El plan de Max iba viento en popa mientras se insinuaba sin
miramientos delante de Koichi. Una palmada en el trasero, una mordida
de oreja o una caricia en el abdomen de Koichi eran suficientes para
que el moreno adoptara el color de cara de un tomate y se pusiera a
maldecir a Max a diestro y siniestro. Max, que se divertía bastante con las bromas, hablaba con Hikari y Sakura en en el salón.
Hikari le masajeaba la espalda, le había comentado que siempre
había tenido contracturas y que de la posición en la silla al
escribir estaba agravando el problema y Hikari, siempre muy servicial
y atenta, le dijo que había hecho un cursillo de fisioterapia y que
le haría un masaje encantada.
-Entonces el resfriado se te ha ido ya, ¿no? ¿Te encuentras mejor?
-preguntó Sakura preocupada.
-Pues sí, aunque suelo caer enfermo con frecuencia, si no tengo tos
tengo mocos y viceversa, así que...
-¿Te duele menos la espalda, Max? -preguntó Hikari dando fin al
masaje.
-¡Sí! ¡Muchisimas gracias Hikari, eres un sol! -exclamó Max.
-¡De nada Max! ¡Eres tan adorable! -gritó Hikari saltando a sus
brazos.
-Hahahah, ¡qué graciosa! -fingía Max mientras le tocaba el culo
disimuladamente.
Sakura se había levantado del sofá.
-Bueno, yo voy a ir un rato al gimnasio, tengo que ponerme en forma,
que últimamente estoy muy descuidada.
-Cuando tenga tiempo, me tienes que dar clases de gimnasia. -le dijo
Max guiñando un ojo.
-¡Por supuesto! -se despidió Sakura mientras subía las escaleras.
-Yo también me voy, entro a trabajar en media hora. Que descanses
Max.
-Gracias preciosa, adiós. -dijo Max con una sonrisa.
En cuanto Hikari se perdió por la escalera, alguien entró en el
salón por la puerta. Con unos pantalones negros de cuero y una
camiseta negra ajustada. Tenía una melena negra hasta los hombros,
con los brazos cruzados y una expresión enfadada.
-Eres un aprovechado. -dijo Koichi.
-¿Estás celoso? -preguntó Max cogiendo al moreno por las caderas.
-Para nada... -mintió Koichi desviando la mirada.
-Que nerviosillo te pones, como se nota que me amas con locura. -dijo
Max pasando uno de sus brazos por el hombro del moreno.
-Tonto... -fue lo único que atinó Koichi a decir.
-¿Interrumpo algo, parejita? -preguntó lascivamente una pelirroja
que se asomaba por la escalera.
-No tranquila, ¿qué pasa? -dijo Max separándose de Koichi.
-Max... Quería enseñarte una cosa de mi habitación. -dejó caer
Jessica tocándole el pecho al castaño.
-Por supuesto -dijo sonriendo- Hasta luego Koichi. -se despidió
sacándole la lengua y cogiendo a Jessica por su delgada cintura.
La pareja desapareció por la escalera entre risas precoitales y el
sonido de los tacones de la pelirroja.
Koichi se sentó totalmente indignado en uno de los sofás de la
estancia. Con los brazos aún cruzados y la mirada perdida en un
punto fijo de la moqueta, recordaba la manera de despedirse de Max.
¿Cómo podía ser tan arrogante? ¿Cómo podía hacerle eso en
sus narices después de acostarse con él? Esas y muchas más
preguntas pasaban con rapidez por la mente de Koichi.
Mientras Koichi pensaba y pensaba, alguien entró en la habitación.
Era Shinku. Llevaba un precioso vestido rojo hasta las rodillas, con
mangas cortas abombadas y encaje negro en todos los bordes. Buscaba
algo o alguien con la mirada, después se dirigió hacia las
escaleras. Se dirigió pero no lo consiguió ya que Koichi le paró
en seco.
-Sh-Shinku, ¿qué haces aquí? -preguntó nervioso.
-Vivo aquí.
Koichi, que no estaba muy acelerado mentalmente, rió falsamente y
retomó la conversación que estaba en un punto casi muerto.
-Digo en el salón, ¿buscas a alguien? ¿Quieres que te ayude?
-Koichi, no seas pesado y déjame en paz.
El moreno agarró a la chica de los tirabuzones suavemente por los
brazos.
-Aún me sigues gustando. -confesó.
-Eso estaba totalmente superado, suéltame.
La chica lo empujó con una fuerza que no aparentaba tener y subió
por las escaleras. Koichi se quedó en el sitio, plantado de nuevo en
el mismo punto donde Max lo había dejado minutos atrás.
Y es que, cuando Koichi llegó a aquella casa solo habían dos
chicas. Sakura y Shinku. Con el tiempo, comenzó a conocer a Sakura,
les gustaban las mismas cosas, ella era algo machorra, pero era muy
buena con él, tan dulce... Koichi se enamoró de ella y poco después
le pidió salir.
El tiempo pasaba en aquella casa y varios miembros se fueron sumando
a la comunidad de CLOUD. En nochevieja tuvieron un incidente con una
chica que Koichi encontró en la calle. Shinku había estado hablando
con ella, ya que, según la rubia, esa chica tenía poderes
sobrenaturales. Después de muchos problemas en la casa (Shinku
secuestró a Megumi) Koichi se dio cuenta de que, sin quererlo, se
había enamorado de otra chica. Shinku Reiner Rubin.
