jueves, 21 de noviembre de 2013

75 | 23/2/11 – España, Granada. Soleado.



Tomoe se había adaptado a aquella enorme casa. La biblioteca era casi como su habitación, pasaba largas horas allí, sentada en una de las mesas circulares leyendo, la mayoría libros asiáticos, que había a puñados. Llevaba más de un mes allí y se sentía querida, la mayoría de las personas allí eran amables con ella, y los había analizado a la mayoría, pero sobre todo a las chicas. Era algo innato en ella, para Tomoe, ver una chica equivalía a pasarla por un radar, veía los gustos y los gestos de la gente de una manera diferente a la gente normal.
Había visto a Shinku un par de veces, pero sabía que era una chica fría y con muy pocos o ningunos sentimientos por la gente que vivía allí, a excepción de Sakura, a la cual vio dando un abrazo eufórico mientras Shinku simplemente se dejaba hacer para luego subir a su habitación de nuevo. Sakura, muy amable y servicial le parecía muy comprensible y cariñosa. Megumi también le pareció muy maja, pero algo introvertida, como ella. Habían hablado de música clásica, ya que se enteró de que Megumi tocaba el contrabajo y se sintió interesada, pero luego le contaron que Megumi andaba detrás de Koichi desde hacía siglos, así que lo dio por imposible. Jessica era horrible, pervertida, malhablada, creída y agresiva, a Tomoe ni se le ocurría acercarse a ella pese a que la pelirroja ya había intentado tocarle el trasero. Luego estaba Hikari, tan callada y misteriosa, pero descubrió que hablar con ella era fácil, era simpática y muy trabajadora, se pasaba casi el día entero fuera de casa y cuando estaba se dedicaba a limpiar y poner orden. Judith era una mujer atareada, la habría visto dos veces, y parecía del estilo de Jessica, así como Haruka, ambas con hijos y una vida ya estable, aunque sin pareja. Momoe le parecía muy adorable, del tipo de chica que le gustaban, pero por desgracia tenía pareja y era un hombre, así que tampoco se esforzó mucho. Rei e Ichigo eran majas, pero las veía algo “inestables” mentalmente hablando. Alice le pareció algo fría también, aunque la había visto mucho en la biblioteca y le había lanzado alguna miradita, ésta nunca le correspondió con nada, es más, sentía que cuando la miraba la estaba traspasando como si fuera un cristal y mirase lo que hay detrás, sin percatarse de su existencia. Solo le quedaba Scarlett, llevaba mucho tiempo pensando en ella, lo cariñosa y buena persona que era, lo bien que se le daban los niños y lo buenas amigas que eran, pero con ella ya había tenido un roce y sabía que nada ocurriría entre ellas... Tomoe, desilusionada, se dio por vencida y dejó su blog de lado durante unos días.


En el salón mientras tanto hablaban dos chicas que eran casi una fotocopia la una de la otra.

–Estoy muy contenta de que hayas venido, Yumi. –dijo Megumi cogiendo las manos de su hermana.
–¡Yo también estoy contenta de haber venido, hermana! –chilló Yumi balanceando las manos junto a las de su hermana.
–Qué pena que no dejen venir todavía a Misaki … –dijo triste Megumi.
–Seguro que pronto lo dejarán venir, se sentirá muy solito allí sin mí … Y yo lo echo de menos ya … –gimoteó Yumi.
Tomoe abrió lentamente la puerta del salón y decidió no entrar. Había escuchado la conversación y dedujo que había una chica nueva, la hermana de Megumi al parecer... Yumi. Fue posar sus ojos en ella y quedarse embelesada totalmente. Yumi era una chica preciosa. De corta estatura, no tendría más de 16 años, con una melena ondulada color miel y unos bellísimos ojos castaños ligeramente más claros a los de su hermana. Cualquiera diría que Megumi y Yumi eran casi idénticas, pero Tomoe sabía apreciar los pequeños detalles. Yumi era más bajita, con el pelo más largo, más ondulado y con el flequillo echado a un lado. Su piel era más clara al igual que sus ojos. Megumi era una versión adelantada, era como ver a Yumi en el futuro. Pero Tomoe veía muy especial a la pequeña Yumi, y sus mejillas, totalmente coloradas, se encendían detrás de la puerta del salón.

