Los días pasaban y a lo tonto, Max llevaba en aquella gran casa dos
meses. Era confortable, la gente amable, la comida exquisita (Solía
cocinar Sakura o Hikari) y se sentía protegido, como dentro de una
fortaleza inescrutable. El tiempo pasaba a una velocidad de vértigo
y las dudas y sospechas que nublaban la mente de Koichi se iban
disipando como la niebla de Londres. Ambos eran grandes amigos, dos
meses hacían milagros si se invertía bien el tiempo, y Max sabía
de sobra como manejarlo a su antojo.
Una tarde de principios de junio, Max yacía en su cama tapado con
una manta. A pesar del calor mediterráneo, Max sentía su cuerpo muy
frío y débil. Estaba enfermo. Como de costumbre. Un catarro
veraniego, bastante estúpido, pensaba Max. Koichi, sentado a
su lado charlaba con él.
-Estás ardiendo... -decía el moreno tocando la frente de Max-
¿Necesitas algo? Un vaso de agua, una pastilla...
-No te preocupes tanto por mí Koichi, no necesito nada, gracias. -le
respondió el castaño sonriendo.
-Es normal que me preocupe, eres mi amigo...
-¿Sabes? Tú eres mi primer amigo de verdad. -mintió Max
incorporándose.
-Pero si tu eres muy simpático y...
-Eso es lo que aparento, dentro de poco te darás cuenta de que no
soy así de adorable. -le interrumpió Max sacando la lengua al final
de la frase.
-No te eches tantos faroles. -le ordenó Koichi entre risas.
-Hahaha, ¡pero es cierto! Ya lo verás... En realidad es algo más
importante... Verás, soy bipolar. -confesó Max estirando la manta
con una mano.
-Bueno, cuando pase, me avisas. -dijo Koichi guiñando un ojo- Estas
temblando.
-N-No, estoy bien... -contestó Max desviando la mirada.
-¿Tienes frío?
-N-No... -contestó Max.
-Anda, ven... -dijo Koichi rodeando a Max con sus brazos.
-Oh, que blandito y calentito... cof, cof...
-T-Tampoco es para tanto... -contestó Koichi ruborizado.
Max comenzó a hacerse el dormido, como hacía otras veces para
escuchar lo que Koichi decía en voz alta.
-Qué mono está dormido...
No hay comentarios:
Publicar un comentario