lunes, 7 de enero de 2013

58 | 19/9/10 – España, Granada. Soleado de nuevo.

(Tiene contenido Lemon.)




Cinco días. Max dormido. Zero dormido también a su lado en un sillón. La habitación daba verdadero asco. Había latas de cerveza y botellas de whiskey vacías tiradas por el suelo. El peliblanco, con unos pantalones vaqueros y una camiseta gris con una quemadura de un cigarro, descansaba un par de minutos apoyado en el brazo del sillón.

Hiro entró silenciosamente en la habitación y le enterneció bastante la escena. Se acercó con sigilo a Zero y sonrió, lo veía bastante cansado, así que, bolsa de plástico en mano, comenzó a limpiar la habitación empezando por la basura. Zero estaba tan cansado que ni los ruidos del moreno lo sacaban de su sueño, y así, en diez minutos estaba casi completamente limpia la habitación. Cogió todos los ceniceros y los vació en la bolsa de plástico también, estaban llenos de ceniza y cigarros acabados, seguramente todos los que Zero se fumó por la desesperación de ver a su amante dormido.

Una vez limpia la habitación, había incluso sacado la ropa sucia para echarla a lavar, se acercó al peliblanco y se sentó en el borde de la cama. Le tocó suavemente el hombro y este comenzó a despertarse.

-Umm...¿Qué pasa? ¿Se ha despertado Max? -preguntó abriendo los ojos con esperanza.
-No, lo siento. Y aféitate hombre, que si Max abre los ojos y te ve así se vuelve a dormir.
Zero desvió la mirada avergonzado.
-Venía a hablar contigo...
-¿H-Has limpiado la habitación? -preguntó incrédulo.
-Sí, estaba asquerosa, y si Max se levanta y la ve así, se vuelve a dormir. -repitió burlándose.
-Deja la bromita por favor... ¿Qué me querías decir? -preguntó acomodándose en el sillón sin quitarle el ojo a Max.
-Bueno...
Comenzó por contarle la conversación que tuvo con Yasu y que se quedaba en la casa, aunque no podía molestar a nadie. Viendo que Zero iba a empezar una discusión a gritos lo intentó calmar y finalmente Zero cedió.
-Realmente venías a hablarme de otra cosa, ¿verdad?
-Qué listo eres...
-Dispara.
-Verás... Es que es difícil...
-Si me vas a decir que estás enamorado de Max, no. Guárdatelo para ti, porque si no tendría que matarte.
-No es eso... Aunque van por ahí los tiros... Estoy enamorado.
-Enhorabuena... ¿Y? -preguntó secamente, como si le importara un comino. ¿Hola? ¡Max lleva en una especie de coma extraño del demonio ya cinco días! pensaba.
-Bueno.... Es que Momoe y yo estamos saliendo. -dijo al fin.
-¿¡QUÉ QUE!? -gritó Zero casi tirando el sofá al suelo.
-S-Siéntate Zero, no te alteres...Sé que debería habértelo dicho antes, porque llevamos ya casi una semana saliendo, pero estábamos asustados de que te enfadaras... O me quisieras matar...
-No, si ya tenía ganas de matarte desde hace mucho tiempo, y no haces más que darme más ganas a cada noticia que me das. -le dijo mirándolo con odio.
-¿C-Cómo que desde hace mucho tiempo? ¿Por qué? -preguntó asustado el moreno.
-¡Pues porque Max deja que te duches con él! ¡Y conmigo no! ¡No entiendo porqué, si cuando vivíamos juntos nos bañábamos los dos juntos muchas veces! -refunfuñó.
-¿Y yo qué culpa tengo? Es como mi hermano pequeño y ya lo sabes que no quiero nada con él, y ahora menos que tengo novia...
-Bueno... Si ella te quiere, yo no me voy a meter... Además, no voy a ser yo quien se oponga por motivos de edad después de salir con Max desde los trece años...
-Hahaha, sí, eras un poco pederasta. -se rió Hiro.
-En fin... Que gracias por habérmelo contado al menos, a mí con que Momoe sea feliz me basta, y mejor si es con alguien de confianza. -dijo sinceramente pasándole el brazo por los hombros.
-Muchas gracias Zero, tú bendición era muy importante para nosotros. -dijo Hiro al borde del llanto.
-No llores tío... -le pidió asqueado quitando el brazo.
-Bueno, yo me tengo que ir, he quedado con Momo-chan. -dijo feliz levantándose.
-¡Mas te vale no dejarla preñada! ¿Me oyes? -le gritó Zero mientras el moreno salía por la puerta.

