Una noche de miércoles de agosto. La ventana de la habitación de
Max estaba abierta de par en par dejando entrar la brisa veraniega
que mecía suavemente el fino cabello del chico castaño. Miraba por
la ventana sentado en el suelo sobre un cojín y acariciando la
cabellera blanca de su ahora nuevo novio. Zero, con los ojos
cerrados y como en un sueño, respiraba con delicadeza, lentamente,
con ritmo, sin consciencia. Se sentía como en una nube, estaba allí,
con Max otra vez, como si fuera una historia de hadas, todo era
perfecto. Solo había pasado un día y no se habían despegado el uno
del otro, como dos hermanos siameses. Zero disfrutaba abrazándolo
hasta sacarle el último gramo de aire de su cuerpecito. Max
disfrutaba con los largos silencios en los que solo se acariciaban,
no les hacía falta ninguna palabra, todo estaba perfecto
como estaba.
Claro que habían pensado en el tema sexual, Max desde que había
llegado Zero no había podido hacerlo ni una vez con nadie, no se
sentía capaz teniendo a su exnovio en la habitación de al lado. El
peliblanco por su parte, llevaba desde que lo dejaron sin mantener
ninguna relación con nadie. En su celibato había tenido muchísimas
fantasías con Max; como que él volvía y lo subía sobre la mesa
y..., Max le decía que estaba arrepentido y se duchaban juntos y...,
el pequeño le decía que se había portado mal y Zero le castigaba
haciéndole....-
El mayor miró a su uke que miraba por la ventana embelesado con a
saber qué, le encantaba como brillaban aquellos grandes y profundos
ojos azules, la caída de sus párpados dándole un aire muy
femenino, sus largas pestañas que tenían las puntas ligeramente
rubias... Zero seguía fijándose en cada facción del menor, que no
se percataba de nada. Su nariz perfecta y respingona, sus mejillas un
poco rosadas y con un cutis envidiable, sus labios. Oh, sus labios.
Zero podía describirlos a la perfección. Carnosos,
suaves, blandos, húmedos, expertos, sensuales, atrevidos, perfectos.
A Zero le gustaba mucho todas sus sonrisas, las amables, las pícaras,
las sexuales, una específica que él tenía cada vez que se metían
entre las sábanas y le hacía eso que Zero tanto estaba esperando y
que tanto le gustaba.... Zero estaba empezando a sentirse un poco
sofocado, y cuando quiso apartar su mirada del menor este giró la
cabeza y se le quedó mirando.
-Si vas a estar mirándome así todo el rato se me van a acabar las
caras de posar.
-¿C-Caras de posar? ¡Y-Yo no te estaba mirando! -desvió la mirada
cruzando los brazos.
-Sí, son las que pongo cuando sé que alguien me está observando.
-sonrió Max.
-Bueno sí... Es que hace mucho que no te veía tan de cerca y...
Zero no pudo acabar la frase, porque Max agachó su rostro sobre el
del peliblanco y besó sus labios dulcemente. El mayor solo supo
callarse y cerrar los ojos esperando que durara aquel momento toda la
vida. Max se separó y le sonrió de nuevo, esa sonrisa que Zero ama.
Este se levantó del regazo de Max y apoyándose en la pared bajo la
ventana cogió a Max y lo rodeo con las piernas y los brazos. Max se
dejó abrazar y se agarró al pecho de su ahora de nuevo seme.
Pasaron puede que incluso horas desde que Zero se había levantado
para abrazarlo cuando este besó al menor en la boca esta vez con
algo más de pasión. Se notaba el ansia y las ganas de Zero en cada
célula de su cuerpo, y Max podía notarlo, podía sentir la energía
de Zero y las hormonas revolucionándose, pero como el peliblanco le
estaba metiendo la mano debajo de la camiseta dejó de sentir nada
para notar un vuelco en el estómago. No había querido decir nada
acerca de cuanto echaba de menos a Zero en su cama porque para él
sería rebajarse, pero lo echaba MUCHÍSIMO de menos. Sus besos
apasionados, sus caricias, su lengua, su... Lo estaba notando debajo
del pantalón de Zero. Duro y puede que incluso más grande que
antes, o al menos así lo notaba Max, y eso con los pantalones y los
bóxers de por medio. No pararon de besarse hasta que el mayor lo
hizo pidiendo aire.
-No sabes lo que te he echado de menos. -dijo Zero.
-Y yo... -le respondió Max en tono de súplica.
Cuando Zero se disponía a llevar aquello algo más lejos la puerta
de la habitación de Max se abrió de par en par y alguien encendió
la luz. La joven pareja quedó cegada por un momento y luego vieron
al extraño que entraba por la puerta.
