jueves, 23 de mayo de 2013

63 | 19/11/10 – Granada, España. Despejado simple.



Zero y Max abrían cajas. Las llenaban. Las cerraban. Abrían más. Las llenaban. Mudanza. Habían encontrado un piso que estaba bastante bien. En el centro, medianamente amplio y con dos habitaciones. Era temporal. Zero estaba preparándole a Max una sorpresa alucinante. Un mes atrás, habían estado en una casa espectacular a las afueras; la localización no le importaba realmente a Zero ya que tenían coche y moto, así que se enamoró totalmente de ella. La había comprado. Realmente estaba tramitando y poniendo en regla todo el papeleo, pero sí, era suya. Deseaba vivir allí con Max durante el resto de su vida. Deseaba estar con Max hasta que la muerte los separase. Matrimonio. Una idea que le rondaba la cabeza a Zero desde hacía años. Desde que lo vio la primera vez. Pero no quería “espantarlo” y decidió esperar. Esperó tanto que el amor se fue por su ventana, literalmente. Habían pasado dos años y deseaba fervientemente pedírselo. Esperaría el momento adecuado, y entonces, cuando el amor de su vida le diera el “sí quiero”, le diría que había comprado aquella maravillosa casa de la cual se enamoraron, y vivirían felices y comerían perdices. O bueno... Lo que Max quisiese comer.

-¡Mira Zero, mira! -le gritó Max tirándole del pantalón.
Zero se dio la vuelta y vio al menor con el puño alzado y una gran manta larga anudada al cuello.
-¡Soy Max todopoderoso! ¡Hágase mi voluntaaad!
Zero comenzó a reír sin parar mientras Max seguía gritando con el puño alzado, hasta que a Max se le bajaron sin previo aviso las bermudas.
-¿Qué coño...?
-¡Así estás mucho mejor! -exclamó Zero abalanzándose sobre su amante.
-¡Aaaaay!


Mientras tanto, en el porche, habían instalado el verano pasado unas sillas y unas mesas de madera rústicas, para sentarse al fresquito veraniego español las cálidas noches de julio. Yasu estaba sentado en una de esas sillas, pensando y repensando. Iba a ser padre. Era una responsabilidad enorme, tanto que Yasu no podía asimilarla bien. Él jamás había tenido responsabilidades, ni siquiera se había encargado de sus hermanos pequeños cuando sus padres se iban de cenita romántica. Tampoco tomó responsabilidad de nada cuando lo echaron de la banda o cuando se drogaba. La mayor responsabilidad que había tenido era su trabajo actual como mano derecha de Satán, y aún así, el demonio lo veía como un simple juego.

-Voy a ser padre, aún no me lo creo... -dijo para sí mismo en voz alta.
-Cuando tienes dos ya te acostumbras. -le respondió Judith sentándose en la otra silla, sonriéndole.

Judith. Judith James. Una mujer de 30 años, que por supuesto, no los aparentaba en absoluto, no le echaban más de 24, aunque a Yasu le gustaba molestarla preguntándole si tenía 40. Su larga melena rubia ondulaba con la brisa, y sus ojos esmeralda miraban cariñosamente al demonio, al cual conocía desde hacía tan solo unos meses. Judith, jefa de la sección de espionaje y asesinatos de la CIA, era una mujer atractiva, sincera, con dotes de habla, sabía echar charlas, pero sobre todo sabía regañar, y sus hijos lo sabían bastante bien. No le gustaba hablar de sus hijos a la gente, al contrario que la mayoría de las madres, prefería mantener en el más estricto secreto su maternidad.
Judith era, en pocas palabras, una luchadora. A una temprana edad, conoció al supuesto “hombre de su vida”, se casaron y vivieron juntos. Al principio, como en la mayoría de las relaciones, todo era de color de rosa, pero, en poco tiempo, se tornó gris. Gris oscuro. Gris-negro. Judith sufría, su marido, adicto al juego y al alcohol, reprimido por el poco amor que sus padres le habían brindado, descargaba su furia en la rubia, que solo podía callar y asumir toda la culpa. Cada día para ella era un infierno. Un infierno insoportable. Verdaderamente malo. Hasta que, como todo ser humano, llegó a su límite, y un día, enfurecida, echó a su marido de la casa e interpuso una denuncia por malos tratos.  Judith jamás hablaría de esto con nadie, a excepción de Jessica, la cual sabía toda su vida y aquel secreto que jamás podría contar.

