jueves, 21 de noviembre de 2013

74 | 18/1/11 – España, Granada. Lluvioso.


Un mes atrás...


Era una tarde tranquila de lluvia. Llovía copiosamente pese a que en el sur de España ver una lluvia que durara una tarde entera era tan raro como el frío en agosto. Scarlett había hablado con la gente de la casa, al parecer, una amiga suya que trabajaba con ella en la cafetería iba a vivir con ellos en la casa CLOUD. Venía de Inglaterra y Max se alegró de poder hablar con alguien de su país natal, hasta que Scarlett le rompió la ilusión diciéndole que era de origen japonés. Aunque Max no le importó realmente ya que él también tenía orígenes japoneses, eso y que estaba más preocupado por el amigo de Zero que por otra cosa.

Scarlett y su amiga viajaban en silencio en un taxi. Las maletas de la chica nueva se movían lentamente en el maletero mientras no se escuchaba ni un solo sonido en el automovil que no fuera la radio del conductor. Scarlett miró a su amiga y le sonrió.

-¿Estás nerviosa? Vas a vivir con mucha gente a partir de ahora. -dijo la morena sonriendo.
-Un poco…  -confesó la chica.

Scarlett le comenzó a comentar como era la casa; que tenía biblioteca (el sitio favorito de Tomoe), gimnasio, un salón de actos... Y por supuesto, habitaciones. Pero Tomoe Yoshikawa no era una chica de palabras precisamente. Era tímida y reservada, muy callada, no solía dar su opinión sobre nada (a no ser que fuera uno de los temas que le apasionan). Scarlett le explicó como se habían repartido las habitaciones hasta ahora; que en la primera planta estaban los chicos, Zero en una habitación solo, Koichi y Hiro en otra y Max y Ryuichi en la última, pero Tomoe no la estaba escuchando, si había algo que odiara de verdad, eran los hombres.
Su madre, Hinata, divorciada, había criado sola a tres hijas inculcándoles el hecho de que su padre las había abandonado y que los hombres en general eran todos iguales. Tomoe, que era la única de las hermanas que lo había visto, lo odió con toda su alma desde pequeña, ya que su padre, Yuu, no las trataba precisamente bien y un día Hinata, harta, pidió el divorcio. El padre de Tomoe y la pequeña que venía en camino tuvo que irse de casa y Tomoe no volvió a ver a su padre, que por otro lado, no tenía ninguna intención de querer ver a sus hijas. Después de ese duro golpe para la familia Yoshikawa (Hinata cambió el apellido familiar al que tenía de soltera) adoptó a la pequeña Ai, que sería la hermana menor después de Wendy.
Scarlett siguió explicando la distribuición de las habitaciones sin darse cuenta de la mirada perdida y pensativa de su amiga mientras recordaba a su padre dándole una bofetada a su madre. La morena prosiguió explicándole que la segunda planta estaba destinada a los más pequeños, y que si algún día su madre le dejaba traer a su hermana pequeña, Ai, podría quedarse a jugar con todos los niños, aunque no había muchos; estaban Hibiki, Sophie y Kyaa en la misma habitación y las demás estaban desocupadas. Tomoe seguía ignorándola, el recuerdo de sus hermanas la entristecía. Aunque no fuera una chica de palabras, aún así quería mucho a sus hermanas y las echaba de menos. Scarlett prosiguió con su relato de la distribución de habitaciones en la casa acabando con el piso de arriba, el de las chicas. En este momento, Tomoe tomó plena consciencia de lo que le estaba contando su amiga y decidió escucharla, aunque fuera tan solo para saber si tendría que compartir su espacio personal con otra persona. Al ser tan tímida e introvertida, el simple hecho de tener que compartir algo tan privado como lo es una habitación le hacía palidecer un poco. Scarlett comenzó y Tomoe sentía que sus nervios le jugaban una mala pasada, se arrepentía de haber aceptado y ya era tarde para echarse atrás.

