domingo, 2 de septiembre de 2012

45 | 30/6/10 – Granada, España. Despejado.




Era una noche con un cielo despejado. Las estrellas no eran apenas visibles a causa de las farolas de las calles, pero se seguían distinguiendo una o dos en aquel manto azul oscuro.
Max se había quedado dormido en un sofá mientras veía la televisión que Koichi apagó poco después de verlo con la baba colgando y la manta sobre sus piernas. El moreno estaba sentado junto a Jessica en el sofá de en frente, hablando de películas eróticas.
Max murmuraba en sueños. “N-No... capullo, dame mis dulces... no... me van a derrotar los marcianos... Mario Bros les está ayudando... que alguien me dé un cigarro....
De repente un grito agudo y femenino inundó la sala. Max despertó asustado y gritando. Había una chica que conocía bastante bien plantada en la puerta del salón con un montón de maletas.
-Tú no... -dijo Max por lo bajo, aunque Koichi y Jessica lo oyeron perfectamente.
-¡MAAAAAX! -gritó la chica mientras corría a su lado, Max hizo un amago fallido de escapada.
-Siento muchísimo haber abortado la misión sin avisarte antes... -dijo la chica sentándose a su lado en el sofá, a Max no le quedó más remedio que sentarse también. Koichi y Jessica los miraban atentamente, el primero arqueando mucho las cejas y cruzando los brazos.
-Yo te lo explico todo.
-Vale.... -contestó Max deseando con toda su alma y rogándole a Dios que no se viniera a vivir allí.
-Verás, una tal Judith, la jefa de espionaje y asesinatos de la CIA, la jefa de Koichi que vive aquí, y yo estuvimos hablando un par de horas y ambas llegamos a la conclusión que lo mejor para ambas empresas es dejarse de rivalidades y hacerlas hermanas. Así que tuvimos que abortar todas las misiones, entre ellas la tuya.
La cara de Koichi denotaba que él tampoco se había enterado de nada pese a que su jefa vivía en su misma casa. Max por su parte maldecía todo, ¿no podría llamarme por teléfono y contármelo? Con lo poco que me gusta verle la cara.... pensaba Max. Éste se decidió a decirle lo que llevaba pensando unas semanas...
-Verá jefa, quiero dimitir. No me gusta este trabajo, no me gusta engañar a la gente y odio esta empresa. He estado apunto de perder a gente muy importante para mí... -dijo amargamente.
-¿¡Qué!? ¡No, no puedes irte! Aunque es verdad que estabas tardando bastante en tu primera misión, siempre eras muy eficiente y trabajador...
-Ya está decidido, lo siento.
-¿No hay nada que pueda ofrecerte?
-No.
-Entonces supongo que ya puedes llamarme por mi nombre.
-Vale... Ichigo.
-A partir de hoy estás en el paro. -le dijo la chica sonriendo, como si le divirtiera.
-Bah, tengo herencia. -dijo Max despreocupadamente.
-Si tus padres están vivos, ¿cómo vas a cobrar la herencia?
-Mi madre... Mi madre está muerta, pensé que lo sabrías por mi expediente. Heredé dos millones de libras.
Jessica al fondo de la sala se atragantó con su propia saliva al escuchar la cifra.
-Nunca me leí tu expediente la verdad... -dijo vergonzosa- era un tocho enoooorme...
-Lo que tú digas... Yo me voy a ir a dormir. -dijo pasando de ella.
-Oye, un poco de respeto que soy tu....
-No, ya no. -la interrumpió Max riendo.
-¡Jooooo! ¡No es justo! -se quejó apoyando sus manos en las caderas.
-¿El qué? Hahahaha. -Max reía mientras se metía con ella, que no paraba de pegarle en el pecho.
-¡TONTACOOO! -le gritó Ichigo.
-¡TONTA TÚ! -le contestó Max.

Al fondo de la sala, Koichi y Jessica les miraban entretenidos.
-Parecen niños pequeños.... -dijo el moreno.
-Pues están monísimos... -contestó Jess embelesada- ¿Crees que dejarán que me una?
-¿Eh?
Max e Ichigo seguían peleando, el castaño le gritaba cosas como “¡Si me tocas el pelo te mato, loca del carajo!” y la chica del pelo como un león le contestaba cosas como “¡Eres un presumido tontaco! ¿¡Qué me has llamado!? 


Mientras Ichigo y Max discutían y Koichi y Jessica les miraban riendo, un hombre alto y fuerte dejaba sus maletas frente la casa. Unas botas negras y relucientes apuntaban a la puerta principal. Su melena blanca por la altura de los hombros ondeaba con la brisa veraniega.

-Por fin te encontré Max, después de dos años...




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