-Hombre, la rubiales, ¿pero tú no me tenías asco? -preguntó con retintín.
-Eres muy buen canguro, lo mínimo que puedo hacer es ser amable contigo. -respondió sonriendo.
-Ser canguro es un asco... Y un coñazo. No sé porqué Satán me mandó hacer esto precisamente a mí.
-A lo mejor él ya sabía que tendrías un hijo y te lo mandó hacer para entrenarte.
-Tener un hijo no es una batalla, no necesito entrenamiento. -dijo despreocupadamente.
-¿Ah, no? Tener un hijo significa sacar una vida adelante, significa ayudar a crecer a un ser vivo de tu propia sangre, significa enseñarle la distinción entre el bien y el mal, significa tener algo que tú mismo has creado, se me ocurren batallas más fáciles.
-Ajam... -dijo levantándose de la silla- Muy bonito, pero yo, a diferencia de ti, no lo criaré solo.
Se produjo un silencio durante unos segundos, los cuales Judith aprovechó para desviar la mirada.
-Eso ha sido un golpe muy bajo...
-Si fueras una mejor madre y le prestaras más atención a tus hijos no diría nada.
-Ya... ¡Haz tú un trabajo horroroso que no te gusta para nada, llega cada día a casa oliendo a perros y con mal humor! Yo no puedo criar sola a dos niños... -gritó levantándose también.
-Yo llego igual, mi trabajo es peor que el tuyo, mientras tú te limitas a ordenar a la gente a espiar a estos o matar a los otros, yo voy a matar a seres oscuros, a torturar a gente que se merece el infierno. Y cuando llego a casa siempre tengo un momento para ir a ver a Lacey, ver que tal está y decirle lo mucho que la quiero. Si yo puedo, tú también, y vete aplicando el cuento porque, en cuanto nazca mi hija, dejaré de cuidar a los tuyos. -le replicó el demonio.
-Pues muy bien, no te necesito. -concluyó la rubia sentándose de nuevo en la silla de madera.
Yasu la miró unos segundos arqueando la ceja. No sé qué me pasa últimamente que la gente me da como... pena... pensó el demonio.


De vuelta al interior de la casa, la parejita feliz, Zero y Max, descansaban en el sofá. Max leía un cómic mientras su amante hablaba por teléfono con un amigo.

-Claro que sí tío, un día salimos por ahí a tomar algo... Que sí... No, él no, que con una copa se emborracha...
-Zero, ¿con quién hablas? -le preguntó Max cariñosamente cogiendo la manga de su camisa.
-Cariño, estoy hablando con un compañero de trabajo, no te preocupes que no tengo ningún amante. -dijo en tono burlón.
-Lo decía por curiosidad, a  mí no me importa que tengas amantes.-respondió incorporándose.
-¿Cómo que te da igual? -preguntó, ya distraído de su conversación telefónica.
-Que no me importa. Solo que si te pillo poniéndome los cuernos te corto los huevos, pero nada más.-respondió fríamente tumbándose en el sillón de nuevo.
-Este niño me da miedo-dijo Zero hablando con su compañero de nuevo- ...Sí, ¿pero para qué quieres que te lo pase? … Bueno, bueno como quieras. -dijo Zero pasándole el teléfono a Max.-Max, mi amigo quiere hablar contigo.
-Mmm, vale- cogió el teléfono- Hola.
-Hombre Max, cuanto tiempo, ¿te acuerdas de mí? -preguntaron al otro lado del teléfono.

La sangre se le congeló por completo. Podría decir hasta que su corazón había dejado de latir. No podía mover ni un solo músculo, no podía ni pestañear. Zero lo miraba extrañado. Max no dijo ni una sola palabra. Aquella voz. Aquella asquerosa voz jamás se borraría de su mente.

-He, he, creo que sí te acuerdas. -se respondió la voz.

Max se levantó de repente y tiró el móvil al suelo. Zero ante la extraña conducta de su amante, y extrañado, se abalanzó sobre el teléfono para hablar con su amigo y averiguar qué había pasado.

-¿¡Pero qué le has dicho para que se ponga así!? -le regañó Zero.
-Nada Zero, le he saludado y se ha quedado callado. -se excusó.
-Que raro... Luego hablamos que voy a ver qué le pasa... -dijo preocupado.
-Que buen novio eres... Yo quiero que mi mujer sea así...
-¡Pero si tu mujer es muy maja! Bueno, un poco mandona... Pero tiene pinta de ser una fiera en la cama. -bromeó Zero.
-Bueno sí pero... ¿¡Qué dices, gay pervertido!? -le gritó.
-¡Que era broma! Hasta mañana chaval. -se despidió el peliblanco.
-¡Adiós Zerito! -se despidió colgando.
-Zerito tu puta madre. -le dijo al teléfono.

Dejó a un lado el teléfono y subió al piso de arriba. Fue a su habitación, donde dormían los dos desde hacía un par de meses. No había nadie. Max nunca se encerraba en su cuarto, la última vez que el peliblanco lo vio encerrado allí fue cuando se escondió de él. Anduvo hasta la habitación del menor y llamó a la puerta.
-¿Max? ¿Estás ahí?
-Por favor Zero... Déjame solo...
-Max, ¿qué te pasa?
-Nada... Por favor, déjame solo... Se me pasará antes... -dijo entrecortadamente y en un tono muy bajo.
-Vale...

Zero, totalmente desorientado y confundido durmió solo aquella noche de noviembre, mientras Max revivía traumas del pasado en la oscuridad de su habitación cerrada.



