No todo era de color de rosa. Aquella tranquila tarde de jueves se vio interrumpida por una llamada.
-¿Sí?
Después de estar 30 minutos al teléfono con su abogado, Max colgó. No podía creerlo. Habían pasado años y ahora su padre decidía demandarle.
-Se habrá quedado sin una libra el muy cabrón...
Alegaba que el suicidio de su madre fue debido a una fuerte depresión por la partida de Max. Aunque el menor sabía que eso era cierto y le dolía cada vez que se acordaba de su progenitora, ese no era motivo para que después de años le quitasen la herencia. Si se la quitaban, Max se vería entre la espada y la pared. Recordaba cuando era un mantenido viviendo con Zero y la sola idea le daba ganas de pegarse un tiro. La muerte era un precio a pagar.
Ryuichi se animaba a sí mismo mientras cogía su maleta y su mochila. Tenía una gira por Europa y su mánager le estaba esperando fuera con el coche. Alguien abrió la puerta de repente.
-¡Venga, que no llegamos! -gritó un chico moreno.
-¡Voy, voy!
El pelirrojo terminó de ponerse la mochila al hombro y sujetando la maleta salió de la habitación. Tatsuha y él se habían hecho muy buenos amigos. Hacía un par de meses (cuando el incidente de la medicación), Tatsuha le invitó a cenar por ahí para conocerse ya que él era uno de sus mayores fans. Se cayeron tan bien que Ryuichi le invitó a él esta vez, al tour europeo. Podría ir con él a todas partes, ver los ensayos, estar en el backstage, lo que quisiera.Y para qué engañarse, Tatsuha estaba que no cabía en sí de felicidad.
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