lunes, 7 de enero de 2013

57 | 18/9/10 – España, Granada. Soleado con nubes.





El salón de la casa CLOUD de Granada. Las 16:21 de la tarde. Era un sábado bastante tranquilo. No había mucha gente en casa ya que solían salir con sus amigos para aprovechar la falta de clases o trabajo, según el caso.
Max continuaba sumido en un profundo sueño. El primer día después del incidente de Yasu todos los habitantes de la casa pasaron por la habitación de Zero para verlo, darle un beso en la mejilla y soltar alguna que otra lágrima.
Después, todos volvieron a su vida normal. A excepción de Zero que seguía a su lado, sujetando su mano, comiendo algo de vez en cuando y sollozando, rogándole a Dios que le devolviera a su novio.

Lillium y Hikari veían distraídas la televisión, era un programa infantil de Japón, les hacía recordar su país natal. Lillium, o Kyaa como la llamaban normalmente porque siempre hacía esos gritos típicos de los animes y mangas, miraba el programa muy animada y feliz. Hikari por su parte estaba haciendo tiempo para subir a hacerle el reconocimiento médico del día a Max.

Hikari era considerada una chica muy misteriosa. Para cualquier otra persona sería una simple chica adolescente de grandes ojos azules y larga melena casi blanca. Pero en aquella casa los secretos no existían y la mayoría ya sabían que ella era poseedora de unos poderes curativos estupendos, que trabajaba para CIA desde hacía un año aproximadamente y que había sido trasladada a España para seguir con su trabajo en una de las sedes españolas.
Trabajaba casi siempre codo con codo con Koichi, en las misiones ella iba en concepto de enfermera, y se podría decir que estaba curada de espanto. Todos sabían que era una chica muy inocente, dulce y cariñosa. Era una chica que cada día veía morir gente, ser asesinada vilmente y de millones de maneras de las propias manos de su compañero de piso. Era algo que no podía explicar, su mayor sueño siempre fue ayudar a la gente, de manera totalmente desinteresada, si por ella fuera, ni cobraría salario. Y por otro lado, ni se inmutaba al ver morir a tanta gente todos los días. Era inmune por decirlo de alguna manera.
El primer día de trabajo con Koichi este se la llevó aparte a hablar con ella.

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-Hikari, no hace falta que estés aquí si no quieres, puedes pedirles que te destinen a otro tipo de misiones. -le dijo Koichi agarrándola por los hombros con gesto de preocupación. 
-No es necesario, ¿por qué lo dices?-preguntó confusa la chica de ojos azules. 
-Pues... Hikari, voy a matar, ¿de verdad estás preparada para ver eso? 
-Sí. -respondió secamente. 
-¿C-Cómo? Y-Yo creí que como eras tan tímida a veces e inocente, tú... 
-Y supongo que a veces lo soy, pero, no te preocupes, ¿vale? -le pidió sonriendo. 
-De acuerdo.... 

Después de aquella “amena” charla entraron en la casa. Koichi tiró abajo la puerta y se produjo un silencio inmediato. Un hombre de mediana edad comía tranquilo en una mesa rota y ojeaba una revista, parecía pornografía, pero Hikari no llegó a verla muy bien, el hombre se había levantado con estrépito dejando caer todo, la revista, la comida, la navaja... 

-Tú, rata miserable y rastrera -espetó Koichi mirándolo con odio- Tienes algunas deudas pendientes y creo que las vamos a solucionar aquí y ahora. 

Hikari miraba distraída la escena. Habían entrado en una casa en ruinas, seguramente el hombre estaba huyendo porque sabía que lo querían matar y se había ocultado allí temporalmente. Una pena, porque no le quedaba mucho de vida. 

-¡No, por favor! ¡Tenga piedad de mí, buen chaval! -le suplicó de rodillas agarrando el pantalón de cuero de Koichi. 
-Suéltame, escoria. -dijo Koichi con asco dándole una patada. 
El hombre rodó y después se tocó la cara dolorido. 
-Yo... ¡Socorro, socorro! 
¡PUM! ¡PUM! ¡PUM! 
Tres balas. Una en la pierna, otra en el brazo y la última en el estómago. El hombre cayó al suelo al momento profiriendo un gran grito de dolor. 
-Pedir ayuda no te servirá de nada. -dijo Koichi apretando el gatillo por última vez apuntando a la cabeza del hombre. 
Muerto. El suelo se llenaba de sangre por momentos, pero eso a Koichi no le importaba. El moreno miró a Hikari. 
-¿Estás bien?
-¿Por qué no iba a estarlo? 
Koichi la miró confundido y la imagen de disipó de la mente de Hikari. 

