Había pasado una semana desde que Max anunció que se iba y todo el
mundo estaba triste. Como si el tiempo se hubiera puesto de acuerdo,
las nubes reinaron toda la península, oscureciendo un posible
precioso día de agosto. Un chico castaño hacía su maleta. Metía
ropa, un peluche que le había regalado Lillium, un coche de juguete
que le había regalado Sophie (algo muy extraño en ella), fotos con
las chicas.... Resopló y cerró la maleta con un fuerte estruendo.
-¿Por qué todo me pasa a mí? -se preguntó Max.
La casa CLOUD te deja salir si es por un motivo de peso. Max se había
reunido cuatro días atrás con la jefa de la casa, quien nadie había
visto nunca. Se reunieron en el ático, donde nadie los pudieran ver.
Habían dado orden de desalojar la casa dos horas para que KUMO y Max
hablasen tranquilos...
Max subió las escaleras hasta el ático a las 7 en punto, hora a la
que había quedado con la misteriosa jefa que nunca dejaba ver su
rostro. Abrió la puerta y vio a cuatro guardaespaldas haciendo un
círculo cerrado alrededor de una chica sentada en un trono. Ese era
el sillón en el que Shinku se sentaba cuando quería estar sola. La
chica se aclaró la voz y al segundo los guardaespaldas se situaron a
su espalda, eran como cuatro armarios empotrados.
La chica no tendría más de 15 años. Era de
constitución normal, con una piel clara, unos grandes ojos castaños
y una melena corta (más corta que la de Max) rubia platino con
mechas rosas. Lucía ropas extravagantes, parece un ídol coreano,
pensó Max. La chica se levantó y apunto con un dedo a un sillón
frente al suyo, invitando al chico a sentarse. Él asintió y se
recostó en el sillón de cuero marrón. La chica se volvió a
sentar.
-Bien, demos comienzo a la reunión.
Max la miraba expectante.
-Me has comunicado que quieres abandonar la casa CLOUD de Granada.
-Así es. -contestó Max sin vacilar.
-Motivos.
-¿M-Motivos?
-Verás, por si no te has dado cuenta, en esta casa reunimos a gente
única, gente que necesita un hogar, y por supuesto que tiene
secretos y vidas peligrosas, comprenderás que no te podemos dejar
salir así por las buenas.
-Tengo motivos para irme.
-Dímelos.
-Verás, has acogido en esta casa a Zero, mi exnovio, que me está
haciendo la vida imposible, y yo no puedo convivir con él en la
misma casa. -adoptó un tono más serio de lo normal.
-Lo sé, ¿por qué si no iba a dejar que viviera aquí? Pues porque
es tu exnovio.
-¿Me estás diciendo que todo estaba planeado? -preguntó haciendo
amago de levantarse.
-Sí.
-¡Y lo dice tan pancha!
-Cálmate. Verás, si hay algo que me guste, son las parejas
homosexuales, son mi debilidad. Zero y tú encajáis muy bien y lo
dejasteis por una tontería, creí oportuno volveros a juntar.
-¿Qué te crees que somos? ¿Marionetas? -su enfado iba en aumento.
-Zero accedió de buena gana.
-Vale, manipúlalo a él, pero de mí olvídate.
-No estoy manipulando a nadie. ¿Sabes? Tú y yo tenemos muchas cosas
en común, de hecho, para mí, es como verme en un espejo.
-Pues yo no creo eso para nada.
-Eso es porque no me conoces, si la conversación hubiera sido al
revés estoy completamente segura de que tú habrías contestado lo
mismo.
Max se quedó callado, realmente era muy similar a él... Algo más
extraña pero...
-Aún así quiero que me des permiso para irme. Si lo que te preocupa
es que vaya contando por ahí como son las instalaciones o la gente
que vive aquí, no te preocupes, no tengo la más mínima intención
de revelar información.
-Entonces todo hablado, puedes partir cuando quieras.
-¿E-En serio? -preguntó atónito.
-Por supuesto, no queremos tener a nadie retenido, si tú eres feliz
fuera, ahí tienes la puerta. Fírmame antes esto y puedes irte. -le
extendió una hoja y un bolígrafo negro.
-Ajam...
Max leyó bien el documento. Al parecer le pedían exactamente lo que
él le había dicho: guardar silencio. Max firmó y le dio el papel a
la extraña muchacha. Se despidió y la chica junto con los escoltas
salieron de la casa.
El chico castaño aguardó un poco más en el ático. Se acercó a la
ventana y miró el jardín. La chica junto con los guardaespaldas se
metían en un ferrari negro donde un chófer los esperaba. El coche
se perdió en el horizonte y Max se quedó allí pensando...
Cogió la maleta y puso una mano en el pomo de la puerta.
-En fin, intentaré olvidar todo este tiempo aquí... (Por mucho que
me cueste)... -abrió la puerta y comenzó a salir. -Ahora empezar
por cuarta vez, qué coñazo...
