Era una noche con un cielo despejado. Las estrellas no eran apenas
visibles a causa de las farolas de las calles, pero se seguían
distinguiendo una o dos en aquel manto azul oscuro.
Max se había quedado dormido en un sofá mientras veía la
televisión que Koichi apagó poco después de verlo con la baba
colgando y la manta sobre sus piernas. El moreno estaba sentado junto
a Jessica en el sofá de en frente, hablando de películas eróticas.
Max murmuraba en sueños. “N-No... capullo, dame mis dulces...
no... me van a derrotar los marcianos... Mario Bros les está
ayudando... que alguien me dé un cigarro....”
De repente un grito agudo y femenino inundó la sala. Max despertó
asustado y gritando. Había una chica que conocía bastante bien
plantada en la puerta del salón con un montón de maletas.
-Tú no... -dijo Max por lo bajo, aunque Koichi y Jessica lo oyeron
perfectamente.
-¡MAAAAAX! -gritó la chica mientras corría a su lado, Max hizo un
amago fallido de escapada.
-Siento muchísimo haber abortado la misión sin avisarte antes...
-dijo la chica sentándose a su lado en el sofá, a Max no le quedó
más remedio que sentarse también. Koichi y Jessica los miraban
atentamente, el primero arqueando mucho las cejas y cruzando los
brazos.
-Yo te lo explico todo.
-Vale.... -contestó Max deseando con toda su alma y rogándole a
Dios que no se viniera a vivir allí.
-Verás, una tal Judith, la jefa de espionaje y asesinatos de la CIA,
la jefa de Koichi que vive aquí, y yo estuvimos hablando un par de
horas y ambas llegamos a la conclusión que lo mejor para ambas
empresas es dejarse de rivalidades y hacerlas hermanas. Así que
tuvimos que abortar todas las misiones, entre ellas la tuya.
La cara de Koichi denotaba que él tampoco se había enterado de nada
pese a que su jefa vivía en su misma casa. Max por su parte maldecía
todo, ¿no podría llamarme por teléfono y contármelo? Con lo
poco que me gusta verle la cara.... pensaba Max. Éste se decidió
a decirle lo que llevaba pensando unas semanas...
-Verá jefa, quiero dimitir. No me gusta este trabajo, no me gusta
engañar a la gente y odio esta empresa. He estado apunto de perder a
gente muy importante para mí... -dijo amargamente.
-¿¡Qué!? ¡No, no puedes irte! Aunque es verdad que estabas
tardando bastante en tu primera misión, siempre eras muy eficiente y
trabajador...
-Ya está decidido, lo siento.
-¿No hay nada que pueda ofrecerte?
-No.
-Entonces supongo que ya puedes llamarme por mi nombre.
-Vale... Ichigo.
-A partir de hoy estás en el paro. -le dijo la chica sonriendo, como
si le divirtiera.
-Bah, tengo herencia. -dijo Max despreocupadamente.
-Si tus padres están vivos, ¿cómo vas a cobrar la herencia?
-Mi madre... Mi madre está muerta, pensé que lo sabrías por mi
expediente. Heredé dos millones de libras.
Jessica al fondo de la sala se atragantó con su propia saliva al
escuchar la cifra.
-Nunca me leí tu expediente la verdad... -dijo vergonzosa- era un
tocho enoooorme...
-Lo que tú digas... Yo me voy a ir a dormir. -dijo pasando de ella.
-Oye, un poco de respeto que soy tu....
-No, ya no. -la interrumpió Max riendo.
-¡Jooooo! ¡No es justo! -se quejó apoyando sus manos en las
caderas.
-¿El qué? Hahahaha. -Max reía mientras se metía con ella, que no
paraba de pegarle en el pecho.
-¡TONTACOOO! -le gritó Ichigo.
-¡TONTA TÚ! -le contestó Max.
Al fondo de la sala, Koichi y Jessica les miraban entretenidos.
-Parecen niños pequeños.... -dijo el moreno.
-Pues están monísimos... -contestó Jess embelesada- ¿Crees que
dejarán que me una?
-¿Eh?
Max e Ichigo seguían peleando, el castaño le gritaba cosas como
“¡Si me tocas el pelo te mato, loca del carajo!” y la
chica del pelo como un león le contestaba cosas como “¡Eres un
presumido tontaco! ¿¡Qué me has llamado!? ”
Mientras Ichigo y Max discutían y Koichi y Jessica les miraban
riendo, un hombre alto y fuerte dejaba sus maletas frente la casa.
Unas botas negras y relucientes apuntaban a la puerta principal. Su
melena blanca por la altura de los hombros ondeaba con la brisa
veraniega.
-Por fin te encontré Max, después de dos años...
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