domingo, 23 de septiembre de 2012

51 | 7/8/10 – Granada, España. Inusualmente nublado.


(Tiene contenido Lemon)



Sábado. Tarde de sábado. La casa CLOUD se veía muy ajetreada, chicas y chicos viniendo de aquí para allá, ordenando, limpiando, cocinando, saliendo por supuesto, porque, ¿qué es una buena noche de sábado sin fiesta? Eso se preguntaba Jessica que acababa de ponerse sus mejores galas para salir con Judith. Aunque la rubia le llevaba bastantes años se complementaban como uña y carne. Amantes apasionadas de la moda, sexys y malas. Eran una combinación explosiva, esa que cada pub necesita. Esa noche, Judith y Jessica salieron por la puerta de casa a las 21:00, iban a cenar fuera y después irían de fiesta. “No nos esperéis despiertos.” pidió Jessica entre risitas junto a su amiga.
Las mejores amigas, Megumi y Hikari, habían salido aquella misma mañana; iban a un campamento. Pasarían allí todo lo que restaba de mes, se lo pasarían bien. Sakura había ido a casa de una amiga a dormir, abandonó la casa justo después de cenar. Antes de salir, llevó a Kyaa(Lillium) y a Sophie a casa de unas amigas (Sophie fue totalmente obligada a ir). A Ichigo rara vez se le veía el pelo por casa, trabajaba días seguidos y se dignaba a pasar cuando necesitaba ropa limpia. Y con todo esto llegamos a una conclusión: La casa la reinaban los leones aquella noche.
Koichi no tenía trabajo, libraba. Hiro y Zero tenían una misión asignada dos días después y Ryuichi había pedido tiempo libre para relajarse antes de empezar la gira europea.
Los cinco chicos descansaban en sus respectivas habitaciones, Ryuichi no paraba de mirar a Max mientras se ponía el pijama.
-¿Por qué no vemos una película? -preguntó Ryuichi.
-Vale, ¿por qué no?-contestó sonriendo. Su primo se quedaba sin palabras cuando hacía eso. -Voy a avisar a los demás.
-Pero...
La frase de Ryuichi no fue escuchada ya que Max había salido a medio vestir de la habitación. Aporreó ruidosamente la puerta de Hiro y Koichi.
-¡Heeeeeeey! -gritaba desde el exterior.
Un Koichi bastante cansado le abrió la puerta, tenía ojeras y el pelo desgreñado.
-Oh, ¿qué te pasa Koichi? -preguntó Max preocupado.
-Nada, el trabajo, que es agotador... -contestó de mala gana.
-¿Qué pasa Max? ¿Y qué haces sin camiseta? -preguntó Hiro divertido.
-Bueno, Ryuichi ha tenido la idea de ver una peli, y como somos solo cinco pensé que podríamos verla todos juntos. -dijo sonriendo.
-Muy buena idea, venga Koichi, así desconectas un rato. -le animó Hiro dándole una palmada en el hombro al moreno.
-Vale...
-¡Voy a avisar a Zero!-exclamó Max entusiasmado.
Cuando todos se habían puesto el pijama y se habían acomodado en el sillón, comenzaron a debatir sobre un espinoso tema... ¿Qué película podemos ver?
-¡Una de acción! -propuso Hiro.
-No, acción no, de BL. Nunca he visto una... -dijo Koichi tímido.
-¿BL?-preguntó Zero.
-”Boys love”, vamos, de gays asiáticos. -le explicó Max que posaba sus piernas en el regazo de su novio.
-Aaah... No, no... -dijo Zero tajante.
-¿Por qué no? Aquí casi todos somos gays... -dijo Koichi entre confuso y extraño.
-¿Casi todos? -preguntó Hiro. -Yo soy bisexual.
-Y yo. -dijo Max.
-Bueno, eso no hay quien se lo crea. -refutó Zero.
-Y-Yo no soy gay... -confesó Ryuichi con una voz queda.
-Ya, ¿y qué más? -dijo Zero de mal humor.
La conversación acerca de la identidad sexual de cada uno de ellos llegó a niveles insospechados.
-Todo es por culpa de Max, creo que aquí todos eramos heterosexuales hasta que le conocimos. -concluyó Hiro.
Todos callaron y reflexionaron.
-Cierto. -afirmó Zero.
-Exacto. -le coreó Koichi.
-Y-Yo soy su primo, yo no...
Ante el comentario que solo Koichi, Hiro y Zero comprendían, este último hizo una mueca de asco y desvió la mirada. Max seguía con el velo de la ignorancia heredado de su madre.
-¿Y una de terror? -dijo Ryuichi.
-A mí me gustan. -contestó Hiro.
-Y a mí. -dijeron Zero y Koichi.
Max permaneció en silencio hasta que todos le miraron esperando una respuesta.
-Esto... A-A mí no me...
-¿Te dan miedo? -preguntó Koichi curioso.
-Ya verás, la última vez que vimos una, se llevó una de sustos... -dijo Zero riendo.
-¡Déjalo ya! ¡A mí no me dan miedo! -gritó Max pataleando.
-Pues venga.
Ryiuchi sabía de sobra que a su querido primo le daban miedo las películas de terror, así que la quiso poner para abrazarse a él teniendo una excusa. Cada vez que lo pensaba se sentía más y más patético, pero, ¿qué hacer cuando te gusta alguien de tu familia? Esa era la gran pregunta que tenía el pelirrojo siempre en mente.
La película se desarrolló sin muchos incidentes, Max gritó un par de veces, se abrazó a Zero, le tiró de los pelos, le acarició por la zona del abdomen haciendo que el peliblanco se estremeciera pero poco más. Hacia la mitad de la película, Hiro paró el DVD y anunció que iba a la cocina a por provisiones, Koichi decidió ayudarlo y Ryuichi aprovechó para ir al baño. Zero y Max estaban solos, como tanto deseaban.
-Max, no puedo aguantar más, y menos si me estás toqueteando.
-Tú siempre me estás toqueteando y yo no me quejo.
-B-Bueno... Pero tú eres el uke, es normal. Yo quiero sexo Max, llevo esperando dos años, tengo los huevos....
-¿Llevas dos años sin....?
-Hombre, quiero decir sin acostarme con nadie, no que no... me haga.... cosas...
-¿Con nadie de nadie?
-No, a mí solo me gustas tú... Necesito follar Max, yo ya no puedo aguantarme más.
-¿Y-Y qué hacemos? Yo no quiero que nos oiga nadie.
-Pues somos cinco en casa, más a solas aquí no vamos a estar.
-¿Entonces qué...
Fue interrumpido por un beso de Zero. Sus labios calientes y húmedos se fundieron y chocaron y sí, cómo lo necesitaban. Zero miró a los lados, se levantó y cogió a Max en princesita.
-¡Aay! ¿A dónde vamos Zero? -preguntó Max agarrándose a cuello del peliblanco.
-A un sitio donde no nos van a molestar.
Zero subió por las escaleras, rápidamente para no tropezarse con Ryuichi, pero, a diferencia de lo que Max pensaba, Zero siguió subiendo escaleras, hasta el ático.

