jueves, 28 de julio de 2016

102 | 7/7/12 – Granada, España. Noche lasciva.

Mes y medio había pasado desde la demanda. Había sido un juicio rápido. De hecho, demasiado rápido, el castaño tenía la sensación de que su padre había untado al juez porque aquella injusticia no era normal. Su padre ganó y le retiraron lo que quedaba de herencia y Max debería de dar gracias de que no le hicieran pagar lo que ya se había gastado o estaría toda su vida trabajando para devolverlo.

Había caído muy bajo, en pocos días la vida de Max se convirtió en un auténtico infierno. Se estaba distanciando de Zero, no quería que se enterase, él ya sabía que era un fracasado, pero no quería que se enterase, le mantendría diciendo que no pasa nada y sí que pasaba. El mayor le insistía en que le contase qué pasaba, pero Max nunca le contaba nada. En el fondo se moría de ganas, pues se sentía solísimo.

A Max le quedaba una opción de dinero fácil y rápido. Nunca pensó que se metería en ese mundo, pero... Estaba desesperado.



Las luces de neón iluminaban el cartel del pub. Las 23:19 de la noche. Una noche de sábado. Una noche de verano. Aunque se estaba bien fuera, dentro hacía una mezcla de calor humano y frío. Calor humano de las chicas que bailaban en la barra, de los hombres trajeados que les tiraban billetes mientras babeaban, de los frotamientos de una rubia intentando conseguir clientes... Frío, frío como el que tenía Max delante del aparato de aire acondicionado que intentaba refrescar la estancia. Le estaba hablando un tío de unos 32 años, pelo corto oscuro, trajeado, ojos azules y bastante borracho. William era de los que más demandaba sus servicios en el club. Ahora Max iba vestido con ropa ceñida y oscura, de cuero a veces, de transparencias otras, aún así seguía siendo la persona más tapada de las que trabajaban allí.

-¿C-Cómo has dicho que te llamabasss? -preguntó Will.
-Anda venga, que estás muy borracho... -sonrió falsamente Max.

Max llevaba bastante mal aquel mundillo. Entre su dignidad y el dinero había una fuerte confrontación en la mente y el corazón del menor y aunque sabía que necesitaba el dinero muchas veces era rudo y violento con sus clientes, pero no podía evitarlo. Eso hacía que a algunos hasta les gustase más y al poco se corrió la voz. Era el único chico que prestaba sus servicios y la clientela gay estaba revolucionada. Al solicitar tantos hombres y tan seguido, Max decidió cambiar tarifas y meterse a scort, le daba más dinero y a vez se quitaba de en medio a clientes mediocres que le daban bastante asco. Los hombres trajeados que podían permitirse el lujo de solicitar sus servicios eran la mayoría bastante formales, algunos ni siquiera querían acostarse con él, solo charlar, cenar o que les hiciera un striptease. Will le insistía mucho en pagarle menos y estaba seguro de que quería hacer todas las guarrerías habidas y por haber.

-Veng aquííí guapooh...
-¿¡Qué haces!?

De repente y sin previo aviso el moreno había intentado meterle mano a Max, consiguiendo que éste derramase su bebida hacia atrás por la sorpresa. A Max no le gustaba nada que le metieran mano allí en el club delante de todo el mundo, y menos ese tío al que le tenía bastante asco.

-¿¡Pero qué...!? ¿Sabes lo que cuesta esta camisa?

El hombre que había detrás de Max se giró furioso, tenía la camisa blanca llena de Coca-Cola. Al girarse el castaño, el hombre súbitamente se relajó, como si no tuviera importancia que mancharan su camisa.

-Oh, lo siento, perdona... -dijo Max.
-Noo... No pasa nada, la culpa es mía por estar pensando en otras cosas...

Estaba extasiado al ver a Max, era como ver a un ángel en mitad de la oscuridad. No es que no le agradaran las chicas del local, pero todas eran muy 'frescas' para su gusto y no se había fijado en ellas, ni siquiera en la camarera que era probablemente la más formal del club. El hombre reparó en el borracho que sujetaba su copa a duras penas e intentaba alcanzar a Max.

-¿Te está molestando?
-No, no, es lo que me toca aguantar... Si quieres, te pago la camisa. -respondió volviendo al tema.
-No te preocupes. Si quieres te invito a algo y... Nos conocemos un poco, ¿quieres?
-Vale. -sonrió el menor.

Max no quería desaprovechar aquella oportunidad. El hombre era joven y guapo, adinerado seguro por el impecable traje que llevaba (ahora manchado) así que era dinero fácil, solo tenía que desplegar sus encantos como hacía cada noche. Consiguió deshacerse de Will gracias a Sandy (la camarera) y continuó hablando con el hombre de cabello claro.