Fotohistoria aquí

lunes, 20 de mayo de 2013

62 | 27/10/10 – Granada, España. Nublado amenazando tormenta. (2)



Yasu corrió escaleras arriba pero alguien lo sujetó por el brazo. Era Hikari. Hikari con cara de preocupación, que lo miraba dos escalones abajo. El moreno, que no solía detenerse por nadie ni nada, se detuvo unos segundos y miró a la peliblanca.
-¿Qué? -preguntó frío.
-Yasu... Lacey ahora lo último que quiere es escuchar una charla, y menos tuya. ¿Por qué no bajas y te tranquilizas un rato? Ella querrá hablar contigo, solo dale tiempo.
Yasu la miró indiferente y después posó su mirada al final de las escaleras. Volvió a mirar abajo y resignado, volvió al salón.

La sala se llenó rápidamente, había invitados y desde hacía un tiempo, habían estrechado lazos con los miembros de la familia CLOUD. Todos discutían alegremente. Bueno, todos... Max sentado en el regazo de Zero hablaba con una chica pelirroja llamada Kïrthia, su cara repleta de pecas lo miraban ilusionada.

-Me gustaría irme de viaje a algún lado... -dijo apenado Max.
-Vente a nuestra casa, seguro que lo pasas muy bien. -le insinuó a pelirroja guiñándole un ojo.
-Ni caso... Esta quiere algo de ti. -respondió Haibara, una chica de 15 años muy simpática.

Kïrthia le dedicó una mirada de odio y vergüenza a su hermana.

-¡Pero si tiene cara de no haber roto un plato en su vida! -la defendió Max.
-¿Seguro? Hace tres años que no la vemos, ¡pero sigue estando tan loca como siempre! -sentenció la hermana mayor, Sui, la chica que rechazó a Sebastian unos días atrás.
-Normal, siendo hermana vuestra e hija de Marie... -dejó caer el vampiro.
-Desgraciado... -soltó Sui muy despectivamente.
-Sebas, no digas eso... -pidió Max.
-Solo digo la verdad.
-La verdad es que sí... Aunque no me acuerdo mucho de mis hermanas mayores... Por algo las mandó mamá a estudiar a otros países. -dijo Haibara finalizando su frase con una risita.
-Si claro bonita, me vas a decir que tú eres la más normal, con tu hiperactividad. -dijo enfadada Kïrthia.
-¿Qué me has dicho, cara de granja? Te has pasado tres años en una granja en Irlanda y ahora me vienes con que la rara soy yo. -respondió la hermana menor.
-¡Oh, lo que me ha dicho! -saltó la pelirroja.
-Dejad de gritar, vais a despertar a Lacey que estaba descansando. -ordenó Sui haciendo callar a todo el mundo.

Tarde. Lacey bajaba las escaleras somnolienta sujetándose la cabeza. Se aproximó a la pequeña reunión de familias y se restregó los ojos.

-Que sueñooo....
-¡Hala! ¡Ya la habéis despertado! -exclamó furiosa Sui.
-¿Eh, qué? Qué hambre tengo...
Yasu salió de un rincón, y como un vendaval, agarró a su amante de la mano y la condujo hasta la escaleras.
-Ven... Tenemos que hablar.
Lacey extrañada lo siguió y se perdieron de la vista de los demás por el hueco de las escaleras.
-¿Ese no es el que se había desmayado antes? -preguntó Kïrthia riéndose.
-Sí. -afirmó Sui acompañándola en su risa.

En el piso de arriba y usando la habitación de Zero, Yasu se sentó en el sofá. Se restregó la cara mil veces y suspiró otras mil veces. Lacey, sentada en el borde de la cama lo miraba preocupada.
-Lacey... ¿Por qué no me recordaste que la única manera que tenéis tu hermano y tú de tener hijos es en las noches de luna llena? -preguntó exasperado.
-P-P-Pero... yo pensaba que tú sabías que esa noche habría luna llena... Yo no lo sabía... -dijo desconsoladamente Lacey.
-No perdona, yo no lo sabía. Cuando estoy con una chica en la cama no me fijo precisamente en la luna. -respondió el moreno.
-¡Lo mismo te digo!
-Bien... Bien. ¿Y ahora qué hacemos? -preguntó Yasu.
-Ya veo lo que opinas tú de todo esto... Yo lo voy a tener... Si tú no te quieres ver implicado en esto... Pues nada... -dijo desviando la mirada de su amante demonio. -Escúchame, yo te quiero. Y si quiero tener este hijo es porque es tuyo... -terminó rompiendo a llorar.
-Yo... He dejado preñadas a muchas tías... Y esta es la primera vez que me planteo no desaparecer... Lo que soy es un cabrón, pero es muy tarde para cambiar ya. Puedo... intentar ser padre. -dijo para sí mismo mirando al techo.
-Si claro... Sebas tiene razón, enamorarme de alguien que no siente lo mismo por mí es terrible... A lo mejor le hago caso y no tengo el bebé... -declaró la vampira.
-Lacey, te quiero. Y quiero que tengamos el bebé. -le dijo el demonio sujetándole las manos a su novia. -Si me viera Satán...
-¿E-En serio?
-¿Tengo que volver a decirlo? Me ha costado mucho...
-Si no quieres no hace falta. ¡Eres adorable! ¡Te quiero! -exclamó saltando a los brazos del futuro padre de su hijo.
-Y yo Lacey. -le respondió el padre demonio. -¿Es niña, o niño? Aunque... No sé si se puede saber tan pronto. -preguntó curioso.
-Hikari me ha dicho que ella lo puede averiguar ya aunque sea muy pronto. Ella tenía las pruebas, así que ella lo sabrá.