Zero abrió la puerta de una patada y la cerró con un pie. Anduvo hasta el final de la estancia en penumbra que se iluminaba ligeramente por la luz de las farolas callejeras. Max divisó al fondo lo que parecía un colchón de matrimonio en el suelo.
-¿Has traído un colchón al ático? -preguntó Max extrañado.
-No, hace unos días estuve mirando la casa entera y al llegar aquí vi un colchón, me acordé cuando estábamos viendo la película y pensé que sería buen sitio para...nuestras cosas.
-S-Sí pero...
Zero soltó a Max suavemente sobre el colchón y, de rodillas, se quedó mirándolo de hito en hito.
-¿Qué pasa? -preguntó Max frunciendo el ceño.
-Que hacía una eternidad que no te veía en la cama. -soltó Zero sonriente.
El mayor se dejó de tonterías y se recostó sobre Max sin aplastarlo, como había hecho tantas veces atrás, y empezó a besarlo. Max se sentía de nuevo como un colegial, con Koichi era más activo y se sentía mucho más experto, pero con Zero se sentía desnudo en cuerpo y alma, aunque físicamente no lo estuviese. No le faltaba mucho, ya que Zero estaba quitándole la camiseta con ansia sin parar de besarlo. El peliblanco se sentía como en una montaña rusa, todos aquellos sentimientos que había guardado durante esos dos años resurgían más fuertes y potentes que nunca. Acariciaba la piel de Max, le gustaba la reacción del menor y ver como se estremecía. Max se incorporó sin dejar de besar a su novio y comenzó a “arrancar” la camiseta del mayor, porque más que quitar parecía que quería desgarrarla y tirarla lo más lejos que pudiera, mientras que Zero quitaba le quitaba sus pantalones.
La luz de la calle se colaba por el gran ventanal redondo. Se proyectaba sobre la espalda desnuda de Zero, sus músculos se marcaban, Max podría incluso dibujarlos. Le gustaba mucho el cuerpo de Zero, le hacía sentir seguro. Sus musculosos brazos lo rodeaban como si el juicio final se debatiera fuera mientras Max gemía débilmente. A Zero le habría gustado aclararle que nadie los escucharía y no era necesario que gimiera tan bajo (a él le gusta que grite bien fuerte) pero no quiso estropear el momento. El mayor seguía besando al menor, esta vez por el cuello, después la clavícula, el pecho, el estómago... 
-Quítatelos. -le ordenó Max.
-¿Qué?
-Los pantalones. Siempre te los dejas puestos, yo te quiero ver desnudo entero. -aclaró el menor.
El peliblanco sonrió y obediente se los quitó. Miró a su amante a los ojos que le miraban firmes y con un toque lascivo que interpretó por un “¿A qué esperas?” Haciendo caso de las súplicas de los ojos de Max, se acercó a él y sin parar de acariciarlo y besarlo le bajó los bóxers dejando al menor completamente desnudo. Su piel, pálida, relucía en las sombras del ático. Después, el castaño se incorporó de nuevo y de rodillas abrazó a Zero y lo besó como nunca lo había hecho. El mafioso pensó que incluso podría llorar en ese momento de felicidad. Aunque la felicidad parecía que duraría algo más, porque Max ya estaba besándolo por el torso y bajaba peligrosamente al abdomen y...
Zero se estremeció y estuvo a punto de caer de espaldas, hacía mucho que Max no bajaba con la boca hasta aquella zona de su anatomía y estaba nervioso como un crío en su primer día de clase. Zero sabía que Max había estado con más hombres después de su ruptura y comenzó a pensar si tendría más práctica que antes y si habría mejorado. Si ha mejorado seguramente tardaré diez segundos en correrme, pensó este. No iba por mal camino, Max había experimentado mucho y desde luego había mejorado. Agarró con delicadeza los calzoncillos de su novio y los bajó de un tirón asustándolo débilmente. Después, cogió suavemente el miembro más que erecto de Zero y comenzó a masajearlo lentamente, sin prisas. Más tarde cambió el ritmo y lo hizo más rápido produciendo estremecimientos y gemidos en el mayor, que no sabía si aguantaría mucho más de rodillas con Max tocándolo así. El menor siguió y cuando de pronto paró dejando a Zero expectante, acercó el pene a su boca y empezó a lamer el glande lentamente, como quien lame un helado. Zero ya no podía aguantar los gemidos y los temblores y cuando el castaño introdujo todo su miembro en la boca no pudo hacer más que agarrar al menor por la cabeza y curvar la espalda de placer. Eran aquellos momentos en los que el menor se sentía el rey del mundo, el controlador de placer de Zero por decirlo de alguna manera, el dueño de su cuerpo y su mente nublada por la lujuria. Max sacaba e introducía el miembro de Zero en su boca con rapidez, lamiéndolo de arriba abajo, en círculos, masajeándolo a la vez. Sí, el peliblanco estaba en el jodido cielo y no le faltaba mucho para terminar. El castaño desde luego sabía que le quedaba poco, por lo que aminoró la marcha y lo hizo mucho más rápido y mojado si se puede, haciendo que Zero se corriera bestialmente en su cara profiriendo un tremendo gemido. El mayor, algo avergonzado, como cada vez que le pasaba, cogió su camiseta y le limpió la cara a Max.
-Zero, esa es tu camiseta.
-¿Y qué?
-Que acabas de mancharla de semen.
-Tu cara vale más. -respondió besándolo.
Zero se dejó de tonterías y empujó a Max contra el colchón con fuerza, situándose entre sus piernas, las cuales cogió y soltó en sus hombros.
-Veo que tienes la flexibilidad como en tus 13.
Al ver la sonrisa socarrona de Zero, Max no pudo decir nada y se limitó a sonrojarse con el ceño fruncido. El mayor siguió sonriendo y acarició las nalgas de Max. Le gustaban bastante, siempre hacía bromas sobre lo mucho que le gustaba su culo, y era verdad, era algo de Max que a casi todo el mundo le gustaba, o por lo menos a casi todos los gays con los que se cruzaba. Zero aprovechó la distracción de Max y acercó uno de sus dedos a su entrada.
-Bueno, tú has estado jugando un rato conmigo, ahora me toca a mí.
Max iba a responder pero entonces un cuerpo extraño, el dedo anular de Zero para ser más concretos, se coló en su propio cuerpo. Entraba y salía lentamente activando todos los sentidos del castaño, se sentía más caliente, sudando y con los pelos de punta. El peliblanco aumentaba la velocidad y lo movía en su interior haciendo que Max comenzara a gemir por primera vez de verdad aquella noche.
Sí por favor, gime, pensaba Zero sin parar. Si había algo que el mafioso adoraba era escuchar a Max gemir, fuera por lo que fuera, le encantaba, era entre femenino y masculino, débil y fuerte a la vez, frágil y perverso a veces cuando los hacía queriendo para calentarlo más. Metió otro dedo y siguió moviéndolos en el interior de Max que arqueaba la espalda y seguía gimiendo con los brazos cubriendo su cara. Zero los apartó, él quería verle la cara.
Sacó los dedos que estaban totalmente lubricados y miró de nuevo a Max que respiraba con cierta dificultad y se tapaba de nuevo su rostro. Sonrió esta vez a causa de la “adorabilidad” de Max. Se acercó a él de nuevo y poniéndose otra vez entre sus piernas, agarró al menor por las caderas. El castaño se dejaba hacer mientras esperaba con ansias el sexo “de verdad”. Quería sentir de nuevo el miembro de Zero, que por lo que había sentido ya antes en su propia boca, era más grande que antes. El peliblanco agarró con una mano la cadera de Max y con la otra su miembro, que lo colocaba en el culo de Max.
-Voy a necesitar que te abras bastante de piernas. -dijo Zero divertido.
-No es problema para mí. -contestó.
Zero apoyó sus manos a ambos lados de la cabeza de Max y lo embistió por primera vez en dos años. Max gritó. Zero no sabía si era de dolor o de placer porque había sido bastante alto para ser el primero. Pero su respuesta se vio contestada al seguir embistiéndolo y comprobar que Max no dejaba de gemir agarrándose a su espalda. Zero seguía metiendo y sacando su miembro del culo de Max gimiendo y respirando entrecortadamente, quería llegar hasta el fondo de Max, llevarlo al séptimo cielo y follarlo sin parar hasta que murieran de inanición o deshidratación. Zero se pegó completamente al cuerpo sudoroso y delicado de Max y siguió embistiéndole con fuerza, sin descanso, mientras el menor le gemía en el oído.
-¡Te he dicho muchas veces...Aaah... Qué no me gimas en la oreja! Aah... -le reprendió Zero.
Max contestó con más gemidos y Zero como “castigo” le dio mucho más fuerte provocando sonoros gemidos del menor que no paraba de estremecerse y mover las caderas haciendo enloquecer al peliblanco. Este, ya a punto de acabar, cogió a Max por las caderas y siguió follándolo más rápido si podía. El menor no paraba de gemir, gritar, sudar, mover las caderas... Estaba tocando las puertas del placer máximo con los dedos cuando Zero lo agarró por las caderas introduciendo aún más adentro su miembro y haciéndolo ya estallar de placer. Ya todo le daba igual, que alguien pudiera oírlos o incluso verlos, que los echaran por ruidosos o pervertidos, TODO le daba igual, con que Zero no parase le era suficiente, y su deseo estaba más que cumplido, porque Zero siguió embistiéndolo hasta que, profirió un tremendo grito y se corrió en el interior de Max. Este, acabando al mismo tiempo que su amante, eyaculó sobre su estómago mientras respiraba ahora con una dificultad más que evidente. Zero, agotado, se quedó en la misma postura unos minutos descansando.
-Zero, ¿estás bien? -preguntó Max ya preocupado al ver que Zero seguía en la misma pose desde hacía cinco minutos.
-Sí, sí, es que me gusta estar dentro de ti, me gustaría quedarme aquí dentro toda la vida.

Ambos, ya más descansados y con el pijama puesto (menos Zero que llevaba solo los pantalones) se abrazaron tumbados sobre el colchón. Estaban agotados y no tardarían en quedarse dormidos por mucho que les hubiera gustado seguir o quedarse hablando después. Zero acariciaba la cabellera del menor que dejaba su cabeza en el pecho de este. La pareja cayó en los brazos de morfeo y abrazados cerraron los párpados.

Al otro lado de la puerta, en el rellano de la escalera, un chico pelirrojo sentado en el suelo lloraba silenciosamente cubriendo su rostro.  

lunes, 17 de septiembre de 2012

50 | 4/8/10 – Granada, España. Sol.




