jueves, 20 de diciembre de 2012
55 | 14/9/10 – España, Granada. Oscuro y nublado. (2)
La luz que emanaba del cuerpo de Yasu pese a su tonalidad negra como el azabache, comenzaba a deslumbrar a Max y Zero que seguían sentados en el sofá. Cubrían sus rostros a la espera de lo peor, de un posible monstruo que les arrancaría las entrañas para comérselas después.
Pero no todo estaba perdido ya que en ese momento Shinku apareció como de la nada. Llevaba su precioso vestido rojo carmesí, de terciopelo, miraba la escena mientras se acercaba lentamente.
-¿Por qué hacéis tanto jaleo? En esta casa ya no se puede tomar una el té tranquila. -soltó enfadada con las manos en las caderas.
Yasu paró en seco y la luz negra de disipó como la neblina londinense. Se acercó a Shinku no sin antes inspeccionarla de arriba abajo.
-Hola guapa, no nos han presentado, me llamo...
A Yasu no le dio tiempo a terminar su bien elaborada frase para ligar, Shinku le había pegado una bofetada en la mejilla derecha.
-No hace falta que te presentes, no quiero conocerte. -desvió la mirada y la centró en Hiro que continuaba lamentándose en el suelo.
-Auch... Una chica difícil, ¿eh? …
La luz negra emanó de nuevo del cuerpo de Yasu que cerraba los ojos y se concentraba a conciencia. Shinku extendió un brazo causando una gran espectación, Max creía que esa luz negra se lo arrancaría de cuajo, pero al contacto de la mano de Shinku con la extraña luz, esta se redució y de su mano salió una bola de luz roja intensa que expulsó a Yasu hacía la pared de en frente.
-Atacarme con una magia tan patética solo me produce arcadas. Y vosotros, otro ruido y sufriréis las consecuencias.
Max y Zero asintieron con firmeza y rápidez. Shinku por su parte pasó al lado de Yasu ignorándolo, como si fuera una mosca pesada que volaba a su alrededor y que ahora yace en un rincón medio muerta. Subió las escaleras y la perdieron de vista.
-Uuugh.... Maldita rubia estúpida... -murmuraba Yasu incorporandose, apoyado en la pared.
-Le pierden las mujeres... Menos mal que ha aparecido Shinku... -dijo de repente Hiro que se había levantado del suelo y caminaba con una mano en el estómago y otra apoyándose en la pared.
-Tú a callar, gilipollas de tres al cuarto... -dijo Yasu, asqueado.
-¡CIERRA LA BOCA!
Max había recorrido la distancia entre él y Yasu en milésimas de segundo, pues, después del insulto hacia Hiro, éste estaba al lado de Yasu propinándole un segundo puñetazo en la cara.
Yasu, sorprendido ante la rapidez del menor y el hecho de que no lo hubiera notado al llegar, cayó de nuevo al suelo. Estaba comenzando a enfadarse de verdad, nunca le habían pegado tanto como aquella noche... Era como si sus poderes no le respondieran, y no podía permitirlo. No podía permitir que Max volviera a ganar, tenía que matarlo.
-¡Estoy harto de que solo vengas a quejarte de tonterías! ¡Si yo tenía más éxito que tú, te jodes! ¡Habértelo pensado mejor eso de ir dando mala fama al grupo! -le gritó cerrando puños y ojos.
Yasu, cansado de tantas gilipolleces de alguien tan insignificante como Max, se incorporó y cargado de furia, le asestó un golpe a Max. Su puño cubierto de magia negra impactó en el pecho del menor lanzándolo hacia atrás unos metros. Max cayó de espaldas contra el frío suelo profiriéndo un grito sordo de dolor.
Zero saltó ahora sí del sofá y corrió hacia Max. Sakura y Koichi bajaron rápidamente las escaleras alegando haber oído un grito aterrador. Y contemplaron la escena. Max tendido en el suelo, aparentemente inconsciente, Zero encima de Yasu, agarrándolo con fuerza por la camiseta y gritándole “¡TE MATO!”, Hiro, sujetándolo, intentando que no hiriese a Yasu (aunque se lo merecía).
-¡Zero, cálmate, basta! ¡Koichi, ayúdame! ¡Sakura, atiende a Max! -ordenó Hiro a gritos.
La pareja asintió y corrieron cada uno a sus puestos. Koichi acudió a ayudar a Hiro, Zero estaba fuera de sí y tenía más fuerza que ellos. Gritaba “¡Lo mato! ¿¡Cómo se le ocurre hacer algo así!?”
Hiro cogía fuertemente a Zero por los brazos mientras Koichi empujaba a Zero hacia atrás. Yasu permanecía callado y con la cabeza gacha, sin decir nada.
Sakura sujetaba con dulzura la cabeza de Max sobre su regazo. Sus ojos cerrados y su delicado rostro dormían, o eso parecía. Sakura comprobó que Max no respiraba y las lagrimas afloraban en sus ojos. Lloraba sobre la cara de Max que no se inmutaba ante nada.
-Max... Te vas a curar... Respira por favor... Te daré chocolate... Despierta por favor... Max...
Ante el sollozo de Sakura, todos pararon en el acto. Zero miraba la escena sin mirarla. Sentía sin sentir. Era como su todo su mundo se derumbara por momentos. Podía ver en la lejanía el rostro de Max dormido, parecía que jamás fuese a abrir los ojos otra vez.
Zero se levantó y dejó a los demás en el sitio, estáticos. Caminó lentamente susurrando el nombre de Max. Sin consciencia. Sin ganas de vivir. Sin vida.
Sakura se apartó al momento de agacharse Zero. Este cogió a Max entre sus brazos y lo miró con tristeza y rabia. Decía palabras sin sentido. Sakura no podía parar de llorar y Koichi había comenzado también a sollozar por lo bajo. Hiro, con los ojos húmedos y el sentimiento de impotencia en sus manos miraba sin parar a Zero y Max.
Max, con su cuerpo completamente inerte, descansaba sobre Zero que lloraba a lágrima viva, tal vez más que la vez que se escapó por su ventana dejándolo solo por dos años. Sentía como se le escapaba la vida por la punta de los dedos, por cada articulación y por cada centímetro de su cuerpo.
Pero, entonces oyó una voz... Era una voz masculina... Estaba muy triste, lloraba, quizás. Le llamaba por su nombre... Le susurraba y pedía cosas...
-Max.... Max... Despierta por favor... Max... T-Te vas a poner bien... Te llevaré al parque de atracciones... ¿Te acuerdas de cuando fuimos juntos?... Lo pasamos muy bien... Despierta por favor Max, no me dejes solo....
Max lo recordaba. Una tarde de verano. Andando por un parque de atracciones cogido de la mano de un chico alto, al que no distinguía su cara... Solo su preciosa sonrisa que parecía sonreir cada vez que él decía algo. Había globos por todas partes. Él quería uno pero no quería que lo viera como un niño pequeño... Pidió un helado. Se montaron en las atracciones. Gritaron, jugaron, rieron, se lo pasaron como nunca. Al final del día, sentados en un banco contemplaron el atardecer. El chico le dijo una frase: “Te quiero, ojalá estemos juntos para siempre.” “Y yo”, contestó Max.
-¡Max está respirando! -exclamó Zero feliz.
Todos se acercaron, a excepción de Yasu y se encaramaron alrededor de la pareja. Zero ahora lloraba de felicidad y abrazaba más fuerte aún a Max. Sakura cubría su rostro y sonría satisfecha, Koichi la abrazaba mientras se secaba las lágrimas de su moreno rostro. Hiro le dio unas palmadas de ánimo a Zero y sugirió acostar a Max en una cama. Zero ofreció la suya para tenerlo mejor controlado y para que nadie lo molestara. Zero se incorporó y cogió a Max en princesita.
Yasu se levantó también.
-Qué conmovedor...
La mirada de Zero hacia Yasu destilaba un odio sobrenatural, mucho más que el del extraño ojo del moreno.
-Parece ser que Max y yo hemos tenido una conexión mental a causa de la colisión de nuestros poderes.
-¿Qué poderes? -preguntó Zero extrañado, Max no tenía poderes como los de Yasu.
-Los de Max y los míos. Max ha podido volver a respirar porque ha escuchado tu voz. Ha recordado un día que le llevaste a un parque de atracciones. Qué bo-ni-to. -deletreó Yasu con asco.
-¿Q-Qué? -Zero no podía estar más extrañado.
Yasu corrió hacia ellos, y cuando todos se apartaron se dieron cuenta que realmente se dirijía a la ventana. Estalló y todos los cristales volaron por la habitación. Yasu se subió a la ventana y unas grandes alas negras salieron de su espalda. Después, miró por última vez a Max con cierto asco y emprendió el vuelo.
Atónitos, Koichi, Sakura, Hiro y Zero se quedaron plantados en el sitio sin decir nada. Al cabo de un par de segundos, Zero reaccionó y subió escaleras arriba seguido por Hiro. Koichi y Sakura se quedaron en el salón a limpiar el estropicio que el moreno les había causado.
El peliblanco acostó a Max en su cama y comenzó a desvestirlo para ponerle el pijama y que descansara agusto. Hiro mientras tanto estaba sentado en una silla cerca del escritorio, mirando.
Después de cambiarlo, lo metió en su cama y comprobó sus constantes. Tenía el pulso estable aunque un poco más bajo de lo normal y parecía en buen estado. Se sentó en el borde de la cama y miró a Max, con las palabras de Yasu aún en su mente: “Parece ser que Max y yo hemos tenido una conexión mental a causa de la colisión de nuestros poderes.”
¿Max tenía poderes? ¿Por qué nunca se lo había dicho? ¿Qué clase de poderes eran? ¿Era posible que ni él mismo supiera que los tiene?
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miércoles, 12 de diciembre de 2012
54 | 14/9/10 – España, Granada. Oscuro y nublado.
Era una noche oscura y fría de mediados de septiembre. Las sombras se colaban por cada minúsculo rincón de la gran estancia. El salón estaba oscuro y tenebroso, ERA una noche oscura y tenebrosa, Max lo podía sentir, podía sentir como algo “maligno” se acercaba. Max siempre había tenido este tipo de sensaciones, era muy sensible a todo lo que le rodeaba, tanto física como mentalmente.
Alguien abría con lentitud la puerta de la entrada, sin hacer ni un solo ruido, como si de un espíritu se tratara. Mientras tanto, en el salón, Hiro aguardaba impaciente (no de felicidad precisamente) la llegada de un viejo compañero, amigo quizás. No, ya no. Él había hecho cosas horribles y era una mala persona, nadie en su sano juicio se acercaría a él ni para pedirle la hora. Max y Zero descansaban en el sofá.
Hiro había hablado con Zero acerca de la repentina “visita” de su antiguo “amigo”. Le contó que iría a por Max y que no pararía ante nada, era un demente y poco le importaba meterse en una pelea a muerte contad de vergarse. Zero, un poco nervioso también, esperó en el sofá mientras miraba la delicada cara de su novio dormir placidamente en su regazo.
Una noche cualquiera, en la que alguien peligroso se movía entre las sombras.
Cruzaba el pasillo lentamente, como si flotara, mientras murmuraba en voz baja:
-O sea que aquí vives cabrón... Te despedazaré tanto que el forense no reconocerá tu cadáver...
Seguía avanzando sin dejar de hablar para sí mismo:
-Hablan muy bien de la seguridad de estas casas, pero mi poder es mucho mayor que cualquier sistema de seguridad de mierda...
Abrió de par en par la puerta que conducía al salón creando un gran estrépito y sorpresa. La televisión se apagó de repente, como si su sola presencia cortara toda electricidad y comunicación.
Hiro probó a encender la luz. Se habían fundido los plomos.
-¿Dónde te escondes? Ven aquíiii... -susurró en una macabra voz mientras inspeccionaba la habitación.
-¿Qué quieres? ¿A qué has venido? -preguntó Hiro con la voz más seria que pudo adoptar dando un paso hacia delante.
-Tan solo quería hacerle una visita a mi querido amigo... -contestó simplemente encogiéndose de hombros. Su larga y negra melena hasta los hombros se desparramaba por su pálido rostro.
-Tú y yo no somos amigos, nos dejaste tirados y te fuiste a hacer a saber qué.
-Solo un pequeño matiz, me echasteis vosotros... Pero Hiro, no se pongas así, tú nunca has sido agresivo... -le suplicó en un tono que sacaba de quicio a Hiro.
-Quiero que te vayas de esta casa ahora mismo. -espetó.
-¿¡SABES POR QUÉ OS DEJABA TIRADOS SIEMPRE!? -estalló- Porqué pensé que no valíais la pena... Y fíjate, después...
-Te lo tienes bien merecido. Además, el que nos hundía eras tú, con tus drogas y tu irresponsabilidad.