Zero escuchó unas risas de Hiro y la puerta cerrándose. Se sentó en el borde de la cama y se cogió la cabeza con las manos. Hiro con su prima... Solo tenía quince años, y Hiro era un tío hecho y derecho de veintitrés ya... Realmente ahí no podía hacer nada, cuando Max tenía trece años el tenía diecinueve, no es nadie para meterse en temas de amor y edad. Intentó alejar la imagen de Hiro y su prima enrollándose porque, sinceramente, no le gustaba nada.

-Uuuhmmm.... -murmuró Max.
 Zero volteó la cabeza sorprendido y se acercó rápidamente.
-¡Max! ¡Max cariño! -le gritó Zero viendo como Max se tocaba la cabeza aún sin abrir los ojos.
Una vez Max había abierto por primera vez los ojos en cinco días su cara cambió completamente y Zero se veía radiante, con barba de cinco días pero radiante. Max por su parte lo miró extrañado, como si no supiera donde estaba. Arqueó una ceja y se dirigió al peliblanco.
-Ehmm.... ¿Quién eres? -preguntó el ojiazul.
Zero se quedó de piedra. No podía ser. Max había perdido la memoria. No sabía quien era él. Su novio desde hacía tantos años. La persona más importante para Zero le había olvidado completamente en solo cinco días de sueño. Con los ojos como platos y apunto de desmayarse, vio como una sonrisa se formaba en la boca de Max.
-¡HAHAHAHAHAHA! ¡Te lo has creído! ¡Oh Dios Zero, deberías haber visto la cara que has puesto! ¡Hahahaha! Lo siento, solo bromeaba Zerito... -dijo Max.
Zero dejó los ojos entrecerrados, frunció un poco el ceño y suspiró aliviado. Sus músculos estaban relajados de nuevo después de ser estirados casi hasta el punto de romperse incluso.
-Joder, pensaba que se te había ido la memoria o algo chungo... No vuelvas a hacer eso por favor...
-Uum....¡Vaaaaleee! -le dijo Max sonriendo.
-Ven aquí estúpido, que me has tenido muy preocupado. -le ordenó Zero abriendo los brazos.
Max se lanzó a sus brazos y lo abrazó como si no existiera el mañana. El peliblanco, apunto de llorar, contuvo las lágrimas de alegría y lo apretó con fuerza contra su pecho.
-¿Cuánto tiempo llevo dormido? -preguntó sin dejar de abrazarlo.
-Cinco interminables días.
-Lo siento. -dijo Max dándole un beso a su amante.
-No es culpa tuya...
-Fue Yasu... Me hizo revivir hasta recuerdos de hace años... Sus poderes son muy fuertes... -dijo Max con cierta aura misteriosa.
-Sí, el del parque de atracciones, lo dijo antes de largarse el muy... Por cierto, hablando de poderes... Él dijo...
Pero Zero no pudo terminar la frase ya que Ryuichi había entrado como un huracán en la habitación y se estaba lanzando al cuello de su primo.
-¡Max! ¡Por fin has despertado! ¿Estás bien? ¿No te duele nada? -preguntó precipitadamente abrazándolo.
-E-Estoy bien Ryuichi...

Y después de eso todos pasaron a verlo y a preguntarle qué tal se encontraba. Max no veía porqué darle tanta importancia si se sentía igual que siempre, puede que incluso mejor, se notaba con más fuerzas, después del largo descanso de cinco días que se había tomado.
Hikari propuso que, a lo mejor, el propio cerebro de Max hizo que no despertara porque necesitaba descansar. Max no lo negó ya que había estado varios días durmiendo bastante mal antes del incidente, y según le habían dicho, después del ataque y de volver a respirar, se había quedado dormido, probablemente porque el propio Max tenía sueño. A Zero ya todo le daba igual, porque por fin Max, estaba despierto. Era como su renacer.
Max se quedó en el cuarto de Zero para descansar un poco más, pero en realidad, no le apetecía nada descansar.

