domingo, 23 de septiembre de 2012

51 | 7/8/10 – Granada, España. Inusualmente nublado.


(Tiene contenido Lemon)



Sábado. Tarde de sábado. La casa CLOUD se veía muy ajetreada, chicas y chicos viniendo de aquí para allá, ordenando, limpiando, cocinando, saliendo por supuesto, porque, ¿qué es una buena noche de sábado sin fiesta? Eso se preguntaba Jessica que acababa de ponerse sus mejores galas para salir con Judith. Aunque la rubia le llevaba bastantes años se complementaban como uña y carne. Amantes apasionadas de la moda, sexys y malas. Eran una combinación explosiva, esa que cada pub necesita. Esa noche, Judith y Jessica salieron por la puerta de casa a las 21:00, iban a cenar fuera y después irían de fiesta. “No nos esperéis despiertos.” pidió Jessica entre risitas junto a su amiga.
Las mejores amigas, Megumi y Hikari, habían salido aquella misma mañana; iban a un campamento. Pasarían allí todo lo que restaba de mes, se lo pasarían bien. Sakura había ido a casa de una amiga a dormir, abandonó la casa justo después de cenar. Antes de salir, llevó a Kyaa(Lillium) y a Sophie a casa de unas amigas (Sophie fue totalmente obligada a ir). A Ichigo rara vez se le veía el pelo por casa, trabajaba días seguidos y se dignaba a pasar cuando necesitaba ropa limpia. Y con todo esto llegamos a una conclusión: La casa la reinaban los leones aquella noche.
Koichi no tenía trabajo, libraba. Hiro y Zero tenían una misión asignada dos días después y Ryuichi había pedido tiempo libre para relajarse antes de empezar la gira europea.
Los cinco chicos descansaban en sus respectivas habitaciones, Ryuichi no paraba de mirar a Max mientras se ponía el pijama.
-¿Por qué no vemos una película? -preguntó Ryuichi.
-Vale, ¿por qué no?-contestó sonriendo. Su primo se quedaba sin palabras cuando hacía eso. -Voy a avisar a los demás.
-Pero...
La frase de Ryuichi no fue escuchada ya que Max había salido a medio vestir de la habitación. Aporreó ruidosamente la puerta de Hiro y Koichi.
-¡Heeeeeeey! -gritaba desde el exterior.
Un Koichi bastante cansado le abrió la puerta, tenía ojeras y el pelo desgreñado.
-Oh, ¿qué te pasa Koichi? -preguntó Max preocupado.
-Nada, el trabajo, que es agotador... -contestó de mala gana.
-¿Qué pasa Max? ¿Y qué haces sin camiseta? -preguntó Hiro divertido.
-Bueno, Ryuichi ha tenido la idea de ver una peli, y como somos solo cinco pensé que podríamos verla todos juntos. -dijo sonriendo.
-Muy buena idea, venga Koichi, así desconectas un rato. -le animó Hiro dándole una palmada en el hombro al moreno.
-Vale...
-¡Voy a avisar a Zero!-exclamó Max entusiasmado.
Cuando todos se habían puesto el pijama y se habían acomodado en el sillón, comenzaron a debatir sobre un espinoso tema... ¿Qué película podemos ver?
-¡Una de acción! -propuso Hiro.
-No, acción no, de BL. Nunca he visto una... -dijo Koichi tímido.
-¿BL?-preguntó Zero.
-”Boys love”, vamos, de gays asiáticos. -le explicó Max que posaba sus piernas en el regazo de su novio.