-Ya, el OTRO podía aportaros mucho más que yo... -dijo irónico.
-Él solo quería rehacer su vida, y si es mejor que tú, pues te aguantas, sé un hombre y admítelo.
-¡ÉL NO ES MEJOR QUE YO! -gritó haciendo que varios cristales saltaran por los aires- ¡Yo soy muchísimo mejor cantante que él y os dejé tirados porque Masao y tú no valéis la pena!
-Eres... Un engreído y un estúpido. -soltó al fin Hiro.
-¿¡Quieres respuestas!? ¡Pues las tendrás! He venido a partirle la cara a ese estúpido cantante que metisteis... cómo se llama... ah, sí... Max. El ser más vil y repugnante que he visto jamás. Con esos aires de superioridad y esa fanfarronería, me saca de quicio...
Zero estuvo apunto de saltar de sofá pero se contuvo.
-Él nunca te dijo o hizo nada, porque no te conocía basicamente, ni tú a él... Él solo quería cantar porque por tu culpa nos quedamos sin vocalista. Lo que a ti te molesta es que después, cuando él se metió en el grupo, nos fue muchísimo mejor, hacíamos conciertos y la gente nos quería... Porque contigo nos veían por pena. Qué después de cantar te ibas al callejón a drogarte y eso quieras qué no, da muy mala fama... -explicó Hiro mirándolo a los ojos.
Yasu permaneció en silencio y Hiro se dio la vuelta decidido a marcharse.
-Aaah...ahahha....ahhahahha....¡¡HAHAHAHHAHAHA!! -comenzó Yasu a reir rocambolescamente. Daba verdadero miedo.
Hiro y Zero lo miraron asustados e incrédulos, como si no pudiesen concebir que una persona fuera capaz de reir de esa manera.
-¿Con quién te crees que estás hablando? ¿Con un cualquiera? -preguntó Yasu alzando los brazos.
-Estás loco... La rabia y la envidia te han vuelto esquizofrénico...
-¿Qué vas a saber tú? Yo estoy perfectamente... Sobre todo... Desde que Satán me nombró su mano derecha....Hahhaahhaa....
La estancia quedó sumida en un silencio sepulcral. Estaba completamente loco, ahora hablaba de Satán.
-Está mal, se le ha ido la pinza... -dijo al fin Zero desde el sofá.
-Tsk... Tú aférrate a tu novio porque dentro de poco será un cadáver.
-No dejaré que te haga nada... -le susurró Zero a Max mientras lo abrazaba con más fuerza.
Yasu al fin alzó la cara dejando ver su pálido rostro. Lo que antes eran dos ojos celestes clarísimos ahora eran... Su ojo derecho seguía igual, intacto... Pero el izquierdo... Era completamente negro y una pequeña circunferencia blanca rodeaba la pupila. ¿Sería una lentilla? Se preguntaba Hiro. Pero sabía perfectamente que no, lo que sentía al mirarlo era como... Un terrible pánico interior, como si todos sus temores salieran a la luz a través de aquel extraño ojo...
-Ups, no me he presentado a tus amigos, Hiro. Hola, encantado, soy el ex vocalista de RockCatz y me conocen por el nombre de Yasu.
Zero pudo apreciar también sus estrambóticos ojos, se le erizó todo el vello del cuerpo.
-Has... Cambiado mucho... -dijo Hiro de repente.
-Sí, supongo... Lo que no cambia es nuestra amistad, Hiro. -contestó Yasu adoptando otra vez aquel horrible tono suplicante y sibilino.
-Mientras tengas en mente herir a Max olvídate de nuestra amistad. -dijo tajante.
El chico pálido se acercó a Hiro y rodeó sus hombros con uno de sus brazos. A pesar de ser dos años mayor que él era más bajito y lo miraba desde sus centímetros de diferencia con una superioridad que su talla no reflejaba.
-Hiro, ¿acaso te cae mejor Max? A mí me conociste primero...
-Él es buena persona, no como tú.
-Hhmm... era eso... Entonces a lo mejor si lo quito de en medio volvemos a ser amigos, ¿no?
-Eso empeoraría las cosas.
-En cualquier caso pensaba mataros a ambos...
Todo ocurrió muy rápido. Yasu posó su mano en el estómago de Hiro y de ella salió una bola de luz negra que lo propulsó contra la pared, se deslizó por ella y acabó tendido en el suelo, dolorido.
-Uno menos... -susurró Yasu.
Hiro se retorcía en el suelo mientras Zero se incorporaba un poco en el sofá. Llevaba la pistola escondida en su espalda y no quería moverse mucho para que no se notase. Max seguía durmiendo ajeno a todo el peligro que corrían con semejante bestia en casa.
-Ni te acerques. -dijo Zero viendo que el moreno avanzaba hacia ellos.
-Qué bonita pareja... Qué pena Zero, con lo guapo que eres... -le dijo Yasu acariciándole el hombro con suavidad.
De repente Yasu se vio golpeado por un potente puño y cayó de espaldas desde el sofá al suelo. Dolorido se tocó la mejilla y levantó la vista para ver a su agresor.
-¡A ZERO NI TE ACERQUES! -le gritó Max que se incorporaba alzando un puño victorioso.
-Max, estate quieto... -le susurró Zero sujetándolo con firmeza.
-Ouch... ¿Sabes artes marciales? Qué completo es este niño... Es una de las pocas veces que me han pegado en toda mi vida... Qué honor que hayas sido tú... -volvió a utilizar el tono de voz de súplica.
Max luchaba con el brazo de Zero que lo sujetaba de levantarse y pegarle una paliza mortal por haber tocado a su novio mientras el peliblanco pensaba “No me lo creo, otro gay... Lo que faltaba...”
-Tranquilo Zero, que no soy gay. Digamos que me va de todo un poco. Y tú tienes un polvazo...
-Qué coño... -murmuró Zero atónito.
Max inspeccionaba la habitación con la mirada y entonces vio a Hiro. Tirado en el suelo y pegado a la pared, aferrando con dolor su estómago y retorciéndose lentamente.
-¡HIRO! -exclamó el ojiazul.
-Tranquilo, no va a morir... Aunque tú no correrás la misma suerte. -saltó Yasu levantándose.
Pero no le fue posible ya que la suela de una bota le asestó una patada en la cara haciendo que cayera de nuevo hacia atrás, al suelo.
-Sobre mi cadáver. -escupió Zero.
-Creo que estoy desentrenado, voy a necesitar más fuerzas....
De pronto, Yasu se incorporó y una luz negra comenzó a emanar de todo su ser y lo envolvió, como un caparazón de plumas negras. Una niebla oscura comenzó a inundar la sala.
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martes, 20 de noviembre de 2012
53 | 25/8/10 – España, Granada. Soleado. (2)
Jessica yacía sobre su cama, en su habitación en el tercer piso. Soñaba con una chica extraña que la saludaba con la mano y una cara inexpresiva. De repente comenzó a despertarse. Se frotó los ojos y trató de enfocar la vista, no sabía donde estaba.
-Uuhhm... ¿Dónde estoy? -se preguntó a sí misma en voz alta.
-Te has desmayado y te hemos traido a tu cuarto. -respondió a su lado una voz suave y seria.
Jessica pilló un buen susto y volteó rápida la cabeza hacia la fuente de sonido. Era Alice Fée. Sentada en una silla al lado de su cama. Su larga cabellera rubia ondulada caía sobre sus hombros y espalda suavemente. Aquellos ojos azules idénticos a los suyos la miraban con decisión y un deje de preocupación, pero era tan pequeño que era difícil distinguirlo, solo sabría distinguirlo una hermana.
-¿Qué pasa, ya no te acuerdas de mí? -preguntó la rubia.
-¡¡ALICE, HERMANA!! -gritó Jessica abalanzándose sobre ella para abrazarla.
-Sí, soy yo...
La pelirroja soltó a su hermana y se sentó en su cama con una excitación increíble, era como despertarse de un sueño alucinante y verlo cumplido en un abrir y cerrar de ojos, nunca mejor dicho.
-¿Qué haces aquí? -preguntó impaciente la pelirroja.
-Madre me dijo que te habías mudado a España para buscarme.
-Sí, ¡y por fin te encontré! Aunque lo que realmente quería era ser modelo... como tú.-dijo seria por primera vez en mucho tiempo.
-Más bien te he encontrado yo a ti. -respondió secamente.
Alguien tocó a la puerta y pasó lentamente asomando la cabeza. Era Koichi, el que había subido a Jessica a cuestas por las escaleras.
-Jessica, ¿te encuentras bien? -preguntó sentándose en el borde de la cama.
-¡Sí! ¡Mira, es Alice, mi hermana! -exclamó con entusiasmo.
-Ya lo sé, estuvimos hablando mientras dormias.
-Ah... (Me ha quitado la ilusión, pensó.)
Al ver que las hermanas reanudaban su conversación, Koichi se sintió algo fuera de lugar por lo que decidió dejarles intimidad para vivir mejor aquel reencuentro fraternal.
-Voy a vivir aquí contigo a partir de hoy.
-¿¡SÍ!? Vaya, es genial hermana, estoy muy contenta de verte de nuevo. -dijo sonriendo.
A Alice se le escapó una pequeña sonrisa que su hermana no pasó por alto. Alice nunca había sido una chica muy expresiva, prefería no demostrar ningún sentimiento. Nadie en su familia sabía el porqué, pensaron que podría ser debido a alguna clase de trauma, pero Alice nunca se quejó de nada y siempre había sido igual, por lo que acabaron concluyendo que era su personalidad. Y así era, Alice adora la lectura, la tranquilidad y la calma, no soporta los ruidos ni las molestias, todo en su vida es relajado. Salvo su trabajo. Trabajaba como modelo desde una temprana edad y prosiguió con su carrera en España a los 16 años, por lo que se separó de su hermana tres años menor. Jessica se había sentido muy sola durante todo ese tiempo, pero por fin volvían a estar juntas, y nada las separaría.
-¿Entonces, dormirás aquí, no? -preguntó Jessica.
-Si te estás refiriendo a esta casa, sí. Si hablas de la habitación, no.
-¿Eeeeeh? ¿Por qué? -preguntó de nuevo desesperada.
-Me han asignado otra habitación, duermo con una tal Shinku.
-¡NOOOOOOOOOO! ¿¡PERO CÓMO TE HAN PODIDO PONER CON ESA!? ¡ES UNA SOSA, Y UNA ABURRIDA, NUNCA ESTÁ EN CASA Y PASA DE TODO EL MUNDO! -hizo una pausa- Ah, vale, sí....
-¿Qué pasa?
-Nada, que sois idénticas, os las apañaréis bien...
Y dicho eso, Jessica ayudó a su hermana a instalarse en su nueva casa.
La noche cayó. Las 23:00. Hiro estaba sentado en un sofá del salón. Todo el mundo dormía aún siendo verano. Había gente en sus respectivas habitaciones hablando, jugando, chateando con el ordenador o simplemente escuchando música, pero el salón estaba vacío. Hiro había recibido una llamada aquella misma tarde. Un amigo de voz familiar le había anunciado su próxima aparición. Llegaría a mediados de septiembre para verlo, a él y a Max. Sabía perfectamente para qué quería ver a Max. Se la tenía jurada desde que los vio actuar en The Blue Palm un año atrás. Odiaba su voz, odiaba su recuerdo, odiaba todo de aquel tipo de ojos celestes y negra melena.
Alguien acarició su hombro sacándolo de sus pensamientos. Era Max. Su hermano. Su mejor amigo. El primer hombre con el que se acostó. Max era muchas cosas en su vida, pero sobre todo aquello, era una buena persona, no se merecía ningún mal que nadie le deseara.
Aquellos ojos azul claro lo miraron preocupado.
-Hiro, ¿te ocurre algo? -preguntó el castaño.
-No nada... Me ha llamado un antiguo... colega... -respondió sin dar importancia a la última palabra, como dejándola caer.
-¿Y eso es malo?
-Si es ese... “colega” -hizo un gesto de comillas con los dedos- pues sí...
-Pero... ¿Quién es, le conozco? -continuó preguntando.
-Es mejor que TÚ no lo conozcas. -respondió recalcando el pronombre.
-P-Pero, ¿por qué?
-Va a venir, y cuando lo haga... Ya sabrás porqué.
-Ahm... ¿No será alguien a quien le debo dinero? Mira que yo no pago en carnes. -dijo burlón intentando aliviar la tensión.
-No le debes nada tranquilo... Tú... Quédate con Zero, no te separes de él... Por tu seguridad por favor... -dijo con aire misterioso cogiéndole la mano.
-P-Pero Hiro...