Hablaron muy ilusionados durante un rato. Yasu se sentía como un niño pequeño, no podía parar quieto, se sentía raro, se sentía feliz por primera vez en muchísimo tiempo. Deseaba de veras tener un hijo con aquella mujer, aquella vampira que había robado su corazón demoníaco. Esperaron a Hikari para saber si sería un niño o una niña. Yasu por supuesto quería un niño, quería llevárselo al parque y jugar a fútbol con él, quería verlo hacer travesuras, coger bichos... Estaba hasta pensando en las regañinas que le echaría y que no se tomaría en serio ni él mismo, pero igualmente le hacía mucha ilusión.
A la media hora apareció Hikari y les dio la enhorabuena a ambos y procedió a mirar las pruebas a fondo.
-¿Sabes los resultados ya de las pruebas? -preguntó la morena impaciente.
-Ah, ¡sí!
Hikari revisó una vez más las pruebas y después miró a la joven pareja.
-Enhorabuena, vais a tener una niñita endiabladamente mona. -contestó sonriendo.
-Ya no podré jugar al fútbol... -dijo algo decepcionado Yasu.
-¡Qué guay! ¡Una niña! -gritó Lacey saltando. -¿Y por qué no vas a poder jugar al fút...
Lacey no pudo acabar la frase. Mareada se tambaleó y Yasu la agarró de la cintura, sujetándola firme y recta.
-Anda, que como saltes más ya no será ni una niña... -bromeó Yasu ayudándola a sentarse en la cama. -Ven aquí. -dijo el demonio abrazándola.

Tras unos segundos de silencio...

-Qué guapo eres. -dijo de pronto Lacey mirándolo a los ojos fijamente.
-Bueno, será mejor que os deje tranquilos celebrándolo. -sonrió Hikari saliendo de la habitación.
-Ah... Este...
-Hasta luego. -se despidió Yasu.

Ya a solas, Lacey se sentó cómodamente sobre su amante mirándolo a los ojos.

-Una.... niña... -articuló Yasu.
-Qué sorpresa, ¿verdad? ¿Has pensado algún nombre? -preguntó la chica.
-Yo es que con las niñas no me llevo especialmente bien.... Pues no, prefiero que lo elijas tú.
-Yo... Me gustaría llamarla como mi madre... Zoe... Zoe Hate. Suena bien, ¿verdad?
-A mí todo lo que lleve mi apellido me suena bien. -dijo Yasu. -Y, ¿qué se supone que tenemos que hacer los padres? -preguntó inocente.
-No lo sé... Hombre, yo creo que criar a una niña es igual que criar a un niño... Sebas y yo nos criamos en las mismas condiciones.
-Sí, y salió un pervertido y una buenorra. -rió Yasu.
-¿Yo buenorra? ¡Eso dímelo dentro de cinco meses con el bombo! -rió echándose encima de su amante.
-No, si la buenorra es tu hermano.
-Entonces yo soy el pervertido, ¿no? ¡Ahora vas a ver! -exclamó Lacey lanzándose al cuello de Yasu.
-¡Cómo se les revuelven las hormonas a las embarazadas! Um... Trae aquí ese culo.

Mientras tanto, en el piso de abajo, la conversación seguía.

-Joder... -se quejó Sebastian.
-Pero Sebas, no estés nervioso hombre... -le consoló Sui.
-Mi hermana lleva un demonio en su vientre, ¿cómo no quieres que esté nervioso? -estalló el vampiro.
-¿Os imagináis un mini Yasu? -preguntó Haibara sonriendo.
-Prefiero que no la verdad... -susurró Zero.
-Yo tampoco... No quiero que me mate un bebé. -dijo asustado Max.
-En cualquier caso, si Lacey y Yasu son pareja y están esperando un bebé, ¿podrían irse a vivir juntos no? … Lejos...  -dejó caer Zero, que no le hacía muy feliz la presencia del demonio en la casa.
-Pues no es mala idea, ¡en mi casa ya somos muchos! -se quejó Haibara.

Unos minutos más tarde bajaron Lacey y Yasu cogidos de la mano. Yasu sin camiseta y Lacey con la melena despeinada y los pantalones mal abrochados.