Una noche de miércoles de agosto. La ventana de la habitación de Max estaba abierta de par en par dejando entrar la brisa veraniega que mecía suavemente el fino cabello del chico castaño. Miraba por la ventana sentado en el suelo sobre un cojín y acariciando la cabellera blanca de su ahora nuevo novio. Zero, con los ojos cerrados y como en un sueño, respiraba con delicadeza, lentamente, con ritmo, sin consciencia. Se sentía como en una nube, estaba allí, con Max otra vez, como si fuera una historia de hadas, todo era perfecto. Solo había pasado un día y no se habían despegado el uno del otro, como dos hermanos siameses. Zero disfrutaba abrazándolo hasta sacarle el último gramo de aire de su cuerpecito. Max disfrutaba con los largos silencios en los que solo se acariciaban, no les hacía falta ninguna palabra, todo estaba perfecto como estaba.
Claro que habían pensado en el tema sexual, Max desde que había llegado Zero no había podido hacerlo ni una vez con nadie, no se sentía capaz teniendo a su exnovio en la habitación de al lado. El peliblanco por su parte, llevaba desde que lo dejaron sin mantener ninguna relación con nadie. En su celibato había tenido muchísimas fantasías con Max; como que él volvía y lo subía sobre la mesa y..., Max le decía que estaba arrepentido y se duchaban juntos y..., el pequeño le decía que se había portado mal y Zero le castigaba haciéndole....-
El mayor miró a su uke que miraba por la ventana embelesado con a saber qué, le encantaba como brillaban aquellos grandes y profundos ojos azules, la caída de sus párpados dándole un aire muy femenino, sus largas pestañas que tenían las puntas ligeramente rubias... Zero seguía fijándose en cada facción del menor, que no se percataba de nada. Su nariz perfecta y respingona, sus mejillas un poco rosadas y con un cutis envidiable, sus labios. Oh, sus labios. Zero podía describirlos a la perfección. Carnosos, suaves, blandos, húmedos, expertos, sensuales, atrevidos, perfectos. A Zero le gustaba mucho todas sus sonrisas, las amables, las pícaras, las sexuales, una específica que él tenía cada vez que se metían entre las sábanas y le hacía eso que Zero tanto estaba esperando y que tanto le gustaba.... Zero estaba empezando a sentirse un poco sofocado, y cuando quiso apartar su mirada del menor este giró la cabeza y se le quedó mirando.
-Si vas a estar mirándome así todo el rato se me van a acabar las caras de posar.
-¿C-Caras de posar? ¡Y-Yo no te estaba mirando! -desvió la mirada cruzando los brazos.
-Sí, son las que pongo cuando sé que alguien me está observando. -sonrió Max.
-Bueno sí... Es que hace mucho que no te veía tan de cerca y...
Zero no pudo acabar la frase, porque Max agachó su rostro sobre el del peliblanco y besó sus labios dulcemente. El mayor solo supo callarse y cerrar los ojos esperando que durara aquel momento toda la vida. Max se separó y le sonrió de nuevo, esa sonrisa que Zero ama. Este se levantó del regazo de Max y apoyándose en la pared bajo la ventana cogió a Max y lo rodeo con las piernas y los brazos. Max se dejó abrazar y se agarró al pecho de su ahora de nuevo seme. Pasaron puede que incluso horas desde que Zero se había levantado para abrazarlo cuando este besó al menor en la boca esta vez con algo más de pasión. Se notaba el ansia y las ganas de Zero en cada célula de su cuerpo, y Max podía notarlo, podía sentir la energía de Zero y las hormonas revolucionándose, pero como el peliblanco le estaba metiendo la mano debajo de la camiseta dejó de sentir nada para notar un vuelco en el estómago. No había querido decir nada acerca de cuanto echaba de menos a Zero en su cama porque para él sería rebajarse, pero lo echaba MUCHÍSIMO de menos. Sus besos apasionados, sus caricias, su lengua, su... Lo estaba notando debajo del pantalón de Zero. Duro y puede que incluso más grande que antes, o al menos así lo notaba Max, y eso con los pantalones y los bóxers de por medio. No pararon de besarse hasta que el mayor lo hizo pidiendo aire.
-No sabes lo que te he echado de menos. -dijo Zero.
-Y yo... -le respondió Max en tono de súplica.
Cuando Zero se disponía a llevar aquello algo más lejos la puerta de la habitación de Max se abrió de par en par y alguien encendió la luz. La joven pareja quedó cegada por un momento y luego vieron al extraño que entraba por la puerta.
-Hombre, si son mis gays favoritos. -dijo un chico apoyándose en el marco de la puerta.
El muchacho tendría la misma edad que Zero. Llevaba unos vaqueros gastados con un gran cinturón marrón sujetándolos en sus caderas masculinas, con una camisa un poco abierta negra y unas botas de rockero, el chico se atusó la larga melena negra. Sus ojos rasgados azul marino miraron fijamente a Max y a Zero, que abrían los ojos como platos.
-¡HIRO! -exclamó Max levantándose bruscamente.
-¿Tenía que decir eso de “gays favoritos”? ¿Era realmente necesario? -murmuró Zero por lo bajo.
Max corrió a los brazos de Hiro y lo abrazó como si el mundo estuviera apunto de acabar. Este le correspondió el abrazo elevándolo unos centímetros del suelo y dando vueltas sobre sí mismo con el castaño agarrado a su cuello sonriéndole sin parar.
-Te he echado de menos enano. -le dijo Hiro.
-¡Y yo Hiro!
-¿No tenías una misión? -preguntó Zero mientras Max seguía pegado al moreno.
-Sí, pero antes he venido a hablarte sobre otra misión. -respondió sin separarse de Max.
-¿Misión? -preguntó el menor extrañado separándose.
-Trabajo en la mafia con Zero desde hace unos años, pensé que lo sabías ya. Alguien me chivó que estabais aquí los dos y pedí el traslado.
-¿Q-Quieres decir que Zero es... mafioso? -preguntó de nuevo Max anonadado.
-Max, te juro que te lo iba a explicar, estaba esperando el momento oportuno y...
No terminó la frase de nuevo ya que Hiro se lo llevaba tirándole de la camiseta y arrastrándolo fuera de la habitación.
-Me llevo un momentico a tu novio para hablar de negocios, en seguida te lo devuelvo. -dijo saliendo con Zero de la habitación y dejando la puerta entre abierta.
-¡Suéltame maldito! -oyó Max que Zero maldecía al otro lado de la puerta ya a medio cerrar.
Se desplomó en el suelo de espaldas a la puerta y se quedó en estado de shock. Su novio era mafioso. ¿Desde cuando sería mafioso? ¿Le había estado mintiendo todos estos años o se hizo mafioso cuando le dejó? Max tenía muchas preguntas y ninguna le era respondida, seguía sentando sobre la alfombra y mirando al limbo. Alguien entraba sigilosamente en la habitación.
-¡GROOOOOAAAAAAAAAAAAAAR! -gritó alguien alzando las manos a espaldas de Max.
-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-exclamó Max asustado.
Todo se quedó en el más absoluto silencio y Max volvió a quedarse de piedra. ¿Qué pasaba con ese día que todos venían a darle una sorpresa? Su primo Ryuichi, al cual no veía desde que se fugó de casa allá por el 2006, le miraba divertido sentado a su lado en la alfombra. Tenía el pelo largo, le caía un poco por los hombros. Pelirrojo y muy fino, con el flequillo hacia el lado dejando ver sus castañas cejas muy finas. Su cara, femenina como la de Max, era muy parecido a él, como un Max japonés con los ojos castaños. Las mismas pestañas, la misma caída de párpados, los mismos labios... Quizás los de Ryuichi más finos y pálidos que los carnosos y sonrosados labios de Max, pero bonitos igualmente. Era más alto que él y más musculoso, no mucho, pero la diferencia estaba ahí. Llevaba aretes en las orejas, contó al menos tres en una oreja y dos en la otra junto con una bolita en el lóbulo. Iba vestido con unos pantalones vaqueros con roturas, una camiseta rosa chicle con una tira cómica de los años 80 y unas botas negras. Realmente parece un cantante japonés, pensó Max.
-Hehehe, desde pequeño te asustas con eso, y mira que es tonto. -se burló su primo sonriendo.
-¿Q-Qué haces aquí? ¿Tú eres el que ha avisado a Hiro de que vivía aquí? -se precipitó a preguntar.
-Sí, yo lo avisé, te vi en televisión.
-¿Televisión? -preguntó extrañado, no recordaba haber salido en televisión en su vida.
-Sí, cada vez que meten a alguien en alguna de estas casas le graban la llegada y lo enseñan a todo el mundo, me explicaron que era para que la gente supiese que allí vive gente normal y corriente.
-P-Pero... ¿Y tú qué? Tú eres famoso y te han dejado venir, ¿no?
-Sí, pero realmente no sé si me voy a quedar mucho tiempo, estoy de gira, y mis representantes hablaron con la jefa de las casas CLOUD para pedirles que me dejaran vivir aquí contigo.
-¿Has hecho todo eso solo para estar conmigo?
-Sí.... Te he echado mucho de menos primo...
-Y yo a ti primito. -dijo Max apunto de llorar.
Max se abalanzó sobre su primo y lo abrazó con fuerza, mientras este le abrazaba por la cintura sonrojándose ligeramente.
-¡Has crecido un montón! -dijo Ryuichi feliz mientras cogía a su primo por las manos.
-Hahaha, pues anda que tú, menudos músculos has sacado. -contestó apretando el bíceps del pelirrojo.