–Megu-chan … Hay alguien en la puerta …
Megumi giró la cabeza ya que estaba de espaldas a la puerta y vio a Tomoe, que abrió los ojos como platos asustándose mucho, pensó en huir, pero entonces …

–Aaay … Pero Tomoe, ¡ven aquí, que no mordemos! ¡Pasa, pasa, ven a conocer a mi hermana! –le invitó a pasar.
Tomoe entró lentamente colocándose bien el flequillo, estaba algo acalorada.
–¡Vaya, mira te has despeinado! -dijo Megumi acercándose a Tomoe y peinándole el pelo con las manos por atrás.
–N-No es necesario, Megumi …
–Hola Tomoe, yo soy Yumi. –se presentó la hermana de Megumi sonriendo.
–Encantada Yumi … –respondió Tomoe agachando un poco la cabeza.
–¿Te puedo llamar Tomo-chan? –preguntó Yumi sin parar de sonreír.
–C-Claro... C-Como quieras...

Después de las presentaciones, las tres subieron a la que sería la nueva habitación de Yumi. Ésta estaba algo enfadada porque quería compartir habitación con su hermana, pero Megumi le dijo que en su habitación no iba a entrar nadie más. Tomoe estaba nerviosa, deseaba con todas sus fuerzas que la asignaran en su habitación, aunque fuera con Scarlett también, no le importaba mientras estuviera cerca suya. Pero desafortunadamente, llegaron al tercer piso y pasaron de largo la habitación de Tomoe para entrar en la de Momoe. Al entrar vieron a la peliblanca sentada en su cama leyendo un manga shôjo.

–Mira Momoe, aquí tienes a tu nueva compañera, ¡mi hermana Yumi!
–¡Hola, encantada! -saludó Momoe levantándose rápidamente de la cama. Tan rápido que tiró sin querer una lámpara al suelo.
–¡Hola Momo-chan! -chilló de nuevo Yumi abrazándola mientras colocaba la lámpara en su sitio.
–Momoe es mayor que tú, así que tienes que hacerle caso en lo que te diga. Es solo un año mayor pero …
–¿Tu hermana tiene 15 años? –preguntó extrañada Tomoe.
–Sí, ¿por qué lo preguntas?
–Nada, nada... Es solo que me pareció mayor …
–Jaja, se lo dicen mucho, yo creo que es por la talla de pecho, tiene más que yo … -dijo con un deje apenado en la voz– Nos llevamos dos años, y mi hermano pequeño Misaki tiene 12.
–Aaah... –Tomoe se lamentaba profundamente de no llevar encima uno de sus blogs.

Al cabo de un rato Megumi decidió volver a su habitación para estudiar un rato, así que dejó a las tres chicas conociéndose mejor.

–Dime Yumi, ¿qué te gusta hacer? –preguntó Momoe.
–Pueees … Me gustan mucho los animales, estoy intentando convencer a mi hermana para que me dejen tener un gatito. –dijo sonriente– También me gustan mucho las excursiones al campo, y las plantas.
–¡Oh, sería genial ir un día todos juntos al campo! –exclamó la peliblanca.
–¡Sí, sería genial! Tomo-chan, estás muy callada … –dijo Yumi dirigiendo la vista a la castaña.
–E-Eh … Prefiero escuchar …
–¿A ti que te gusta, Tomo-chan? –preguntó sonriendo de nuevo.
–¿A mí? … P-Pues … Me gusta la música, la música clásica sobre todo … –farfulló a duras penas.
–¡A mí también! ¿Tocas algún instrumento? Yo toco el violonchelo.
–Sí, claro, la viola.
–¡Algún día tenemos que tocar juntas! Que suerte que aquí haya un salón de actos y todo. ¿Tú tocas algún instrumento, Momo-chan?
–No, soy demasiado torpe, no se me daría bien ninguno …
–Pues yo creo que sí. –dijo Yumi sonriendo.

