viernes, 28 de agosto de 2015

100 | 19/2/12 – Granada, España. Precioso día despejado.



El gran día. Después de la “cálida” conversación de Zero y Max en el porche el día anterior, éste último lo abordó en un pasillo por la noche, haciendo que Zero casi muriese de un infarto, para quedar al día siguiente.

-Mañana a las 3, que se habrán ido todos. -dijo Max guiñando un ojo.

Y ya era el gran esperado día. Max confiaba en que pudiesen arreglarlo y vivieran como antes, los dos juntos. Quería estar con Zero, lo tenía decidido. No había conocido a nadie que fuera tan cariñoso y leal como él. Y jamás lo conocería.

-Hhmm.... uhgg...

Estaba despertándose cuando un dolor en el pecho le asaltó. Se sentía como si se estuviera ahogando. Mientras se sujetaba sudoroso la camiseta del pijama comenzó a pensar, a buscar en su memoria si había tomado las pastillas. Era obvio que no, pues el dolor iba a más y se estaba juntando con un mareo y dolor de cabeza insoportable.

-No... No... Hoy no... Tengo que... Hablar con Zero... -dijo justo antes de desplomarse en el suelo encima de la alfombra.


-Bueno chicos, ¿nos vamos? -preguntó Sakura que estaba coordinando a todo el mundo para irse de excursión.

Prácticamente todo el mundo, incluso Shinku, se iban de excursión al campo, y Sakura, que era una experta en esas cosas se ofreció para dirigir a la gente. Scarlett estaba controlando a los más pequeños, que estaban ilusionados con la idea de pasar un día al aire libre. Parecía que salía todo el mundo a excepción de dos hombres de pelo claro que conversaban en uno de los sofás.

-Joder tío... ¿Tu ex novia? -preguntó el peliblanco.
-Si tío, se va a venir a vivir aquí al parecer, lo está intentando todo... Lo que me faltaba, tener a ese putón verbenero cerca...
-Hombre, no será para tanto...
-Tú no la conoces, está buena no, lo siguiente. Pero es un putón como la copa de un pino. Y calienta pollas encima... Después de todo lo que ha pasado con Haruka lo último que quiero es tener cerca a otra ex... -dijo el rubio, apenado agachando la cabeza.
-Pobre Kevincito.
-¿Kevincito? -preguntó burlón subiendo la cabeza.
-Tú siempre me llamas Zerito. -contestó molesto.
-Sí, porque queda mejor que Kevincito... Desde luego poner motes no es lo tuyo. -dijo riendo.

Zero, pasando del mafioso le dedicó una mirada de asco y cruzó las piernas y los brazos. Estaba impaciente, eran las 14:50 y no sabía nada de Max. También era cierto que habían quedado en 10 minutos, pero Zero tenía ya un mal presentimiento, nunca salían las cosas bien cuando querían.

-¿Y tu amor? ¿Se está retrasando? -preguntó gracioso el rubio.
-Sí... Supongo que quiere llegar más tarde para hacerse el interesante... Lo conozco demasiado bien.
-O tú has llegado demasiado pronto porque estás desesperado.
-También, pero... ¡Oye! ¡Qué yo no estoy desesperado! -exclamó Zero descruzando brazos y piernas.
-Si es normal, llevas más de medio año a pan y agua... Hombre imagino que tus solos de zambomba te marcarás, como todos, pero aún así... -dijo compadeciéndose del pobre Zero.
-¡Y dale con hacerse pajas, estás enfermo!
-Como si no lo hicieras, si te he visto.
-¿Perdón? -preguntó sorprendido y asqueado.
-Hombre, iba a la habitación y escucho a alguien gimiendo por lo bajini, pues te entra curiosidad.
-¡Cállate! -gritó para huir de la conversación.
-¿Cuándo te la cascas te imaginas que es Max quien te la hace? -preguntó el rubio riéndose.
-¡QUE ME DEJES EN PAZ! -volvió a gritar apartando la vista.
-Eso es que sí. -sentenció riendo.

Zero, más que harto de aquella conversación pues no necesitaba nadie que le recordase que llevaba meses con tristes estimulaciones manuales para salir del paso, se levantó.

-Voy a buscarlo, lo mismo le ha pasado algo. -dijo preocupado.
-Lo que no le pase a este niño...

Zero subió las escaleras. Ya sabía que todavía no era la hora, que faltaban 5 minutos y que puede que Max ya estuviera listo para bajar, pero aquel mal presentimiento le carcomía por dentro, no quería que luego por esperar 5 minutos se encontrase a Max muerto en el suelo o cualquier cosa del estilo.