-Hombre, si son mis gays favoritos. -dijo un chico apoyándose en el
marco de la puerta.
El muchacho tendría la misma edad que Zero. Llevaba unos vaqueros
gastados con un gran cinturón marrón sujetándolos en sus caderas
masculinas, con una camisa un poco abierta negra y unas botas de
rockero, el chico se atusó la larga melena negra. Sus ojos rasgados
azul marino miraron fijamente a Max y a Zero, que abrían los ojos
como platos.
-¡HIRO! -exclamó Max levantándose bruscamente.
-¿Tenía que decir eso de “gays favoritos”? ¿Era realmente
necesario? -murmuró Zero por lo bajo.
Max corrió a los brazos de Hiro y lo abrazó como si el mundo
estuviera apunto de acabar. Este le correspondió el abrazo
elevándolo unos centímetros del suelo y dando vueltas sobre sí
mismo con el castaño agarrado a su cuello sonriéndole sin parar.
-Te he echado de menos enano. -le dijo Hiro.
-¡Y yo Hiro!
-¿No tenías una misión? -preguntó Zero mientras Max seguía
pegado al moreno.
-Sí, pero antes he venido a hablarte sobre otra misión. -respondió
sin separarse de Max.
-¿Misión? -preguntó el menor extrañado separándose.
-Trabajo en la mafia con Zero desde hace unos años, pensé que lo
sabías ya. Alguien me chivó que estabais aquí los dos y pedí el
traslado.
-¿Q-Quieres decir que Zero es... mafioso? -preguntó de nuevo Max
anonadado.
-Max, te juro que te lo iba a explicar, estaba esperando el momento
oportuno y...
No terminó la frase de nuevo ya que Hiro se lo llevaba tirándole de
la camiseta y arrastrándolo fuera de la habitación.
-Me llevo un momentico a tu novio para hablar de negocios, en seguida
te lo devuelvo. -dijo saliendo con Zero de la habitación y dejando
la puerta entre abierta.
-¡Suéltame maldito! -oyó Max que Zero maldecía al otro lado de la
puerta ya a medio cerrar.
Se desplomó en el suelo de espaldas a la puerta y se quedó en
estado de shock. Su novio era mafioso. ¿Desde cuando sería mafioso?
¿Le había estado mintiendo todos estos años o se hizo mafioso
cuando le dejó? Max tenía muchas preguntas y ninguna le era
respondida, seguía sentando sobre la alfombra y mirando al limbo.
Alguien entraba sigilosamente en la habitación.
-¡GROOOOOAAAAAAAAAAAAAAR! -gritó alguien alzando las manos a
espaldas de Max.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-exclamó Max asustado.
Todo se quedó en el más absoluto silencio y Max volvió a quedarse
de piedra. ¿Qué pasaba con ese día que todos venían a darle una
sorpresa? Su primo Ryuichi, al cual no veía desde que se fugó de casa
allá por el 2006, le miraba divertido sentado a su lado en la
alfombra. Tenía el pelo largo, le caía un poco por los hombros.
Pelirrojo y muy fino, con el flequillo hacia el lado dejando ver sus
castañas cejas muy finas. Su cara, femenina como la de Max, era muy
parecido a él, como un Max japonés con los ojos castaños. Las
mismas pestañas, la misma caída de párpados, los mismos labios...
Quizás los de Ryuichi más finos y pálidos que los carnosos y
sonrosados labios de Max, pero bonitos igualmente. Era más alto que
él y más musculoso, no mucho, pero la diferencia estaba ahí.
Llevaba aretes en las orejas, contó al menos tres en una oreja y dos
en la otra junto con una bolita en el lóbulo. Iba vestido con unos
pantalones vaqueros con roturas, una camiseta rosa chicle con una
tira cómica de los años 80 y unas botas negras. Realmente parece
un cantante japonés, pensó Max.
-Hehehe, desde pequeño te asustas con eso, y mira que es tonto. -se
burló su primo sonriendo.
-¿Q-Qué haces aquí? ¿Tú eres el que ha avisado a Hiro de que
vivía aquí? -se precipitó a preguntar.
-Sí, yo lo avisé, te vi en televisión.
-¿Televisión? -preguntó extrañado, no recordaba haber salido en
televisión en su vida.
-Sí, cada vez que meten a alguien en alguna de estas casas le graban
la llegada y lo enseñan a todo el mundo, me explicaron que era para
que la gente supiese que allí vive gente normal y corriente.
-P-Pero... ¿Y tú qué? Tú eres famoso y te han dejado venir, ¿no?