Mientras tanto, al otro lado de la puerta, dos hombres hablaban apoyados en la pared con aire desinteresado.
-Entonces has vuelto con Max, ¿no? Joder tío, que casualidad que el chico del que me hablabas que te dejó era el mismo chico con el que estaba viviendo, que cosas tiene la vida...
-Sí... Supongo que si te hubiera dicho su nombre o te lo hubiera descrito, a lo mejor habría vuelto antes con él....
-Claro... Igualmente, me alegro mucho mucho por vosotros. -dijo con una sonrisa de oreja a oreja.
-Pues imagínate yo... Has interrumpido una posible... noche romántica.
-Sí vamos, que ibais a follar. Lo siento tío. -le dijo Hiro con aire solemne dándole una palmadita en el hombro.
-Bueno, ya total... Hay muchos días.
-¡Dí que sí!
El silencio reinó por unos instantes y Zero cayó en la cuenta.
-¿¡Para qué leches me has sacado de la habitación!? ¡Quería contarle a Max lo de mi trabajo, como se enfade conmigo porque no me has dejado explicárselo a tiempo te mato! Y encima está a solas con su primo Ryuichi...
-¿Lo conoces?
-No, pero Max me habló de él y me enseñó fotos suyas. No me cayó muy bien, no sé... Tiene algo que me da mala espina...
-Pues yo lo veo super majo... A lo mejor dices eso porque está coladísimo por Max pero...
-¿¡QUÉ!? ¡LO VES! ¡¡LO SABÍA!! Joder que cabrón, que es su primo por dios... -dijo exasperado Zero.
-Tío cálmate...
-Ah sí, me dijiste que me ibas a hablar de una misión. -dijo de pronto el peliblanco cambiando de tema.
-¿Eh?... B-Bueno sí... Verás... -titubeó Hiro.
-¿Sí?
-Era solo una distracción para dejar a Ryuichi a solas con Max... -dijo Hiro excusándose.
-¿QUÉ!
-Él me informó de que Max y tú estabais aquí y me pareció que debía recompensárselo... aunque fuera de esa manera...
-¡MAX! -gritó Zero abriendo la puerta de la habitación de su novio.
Se encontró una escena que no le gustó bastante. Max estaba tendido sobre el suelo con la camiseta por encima de la cabeza tapándole el rostro, su primo Ryuichi estaba encima suyo haciéndole lo que parecían cosquillas para Max pero que para Zero era un sobeteo extremo de su pareja.
-¡Para, para! ¡Cosquillas no por favor! -suplicaba Max agitando los brazos y piernas en el aire.
-¡Noooo! -dijo Ryuichi sentado sobre Max cogiéndolo por las muñecas.
Zero se quedó pasmado mirándolos con odio, sobre todo a Ryuichi, al parecer su novio no se percataba de hasta qué punto su primo le estaba metiendo mano. Al igual que su madre, Max portaba el velo de la ignorancia en lo que a su primo Ryuichi se refería.
Zero separó a Ryuichi enfadado y le colocó la camiseta a Max, después lo levantó del suelo y dirigió otra mirada asesina al pelirrojo.
-¿Qué pasa Zero? -preguntó extrañado Max.
-Necesito hablar contigo, a solas. -dijo recalcando las últimas palabras mientras miraba a Hiro y Ryuichi.
Ambos salieron de la habitación mientras el pelirrojo farfullaba obscenidades en japonés por lo bajini.
-Max yo... Te juro que te lo iba a contar.
-¿Y cuando pensabas hacerlo, cuando lleváramos cinco años saliendo o en mi lecho de muerte? -preguntó algo molesto.
-Déjame que te explique y luego te enfadas si quieres... (No te enfades por favor). -le suplicó.
-De acuerdo, empieza... -contestó no muy contento y se sentó en la cama junto a su novio.
-Cuando yo era joven mi padre se gastaba todo el dinero en casinos y tenía grandes deudas, yo decidí sacar algo de dinero haciendo trabajos de camarero y repartidor, pero él siempre me quitaba el dinero. Más tarde me enteré de que tenía tratos con la mafia japonesa, hacía contrabandos y cosas por el estilo. Después, la noche que... bueno, la noche que maté a mi padre -hizo una breve pausa porque tenía la boca seca- los mafiosos vinieron a saldar una deuda que tenían con él, pero al encontrarme a mí junto al cadáver dieron por supuesto que el que tenía que pagar la deuda era yo, así que huí y viví en calle un par de semanas. Más tarde me encontraron, ya imposible escapar y me llevaron a su jefe. El jefe de la mafia japonesa me dijo que había que tener valor para matar a alguien y más cuando es tu padre, parecía que le había sorprendido para bien, y así era porque me dio trabajo en su mafia. No me negué porque tenía que saldarles la deuda de alguna manera, como tampoco tenía nada mejor que hacer, lo acepté y trabajé con ellos bastante tiempo. Cuando llevaba un mes aproximadamente, el jefe metió a su sobrino y me dio instrucciones para que le enseñase el tedio y todo lo relacionado, pero su sobrino era un criajo que lo único que le importaba era imponerse y creerse superior. En una misión con otra mafia, un intercambio, me la lió. Salió mal y tuvimos que huir escondiéndonos detrás de unos contenedores, entonces, él me dijo que saldríamos cuando contase tres en una dirección y que debíamos correr todo lo que pudiéramos. Me confié y nada más salir de detrás de los contenedores el muy cabrón se quedó detrás, mirándome con aire triunfal y después salió corriendo con el maletín cargado de billetes por el otro lado. Yo tuve que huir, había fallado a la mafia y allí no te consienten ni un descuido sin partirte algún hueso después, así que huí a Tokyo. No tenía mucho dinero, busqué trabajo por todas partes, pero la mafia me encontró de nuevo. Cuando pensé que me iban a matar, alguien los mató a casi todos a disparos y los que sobrevivieron huyeron de la escena asustados. Me salvó otra mafia que al parecer iba detrás de la mafia japonesa desde hacía mucho tiempo, y gracias a mí habían conseguido que salieran de Osaka.
Me dieron un puesto de trabajo en su mafia italojaponesa y una casa.
-Ah, ¡qué la casa encima no estaba alquilada? -exclamó Max enfadado.
-Claro que estaba alquilada, pero a la mafia...
Max calló y le dejó seguir con la historia mafiosa de su querido amante.
-Llevaba apenas cinco días en Tokyo y ya tenía casa y trabajo, pero aún así no me encontraba bien de ánimos, así que una mañana aproveché para dar un paseo y pensar. Robé una bicicleta y me fui al parque.
-Sí, y pensaste, que aburrido estoy, voy a tirar a ese chiquillo al lago... -murmuró Max.
-Que tonto eres. -dijo abrazándolo- Iba muy absorto en mis pensamientos, soñaba con un trabajo normal y puede que incluso una pareja (aunque por aquel entonces no sabía si era gay o no). Y entonces nos caímos y te vi, tan mono, tan mojado, con esta cara de ángel que tienes -dijo cogiendo el rostro de Max- y me enamoré.
Max se sonrojó y prefirió librarse de las manos de Zero y mirar a otro lado. Este sonrió al ver el gesto del menor.
-Te dije que trabajaba en una oficina porque de hecho, en esta mafia, hago casi siempre papeleos y cosas varias, ya no voy a saldar deudas de nadie ni cosas parecidas, soy más bien un hombre de negocios... Algo turbios, pero negocios.
-¿Por qué me mentiste? ¿Pensaste que te iba a dejar si me decías que eras mafioso?
-En parte sí, pero mi mayor preocupación era tu seguridad. Yo no quería, ni quiero, que te metas en ese mundillo y menos por mi culpa. Allí todo es sucio y corrupto, y tú eres muy inocente Max... O por lo menos lo eras con 13 años. Sabía de gente de mi trabajo que había cometido errores y sus familiares lo habían pagado caro y por nada del mundo dejaría que nadie te tocara Max..
-Pero si acabas de decir que hacías trabajo de oficina.
-Sí, pero que yo sepa en ninguna mafia te pasan ningún error por alto.
-Y...Ahora... ¿Sigues en...?
-Sí, cuando me enteré que estabas aquí pedí el traslado, ahora estoy en una especie de mafia italoespañola o algo por el estilo... El caso es que sigo haciendo básicamente lo mismo, solo que aquí contigo.
-¿No hay nada más que me hayas ocultado? Si es así, este es el momento Zero.
-N-No que yo sepa... -titubeó pensando en una cosilla que debería decirle y prefirió guardarse.
Max abrazó a Zero e insistió en que no le importaba, que lo importante era que se lo había contado y que lo quería, le daba igual su trabajo. Después, Max le habló de su trabajo en la SIA y en todo el follón que había causado. Zero parecía molesto cuando Max le contó que se había acostado un par de veces con Koichi, pero intentó que no se le notara (aunque Max se dio cuenta, por supuesto).
Cuando ambos se habían sincerado y parecían a gusto con su nueva relación sin mentiras, Zero se volvió a acercar a Max tanto como antes de que Hiro les interrumpiera.
-Max, no sabes lo que te he echado de menos por las noches. -dijo sin tapujos.
-Y yo Zero...
Max notaba que la sangre se le arremolinaba en las mejillas porque las notaba arder. Zero se acercó aún más al menor y sin previo aviso se abalanzó sobre su cuello y comenzó a besarlo, morderlo y lamerlo. Max soltaba débiles gemidos mientras se abrazaba a la ancha espalda de su novio. Cuando Zero ya notaba que no podría aguantar mucho más, alguien volvió a abrir la puerta de par en par.
-¿Habéis acabado ya de hablar? -preguntó Ryuichi con las maletas en la mano.
Zero lo miró con una profunda mirada que destilaba odio y Max intentó arreglarse la ropa.
-¿Dónde vas con esas maletas? -preguntó Zero rudamente.
-¿Tú qué crees? Me han asignado esta habitación. -contestó fríamente.
-¿¡QUÉ!? -exclamo el peliblanco.
-Que bien, hacía años que no dormía con mi primo. -dijo Max sonriendo.
En ese momento llegó corriendo Sakura.
-¿Ryuichi? Hay un coche de la casa CLOUD en la puerta, dicen que traen tu cama para instalarla aquí. Me han dicho que bajes un momento.
-Voy. -dejó sus maletas y bajó apresuradamente las escaleras.
Sakura les saludó con la mano a la pareja y se fue pasando por la habitación de al lado, en la que parecía haber revuelo. La pareja se acercó a la habitación de Koichi, donde Hiro estaba dejando sus cosas en un armario.
-¡Pero si aquí no hay espacio! ¡Yo quería compartir habitación con Max y nunca me han dejado! ¿Por qué ahora... ?
-¿Querías dormir conmigo Koichi? -preguntó Max con sensualidad apoyándose en el marco de la puerta.
-Diría que sí, pero ese armario empotrado que tienes detrás me está mirando con cara de pocos amigos... -dijo y siguió haciéndole sitio a Hiro en el armario.
Zero refunfuñó y apoyó su mentón en el hombro de Max, rodeándolo por la barriga.
-Esta habitación es grande Koichi, eres muy tiquismiquis. -le dijo Hiro que estaba haciendo su cama.
-Ya, pero...
-Lo siento tío, si quieres cambiamos, yo me voy a dormir con Zero.
-¿¡QUÉ!? Una mierda, conmigo no duerme nadie que no sea Max.
Max sonrió y le dijo algo al oído, haciendo que una sonrisa perversa surcara el rostro del mayor.
-Pues te aguantas Koichi... Yo me iría de buena gana a dormir con alguna chica, pero ya me dijeron que los chicos tenemos que estar en la primera planta... Si me han asignado esta habitación por algo será.
-Sí, porque si me pasa algo a mí, estás más cerca. -dijo Max sacando la lengua.
-Oye, ¿y por qué te tiene que salvar este estando yo? -replicó Zero ofendido.
-Porque Hiro siempre llega en el momento adecuado, es un don que tiene.
El moreno se limitó a sonreír ante el comentario de Max y terminó de hacer la cama. Los dos chicos morenos acabaron de ordenar el armario y la pareja se despidió. Zero le dio las buenas noches a Max y le prometió que en cuanto tuvieran un hueco, le haría gritar como cuando vivían juntos. Max se sonrojó y le pegó levemente en el pecho, después le dio un beso y se fue a su habitación.
Zero, tumbado en su cama, pasó casi una hora mirando al techo embobado, lo único que veía era la cara de su querido Max sonriéndole.



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miércoles, 12 de septiembre de 2012

49 | 3/8/10 – Granada, España. Nublado por primera vez.




Había pasado una semana desde que Max anunció que se iba y todo el mundo estaba triste. Como si el tiempo se hubiera puesto de acuerdo, las nubes reinaron toda la península, oscureciendo un posible precioso día de agosto. Un chico castaño hacía su maleta. Metía ropa, un peluche que le había regalado Lillium, un coche de juguete que le había regalado Sophie (algo muy extraño en ella), fotos con las chicas.... Resopló y cerró la maleta con un fuerte estruendo.
-¿Por qué todo me pasa a mí? -se preguntó Max.
La casa CLOUD te deja salir si es por un motivo de peso. Max se había reunido cuatro días atrás con la jefa de la casa, quien nadie había visto nunca. Se reunieron en el ático, donde nadie los pudieran ver. Habían dado orden de desalojar la casa dos horas para que KUMO y Max hablasen tranquilos...



Max subió las escaleras hasta el ático a las 7 en punto, hora a la que había quedado con la misteriosa jefa que nunca dejaba ver su rostro. Abrió la puerta y vio a cuatro guardaespaldas haciendo un círculo cerrado alrededor de una chica sentada en un trono. Ese era el sillón en el que Shinku se sentaba cuando quería estar sola. La chica se aclaró la voz y al segundo los guardaespaldas se situaron a su espalda, eran como cuatro armarios empotrados.
La chica no tendría más de 15 años. Era de constitución normal, con una piel clara, unos grandes ojos castaños y una melena corta (más corta que la de Max) rubia platino con mechas rosas. Lucía ropas extravagantes, parece un ídol coreano, pensó Max. La chica se levantó y apunto con un dedo a un sillón frente al suyo, invitando al chico a sentarse. Él asintió y se recostó en el sillón de cuero marrón. La chica se volvió a sentar.

-Bien, demos comienzo a la reunión.
Max la miraba expectante.
-Me has comunicado que quieres abandonar la casa CLOUD de Granada.
-Así es. -contestó Max sin vacilar.
-Motivos.
-¿M-Motivos?
-Verás, por si no te has dado cuenta, en esta casa reunimos a gente única, gente que necesita un hogar, y por supuesto que tiene secretos y vidas peligrosas, comprenderás que no te podemos dejar salir así por las buenas.
-Tengo motivos para irme.
-Dímelos.
-Verás, has acogido en esta casa a Zero, mi exnovio, que me está haciendo la vida imposible, y yo no puedo convivir con él en la misma casa. -adoptó un tono más serio de lo normal.
-Lo sé, ¿por qué si no iba a dejar que viviera aquí? Pues porque es tu exnovio.
-¿Me estás diciendo que todo estaba planeado? -preguntó haciendo amago de levantarse.
-Sí.
-¡Y lo dice tan pancha!
-Cálmate. Verás, si hay algo que me guste, son las parejas homosexuales, son mi debilidad. Zero y tú encajáis muy bien y lo dejasteis por una tontería, creí oportuno volveros a juntar.
-¿Qué te crees que somos? ¿Marionetas? -su enfado iba en aumento.
-Zero accedió de buena gana.
-Vale, manipúlalo a él, pero de mí olvídate.
-No estoy manipulando a nadie. ¿Sabes? Tú y yo tenemos muchas cosas en común, de hecho, para mí, es como verme en un espejo.
-Pues yo no creo eso para nada.
-Eso es porque no me conoces, si la conversación hubiera sido al revés estoy completamente segura de que tú habrías contestado lo mismo.
Max se quedó callado, realmente era muy similar a él... Algo más extraña pero...
-Aún así quiero que me des permiso para irme. Si lo que te preocupa es que vaya contando por ahí como son las instalaciones o la gente que vive aquí, no te preocupes, no tengo la más mínima intención de revelar información.
-Entonces todo hablado, puedes partir cuando quieras.
-¿E-En serio? -preguntó atónito.
-Por supuesto, no queremos tener a nadie retenido, si tú eres feliz fuera, ahí tienes la puerta. Fírmame antes esto y puedes irte. -le extendió una hoja y un bolígrafo negro.
-Ajam...
Max leyó bien el documento. Al parecer le pedían exactamente lo que él le había dicho: guardar silencio. Max firmó y le dio el papel a la extraña muchacha. Se despidió y la chica junto con los escoltas salieron de la casa.
El chico castaño aguardó un poco más en el ático. Se acercó a la ventana y miró el jardín. La chica junto con los guardaespaldas se metían en un ferrari negro donde un chófer los esperaba. El coche se perdió en el horizonte y Max se quedó allí pensando...