Ya por fin estaban ambos solos en la habitación.

-¿Qué era lo que me querías preguntar antes de que entraran todos, Zero? -preguntó Max que estaba con su espalda apoyada en el pecho del peliblanco.
-Nada Max.... Es solo, que me alegro de que hayas despertado.
Max le sonrió y Zero le respondió la sonrisa. Prefería no preguntarle nada porque, realmente sabía a lo que se refería Yasu con “ los poderes de Max”, de hecho, había tenido cinco días para pensarlo bastante bien y después de aquellos días de reflexión sacó en claro muchas cosas.
Ahora entendía porqué cuando quería algo, Max aparecía con eso en la mano, o porqué el ojiazul se acercaba al teléfono y entonces empezaba a sonar, o porqué una vez había visto como un salero se acercaba unos centímetros a Max, que creyó fue una ilusión óptica suya. Probablemente serían poderes como solían llamar “telequinéticos” , porque, al fin y al cabo, nunca había visto a Max hacer magia.

-Zero, ¿quieres que te haga un truco de magia? -preguntó de repente.
-En serio Max, ¿cómo lo haces? -le preguntó ya de una vez por todas.
-¿El qué? ¿Leerte la mente? Creo que lo sabes desde hace unos años.
-Sí, pero me gustaría escucharlo de ti.
-Lo siento... Es que no me gusta ir contando esto...
-Lo mismo dices cuando te preguntan porqué eres tan listo y no les quieres decir que eres superdotado, pero eso sí me lo contaste, ¿por qué esto no?
-Bueno, lo vi un poco tonto, además, no quería que te asustaras si te dijera que puedo leer la mente...
-Pero...¿En serio lees la mente? -preguntó cubriéndose la frente con la mano, como para impedir que se la leyera.
-No... Es como... Que noto lo que piensas así por encima... ¿Como cuando quieres una cerveza o un cigarro y te lo doy? Pues eso... Pero todo lo que piensas no, si no, sería horrible... Me pasa con todo el mundo, no pienses que es solo contigo...
-No, ya imagino... ¿Y lo de acercarte al teléfono antes de que suene?
-Es todo intuición, no es que oiga tus pensamientos claramente, ni que escuche el teléfono, es un simple presentimiento que me dice lo que tengo que hacer.
-Vaya... ¿Y lo de mover cosas?
-Eso sí que no tengo ni la más mínima idea... Me pasa desde pequeño, y siempre son objetos a una distancia muy corta, de hecho una vez probé a intentar mover cosas que están a una mayor distancia y me era imposible... Pero para cosas que están cerca sí, es práctico además.
-Joder... Joder Max... No hay día que no me sorprendas con algo. -le dijo sonriendo.
Max le devolvió la sonrisa.
-Pero no le digas nada a nadie, ¿vale?
-De acuerdo, será algo entre los dos. Pero un consejo, no lo muestres mucho, porque te vas a delatar tú solito... cariño.
-Ya, es que a veces es casi inevitable...
Rieron un rato y mientras Zero le quitaba la vía con el suero le contó como lo habían cuidado esos cinco días y lo triste que había estado sin él. Y, había que reconocerlo, cinco días sin sexo para Zero, después de su racha de al menos una vez al día y a veces incluso dos, pues estaba algo falto de amor.

-Por cierto Zero, ¿y esta barba? -preguntó tocándole la cara mientras se reía.
-Si no me queda bien me la quito, ¿eh? No, es que como ya te he dicho, yo no me he despegado de ti... De hecho, porque me traían cosas de comer a la habitación, que si no... Bueno, reconozco que salí un par de veces para ir al baño, pero te juro que yo quería traerme un bote para hacerlo aquí, pero me pareció algo asqueroso y...
No pudo contestar porque Max le estaba besando. Y con bastante ansia parecía. Agarraba con fuerza la camiseta del peliblanco mientras este rodeaba su cintura con los brazos. No paraban de besarse y sí, Dios, Zero lo necesitaba con urgencia. De repente Max se separó y lo empujó contra la pared aún sentado en la cama.
-Estás muy sexy con esa barba. Me gusta.
-A-Ah...
Max lo estaba mirando con una cara de perversión que Zero descubrió al llegar a España. Recordó las primeras veces que lo hicieron al volver de Japón. Era evidente que Max había crecido porque ahora era mucho más morboso y porqué no decirlo, más sexy. Había evolucionado tanto física como mentalmente y a veces tenía como único objetivo minar la resistencia sexual de Zero, que delante de Max era prácticamente inexistente. Desde entonces se pasaba los días como Zero solía decir “calentándole la polla, básicamente”, y estaba feliz por ello, veía a Max mucho menos tímido que cuando lo cogía con delicadeza años atrás. Ahora Max quería caña de verdad y Zero estaba dispuesta a dársela a su adolescente favorito.