-Hola a todos. -saludó Lacey sonriendo.
Me imagino de donde saldrán estos dos... pensó Kïrthia mirándolos de reojo.
-¿Qué miras? -le preguntó Yasu a la pelirroja.
-Nada... nada... (¡Qué bueno estás!) -le respondió.
-Bonito peinado Lacey. -comentó Sui entre risas.
-Ups... -Lacey intentó peinarse la melena con los dedos.
-¿Habéis pensado en iros a vivir tú y Yasu solos? -preguntó Haibara.
-Oye, pues no sería mala idea... -dijo Lacey mirando a su novio mientras este lo aprobaba asintiendo.
-Ni hablar. Me niego a que te vayas con él, el bebé se queda con el tito Sebas. -ordenó Sebastian enfadado levantándose del sillón.
-¡Anda ya! Eso te lo has creído tú. -le respondió su hermana.
-Menudos titos va a tener la niña... El tito Sebas vampiro y el tito Satán. -se burló Yasu.
-¡Y que lo digas!

Todos rieron y finalmente, los invitados se fueron. Lacey se despidió repetidas veces de su amante, Yasu intentaba no soltarla, pero no podía (Acabó soltándola por culpa de Sebastian). Se fueron todos y la casa volvió a su ritmo habitual.

El demonio, sentado en su colchón en el ático miraba el cielo oscuro y estrellado pensando en su estrella, Lacey, y en su estrellita, Zoe Hate.




Fotohistorias aquí y aquí

domingo, 12 de mayo de 2013

61 | 27/10/10 – Granada, España. Nublado amenazando tormenta.




Noticias. Existen las buenas noticias y las malas. Las que te pillan por sorpresa y las que veías venir  desde lejos. Noticias impactantes y noticias aburridas. Yasu estaba apunto de recibir una noticia... importante.

Sentado en un sofá de la casa CLOUD, Yasu rememoraba los minutos atrás con su amante Lacey. Ella había venido de visita junto con otros miembros de su familia. Tenía cita con Hikari, había sentido molestias toda la semana y estaba algo preocupada. Yasu temía que tuviese algo que ver con lo que le dijo Shinku el día anterior... “Algo importante te va a pasar.

Yasu. Yasu Hate. Yasu para los amigos y conocidos, Hate para los desconocidos y los enemigos.
Yasu se crió en una familia numerosa. Su padre, Jun, impartía la disciplina, era un señor anticuado, tradicional, y aunque solía discutir bastante con Yasu, éste consiguió inculcarle algo de su tradición familiar. Por otra parte, su madre, Shizuka, era una mujer amable, tranquila, siempre dispuesta a dar amor a su familia, jamás le diría que no a sus hijos a nada... a excepción de Yasu, con el que sus hermanos presenciaron los mayores arrebatos de furia de su calmada madre; en una ocasión, Yasu, presa de la ira, golpeó una pared abriendo un gran agujero en ésta.
Y después estaban sus tres hermanos pequeños: Haku, Tatsuha y Scarlett. Hacía años que no los veía, desde que se fugó de casa para comenzar su vida como cantante. Jamás lo admitiría, pero, algunas veces, los echaba de menos. Picar a su hermano Tatsuha, hackear ordenadores con Haku, mirarle las bragas a Scarlett...

Todos estudiaron en un internado en Osaka. Yasu era el típico deportista con mil niñas detrás, pero por supuesto, él solo le hacía caso a un par de privilegiadas (casi siempre las que poseían atributos femeninos más evidentes). Misterioso y revoltoso como él solo, a la edad de 7 años consiguió que su tío le pusiera una orden de alejamiento por malos tratos.  Y finalmente, cuando Yasu cumplió los 21 años y estaba ya en la gran capital gozando de su plena libertad, sus padres murieron. El moreno volvió a Osaka unos días y puso en orden todos los papeles. Por supuesto, no quería quedarse allí encerrado a cargo de sus tres hermanos pequeños, así que pagó un plus al internado para que se quedaran allí hasta cumplir todos los 18. Volvió a Tokyo y entró en una banda llamada RockCatz donde por fin encontró su vocación: Cantar. Se sentía tan bien, tan liberado...