-Aaah... No, no... -dijo Zero tajante.
-¿Por qué no? Aquí casi todos somos gays... -dijo Koichi entre confuso y extraño.
-¿Casi todos? -preguntó Hiro. -Yo soy bisexual.
-Y yo. -dijo Max.
-Bueno, eso no hay quien se lo crea. -refutó Zero.
-Y-Yo no soy gay... -confesó Ryuichi con una voz queda.
-Ya, ¿y qué más? -dijo Zero de mal humor.
La conversación acerca de la identidad sexual de cada uno de ellos llegó a niveles insospechados.
-Todo es por culpa de Max, creo que aquí todos eramos heterosexuales hasta que le conocimos. -concluyó Hiro.
Todos callaron y reflexionaron.
-Cierto. -afirmó Zero.
-Exacto. -le coreó Koichi.
-Y-Yo soy su primo, yo no...
Ante el comentario que solo Koichi, Hiro y Zero comprendían, este último hizo una mueca de asco y desvió la mirada. Max seguía con el velo de la ignorancia heredado de su madre.
-¿Y una de terror? -dijo Ryuichi.
-A mí me gustan. -contestó Hiro.
-Y a mí. -dijeron Zero y Koichi.
Max permaneció en silencio hasta que todos le miraron esperando una respuesta.
-Esto... A-A mí no me...
-¿Te dan miedo? -preguntó Koichi curioso.
-Ya verás, la última vez que vimos una, se llevó una de sustos... -dijo Zero riendo.
-¡Déjalo ya! ¡A mí no me dan miedo! -gritó Max pataleando.
-Pues venga.
Ryiuchi sabía de sobra que a su querido primo le daban miedo las películas de terror, así que la quiso poner para abrazarse a él teniendo una excusa. Cada vez que lo pensaba se sentía más y más patético, pero, ¿qué hacer cuando te gusta alguien de tu familia? Esa era la gran pregunta que tenía el pelirrojo siempre en mente.
La película se desarrolló sin muchos incidentes, Max gritó un par de veces, se abrazó a Zero, le tiró de los pelos, le acarició por la zona del abdomen haciendo que el peliblanco se estremeciera pero poco más. Hacia la mitad de la película, Hiro paró el DVD y anunció que iba a la cocina a por provisiones, Koichi decidió ayudarlo y Ryuichi aprovechó para ir al baño. Zero y Max estaban solos, como tanto deseaban.
-Max, no puedo aguantar más, y menos si me estás toqueteando.
-Tú siempre me estás toqueteando y yo no me quejo.
-B-Bueno... Pero tú eres el uke, es normal. Yo quiero sexo Max, llevo esperando dos años, tengo los huevos....
-¿Llevas dos años sin....?
-Hombre, quiero decir sin acostarme con nadie, no que no... me haga.... cosas...
-¿Con nadie de nadie?
-No, a mí solo me gustas tú... Necesito follar Max, yo ya no puedo aguantarme más.
-¿Y-Y qué hacemos? Yo no quiero que nos oiga nadie.
-Pues somos cinco en casa, más a solas aquí no vamos a estar.
-¿Entonces qué...
Fue interrumpido por un beso de Zero. Sus labios calientes y húmedos se fundieron y chocaron y sí, cómo lo necesitaban. Zero miró a los lados, se levantó y cogió a Max en princesita.
-¡Aay! ¿A dónde vamos Zero? -preguntó Max agarrándose a cuello del peliblanco.
-A un sitio donde no nos van a molestar.
Zero subió por las escaleras, rápidamente para no tropezarse con Ryuichi, pero, a diferencia de lo que Max pensaba, Zero siguió subiendo escaleras, hasta el ático.