El moreno ya se había levantado del sofá y caminaba dirección a las escaleras. Subió unos cuantos escalones y se perdió de la vista de Max. El menor se sentía confuso, parecía como si alguien que Hiro conociera fuera a hacerle algo malo, y el no saberlo era lo que más le molestaba.
-Hala, esta noche ya no duermo pensando en quién puede ser... ¿Quién es?
miércoles, 7 de noviembre de 2012
52 | 25/8/10 – España, Granada. Soleado.
Los días se sucedían con normalidad; salvo por un pequeño factor. Koichi y Zero no paraban de pelear. Allá donde se encontraban se miraban con malas caras, peleaban por tonterías como pasarle la sal a Max en la mesa o abrirle la puerta. Koichi estaba celoso. No soportaba ver a Max pegado a Zero las 24 horas del día (o al menos las que podían verse). Le sobrepasaba, su alma ardía de celos.
Max por su parte, al igual que con su primo, portaba el velo de la ignorancia y solo veía como se peleaban por nimiedades. Zero, que estaba algo más espabilado en cuanto a estos temas, se dio cuenta al primer momento.
-¿Qué pasa, tanto te molesta que estemos saliendo?-preguntó al fin Zero cansado.
-¡N-No es eso!
-¿Entonces qué es?
-Esto...
Y así una infinidad de veces.
Eran ya finales del mes de agosto cuando Hiro le contó a Max que había conocido a una chica muy maja en un chat de internet. Hiro no solía meterse en esos sitios, pero tanto tiempo sin pareja había corrompido su mente. La chica se llamaba Momoe y era japonesa, habían hablado durante un mes al menos y se habían visto incluso por webcam. Según el moreno, Momoe era preciosa, tenía una larga melena blanca ondulada, unos ojos violetas hermosos y unos pechos enormes. Max insistió en que eso último era pasable, pero Hiro volvió a insistir alegando que “eran los pechos más grandes que había visto jamás”. Max se alegró al saber que Hiro por fin había conocido a alguien. Después el moreno le contó algo increíble.
-¿Sabes qué es lo mejor? -dijo Hiro como alguien que va a dar una gran noticia.
-Dime. -contestó aburrido Max al ver que su amigo solo hablaba de la chica del chat.
-Es la prima de Zero. -contestó sonriente.
-¿¡QUÉ!? -exclamó el ojiazul saltando del sofá.
-Sí tío, hablando con ella me dijo que vendría a España dentro de poco porque sus padres se iban de viaje a dar la vuelta al mundo y querían que se quedara con su primo Zero.
-P-Pero Hiro, puede ser otro Zero, en Japón ese nombre...
-No, es seguro. Me dijo que iría a una de las casas CLOUD.
-El mundo es un pañuelo... -murmuró Max.
La conversación siguió su ritmo normal, Hiro le volvió a describir a la chica y Max hizo de tripas corazón y siguió haciendo como que le escuchaba.
Eran las 11:35 de la mañana y Max tomaba un café con leche en el salón acompañado de Jessica, que mojaba una galleta en la leche con cara de agotamiento. Delante de la chimenea, dos chicos no paraban de discutir, alzaban los brazos e incluso parecía que estaban a punto de pelear.
-¿Algo más que decir, enano? -preguntó el peliblanco cruzando los brazos.
-Qué te follen. -contestó el moreno imitando la pose y desviando la mirada.
-A eso voy en un rato. -se burló riendo.
-Olvídame viejo verde, pederasta...
-¿QUÉ ME HAS LLAMADO?-preguntó exaltado Zero echando los brazos hacia atrás.
La pelea prosiguió hasta que Zero decidió pasar olímpicamente del menor para irse a su cuarto a dormir un rato. Koichi miró a Max desafiante y con un poco de odio y subió escaleras arriba también. Después se oyeron dos portazos y poco más.
-Están insoportables. ¿Por qué se pelean tanto? -preguntó Max atusándose el pelo.
-Pues no sé, son unos estúpidos, déjalos... ¡Si es que tú deberías ser hetero, coño! -le gritó Jessica dejando caer la galleta en la taza.
-¿Pero y eso a qué viene? -preguntó el moreno desconcertado.
Su respuesta no llegó ya que en ese preciso instante entró Hiro acompañando a una chica preciosa de unos centímetros menos de altura que él.
-¡Ya hemos llegado! -exclamó Hiro sosteniendo a la chica por los hombros.
Max podía ver que la chica era exactamente igual a Zero pero en mujer, quitando algunos detalles claro. Era bajita pero con un rostro muy dulce. Llevaba bastante maquillaje y pestañas postizas que le hacían los ojos violeta muy grandes y expresivos. Sin embargo, su postura y su cabeza gacha le hacían ver como una chica muy tímida e insegura de sí misma. Llevaba ropa lolita de una marca muy famosa japonesa que Max reconoció; la falda, negra, con volantes y por encima de las rodillas y una camisa blanca con volantes también y encaje. Unos calcetines blancos muy finos llegaban hasta el final de su pierna y unos zapatitos pequeños negros estaban encajados en sus pies. Parecía una muñeca viviente. Cuando Max acabó su “examen visual” la miró a los ojos y le dijo:
-Qué bien, tenía ganas de conocerla. -le dijo brindándole una sonrisa.
-¿Quién es? -preguntó Jessica quedándose boba al ver a ese monumento de chica.
-H-Hola, soy Momoe Shirayuki, la prima de Zero... -contestó tímida con una voz muy aguda.
-Encantado, soy el novio de tu primo. -dijo Max levantándose.
-¡Eres Max-kun! ¡No me lo creo! -exclamó Momoe acercándose a él.
-Imagino que Hiro te habrá hablado de mí... -contestó algo abrumado.
-Sí, pero te conocía de antes, por tus poemas, son preciosos. Qué casualidad que seas el novio de Zero-sama. -dijo sonriendo de felicidad.
-Sí, el mundo es un pañuelo.
-Le has cogido gusto a esa frase, ¿eh? -le dijo Hiro a Max.
-Hahah, sí.
-Por cierto, ¿dónde está mi primo? -preguntó la chica como algo desesperada.
-Ah, pues creo que a subido a su cuarto a dormir un rato, vamos a buscarlo. -dijo Max agarrándola suavemente de la mano.
Momoe correspondió y subió con Max escaleras arriba. Cuando llegaron a la puerta del peliblanco, Max soltó la mano de la chica y giró con delicadeza el pomo de la puerta. Zero estaba completamente dormido sobre su cama, sin taparse y con la ropa puesta.
-Míralo, ahí está. -murmuró Max.
-Hacía tanto tiempo que no lo veía... Sigue teniendo el pelo igual de blanco... -dijo Momoe en voz baja.
Max rió ante el comentario de Momoe y después se acercó sigilosamente a su pareja que yacía plácidamente sobre la colcha de su cama. Se encaramó y toco ligeramente la pierna de Zero mientras le susurraba al oído.
-Cariño arriba... Vamos, venga, levántate. -le ordenó Max en voz baja.
-Hhmm... Max... -farfulló Zero.
-Sí, soy yo, despiértate.
Zero sin abrir siquiera los ojos rodó y abrazó a Max por la cintura hundiendo su cara en el abdomen del menor.
-Sí venga, vamos a hacerlo ahora...
-¿Q-Qué dices? A-Ahora no es el momento, Zerito mío... -dijo con un deje de impaciencia en la voz que denotaba vergüenza ajena.
-Si siempre tienes ganas... Veeengaaaa.... -replicó Zero restregando su rostro en la camiseta de Max.
-¡¡QUÉ TE LEVANTEEEEEEEEEEEEEEEEEEEES!!-le gritó Max agarrando a Zero por los tirantes de la camiseta y levantándolo.
-¡AAAAAAAAAH!-exclamó Zero- Casi me matas del susto... -contestó enfadado poniendo una mano en el pecho.
-Pues muy bien. Mira quien ha venido. -dijo señalando a Momoe.
La chica, en el umbral de la puerta, se agarraba el brazo nerviosa mientras movía un pie sin parar.
-H-Hola primo, siento ser una molestia, pero mis padres se han ido de viaje y me han dicho que me quedara contigo y yo... -dijo mirando al suelo y a Zero a intervalos.
-Haberme dicho antes que venía mi prima, Max... -dijo Zero dando un resoplido mientras se levantaba de la cama.
-Es lo que estaba intentando, animal... -contestó el moreno por lo bajini, algo enfadado.
Los dos primos se saludaron y se abrazaron efusivamente. Ella era algo bajita por lo que tenía que ponerse de puntillas para llegar al cuello de su primo, pero su cara irradiaba felicidad; ella adoraba a Zero con toda su alma, siempre había sido su primo favorito.
Hiro entró a hurtadillas en la habitación mientras ellos dos se abrazaban y se sentó en la cama junto a Max.
-Vaya, Zero expresándole amor a una chica, pellízcame, creo que estoy soñando...
-Estoy tan sorprendido como tú, en todos estos años viviendo con él nunca le he visto comportarse así con una mujer, normalmente es muy distante con ellas, incluso a veces con Sakura que la conoce de hace ya bastante... Supongo que al ser de su familia es normal.
-¿Es de parte de madre o de padre? -preguntó Hiro refiriéndose a Momoe.
-De parte de padre imagino, porque su madre era italiana y ella es japonesa... -respondió dudoso.
Hiro y Max discutieron sobre como estaba la casa de animada y lo bien que parecían estar todos con todos, que ese estado sería temporal. Mientras tanto, Zero y Momoe discutían sobre cómo llamarlo a él, si Zero-sama o Zero-kun, ella se negaba en rotundo a llamarlo por el segundo nombre, él para ella era como una divinidad, y él reía mientras recordaba viejos tiempos con su prima, hará unos años atrás.
En el salón, Koichi miraba la mesa fijamente mientras sujetaba su cabeza con un brazo. Jessica le miraba entre cansada y enfadada.
-Estúpido... -murmuraba el moreno.
-¿Por qué te peleas tanto con él? -preguntó de una vez, molesta por el comportamiento de este.
-Pues... Porque siento que Max se está alejando de mí... Y todo porque tiene novio, si es que no sé para qué animé a Zero a decirle nada... -dijo apenado.
-Mmm... Oh...
-No sé ni para qué te cuento esto, si no me estás escuchando... -refunfuñó Koichi mirando a otro lado.
-N-No puede ser... -dijo Jessica mirando a la extraña chica que acababa de entrar por la puerta.
-Hola, hermana.
Jessica cayó desplomada al suelo y Koichi, mientras la ayudaba a volver en sí, miraba sin parar a la extraña chica que había provocado el desmayo de su “compañera de piso”.
Fotohistoria aquí
domingo, 23 de septiembre de 2012
51 | 7/8/10 – Granada, España. Inusualmente nublado.
(Tiene contenido Lemon)
Sábado. Tarde de sábado. La casa CLOUD se veía muy ajetreada,
chicas y chicos viniendo de aquí para allá, ordenando, limpiando,
cocinando, saliendo por supuesto, porque, ¿qué es una buena noche
de sábado sin fiesta? Eso se preguntaba Jessica que acababa de
ponerse sus mejores galas para salir con Judith. Aunque la rubia le
llevaba bastantes años se complementaban como uña y carne. Amantes
apasionadas de la moda, sexys y malas. Eran una combinación
explosiva, esa que cada pub necesita. Esa noche, Judith y Jessica
salieron por la puerta de casa a las 21:00, iban a cenar fuera y
después irían de fiesta. “No nos esperéis despiertos.” pidió
Jessica entre risitas junto a su amiga.
Las mejores amigas, Megumi y Hikari, habían salido aquella misma
mañana; iban a un campamento. Pasarían allí todo lo que restaba de
mes, se lo pasarían bien. Sakura había ido a casa de una amiga a
dormir, abandonó la casa justo después de cenar. Antes de salir,
llevó a Kyaa(Lillium) y a Sophie a casa de unas amigas (Sophie fue
totalmente obligada a ir). A Ichigo rara vez se le veía el pelo por
casa, trabajaba días seguidos y se dignaba a pasar cuando necesitaba
ropa limpia. Y con todo esto llegamos a una conclusión: La casa la
reinaban los leones aquella noche.
Koichi no tenía trabajo, libraba. Hiro y Zero tenían una misión
asignada dos días después y Ryuichi había pedido tiempo libre para
relajarse antes de empezar la gira europea.
Los cinco chicos descansaban en sus respectivas habitaciones, Ryuichi
no paraba de mirar a Max mientras se ponía el pijama.
-¿Por qué no vemos una película? -preguntó Ryuichi.
-Vale, ¿por qué no?-contestó sonriendo. Su primo se quedaba sin
palabras cuando hacía eso. -Voy a avisar a los demás.
-Pero...