Cogió la maleta y puso una mano en el pomo de la puerta.
-En fin, intentaré olvidar todo este tiempo aquí... (Por mucho que me cueste)... -abrió la puerta y comenzó a salir. -Ahora empezar por cuarta vez, qué coñazo...
No pudo acabar la frase porque alguien lo había cogido por detrás tapándole la boca y sujetándole firmemente. Mientras intentaba soltarse con todas sus fuerzas, otra persona le pasó un pañuelo por los ojos cegándolo completamente. Se lo anudó bruscamente a la cabeza y le quitaron la maleta de las manos. Max sabía que esa tarde la casa estaba sola, pero no creía que fuera alguien capaz de colarse en la enorme mansión. ¿Y si alguien lo había logrado? pensó Max.
Sabía que eran dos hombres porque lo sujetaban con muchísima fuerza y lo empujaban por el pasillo. La orientación de Max era nula, por lo que, aunque lo estaban metiendo en la habitación de Zero, se sentía completamente desorientado, no sabía donde estaba ni a donde lo llevaban.
Lo sentaron en una cama y le ataron las manos por la espalda con unas cuerdas. Lo empujaron a la cama y lo dejaron allí vendado y atado de manos. Un hombre se sentó a su lado.
-¿¡Dónde me habéis traído!? ¿Qué queréis de mí?
-Solo vamos a jugar contigo un rato. -dijo la voz distorsionada tocándole el muslo.
-¡No me toques! O si no...
-O si no ¿qué? ¿Vendrá tu novio? ¿Tus amigos? Aquí no hay nadie que pueda ayudarte. Solo queremos que te lo pases bien un rato. -contestó.
Max se puso a la defensiva y consiguió ponerse de rodillas en la cama.
-¡Vendrán, vendrán y me encontrarán!
Max sintió como una pistola presionaba levemente su sien.
-Si no nos haces caso, te mataré.
-Há, pues mátame, vas listo si te piensas que tengo miedo de morir...
-¿Por qué?
-Porque ya lo he perdido todo por mi orgullo. -dijo con deje de temblor en la voz.
-¿Ah sí? ¿Y qué es eso tan importante que has perdido? -preguntó la voz distorsionada.
-A Zero. -contestó con la cabeza gacha.
-¿Lo ves? -dijo una voz al fondo que le resultaba familiar.
-Vaaaya.... -la voz de su lado dejó de estar distorsionada.
Max levantó la cabeza mirando a su alrededor.
-Esas voces...
Alguien tiró bruscamente de la cinta que le cubría los ojos dejándole ver todo a su alrededor. Estaba en una habitación sobre una cama. A su lado había un chico alto y fuerte con una preciosa y reluciente cabellera blanca, y al fondo, apoyado contra la pared, un chico alto con el pelo negro cubriéndole ligeramente el rostro.
-¿Ves como no cuesta tanto decirlo, Max? -preguntó Koichi.
En ese momento, mientras Max se empezaba a poner como un tomate bien rojo, Jessica entró por la puerta preguntando como había ido el plan.
-Yo....
Zero se acercó a Max y se situó frente a él de rodillas, le desató las manos y después lo abrazó.
-Max, eres lo más importante en mi vida, por favor, no me rechaces otra vez...
-Pero Zero yo... Zero... ¿Estás llorando? -preguntó Max con los ojos como platos mirando a Zero que se escondía en el hombro de Max.
-¡Pues sí! -confesó el peliblanco.
-Zero....
Max, totalmente conmovido por las lágrimas de Zero, lo abrazó como si le fuera la vida en ello. Zero lo agarró más fuerte rodeándolo con sus enormes brazos trabajados en el gimnasio. Max se dejó abrazar.
-Te quiero. -le dijo Max.
-Yo también te quiero cariño. -le contestó Zero.
Max y Zero seguían abrazados mientras Koichi y Jessica les observaban ya apunto de irse.
-Que bonito... -dijo Koichi al borde del llanto.
-Ahora es cuando se ponen a follar, ¿no? -dijo Jessica impaciente.
-No estropees el momento, ¡leches! -le regañó el moreno.
La pelirroja enfurruñó la cara y Koichi la echó de la habitación, le guiñó un ojo a Max y después salió el también dejándolos solos.


Diez minutos pasaron hasta que ambos dejaron de llorar y Max, agotado, se quedó dormido sobre el pecho de Zero, como hacía dos años atrás cada noche. El peliblanco acariciaba el pelo del menor mientras lo miraba atentamente. Con el otro brazo rodaba la cintura del castaño tocando con suavidad su espalda.
-Hacía tanto que no estábamos tan juntitos... -susurró Zero.
Max hizo una mueca y se acomodó más sin despertarse.
-Esta vez te lo contaré todo, no habrá secretos entre nosotros.
Y Zero se quedó dormido también.

Alguien los observaba por una rajita de la puerta. Dos figuras que se movían y hablaban en voz baja. Un chico con una larga melena negra y unos preciosos ojos azules, el otro era un poco más bajo y con una melena hasta los hombros pelirroja, con unos ojos castaños y un montón de piercings en las orejas.
-Mira, ahí tienes a tu querido Maxie; hacía mucho que no lo veía, que grande está... -dijo el chico de la larga cabellera.
-Sí... Pero ese peliblanco solo es un obstáculo para mí.-le contestó el pelirrojo.
Cerraron la puerta del todo y bajaron las escaleras para recoger su equipaje.



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domingo, 9 de septiembre de 2012

48 | 26/7/10 – Granada, España. Soleado de nuevo.




Un chico castaño y delgado escribía tranquilo en su escritorio. Tenía a medias la poesía de la semana y llevaba un día de retraso, así que se puso manos a la obra. Su mesa estaba llena a rebosar. Papeles en blanco, papeles con letras tachadas y borrones, platos con pasteles, cestas con galletas, una tableta de chocolate a la mitad y mordisqueada...
Buscaba las palabras adecuadas, pero todo le quedaba triste... O triste o como un intento de asesinato. Se rascaba la cabeza de vez en cuando, intentando sacar una idea, una frase, una mísera palabra. Mordía el lápiz y lo remordía.
-Solo olvídame. Tu presencia se clava como un puñal en mi entristecida alma...
Alguien tocó su hombro de repente haciéndolo saltar como un resorte de la silla.
-¡Aay, qué susto! -gritó dándose la vuelta en la silla y tocándose el pecho.
-Perdona, no quería asustarte. -dijo Sakura preocupada.
-No pasa nada, tranquila. Bueno, ¿me buscabas para algo? -preguntó.
-Sí, ¿recuerdas que me dijiste que a ver cuando te daba clases de gimnasia?
-Anda sí, es verdad, te lo dije hace ya un mes, ¿no?
-Pues venga, vente conmigo.
-¿A-Ahora? Estaba trabajando... -Sakura ya tiraba de su brazo levantándolo de la silla.
-Sí, y vamos rápido, que te tengo que poner ropa de gimnasia.
-¿R-Ropa de gimnasia? No me gustan los chándal...
-No te voy a poner un chándal. -contestó con una risita.


Al cabo de media hora, Max se encontraba con Sakura en el salón, en la alfombra. Habían apartado todos los puffs para tener espacio. A Max le resultó extraño que hicieran gimnasia allí y no en el gimnasio, pero no le puso pegas, ya que no había nadie allí y no podría ser humillado. Sí, humillado. Sakura le había puesto una camiseta de tirantes verde que dejaba ver su ombligo y unos leggins negros apretados. Max intentaba bajar la camiseta, pero por más que lo intentaba ésta no cedía.

-¿En serio tengo que ir así vestido?
-Claro. Está bien, empezaremos con posturas normales y luego subiremos de nivel, ¿de acuerdo?
-V-vale...Pero no te pases que soy cinturón blanco. -tartamudeó Max sentándose en el suelo junto a Sakura.
-Vamos a trabajar la flexibilidad, y luego podríamos hacer algo de lucha.

Ella en cambio vestía más normal. Un top amarillo chillón que dejaba ver su tripa y unos pantalones rojos de tela china. Estaban practicando algunas posturas y Sakura le preguntó si sabía abrirse mucho de piernas, ya que por la constitución de Max sería normal que tuviera más flexibilidad que un hombre normal. Max le dijo que sí sabía y ambos probaron a hacerlo a la vez. Max calentó un poco primero ya que tenía los músculos agarrotados de pasarse el día en la silla pensando en poesía.
Cuando lo consiguió, y Sakura lo miraba orgullosa, entraron Koichi y Zero en el salón por la puerta.
-Sí y entonces...
Koichi iba contando lo que sin duda sería algo interesante si no tuvieran ante sus ojos algo MUCHO más interesante que cualquier historia que el moreno pudiera contar. Se callaron al segundo y se quedaron mirando embelesados.
-¡Hola chicos! Que, ¿os unís? -preguntó Sakura desde el fondo.
-No tranquila, nos sentaremos aquí sin molestar.... -contestó Koichi arrastrando a Zero a un sofá alejado pero frente a la alfombra, desde allí tenían preciosas vistas.
Se dejaron caer en el sofá mientras seguían mirando sin parar, como si pestañear estuviera prohibido y penalizado con cárcel.
-Yo creo que me voy, me estoy poniendo malo... Como lo siga mirando así se me van a salir los ojos... -anunció Zero haciendo amago de levantarse.
-No digas tonterías... A mí me gustan los dos... Es peor. -contestó agarrando el brazo de Zero sin dejar de mirar a Max y Sakura.

-¿Te apetece hacer una lucha? ¿Sabes pelear?
-Claro, guapa, he estado en la SIA, ¿vale?
-Hahaha, claro, será divertido.