-Estás exagerando Zero, quizás solo se está arreglando para ti. -pensó con una mínima esperanza.
Zero llamó a la puerta, y al ver que no le contestaba nadie la abrió sin más, entrando despacio.

-¿Max?
-Z-Zero...

Max estaba tirado en el suelo agarrándose el pecho y Zero, que tardó solo 1 segundo en reaccionar, corrió a su lado y lo levantó con cuidado. Sabía que había algo que no iba bien. Max cuando se despertaba siempre ponía música, le animaba a empezar un nuevo día.

-¡Max!
-Aahg...

El menor se agarró como pudo a la camisa del mayor que le sujetaba sentado en el suelo. Le dolía todo, sentía que se iba, ya le había pasado más veces. Pasarían unas horas, haría a saber qué y después despertaría sin ningún recuerdo de lo sucedido. Los médicos aún dudaban si era TID, pero la mayoría de síntomas apuntaba a aquella extraña enfermedad mental, aunque muchos de los aspectos eran extraños y poco comunes en pacientes con Transtorno de Identidad Disociativa.

-Te quiero mucho, Zero. -dijo Max mientras le caía una lágrima solitaria por la mejilla.
-Yo también te quiero, pero no llores por favor. -dijo abrazándole con fuerza.
-Lo siento, he fastidiado el día... No me dejes hacer ninguna estupidez...
-No te preocupes, te ataré si hace falta. -dijo intentando hacer reír a Max.
-No te pases... -contestó sonriendo. -Que no se te olvide la pastilla. Por favor, necesito volver a ser yo...
-Lo dices como si fuera la primera vez que lo hago.

Zero se acercó y le dio un beso, a Max ya casi se le estaban cerrando los ojos. Después del dolor venía el alivio y se quedaría dormido un par de horas. Despertaría siendo otra persona y ya... Era problema de Zero.

-Te quiero. -le dijo Zero mientras lo acostaba en la cama.
-Y... Yo a ti... -contestó antes de dormirse del todo.

El peliblanco, que ya había lidiado con esa situación un par de veces sabía lo que le tocaba. Esperar a que despertarse, convencer al otro Max de que tomara la pastilla, cosa que no pasaba nunca y después obligarlo a que se la tomara. Realmente no le había pasado muchas veces. Una vez cuando vivían juntos en Japón, por la época de Navidad. Era la primera vez que Zero lidiaba con aquello y encima fue justo al llegar de trabajar. Se había encontrado con un Max que se asustó muchísimo de verlo y se encerró en la habitación vacía a llorar. Después de horas acabó echando la puerta abajo y el pobre Max se desmayó del susto. La segunda había sido cuando ya vivían en España. Estaban en el ático, habían dormido allí después de hacerlo toda la noche. Max se despertó desnudo gritando  y por poco no salió en sábana por toda la casa pidiendo auxilio.

Eran las 8 de la tarde, Zero, que estaba en la silla del menor sentado leyendo el periódico con una taza de café encima de la mesa miró a Max, se estaba despertando.

-Aahh... Qué dolor de cabeza. ¿Por qué estoy durmiendo, qué hora es? -preguntó el menor con un tono de voz más grave del normal.
-Son las 8. -contestó el mayor sin desviar la vista de periódico.
-¡Ah! ¡Tú otra vez! ¿Por qué cada vez que me despierto estás tú aquí? -preguntó asqueado echándose hacia atrás.
-Ya te expliqué que soy tu novio. -dijo dejando a un lado el periódico.
-Y dale, ¡qué no soy gay, que me gustan las tías, me gustan las tetas, coño!
-¡Y yo te repito que soy tu novio! Cállate si no quieres que te de por culo un rato. -exclamó levantándose de la silla.
-Ya te gustaría. -dijo el menor arqueando una ceja.
-Dios, lo que me toca aguantar... Ahora mismo te vas a tomar la pastilla.
-¿Otra vez? ¡No me fio de ti! ¡Quieres drogarme y violarme! ¡Gay pervertido!
-Sí, soy un violador y como no te estés quieto te voy a meter un pedazo de tranca... -dijo mientras se subía encima de Max y forcejeaba para darle la pastilla.
-¡Lo ves! ¡Suéltame! -gritó Max sin parar de moverse debajo del peliblanco.

Mientras forcejeaban en la cama alguien abrió la puerta estrepitosamente.