La frase de Ryuichi no fue escuchada ya que Max había salido a medio
vestir de la habitación. Aporreó ruidosamente la puerta de Hiro y
Koichi.
-¡Heeeeeeey! -gritaba desde el exterior.
Un Koichi bastante cansado le abrió la puerta, tenía ojeras y el
pelo desgreñado.
-Oh, ¿qué te pasa Koichi? -preguntó Max preocupado.
-Nada, el trabajo, que es agotador... -contestó de mala gana.
-¿Qué pasa Max? ¿Y qué haces sin camiseta? -preguntó Hiro
divertido.
-Bueno, Ryuichi ha tenido la idea de ver una peli, y como somos solo
cinco pensé que podríamos verla todos juntos. -dijo sonriendo.
-Muy buena idea, venga Koichi, así desconectas un rato. -le animó
Hiro dándole una palmada en el hombro al moreno.
-Vale...
-¡Voy a avisar a Zero!-exclamó Max entusiasmado.
Cuando todos se habían puesto el pijama y se habían acomodado en el
sillón, comenzaron a debatir sobre un espinoso tema... ¿Qué
película podemos ver?
-¡Una de acción! -propuso Hiro.
-No, acción no, de BL. Nunca he visto una... -dijo Koichi tímido.
-¿BL?-preguntó Zero.
-”Boys love”, vamos, de gays asiáticos. -le explicó Max que
posaba sus piernas en el regazo de su novio.
-Aaah... No, no... -dijo Zero tajante.
-¿Por qué no? Aquí casi todos somos gays... -dijo Koichi entre
confuso y extraño.
-¿Casi todos? -preguntó Hiro. -Yo soy bisexual.
-Y yo. -dijo Max.
-Bueno, eso no hay quien se lo crea. -refutó Zero.
-Y-Yo no soy gay... -confesó Ryuichi con una voz queda.
-Ya, ¿y qué más? -dijo Zero de mal humor.
La conversación acerca de la identidad sexual de cada uno de ellos
llegó a niveles insospechados.
-Todo es por culpa de Max, creo que aquí todos eramos heterosexuales
hasta que le conocimos. -concluyó Hiro.
Todos callaron y reflexionaron.
-Cierto. -afirmó Zero.
-Exacto. -le coreó Koichi.
-Y-Yo soy su primo, yo no...
Ante el comentario que solo Koichi, Hiro y Zero comprendían, este
último hizo una mueca de asco y desvió la mirada. Max seguía con
el velo de la ignorancia heredado de su madre.
-¿Y una de terror? -dijo Ryuichi.
-A mí me gustan. -contestó Hiro.
-Y a mí. -dijeron Zero y Koichi.
Max permaneció en silencio hasta que todos le miraron esperando una
respuesta.
-Esto... A-A mí no me...
-¿Te dan miedo? -preguntó Koichi curioso.
-Ya verás, la última vez que vimos una, se llevó una de sustos...
-dijo Zero riendo.
-¡Déjalo ya! ¡A mí no me dan miedo! -gritó Max pataleando.
-Pues venga.
Ryiuchi sabía de sobra que a su querido primo le daban miedo las
películas de terror, así que la quiso poner para abrazarse a él
teniendo una excusa. Cada vez que lo pensaba se sentía más y más
patético, pero, ¿qué hacer cuando te gusta alguien de tu familia?
Esa era la gran pregunta que tenía el pelirrojo siempre en mente.
La película se desarrolló sin muchos incidentes, Max gritó un par
de veces, se abrazó a Zero, le tiró de los pelos, le acarició por
la zona del abdomen haciendo que el peliblanco se estremeciera pero
poco más. Hacia la mitad de la película, Hiro paró el DVD y
anunció que iba a la cocina a por provisiones, Koichi decidió
ayudarlo y Ryuichi aprovechó para ir al baño. Zero y Max estaban
solos, como tanto deseaban.
-Max, no puedo aguantar más, y menos si me estás toqueteando.
-Tú siempre me estás toqueteando y yo no me quejo.
-B-Bueno... Pero tú eres el uke, es normal. Yo quiero sexo Max,
llevo esperando dos años, tengo los huevos....
-¿Llevas dos años sin....?
-Hombre, quiero decir sin acostarme con nadie, no que no... me
haga.... cosas...
-¿Con nadie de nadie?
-No, a mí solo me gustas tú... Necesito follar Max, yo ya no puedo aguantarme más.
-¿Y-Y qué hacemos? Yo no quiero que nos oiga nadie.
-Pues somos cinco en casa, más a solas aquí no vamos a estar.
-¿Entonces qué...
Fue interrumpido por un beso de Zero. Sus labios calientes y húmedos
se fundieron y chocaron y sí, cómo lo necesitaban. Zero miró a los
lados, se levantó y cogió a Max en princesita.
-¡Aay! ¿A dónde vamos Zero? -preguntó Max agarrándose a cuello
del peliblanco.
-A un sitio donde no nos van a molestar.
Zero subió por las escaleras, rápidamente para no tropezarse con
Ryuichi, pero, a diferencia de lo que Max pensaba, Zero siguió
subiendo escaleras, hasta el ático.
Zero abrió la puerta de una patada y la cerró con un pie. Anduvo
hasta el final de la estancia en penumbra que se iluminaba
ligeramente por la luz de las farolas callejeras. Max divisó al
fondo lo que parecía un colchón de matrimonio en el suelo.
-¿Has traído un colchón al ático? -preguntó Max extrañado.
-No, hace unos días estuve mirando la casa entera y al llegar aquí
vi un colchón, me acordé cuando estábamos viendo la película y
pensé que sería buen sitio para...nuestras cosas.
-S-Sí pero...
Zero soltó a Max suavemente sobre el colchón y, de rodillas, se
quedó mirándolo de hito en hito.
-¿Qué pasa? -preguntó Max frunciendo el ceño.
-Que hacía una eternidad que no te veía en la cama. -soltó Zero
sonriente.
El mayor se dejó de tonterías y se recostó sobre Max sin
aplastarlo, como había hecho tantas veces atrás, y empezó a
besarlo. Max se sentía de nuevo como un colegial, con Koichi era más
activo y se sentía mucho más experto, pero con Zero se sentía
desnudo en cuerpo y alma, aunque físicamente no lo estuviese. No le
faltaba mucho, ya que Zero estaba quitándole la camiseta con ansia
sin parar de besarlo. El peliblanco se sentía como en una montaña
rusa, todos aquellos sentimientos que había guardado durante esos
dos años resurgían más fuertes y potentes que nunca. Acariciaba la
piel de Max, le gustaba la reacción del menor y ver como se
estremecía. Max se incorporó sin dejar de besar a su novio y comenzó a “arrancar” la camiseta del mayor, porque más que quitar parecía que quería desgarrarla y tirarla lo más lejos que pudiera, mientras que Zero quitaba le quitaba sus pantalones.
La luz de la calle se colaba por el gran ventanal redondo. Se
proyectaba sobre la espalda desnuda de Zero, sus músculos se
marcaban, Max podría incluso dibujarlos. Le gustaba mucho el cuerpo
de Zero, le hacía sentir seguro. Sus musculosos brazos lo rodeaban
como si el juicio final se debatiera fuera mientras Max gemía
débilmente. A Zero le habría gustado aclararle que nadie los
escucharía y no era necesario que gimiera tan bajo (a él le gusta
que grite bien fuerte) pero no quiso estropear el momento. El mayor
seguía besando al menor, esta vez por el cuello, después la
clavícula, el pecho, el estómago...
-Quítatelos. -le ordenó Max.
-¿Qué?
-Los pantalones. Siempre te los dejas puestos, yo te quiero ver desnudo entero. -aclaró el menor.
El peliblanco sonrió y obediente se los quitó. Miró a su amante a los ojos que le miraban firmes y con un toque lascivo que interpretó por un “¿A qué esperas?” Haciendo caso de las súplicas de los ojos de Max, se acercó a él y sin parar de acariciarlo y besarlo le bajó los bóxers dejando al menor completamente desnudo. Su piel, pálida, relucía en las sombras del ático. Después, el castaño se incorporó de nuevo y de rodillas abrazó a Zero y lo besó como nunca lo había hecho. El mafioso pensó que incluso podría llorar en ese momento de felicidad. Aunque la felicidad parecía que duraría algo más, porque Max ya estaba besándolo por el torso y bajaba peligrosamente al abdomen y...
El peliblanco sonrió y obediente se los quitó. Miró a su amante a los ojos que le miraban firmes y con un toque lascivo que interpretó por un “¿A qué esperas?” Haciendo caso de las súplicas de los ojos de Max, se acercó a él y sin parar de acariciarlo y besarlo le bajó los bóxers dejando al menor completamente desnudo. Su piel, pálida, relucía en las sombras del ático. Después, el castaño se incorporó de nuevo y de rodillas abrazó a Zero y lo besó como nunca lo había hecho. El mafioso pensó que incluso podría llorar en ese momento de felicidad. Aunque la felicidad parecía que duraría algo más, porque Max ya estaba besándolo por el torso y bajaba peligrosamente al abdomen y...
Zero se estremeció y estuvo a punto de caer de espaldas, hacía
mucho que Max no bajaba con la boca hasta aquella zona de su anatomía
y estaba nervioso como un crío en su primer día de clase. Zero
sabía que Max había estado con más hombres después de su ruptura
y comenzó a pensar si tendría más práctica que antes y si habría
mejorado. Si ha mejorado seguramente tardaré diez segundos en
correrme, pensó este. No iba por mal camino, Max había
experimentado mucho y desde luego había mejorado. Agarró con
delicadeza los calzoncillos de su novio y los bajó de un tirón
asustándolo débilmente. Después, cogió suavemente el miembro más
que erecto de Zero y comenzó a masajearlo lentamente, sin prisas.
Más tarde cambió el ritmo y lo hizo más rápido produciendo
estremecimientos y gemidos en el mayor, que no sabía si aguantaría
mucho más de rodillas con Max tocándolo así. El menor siguió y
cuando de pronto paró dejando a Zero expectante, acercó el pene a
su boca y empezó a lamer el glande lentamente, como quien lame un
helado. Zero ya no podía aguantar los gemidos y los temblores y
cuando el castaño introdujo todo su miembro en la boca no pudo hacer
más que agarrar al menor por la cabeza y curvar la espalda de
placer. Eran aquellos momentos en los que el menor se sentía el rey
del mundo, el controlador de placer de Zero por decirlo de alguna
manera, el dueño de su cuerpo y su mente nublada por la lujuria. Max
sacaba e introducía el miembro de Zero en su boca con rapidez,
lamiéndolo de arriba abajo, en círculos, masajeándolo a la vez.
Sí, el peliblanco estaba en el jodido cielo y no le faltaba mucho
para terminar. El castaño desde luego sabía que le quedaba poco,
por lo que aminoró la marcha y lo hizo mucho más rápido y mojado
si se puede, haciendo que Zero se corriera bestialmente en su cara
profiriendo un tremendo gemido. El mayor, algo avergonzado, como cada
vez que le pasaba, cogió su camiseta y le limpió la cara a Max.
-Zero, esa es tu camiseta.
-¿Y qué?
-Que acabas de mancharla de semen.
-Tu cara vale más. -respondió besándolo.
Zero se dejó de tonterías y empujó a Max contra el colchón con
fuerza, situándose entre sus piernas, las cuales cogió y soltó en
sus hombros.
-Veo que tienes la flexibilidad como en tus 13.
Al ver la sonrisa socarrona de Zero, Max no pudo decir nada y se
limitó a sonrojarse con el ceño fruncido. El mayor siguió
sonriendo y acarició las nalgas de Max. Le gustaban bastante, siempre
hacía bromas sobre lo mucho que le gustaba su culo, y era
verdad, era algo de Max que a casi todo el mundo le gustaba, o por lo
menos a casi todos los gays con los que se cruzaba. Zero aprovechó
la distracción de Max y acercó uno de sus dedos a su entrada.
-Bueno, tú has estado jugando un rato conmigo, ahora me toca a mí.
Max iba a responder pero entonces un cuerpo extraño, el dedo anular
de Zero para ser más concretos, se coló en su propio cuerpo.
Entraba y salía lentamente activando todos los sentidos del castaño,
se sentía más caliente, sudando y con los pelos de punta. El
peliblanco aumentaba la velocidad y lo movía en su interior haciendo
que Max comenzara a gemir por primera vez de verdad aquella noche.
Sí por favor, gime, pensaba Zero sin parar. Si había algo
que el mafioso adoraba era escuchar a Max gemir, fuera por lo que
fuera, le encantaba, era entre femenino y masculino, débil y fuerte
a la vez, frágil y perverso a veces cuando los hacía queriendo para
calentarlo más. Metió otro dedo y siguió moviéndolos en el
interior de Max que arqueaba la espalda y seguía gimiendo con los
brazos cubriendo su cara. Zero los apartó, él quería verle la
cara.