-Sí, pero realmente no sé si me voy a quedar mucho tiempo, estoy de
gira, y mis representantes hablaron con la jefa de las casas CLOUD
para pedirles que me dejaran vivir aquí contigo.
-¿Has hecho todo eso solo para estar conmigo?
-Sí.... Te he echado mucho de menos primo...
-Y yo a ti primito. -dijo Max apunto de llorar.
Max se abalanzó sobre su primo y lo abrazó con fuerza, mientras
este le abrazaba por la cintura sonrojándose ligeramente.
-¡Has crecido un montón! -dijo Ryuichi feliz mientras cogía a su
primo por las manos.
-Hahaha, pues anda que tú, menudos músculos has sacado. -contestó
apretando el bíceps del pelirrojo.
Mientras tanto, al otro lado de la puerta, dos hombres hablaban
apoyados en la pared con aire desinteresado.
-Entonces has vuelto con Max, ¿no? Joder tío, que casualidad que el
chico del que me hablabas que te dejó era el mismo chico con el que
estaba viviendo, que cosas tiene la vida...
-Sí... Supongo que si te hubiera dicho su nombre o te lo hubiera
descrito, a lo mejor habría vuelto antes con él....
-Claro... Igualmente, me alegro mucho mucho por vosotros. -dijo con
una sonrisa de oreja a oreja.
-Pues imagínate yo... Has interrumpido una posible... noche
romántica.
-Sí vamos, que ibais a follar. Lo siento tío. -le dijo Hiro con
aire solemne dándole una palmadita en el hombro.
-Bueno, ya total... Hay muchos días.
-¡Dí que sí!
El silencio reinó por unos instantes y Zero cayó en la cuenta.
-¿¡Para qué leches me has sacado de la habitación!? ¡Quería
contarle a Max lo de mi trabajo, como se enfade conmigo porque no me
has dejado explicárselo a tiempo te mato! Y encima está a solas con
su primo Ryuichi...
-¿Lo conoces?
-No, pero Max me habló de él y me enseñó fotos suyas. No me cayó
muy bien, no sé... Tiene algo que me da mala espina...
-Pues yo lo veo super majo... A lo mejor dices eso porque está
coladísimo por Max pero...
-¿¡QUÉ!? ¡LO VES! ¡¡LO SABÍA!! Joder que cabrón, que es su
primo por dios... -dijo exasperado Zero.
-Tío cálmate...
-Ah sí, me dijiste que me ibas a hablar de una misión. -dijo de
pronto el peliblanco cambiando de tema.
-¿Eh?... B-Bueno sí... Verás... -titubeó Hiro.
-¿Sí?
-Era solo una distracción para dejar a Ryuichi a solas con Max...
-dijo Hiro excusándose.
-¿QUÉ!
-Él me informó de que Max y tú estabais aquí y me pareció que
debía recompensárselo... aunque fuera de esa manera...
-¡MAX! -gritó Zero abriendo la puerta de la habitación de su
novio.
Se encontró una escena que no le gustó bastante. Max estaba tendido
sobre el suelo con la camiseta por encima de la cabeza tapándole el
rostro, su primo Ryuichi estaba encima suyo haciéndole lo que
parecían cosquillas para Max pero que para Zero era un sobeteo
extremo de su pareja.
-¡Para, para! ¡Cosquillas no por favor! -suplicaba Max agitando los
brazos y piernas en el aire.
-¡Noooo! -dijo Ryuichi sentado sobre Max cogiéndolo por las
muñecas.
Zero se quedó pasmado mirándolos con odio, sobre todo a Ryuichi,
al parecer su novio no se percataba de
hasta qué punto su primo le estaba metiendo mano. Al igual que su
madre, Max portaba el velo de la ignorancia en lo que a su primo
Ryuichi se refería.
Zero separó a Ryuichi enfadado y le colocó la camiseta a Max,
después lo levantó del suelo y dirigió otra mirada asesina al
pelirrojo.
-¿Qué pasa Zero? -preguntó extrañado Max.
-Necesito hablar contigo, a solas. -dijo recalcando las últimas
palabras mientras miraba a Hiro y Ryuichi.
Ambos salieron de la habitación mientras el pelirrojo farfullaba
obscenidades en japonés por lo bajini.
-Max yo... Te juro que te lo iba a contar.
-¿Y cuando pensabas hacerlo, cuando lleváramos cinco años saliendo
o en mi lecho de muerte? -preguntó algo molesto.
-Déjame que te explique y luego te enfadas si quieres... (No te
enfades por favor). -le suplicó.