-¿Qué son esos gritos? ¡Oh! Perdón por interrumpir. -dijo Kevin, que ya se iba de nuevo nada más abrir.
-¡No es lo que parece, yo no soy gay! -gritó Max quitándose a Zero de encima.
-Claro, claro, y yo soy moreno natural. Te he visto con un montón de tíos, incluido yo. -contestó burlón.
-¡ESTÁIS TODOS ENFERMOS, SOIS TODOS GAYS! -gritó el menor.
-Sí, sobre todo tú, ¡ven aquí! -exclamó Zero persiguiendo a Max pastilla en mano.

Pasaron un par de minutos, pero por fin Zero consiguió que Max se tomara la dichosa pastilla y de paso, como estaba tan nervioso, le pinchó un calmante para que durmiera un rato. El mayor estaba agotado. No podía dejar que esa situación se diera de nuevo, y para eso, Max necesitaba a alguien que le recordase esas cosas, alguien que estuviera siempre encima y no solo con intenciones sexuales. Ese era Zero.

El mayor lo volvió a acostar en la cama pero esta vez se tumbó con él, estaba temblando y parecía que incluso le iba a dar fiebre, así que lo tapó con todas las mantas que encontró y lo apoyó en su pecho para que notara el calor corporal de otra persona.

Hacia las 3 de la madrugada Max abrió los ojos. Estaba un poco mareado y confuso. Palpó y notó que estaba durmiendo sobre alguien. Estaba calentito. Subió la cabeza y vio a Zero que dormía tranquilamente sujetándolo por la cabeza y la cintura, el peliblanco siempre había sido muy posesivo en la cama, como intentando que el menor no escapase nunca de él. El castaño solo pudo sonreír y acercarse más al mayor. No dormía tan a gusto con nadie como con Zero. Y éste, que no estaba dormido, sonrió para sí cogiendo a Max con más fuerza.


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jueves, 27 de agosto de 2015

99 | 18/2/12 – Granada, España. Sol frío.


Sábado. Sábado por la tarde para ser más concretos. Lo normal sería que la casa CLOUD estuviese abarrotada de gente, ya eran casi 40 personas conviviendo en aquella maravillosa estancia. Pero no. Había como de costumbre gente en sus habitaciones, otros habían aprovechado el sábado para salir por ahí al centro y otros no tenían más remedio que ir a trabajar.

Un sábado por la tarde, el salón casi vacío, algo muy inusual. Los hermanos Hate sentados en el sofá. No había panorámica más rara que aquella.

-¡Joder tío, era Ryuichi Sakuma! -gritó Tatsuha.
-Es la decimosexta vez que lo dices, ya lo sé. Además llevo viviendo en la misma casa que él desde hace más de un año. -contestó Yasu muy molesto.
-Podrías habérmelo dicho, sabes que lo adoro...
-Pero si estabas perdido no sé donde.
-No estaba perdido, estaba... Encontrándome a mí mismo. -dijo distraídamente.
-Ya, follando todo el día con mujeres y comiendo intestinos de personas.
-Hombre, es que dicho así...

No es que fueran los hermanos más unidos del mundo, pero Tatsuha admiraba mucho a su hermano mayor, siempre había sido una referencia para él. A Yasu por su parte le costaba la vida reconocer sus sentimientos, por no hablar de expresarlos en voz alta, pero quería mucho a todos sus hermanos pequeños.
Alguien bajaba por las escaleras, bastante fresco para la época del año en la que estaban, y claro, ese solo podía ser Max.
-Tatsuha, ¿puedo hablar contigo un momento? -preguntó el castaño acercándose.
-¿Eh? Sí, sí, claro.
-Me voy. -anunció Yasu de repente.

Abrió la ventana, sacó sus alas negras como el azabache y se perdió en el cielo. Desde que firmó el contrato en el que juró no hacerle ningún daño a Max, quería encontrárselo lo menos posible, sus pensamientos cada vez que lo veía eran del plan qué patada en la boca tiene este niño.