Al cabo de unos meses, decidió hacer algo que deseaba hacer desde hacia mucho tiempo. Invocar a Satán. Sabía que no sería fácil, pero usó todo su ingenio y los libros que pudo encontrar en una librería un tanto siniestra de un callejón japonés.
El moreno ahora incluso no recuerda con nitidez lo que ocurrió aquella noche, pero cambió su vida por completo. Viajó por el limbo, en un estado comatoso, y cuando recuperó la consciencia estaba tirado en el cuarto de baño de su apestoso apartamento, con el suelo lleno de dibujos hechos con sangre. Sangre de su muñeca. Se levantó lentamente y no pudo creer lo que veía. La herida de su muñeca derecha estaba sanando, se estaba cerrando mágicamente ante sus ojos. Corrió al lavabo a refrescarse la cara con agua, pero, al subir la mirada y encontrarse con su espejo, el corazón le dio un vuelco. Su ojo izquierdo, antes azul celeste, había tornado a un color negro, intenso, profundo... Y una circunferencia blanca rodeaba su pupila. Se tocó el ojo, un millón de veces, pero seguía igual. Creyó estar en un sueño, una especie de pesadilla, pero no. Volvió a mirar el espejo, y su reflejo le sonrió. Asustado, Yasu dio un paso hacia atrás mientras observaba como su Yo del espejo seguía en el mismo sitio, sin moverse. Miró perplejo el cristal, y entonces su reflejo, le habló.
-Hola, Yasu Hate...” -Yasu dio otro respingo al oírlo tan claramente frente a él- “-Me has invocado y aquí estoy, soy yo, Satán, el príncipe de las tinieblas.” -Yasu tragó saliva mientras contemplaba como su Yo del espejo se iba transformando en un hombre de duras facciones, con la piel rojiza, unos cuernos en la sien y una perilla de chivo.
-¿Para qué me has invocado?” -preguntó Satán.
-No soy digno de tu presencia, príncipe de las tinieblas... Te he invocado porque quiero poder, quiero ser poderoso.
-Poder... Te lo entregaré, a cambio de tu alma.
-Lo que usted desee.
Yasu no recuerda mucho tampoco de lo que ocurrió a continuación, solo recuerda un dolor insufrible en su ojo izquierdo y caer al suelo.

Pasaron casi dos años cuando tuvo su segundo encuentro con el Señor de las tinieblas. Se le apareció de nuevo en el espejo, esta vez, para ofrecerle trabajo. Yasu acababa de ser expulsado de la banda y la ira lo invadía desde los pies a la cabeza, solo quería venganza, venganza contra todos aquellos que lo habían tratado mal, pero necesitaba más poder. Había ocultado todo aquel tiempo sus poderes por miedo a que lo descubrieran, incluso había ocultado su ojo maldito con magia para que nadie sospechara, pero no volvería a esconderse, no después de recibir el mejor trabajo nunca visto. Era la mano derecha de Satán. Y su trabajo era sencillo y divertido, como a él le gustan. Satán lo convirtió en un demonio oscuro y le concedió el mayor deseo del moreno. Ser inmortal. A partir de entonces, solo tendría que matar a gente de vez en cuando y hacer de canguro.

Yasu, por aquel entonces, no creyó lo que su amo y señor le estaba ordenando. ¿Ser canguro? ¿Cómo puede desperdiciar a alguien con tanto talento poniéndolo a cuidar de un par de criajos? La respuesta era sencilla. No eran unos “criajos” cualquiera, no. Se trataban nada más y nada menos, que de los vástagos de Satán. Dos niños gemelos que dio a luz una mujer americana. Por lo que Yasu tuvo que trasladarse a la península donde ella vivía y de paso, ir a “saludar” a su colega Hiro y al “cara-bonita”.

Yasu vivió durante una temporada en el ático de la familia CLOUD. Un día, notó unas presencias malignas no muy lejos de la casa. Para cuando quiso darse cuenta, estaba salvando a unos vampiros de una muerte segura contra unas criaturas de la oscuridad. Estaba matando a seres de su propio bando por salvar a una mujer y su hermano. No sabía ni él mismo porqué lo hacía. Bueno, en realidad sí. Fue por aquella mujer. Lacey. Una hermosa vampira de pálida piel, grandes ojos azul marino y una larga y lisa melena negra. Aquella mujer había robado el corazón del demonio, aún sabiendo que él no tenía corazón ni alma.