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Ella sabía perfectamente el porqué de esa “insensiblidad” ante la muerte de alguien. A la edad de cinco años vio algo horrible.
Kyaa la sacó de sus pensamientos con un grito típico de ella. La miró y después desvió su mirada a Sophie que estaba en el suelo sin prestarle la más mínima atención a la televisión. Jugaba con sus coches de juguete y hablaba en voz muy baja para sí misma. Kyaa imitó a Hikari y miró a Sophie.

-¡Estás super kawaii jugando con los coches, Sophie! -gritó Kyaa apretando con fuerza los puños.
-Sí, estás monísima. -le acompañó Hikari.
-Dejadme en paz. -respondió secamente.
-¿Cómo es que estás aquí y no con Shinku? -preguntó la rubia amablemente.
-¿A ti que te importa, vieja? -dijo Sophie con odio.
-Oh, eso es porque se quiere quedar con nosotras. -soltó Kyaa.
-Me largo. -dijo Sophie levantándose con todos los juguetes.
Lillium y Hikari intercambiaron miradas y vieron como Sophie subía escaleras arriba.
Mientras observaban la falda de Sophie ondular al subir el último escalón visible, Hiro bajaba las escaleras con cuidado, sujetando su estómago recubierto por una venda. Se acercó lentamente a ellas.
-Hikari, ¿ha despertado ya Max? ¿Está bien? -preguntó ansioso apoyándose en la pared.
-Pues no, aún no. Iba a ir ahora a hacerle el test del día.
-¿Max está muerto? -preguntó Kyaa de repente.
-¡Kyaa, no digas eso ni en broma! -le regañó la rubia- Perdónala Hiro, es solo una niña. -intentó excusarla.
-Tranquila...
Hiro fue a la cocina a por algo de comer y allí se encontró con Sakura y Koichi que discutían en voz baja apoyados en la encimera. Sakura tenía una cara de preocupación constante desde el día del incidente con Yasu.
-¿Qué tal estás Hiro? ¿Mejor? -preguntó Sakura nada más ver a Hiro entrar por la puerta.
-Sí, estoy mejor, gracias a Hikari la herida está casi cerrada, pero como me atacó con sus poderes extraños no ha sanado del todo. Hikari dice que sus poderes y los de Yasu son opuestos, y los de él mucho más poderosos, así que supongo que tardaré en recuperarme.
-Vaya... -dijo Koichi con pesar.
-Max aún duerme, pero parece que está bien. -dijo Hiro.
-Joder, si es que lo que más me jode es que Yasu se fue, como si no pasara nada. -chilló Koichi.
-Es un.... mejor me lo callo... Solo pido que nadie se vuelva a meter con él, ¿de acuerdo? -pidió Hiro mirando a ambos.
-Pero Hiro, lo dices como si fuera a volver... -dijo Sakura preocupada.
-Ayer tuve una charla con ese.... monstruo.

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Hiro abrió lentamente la puerta del ático. 
Yasu dormía placidamente sobre un colchón en el suelo, lleno de mantas negras. 

-Si pareces una persona y todo. -le dijo Hiro de pie a su lado. 
-Hola, Hiro. -saludó Yasu abriendo un ojo azul celeste. 
-¿Qué haces aquí? -preguntó con asco. 
-Vivir. Me gustan los áticos, ¿nunca te lo dije? 
-Te dejé muy claro que no quería que volvieras por aquí, y menos si sigues pensando en matar a Max y a todos los que nos pongamos en medio. -le dijo señalando la venda de su torso. 
-Estás muy sexy sin camiseta y vendado Hiro. 
-Gilipollas.... -murmuró. 
-No tenía pensado quedarme, pero he conocido a una chica que no vive muy lejos de aquí, y... Kumo me ha dado permiso para quedarme en el ático. 
-¿QUÉ! ¡¡ESO ES IMPOSIBLE!! ¡SI ELLA QUIERE  MUCHO A MAX! -gritó Hiro fuera de sí. 
-Tranquilo Hiro, no grites, o vendrán todos a hacerme una visita y estoy desnudo, no es plan... 
-Explícate ahora mismo. 
-Pues que estoy sin ropa. 
-¡YASU!
-He conocido a una chica preciosa, hablé con Kumo, de hecho me presenté en su habitación. Me dijo que lo había visto todo, todo lo que pasó y que estaba muy preocupada por la salud de Max. Le pedí que me dejara vivir en la casa y me dijo que con la condición de no tocar a Max ni hacerle absolutamente nada... Luego la muy.... agregó que a nadie más en toda la casa, así que me tuve que joder y aceptarlo. Pensaba pasármelo por el forro porque sinceramente me la pelan las normas, pero el contrato que firmé era mágico, y el que incumple el contrato sufre la pena de muerte instantánea. La muy cabrona me la ha jugado, pero yo se la tengo guardada...
-Menos mal... -suspiró aliviado Hiro. 
-Viviré en el ático, pero no te preocupes, no alteraré tu vida, de hecho no pienso estar aquí más de lo necesario.
-Me alegro. 
-Aunque Kumo me ha dejado traerme a Lacey aquí, es genial, ¿no crees? 
-¿Alguien del exterior, pero qué coño le pasa a esta tía, es que ahora todo el mundo puede entrar aquí o qué? -dijo extasiado Hiro. 
-Parece ser que la “casera” de Lacey y Kumo son amigas y han pensado que no estaría mal que viniera ella aquí o fuera yo allí.
-¿Casera? 
-Sí, es como una de las casas CLOUD, pero de otra organización, parecida a esta. 
-¿Pero qué coño hago yo hablando contigo si a mí me da exactamente igual lo que hagas con tu vida? 
-Tú sabrás, eres tú el que ha subido, yo intentaba dormir. -dijo Yasu encogiéndose de hombros.