Zero abrió la puerta de una patada y la cerró con un pie. Anduvo hasta el final de la estancia en penumbra que se iluminaba ligeramente por la luz de las farolas callejeras. Max divisó al fondo lo que parecía un colchón de matrimonio en el suelo.
-¿Has traído un colchón al ático? -preguntó Max extrañado.
-No, hace unos días estuve mirando la casa entera y al llegar aquí vi un colchón, me acordé cuando estábamos viendo la película y pensé que sería buen sitio para...nuestras cosas.
-S-Sí pero...
Zero soltó a Max suavemente sobre el colchón y, de rodillas, se quedó mirándolo de hito en hito.
-¿Qué pasa? -preguntó Max frunciendo el ceño.
-Que hacía una eternidad que no te veía en la cama. -soltó Zero sonriente.
El mayor se dejó de tonterías y se recostó sobre Max sin aplastarlo, como había hecho tantas veces atrás, y empezó a besarlo. Max se sentía de nuevo como un colegial, con Koichi era más activo y se sentía mucho más experto, pero con Zero se sentía desnudo en cuerpo y alma, aunque físicamente no lo estuviese. No le faltaba mucho, ya que Zero estaba quitándole la camiseta con ansia sin parar de besarlo. El peliblanco se sentía como en una montaña rusa, todos aquellos sentimientos que había guardado durante esos dos años resurgían más fuertes y potentes que nunca. Acariciaba la piel de Max, le gustaba la reacción del menor y ver como se estremecía. Max se incorporó sin dejar de besar a su novio y comenzó a “arrancar” la camiseta del mayor, porque más que quitar parecía que quería desgarrarla y tirarla lo más lejos que pudiera, mientras que Zero quitaba le quitaba sus pantalones.
La luz de la calle se colaba por el gran ventanal redondo. Se proyectaba sobre la espalda desnuda de Zero, sus músculos se marcaban, Max podría incluso dibujarlos. Le gustaba mucho el cuerpo de Zero, le hacía sentir seguro. Sus musculosos brazos lo rodeaban como si el juicio final se debatiera fuera mientras Max gemía débilmente. A Zero le habría gustado aclararle que nadie los escucharía y no era necesario que gimiera tan bajo (a él le gusta que grite bien fuerte) pero no quiso estropear el momento. El mayor seguía besando al menor, esta vez por el cuello, después la clavícula, el pecho, el estómago... 
-Quítatelos. -le ordenó Max.
-¿Qué?
-Los pantalones. Siempre te los dejas puestos, yo te quiero ver desnudo entero. -aclaró el menor.
El peliblanco sonrió y obediente se los quitó. Miró a su amante a los ojos que le miraban firmes y con un toque lascivo que interpretó por un “¿A qué esperas?” Haciendo caso de las súplicas de los ojos de Max, se acercó a él y sin parar de acariciarlo y besarlo le bajó los bóxers dejando al menor completamente desnudo. Su piel, pálida, relucía en las sombras del ático. Después, el castaño se incorporó de nuevo y de rodillas abrazó a Zero y lo besó como nunca lo había hecho. El mafioso pensó que incluso podría llorar en ese momento de felicidad. Aunque la felicidad parecía que duraría algo más, porque Max ya estaba besándolo por el torso y bajaba peligrosamente al abdomen y...
Zero se estremeció y estuvo a punto de caer de espaldas, hacía mucho que Max no bajaba con la boca hasta aquella zona de su anatomía y estaba nervioso como un crío en su primer día de clase. Zero sabía que Max había estado con más hombres después de su ruptura y comenzó a pensar si tendría más práctica que antes y si habría mejorado. Si ha mejorado seguramente tardaré diez segundos en correrme, pensó este. No iba por mal camino, Max había experimentado mucho y desde luego había mejorado. Agarró con delicadeza los calzoncillos de su novio y los bajó de un tirón asustándolo débilmente. Después, cogió suavemente el miembro más que erecto de Zero y comenzó a masajearlo lentamente, sin prisas. Más tarde cambió el ritmo y lo hizo más rápido produciendo estremecimientos y gemidos en el mayor, que no sabía si aguantaría mucho más de rodillas con Max tocándolo así. El menor siguió y cuando de pronto paró dejando a Zero expectante, acercó el pene a su boca y empezó a lamer el glande lentamente, como quien lame un helado. Zero ya no podía aguantar los gemidos y los temblores y cuando el castaño introdujo todo su miembro en la boca no pudo hacer más que agarrar al menor por la cabeza y curvar la espalda de placer. Eran aquellos momentos en los que el menor se sentía el rey del mundo, el controlador de placer de Zero por decirlo de alguna manera, el dueño de su cuerpo y su mente nublada por la lujuria. Max sacaba e introducía el miembro de Zero en su boca con rapidez, lamiéndolo de arriba abajo, en círculos, masajeándolo a la vez. Sí, el peliblanco estaba en el jodido cielo y no le faltaba mucho para terminar. El castaño desde luego sabía que le quedaba poco, por lo que aminoró la marcha y lo hizo mucho más rápido y mojado si se puede, haciendo que Zero se corriera bestialmente en su cara profiriendo un tremendo gemido. El mayor, algo avergonzado, como cada vez que le pasaba, cogió su camiseta y le limpió la cara a Max.
-Zero, esa es tu camiseta.
-¿Y qué?