-A veeer... No recuerdo bien todas las habitaciones, pero creo que iban así.... : Shinku y Alice, Haruka y Judith, Sakura, Rei e Ichigo (de esta habitación es de la que más ruido sale), dos habitaciones vacías...
Tomoe la miró con ilusión esperando que le dijera que una de esas habitaciones vacías sería para ella, pero Scarlett continuó contando.
-... Momoe está sola en la habitación de la esquina... Jessica, Hikari y Megumi.... Y la última la mía.
Tomoe la miró expectante, esperando un veredicto y suplicando en sus interiores que no la metieran en ninguna habitación con una o unas desconocidas.
-Todavía no sé... ¡Ah, perdona, me llega un mensaje! -exclamó exaltada por la vibración del móvil.
-Ah... Tranquila...
Aunque Tomoe no estaba nada tranquila, estaba muy nerviosa. Se retorcía el volante de la falda y miraba sus zapatos de muñeca negros en el suelo del coche. Se echó un bucle castaño hacia atrás y se tocó la frente, estaba sudando un poco, y no era por el calor precisamente.
-¡Justo a tiempo! ¡Me han dicho que compartirás habitación conmigo, así que no tienes nada por lo que preocuparte! -sonrió Scarlett acariciando un hombro de la chica castaña.
-Oh... Menos mal... -respondió Tomoe más aliviada.
Miró la sonrisa de su amiga y notó la presión en su hombro. Se sentía acalorada y esta vez no era de los nervios. Scarlett era tan amable con ella, y tan cariñosa... Pero era su amiga, y había aprendido hace tiempo que no es bueno mezclar la amistad y el amor. Y es que, por culpa de su madre, Tomoe se vio casi obligada a abrazar el lesbianismo. Se inculcó a tan temprana edad el sentimiento de odio hacia los hombres en su cabeza, que le era imposible fijarse en ningún chico. Tomoe recordaba a veces amargamente como todas sus amigas le miraban de manera extraña por no hablar nunca de los chicos de la clase ni por sentirse atraída por ninguno en particular. Pronto, Tomoe se vio sola, sus entonces llamadas amigas le habían dado de lado. Fue entonces cuando comenzó a fijarse más en las mujeres. Sus delicadas facciones, sus delgadas piernas, su fina piel... Para Tomoe, cada detalle contaba, cada pequeño matiz, cada gesto, cada centímetro de cada mujer era importante. Sus ojos veían el mundo con detalle, desmenuzándolo en pequeños trozos, cada uno diferente, cada uno parecido.

-Sé que no te gustan mucho los chicos... Pero los que viven con nosotras son... Diferentes.-dijo Scarlett de repente.
-¿Eh? -murmuró Tomoe sorprendida.
-Cuando nos conocimos mejor recuerdo que me contaste que no te gustaban los chicos, que los odiabas mucho. Me gustaría que algún día cambiases de opinión y tuvieras un amigo... Eso es todo.

Scarlett no miraba a los ojos a Tomoe, miraba por la ventana, perdida en la lluvia. Tomoe, que no podía creer lo que le decía su amiga la miraba de hito en hito. Parecía que realmente quería que tuviera un amigo, y Tomoe, que no menospreciaba la intención de Scarlett, asintió con la cabeza sacándole otra sonrisa a su amiga.

Cuando por fin llegaron, sacaron rápidamente las maletas y se cubrieron debajo de la entrada. Scarlett llamó al megáfono y la puerta se abrió dejando ver el jardín. Tomoe abrió la boca sorprendida al ver la mansión, pero Scarlett la apremió para que entraran a resguardarse de la lluvia, así que entre las dos cogieron las maletas y corrieron hasta el porche. La puerta estaba abierta asi que entraron y Scarlett la condujo hasta el salón. Tomoe miraba fascinada la casa, le recordaba a sus orígenes japoneses y le hacía sentirse cómoda, como en casa.

Al entrar al salón vieron que estaba desierto, era un martes por la tarde y a esa hora o estaban estudiando, dando clases, trabajando o simplemente tumbados en sus habitaciones.

-¡Hola Max! -saludó Scarlett al llegar con Tomoe.
-Ah, hola Scarlett, ¿esta es Tomoe? -preguntó levantándose.
-Sí, mira Tomoe, este es Max. -lo presentó sonriendo.
Tomoe se había quedado congelada, si Scarlett no se lo hubiera dicho habría pensado que Max era una mujer. Tenía las facciones delicadas, las piernas delgadas, su piel parecía muy suave y fina... ¡No! ¡Era imposible que se estuviera fijando en esas cosas en un hombre! No sabía si estrecharle la mano o darle dos besos hasta que él se acercó y le dio un beso en cada mejilla. Tomoe se había quedado de piedra. No podía ser... Era como estar frente a una mujer. No sabía qué pensar.

-Tomoe, ¿te encuentras bien? -preguntó Scarlett.
-¿Eh? … Sí … Yo … Creo que estoy algo mareada del viaje en taxi … -intentó decir.
-Ven, siéntate aquí. -dijo Max cogiendo suavemente a Tomoe de una mano y ayudándola a sentarse en el sofá.
Tomoe sentía la mano suave de Max que la cogía como si fuera de porcelana y la dejaba delicadamente en el sofá.
-¿Quieres una manzanilla? -preguntó Max con cara de preocupación.
-N-No es necesario, yo …
Alguien bajaba las escaleras. Tomoe no quería conocer a más gente, el encuentro con Max ya la había dejado bastante confusa. Por el hueco de las escaleras salió un hombre alto y fornido con una melena blanca hasta casi los hombros. Llevaba debajo del brazo un abrigo.

-¿Nos vamos, cariño? -preguntó el hombre alto.
-¡Sí, claro! Oye chicas, que me voy, cuidate, Tomoe. -sonrió Max despidiéndose con la mano y agarrando la del chico alto con la otra.
-Pasarlo bien, chicos. -se despidió Scarlett con una sonrisa.
-Sí, gracias. -dijo secamente Zero saliendo detrás de Max.