Sacó los dedos que estaban totalmente lubricados y miró de nuevo a
Max que respiraba con cierta dificultad y se tapaba de nuevo su
rostro. Sonrió esta vez a causa de la “adorabilidad” de Max. Se
acercó a él de nuevo y poniéndose otra vez entre sus piernas,
agarró al menor por las caderas. El castaño se dejaba hacer
mientras esperaba con ansias el sexo “de verdad”. Quería sentir
de nuevo el miembro de Zero, que por lo que había sentido ya antes
en su propia boca, era más grande que antes. El peliblanco agarró
con una mano la cadera de Max y con la otra su miembro, que lo
colocaba en el culo de Max.
-Voy a necesitar que te abras bastante de piernas. -dijo Zero
divertido.
-No es problema para mí. -contestó.
Zero apoyó sus manos a ambos lados de la cabeza de Max y lo embistió
por primera vez en dos años. Max gritó. Zero no sabía si era de
dolor o de placer porque había sido bastante alto para ser el
primero. Pero su respuesta se vio contestada al seguir embistiéndolo
y comprobar que Max no dejaba de gemir agarrándose a su espalda.
Zero seguía metiendo y sacando su miembro del culo de Max gimiendo y
respirando entrecortadamente, quería llegar hasta el fondo de Max,
llevarlo al séptimo cielo y follarlo sin parar hasta que murieran de
inanición o deshidratación. Zero se pegó completamente al cuerpo
sudoroso y delicado de Max y siguió embistiéndole con fuerza, sin
descanso, mientras el menor le gemía en el oído.
-¡Te he dicho muchas veces...Aaah... Qué no me gimas en la oreja!
Aah... -le reprendió Zero.
Max contestó con más gemidos y Zero como “castigo” le dio mucho
más fuerte provocando sonoros gemidos del menor que no paraba de
estremecerse y mover las caderas haciendo enloquecer al peliblanco.
Este, ya a punto de acabar, cogió a Max por las caderas y siguió
follándolo más rápido si podía. El menor no paraba de gemir,
gritar, sudar, mover las caderas... Estaba tocando las puertas del
placer máximo con los dedos cuando Zero lo agarró por las caderas
introduciendo aún más adentro su miembro y haciéndolo ya estallar
de placer. Ya todo le daba igual, que alguien pudiera oírlos o
incluso verlos, que los echaran por ruidosos o pervertidos, TODO le
daba igual, con que Zero no parase le era suficiente, y su deseo
estaba más que cumplido, porque Zero siguió embistiéndolo hasta
que, profirió un tremendo grito y se corrió en el interior de Max.
Este, acabando al mismo tiempo que su amante, eyaculó sobre su
estómago mientras respiraba ahora con una dificultad más que
evidente. Zero, agotado, se quedó en la misma postura unos minutos
descansando.
-Zero, ¿estás bien? -preguntó Max ya preocupado al ver que Zero
seguía en la misma pose desde hacía cinco minutos.
-Sí, sí, es que me gusta estar dentro de ti, me gustaría quedarme
aquí dentro toda la vida.
Ambos, ya más descansados y con el pijama puesto (menos Zero que
llevaba solo los pantalones) se abrazaron tumbados sobre el colchón.
Estaban agotados y no tardarían en quedarse dormidos por mucho que
les hubiera gustado seguir o quedarse hablando después. Zero
acariciaba la cabellera del menor que dejaba su cabeza en el pecho de
este. La pareja cayó en los brazos de morfeo y abrazados cerraron
los párpados.
Al otro lado de la puerta, en el rellano de la escalera, un chico
pelirrojo sentado en el suelo lloraba silenciosamente cubriendo su rostro.
lunes, 17 de septiembre de 2012
50 | 4/8/10 – Granada, España. Sol.
Una noche de miércoles de agosto. La ventana de la habitación de
Max estaba abierta de par en par dejando entrar la brisa veraniega
que mecía suavemente el fino cabello del chico castaño. Miraba por
la ventana sentado en el suelo sobre un cojín y acariciando la
cabellera blanca de su ahora nuevo novio. Zero, con los ojos
cerrados y como en un sueño, respiraba con delicadeza, lentamente,
con ritmo, sin consciencia. Se sentía como en una nube, estaba allí,
con Max otra vez, como si fuera una historia de hadas, todo era
perfecto. Solo había pasado un día y no se habían despegado el uno
del otro, como dos hermanos siameses. Zero disfrutaba abrazándolo
hasta sacarle el último gramo de aire de su cuerpecito. Max
disfrutaba con los largos silencios en los que solo se acariciaban,
no les hacía falta ninguna palabra, todo estaba perfecto
como estaba.
Claro que habían pensado en el tema sexual, Max desde que había
llegado Zero no había podido hacerlo ni una vez con nadie, no se
sentía capaz teniendo a su exnovio en la habitación de al lado. El
peliblanco por su parte, llevaba desde que lo dejaron sin mantener
ninguna relación con nadie. En su celibato había tenido muchísimas
fantasías con Max; como que él volvía y lo subía sobre la mesa
y..., Max le decía que estaba arrepentido y se duchaban juntos y...,
el pequeño le decía que se había portado mal y Zero le castigaba
haciéndole....-
El mayor miró a su uke que miraba por la ventana embelesado con a
saber qué, le encantaba como brillaban aquellos grandes y profundos
ojos azules, la caída de sus párpados dándole un aire muy
femenino, sus largas pestañas que tenían las puntas ligeramente
rubias... Zero seguía fijándose en cada facción del menor, que no
se percataba de nada. Su nariz perfecta y respingona, sus mejillas un
poco rosadas y con un cutis envidiable, sus labios. Oh, sus labios.
Zero podía describirlos a la perfección. Carnosos,
suaves, blandos, húmedos, expertos, sensuales, atrevidos, perfectos.
A Zero le gustaba mucho todas sus sonrisas, las amables, las pícaras,
las sexuales, una específica que él tenía cada vez que se metían
entre las sábanas y le hacía eso que Zero tanto estaba esperando y
que tanto le gustaba.... Zero estaba empezando a sentirse un poco
sofocado, y cuando quiso apartar su mirada del menor este giró la
cabeza y se le quedó mirando.
-Si vas a estar mirándome así todo el rato se me van a acabar las
caras de posar.
-¿C-Caras de posar? ¡Y-Yo no te estaba mirando! -desvió la mirada
cruzando los brazos.
-Sí, son las que pongo cuando sé que alguien me está observando.
-sonrió Max.
-Bueno sí... Es que hace mucho que no te veía tan de cerca y...
Zero no pudo acabar la frase, porque Max agachó su rostro sobre el
del peliblanco y besó sus labios dulcemente. El mayor solo supo
callarse y cerrar los ojos esperando que durara aquel momento toda la
vida. Max se separó y le sonrió de nuevo, esa sonrisa que Zero ama.
Este se levantó del regazo de Max y apoyándose en la pared bajo la
ventana cogió a Max y lo rodeo con las piernas y los brazos. Max se
dejó abrazar y se agarró al pecho de su ahora de nuevo seme.
Pasaron puede que incluso horas desde que Zero se había levantado
para abrazarlo cuando este besó al menor en la boca esta vez con
algo más de pasión. Se notaba el ansia y las ganas de Zero en cada
célula de su cuerpo, y Max podía notarlo, podía sentir la energía
de Zero y las hormonas revolucionándose, pero como el peliblanco le
estaba metiendo la mano debajo de la camiseta dejó de sentir nada
para notar un vuelco en el estómago. No había querido decir nada
acerca de cuanto echaba de menos a Zero en su cama porque para él
sería rebajarse, pero lo echaba MUCHÍSIMO de menos. Sus besos
apasionados, sus caricias, su lengua, su... Lo estaba notando debajo
del pantalón de Zero. Duro y puede que incluso más grande que
antes, o al menos así lo notaba Max, y eso con los pantalones y los
bóxers de por medio. No pararon de besarse hasta que el mayor lo
hizo pidiendo aire.
-No sabes lo que te he echado de menos. -dijo Zero.
-Y yo... -le respondió Max en tono de súplica.
Cuando Zero se disponía a llevar aquello algo más lejos la puerta
de la habitación de Max se abrió de par en par y alguien encendió
la luz. La joven pareja quedó cegada por un momento y luego vieron
al extraño que entraba por la puerta.
-Hombre, si son mis gays favoritos. -dijo un chico apoyándose en el
marco de la puerta.
El muchacho tendría la misma edad que Zero. Llevaba unos vaqueros
gastados con un gran cinturón marrón sujetándolos en sus caderas
masculinas, con una camisa un poco abierta negra y unas botas de
rockero, el chico se atusó la larga melena negra. Sus ojos rasgados
azul marino miraron fijamente a Max y a Zero, que abrían los ojos
como platos.
-¡HIRO! -exclamó Max levantándose bruscamente.
-¿Tenía que decir eso de “gays favoritos”? ¿Era realmente
necesario? -murmuró Zero por lo bajo.
Max corrió a los brazos de Hiro y lo abrazó como si el mundo
estuviera apunto de acabar. Este le correspondió el abrazo
elevándolo unos centímetros del suelo y dando vueltas sobre sí
mismo con el castaño agarrado a su cuello sonriéndole sin parar.
-Te he echado de menos enano. -le dijo Hiro.
-¡Y yo Hiro!
-¿No tenías una misión? -preguntó Zero mientras Max seguía
pegado al moreno.
-Sí, pero antes he venido a hablarte sobre otra misión. -respondió
sin separarse de Max.
-¿Misión? -preguntó el menor extrañado separándose.
-Trabajo en la mafia con Zero desde hace unos años, pensé que lo
sabías ya. Alguien me chivó que estabais aquí los dos y pedí el
traslado.
-¿Q-Quieres decir que Zero es... mafioso? -preguntó de nuevo Max
anonadado.
-Max, te juro que te lo iba a explicar, estaba esperando el momento
oportuno y...
No terminó la frase de nuevo ya que Hiro se lo llevaba tirándole de
la camiseta y arrastrándolo fuera de la habitación.
-Me llevo un momentico a tu novio para hablar de negocios, en seguida
te lo devuelvo. -dijo saliendo con Zero de la habitación y dejando
la puerta entre abierta.
-¡Suéltame maldito! -oyó Max que Zero maldecía al otro lado de la
puerta ya a medio cerrar.
Se desplomó en el suelo de espaldas a la puerta y se quedó en
estado de shock. Su novio era mafioso. ¿Desde cuando sería mafioso?
¿Le había estado mintiendo todos estos años o se hizo mafioso
cuando le dejó? Max tenía muchas preguntas y ninguna le era
respondida, seguía sentando sobre la alfombra y mirando al limbo.
Alguien entraba sigilosamente en la habitación.
-¡GROOOOOAAAAAAAAAAAAAAR! -gritó alguien alzando las manos a
espaldas de Max.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-exclamó Max asustado.
Todo se quedó en el más absoluto silencio y Max volvió a quedarse
de piedra. ¿Qué pasaba con ese día que todos venían a darle una
sorpresa? Su primo Ryuichi, al cual no veía desde que se fugó de casa
allá por el 2006, le miraba divertido sentado a su lado en la
alfombra. Tenía el pelo largo, le caía un poco por los hombros.
Pelirrojo y muy fino, con el flequillo hacia el lado dejando ver sus
castañas cejas muy finas. Su cara, femenina como la de Max, era muy
parecido a él, como un Max japonés con los ojos castaños. Las
mismas pestañas, la misma caída de párpados, los mismos labios...
Quizás los de Ryuichi más finos y pálidos que los carnosos y
sonrosados labios de Max, pero bonitos igualmente. Era más alto que
él y más musculoso, no mucho, pero la diferencia estaba ahí.
Llevaba aretes en las orejas, contó al menos tres en una oreja y dos
en la otra junto con una bolita en el lóbulo. Iba vestido con unos
pantalones vaqueros con roturas, una camiseta rosa chicle con una
tira cómica de los años 80 y unas botas negras. Realmente parece
un cantante japonés, pensó Max.
-Hehehe, desde pequeño te asustas con eso, y mira que es tonto. -se
burló su primo sonriendo.
-¿Q-Qué haces aquí? ¿Tú eres el que ha avisado a Hiro de que
vivía aquí? -se precipitó a preguntar.
-Sí, yo lo avisé, te vi en televisión.
-¿Televisión? -preguntó extrañado, no recordaba haber salido en
televisión en su vida.
-Sí, cada vez que meten a alguien en alguna de estas casas le graban
la llegada y lo enseñan a todo el mundo, me explicaron que era para
que la gente supiese que allí vive gente normal y corriente.