Max se estaba sentando encima suyo mientras no dejaba de besarlo y acariciarle el torso. Zero se dejaba hacer mientras cogía a Max de la espalda y las nalgas. Sin separarse de su amante, Max desabrochaba la camiseta del pijama de Zero y tocaba sus trabajados músculos que tanto le gustaban. Zero ya respiraba agitadamente, y no solo por las caricias de Max, si no porque éste no tenía otra manía que mover las caderas, y sentado encima de él era todavía peor. Zero sabía que tenía poder suficiente sobre él y la verdad, no se iba a oponer a nada que le hiciera.
Max se levantó de encima de Zero y éste captó enseguida lo que le quería decir, así que se levantó él también y se quitó del todo la camiseta. Max había insistido muchas veces en que le ponía mucho Zero sin camiseta, y claro, con esos músculos, ¿quién no quisiera verlo sin camiseta?
Y eso hizo, pero mientras se la quitaba Max ya estaba deshaciendo el nudo del pantalón y bajándoselo.
El peliblanco sabía perfectamente qué significaba eso y no iba a decir que no desde luego. Si había algo que le encantaba eran los “trabajitos” orales de Max. Y el menor ya estaba liberando el miembro de Zero que llevaba muy duro un buen rato, encerrado en su jaula de tela, pero ahora era libre y, ¿feliz?
El mayor bajó la mirada para ver a su novio, que estaba sonriendo con una malicia que a Zero le ponía bastante mientras se relamía los labios alegando que “llevaba cinco días sin comer nada”.
A veces Zero sentía que se podría correr solo con las palabras de Max. Éste empezó a lamer el miembro de Zero, que empezaba a gemir con el contacto de la lengua de Max. Lamía de arriba abajo y luego el glande. Zero no podía casi ni respirar, cerraba los ojos y agachaba la cabeza. A Max le encantaba ver como lo tenía completamente a su merced, así que introdujo el miembro entero de Zero en su boca mientras lo lamía a conciencia. El mayor gemía y gemía ya agarrando la cabeza de Max para que no parase. Sabía perfectamente que no pararía, pero era algo que no podía evitar. El menor seguía metiendo y sacando el pene de Zero en su boca hasta que éste agarró fuertemente a Max del pelo y se corrió entre gemidos. El menor se limpió la boca con la manga de la camiseta y miró a Zero con media sonrisa y una ceja arqueada. Zero sonrió perversamente también y lo cogió para sentarlo sobre él. Abrazó a Max mientras lamía y mordía el cuello del menor. Sabía que era una zona muy sensible del cuerpo de éste y se confirmaba siempre por los gemidos del menor hasta sin hacerle casi nada. Max gemía mientras intentaba quitarse los pantalones y los calzoncillos. Zero sin parar de morderle le ayudó y lo cogió por las nalgas apretándolas con fuerza. Max no podía aguantar más, agarró con una mano el miembro de Zero y lo dispuso en su entrada sin parar de gemir. Zero, sabiendo que ahora empezaba “lo bueno” dejó de morder a Max y lo agarró de las caderas penetrándolo de imprevisto. Max gritó y Zero se disculpó mientras seguía cogiéndolo con fuerza. El castaño se agarraba al cuello del peliblanco mientras subía y bajaba sin parar, gimiendo y gritando. Si había algo que calentaba a Zero de verdad era verlo gemir y gritar encima suyo, tenía asientos de primera fila y pensaba disfrutar la función entera. Siguió penetrando a Max y gimiendo, sudando, mojado. Max por su parte, cada vez se agarraba con más fuerza a Zero. Cuando ya faltaba poco para el clímax, Zero empujó a Max contra la cama y se tiró encima, sin dejar de penetrarlo. Max gritaba y gemía, y le arañaba la espalda como una gata en celo. Zero se apoyaba en la cama sin parar de embestir a Max que estaba con las piernas totalmente abiertas y la cara roja. Al momento Zero y Max gritaron al unísono y Zero se corrió dentro de Max, haciendo que este se corriera sobre su estómago.