-Que acabas de mancharla de semen.
-Tu cara vale más. -respondió besándolo.
Zero se dejó de tonterías y empujó a Max contra el colchón con fuerza, situándose entre sus piernas, las cuales cogió y soltó en sus hombros.
-Veo que tienes la flexibilidad como en tus 13.
Al ver la sonrisa socarrona de Zero, Max no pudo decir nada y se limitó a sonrojarse con el ceño fruncido. El mayor siguió sonriendo y acarició las nalgas de Max. Le gustaban bastante, siempre hacía bromas sobre lo mucho que le gustaba su culo, y era verdad, era algo de Max que a casi todo el mundo le gustaba, o por lo menos a casi todos los gays con los que se cruzaba. Zero aprovechó la distracción de Max y acercó uno de sus dedos a su entrada.
-Bueno, tú has estado jugando un rato conmigo, ahora me toca a mí.
Max iba a responder pero entonces un cuerpo extraño, el dedo anular de Zero para ser más concretos, se coló en su propio cuerpo. Entraba y salía lentamente activando todos los sentidos del castaño, se sentía más caliente, sudando y con los pelos de punta. El peliblanco aumentaba la velocidad y lo movía en su interior haciendo que Max comenzara a gemir por primera vez de verdad aquella noche.
Sí por favor, gime, pensaba Zero sin parar. Si había algo que el mafioso adoraba era escuchar a Max gemir, fuera por lo que fuera, le encantaba, era entre femenino y masculino, débil y fuerte a la vez, frágil y perverso a veces cuando los hacía queriendo para calentarlo más. Metió otro dedo y siguió moviéndolos en el interior de Max que arqueaba la espalda y seguía gimiendo con los brazos cubriendo su cara. Zero los apartó, él quería verle la cara.
Sacó los dedos que estaban totalmente lubricados y miró de nuevo a Max que respiraba con cierta dificultad y se tapaba de nuevo su rostro. Sonrió esta vez a causa de la “adorabilidad” de Max. Se acercó a él de nuevo y poniéndose otra vez entre sus piernas, agarró al menor por las caderas. El castaño se dejaba hacer mientras esperaba con ansias el sexo “de verdad”. Quería sentir de nuevo el miembro de Zero, que por lo que había sentido ya antes en su propia boca, era más grande que antes. El peliblanco agarró con una mano la cadera de Max y con la otra su miembro, que lo colocaba en el culo de Max.
-Voy a necesitar que te abras bastante de piernas. -dijo Zero divertido.
-No es problema para mí. -contestó.
Zero apoyó sus manos a ambos lados de la cabeza de Max y lo embistió por primera vez en dos años. Max gritó. Zero no sabía si era de dolor o de placer porque había sido bastante alto para ser el primero. Pero su respuesta se vio contestada al seguir embistiéndolo y comprobar que Max no dejaba de gemir agarrándose a su espalda. Zero seguía metiendo y sacando su miembro del culo de Max gimiendo y respirando entrecortadamente, quería llegar hasta el fondo de Max, llevarlo al séptimo cielo y follarlo sin parar hasta que murieran de inanición o deshidratación. Zero se pegó completamente al cuerpo sudoroso y delicado de Max y siguió embistiéndole con fuerza, sin descanso, mientras el menor le gemía en el oído.
-¡Te he dicho muchas veces...Aaah... Qué no me gimas en la oreja! Aah... -le reprendió Zero.
Max contestó con más gemidos y Zero como “castigo” le dio mucho más fuerte provocando sonoros gemidos del menor que no paraba de estremecerse y mover las caderas haciendo enloquecer al peliblanco. Este, ya a punto de acabar, cogió a Max por las caderas y siguió follándolo más rápido si podía. El menor no paraba de gemir, gritar, sudar, mover las caderas... Estaba tocando las puertas del placer máximo con los dedos cuando Zero lo agarró por las caderas introduciendo aún más adentro su miembro y haciéndolo ya estallar de placer. Ya todo le daba igual, que alguien pudiera oírlos o incluso verlos, que los echaran por ruidosos o pervertidos, TODO le daba igual, con que Zero no parase le era suficiente, y su deseo estaba más que cumplido, porque Zero siguió embistiéndolo hasta que, profirió un tremendo grito y se corrió en el interior de Max. Este, acabando al mismo tiempo que su amante, eyaculó sobre su estómago mientras respiraba ahora con una dificultad más que evidente. Zero, agotado, se quedó en la misma postura unos minutos descansando.
-Zero, ¿estás bien? -preguntó Max ya preocupado al ver que Zero seguía en la misma pose desde hacía cinco minutos.
-Sí, sí, es que me gusta estar dentro de ti, me gustaría quedarme aquí dentro toda la vida.

Ambos, ya más descansados y con el pijama puesto (menos Zero que llevaba solo los pantalones) se abrazaron tumbados sobre el colchón. Estaban agotados y no tardarían en quedarse dormidos por mucho que les hubiera gustado seguir o quedarse hablando después. Zero acariciaba la cabellera del menor que dejaba su cabeza en el pecho de este. La pareja cayó en los brazos de morfeo y abrazados cerraron los párpados.

Al otro lado de la puerta, en el rellano de la escalera, un chico pelirrojo sentado en el suelo lloraba silenciosamente cubriendo su rostro.  

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