-P-Pero... ¿Y tú qué? Tú eres famoso y te han dejado venir, ¿no?
-Sí, pero realmente no sé si me voy a quedar mucho tiempo, estoy de
gira, y mis representantes hablaron con la jefa de las casas CLOUD
para pedirles que me dejaran vivir aquí contigo.
-¿Has hecho todo eso solo para estar conmigo?
-Sí.... Te he echado mucho de menos primo...
-Y yo a ti primito. -dijo Max apunto de llorar.
Max se abalanzó sobre su primo y lo abrazó con fuerza, mientras
este le abrazaba por la cintura sonrojándose ligeramente.
-¡Has crecido un montón! -dijo Ryuichi feliz mientras cogía a su
primo por las manos.
-Hahaha, pues anda que tú, menudos músculos has sacado. -contestó
apretando el bíceps del pelirrojo.
Mientras tanto, al otro lado de la puerta, dos hombres hablaban
apoyados en la pared con aire desinteresado.
-Entonces has vuelto con Max, ¿no? Joder tío, que casualidad que el
chico del que me hablabas que te dejó era el mismo chico con el que
estaba viviendo, que cosas tiene la vida...
-Sí... Supongo que si te hubiera dicho su nombre o te lo hubiera
descrito, a lo mejor habría vuelto antes con él....
-Claro... Igualmente, me alegro mucho mucho por vosotros. -dijo con
una sonrisa de oreja a oreja.
-Pues imagínate yo... Has interrumpido una posible... noche
romántica.
-Sí vamos, que ibais a follar. Lo siento tío. -le dijo Hiro con
aire solemne dándole una palmadita en el hombro.
-Bueno, ya total... Hay muchos días.
-¡Dí que sí!
El silencio reinó por unos instantes y Zero cayó en la cuenta.
-¿¡Para qué leches me has sacado de la habitación!? ¡Quería
contarle a Max lo de mi trabajo, como se enfade conmigo porque no me
has dejado explicárselo a tiempo te mato! Y encima está a solas con
su primo Ryuichi...
-¿Lo conoces?
-No, pero Max me habló de él y me enseñó fotos suyas. No me cayó
muy bien, no sé... Tiene algo que me da mala espina...
-Pues yo lo veo super majo... A lo mejor dices eso porque está
coladísimo por Max pero...
-¿¡QUÉ!? ¡LO VES! ¡¡LO SABÍA!! Joder que cabrón, que es su
primo por dios... -dijo exasperado Zero.
-Tío cálmate...
-Ah sí, me dijiste que me ibas a hablar de una misión. -dijo de
pronto el peliblanco cambiando de tema.
-¿Eh?... B-Bueno sí... Verás... -titubeó Hiro.
-¿Sí?
-Era solo una distracción para dejar a Ryuichi a solas con Max...
-dijo Hiro excusándose.
-¿QUÉ!
-Él me informó de que Max y tú estabais aquí y me pareció que
debía recompensárselo... aunque fuera de esa manera...
-¡MAX! -gritó Zero abriendo la puerta de la habitación de su
novio.
Se encontró una escena que no le gustó bastante. Max estaba tendido
sobre el suelo con la camiseta por encima de la cabeza tapándole el
rostro, su primo Ryuichi estaba encima suyo haciéndole lo que
parecían cosquillas para Max pero que para Zero era un sobeteo
extremo de su pareja.
-¡Para, para! ¡Cosquillas no por favor! -suplicaba Max agitando los
brazos y piernas en el aire.
-¡Noooo! -dijo Ryuichi sentado sobre Max cogiéndolo por las
muñecas.
Zero se quedó pasmado mirándolos con odio, sobre todo a Ryuichi,
al parecer su novio no se percataba de
hasta qué punto su primo le estaba metiendo mano. Al igual que su
madre, Max portaba el velo de la ignorancia en lo que a su primo
Ryuichi se refería.
Zero separó a Ryuichi enfadado y le colocó la camiseta a Max,
después lo levantó del suelo y dirigió otra mirada asesina al
pelirrojo.
-¿Qué pasa Zero? -preguntó extrañado Max.
-Necesito hablar contigo, a solas. -dijo recalcando las últimas
palabras mientras miraba a Hiro y Ryuichi.
Ambos salieron de la habitación mientras el pelirrojo farfullaba
obscenidades en japonés por lo bajini.
-Max yo... Te juro que te lo iba a contar.
-¿Y cuando pensabas hacerlo, cuando lleváramos cinco años saliendo
o en mi lecho de muerte? -preguntó algo molesto.
-Déjame que te explique y luego te enfadas si quieres... (No te
enfades por favor). -le suplicó.
-De acuerdo, empieza... -contestó no muy contento y se sentó en la
cama junto a su novio.
-Cuando yo era joven mi padre se gastaba todo el dinero en casinos y
tenía grandes deudas, yo decidí sacar algo de dinero haciendo
trabajos de camarero y repartidor, pero él siempre me quitaba el
dinero. Más tarde me enteré de que tenía tratos con la mafia
japonesa, hacía contrabandos y cosas por el estilo. Después, la
noche que... bueno, la noche que maté a mi padre -hizo una breve
pausa porque tenía la boca seca- los mafiosos vinieron a saldar una
deuda que tenían con él, pero al encontrarme a mí junto al cadáver
dieron por supuesto que el que tenía que pagar la deuda era yo, así
que huí y viví en calle un par de semanas. Más tarde me
encontraron, ya imposible escapar y me llevaron a su jefe. El
jefe de la mafia japonesa me dijo que había que tener valor para
matar a alguien y más cuando es tu padre, parecía que le había
sorprendido para bien, y así era porque me dio trabajo en su mafia.
No me negué porque tenía que saldarles la deuda de alguna manera,
como tampoco tenía nada mejor que hacer, lo acepté y trabajé con
ellos bastante tiempo. Cuando llevaba un mes aproximadamente, el jefe
metió a su sobrino y me dio instrucciones para que le enseñase el
tedio y todo lo relacionado, pero su sobrino era un criajo que lo
único que le importaba era imponerse y creerse superior. En una
misión con otra mafia, un intercambio, me la lió. Salió mal y
tuvimos que huir escondiéndonos detrás de unos contenedores,
entonces, él me dijo que saldríamos cuando contase tres en una
dirección y que debíamos correr todo lo que pudiéramos. Me confié
y nada más salir de detrás de los contenedores el muy cabrón se quedó detrás, mirándome con aire
triunfal y después salió corriendo con el maletín cargado de billetes por el otro lado. Yo tuve que huir, había fallado a la mafia y allí no te consienten ni un descuido sin partirte algún hueso después, así que huí a Tokyo. No tenía mucho dinero, busqué trabajo por todas partes, pero la mafia me encontró de nuevo. Cuando pensé que me iban a matar, alguien los mató a casi todos a disparos y los que sobrevivieron huyeron de la escena asustados. Me salvó otra mafia que al parecer iba detrás de la mafia japonesa desde hacía mucho tiempo, y gracias a mí habían conseguido que salieran de Osaka.
Me dieron un puesto de trabajo en su mafia italojaponesa y una casa.
-Ah, ¡qué la casa encima no estaba alquilada? -exclamó Max
enfadado.
-Claro que estaba alquilada, pero a la mafia...
Max calló y le dejó seguir con la historia mafiosa de su querido
amante.
-Llevaba apenas cinco días en Tokyo y ya tenía casa y trabajo, pero
aún así no me encontraba bien de ánimos, así
que una mañana aproveché para dar un paseo y pensar. Robé una
bicicleta y me fui al parque.
-Sí, y pensaste, que aburrido estoy, voy a tirar a ese chiquillo al
lago... -murmuró Max.
-Que tonto eres. -dijo abrazándolo- Iba muy absorto en mis
pensamientos, soñaba con un trabajo normal y puede que incluso una
pareja (aunque por aquel entonces no sabía si era gay o no). Y
entonces nos caímos y te vi, tan mono, tan mojado, con esta cara de
ángel que tienes -dijo cogiendo el rostro de Max- y me enamoré.
Max se sonrojó y prefirió librarse de las manos de Zero y mirar a
otro lado. Este sonrió al ver el gesto del menor.
-Te dije que trabajaba en una oficina porque de hecho, en esta mafia,
hago casi siempre papeleos y cosas varias, ya no voy a saldar deudas
de nadie ni cosas parecidas, soy más bien un hombre de negocios...
Algo turbios, pero negocios.
-¿Por qué me mentiste? ¿Pensaste que te iba a dejar si me decías
que eras mafioso?
-En parte sí, pero mi mayor preocupación era tu seguridad. Yo no
quería, ni quiero, que te metas en ese mundillo y menos por mi
culpa. Allí todo es sucio y corrupto, y tú eres muy inocente Max...
O por lo menos lo eras con 13 años. Sabía de gente de mi trabajo
que había cometido errores y sus familiares lo habían pagado caro y
por nada del mundo dejaría que nadie te tocara Max..
-Pero si acabas de decir que hacías trabajo de oficina.
-Sí, pero que yo sepa en ninguna mafia te pasan ningún error por
alto.
-Y...Ahora... ¿Sigues en...?
-Sí, cuando me enteré que estabas aquí pedí el traslado, ahora
estoy en una especie de mafia italoespañola o algo por el estilo...
El caso es que sigo haciendo básicamente lo mismo, solo que aquí contigo.
-¿No hay nada más que me hayas ocultado? Si es así, este es el
momento Zero.
-N-No que yo sepa... -titubeó pensando en una cosilla que debería
decirle y prefirió guardarse.
Max abrazó a Zero e insistió en que no le importaba, que lo
importante era que se lo había contado y que lo quería, le daba
igual su trabajo. Después, Max le habló de su trabajo en la SIA y
en todo el follón que había causado. Zero parecía molesto cuando
Max le contó que se había acostado un par de veces con Koichi, pero
intentó que no se le notara (aunque Max se dio cuenta, por
supuesto).
Cuando ambos se habían sincerado y parecían a gusto con su nueva
relación sin mentiras, Zero se volvió a acercar a Max tanto como
antes de que Hiro les interrumpiera.
-Max, no sabes lo que te he echado de menos por las noches. -dijo sin
tapujos.
-Y yo Zero...
Max notaba que la sangre se le arremolinaba en las mejillas porque
las notaba arder. Zero se acercó aún más al menor y sin previo
aviso se abalanzó sobre su cuello y comenzó a besarlo, morderlo y
lamerlo. Max soltaba débiles gemidos mientras se abrazaba a la ancha
espalda de su novio. Cuando Zero ya notaba que no podría aguantar
mucho más, alguien volvió a abrir la puerta de par en par.
-¿Habéis acabado ya de hablar? -preguntó Ryuichi con las maletas
en la mano.
Zero lo miró con una profunda mirada que destilaba odio y Max
intentó arreglarse la ropa.
-¿Dónde vas con esas maletas? -preguntó Zero rudamente.
-¿Tú qué crees? Me han asignado esta habitación. -contestó
fríamente.
-¿¡QUÉ!? -exclamo el peliblanco.
-Que bien, hacía años que no dormía con mi primo. -dijo Max
sonriendo.
En ese momento llegó corriendo Sakura.
-¿Ryuichi? Hay un coche de la casa CLOUD en la puerta, dicen que
traen tu cama para instalarla aquí. Me han dicho que bajes un
momento.
-Voy. -dejó sus maletas y bajó apresuradamente las escaleras.
Sakura les saludó con la mano a la pareja y se fue pasando por la habitación de al lado, en la que parecía haber revuelo. La pareja se acercó a la
habitación de Koichi, donde Hiro estaba dejando sus cosas en un
armario.
-¡Pero si aquí no hay espacio! ¡Yo quería compartir habitación
con Max y nunca me han dejado! ¿Por qué ahora... ?
-¿Querías dormir conmigo Koichi? -preguntó Max con sensualidad
apoyándose en el marco de la puerta.
-Diría que sí, pero ese armario empotrado que tienes detrás me
está mirando con cara de pocos amigos... -dijo y siguió haciéndole
sitio a Hiro en el armario.
Zero refunfuñó y apoyó su mentón en el hombro de Max, rodeándolo
por la barriga.
-Esta habitación es grande Koichi, eres muy tiquismiquis. -le dijo
Hiro que estaba haciendo su cama.
-Ya, pero...
-Lo siento tío, si quieres cambiamos, yo me voy a dormir con Zero.
-¿¡QUÉ!? Una mierda, conmigo no duerme nadie que no sea Max.
Max sonrió y le dijo algo al oído, haciendo que una sonrisa
perversa surcara el rostro del mayor.
-Pues te aguantas Koichi... Yo me iría de buena gana a dormir con
alguna chica, pero ya me dijeron que los chicos tenemos que estar en
la primera planta... Si me han asignado esta habitación por algo
será.