La sonrisa de Yumi dejaba a Tomoe sin aliento, era muy bonita, su cara irradiaba felicidad e inocencia pura. Hacía que Tomoe se sintiera muy mal al pensar cosas obscenas sobre ella, pero su mente iba demasiado rápido y su imaginación tenía alas inalcanzables.
Al cabo de un rato hablando las tres sobre sus gustos, Tomoe ya había confeccionado un perfil completo de Yumi. Era una chica muy alegre, la típica persona que es feliz ayudando a los demás. También advirtió que era extremadamente educada, no un poco, si no bastante, porque tiró sin querer la lámpara de Momoe al suelo y se pasó como 5 minutos de reloj disculpándose y haciendo mil reverencias, y eso que la lámpara estaba intacta. Su voz era bastante aguda, haciéndola parecer más infantil y adorable, o por lo menos eso le parecía a Tomoe. Con esa piel y ese cuerpo tan delicado parecía que la hermana de Megumi necesitara protección las 24 horas del día, y Tomoe estaba dispuesta a ofrecérsela si fuera necesario.

Momoe anunció que se iba a duchar y salió de la habitación con ropa limpia dejando a Yumi y Tomoe a solas en la habitación prácticamente en penumbra. Yumi encendió la lámpara que había tirado antes al suelo y miró a Tomoe. Un relámpago cruzó con rapidez su mente. Y su estómago. Asustada, Tomoe se levantó y caminó hasta la puerta.

–Creo que me voy yo también, tengo que … Adiós …
–¿Te vas? -preguntó Yumi cogiéndola del borde de la camisa.
–Eh…
Yumi se quedó callada mirándola a los ojos y Tomoe se dio cuenta de que se tenía que ir de verdad o acabaría besándola en ese mismo momento y no podía suceder. No otra vez.

–Sí, … ya … nos veremos, por … la casa …
–Vale... Buenas noches, Tomoe.

Dijo Yumi y se despidió dándole un beso en la mejilla. Tomoe salió y se metió en su habitación. Rozó con la punta de los dedos el sitio donde le había besado Yumi. No se lo podía creer. Podía morir allí mismo de felicidad.

–¿Qué te pasa, Tomoe? Estás como un tomate. –preguntó Scarlett.
–¿Qu-qué haces aquí? –preguntó asustada Tomoe.
–Estaba dibujando. ¿Te ocurre algo?
–¿A-A mí? Nada, qu-qué me iba a pasar a mí? Pues … Nada …
–Ah … Parecías un poco febril.
–Estoy … Estoy bien.

Tomoe dio por finalizada la conversación sentándose en su escritorio. Sacó un blog y lo dedicó entero a estudiar a Yumi. Sacó todas las ideas que había encontrado escuchando en la habitación de Yumi y Momoe unos minutos atrás, aún seguían en su mente y no quería perderlas. Estaba tan concentrada que no oyó a Scarlett acercarse por detrás.

–Así que te gusta Yumi, ¿eh? –preguntó la morena mirando por encima del hombro de Tomoe.
–¿¡QUÉ!? ¡¿QUÉ MIRAS?! –gritó horrorizada.
–Tranquila, yo te guardo el secreto. –le dijo guiñando un ojo.
–S-Si es que no …

Al final Scarlett consiguió que Tomoe se lo contara todo. Cómo la había conocido, las mariposas que sentía revolotear en su estómago cada vez que la miraba y sonreía …

–Pues lánzate si tanto te gusta.
–Es … Es que no sé, no sé ni siquiera si le gustan las mujeres …
–Bueno, pues demuéstrale que son las mujeres lo que le gustan, adelante Tomoe, no tengas miedo, yo te cubriré las espaldas. –dijo guiñando el ojo de nuevo.
–G-Gracias, Scarlett …

Fue entonces cuando Tomoe se dio cuenta de que Scarlett ya era un amor del pasado, que besarla fue un error y que estaba mucho más enamorada de Yumi de lo que había creído.