De vuelta al presente, Yasu se encontraba en un sillón del salón, sentado, impaciente. A su lado, su “cuñado”, Sebastian.
Sebastian era un chico de talla media, pálida piel, ojos azul marino intensos, como los de su hermana melliza Lacey. Con una larga melena negra. Se le veía abatido.
-Hola Yasu, ¿cómo va todo? -preguntó algo triste el vampiro.
-Tss... Pues como siempre. -contestó el demonio.
-Yo estoy un poco chungo... Necesito desahogarme... ¿Puedo contarte lo que me ha pasado? -preguntó mirando a su cuñado con ojos de corderito degollado.
-Sí, sí... Te escucho... -dijo Yasu con cierto desinterés, pensando en lo mucho que le picaba el paquete.
Sebastian comenzó a contarle como le había rechazado Sui el otro día, llamándole pervertido y pegándole una bofetada en la cara.
-… Y eso es lo que pasó... -concluyó el vampiro.
-Ah vale... (¿Y a mí qué me cuentas? Joder, como me pica el paquete...)
Hikari descendió las escaleras y llegó al salón, donde Yasu y Sebastian se levantaron automáticamente del sillón. Sui esperaba sentada en otro sillón, mientras Kïrthia jugaba con Kyaa a un juego de manos sentadas en la alfombra.
-Hola a todos. Ya tengo el resultado de las pruebas de Lacey.
Todos la miraban atentamente, incluso las niñas habían parado de jugar.
-¡Está más sana que una pera! No le pasa nada malo.
-Menos mal... -suspiró aliviado Sebastian.
-Aunque... Yasu, tengo una noticia que darte... Hehehe, ¡vas a ser padre! -exclamó la peliblanca.
-¿¡QUÉ!? - exclamó Yasu antes de desmayarse y caer al suelo de espaldas.
-¿Lacey está embarazada? ¡Qué guay! ¡Qué excelente noticia! ¡Debe estar encantada! -dijo Sui muy feliz.
-Pues sí. -respondió Hikari.
-¿¡PERO NO DIJE QUE NADA DE ESPERMA DIABÓLICO!? -gritó Sebastian de rodillas en el suelo.
-¿Qué es esperma? -preguntó Kyaa mirando a Hikari buscando una respuesta.
-Este... Mejor que no lo sepas pequeña... -dijo Kïrthia.
-¿Y a éstos dos qué les pasa?-preguntó Sui señalando a Yasu y Sebastian.
-Ni idea...-contestó Hikari.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Yasu, desmayado, soñaba cosas extrañas. Estaba en una especie de habitación, amarilla entera. De paredes lisas, sin cuadros, mesas, sillas... Vacía.
-¿Dónde cojones estoy? -se preguntó a sí mismo.
-¡Papi, dame de comer! -le gritó una niña a sus espaldas.
Yasu, retrocedió asustado. Era una niña, de largos tirabuzones rubios, pálida y con unos enfermizos ojos verdes. Vestía como los vampiros de las películas de terror antiguas.
-¡Sí papi, danos de comer! -gritó otra niña como endemoniada a su espalda. Portaba incluso un tridente rojo.
-No... No... -siguió retrocediendo.
-¡Papiiii, papiiiii, danos de comeeeer, o te comeremos la pieeeel! ¡Papiiii! -gritaban cada vez más niñas diabólicas encerrándolo en un círculo.
-No... ¡¡NOOOOOOO!!

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

-¡NOOOOOOO, AAAAAAAH! -gritó Yasu levantándose del suelo.
-Joder, ¡qué susto! -exclamó su cuñado que seguía a su lado de rodillas en el suelo.
-Tengo... Tengo que hablar con Lacey. -dijo Yasu corriendo escaleras arriba.




Fotohistoria aquí

miércoles, 8 de mayo de 2013

60 | 26/10/10 – Granada, España. Despejado.




La rueda del destino no para de girar y girar... 

Todo marchaba de maravilla para la familia CLOUD. A excepción de dos chicas. Jessica y Judith. Llevaban semanas sin hablarse. Bueno, realmente, la que no quería saber nada de la otra era Jessica, que ignoraba a Judith con todas sus fuerzas y le dedicaba miradas de odio en las comidas familiares. Judith, que la quería muchísimo, se resignaba a seguir disculpándose con la cabeza gacha.
-Lo siento Jessica, déjame que te explique... -suplicaba la rubia.
-¡Déjame en paz! -exclamaba la pelirroja dando por terminado su almuerzo.

Aunque no todo eran peleas. Por otra parte, Zero y Max estaban más felices que nunca, de hecho, estaban tan felices, que llevaban una semana buscando piso. Zero insistía en que quería una casa grande para tener muchos hijos y que corretearan felices por un amplio jardín. Max, por el contrario, prefería algún piso, y en cuanto al tema de los hijos, insistía en que era algo pronto para convertirse en mamá. Lo dijo en broma obviamente, pero Zero le siguió la broma y se pasó toda la semana tratándolo como a una mujer, cosa que desquiciaba bastante al menor, odiaba que lo confundieran con una mujer, pero le sacaba de sus casillas que encima lo hicieran a propósito.

Aquella tarde de martes, Zero descansaba en un sofá del salón, con varios periódicos y revistas de alquiler y venta de domicilios. Max se acercó y se sentó en el brazo del sofá acariciando la cabeza del mayor.
-Zero, ¿qué tal va la búsqueda? -preguntó sonriendo.
-Mal... ¿Y tú por qué no buscas? -preguntó enfadado.
-¿No dices que soy una mujer? Pues le dejo el trabajo sucio al hombre. -respondió con rintintín tumbándose encima de su amante.
-Que tonto eres... Anda mira, este es perfecto. -dijo Zero señalando un anuncio en concreto.
-¡Niaaaaa, pero que guay! -gritó Max.- ¿Cuándo vamos a verlo?
-Pues podríamos ir esta misma tarde si quieres.
-¡Qué bieeen! -gritó de nuevo el menor, eufórico.
Zero acarició la cadera de su novio.
-¿Tendremos que celebrarlo no? -dijo el peliblanco sensualmente.
-Acabas de chafar el momento con tus pervertidos pensamientos... -refunfuñó el castaño dándose la vuelta cruzado de brazos.
-Perdón... -se disculpó.
Habría seguido la conversación. Quizás Zero habría insistido un poco más y lo habrían hecho en el sofá. Pero el destino es caprichoso. En ese momento, bajó las escaleras Jessica, solo en braguitas, seguida por Judith, que le imploraba perdón como de costumbre.
-Jessica, escúchame por favor, si yo te lo quería contar, solo estaba esperando el momento y...
-¡Olvídame! ¡No quiero saber nada de ti!
La pareja contemplaban la escena algo perplejos.
-¿Y a estas qué les pasa? ¿Y qué hace Jessica desnuda? -Preguntó Max.
-Ni idea... Cosas de tías... Aunque a lo mejor tú las entiendes. -se burló de nuevo entre risas.
-Tu puta madre, Zero. -le contestó el menor enfadado.
Calladito estoy más guapo, pensó Zero.