-Sí, porque si me pasa algo a mí, estás más cerca. -dijo Max
sacando la lengua.
-Oye, ¿y por qué te tiene que salvar este estando yo? -replicó
Zero ofendido.
-Porque Hiro siempre llega en el momento adecuado, es un don que
tiene.
El moreno se limitó a sonreír ante el comentario de Max y terminó
de hacer la cama. Los dos chicos morenos acabaron de ordenar el
armario y la pareja se despidió. Zero le dio las buenas noches a Max y le prometió que en cuanto tuvieran un hueco, le haría gritar
como cuando vivían juntos. Max se sonrojó y le pegó levemente en
el pecho, después le dio un beso y se fue a su habitación.
Zero, tumbado en su cama, pasó casi una hora mirando al techo
embobado, lo único que veía era la cara de su querido Max
sonriéndole.
Fotohistoria aquí
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miércoles, 12 de septiembre de 2012
49 | 3/8/10 – Granada, España. Nublado por primera vez.
Había pasado una semana desde que Max anunció que se iba y todo el
mundo estaba triste. Como si el tiempo se hubiera puesto de acuerdo,
las nubes reinaron toda la península, oscureciendo un posible
precioso día de agosto. Un chico castaño hacía su maleta. Metía
ropa, un peluche que le había regalado Lillium, un coche de juguete
que le había regalado Sophie (algo muy extraño en ella), fotos con
las chicas.... Resopló y cerró la maleta con un fuerte estruendo.
-¿Por qué todo me pasa a mí? -se preguntó Max.
La casa CLOUD te deja salir si es por un motivo de peso. Max se había
reunido cuatro días atrás con la jefa de la casa, quien nadie había
visto nunca. Se reunieron en el ático, donde nadie los pudieran ver.
Habían dado orden de desalojar la casa dos horas para que KUMO y Max
hablasen tranquilos...
Max subió las escaleras hasta el ático a las 7 en punto, hora a la
que había quedado con la misteriosa jefa que nunca dejaba ver su
rostro. Abrió la puerta y vio a cuatro guardaespaldas haciendo un
círculo cerrado alrededor de una chica sentada en un trono. Ese era
el sillón en el que Shinku se sentaba cuando quería estar sola. La
chica se aclaró la voz y al segundo los guardaespaldas se situaron a
su espalda, eran como cuatro armarios empotrados.
La chica no tendría más de 15 años. Era de
constitución normal, con una piel clara, unos grandes ojos castaños
y una melena corta (más corta que la de Max) rubia platino con
mechas rosas. Lucía ropas extravagantes, parece un ídol coreano,
pensó Max. La chica se levantó y apunto con un dedo a un sillón
frente al suyo, invitando al chico a sentarse. Él asintió y se
recostó en el sillón de cuero marrón. La chica se volvió a
sentar.
-Bien, demos comienzo a la reunión.
Max la miraba expectante.
-Me has comunicado que quieres abandonar la casa CLOUD de Granada.
-Así es. -contestó Max sin vacilar.
-Motivos.
-¿M-Motivos?
-Verás, por si no te has dado cuenta, en esta casa reunimos a gente
única, gente que necesita un hogar, y por supuesto que tiene
secretos y vidas peligrosas, comprenderás que no te podemos dejar
salir así por las buenas.
-Tengo motivos para irme.
-Dímelos.
-Verás, has acogido en esta casa a Zero, mi exnovio, que me está
haciendo la vida imposible, y yo no puedo convivir con él en la
misma casa. -adoptó un tono más serio de lo normal.
-Lo sé, ¿por qué si no iba a dejar que viviera aquí? Pues porque
es tu exnovio.
-¿Me estás diciendo que todo estaba planeado? -preguntó haciendo
amago de levantarse.
-Sí.
-¡Y lo dice tan pancha!
-Cálmate. Verás, si hay algo que me guste, son las parejas
homosexuales, son mi debilidad. Zero y tú encajáis muy bien y lo
dejasteis por una tontería, creí oportuno volveros a juntar.
-¿Qué te crees que somos? ¿Marionetas? -su enfado iba en aumento.
-Zero accedió de buena gana.
-Vale, manipúlalo a él, pero de mí olvídate.
-No estoy manipulando a nadie. ¿Sabes? Tú y yo tenemos muchas cosas
en común, de hecho, para mí, es como verme en un espejo.
-Pues yo no creo eso para nada.
-Eso es porque no me conoces, si la conversación hubiera sido al
revés estoy completamente segura de que tú habrías contestado lo
mismo.
Max se quedó callado, realmente era muy similar a él... Algo más
extraña pero...
-Aún así quiero que me des permiso para irme. Si lo que te preocupa
es que vaya contando por ahí como son las instalaciones o la gente
que vive aquí, no te preocupes, no tengo la más mínima intención
de revelar información.
-Entonces todo hablado, puedes partir cuando quieras.
-¿E-En serio? -preguntó atónito.
-Por supuesto, no queremos tener a nadie retenido, si tú eres feliz
fuera, ahí tienes la puerta. Fírmame antes esto y puedes irte. -le
extendió una hoja y un bolígrafo negro.
-Ajam...
Max leyó bien el documento. Al parecer le pedían exactamente lo que
él le había dicho: guardar silencio. Max firmó y le dio el papel a
la extraña muchacha. Se despidió y la chica junto con los escoltas
salieron de la casa.
El chico castaño aguardó un poco más en el ático. Se acercó a la
ventana y miró el jardín. La chica junto con los guardaespaldas se
metían en un ferrari negro donde un chófer los esperaba. El coche
se perdió en el horizonte y Max se quedó allí pensando...
Cogió la maleta y puso una mano en el pomo de la puerta.
-En fin, intentaré olvidar todo este tiempo aquí... (Por mucho que
me cueste)... -abrió la puerta y comenzó a salir. -Ahora empezar
por cuarta vez, qué coñazo...
No pudo acabar la frase porque alguien lo había cogido por detrás
tapándole la boca y sujetándole firmemente. Mientras intentaba
soltarse con todas sus fuerzas, otra persona le pasó un pañuelo por
los ojos cegándolo completamente. Se lo anudó bruscamente a la
cabeza y le quitaron la maleta de las manos. Max sabía que esa tarde
la casa estaba sola, pero no creía que fuera alguien capaz de
colarse en la enorme mansión. ¿Y si alguien lo había logrado?
pensó Max.
Sabía que eran dos hombres porque lo sujetaban con muchísima fuerza
y lo empujaban por el pasillo. La orientación de Max era nula, por
lo que, aunque lo estaban metiendo en la habitación de Zero, se
sentía completamente desorientado, no sabía donde estaba ni a donde
lo llevaban.
Lo sentaron en una cama y le ataron las manos por la espalda con unas
cuerdas. Lo empujaron a la cama y lo dejaron allí vendado y atado de
manos. Un hombre se sentó a su lado.
-¿¡Dónde me habéis traído!? ¿Qué queréis de mí?
-Solo vamos a jugar contigo un rato. -dijo la voz distorsionada
tocándole el muslo.
-¡No me toques! O si no...
-O si no ¿qué? ¿Vendrá tu novio? ¿Tus amigos? Aquí no hay nadie
que pueda ayudarte. Solo queremos que te lo pases bien un rato.
-contestó.
Max se puso a la defensiva y consiguió ponerse de rodillas en la
cama.
-¡Vendrán, vendrán y me encontrarán!
Max sintió como una pistola presionaba levemente su sien.
-Si no nos haces caso, te mataré.
-Há, pues mátame, vas listo si te piensas que tengo miedo de
morir...
-¿Por qué?
-Porque ya lo he perdido todo por mi orgullo. -dijo con deje de
temblor en la voz.
-¿Ah sí? ¿Y qué es eso tan importante que has perdido? -preguntó
la voz distorsionada.
-A Zero. -contestó con la cabeza gacha.
-¿Lo ves? -dijo una voz al fondo que le resultaba familiar.
-Vaaaya.... -la voz de su lado dejó de estar distorsionada.
Max levantó la cabeza mirando a su alrededor.
-Esas voces...
Alguien tiró bruscamente de la cinta que le cubría los ojos
dejándole ver todo a su alrededor. Estaba en una habitación sobre
una cama. A su lado había un chico alto y fuerte con una preciosa y
reluciente cabellera blanca, y al fondo, apoyado contra la pared, un
chico alto con el pelo negro cubriéndole ligeramente el rostro.
-¿Ves como no cuesta tanto decirlo, Max? -preguntó Koichi.
En ese momento, mientras Max se empezaba a poner como un tomate bien
rojo, Jessica entró por la puerta preguntando como había ido el
plan.
-Yo....
Zero se acercó a Max y se situó frente a él de rodillas, le desató
las manos y después lo abrazó.
-Max, eres lo más importante en mi vida, por favor, no me rechaces
otra vez...
-Pero Zero yo... Zero... ¿Estás llorando? -preguntó Max con los
ojos como platos mirando a Zero que se escondía en el hombro de Max.
-¡Pues sí! -confesó el peliblanco.
-Zero....
Max, totalmente conmovido por las lágrimas de Zero, lo abrazó como
si le fuera la vida en ello. Zero lo agarró más fuerte rodeándolo
con sus enormes brazos trabajados en el gimnasio. Max se dejó
abrazar.
-Te quiero. -le dijo Max.
-Yo también te quiero cariño. -le contestó Zero.
Max y Zero seguían abrazados mientras Koichi y Jessica les
observaban ya apunto de irse.
-Que bonito... -dijo Koichi al borde del llanto.
-Ahora es cuando se ponen a follar, ¿no? -dijo Jessica impaciente.
-No estropees el momento, ¡leches! -le regañó el moreno.
La pelirroja enfurruñó la cara y Koichi la echó de la habitación,
le guiñó un ojo a Max y después salió el también dejándolos
solos.
Diez minutos pasaron hasta que ambos dejaron de llorar y Max,
agotado, se quedó dormido sobre el pecho de Zero, como hacía dos
años atrás cada noche. El peliblanco acariciaba el pelo del menor
mientras lo miraba atentamente. Con el otro brazo rodaba la cintura
del castaño tocando con suavidad su espalda.
-Hacía tanto que no estábamos tan juntitos... -susurró Zero.
Max hizo una mueca y se acomodó más sin despertarse.
-Esta vez te lo contaré todo, no habrá secretos entre nosotros.
Y Zero se quedó dormido también.
Alguien los observaba por una rajita de la puerta. Dos figuras que se
movían y hablaban en voz baja. Un chico con una larga melena negra y
unos preciosos ojos azules, el otro era un poco más bajo y con una
melena hasta los hombros pelirroja, con unos ojos castaños y un
montón de piercings en las orejas.
-Mira, ahí tienes a tu querido Maxie; hacía mucho que no lo veía,
que grande está... -dijo el chico de la larga cabellera.
-Sí... Pero ese peliblanco solo es un obstáculo para mí.-le
contestó el pelirrojo.
Cerraron la puerta del todo y bajaron las escaleras para recoger su
equipaje.
domingo, 9 de septiembre de 2012
48 | 26/7/10 – Granada, España. Soleado de nuevo.
Un chico castaño y delgado escribía tranquilo en su escritorio.
Tenía a medias la poesía de la semana y llevaba un día de retraso,
así que se puso manos a la obra. Su mesa estaba llena a rebosar.
Papeles en blanco, papeles con letras tachadas y borrones, platos con
pasteles, cestas con galletas, una tableta de chocolate a la mitad y
mordisqueada...
Buscaba las palabras adecuadas, pero todo le quedaba triste... O
triste o como un intento de asesinato. Se rascaba la cabeza de vez en
cuando, intentando sacar una idea, una frase, una mísera palabra.
Mordía el lápiz y lo remordía.
-Solo olvídame. Tu presencia se clava como un puñal en mi
entristecida alma...
Alguien tocó su hombro de repente haciéndolo saltar como un resorte
de la silla.
-¡Aay, qué susto! -gritó dándose la vuelta en la silla y
tocándose el pecho.
-Perdona, no quería asustarte. -dijo Sakura preocupada.
-No pasa nada, tranquila. Bueno, ¿me buscabas para algo? -preguntó.
-Sí, ¿recuerdas que me dijiste que a ver cuando te daba clases de
gimnasia?
-Anda sí, es verdad, te lo dije hace ya un mes, ¿no?
-Pues venga, vente conmigo.
-¿A-Ahora? Estaba trabajando... -Sakura ya tiraba de su brazo
levantándolo de la silla.
-Sí, y vamos rápido, que te tengo que poner ropa de gimnasia.
-¿R-Ropa de gimnasia? No me gustan los chándal...
-No te voy a poner un chándal. -contestó con una risita.