Por fin Tomoe había encontrado la explicación. Max era gay. No es que Tomoe fuera heterofóbica, pero los hombres, sobre todo si eran heterosexuales le caían muy mal. En todos aquellos años, no había conocido a ningún chico gay, por lo que nunca supo si su problema era solo con los hombres o era con los hombres heterosexuales. Hasta aquel día. El chico alto no le había caído ni bien ni mal, pero Max le había caído muy bien.

-¿Ves? Aquí son... Todos gays.
-¿Todos los chicos aquí son gays?
-Bueno, no todos... Hay alguno bisexual... Y el único que no lo es, mi hermano, está con una chica muy maja y tienen un bebé, así que no tienes porqué preocuparte.
-Ya pero...
-Seguro que lo has notado. Max tiene algo que hace que no te pueda caer mal. -dijo sonriendo.
-Ya, bueno... -farfulló sonrojándose.
-No tienes porqué tener vergüenza porque te caiga bien un chico. -dijo Scarlett arrodillándose delante de Tomoe para verla mejor.
-Lo sé pero...
-Tranquila, superarás eso, te lo aseguro. -contestó Scarlett sonriendo de nuevo-Y ahora ven, tenemos que hacerte sitio en mi habitación.
-¡S-Sí!


Scarlett y Tomoe subieron las escaleras hasta el tercer piso con las maletas y entraron en la habitación de la esquina inferior izquierda de aquel cuadrado que era la planta. Tomoe se sorprendió al ver el gran árbol que se alzaba hasta arriba. Observó que había un ático y que en el suelo del ático había lo que parecía ser una vidriera por donde se filtraba la luz.
-Ese árbol... ¿Sobrevive con la luz que llega del ático? -preguntó Tomoe confusa.
-Verás, el ático tiene unas vidrieras en paredes, techo y suelo, toda la luz se filtra por la vidriera del suelo y llega al árbol. Yo también me extrañé cuando llegué porque hay un tejado enorme y sin embargo este árbol siempre está … Tan lleno de vida …
-Oh...
Entraron a la habitación y Scarlett se sorprendió al ver que la cama de Tomoe ya estaba instalada en su habitación. Era una habitación sencilla, con el suelo de una madera muy clara, los armarios empotrados blancos con las asas negras, un gran ventanal con un alféizar interior acomodado con cojines blancos y negros, parecía muy cómodo. Había dibujos en la pared alrededor de la que parecía ser la cama de Scarlett, y junto a ella un escritorio sencillo de cristal atestado de cosas con una silla de despacho. En la pared de la izquierda se repetía, una cama, un escritorio y una silla, pero todo vacío, esperando su nuevo ocupante.
Tomoe se dio una vuelta por la habitación y después comenzó a sacar toda su ropa y a meterla en el armario empotrado de al lado de la puerta. Era bastante amplio y estaba totalmente vacío, esperando sus vestidos y jerseys. Así que deshizo toda su maleta mientras Scarlett dibujaba sentada en el alféizar de la ventana.
La chica de bucles castaños miró a su amiga y sonrió, se la veía tan concentada y tranquila a la vez... Era una vista preciosa, perfecta para una foto... Aquellos pequeños detalles eran los que tanto le gustaban a Tomoe. Cogió un maletín y lo acomodó al lado de su cama. Era su viola. A Tomoe le apasionaba la música, sobre todo la música clásica, aunque ultimamente, y debido a que se estaba interesando por sus orígenes japoneses, le estaba empezando a gustar mucho la cantante y chelista Kanon Wakeshima. Había muchas cosas que le gustaban a Tomoe, como aquel día de lluvia. La lluvia la relajaba y le recordaba a su país casi natal, Inglaterra. También le gustaban los osos de peluche, como los que estaba sacando de su maleta para ponerlos sobre la cama, apoyados en los cojines color crema. Después sacó un montón de blogs de notas y un par de estuches y los metió en un cajón de su escritorio. A Tomoe le gustaba mucho anotar cada detalle de cualquier cosa que atrajera su atención, desde que era pequeña. Más que un gusto, se había convertido en una manía-costumbre en ella, por lo que, cuando le gustaba una chica tendía a sacar un blog del bolsillo y comenzar a anotar todo sobre aquella chica. Examinó el armario y se puso a reordenarlo, poniendo todos sus vestidos a la izquierda, seguido de las faldas y algún pantalón, aunque no le gustaban mucho. Lo que más le gustaba a la hora de vestir eran los vestidos, blancos sobre todo, ligeros y con vuelo, aunque ella nunca le había dado mucha importancia a la indumentaria. Sacó sus zapatos y botas y los puso en el suelo del armario, concluyendo así con su ropa. Cerró el armario de puerta corredera y se sentó en la cama. Sacó un ordenador portátil de la maleta y lo puso también en el escritorio. Lo utilizaba casi exclusivamente para descargar música y para hablar con su familia.

Scarlett paró de dibujar y miró a Tomoe.
-¿Ya lo has sacado todo? -preguntó.
-Sí, ya está... -dijo metiendo las maletas debajo de la cama.
-Bienvenida a tu nuevo hogar. -sonrió Scarlett.

Tomoe no pudo más que articular una pequeña sonrisa mientras sus mejillas se encendían.

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