Fotohistoria (solo una parte) aquí

74 | 18/1/11 – España, Granada. Lluvioso.


Un mes atrás...


Era una tarde tranquila de lluvia. Llovía copiosamente pese a que en el sur de España ver una lluvia que durara una tarde entera era tan raro como el frío en agosto. Scarlett había hablado con la gente de la casa, al parecer, una amiga suya que trabajaba con ella en la cafetería iba a vivir con ellos en la casa CLOUD. Venía de Inglaterra y Max se alegró de poder hablar con alguien de su país natal, hasta que Scarlett le rompió la ilusión diciéndole que era de origen japonés. Aunque Max no le importó realmente ya que él también tenía orígenes japoneses, eso y que estaba más preocupado por el amigo de Zero que por otra cosa.

Scarlett y su amiga viajaban en silencio en un taxi. Las maletas de la chica nueva se movían lentamente en el maletero mientras no se escuchaba ni un solo sonido en el automovil que no fuera la radio del conductor. Scarlett miró a su amiga y le sonrió.

-¿Estás nerviosa? Vas a vivir con mucha gente a partir de ahora. -dijo la morena sonriendo.
-Un poco…  -confesó la chica.

Scarlett le comenzó a comentar como era la casa; que tenía biblioteca (el sitio favorito de Tomoe), gimnasio, un salón de actos... Y por supuesto, habitaciones. Pero Tomoe Yoshikawa no era una chica de palabras precisamente. Era tímida y reservada, muy callada, no solía dar su opinión sobre nada (a no ser que fuera uno de los temas que le apasionan). Scarlett le explicó como se habían repartido las habitaciones hasta ahora; que en la primera planta estaban los chicos, Zero en una habitación solo, Koichi y Hiro en otra y Max y Ryuichi en la última, pero Tomoe no la estaba escuchando, si había algo que odiara de verdad, eran los hombres.
Su madre, Hinata, divorciada, había criado sola a tres hijas inculcándoles el hecho de que su padre las había abandonado y que los hombres en general eran todos iguales. Tomoe, que era la única de las hermanas que lo había visto, lo odió con toda su alma desde pequeña, ya que su padre, Yuu, no las trataba precisamente bien y un día Hinata, harta, pidió el divorcio. El padre de Tomoe y la pequeña que venía en camino tuvo que irse de casa y Tomoe no volvió a ver a su padre, que por otro lado, no tenía ninguna intención de querer ver a sus hijas. Después de ese duro golpe para la familia Yoshikawa (Hinata cambió el apellido familiar al que tenía de soltera) adoptó a la pequeña Ai, que sería la hermana menor después de Wendy.
Scarlett siguió explicando la distribuición de las habitaciones sin darse cuenta de la mirada perdida y pensativa de su amiga mientras recordaba a su padre dándole una bofetada a su madre. La morena prosiguió explicándole que la segunda planta estaba destinada a los más pequeños, y que si algún día su madre le dejaba traer a su hermana pequeña, Ai, podría quedarse a jugar con todos los niños, aunque no había muchos; estaban Hibiki, Sophie y Kyaa en la misma habitación y las demás estaban desocupadas. Tomoe seguía ignorándola, el recuerdo de sus hermanas la entristecía. Aunque no fuera una chica de palabras, aún así quería mucho a sus hermanas y las echaba de menos. Scarlett prosiguió con su relato de la distribución de habitaciones en la casa acabando con el piso de arriba, el de las chicas. En este momento, Tomoe tomó plena consciencia de lo que le estaba contando su amiga y decidió escucharla, aunque fuera tan solo para saber si tendría que compartir su espacio personal con otra persona. Al ser tan tímida e introvertida, el simple hecho de tener que compartir algo tan privado como lo es una habitación le hacía palidecer un poco. Scarlett comenzó y Tomoe sentía que sus nervios le jugaban una mala pasada, se arrepentía de haber aceptado y ya era tarde para echarse atrás.