Al cabo de media hora, Max se encontraba con Sakura en el salón, en
la alfombra. Habían apartado todos los puffs para tener espacio. A
Max le resultó extraño que hicieran gimnasia allí y no en el
gimnasio, pero no le puso pegas, ya que no había nadie allí y no
podría ser humillado. Sí, humillado. Sakura le había puesto una
camiseta de tirantes verde que dejaba ver su ombligo y unos leggins
negros apretados. Max intentaba bajar la camiseta, pero por más que
lo intentaba ésta no cedía.
-¿En serio tengo que ir así vestido?
-Claro. Está bien, empezaremos con posturas normales y luego
subiremos de nivel, ¿de acuerdo?
-V-vale...Pero no te pases que soy cinturón blanco. -tartamudeó Max
sentándose en el suelo junto a Sakura.
-Vamos a trabajar la flexibilidad, y luego podríamos hacer algo de
lucha.
Ella en cambio vestía más normal. Un top amarillo chillón que
dejaba ver su tripa y unos pantalones rojos de tela china. Estaban
practicando algunas posturas y Sakura le preguntó si sabía abrirse
mucho de piernas, ya que por la constitución de Max sería normal
que tuviera más flexibilidad que un hombre normal. Max le dijo que
sí sabía y ambos probaron a hacerlo a la vez. Max calentó un poco
primero ya que tenía los músculos agarrotados de pasarse el día en
la silla pensando en poesía.
Cuando lo consiguió, y Sakura lo miraba orgullosa, entraron Koichi y
Zero en el salón por la puerta.
-Sí y entonces...
Koichi iba contando lo que sin duda sería algo interesante si no
tuvieran ante sus ojos algo MUCHO más interesante que cualquier
historia que el moreno pudiera contar. Se callaron al segundo y se
quedaron mirando embelesados.
-¡Hola chicos! Que, ¿os unís? -preguntó Sakura desde el fondo.
-No tranquila, nos sentaremos aquí sin molestar.... -contestó
Koichi arrastrando a Zero a un sofá alejado pero frente a la
alfombra, desde allí tenían preciosas vistas.
Se dejaron caer en el sofá mientras seguían mirando sin parar, como
si pestañear estuviera prohibido y penalizado con cárcel.
-Yo creo que me voy, me estoy poniendo malo... Como lo siga mirando
así se me van a salir los ojos... -anunció Zero haciendo amago de
levantarse.
-No digas tonterías... A mí me gustan los dos... Es peor. -contestó
agarrando el brazo de Zero sin dejar de mirar a Max y Sakura.
-¿Te apetece hacer una lucha? ¿Sabes pelear?
-Claro, guapa, he estado en la SIA, ¿vale?
-Hahaha, claro, será divertido.
Sakura comenzó con una patada alta que Max paró sin moverse. Tiró
del talón de Sakura que había agarrado y ella dio una vuelta en el
aire cayendo de rodillas al suelo. La ojiverde se lanzó al ojiazul
sin miramientos y lo cogió por las piernas haciendo que cayera al
suelo, donde se soltó de la atadura de la chica y le hizo una llave
cogiéndola por el cuello.
-Está Max más mono con esa ropa... Reparte hostias como panes, ¿eh?
-Sí, pero Sakura es excelente en artes marciales... Y no se queda
atrás, ¿has visto que pantalones más apretaditos lleva?
Alguien se había sentado entre los dos aprovechando la confusión de
sus mentes con el espectáculo.
-¡Solo les falta el barro! -gritó Jessica alzando los brazos.
-¡Coño, la loca pervertida! -dijo asombrado Zero.
-Eres una pervertida Jess....
Jessica cogió a ambos chicos por el cuello de las camisetas y los
miró con un profundo odio.
-Como me volváis a llamar pervertida en ese tono os juro que os hago
castrati.
-E-Es una chica muy maja, ¿no Koichi? -dijo Zero asustado mirando a
su amigo.
-P-Por supuesto... E-Es una bellísima persona... -contestó Koichi
devolviéndole la mirada.
Jessica los soltó para ver el final de la pelea entre Sakura y Max.
Habían parado y estaban el uno frente al otro mirándose, de
rodillas en el suelo y respirando aceleradamente. De repente, y sin
previo aviso, Max se desplomó. Sakura se acercó con prisa y lo puso
boca arriba.
-N-Necesito... dulces....
Fue lo único que logró decir. Sakura entre risitas lo levantó del
suelo y lo llevó a su habitación. Después, ella salió y bajó las
escaleras para reunirse con Koichi. Ambos salieron por la puerta y se
fueron. Zero, que se había quedado a solas con Jessica prefirió
subir y hablar con Max, no le gustaba quedarse a solas con ella.
Abrió lentamente la puerta y vio que Max estaba sentado en su silla,
comiendo dulces y ojeando una revista. Nada más verlo, la cerró y
miró a Zero sorprendido. El peliblanco entró en la estancia y cerró
la puerta.
-Max, tenemos que hablar, por favor escúchame. -suplicó de nuevo.
-Bueno, empieza.
Max volvió a abrir la revista y se reclinó en la silla, haciendo
como si no lo escuchara. Zero, asombrado por el hecho de que Max le
hubiera dejado hablar y no lo echara, hinchó el pecho y comenzó a
explicarse.
-Max... Yo siempre te he querido y siempre te querré, y lo sé desde
el momento que choqué contigo con mi bici y caímos al lago...
-Ajam... Me tiraste las galletas... -dijo molesto.
-Después te compré muchísimas... Max, tienes que entenderme, yo no
te dije esas cosas en serio, las dije a lo loco, venía cansado de
trabajar y tú me venías con lo mismo... ¿Cómo te sentirías si la
persona a la que has amado desde un primer momento creyese que le
pones los cuernos porque te vas con un amigo de viaje de negocios?
-Pues sería un sentimiento normal en mí, ya que tú siempre has
sido un celoso de aúpa.
-¡Ya lo sé, ya sé que soy un inútil y que no me merezco tu amor,
pero me gustaría que por lo menos fuéramos amigos! -gritó Zero
cerrando fuertemente los ojos.
-Ah, ¿solo quieres amistad? -preguntó incrédulo- ¿Dónde has
metido al Zero que yo conocí, el que si quería algo lo conseguía y
no tenía miedo de nada? -volvió a preguntar dejando ya a un lado la
revista.
-Está aquí Max, pero sí tengo miedo de algo, de perderte de nuevo,
me he pasado los últimos dos años buscándote sin descanso,
deprimido, bebiendo... ¿Es que todo eso no significa nada para ti?
¿Tan congelado tienes el corazón? -confesó dolido.
Se hizo un absoluto silencio. Max se levantó de la silla dejando
caer la revista.
-¡YO ESTUVE VIVIENDO EN LA CALLE, EN UN PUÑETERO CALLEJÓN,
DROGÁNDOME, SOBREVIVIENDO SIN DINERO NI ESPERANZA! ¡ABANDONÉ TODA
MI VIDA Y TODAS MIS COSAS! ¡DESPUÉS MI MADRE MURIÓ Y TUVE QUE
VOLVER A LONDRES DONDE MI PADRE ME LLEVÓ A JUICIO! ¡¡Y TODO ESTO
CON 16 PUÑETEROS AÑOS, ASÍ QUE NO ME VENGAS CON QUE SUFRISTE
PORQUE NO TIENES NI IDEA DE LO QUE ES EL SUFRIMIENTO! -explotó Max.
Después de la declaración, Max de desplomó de rodillas en el
suelo, tapándose el rostro con las manos mientras el suelo se
llenaba de sus lágrimas.
-Yo solo quería olvidar y empezar una nueva vida... -dijo entre
sollozos.
-Pero Max... Yo te quiero... -le dijo Zero arrodillándose a su lado.
-Pues yo estoy intentando olvidarte y no quererte, y que estés aquí
no me ayuda nada... No te puedo echar porque tampoco es mi casa, así
que...
-Max...
-Me volveré a Inglaterra. -anunció alzando el rostro.
-¡NO! ¡MAX, NO TE PUEDES IR! Si te vas... ¡Si te vas te seguiré y
volverás a verme!
-Zero por favor, déjame en paz... -le pidió el castaño apartándolo
con una mano.
-Es que no ves que no puedo, no puedo vivir sin ti, sin abrazarte
Max, sin tenerte a mi lado, sin... besarte.
Dicho eso último se acercó peligrosamente a Max, que en el acto se
puso del mismo color que un tomate.
-¿Se puede saber que hacéis ahí los dos solos? -gritó Jessica
abriendo la puerta de par en par.
-¡NADA! -respondió Max levantándose con la cara aún roja.
-Ya... Está hecha la cena, ya podéis bajar.
-S-Sí... -contestó Zero levantándose con la cara roja también.
Jessica dejó la puerta abierta y bajó las escaleras. Max miró a
Zero con una ceja arqueada y los labios muy tensos, Zero podría
haberlos besado aún en ese estado. Se dio la vuelta y bajó también
las escaleras, dejando a Zero solo.
Jessica, Hikari, Megumi, Koichi, Sophie, Lillium, Shinku, Max y Zero
cenaban en la misma mesa. Ichigo estaba aún trabajando y Sakura
seguía entrenando. Comían animadamente, Lillium hablaba sin parar
con Sophie que no parecía prestarle la más mínima atención, más
bien miraba a Shinku todo el rato, sin decir nada, con su típica
cara de pocas pulgas (que se parecía a la de Shinku). Shinku por su
parte comía en silencio. Megumi, Hikari y Jessica discutían sobre
estudios y sobre moda. Koichi y Zero comían en silencio a ambos
lados de Max, que se sentía algo incómodo al estar entre ellos dos.
El peliblanco no paraba de mirar de reojo a Max, pero la mayoría de
veces Max le pillaba, arqueaba una ceja y volvía furioso a su
comida. Al terminar la cena, Max creyó oportuno anunciar que se
iría.
-Chicas, creo que esta va a ser mi última cena aquí, mañana mismo
cogeré un avión a Londres.
-¿¡QUÉ!? -gritaron todas mirándolo atónitas.
-Sí, creo que han habido algunas... diferencias que hacen imposible
la convivencia, así que me iré mañana, cuanto antes mejor.
-concluyó limpiándose la boca con una servilleta, se levantó de la
mesa y cogió su plato.
Nada más levantarse las chicas comenzaron a discutir sobre la
partida de Max, mientras Zero se levantaba también con su plato y
seguía a Max a la cocina.
-¡Max! Max, por favor, esto es algo precipitado, ¿no crees?
-preguntó Zero dejando el plato en el lavavajillas.
-No, y déjame en paz.
A Max no le dio tiempo para decir nada más, ya que Zero lo había
acorralado con sus brazos y su cuerpo contra la encimera. Se acercaba
mucho a su cara y Max intentaba esquivarlo, pero el peliblanco ya le
había cogido con fuerza por la barbilla. Sus labios se fundieron una
vez más después de dos años. Max sabía igual, a dulces y a
infancia, ahora a esto último menos. Zero seguía sabiendo a tabaco
y alcohol, aunque con un toque dulce. Zero sujetaba a Max por la nuca
y lo besaba con ansia pero con una dulzura y delicadeza que solo Max
conocía. Lo cogía suavemente por la cintura y echaba su cabeza
hacia atrás para que abriera más la boca. Max mientras tanto tenía
una batalla interior. Quería besarlo, pero no quería, deseaba estar
con él y a la vez pegarle tal paliza que no se volviera a levantar
nunca. Zero metía su lengua en la boca del menor y jugaba, se
divertía, se sentía vivo de nuevo, aquella sensación de calor que
le invadía el cuerpo entero, ese cosquilleo en el estómago... Cosas
que solo Max sabía hacerle sentir. Koichi les miraba desde fuera.
Max se separó de Zero y lo miró con la cara enfurruñada.
-Déjame.
-Pues no has hecho mucho por separarte.
Koichi se fue de allí dejando su plato en la mesa junto al de
Jessica, enfadado, y subió a su habitación.
-Q-Qué me dejes ya de una vez Zero, eres muy pesado...
Max se apartó y salió de la cocina agachando la cabeza para que no
se viera que su rostro estaba descompuesto y rojo. Subió corriendo
las escaleras y él también se metió en su cuarto. Se tocó los
labios con dos dedos, hacía años que Zero no le besaba y estaba más
confuso que nunca.
Zero por su lado, salió al jardín a fumar. Miraba el cielo y se
sentía satisfecho, la cara de Max había sido como victoria para él.
El humo subía por el cielo estrellado. Max, asomado a su ventana,
miraba atentamente a Zero sin que éste se diera cuenta. Koichi escrutaba el exterior desde su ventana, Max mirando a
Zero, suspirando por él.... Se fue a su cama y se metió enfadado
entre las sábanas.
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