-Oye Tatsuha, ¿te puedo pedir un favor? -preguntó sentándose a su lado en el sofá.
-Lo que quieras, guapo. -respondió echándose un poco encima.
-No seas pegajoso. -pidió el menor quitando los brazos de Tatsuha de su cintura.
-Es que te pareces mucho a Ryuichi Sakuma. -dijo con cara de ilusión.
-¿Será porque es mi primo, quizás? -dijo arqueando una ceja y cruzando los brazos.
-¡NO JODAS!
-Y que te enteres ahora...
-Ya decía yo que os parecíais... Bueno, ¿qué querías?
-Ah sí. Verás, mañana se van a ir casi todos de excursión y quiero aprovechar para quedarme solo aquí con Zero y hablar con él de... Una cosa. El caso es que Ryuichi no va a salir y necesito que me lo entretengas toda la tarde.
-¿Vas a mojar, eh? -preguntó sonriendo de medio lado.
-¡No voy a mojar, estúpido! -gritó sonrojándose a más no poder.
-Pero... Yo... ¿Una cita?... ¿Con Ryuichi? -se dijo Tatsuha a sí mismo abstraído completamente.
-Sí, sí, llévatelo por favor, si no tienes dinero, yo te lo pago, y si tienes planes... ¡Por favor, te lo suplico! -pidió Max con la mejor cara de pena que tenía reservada para esas ocasiones.
-Que sí, que sí, si yo encantado. -sonrió el moreno.
-¿De verdad? ¡Muchas gracias! -dijo Max abrazando efusivamente al demonio.
-De nada. Uhm... Tienes el mismo cuerpecillo que Ryuichi... -dijo mientras abrazaba a Max toqueteándolo.
-Ryuichi está más fuertote que yo, ¿eh?
-Pero igualmente os parecéis...

Max se separó de Tatsuha y se levantó del sofá, estaba muy contento, por fin podría hablar con Zero a solas y sin interrupciones. Se despidió con un adiós mientras escuchaba como le decía el demonio que no hiciera sufrir mucho a Zero. Solo lo que se merecía, pensó Max. Solo un poquito.

El menor buscó por todas partes a Zero, le habían dicho que aquel día no tenía trabajo y quería aprovechar para decirle que hablarían seriamente mañana y que sería a solas. Max, que iba vestido entero de negro y con pantalones cortos de cuero, buscó y buscó hasta que, cansado de no encontrar a Zero, salió a tomar un poco el aire fuera, solían poner la calefacción bastante fuerte en invierno y se estaba asando como un pollo.

Y allí estaba, totalmente dormido, apoyado en la mesa de madera y sin camiseta. En febrero. Zero era un tipo duro e insensible a los factores medio ambientales. Max se acercó y se sentó en la silla de al lado, mirando como Zero dormía. Zero. Ese hombre de pelo blanco que siempre tenía el ceño fruncido,  que miraba con indiferencia a todo el mundo. A todos excepto a él. Max siempre había sido la excepción de Zero, la única persona que recibía cariño de él, la única persona que le había gustado y según pasaba el tiempo, la única que le gustaría en toda su vida.

-Zero... -susurró Max.
-Uumm... -murmuró antes de abrir los ojos.
-Hola. -saludó el menor sonriendo apoyando la cara en la mesa junto a la del peliblanco.
-¡Ah! Qué susto... -exclamó el mayor echándose hacia atrás al ver a Max.
-Perdona.
-¿Qué pasa, Max? -preguntó deseando saber porqué le buscaba.
-Mañana se van todos de excursión.
-Lo sé.
-No voy a ir. Quiero hablar contigo mañana. A solas.
-¿Completamente... Solos? -preguntó sonrojándose ligeramente.
-Sí, pero no te pienses nada raro... -respondió enfurruñándose y apartando la vista.
-No, no, solo... hablar. Pero...

La frase se vio interrumpida por un arrebato de Max en el que se lanzó como si su vida dependiera de ello al cuello del mayor. Le besó y Zero, que no le había dado tiempo a procesar nada, se dejó hacer pensando si aún estaría dormido y todo aquello solo fuese un bonito sueño. Pero parecía que no era un sueño, porque era tan real, y tan cálido. Y joder, estamos en febrero y me arde la piel. Seguían besándose sin parar, Zero ya por fin había respondido y abrazaba a Max que se había sentado encima suyo. Y Max, que no podía más le estaba mordiendo la oreja a Zero, que, si el menor no podía más, Zero estaba a punto de estallar. Como siga así le pongo contra el muro de la casa aquí mismo. Fue entonces cuando Max, que ya le estaba desabrochando el pantalón, se levantó y se sentó en la silla de al lado.

-Sí. Hablar. -contestó sonriendo y subiendo una ceja.
-S-Sí... -respondió como pudo el mayor, que respiraba agitadamente.

Max se levantó de la silla y se despidió de Zero, se tenía que ir y dejó a Zero solo, respirando con dificultad y con el pantalón hinchado.

-¿Y ahora que hago yo con ESTO?


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