No pudo acabar la frase porque alguien lo había cogido por detrás
tapándole la boca y sujetándole firmemente. Mientras intentaba
soltarse con todas sus fuerzas, otra persona le pasó un pañuelo por
los ojos cegándolo completamente. Se lo anudó bruscamente a la
cabeza y le quitaron la maleta de las manos. Max sabía que esa tarde
la casa estaba sola, pero no creía que fuera alguien capaz de
colarse en la enorme mansión. ¿Y si alguien lo había logrado?
pensó Max.
Sabía que eran dos hombres porque lo sujetaban con muchísima fuerza
y lo empujaban por el pasillo. La orientación de Max era nula, por
lo que, aunque lo estaban metiendo en la habitación de Zero, se
sentía completamente desorientado, no sabía donde estaba ni a donde
lo llevaban.
Lo sentaron en una cama y le ataron las manos por la espalda con unas
cuerdas. Lo empujaron a la cama y lo dejaron allí vendado y atado de
manos. Un hombre se sentó a su lado.
-¿¡Dónde me habéis traído!? ¿Qué queréis de mí?
-Solo vamos a jugar contigo un rato. -dijo la voz distorsionada
tocándole el muslo.
-¡No me toques! O si no...
-O si no ¿qué? ¿Vendrá tu novio? ¿Tus amigos? Aquí no hay nadie
que pueda ayudarte. Solo queremos que te lo pases bien un rato.
-contestó.
Max se puso a la defensiva y consiguió ponerse de rodillas en la
cama.
-¡Vendrán, vendrán y me encontrarán!
Max sintió como una pistola presionaba levemente su sien.
-Si no nos haces caso, te mataré.
-Há, pues mátame, vas listo si te piensas que tengo miedo de
morir...
-¿Por qué?
-Porque ya lo he perdido todo por mi orgullo. -dijo con deje de
temblor en la voz.
-¿Ah sí? ¿Y qué es eso tan importante que has perdido? -preguntó
la voz distorsionada.
-A Zero. -contestó con la cabeza gacha.
-¿Lo ves? -dijo una voz al fondo que le resultaba familiar.
-Vaaaya.... -la voz de su lado dejó de estar distorsionada.
Max levantó la cabeza mirando a su alrededor.
-Esas voces...
Alguien tiró bruscamente de la cinta que le cubría los ojos
dejándole ver todo a su alrededor. Estaba en una habitación sobre
una cama. A su lado había un chico alto y fuerte con una preciosa y
reluciente cabellera blanca, y al fondo, apoyado contra la pared, un
chico alto con el pelo negro cubriéndole ligeramente el rostro.
-¿Ves como no cuesta tanto decirlo, Max? -preguntó Koichi.
En ese momento, mientras Max se empezaba a poner como un tomate bien
rojo, Jessica entró por la puerta preguntando como había ido el
plan.
-Yo....
Zero se acercó a Max y se situó frente a él de rodillas, le desató
las manos y después lo abrazó.
-Max, eres lo más importante en mi vida, por favor, no me rechaces
otra vez...
-Pero Zero yo... Zero... ¿Estás llorando? -preguntó Max con los
ojos como platos mirando a Zero que se escondía en el hombro de Max.
-¡Pues sí! -confesó el peliblanco.
-Zero....
Max, totalmente conmovido por las lágrimas de Zero, lo abrazó como
si le fuera la vida en ello. Zero lo agarró más fuerte rodeándolo
con sus enormes brazos trabajados en el gimnasio. Max se dejó
abrazar.
-Te quiero. -le dijo Max.
-Yo también te quiero cariño. -le contestó Zero.
Max y Zero seguían abrazados mientras Koichi y Jessica les
observaban ya apunto de irse.
-Que bonito... -dijo Koichi al borde del llanto.
-Ahora es cuando se ponen a follar, ¿no? -dijo Jessica impaciente.
-No estropees el momento, ¡leches! -le regañó el moreno.
La pelirroja enfurruñó la cara y Koichi la echó de la habitación,
le guiñó un ojo a Max y después salió el también dejándolos
solos.
Diez minutos pasaron hasta que ambos dejaron de llorar y Max,
agotado, se quedó dormido sobre el pecho de Zero, como hacía dos
años atrás cada noche. El peliblanco acariciaba el pelo del menor
mientras lo miraba atentamente. Con el otro brazo rodaba la cintura
del castaño tocando con suavidad su espalda.
-Hacía tanto que no estábamos tan juntitos... -susurró Zero.
Max hizo una mueca y se acomodó más sin despertarse.
-Esta vez te lo contaré todo, no habrá secretos entre nosotros.
Y Zero se quedó dormido también.
Alguien los observaba por una rajita de la puerta. Dos figuras que se
movían y hablaban en voz baja. Un chico con una larga melena negra y
unos preciosos ojos azules, el otro era un poco más bajo y con una
melena hasta los hombros pelirroja, con unos ojos castaños y un
montón de piercings en las orejas.
-Mira, ahí tienes a tu querido Maxie; hacía mucho que no lo veía,
que grande está... -dijo el chico de la larga cabellera.
-Sí... Pero ese peliblanco solo es un obstáculo para mí.-le
contestó el pelirrojo.
Cerraron la puerta del todo y bajaron las escaleras para recoger su
equipaje.
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