sábado, 1 de septiembre de 2012

42 | 10/6/10 – Granada, España. Soleado con nubes.

(Tiene contenido Lemon.)





Una mañana sin incidentes reseñables, como cualquier otra. Max dormía en uno de los sofás del salón con una manta fina por encima (se la había puesto Koichi).
Una niñita de unos 8 años y pelo corto azul, jugaba en una alfombra con cochecitos de juguete. Iba ataviada con un peto corto vaquero, una camiseta de flores y una torera roja encima. En su cabeza, como una guinda sobre el pastel, se cernía un lazo rojo atado en una coleta pequeña. La niña hacía ir y venir los coches sin decir nada, muy silenciosa.
Una chica de pelirroja melena y largo vestido rosa se agachó al lado de la niña.

-Hola Sophie, ¿a qué juegas? -preguntó amablemente.
-Eso a ti no te importa vieja pervertida. -contestó fría y amargamente la niña.
-¿¡CÓMO!? ¡¡VEN AQUÍ NIÑA DEL DEMONIO!! -exclamó Jessica cogiendo violentamente a la niña por el peto.
Los gritos habían despertado a Max que se incorporaba levemente del sofá. Por la puerta entró una chica de mediana estatura, con dos largos tirabuzones rubios recogidos en sendas coletas. Sus profundos y fríos ojos azules miraron a Jessica con una mezcla de asco e indiferencia.
-Aparta. -dijo Shinku desde la puerta.
-T-Tú no estabas de viaje en...
Jessica fue interrumpida. Shinku, como una exhalación apareció a su lado con Sophie en sus brazos. Max se había quedado de piedra. La chica había desaparecido de la puerta y había aparecido unos metros delante con la niña en sus manos.
-Si no sabes tratar con niños, no te acerques a ellos. -sentenció la rubia.
Jessica solo la miró con odio y resentimiento mientras pensaba lo buena que estaba la ojiazul. Shinku, que se había dado la vuelta aún con Sophie encima, dijo a espaldas de Jessica:
-Deja de mirarme con lujuria cuando crees que no me doy cuenta.
La chica de los tirabuzones y Sophie se fueron escaleras arriba mientras Jessica, aún enfadada salió por la puerta.

Max estaba impresionado, Shinku había leído la mente de Jessica a distancia. Max lo sabía perfectamente porque desde hace algunos años había desarrollado esa “habilidad”. Cuando miraba a alguien a los ojos o simplemente lo tenía cerca, sabía qué quería en ese momento, o sus pensamientos más fuertes. Solía llevarle cosas a Zero antes de que éste se las pidiera y cosas por el estilo. Jamás habría pensado que encontraría alguien como él, y menos aún con las pintas que tenía Shinku. Dejó ese pensamiento a un lado moviendo la cabeza y decidió subir a su habitación.

Al llegar a la puerta de la habitación de Koichi se la encontró medio abierta. Con curiosidad, miró por la rendija de la puerta y vio que el moreno dormía plácidamente en la cama.
Max aprovechó aquella ocasión y decidió rematar de una vez por todas el plan absurdo de su empresa. Abrió la puerta y entró en la habitación sigilosamente. Cerró detrás de él y echó el pestillo. No quería que nadie... lo interrumpiera. Se acercó al cuerpo durmiente de Koichi y se metió entre las sábanas de su cama. Koichi que estaba de espaldas a Max, murmuraba en voz baja mientras seguía soñando. El ojiazul se acercó a él y metió lentamente su mano debajo de la camiseta del ojiverde, mordiéndole suavemente la oreja.
-Hhmm.... No Sakura, ahora no tengo ganas... -dijo Koichi entre sueños.
-No soy Sakura... despierta.
Koichi comenzó a abrir los ojos lentamente hasta que notó la presencia de alguien, por el olor y el tacto de sus manos, Koichi supo perfectamente quien se había colado en su cama sin permiso.
-¿¡MAX!? -exclamó entre sorprendido y ruborizado.
Max hizo caso omiso de sus gritos, y situándose encima de Koichi, acercó sus labios a los del moreno y lo beso lentamente. Koichi, que no entendía absolutamente nada, se dejó besar por el chico que aparecía en sus pensamientos día sí y día también. Max bajaba sus labios y besaba el cuello de Koichi que gemía entrecortadamente. Las manos del castaño bajaron hasta la cintura de Koichi bajándole los pantalones con cuidado. Estaba dispuesto a ir hasta el final con o sin el consentimiento de Koichi.
-... ¡PARA!....¡NO ME TOQUES! -gritaba Koichi.
-No te hagas el estrecho, si sé que quieres que siga. -dijo Max con una socarrona sonrisa en sus labios.
-¡¡AAAAAAAAAAH!!
Sin previo aviso, sin ninguna señal, Max había introducido su miembro al completo en el culo de Koichi, que gritaba de dolor. Max, que no había hecho en muchas ocasiones de seme, se las ingenió bastante bien para abordar la misión que le habían propuesto meses atrás. Max embestía a Koichi con fuerza, que no paraba de pedirle que parara, pero que por otro lado no paraba a gemir y agarrarse con fuerza a las sábanas. Max continuaba sacando y metiendo su miembro en el interior del moreno mientras liberaba el miembro de su amigo y lo masajeaba con una mano libre.
Koichi no sabría describir el placer que sentía si alguien se lo preguntara, era totalmente nuevo, y aunque al principio sintió como si se rompiera en mil pedazos, el dolor amainó y ahora, a cada embestida del castaño sentía que podría correrse mil veces.