-A veeer... No recuerdo bien todas las habitaciones, pero creo que iban así.... : Shinku y Alice, Haruka y Judith, Sakura, Rei e Ichigo (de esta habitación es de la que más ruido sale), dos habitaciones vacías...
Tomoe la miró con ilusión esperando que le dijera que una de esas habitaciones vacías sería para ella, pero Scarlett continuó contando.
-... Momoe está sola en la habitación de la esquina... Jessica, Hikari y Megumi.... Y la última la mía.
Tomoe la miró expectante, esperando un veredicto y suplicando en sus interiores que no la metieran en ninguna habitación con una o unas desconocidas.
-Todavía no sé... ¡Ah, perdona, me llega un mensaje! -exclamó exaltada por la vibración del móvil.
-Ah... Tranquila...
Aunque Tomoe no estaba nada tranquila, estaba muy nerviosa. Se retorcía el volante de la falda y miraba sus zapatos de muñeca negros en el suelo del coche. Se echó un bucle castaño hacia atrás y se tocó la frente, estaba sudando un poco, y no era por el calor precisamente.
-¡Justo a tiempo! ¡Me han dicho que compartirás habitación conmigo, así que no tienes nada por lo que preocuparte! -sonrió Scarlett acariciando un hombro de la chica castaña.
-Oh... Menos mal... -respondió Tomoe más aliviada.
Miró la sonrisa de su amiga y notó la presión en su hombro. Se sentía acalorada y esta vez no era de los nervios. Scarlett era tan amable con ella, y tan cariñosa... Pero era su amiga, y había aprendido hace tiempo que no es bueno mezclar la amistad y el amor. Y es que, por culpa de su madre, Tomoe se vio casi obligada a abrazar el lesbianismo. Se inculcó a tan temprana edad el sentimiento de odio hacia los hombres en su cabeza, que le era imposible fijarse en ningún chico. Tomoe recordaba a veces amargamente como todas sus amigas le miraban de manera extraña por no hablar nunca de los chicos de la clase ni por sentirse atraída por ninguno en particular. Pronto, Tomoe se vio sola, sus entonces llamadas amigas le habían dado de lado. Fue entonces cuando comenzó a fijarse más en las mujeres. Sus delicadas facciones, sus delgadas piernas, su fina piel... Para Tomoe, cada detalle contaba, cada pequeño matiz, cada gesto, cada centímetro de cada mujer era importante. Sus ojos veían el mundo con detalle, desmenuzándolo en pequeños trozos, cada uno diferente, cada uno parecido.

-Sé que no te gustan mucho los chicos... Pero los que viven con nosotras son... Diferentes.-dijo Scarlett de repente.
-¿Eh? -murmuró Tomoe sorprendida.
-Cuando nos conocimos mejor recuerdo que me contaste que no te gustaban los chicos, que los odiabas mucho. Me gustaría que algún día cambiases de opinión y tuvieras un amigo... Eso es todo.

Scarlett no miraba a los ojos a Tomoe, miraba por la ventana, perdida en la lluvia. Tomoe, que no podía creer lo que le decía su amiga la miraba de hito en hito. Parecía que realmente quería que tuviera un amigo, y Tomoe, que no menospreciaba la intención de Scarlett, asintió con la cabeza sacándole otra sonrisa a su amiga.