Sakura comenzó con una patada alta que Max paró sin moverse. Tiró del talón de Sakura que había agarrado y ella dio una vuelta en el aire cayendo de rodillas al suelo. La ojiverde se lanzó al ojiazul sin miramientos y lo cogió por las piernas haciendo que cayera al suelo, donde se soltó de la atadura de la chica y le hizo una llave cogiéndola por el cuello.
-Está Max más mono con esa ropa... Reparte hostias como panes, ¿eh?
-Sí, pero Sakura es excelente en artes marciales... Y no se queda atrás, ¿has visto que pantalones más apretaditos lleva?
Alguien se había sentado entre los dos aprovechando la confusión de sus mentes con el espectáculo.
-¡Solo les falta el barro! -gritó Jessica alzando los brazos.
-¡Coño, la loca pervertida! -dijo asombrado Zero.
-Eres una pervertida Jess....
Jessica cogió a ambos chicos por el cuello de las camisetas y los miró con un profundo odio.
-Como me volváis a llamar pervertida en ese tono os juro que os hago castrati.
-E-Es una chica muy maja, ¿no Koichi? -dijo Zero asustado mirando a su amigo.
-P-Por supuesto... E-Es una bellísima persona... -contestó Koichi devolviéndole la mirada.
Jessica los soltó para ver el final de la pelea entre Sakura y Max. Habían parado y estaban el uno frente al otro mirándose, de rodillas en el suelo y respirando aceleradamente. De repente, y sin previo aviso, Max se desplomó. Sakura se acercó con prisa y lo puso boca arriba.
-N-Necesito... dulces....
Fue lo único que logró decir. Sakura entre risitas lo levantó del suelo y lo llevó a su habitación. Después, ella salió y bajó las escaleras para reunirse con Koichi. Ambos salieron por la puerta y se fueron. Zero, que se había quedado a solas con Jessica prefirió subir y hablar con Max, no le gustaba quedarse a solas con ella.
Abrió lentamente la puerta y vio que Max estaba sentado en su silla, comiendo dulces y ojeando una revista. Nada más verlo, la cerró y miró a Zero sorprendido. El peliblanco entró en la estancia y cerró la puerta.
-Max, tenemos que hablar, por favor escúchame. -suplicó de nuevo.
-Bueno, empieza.
Max volvió a abrir la revista y se reclinó en la silla, haciendo como si no lo escuchara. Zero, asombrado por el hecho de que Max le hubiera dejado hablar y no lo echara, hinchó el pecho y comenzó a explicarse.
-Max... Yo siempre te he querido y siempre te querré, y lo sé desde el momento que choqué contigo con mi bici y caímos al lago...
-Ajam... Me tiraste las galletas... -dijo molesto.
-Después te compré muchísimas... Max, tienes que entenderme, yo no te dije esas cosas en serio, las dije a lo loco, venía cansado de trabajar y tú me venías con lo mismo... ¿Cómo te sentirías si la persona a la que has amado desde un primer momento creyese que le pones los cuernos porque te vas con un amigo de viaje de negocios?
-Pues sería un sentimiento normal en mí, ya que tú siempre has sido un celoso de aúpa.
-¡Ya lo sé, ya sé que soy un inútil y que no me merezco tu amor, pero me gustaría que por lo menos fuéramos amigos! -gritó Zero cerrando fuertemente los ojos.
-Ah, ¿solo quieres amistad? -preguntó incrédulo- ¿Dónde has metido al Zero que yo conocí, el que si quería algo lo conseguía y no tenía miedo de nada? -volvió a preguntar dejando ya a un lado la revista.
-Está aquí Max, pero sí tengo miedo de algo, de perderte de nuevo, me he pasado los últimos dos años buscándote sin descanso, deprimido, bebiendo... ¿Es que todo eso no significa nada para ti? ¿Tan congelado tienes el corazón? -confesó dolido.
Se hizo un absoluto silencio. Max se levantó de la silla dejando caer la revista.
-¡YO ESTUVE VIVIENDO EN LA CALLE, EN UN PUÑETERO CALLEJÓN, DROGÁNDOME, SOBREVIVIENDO SIN DINERO NI ESPERANZA! ¡ABANDONÉ TODA MI VIDA Y TODAS MIS COSAS! ¡DESPUÉS MI MADRE MURIÓ Y TUVE QUE VOLVER A LONDRES DONDE MI PADRE ME LLEVÓ A JUICIO! ¡¡Y TODO ESTO CON 16 PUÑETEROS AÑOS, ASÍ QUE NO ME VENGAS CON QUE SUFRISTE PORQUE NO TIENES NI IDEA DE LO QUE ES EL SUFRIMIENTO! -explotó Max.
Después de la declaración, Max de desplomó de rodillas en el suelo, tapándose el rostro con las manos mientras el suelo se llenaba de sus lágrimas.
-Yo solo quería olvidar y empezar una nueva vida... -dijo entre sollozos.
-Pero Max... Yo te quiero... -le dijo Zero arrodillándose a su lado.
-Pues yo estoy intentando olvidarte y no quererte, y que estés aquí no me ayuda nada... No te puedo echar porque tampoco es mi casa, así que...
-Max...
-Me volveré a Inglaterra. -anunció alzando el rostro.
-¡NO! ¡MAX, NO TE PUEDES IR! Si te vas... ¡Si te vas te seguiré y volverás a verme!
-Zero por favor, déjame en paz... -le pidió el castaño apartándolo con una mano.
-Es que no ves que no puedo, no puedo vivir sin ti, sin abrazarte Max, sin tenerte a mi lado, sin... besarte.
Dicho eso último se acercó peligrosamente a Max, que en el acto se puso del mismo color que un tomate.
-¿Se puede saber que hacéis ahí los dos solos? -gritó Jessica abriendo la puerta de par en par.
-¡NADA! -respondió Max levantándose con la cara aún roja.
-Ya... Está hecha la cena, ya podéis bajar.
-S-Sí... -contestó Zero levantándose con la cara roja también.
Jessica dejó la puerta abierta y bajó las escaleras. Max miró a Zero con una ceja arqueada y los labios muy tensos, Zero podría haberlos besado aún en ese estado. Se dio la vuelta y bajó también las escaleras, dejando a Zero solo.

Jessica, Hikari, Megumi, Koichi, Sophie, Lillium, Shinku, Max y Zero cenaban en la misma mesa. Ichigo estaba aún trabajando y Sakura seguía entrenando. Comían animadamente, Lillium hablaba sin parar con Sophie que no parecía prestarle la más mínima atención, más bien miraba a Shinku todo el rato, sin decir nada, con su típica cara de pocas pulgas (que se parecía a la de Shinku). Shinku por su parte comía en silencio. Megumi, Hikari y Jessica discutían sobre estudios y sobre moda. Koichi y Zero comían en silencio a ambos lados de Max, que se sentía algo incómodo al estar entre ellos dos. El peliblanco no paraba de mirar de reojo a Max, pero la mayoría de veces Max le pillaba, arqueaba una ceja y volvía furioso a su comida. Al terminar la cena, Max creyó oportuno anunciar que se iría.
-Chicas, creo que esta va a ser mi última cena aquí, mañana mismo cogeré un avión a Londres.
-¿¡QUÉ!? -gritaron todas mirándolo atónitas.
-Sí, creo que han habido algunas... diferencias que hacen imposible la convivencia, así que me iré mañana, cuanto antes mejor. -concluyó limpiándose la boca con una servilleta, se levantó de la mesa y cogió su plato.
Nada más levantarse las chicas comenzaron a discutir sobre la partida de Max, mientras Zero se levantaba también con su plato y seguía a Max a la cocina.
-¡Max! Max, por favor, esto es algo precipitado, ¿no crees? -preguntó Zero dejando el plato en el lavavajillas.
-No, y déjame en paz.
A Max no le dio tiempo para decir nada más, ya que Zero lo había acorralado con sus brazos y su cuerpo contra la encimera. Se acercaba mucho a su cara y Max intentaba esquivarlo, pero el peliblanco ya le había cogido con fuerza por la barbilla. Sus labios se fundieron una vez más después de dos años. Max sabía igual, a dulces y a infancia, ahora a esto último menos. Zero seguía sabiendo a tabaco y alcohol, aunque con un toque dulce. Zero sujetaba a Max por la nuca y lo besaba con ansia pero con una dulzura y delicadeza que solo Max conocía. Lo cogía suavemente por la cintura y echaba su cabeza hacia atrás para que abriera más la boca. Max mientras tanto tenía una batalla interior. Quería besarlo, pero no quería, deseaba estar con él y a la vez pegarle tal paliza que no se volviera a levantar nunca. Zero metía su lengua en la boca del menor y jugaba, se divertía, se sentía vivo de nuevo, aquella sensación de calor que le invadía el cuerpo entero, ese cosquilleo en el estómago... Cosas que solo Max sabía hacerle sentir. Koichi les miraba desde fuera.
Max se separó de Zero y lo miró con la cara enfurruñada.
-Déjame.
-Pues no has hecho mucho por separarte.
Koichi se fue de allí dejando su plato en la mesa junto al de Jessica, enfadado, y subió a su habitación.
-Q-Qué me dejes ya de una vez Zero, eres muy pesado...
Max se apartó y salió de la cocina agachando la cabeza para que no se viera que su rostro estaba descompuesto y rojo. Subió corriendo las escaleras y él también se metió en su cuarto. Se tocó los labios con dos dedos, hacía años que Zero no le besaba y estaba más confuso que nunca.
Zero por su lado, salió al jardín a fumar. Miraba el cielo y se sentía satisfecho, la cara de Max había sido como victoria para él. El humo subía por el cielo estrellado. Max, asomado a su ventana, miraba atentamente a Zero sin que éste se diera cuenta. Koichi escrutaba el exterior desde su ventana, Max mirando a Zero, suspirando por él.... Se fue a su cama y se metió enfadado entre las sábanas.




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47 | 19/7/10 – Granada, España. Soleadísimo.