Después de unos segundos, al haber recuperado el ritmo de respiración normal, Zero sacó su miembro del culo de Max y lo besó tiernamente en la mejilla. Max sonrió y se levantó.

-¿Te quieres duchar conmigo? -preguntó el pequeño.

No había nada que hiciera más feliz a Zero que volver a ducharse con él después de dos años.



Fotohistoria aquí

57 | 18/9/10 – España, Granada. Soleado con nubes.





El salón de la casa CLOUD de Granada. Las 16:21 de la tarde. Era un sábado bastante tranquilo. No había mucha gente en casa ya que solían salir con sus amigos para aprovechar la falta de clases o trabajo, según el caso.
Max continuaba sumido en un profundo sueño. El primer día después del incidente de Yasu todos los habitantes de la casa pasaron por la habitación de Zero para verlo, darle un beso en la mejilla y soltar alguna que otra lágrima.
Después, todos volvieron a su vida normal. A excepción de Zero que seguía a su lado, sujetando su mano, comiendo algo de vez en cuando y sollozando, rogándole a Dios que le devolviera a su novio.

Lillium y Hikari veían distraídas la televisión, era un programa infantil de Japón, les hacía recordar su país natal. Lillium, o Kyaa como la llamaban normalmente porque siempre hacía esos gritos típicos de los animes y mangas, miraba el programa muy animada y feliz. Hikari por su parte estaba haciendo tiempo para subir a hacerle el reconocimiento médico del día a Max.

Hikari era considerada una chica muy misteriosa. Para cualquier otra persona sería una simple chica adolescente de grandes ojos azules y larga melena casi blanca. Pero en aquella casa los secretos no existían y la mayoría ya sabían que ella era poseedora de unos poderes curativos estupendos, que trabajaba para CIA desde hacía un año aproximadamente y que había sido trasladada a España para seguir con su trabajo en una de las sedes españolas.
Trabajaba casi siempre codo con codo con Koichi, en las misiones ella iba en concepto de enfermera, y se podría decir que estaba curada de espanto. Todos sabían que era una chica muy inocente, dulce y cariñosa. Era una chica que cada día veía morir gente, ser asesinada vilmente y de millones de maneras de las propias manos de su compañero de piso. Era algo que no podía explicar, su mayor sueño siempre fue ayudar a la gente, de manera totalmente desinteresada, si por ella fuera, ni cobraría salario. Y por otro lado, ni se inmutaba al ver morir a tanta gente todos los días. Era inmune por decirlo de alguna manera.
El primer día de trabajo con Koichi este se la llevó aparte a hablar con ella.

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-Hikari, no hace falta que estés aquí si no quieres, puedes pedirles que te destinen a otro tipo de misiones. -le dijo Koichi agarrándola por los hombros con gesto de preocupación. 
-No es necesario, ¿por qué lo dices?-preguntó confusa la chica de ojos azules. 
-Pues... Hikari, voy a matar, ¿de verdad estás preparada para ver eso? 
-Sí. -respondió secamente. 
-¿C-Cómo? Y-Yo creí que como eras tan tímida a veces e inocente, tú... 
-Y supongo que a veces lo soy, pero, no te preocupes, ¿vale? -le pidió sonriendo. 
-De acuerdo.... 

Después de aquella “amena” charla entraron en la casa. Koichi tiró abajo la puerta y se produjo un silencio inmediato. Un hombre de mediana edad comía tranquilo en una mesa rota y ojeaba una revista, parecía pornografía, pero Hikari no llegó a verla muy bien, el hombre se había levantado con estrépito dejando caer todo, la revista, la comida, la navaja... 

-Tú, rata miserable y rastrera -espetó Koichi mirándolo con odio- Tienes algunas deudas pendientes y creo que las vamos a solucionar aquí y ahora. 