Jessica pegaba la oreja a la puerta de la habitación de Koichi.
-¿Qué griterío es este? ¿Por qué tanto gemido? ¡Qué poca decencia hay en esta casa! -decía Jessica separándose de la puerta.
-Habló, la reina de la indecencia.... -dijo Hikari por lo bajini, estaba en ropa interior y con una correa alrededor de su cuello. El extremo lo tenía Jessica en su mano derecha.
-Tú a callar, esclava.... Pero me gusta ese mote... “Jessica, la gran Reina de la Indecencia.”

Al cabo de unos minutos, Max, sentado en el filo de la cama de Koichi se arreglaba la camiseta.
-¿Por qué me has hecho... esto? -preguntó Koichi sin camiseta con las sábanas tapándole de cintura para abajo.
-Porque me lo estabas pidiendo a gritos. Sé que te gusto. -dijo Max con indiferencia levantándose.
-¿D-De dónde has sacado eso? -espetó Koichi, intentando disimular.
-De tus miradas, de tu manera de hablarme, de tu respiración acelerada cuando me acerco tanto como ahora... -contestó Max, cogiendo a Koichi por el mentón y acercando su cara a la suya- Te dije que soy bipolar. Soy amable, adorable, simpático... después, cuando ya enamoro a alguien puedo desprenderme de esa faceta. Soy frío, inteligente y muy sexy, lo peor de todo, es que lo sabes.
Koichi prefirió no decir nada.
-Y ahora que te he enamorado, puedo ser quien soy de verdad -mintió- ante ti, delante de los demás sigo siendo el chico amable y simpático de siempre. -dijo sonriendo.
-Eres un falso... Eso no es bipolaridad, es maldad a secas....
-Me da igual. Bueno, me voy, tengo que trabajar. -sentenció separándose de Koichi y saliendo por la puerta.
-¿Por qué...? -se preguntaba Koichi en la soledad de su habitación- ¿Por qué a pesar de molestarme tanto que sea un falso me parece tan jodidamente sexy? No me puedo estar enamorando, esto no es... no es posible....


La noche cayó, y Koichi no bajó a cenar. Max seguía con su nuevo plan en marcha, pronto terminaría todo aquello y saldría de allí.... Aunque el chico se sentía querido en aquella casa, no quería irse aún, le gustaría quedarse para siempre... Comenzaba a sentir remordimientos, así que agitó su cabeza y siguió cenando.
Al terminar subió a su habitación y nada más entrar, echó el pestillo y cogió su móvil.
Marcó un número y esperó.

-Aquí MA120, IB100 misión completada.
-Así me gusta Max... Puedes continuar con el plan. -contestó una voz femenina.

Max colgó y se sentó en su cama. Sí, me siento mal.... pensó Max. Con aquel pensamiento en mente cerró los ojos y se quedó completamente dormido.




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