligar? -espetó Max
de repente.
-Vaya, veo que te tomas tu trabajo muy en serio.
-Sí, digamos que si hay algo que siempre se me ha dado bien es
atraer a la gente.... Para algo que se me da realmente bien...
-No digas eso hombre, con lo inteligente que eres, ¡si sabes hacer
mil cosas!
-Sí... supongo que se lo debo a mi padre... -dijo con amargura.
-Sí, ¡un gran hombre tu padre!
-Claro... un gran hombre... -contestó irónicamente... Ironía que
Michael no pilló.
-En fin, seré breve. Te haremos un trabajo falso, para que nadie
sospeche. Sopesando tus habilidades y la manera que tienes de hablar,
hemos pensado que poeta te va que ni pintado.
-Perfecto, siempre se me ha dado bien la poesía.
-Pues entonces genial. Ahora, te trasladarás a España.
-Que bien, tenía pensado irme a vivir allí. ¿Dónde voy a vivir?
-Eso es lo mejor.
Max lo miró extrañado.
-Sí, sí. No sé si has oído los rumores, pero en abril del 2009
abrieron en España una residencia-hotel bastante extraña. Al
parecer era una gran organización que acogía a gente muy selecta de
varios países del mundo. Es una casa enorme al puro estilo japonés.
Tiene unas tres plantas, garaje, piscina, jardines... Vamos, un
paraíso. Allí viven hasta la fecha 9 personas, una de ellas, es la
que tienes que trajinarte.
-Interesante... continúa.
-Cuenta con biblioteca, auditorio, gimnasio... Además de unas 13
habitaciones. Tienen pensado aumentar el número de residentes. La
televisión puso este vídeo que recibieron del jefe de la
organización de esa casa, parece ser que hay más de esas casas por
el mundo, pero la primera que han abierto es la de España. -continuó
sacando un CD.
Max trajo su ordenador de la habitación con mucho sigilo y pusieron
el CD. El vídeo estaba completamente negro. De repente una voz
procesada con un distorsionador de voz comenzó a hablar.
“Hola, habitantes españoles. Mi nombre es KUMO y soy la máxima
autoridad de la casa CLOUD. Os preguntaréis, ¿qué es la casa
CLOUD? Bien. La casa CLOUD es una gran residencia-hotel creada para
el confort de solo unos pocos privilegiados. Acogemos a extranjeros
con problemas de vivienda o dinero. Desafortunadamente, no tenemos
muchas plazas. No habrá más de 50 plazas y se irán llenando poco a
poco. Hasta la fecha contamos con 9 miembros pero esperamos que
dentro de poco aumente el número en 11 personas. La casa CLOUD se
encuentra en la ciudad de Granada, situada en Andalucía, sur de
España. Por supuesto, la seguridad de esta casa es extraordinaria,
por lo que creo que no hará falta decir que es del todo absurdo
intentar burlar nuestra seguridad. Con todo esto invitamos a los
extranjeros con problemas a que nos escriban cartas a esta dirección
(en ese momento apareció una dirección en la negra pantalla) para
contarnos sus problemas y su historia. Si nos convence, podrá
entrar en nuestra residencia. Antes de terminar quisiera agregar que
esta casa está pensada para formar una familia, entablar lazos de
amistad o amor con los demás miembros, aquí no hay servicio por lo
que las tareas han de hacerlas los miembros de la casa. Para
finalizar, quiero agradecer todos los donativos que han ayudado tanto
a la hora de crear esta solidaria institución. Gracias a todos.”
Cuando el mensaje terminó, Michael sacó el CD y Max cerró el
portátil.
-¿Qué te parece?- preguntó Michael.
-Extraño, pero suena bien. Una pedazo de casa para 10 personas...
-Tienen pensado aumentar el número de residentes.
-Sí, pero mi misión no durará toda la vida. Además, no pienso
compartir casa con 9 personas más del tiempo necesario. -soltó Max
apagando su cigarrillo en el cenicero.
-Querrás... intimidad. -dejó caer el comentario como una pluma.
-Sí, amo la intimidad, así como intimar en exceso. -dijo Max con
confianza y sonriendo socarronamente.
-Hahaha, Max, eres único en tu especie.
-Gracias.
-Por cierto... ¿Llevas dos días y ya tienes una mujer en tu cama?
Tío, ¿cómo lo haces?
-Ya te dije que entro bastante bien por los ojos. Aunque he de decir
que no me gusta mucho el sexo con mujeres... Pero uno tiene
necesidades, ¿no?
-Bueno, pero tú podrías encontrarla en cualquier hombre, ¿no?
-dijo acercándose a Max.
-Há, sí, por supuesto. Bueno, creo que es hora de ir despachando a
esa zorrita.
-Único en tu especie, desde luego. -dijo de nuevo Michael.
Max entró en su habitación. Después de 5 largos minutos para
Michael, salió una chica preciosa, de unos 19 años, y salió sin
saludar siquiera, estaba roja como un tomate y llevaba una absurda y
estúpida sonrisa en su cara.
-¿Qué le has dicho?
-Que la llamaría.
-¿La vas a llamar?
-No. Es una estúpida zorra que solo habla de bolsos, y ojo, a mí
los bolsos me encantan, pero hablar de eso con una mujer... Es
horrible.
-Hahahah, eres genial Max.
Terminó de hacer la maleta y se sentó sobre ella. Contempló la
habitación unos segundos. Estaba ya totalmente vacía. Había otras
tres maletas a su alrededor. El ambiente estaba ligeramente cargado
de perfume femenino.
Max se hacía mayor, lo notaba. En sus gestos, en su ropa, en su
cama. Desde el funeral de su madre era otro. Ya no era aquel chico
rubio con cara de ángel que parecía sumamente adorable, que gemía
con el mínimo roce de su novio. Ahora era castaño, su cara aunque
seguía siendo angelical, tenía pequeños voluntos maquiavélicos.
Ahora se acostaba con mujeres. Había contado casi una por día desde
la muerte de su madre. Cuando vivía con Hiro lo hacían dos o tres
veces por semana, a veces incluso cinco, pero cada día no... Eso
solo pasó con Zero, salvo los últimos meses que fueron peleas
constantes. Max ya no necesitaba que alguien le quisiera, no quería
que le dijeran cosas bonitas, él solo quería “descargar”,
soltar la adrenalina, aunque no le encantara. Seguía prefiriendo los
hombres sobre todo. Aún recordaba vagamente las noches con Zero en
la cama. Se odiaba a sí mismo por recordar aquellas imágenes, no
quería ni verlo en pintura. Le encantaría borrarse a Zero de la
memoria, como una mancha en su historial.
Se recostó en la cama que unas pocas horas atrás había abandonado
una chica rubia americana. Esa chica le había caído bien. Después
de hacerlo se fumaron juntos un cigarrillo y la chica le dijo que
tenía novio, pero que necesitaba aventura. También le dijo que le
parecía muy mono, pero algo gay. Max confesó que era bisexual y la
chica rió, ya se lo esperaba. La chica rubia se vistió y se
despidió de Max alegremente, no es una zorra más, pensó
Max.
17 años tenía Max cuando se levantó, cogió sus maletas y se
dirigió a España. Comenzaba su trabajo.
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