Hikari miraba distraída la escena. Habían entrado en una casa en ruinas, seguramente el hombre estaba huyendo porque sabía que lo querían matar y se había ocultado allí temporalmente. Una pena, porque no le quedaba mucho de vida. 

-¡No, por favor! ¡Tenga piedad de mí, buen chaval! -le suplicó de rodillas agarrando el pantalón de cuero de Koichi. 
-Suéltame, escoria. -dijo Koichi con asco dándole una patada. 
El hombre rodó y después se tocó la cara dolorido. 
-Yo... ¡Socorro, socorro! 
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! 
Tres balas. Una en la pierna, otra en el brazo y la última en el estómago. El hombre cayó al suelo al momento profiriendo un gran grito de dolor. 
-Pedir ayuda no te servirá de nada. -dijo Koichi apretando el gatillo por última vez apuntando a la cabeza del hombre. 
Muerto. El suelo se llenaba de sangre por momentos, pero eso a Koichi no le importaba. El moreno miró a Hikari. 
-¿Estás bien?
-¿Por qué no iba a estarlo? 
Koichi la miró confundido y la imagen de disipó de la mente de Hikari. 

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Ella sabía perfectamente el porqué de esa “insensiblidad” ante la muerte de alguien. A la edad de cinco años vio algo horrible.
Kyaa la sacó de sus pensamientos con un grito típico de ella. La miró y después desvió su mirada a Sophie que estaba en el suelo sin prestarle la más mínima atención a la televisión. Jugaba con sus coches de juguete y hablaba en voz muy baja para sí misma. Kyaa imitó a Hikari y miró a Sophie.

-¡Estás super kawaii jugando con los coches, Sophie! -gritó Kyaa apretando con fuerza los puños.
-Sí, estás monísima. -le acompañó Hikari.
-Dejadme en paz. -respondió secamente.
-¿Cómo es que estás aquí y no con Shinku? -preguntó la rubia amablemente.
-¿A ti que te importa, vieja? -dijo Sophie con odio.
-Oh, eso es porque se quiere quedar con nosotras. -soltó Kyaa.
-Me largo. -dijo Sophie levantándose con todos los juguetes.
Lillium y Hikari intercambiaron miradas y vieron como Sophie subía escaleras arriba.
Mientras observaban la falda de Sophie ondular al subir el último escalón visible, Hiro bajaba las escaleras con cuidado, sujetando su estómago recubierto por una venda. Se acercó lentamente a ellas.
-Hikari, ¿ha despertado ya Max? ¿Está bien? -preguntó ansioso apoyándose en la pared.
-Pues no, aún no. Iba a ir ahora a hacerle el test del día.
-¿Max está muerto? -preguntó Kyaa de repente.
-¡Kyaa, no digas eso ni en broma! -le regañó la rubia- Perdónala Hiro, es solo una niña. -intentó excusarla.
-Tranquila...
Hiro fue a la cocina a por algo de comer y allí se encontró con Sakura y Koichi que discutían en voz baja apoyados en la encimera. Sakura tenía una cara de preocupación constante desde el día del incidente con Yasu.
-¿Qué tal estás Hiro? ¿Mejor? -preguntó Sakura nada más ver a Hiro entrar por la puerta.
-Sí, estoy mejor, gracias a Hikari la herida está casi cerrada, pero como me atacó con sus poderes extraños no ha sanado del todo. Hikari dice que sus poderes y los de Yasu son opuestos, y los de él mucho más poderosos, así que supongo que tardaré en recuperarme.
-Vaya... -dijo Koichi con pesar.
-Max aún duerme, pero parece que está bien. -dijo Hiro.
-Joder, si es que lo que más me jode es que Yasu se fue, como si no pasara nada. -chilló Koichi.
-Es un.... mejor me lo callo... Solo pido que nadie se vuelva a meter con él, ¿de acuerdo? -pidió Hiro mirando a ambos.
-Pero Hiro, lo dices como si fuera a volver... -dijo Sakura preocupada.
-Ayer tuve una charla con ese.... monstruo.

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Hiro abrió lentamente la puerta del ático. 
Yasu dormía placidamente sobre un colchón en el suelo, lleno de mantas negras. 