Cuando por fin llegaron, sacaron rápidamente las maletas y se cubrieron debajo de la entrada. Scarlett llamó al megáfono y la puerta se abrió dejando ver el jardín. Tomoe abrió la boca sorprendida al ver la mansión, pero Scarlett la apremió para que entraran a resguardarse de la lluvia, así que entre las dos cogieron las maletas y corrieron hasta el porche. La puerta estaba abierta asi que entraron y Scarlett la condujo hasta el salón. Tomoe miraba fascinada la casa, le recordaba a sus orígenes japoneses y le hacía sentirse cómoda, como en casa.

Al entrar al salón vieron que estaba desierto, era un martes por la tarde y a esa hora o estaban estudiando, dando clases, trabajando o simplemente tumbados en sus habitaciones.

-¡Hola Max! -saludó Scarlett al llegar con Tomoe.
-Ah, hola Scarlett, ¿esta es Tomoe? -preguntó levantándose.
-Sí, mira Tomoe, este es Max. -lo presentó sonriendo.
Tomoe se había quedado congelada, si Scarlett no se lo hubiera dicho habría pensado que Max era una mujer. Tenía las facciones delicadas, las piernas delgadas, su piel parecía muy suave y fina... ¡No! ¡Era imposible que se estuviera fijando en esas cosas en un hombre! No sabía si estrecharle la mano o darle dos besos hasta que él se acercó y le dio un beso en cada mejilla. Tomoe se había quedado de piedra. No podía ser... Era como estar frente a una mujer. No sabía qué pensar.

-Tomoe, ¿te encuentras bien? -preguntó Scarlett.
-¿Eh? … Sí … Yo … Creo que estoy algo mareada del viaje en taxi … -intentó decir.
-Ven, siéntate aquí. -dijo Max cogiendo suavemente a Tomoe de una mano y ayudándola a sentarse en el sofá.
Tomoe sentía la mano suave de Max que la cogía como si fuera de porcelana y la dejaba delicadamente en el sofá.
-¿Quieres una manzanilla? -preguntó Max con cara de preocupación.
-N-No es necesario, yo …
Alguien bajaba las escaleras. Tomoe no quería conocer a más gente, el encuentro con Max ya la había dejado bastante confusa. Por el hueco de las escaleras salió un hombre alto y fornido con una melena blanca hasta casi los hombros. Llevaba debajo del brazo un abrigo.

-¿Nos vamos, cariño? -preguntó el hombre alto.
-¡Sí, claro! Oye chicas, que me voy, cuidate, Tomoe. -sonrió Max despidiéndose con la mano y agarrando la del chico alto con la otra.
-Pasarlo bien, chicos. -se despidió Scarlett con una sonrisa.
-Sí, gracias. -dijo secamente Zero saliendo detrás de Max.

Por fin Tomoe había encontrado la explicación. Max era gay. No es que Tomoe fuera heterofóbica, pero los hombres, sobre todo si eran heterosexuales le caían muy mal. En todos aquellos años, no había conocido a ningún chico gay, por lo que nunca supo si su problema era solo con los hombres o era con los hombres heterosexuales. Hasta aquel día. El chico alto no le había caído ni bien ni mal, pero Max le había caído muy bien.

-¿Ves? Aquí son... Todos gays.
-¿Todos los chicos aquí son gays?
-Bueno, no todos... Hay alguno bisexual... Y el único que no lo es, mi hermano, está con una chica muy maja y tienen un bebé, así que no tienes porqué preocuparte.
-Ya pero...
-Seguro que lo has notado. Max tiene algo que hace que no te pueda caer mal. -dijo sonriendo.
-Ya, bueno... -farfulló sonrojándose.
-No tienes porqué tener vergüenza porque te caiga bien un chico. -dijo Scarlett arrodillándose delante de Tomoe para verla mejor.
-Lo sé pero...
-Tranquila, superarás eso, te lo aseguro. -contestó Scarlett sonriendo de nuevo-Y ahora ven, tenemos que hacerte sitio en mi habitación.
-¡S-Sí!