En el otro extremo de la habitación la pelea no cesaba y ambas chicas se enjaularon en aquella disputa sin tan siquiera percatarse de la presencia de los chicos al otro lado del salón.
-¿¡Tan importante es que no confías en mí!?-exclamó Jessica señalándose.
-Por supuesto que confío en ti, pero entiéndeme, no es algo que se pueda ir gritando a los cuatro vientos... -se excusó la rubia.
-Basta por favor, déjame... -suplicó Jessica dándose la vuelta, intentando apartar a su “ex-amiga”.
-Déjame que te explique... Pero por Dios, no se lo digas a nadie...
-A ver...
Las dos se sentaron en el sofá más lejano a los chicos y Judith comenzó a hablar en voz muy baja muy baja. Max intentaba agudizar el oído pero le era imposible.

-Jo, ¿qué será? Hablan tan bajito que no me entero...
-Ni yo, pero tampoco me interesa... Mira que eres cotilla... Otro síntoma de mujer. -Y Zero volvió a estallar en carcajadas.
-Zero me estás tocando ya los cojones, ¿eh?
-¿Ah, pero tienes? Pensé que eras una mujer. -siguió con la burla sujetándose el estómago de tanto reír.
-Se acabó, esta noche me voy a dormir con Hiro y Koichi.
-¡No, con ellos no! Que conociéndolos seríais capaces de montaros un trío.
-Habértelo pensado mejor antes... Con lo masculino que soy... -concluyó Max mirando a otro lado.
-C-Claro cariño... -le intentó dar la razón su novio. No me sale llamarle macho, pensó Zero.

Al otro lado del salón, las dos chicas habían finalizado su amena charla.
-Vale... Ahora lo entiendo todo... Normal que lo quisieras mantener oculto... Te juro que no se lo diré a nadie. -dijo la pelirroja.
-Gracias por entenderme Jessica, esto era muy importante para mí. -contestó al borde del llanto.
Y se fundieron en un amistoso abrazo mientras Jessica se disculpaba por haberle gritado y la rubia a su vez se disculpaba por no haberla informado antes.

-¡¡Qué bonito!! -gritó Max alzando el puño mientras las chicas le sonreían.
-Coño, qué susto me has dado... -dijo Zero a su lado cogiéndose el pecho.
-Jessica, vístete, anda...
-¿No te ha gustado nuestro abrazo semidesnudo? -preguntó perversa, como siempre.
-Pues... no mucho.
-Qué sosa eres...
-No soy sosa, soy heterosexual.

Y con esto, la casa volvió a la normalidad... O casi.


La rueda del destino puede reconciliar personas... 

Shinku estaba sentada en su sillón de terciopelo rojo y piedras doradas en el ático. Miraba por la ventana circular. Nostálgica. Con su peluche sentado en el suelo a su lado. Pensando en lo mucho que extrañaba a sus hermanas. Eran un total de 7 hermanas. Todas con poderes extraños, o eso decía Sakura, la rubia se lo había comentado un par de veces, pero, como todo lo que rodeaba a Shinku, era un misterio.

Alguien misterioso también irrumpió en el ático. Se trataba de Yasu. Un japonés de unos 25 años, de talla media, cabellera negra hasta los hombros y unos extraños ojos que asustaban a todo ser viviente.

-Hombre, pero si es la chica más lista de la casa. -saludó Yasu a su manera.

-Algo importante te va a pasar. -dijo simplemente Shinku.

-¿D-De qué hablas? -preguntó el moreno intrigado.

-No se puede evitar, la rueda del destino gira y gira... No deja de girar. No puedes escapar de tu destino.

-Vamos, que es algo malo.

-Según lo mires. -sentenció la rubia cogiendo su peluche de Kun-Kun y andando elegantemente hasta la entrada. Cerró la puerta a sus espaldas.

Yasu caminó lentamente hasta la ventana y se tumbó en el suelo mirando fijamente el despejado cielo azul de aquella preciosa tarde.


...o producir incógnitas desesperantes... 

-Mujeres... -resopló Yasu cogiéndose la nuca con las manos- Hablando de mujeres... ¿Qué estará haciendo Lacey ahora? Espero que lo que me vaya a pasar no tenga nada que ver con ella...





Fotohistorias aquí