-Si pareces una persona y todo. -le dijo Hiro de pie a su lado. 
-Hola, Hiro. -saludó Yasu abriendo un ojo azul celeste. 
-¿Qué haces aquí? -preguntó con asco. 
-Vivir. Me gustan los áticos, ¿nunca te lo dije? 
-Te dejé muy claro que no quería que volvieras por aquí, y menos si sigues pensando en matar a Max y a todos los que nos pongamos en medio. -le dijo señalando la venda de su torso. 
-Estás muy sexy sin camiseta y vendado Hiro. 
-Gilipollas.... -murmuró. 
-No tenía pensado quedarme, pero he conocido a una chica que no vive muy lejos de aquí, y... Kumo me ha dado permiso para quedarme en el ático. 
-¿QUÉ! ¡¡ESO ES IMPOSIBLE!! ¡SI ELLA QUIERE  MUCHO A MAX! -gritó Hiro fuera de sí. 
-Tranquilo Hiro, no grites, o vendrán todos a hacerme una visita y estoy desnudo, no es plan... 
-Explícate ahora mismo. 
-Pues que estoy sin ropa. 
-¡YASU!
-He conocido a una chica preciosa, hablé con Kumo, de hecho me presenté en su habitación. Me dijo que lo había visto todo, todo lo que pasó y que estaba muy preocupada por la salud de Max. Le pedí que me dejara vivir en la casa y me dijo que con la condición de no tocar a Max ni hacerle absolutamente nada... Luego la muy.... agregó que a nadie más en toda la casa, así que me tuve que joder y aceptarlo. Pensaba pasármelo por el forro porque sinceramente me la pelan las normas, pero el contrato que firmé era mágico, y el que incumple el contrato sufre la pena de muerte instantánea. La muy cabrona me la ha jugado, pero yo se la tengo guardada...
-Menos mal... -suspiró aliviado Hiro. 
-Viviré en el ático, pero no te preocupes, no alteraré tu vida, de hecho no pienso estar aquí más de lo necesario.
-Me alegro. 
-Aunque Kumo me ha dejado traerme a Lacey aquí, es genial, ¿no crees? 
-¿Alguien del exterior, pero qué coño le pasa a esta tía, es que ahora todo el mundo puede entrar aquí o qué? -dijo extasiado Hiro. 
-Parece ser que la “casera” de Lacey y Kumo son amigas y han pensado que no estaría mal que viniera ella aquí o fuera yo allí.
-¿Casera? 
-Sí, es como una de las casas CLOUD, pero de otra organización, parecida a esta. 
-¿Pero qué coño hago yo hablando contigo si a mí me da exactamente igual lo que hagas con tu vida? 
-Tú sabrás, eres tú el que ha subido, yo intentaba dormir. -dijo Yasu encogiéndose de hombros.

Hiro lo miró con desprecio unos segundos y después se fue escaleras abajo. 

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Después de contarle la conversación a Koichi y Sakura, Hiro cogió un par de cosas para merendar y se sentó en un taburete.


Mientras tanto, Hikari subía las escaleras dirección a la habitación de Zero a hacerle su test diario a Max. Había ordenado a Kyaa que subiera a su habitación a hacer los deberes para quitársela un rato de encima. Le gustaban los niños pequeños, pero hacer constantemente de niñera la agotaba mentalmente.
Abrió la puerta lentamente y se acercó a la cama. Zero le dedicó una débil sonrisa y siguió comiendo sin ganas una ensalada enlatada.
Hikari abrió el botiquín y sacó lo necesario para ver qué tal estaba Max. Le tomó el pulso, comprobó sus pupilas, le cambió el suero y comprobó si tenía fiebre. Mientras ella examinaba a Max, Zero los miraba con una tristeza profunda.

-¿Te encuentras bien, Zero? -preguntó la chica sentándose en el borde de la cama opuesto a Zero, dejando el estetoscopio en el botiquín.
-Sí... -respondió sin ganas, con la mirada perdida.
-No te preocupes, despertará.
Eso alegró levemente a Zero, que sonrió de verdad por unos segundos. Después, miró de nuevo a Max que dormía sobre la cama y su sonrisa se evaporó.
El peliblanco sacó un cigarro del bolsillo y lo encendió con el mechero. Hikari lo miró con cierta tristeza.
-¿Qué pasa Hikari, a qué viene esa cara? -preguntó Zero dando su primera calada al cigarro.
-No es nada, es que... Mi padre solía fumar mucho y me he acordado de él.
-¿Murió? -preguntó.
-Sí, cuando yo tenía cinco años.
-Vaya, lo siento.