Scarlett y Tomoe subieron las escaleras hasta el tercer piso con las maletas y entraron en la habitación de la esquina inferior izquierda de aquel cuadrado que era la planta. Tomoe se sorprendió al ver el gran árbol que se alzaba hasta arriba. Observó que había un ático y que en el suelo del ático había lo que parecía ser una vidriera por donde se filtraba la luz.
-Ese árbol... ¿Sobrevive con la luz que llega del ático? -preguntó Tomoe confusa.
-Verás, el ático tiene unas vidrieras en paredes, techo y suelo, toda la luz se filtra por la vidriera del suelo y llega al árbol. Yo también me extrañé cuando llegué porque hay un tejado enorme y sin embargo este árbol siempre está … Tan lleno de vida …
-Oh...
Entraron a la habitación y Scarlett se sorprendió al ver que la cama de Tomoe ya estaba instalada en su habitación. Era una habitación sencilla, con el suelo de una madera muy clara, los armarios empotrados blancos con las asas negras, un gran ventanal con un alféizar interior acomodado con cojines blancos y negros, parecía muy cómodo. Había dibujos en la pared alrededor de la que parecía ser la cama de Scarlett, y junto a ella un escritorio sencillo de cristal atestado de cosas con una silla de despacho. En la pared de la izquierda se repetía, una cama, un escritorio y una silla, pero todo vacío, esperando su nuevo ocupante.
Tomoe se dio una vuelta por la habitación y después comenzó a sacar toda su ropa y a meterla en el armario empotrado de al lado de la puerta. Era bastante amplio y estaba totalmente vacío, esperando sus vestidos y jerseys. Así que deshizo toda su maleta mientras Scarlett dibujaba sentada en el alféizar de la ventana.
La chica de bucles castaños miró a su amiga y sonrió, se la veía tan concentada y tranquila a la vez... Era una vista preciosa, perfecta para una foto... Aquellos pequeños detalles eran los que tanto le gustaban a Tomoe. Cogió un maletín y lo acomodó al lado de su cama. Era su viola. A Tomoe le apasionaba la música, sobre todo la música clásica, aunque ultimamente, y debido a que se estaba interesando por sus orígenes japoneses, le estaba empezando a gustar mucho la cantante y chelista Kanon Wakeshima. Había muchas cosas que le gustaban a Tomoe, como aquel día de lluvia. La lluvia la relajaba y le recordaba a su país casi natal, Inglaterra. También le gustaban los osos de peluche, como los que estaba sacando de su maleta para ponerlos sobre la cama, apoyados en los cojines color crema. Después sacó un montón de blogs de notas y un par de estuches y los metió en un cajón de su escritorio. A Tomoe le gustaba mucho anotar cada detalle de cualquier cosa que atrajera su atención, desde que era pequeña. Más que un gusto, se había convertido en una manía-costumbre en ella, por lo que, cuando le gustaba una chica tendía a sacar un blog del bolsillo y comenzar a anotar todo sobre aquella chica. Examinó el armario y se puso a reordenarlo, poniendo todos sus vestidos a la izquierda, seguido de las faldas y algún pantalón, aunque no le gustaban mucho. Lo que más le gustaba a la hora de vestir eran los vestidos, blancos sobre todo, ligeros y con vuelo, aunque ella nunca le había dado mucha importancia a la indumentaria. Sacó sus zapatos y botas y los puso en el suelo del armario, concluyendo así con su ropa. Cerró el armario de puerta corredera y se sentó en la cama. Sacó un ordenador portátil de la maleta y lo puso también en el escritorio. Lo utilizaba casi exclusivamente para descargar música y para hablar con su familia.

Scarlett paró de dibujar y miró a Tomoe.
-¿Ya lo has sacado todo? -preguntó.
-Sí, ya está... -dijo metiendo las maletas debajo de la cama.
-Bienvenida a tu nuevo hogar. -sonrió Scarlett.

Tomoe no pudo más que articular una pequeña sonrisa mientras sus mejillas se encendían.