Una tarde cualquiera, Max comía pastelitos sentado en el “sofá de la tele” (Así habían bautizado al sillón que estaba frente la enorme televisión de plasma). Miraba la televisión sin prestarle la más mínima atención, su mente aún estaba inestable a causa de la repentina aparición de su ex novio Zero. Cuánto había pensado en él... Si estaba bien, si pensaba en él, si aún sentiría algo... Por supuesto no tenía la más mínima intención de preguntárselo, directamente no hablaba con él. Lo odiaba y lo quería a la vez, pero eso último no lo reconocería aunque le fuera la vida en ello... ¿O a lo mejor sí?
Zero entró en el salón donde, Jessica, Hikari y Megumi jugaban a las cartas en la mesa del fondo, Koichi yacía en la alfombra con la cabeza sobre un puff y los ojos cerrados. Se acercó con paso decidido junto a Max, que lo ignoró como el viento que se cuela por la ventana.
-Venga Max, perdóname por favor.... Si sabes que te quiero muchísimo... -suplicó sentándose en el brazo del sofá y pasando uno de sus brazos por los hombros de Max.
-No. -contestó frío.
Zero se sentó en el extremo del sofá, todo lo lejos de Max que el mueble le permitía.
-Jo, antes no eras así de arisco, te pasabas el día encima mío haciéndome mimitos... -dijo profiriendo un gran suspiro al final.
-La gente cambia y yo he cambiado. Así estoy más seguro. -dijo el castaño con la cabeza gacha.
Zero lo miró de hito en hito, intentando buscar alguna explicación coherente al comentario del menor. Koichi abrió lo ojos y como si hubiera estado allí todo el rato siendo partícipe de la conversación, se acerco a ellos.
-No le hagas caso, es que ahora es bipolar, como si a mí no me diese mimos. -dijo entre risas de satisfacción.
Jódete que Max me quiere más a mí, pensó Koichi.
-Max siempre ha sido bipolar, cazurro. -le contestó un cortante Zero.
Yo me lo he tirado y ha gemido como un loco, a diferencia que contigo, pensó Zero.
-Ais, Max, a ver cuando volvemos a hacerloooo. -dijo Koichi con retintín sentándose entre Zero y Max.
-La verdad es que por ahora no me apetece...
-¿¡Qué!? -exclamó Koichi entre sorprendido, ofendido y furioso por la cara victoriosa de Zero.
-Entonces yo sí te podré hacer algo, ¿no? -preguntó Zero vacilando y sentándose entre Koichi y Max.
-Ni muerto.
Zero se echó encima de Max empujándolo sobre el sofá y sujetándole las muñecas.
-No seas soso, antes siempre tenías ganas. -dijo Zero sonriendo socarronamente.
-¡Quita de encima! -gritó Max intentando quitarse al peliblanco de encima.
Koichi separó bruscamente a Zero de Max que lo miraba con gesto enfadado.
-Eso, quita tus sucias manos de Max. -le espetó enfadado poniéndose de nuevo entre el peliblanco y el castaño cogiendo al último en sus brazos.
-El que lo tiene que soltar eres tú.
Zero y Koichi comenzaron a gritarse mientras intentaban coger a Max y quitárselo de las manos a su rival.
-¡VALE YA! -gritó Max.
Se hizo el silencio más absoluto en toda la sala y ambos se separaron de él. Las chicas al fondo se habían callado para escuchar. Max se levantó del sofá enfadado y caminó hasta el pie de las escaleras.
-Estoy harto de que me veáis como un objeto, a ver si os enamoráis entre vosotros y me dejáis ya tranquilo, coño... Me voy a fumar.... -les soltó mientras se daba la vuelta para subir las escaleras.
-¡Te he dicho que no fumes! -le dijo Koichi desde el sofá.
-¡NADIE ME DA ÓRDENES! -gritó Max mientras subía las escaleras con fuertes pisadas.
Koichi y Zero se desplomaron en el sofá y suspiraron a la vez. Después de un minuto, ambos se miraron buscando apoyo en el otro.
-Quizás nos hemos pasado un poco... -dijo por fin Zero.
-NOS HEMOS pasado un poco. -le corrigió Koichi.
-¡Has sido tú quién ha intentado ponerme celoso!
-¡Mis razones tengo!
-¿Ah sí? A ver, ¿cuáles son? -preguntó el mayor mirándolo como a un mentiroso.
-¡Pues que si vosotros volvéis, Max ya no se pasará las tardes conmigo, solo querrá estar contigo! -dijo Koichi quitándose un peso de encima.
Volvió a producirse un silencio. Zero lo miraba con pena.
-Koichi yo...
-Tú le quieres, él también te quiere y yo no quiero ser ningún impedimento en vuestra relación... -dijo triste.
-Él no me quiere Koichi...
-Sí, sí te quiere, a veces cuando está dormido lo oigo murmurar tu nombre. Me ha hablado de ti y de cuando vivíais juntos. A ti te mira diferente.
-Me mira con odio...
-Y además me lo ha dicho...
-¿T-Te ha dicho que.... que me quiere? -preguntó el ojilila ilusionado.
-Sí, verás....




~Algunas semanas atrás~

Max lloraba en una esquina de su habitación, tapándose la cara con las manos, mojadas de lágrimas.
Koichi que había ido a su habitación para jugar con él a las cartas, lo encontró contra la pared, sentado en el suelo y ocultando su rostro. Se acercó a él y se arrodilló delante suyo.

-¡Max! ¿Qué te pasa? -preguntó urgente el moreno.
-Nada... Koichi déjame... -intentó apartarlo sin conseguirlo.
-Max... No me gusta nada verte llorar, pero aún menos no saber porqué... Cuéntamelo, somos amigos, ¿no?
-Es que... -hizo una pausa y cogió aire- Mi novio y yo lo dejamos hace dos años, pero no paro de pensar en él...
-Bueno, pero si lo dejasteis es que no era una relación solida ni con futuro, así que no le des más vueltas.
-No lo dejamos, le dejé yo... Porque soy un estúpido, un celoso, un infantil de mierda....
-No digas eso, tú eres una gran persona y tienes muchos amigos, así que tan estúpido no serás. -le intentó animar Koichi.
Koichi rodeó a Max entre sus brazos, odiaba ver así a su amigo, pero aún más odiaba ver que ese mal era a causa de otro hombre. Estaba... ¿Celoso?
-Necesito verle... -dijo Max en voz baja, casi en un susurro.
-Estoy seguro de que algún día lo verás.-dijo Koichi muy a su pesar.
-Te quiero Zero...





-Para, para el carro, ¿me estás diciendo que ya sabías quién soy? ¿Entonces para qué me preguntaste? ¿Y por qué me pediste que te contara toda la historia?-dijo Zero confundido.
-Te lo pregunté porque no me dijo como eras físicamente y te pedí que me contases la historia porque Max no me la contó, solo me habló de que lo dejasteis, pero nada más, tenía curiosidad. -contestó Koichi haciendo una risita al final.
-Así que... Dijo que me quiere.... Tengo que hablar con él. -decidió levantándose del sofá.
-¡Ánimo! Pero si volvéis a ser novios, déjamelo un rato, ¿eh?
-Sí.
Zero le sonrió por primera vez de una manera sincera y salió corriendo. Al subir al primer piso y entrar al pasillo se le cayó el alma al suelo. Jessica cerraba la puerta de la habitación de Max e iba ataviada solamente con un picardías negro transparente y un tanga a juego.
-¿Qué...?
-Max está en su habitación dormido, está agotado. -dijo entre risas que ponían a Zero de los nervios.
-¿¡CÓMO!? -exclamó el chico.
Max salió de su habitación por el ruido.
-Voy a comprar tab... -dijo antes de quedarse petrificado por la escena: Zero y Jessica solos y ella en ropa interior. - … Bueeeno... me voy ya.... -concluyó pasando rápido por su lado sin mirarlos.
-¡Nooo! ¡Max! ¡Espera! ¡Que me ha engañado! ¡No estaba haciendo nada con ella!
-¡Hasta luego Max, compra condones que se nos acaban! -gritó Jessica por encima de Zero sujetándolo por la camiseta.
Max se paró antes de bajar por las escaleras y dándose la vuelta con una soltura y elegancia únicas, le dedicó a Zero una sonrisa malvada.
-Vale, que te lo pases bien con ella Zero, esta mujer es una sorpresa en la cama. -le dijo el castaño al peliblanco riendo.
-Que hijo de... -dijo por lo bajini mientras el menor, que le había oído, bajaba las escaleras.
-Aaaaay Zero, ¡qué bueno estás! -dijo Jessica saltando a sus brazos.
-¡Suéltame pervertida, que soy gay! -intentando quitarse a la pelirroja de encima.
-Mejor, te voy a traer del lado oscuro.
-Estoy bien en el lado oscuro, déjame.... -dijo Zero andando lentamente hacia la puerta de su habitación.
-¡Veeeen aquíííí!
Jessica corrió hacia él pero el peliblanco ya se había encerrado en su cuarto.



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domingo, 2 de septiembre de 2012

46 | 1/7/10 – Granada, España. Soleado.




Era una tarde de jueves normal. Las 20:30. Todas las chicas habían salido. Sakura estaba en el dôjo, Hikari trabajando, Megumi en el conservatorio, Sophie y Kyaa en clases extraescolares, Shinku en el ático, Judith trabajando y Jessica con las pruebas de modelo. Ichigo trabajaba siempre desde muy temprano hasta la noche, por lo que Koichi y Max tenían la casa para ellos solos toda la tarde los días laborales. Koichi trabajaba solo de vez en cuando y por la noche, Max por otro lado, tenía un trabajo independiente. Decidió quedarse con su trabajo-tapadera de poeta, le iba bien. Lo único que tenía que hacer era mandar una poesía a la semana a la editorial de la revista en la que trabajaba. A veces incluso recibía correo de fans.
En ese momento Koichi veía una película mientras Max dormía tumbado con sus piernas en el regazo del moreno. El mayor miraba la televisión son sopor, se iba a quedar dormido él también, pero algo lo sacó de su posible sueño, algo no, alguien.
-¿T-Tú quién eres? -le preguntó al chico que estaba al pie de la escalera.
Era un chico mayor que él, calculaba que tendría unos 23 o 24 años. Era alto, fuerte, con una melena blanca hasta casi los hombros y sus ojos eran de un extraño y brillante lila. Iba vestido completamente de negro, botas negras, pantalones pitillo negros, camiseta de manga corta negra que remarcaba sus músculos.... Es como un armario empotrado, pensaba Koichi.
-Encantado Koichi, soy Zero. -se presentó el extraño.
-¿C-Cómo sabes mi nombre? -preguntó el moreno extrañado.
-Bueno, anoche llegué y me dijeron los nombres de todos los miembros de la familia. Soy nuevo, siento no haber bajado a comer, pero ha sido un viaje largo y quería descansar.
El extraño se acercó y se paró antes de llegar a Koichi, se quedó mirando atentamente a Max. Se puso de rodillas frente al brazo de madera del sofá y miró con atención al menor. Recordaba muy bien aquella cara, aunque había crecido bastante seguía igual, labios carnosos y rosados, piel pálida, largas pestañas... El peliblanco acarició su cabello ahora castaño y le habló suavemente.
-Max.... Max despierta, que ya he llegado.
Koichi los miraba totalmente confundido, sin saber qué decir; Max murmuraba y comenzaba a despertarse.
El castaño abrió los ojos lentamente y no pudo creer lo que estaba viendo. Era el rostro de Zero sonriéndole, como dos años atrás, antes de las peleas. Se quedó un segundo sin saber qué decir, con los ojos como platos. Dos segundos después gritó mientras le pegaba una bofetada a Zero en la cara.
-¡¡UN BICHO!! -gritó Max.
Zero cayó de culo al suelo sujetándose la mejilla dolorida por el tortazo de Max.
-Auch... -se lamentó- menuda bienvenida...
Max se levantó del sofá y miró con asco a Zero cruzando los brazos.
-A ti ni agua. -dijo como escupiendo las palabras.
Zero se acercó a Max y lo cogió suavemente por las caderas, haciendo que Koichi saltara como un resorte del sofá.
-¿No vas a darme un besito de bienvenida? -preguntó Zero acercando su cara a la del menor.
Cuando Max parecía que se lo iba a dar y el mundo de Koichi se derrumbaba (el de Zero se alzaba alto e imponente), éste le pegó de nuevo una bofetada, esta vez en la otra mejilla.
-¿Aún estás enfadado verdad? -preguntó el ojilila.
-Que va... A mí me encanta que me griten “que están hasta los cojones de un niño infantil que le repite siempre la misma mierda.” -contestó irónicamente.
-Max, venía cansado de trabajar y tú te pasabas todos los días repitiéndome lo mismo... -intentó excusarse.
-¿¡Y QUÉ COÑO QUERÍAS QUE PENSARA!? -estalló Max.
-Él era mi amigo...
-Zero, me ha costado mucho olvidarte, llevo dando tumbos de país en país y ahora te presentas aquí... Ol-ví-da-me. - se dio la vuelta- Me voy a fumar. -y subió las escaleras.