-De acuerdo, empieza... -contestó no muy contento y se sentó en la
cama junto a su novio.
-Cuando yo era joven mi padre se gastaba todo el dinero en casinos y
tenía grandes deudas, yo decidí sacar algo de dinero haciendo
trabajos de camarero y repartidor, pero él siempre me quitaba el
dinero. Más tarde me enteré de que tenía tratos con la mafia
japonesa, hacía contrabandos y cosas por el estilo. Después, la
noche que... bueno, la noche que maté a mi padre -hizo una breve
pausa porque tenía la boca seca- los mafiosos vinieron a saldar una
deuda que tenían con él, pero al encontrarme a mí junto al cadáver
dieron por supuesto que el que tenía que pagar la deuda era yo, así
que huí y viví en calle un par de semanas. Más tarde me
encontraron, ya imposible escapar y me llevaron a su jefe. El
jefe de la mafia japonesa me dijo que había que tener valor para
matar a alguien y más cuando es tu padre, parecía que le había
sorprendido para bien, y así era porque me dio trabajo en su mafia.
No me negué porque tenía que saldarles la deuda de alguna manera,
como tampoco tenía nada mejor que hacer, lo acepté y trabajé con
ellos bastante tiempo. Cuando llevaba un mes aproximadamente, el jefe
metió a su sobrino y me dio instrucciones para que le enseñase el
tedio y todo lo relacionado, pero su sobrino era un criajo que lo
único que le importaba era imponerse y creerse superior. En una
misión con otra mafia, un intercambio, me la lió. Salió mal y
tuvimos que huir escondiéndonos detrás de unos contenedores,
entonces, él me dijo que saldríamos cuando contase tres en una
dirección y que debíamos correr todo lo que pudiéramos. Me confié
y nada más salir de detrás de los contenedores el muy cabrón se quedó detrás, mirándome con aire
triunfal y después salió corriendo con el maletín cargado de billetes por el otro lado. Yo tuve que huir, había fallado a la mafia y allí no te consienten ni un descuido sin partirte algún hueso después, así que huí a Tokyo. No tenía mucho dinero, busqué trabajo por todas partes, pero la mafia me encontró de nuevo. Cuando pensé que me iban a matar, alguien los mató a casi todos a disparos y los que sobrevivieron huyeron de la escena asustados. Me salvó otra mafia que al parecer iba detrás de la mafia japonesa desde hacía mucho tiempo, y gracias a mí habían conseguido que salieran de Osaka.
Me dieron un puesto de trabajo en su mafia italojaponesa y una casa.
-Ah, ¡qué la casa encima no estaba alquilada? -exclamó Max
enfadado.
-Claro que estaba alquilada, pero a la mafia...
Max calló y le dejó seguir con la historia mafiosa de su querido
amante.
-Llevaba apenas cinco días en Tokyo y ya tenía casa y trabajo, pero
aún así no me encontraba bien de ánimos, así
que una mañana aproveché para dar un paseo y pensar. Robé una
bicicleta y me fui al parque.
-Sí, y pensaste, que aburrido estoy, voy a tirar a ese chiquillo al
lago... -murmuró Max.
-Que tonto eres. -dijo abrazándolo- Iba muy absorto en mis
pensamientos, soñaba con un trabajo normal y puede que incluso una
pareja (aunque por aquel entonces no sabía si era gay o no). Y
entonces nos caímos y te vi, tan mono, tan mojado, con esta cara de
ángel que tienes -dijo cogiendo el rostro de Max- y me enamoré.
Max se sonrojó y prefirió librarse de las manos de Zero y mirar a
otro lado. Este sonrió al ver el gesto del menor.
-Te dije que trabajaba en una oficina porque de hecho, en esta mafia,
hago casi siempre papeleos y cosas varias, ya no voy a saldar deudas
de nadie ni cosas parecidas, soy más bien un hombre de negocios...
Algo turbios, pero negocios.
-¿Por qué me mentiste? ¿Pensaste que te iba a dejar si me decías
que eras mafioso?
-En parte sí, pero mi mayor preocupación era tu seguridad. Yo no
quería, ni quiero, que te metas en ese mundillo y menos por mi
culpa. Allí todo es sucio y corrupto, y tú eres muy inocente Max...
O por lo menos lo eras con 13 años. Sabía de gente de mi trabajo
que había cometido errores y sus familiares lo habían pagado caro y
por nada del mundo dejaría que nadie te tocara Max..
-Pero si acabas de decir que hacías trabajo de oficina.
-Sí, pero que yo sepa en ninguna mafia te pasan ningún error por
alto.
-Y...Ahora... ¿Sigues en...?