-Encantado, soy Nella.
-Encantado, yo soy James, imagino que será nombre de profesión. -sonrió de vuelta el hombre.
-Ah, sí, creo que este no es un buen sitio para decir el auténtico.
-Claro... Tendrás acosadores seguro, podrían buscar tu dirección o algo...
-Qué bien conoces este mundillo, James. -guiñó Max.
-Sí, bastante bien la verdad. No le importará a William que te robe un poco de su tiempo contigo, ¿no?
-Ah vaya, lo conoces... No, tranquilo, es solo que es un poco pesado... Por lo menos conmigo.
-Con lo guapo que eres me parece algo normal. -insinuó James.
-A veces este trabajo es un poco molesto... Aunque supongo que depende de la persona. -contestó rozando la chaqueta del mayor.
-C-Claro... ¿Y qué h-haces? ¿Estudias o trabajas? -preguntó nervioso intentando cambiar de tema.
-Trabajo, aunque muchos no lo consideran trabajo. ¿Y tú?
-Me han transferido aquí un par de años y de paso practico mi español. Por cierto, ¿qué edad tienes? Porque pareces demasiado joven para trabajar en un... lugar así.
-Tengo 19 años, pero llevo ya un tiempo trabajando en más cosas, acabé pronto con mis estudios. -dijo acercándose un poco.
-¿A-Ah sí? ¿Y eso?
-No es algo que voy pregonando la verdad... Soy superdotado, terminé bastante jovencito. Aunque no soy superdotado solo en el ámbito académico. -sugirió examinando la corbata de James.
-No solo en el ámbito académico, ¿eh? Podrías hacerme una demostración algún día, ¿no?
-Es una buena forma de conocernos más... a fondo. -le susurró al oído.
-Estoy de acuerdo contigo. ¿Y si empezamos ahora? ¿O tienes miedo, gatito? -susurró también.
-Oh James, se ve que no me conoces bien, yo no le tengo miedo a NADA. -contestó apoyándose en la barra.
-Ah, ¿no?
-No pongo ejemplos porque la noche es corta y no acabaría. -dijo alzando una ceja.
-Hahahaha, entonces demuéstramelo.

Max se acercó al tipo y le besó mientras le acariciaba los hombros. James se dejó llevar y cogió suavemente al castaño por la cintura atrayéndolo un poco más cerca. Cuando se retiró, el mayor vio que había una tarjeta en su mano.

-Llámame luego, tengo un cliente ahora. Un placer conocerte, James.

James miró la tarjeta, “Nella XXXXXXXXX”. Sacó el móvil para guardar el número de teléfono y habló para sí mismo, pues Max ya se había ido.

-No olvidaré tu nombre.

101 | 17/5/12 – Granada, España. Comienza el calor de nuevo.

Habían pasado tres meses ya desde el incidente de Max y su 'he olvidado la medicación'. Aunque Max y Zero no habían vuelto aún formalmente como pareja, tuvieron sus aquí te pillo, aquí te mato por toda la casa. Max había dejado de hacerlo con Hiro y Zero llevaba mucho, MUCHO a dos velas así que quemaron la cama. Literalmente porque después de hacerlo a Max se le cayó el cigarro y dejó una marca en las sábanas y el colchón. Marca como la que Zero había dejado en su corazón años atrás haciendo que ni con 50 novios pudiera dejar de pensar en él. Marca como la que Zero le había hecho literal. O marcas, porque tenía el cuello y el torso lleno de chupetones y mordiscos. Zero por su parte tenía la espalda arañada y era algo de lo que hasta estaba orgulloso de enseñar.

No todo era de color de rosa.  Aquella tranquila tarde de jueves se vio interrumpida por una llamada.

-¿Sí?

Después de estar 30 minutos al teléfono con su abogado, Max colgó. No podía creerlo. Habían pasado años y ahora su padre decidía demandarle.

-Se habrá quedado sin una libra el muy cabrón...

Alegaba que el suicidio de su madre fue debido a una fuerte depresión por la partida de Max. Aunque el menor sabía que eso era cierto y le dolía cada vez que se acordaba de su progenitora, ese no era motivo para que después de años le quitasen la herencia. Si se la quitaban, Max se vería entre la espada y la pared. Recordaba cuando era un mantenido viviendo con Zero y la sola idea le daba ganas de pegarse un tiro. La muerte era un precio a pagar.



-Bueno... Creo que tengo todo listo, ¡vámonos!

Ryuichi se animaba a sí mismo mientras cogía su maleta y su mochila. Tenía una gira por Europa y su mánager le estaba esperando fuera con el coche. Alguien abrió la puerta de repente.

-¡Venga, que no llegamos! -gritó un chico moreno.
-¡Voy, voy!

El pelirrojo terminó de ponerse la mochila al hombro y sujetando la maleta salió de la habitación. Tatsuha y él se habían hecho muy buenos amigos. Hacía un par de meses (cuando el incidente de la medicación), Tatsuha le invitó a cenar por ahí para conocerse ya que él era uno de sus mayores fans. Se cayeron tan bien que Ryuichi le invitó a él esta vez, al tour europeo. Podría ir con él a todas partes, ver los ensayos, estar en el backstage, lo que quisiera.Y para qué engañarse, Tatsuha estaba que no cabía en sí de felicidad.