Hikari se levantó, cogió el botiquín y salió de la habitación. Subió las escaleras hasta su habitación y vio que estaba vacía, no había nadie. “Seguramente Megumi está en el concierto de chelo aún.” dijo para sí misma.
Se sentó en la cama y recordó de nuevo la terrible escena que derrumbó toda su infancia.

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Eran las once de la noche y su padre no llegaba aún. Hikari jugaba con sus muñecas tranquilamente en el salón. Su madre estaba tomando un baño cuando todo sucedió. 
El padre de Hikari entró por la puerta de casa, quitándose el gorro del uniforme de policía. Se acercó a su hija y le tocó la cabeza con suavidad. Hikari le sonrió y su padre le respondió la sonrisa. 
Pero entonces algo extraño pasó, la cabeza de su padre cayó de repente al suelo. Después el cuerpo inerte cayó también formando un gran charco de sangre en el suelo. Y detrás, un hombre con una gran katana, con el filo cubierto de sangre. 
Hikari gritó aterrada; el hombre se acercó y la apuntó con la espada. Hikari lloraba con los ojos cerrados, pero de repente notó mucha paz, como si su padre no acabase de morir y todo fuera maravilloso. Abrió los ojos y vio que de la katana salían un rayos amarillos muy extraños que entraban en su cuerpo, sin hacerle el más mínimo daño.  El hombre de la katana se agachó y miró a la niña.
-Lo siento, pero se la tenía guardada. Siento haberte dejado sin padre. Pero, en compensación, te daré parte de los poderes de esta espada mágica. 
-¿Es una espada mágica? -preguntó la pequeña. 
-Sí, y apartir de hoy podrás curar a quién sea, para que no les pase como a tu padre. 

El hombre le sonrió y salió corriendo justo cuando su madre entraba en el salón con una toalla alrededor de su delgado cuerpo. 

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Volvió a la realidad. A día de hoy ya sabía que era un famoso ladrón que después de robar a la gente les cortaba la cabeza con una gran katana. Al parecer su padre lo arrestó y lo enviaron a prisión, pero después en el juicio no se pudo demostrar que él era el culpable así que lo soltaron.
Se la tenía jurada. Y lo mató. Delante de su hija de cinco años.

Hikari miró por la ventaba unos momentos y pudo ver con claridad la última sonrisa de su padre.

jueves, 3 de enero de 2013

56 | 16/9/10 – España, Granada. Despejado.



Dos días habían pasado desde el incidente con Yasu. Max seguía durmiendo placidamente sobre la cama de Zero. Su pecho subía y bajaba lentamente, si eso no fuera visible, cualquiera podría decir que parecía que ya había encontrado la paz y que yacía literalmente sin vida.

Zero no se había apartado de Max. No había comido. No había bebido. Tenía un aspecto horrible. Sin afeitar, con la ropa sucia y el pelo alborotado. No paraba de ir de un lado a otro de la habitación, como un padre esperando el nacimiento de su hijo. Se preguntaba una y otra vez: “¿Qué era lo que Yasu quería decir con los poderes de Max? ¿Le había estado ocultando algo el amor de su vida? ¿Se había callado algo así?” Luego reflexionó. Él desde luego se había callado algunas cosas también. Como su trabajo. Era mafioso. Pero, él lo hizo por el bien de Max, por su seguridad. Otra duda asaltó la mente del mayor: “¿Y si Max también se calló eso por la seguridad de Zero?” No podía ser. Todo aquello era surrealista. Un hombre que rompe objetos a distancia y que produce una especie de luz negra... ¡Es imposible! Se repetía Zero una vez más. Aquello no estaba sucediendo. Seguramente, ahora, despertaría de esta horrible pesadilla y Max estaría a su lado. Le sonreiría y sabría que todo iba bien.

Pero no, la triste realidad le azotaba la cara sin piedad. Tocaba suavemente la cara de Max. Implorándole a Dios que lo despertara.

-Señor... Lo he pasado muy mal, ¿por qué me sigues poniendo a prueba? Devuélveme a Max, por favor... -sollozaba abrazando la mano inerte de su amante.