En el salón, Koichi y Zero se quedaron solos.
-¿Y éste desde cuando fuma? -preguntó Zero señalando las escaleras.
-¿Y tú de qué conoces a Max?
-Lo conozco desde hace cuatro años, éramos novios.
-Novios... nunca me comentó nada. -mintió Koichi.
-Normal, sigue enfadado conmigo... Lo último que querrá es hablarle de mí a la gente. -dijo Zero apenado dejándose caer en el sofá.
-¿Le dijiste todo eso que ha dicho antes? -preguntó preocupado.
-Sí... Así es como perdí el amor de mi vida... -se lamentó de nuevo.
-Oye... Siento ser cotilla, pero, ¿qué paso exactamente?
Zero comenzó a narrar la historia de como Max le había dejado mientras él pensaba pedirle compromiso. Koichi se apiadó de ambos, comprendía que Max estuviera celoso, pero también sabía lo que era llegar agotado del trabajo y que te quemen la cabeza.
-La culpa fue mía... A fin de cuentas yo soy mucho más celoso que él. Recuerdo que tenía un oso de peluche... Se pasaba todo el día con el jodido oso... Se lo tiré.
-Joder, como te pasas....
-Quiero hablar con él, pero no creo que quiera perdonarme en su vida... Ni siquiera sé si le gusto... Pero... ¿Quién podría querer a alguien como yo? -se lamentó por tercera vez.
-No te pongas así, ya verás como hacéis las paces.
-Si a ti te gusta Max, ¿por qué me animas? -dijo confuso Zero.
-Pero qué.... ¿Y tú porque leches sabes eso? -contestó furioso y sonrojado.
-Un mafioso tiene muchos enchufes. -confesó mirándolo.
-¿Mafioso? -preguntó asustado.
-Sí, pero tranquilo, no voy a hacerte nada. A no ser que me des motivos.
-¿M-Motivos? -preguntó más asustado aún.
-Sí, como tocar más de la cuenta a Max o acercarte... Tengo pipa, ¿sabes? -dijo señalando su bolsillo.
-¡No, no, te lo prometo! -contestó asustado.
-Bueno, voy a ir a por algo de beber.

Zero se fue a la cocina y Koichi aprovechó para subir a la habitación de Max. Llamó y sin esperar respuesta entró. Max lloraba desconsoladamente en su cama, que estaba recubierta de pañuelos usados ya arrugados. Koichi cerró la puerta y se acercó a Max.
-Max...
-No, no me mires... Estoy horrible cuando lloro... -dijo tapándose la cara.
Al otro lado de la puerta había alguien escuchando, sostenía en sus manos una lata de cerveza.
-Tú nunca estás horrible, cuando lloras estás muy mono, pero no me gusta verte llorar.
-Déjame Koichi...
-No, no te voy a dejar solo. Escúchame -dijo cogiendo a Max de la barbilla para que le mirase- Zero es un estúpido sí, pero él te quiere, ¿por qué no le das otra oportunidad?
Zero al otro lado de la puerta estaba deseando escuchar porque.
-¿¡Qué por qué!? -gritó Max atónito levantándose de la cama y situándose delante de Koichi- ¡Pues porque no quiero que nadie me vuelva a gritar como lo hizo él! ¡PORQUE ODIO LOS GRITOS! ¡PORQUE SÓLO MI PADRE ME HABÍA GRITADO ASÍ EN MI VIDA Y NO PIENSO DEJAR QUE UN MINDUNDI DE TRES AL CUARTO ME GRITE PORQUE SE VA CON UN AMIGO A UN HOTEL! -estalló.
Zero al otro lado de la puerta lo entendió todo por fin.... Max no estaba realmente enfadado por lo que le dijo, si no por el tono de voz que empleó... Como el de su padre.
-Max...
-No Koichi no, no pienso volver con ese impresentable, no después de lo de aquella noche. Todo lo que tenga que ver con Zero me repugna, incluso su nombre, así que no le defiendas más en mi presencia, ¿te queda claro?
-S-Sí....
Zero nunca había visto así a Max. A lo mejor era porque él había crecido y se había hecho mayor, pero incluso a él lo asustaba verlo así.
-Y ahora déjame solo por favor... -le dijo Max.
-Claro... Pero que sepas que estoy aquí, ¿vale? -dijo Koichi acercándose peligrosamente a Max.
-Sí, claro...
Koichi, resignado anduvo hasta la puerta, tiempo suficiente para que Zero se separara y fuera hasta su habitación, que era la primera que se veía al entrar al primer piso.
-¿Qué haces? -preguntó Koichi cerrando la puerta de Max.
-Voy a mi cuarto. -respondió nervioso, como si le hubieran pillado.
-Ah... Pensé que te tocaba compartir habitación conmigo.
-No sé, a mí me han asignado esta... Buenas noches... -se despidió secamente.
Koichi asintió y le deseo buenas noches también.

Zero se sentó en su cama al fondo de la estancia. Era bastante sosa la habitación ya que solo había una cama, dos mesitas de noche a ambos lados con sendas lámparas, un armario delante y un escritorio al lado. Escrutaba la habitación con la mirada, intentando imaginarse la cara de Max surcada de lágrimas.

Las chicas y las niñas cenaban tranquilamente mientras los tres chicos estaban en sus habitaciones, sin apetito alguno. Koichi finalmente bajó a petición de sus tripas y Zero, aprovechando que el pasillo estaba desierto se acercó a la habitación de Max.
Pegó la oreja y no oyó absolutamente nada. Abrió lentamente y vio que Max se había quedado dormido sobre el escritorio sentado en la silla. El suelo y la mesa estaban recubiertos de pañuelos de papel arrugados. Aquella escena le partía el corazón a Zero. Éste se acercó y miró de nuevo la cara de Max fijamente. Tenía aún marcas de lágrimas. Se acercó aún más y le besó tiernamente la mejilla. Después se acercó un poco más y le besó delicadamente los labios. Pero había ido demasiado lejos y Max abrió los ojos atónito.
-¿¡QUÉ HACES!?

Max había gritado tan fuerte que se escuchó abajo. Koichi, Sakura y Jessica se levantaron y subieron corriendo las escaleras para ver que le pasaba a su amigo de cabellos castaños.
Mientras tanto en la habitación...
-Solo te estaba besando. -respondió Zero cogiendo por la cintura a Max que se había levantado.
-¡SUÉLTAME!
Max forcejeó y estuvo apunto de propinarle una patada en sus partes a Zero, que rápidamente le paró la pierna en defensa propia. El castaño seguía en su intento de librarse de los musculosos brazos del mayor, que lo asían con fuerza. Consiguió soltarse por una milésima de segundo y le pegó un puñetazo en la cara haciendo saltar la sangre del labio de Zero. Max echó con todas sus fuerzas al peliblanco de su habitación y cerró con pestillo la puerta. Entonces llegaron Jessica, Sakura y Koichi al rellano del primer piso, Zero aporreaba la puerta de Max.
-¡MAX! ¡ÁBREME AHORA MISMO! -gritaba.
-¡ZERO! -le gritó Koichi acercándose para apartarlo de la puerta.
-¡DÉJAME EN PAZ! -gritaba Max desde dentro llorando a más no poder.
-¡NO PODRÁS ESCONDERTE MUCHO RATO, TE JURO POR LA TUMBA DE MI MADRE QUE VOLVERÁS A QUERERME, MAX! -gritaba Zero con el labio sangrando y Koichi llevándolo a su cuarto.

Koichi consiguió meterlo en su habitación mientras las chicas intentaban entrar en la habitación de Max para ver que tal estaba, el chico no quería hablar con nadie y les pidió que lo dejaran solo.

-Zero, ¿¡pero tú te has vuelto loco!?
-No puedo, no puedo vivir sin Max, yo todavía le quiero, y voy a hacer lo imposible.
-¿Y crees que el camino adecuado es gritándole y acosándole? -preguntó Koichi.
-No... Pero yo...
-Zero, déjalo tranquilo... Una temporada... Vais a vivir juntos, seguro que en un tiempo se da cuenta de lo que te echa de menos y volvéis.
-¿Tú crees? -dijo Zero muy inseguro.
-Sí, de verdad... Pero déjalo ya tranquilo, que como siga llorando se va a quedar seco.
Zero sonrío forzosamente y Koichi salió de la habitación. Las chicas seguían en la puerta de la habitación de Max, pero sus caras daban a entender que el castaño no les abriría la puerta.
-He calmado a Zero, va a dejar tranquilo a Max.
-Menos mal... Parecía que estaba loco... -dijo Sakura.
-Pero está buenísimo tía... -dijo Jessica con cara de enamoramiento.
-Para ti todo el mundo está bueno.... -dijo Koichi entrando a su habitación.
-Muy gracioso Takada... -contestó enfadada.

Las chicas bajaron las escaleras mientras los tres chicos volvían a estar solos en sus habitaciones. Koichi, preocupado por ambos no consiguió conciliar el sueño hasta pasadas dos horas. Zero directamente no pudo dormir, tenía a Max a un palmo y no podía ni tocarlo, ni besarlo...
Max por su parte seguía llorando mirando por la ventana y lamentándose de salir de un bache para entrar en otro.



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