Hiro lo miró con desprecio unos segundos y después se fue escaleras abajo. 

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Después de contarle la conversación a Koichi y Sakura, Hiro cogió un par de cosas para merendar y se sentó en un taburete.


Mientras tanto, Hikari subía las escaleras dirección a la habitación de Zero a hacerle su test diario a Max. Había ordenado a Kyaa que subiera a su habitación a hacer los deberes para quitársela un rato de encima. Le gustaban los niños pequeños, pero hacer constantemente de niñera la agotaba mentalmente.
Abrió la puerta lentamente y se acercó a la cama. Zero le dedicó una débil sonrisa y siguió comiendo sin ganas una ensalada enlatada.
Hikari abrió el botiquín y sacó lo necesario para ver qué tal estaba Max. Le tomó el pulso, comprobó sus pupilas, le cambió el suero y comprobó si tenía fiebre. Mientras ella examinaba a Max, Zero los miraba con una tristeza profunda.

-¿Te encuentras bien, Zero? -preguntó la chica sentándose en el borde de la cama opuesto a Zero, dejando el estetoscopio en el botiquín.
-Sí... -respondió sin ganas, con la mirada perdida.
-No te preocupes, despertará.
Eso alegró levemente a Zero, que sonrió de verdad por unos segundos. Después, miró de nuevo a Max que dormía sobre la cama y su sonrisa se evaporó.
El peliblanco sacó un cigarro del bolsillo y lo encendió con el mechero. Hikari lo miró con cierta tristeza.
-¿Qué pasa Hikari, a qué viene esa cara? -preguntó Zero dando su primera calada al cigarro.
-No es nada, es que... Mi padre solía fumar mucho y me he acordado de él.
-¿Murió? -preguntó.
-Sí, cuando yo tenía cinco años.
-Vaya, lo siento.

Hikari se levantó, cogió el botiquín y salió de la habitación. Subió las escaleras hasta su habitación y vio que estaba vacía, no había nadie. “Seguramente Megumi está en el concierto de chelo aún.” dijo para sí misma.
Se sentó en la cama y recordó de nuevo la terrible escena que derrumbó toda su infancia.

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Eran las once de la noche y su padre no llegaba aún. Hikari jugaba con sus muñecas tranquilamente en el salón. Su madre estaba tomando un baño cuando todo sucedió. 
El padre de Hikari entró por la puerta de casa, quitándose el gorro del uniforme de policía. Se acercó a su hija y le tocó la cabeza con suavidad. Hikari le sonrió y su padre le respondió la sonrisa. 
Pero entonces algo extraño pasó, la cabeza de su padre cayó de repente al suelo. Después el cuerpo inerte cayó también formando un gran charco de sangre en el suelo. Y detrás, un hombre con una gran katana, con el filo cubierto de sangre. 
Hikari gritó aterrada; el hombre se acercó y la apuntó con la espada. Hikari lloraba con los ojos cerrados, pero de repente notó mucha paz, como si su padre no acabase de morir y todo fuera maravilloso. Abrió los ojos y vio que de la katana salían un rayos amarillos muy extraños que entraban en su cuerpo, sin hacerle el más mínimo daño.  El hombre de la katana se agachó y miró a la niña.
-Lo siento, pero se la tenía guardada. Siento haberte dejado sin padre. Pero, en compensación, te daré parte de los poderes de esta espada mágica. 
-¿Es una espada mágica? -preguntó la pequeña. 
-Sí, y apartir de hoy podrás curar a quién sea, para que no les pase como a tu padre. 

El hombre le sonrió y salió corriendo justo cuando su madre entraba en el salón con una toalla alrededor de su delgado cuerpo. 

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Volvió a la realidad. A día de hoy ya sabía que era un famoso ladrón que después de robar a la gente les cortaba la cabeza con una gran katana. Al parecer su padre lo arrestó y lo enviaron a prisión, pero después en el juicio no se pudo demostrar que él era el culpable así que lo soltaron.
Se la tenía jurada. Y lo mató. Delante de su hija de cinco años.

Hikari miró por la ventaba unos momentos y pudo ver con claridad la última sonrisa de su padre.

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