-Sí, cuando me enteré que estabas aquí pedí el traslado, ahora
estoy en una especie de mafia italoespañola o algo por el estilo...
El caso es que sigo haciendo básicamente lo mismo, solo que aquí contigo.
-¿No hay nada más que me hayas ocultado? Si es así, este es el
momento Zero.
-N-No que yo sepa... -titubeó pensando en una cosilla que debería
decirle y prefirió guardarse.
Max abrazó a Zero e insistió en que no le importaba, que lo
importante era que se lo había contado y que lo quería, le daba
igual su trabajo. Después, Max le habló de su trabajo en la SIA y
en todo el follón que había causado. Zero parecía molesto cuando
Max le contó que se había acostado un par de veces con Koichi, pero
intentó que no se le notara (aunque Max se dio cuenta, por
supuesto).
Cuando ambos se habían sincerado y parecían a gusto con su nueva
relación sin mentiras, Zero se volvió a acercar a Max tanto como
antes de que Hiro les interrumpiera.
-Max, no sabes lo que te he echado de menos por las noches. -dijo sin
tapujos.
-Y yo Zero...
Max notaba que la sangre se le arremolinaba en las mejillas porque
las notaba arder. Zero se acercó aún más al menor y sin previo
aviso se abalanzó sobre su cuello y comenzó a besarlo, morderlo y
lamerlo. Max soltaba débiles gemidos mientras se abrazaba a la ancha
espalda de su novio. Cuando Zero ya notaba que no podría aguantar
mucho más, alguien volvió a abrir la puerta de par en par.
-¿Habéis acabado ya de hablar? -preguntó Ryuichi con las maletas
en la mano.
Zero lo miró con una profunda mirada que destilaba odio y Max
intentó arreglarse la ropa.
-¿Dónde vas con esas maletas? -preguntó Zero rudamente.
-¿Tú qué crees? Me han asignado esta habitación. -contestó
fríamente.
-¿¡QUÉ!? -exclamo el peliblanco.
-Que bien, hacía años que no dormía con mi primo. -dijo Max
sonriendo.
En ese momento llegó corriendo Sakura.
-¿Ryuichi? Hay un coche de la casa CLOUD en la puerta, dicen que
traen tu cama para instalarla aquí. Me han dicho que bajes un
momento.
-Voy. -dejó sus maletas y bajó apresuradamente las escaleras.
Sakura les saludó con la mano a la pareja y se fue pasando por la habitación de al lado, en la que parecía haber revuelo. La pareja se acercó a la
habitación de Koichi, donde Hiro estaba dejando sus cosas en un
armario.
-¡Pero si aquí no hay espacio! ¡Yo quería compartir habitación
con Max y nunca me han dejado! ¿Por qué ahora... ?
-¿Querías dormir conmigo Koichi? -preguntó Max con sensualidad
apoyándose en el marco de la puerta.
-Diría que sí, pero ese armario empotrado que tienes detrás me
está mirando con cara de pocos amigos... -dijo y siguió haciéndole
sitio a Hiro en el armario.
Zero refunfuñó y apoyó su mentón en el hombro de Max, rodeándolo
por la barriga.
-Esta habitación es grande Koichi, eres muy tiquismiquis. -le dijo
Hiro que estaba haciendo su cama.
-Ya, pero...
-Lo siento tío, si quieres cambiamos, yo me voy a dormir con Zero.
-¿¡QUÉ!? Una mierda, conmigo no duerme nadie que no sea Max.
Max sonrió y le dijo algo al oído, haciendo que una sonrisa
perversa surcara el rostro del mayor.
-Pues te aguantas Koichi... Yo me iría de buena gana a dormir con
alguna chica, pero ya me dijeron que los chicos tenemos que estar en
la primera planta... Si me han asignado esta habitación por algo
será.
-Sí, porque si me pasa algo a mí, estás más cerca. -dijo Max
sacando la lengua.
-Oye, ¿y por qué te tiene que salvar este estando yo? -replicó
Zero ofendido.
-Porque Hiro siempre llega en el momento adecuado, es un don que
tiene.
El moreno se limitó a sonreír ante el comentario de Max y terminó
de hacer la cama. Los dos chicos morenos acabaron de ordenar el
armario y la pareja se despidió. Zero le dio las buenas noches a Max y le prometió que en cuanto tuvieran un hueco, le haría gritar
como cuando vivían juntos. Max se sonrojó y le pegó levemente en
el pecho, después le dio un beso y se fue a su habitación.
Zero, tumbado en su cama, pasó casi una hora mirando al techo
embobado, lo único que veía era la cara de su querido Max
sonriéndole.
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