Una chica alemana que aparentaba unos 17 años. Nadie sabía mucho
sobre su pasado. Shinku era una chica fría y calculadora, con unos
reflejos sobrehumanos y unos poderes que no procedían de este mundo.
Poco habladora, poco cariñosa, difícil de entablar una amistad, por
supuesto mucho menos entablar una conversación. Le gustaba el té
negro en su punto exacto, la música clásica, un peluche de un perro
que tiene y que no dejaba tocar a nadie... Poco más se sabía de
ella... A veces, se escuchaba un violín. Ese sonido casi siempre
provenía del ático, donde sospechaban que Shinku subía a tocar de
vez en cuando. Sakura les contó una vez, que Shinku tenía unas 7 u
8 hermanas, pero que su padre las separó al nacer; como la chica no
hablaba mucho, jamás pudieron preguntarle como eran sus hermanas ni
si las había visto siquiera.
Sakura en cambio, era otro mundo. Provocadora, sexy, pero muy amable
y modesta a la vez. Humilde, servicial, cariñosa. MUY comprensiva,
teniendo en cuenta que había perdonado a Koichi cuando éste besó a
su mejor amiga. Con un arte inigualable en la cocina y con la katana.
A sus 16 años ya sabía hacer de todo. Sakura le explicó a Koichi
que ella vivía en China con sus padres a pesar de ser toda su
familia japonesa. A la edad de cinco años, su madre murió. La chica
creció con una depresión incurable. También le confesó que a los
14 años se le había aparecido su madre un día de lluvia y le había
pedido que no estuviera triste por su muerte, que viviera feliz y que
corriera muchas aventuras. Con todo aquello y sus 15 años, Sakura se
fugó de casa y viajó al extranjero, donde la casa CLOUD la acogió
amablemente.
Cuando llegó solo había una chica. Shinku. Muy callada y áspera.
Sakura por el contrario, y dispuesta a vivir y a relajarse, era muy
animada y enérgica, le encantaba abrazar a la gente y darle todo su
amor y cariño. Al estar las dos solas, Shinku tuvo que soportar todo
el amor que Sakura había guardado por más de 10 años. Acabaron
convirtiéndose en mejores amigas, un dúo bastante inusual, pero,
aunque Shinku no lo reconozca, Sakura es y será la persona más
importante para ella.
Koichi en cambio tenía una historia mucho más extraña que por
ahora todos habían creído. Koichi provenía de otro planeta.
Literalmente. Vivía en Venus, donde estalló una guerra y se
llevaron a su hermano gemelo Hiro. Koichi odiaba la guerra, y por
nada del mundo quería ir a una muerte segura. Así que robó una
nave y huyó del planeta. Sabía perfectamente a donde quería ir. La
Tierra. La había observado desde que era pequeño, su madre le
contaba que tenían un escudo protector porque los habitantes de la
Tierra eran muy curiosos y querían saber que pasaba en Venus. La
nave que había cogido Koichi se quedó sin combustible y se
precipitó contra la atmósfera de la Tierra.
Koichi cayó en un oscuro callejón japonés. Totalmente confuso y
sin saber donde se encontraba miró a todas partes. Un hombre de
mediana edad se acercó a él y lo observó detenidamente.
Koichi le preguntó qué quería, pero nada más hablar, se quedó
totalmente sorprendido de ver que podía hablar la misma lengua que
los habitantes de la Tierra y calló al segundo. El hombre le
contestó que le había parecido un chico muy fuertote y que tenía
un trabajo para él. Koichi, pensando que los tiros iban en una
dirección que no deseaba, lo rechazó. El hombre gordo y bajo le
respondió que era un trabajo de asesino a sueldo en una gran
organización a nivel mundial. Luego añadió que a las chicas les
encantan ese tipo de hombres, cosa que convenció totalmente al
moreno.
Aceptó y tras muchos papeleos y muchos líos, lo mandaron a España
para seguir allí con su trabajo.
Allí es donde la casa CLOUD le dio cobijo y techo para toda su vida.
Koichi volvió en sí y subió también las escaleras. Se detuvo en
su habitación y miró la puerta de la habitación de su amigo. Se
acercó y pegó el oído a la puerta. Había alguien dentro. Llamó
dos veces.
-Pasa. -dijo una voz desde dentro.
Koichi giró el pomo y entró en la habitación. Max estaba con un
cómic en las manos y las piernas sobre el escritorio, en ropa
interior.
-¿Qué pasa? -preguntó el menor echando su pelo hacia atrás.
-Eh... Qué... rápido, ¿ya has terminado? -preguntó Koichi con
retintín.
-Sí, a mí con veinte minutos me vale, creí que ya lo sabrías.
-dijo también con segundas.
-Claro, claro... Pero, ¿sabes qué? -dijo Koichi enfadado cerrando la
puerta detrás de él.
-¿Qué? -preguntó secamente Max.
-Pues que... Que no entiendo porqué tuviste que hacer de seme el
otro día.
-¿Estás enfadado por eso? Hahahahhahahaha. -Max rompió en risas
bajando los pies del escritorio.
-¡N-No te rías! ¡Sí Max, me gustas! Pero pensé que eras un
uke... Que con esto no te digo que no me gustase lo del otro día
pero...
-¿Pero qué? -preguntó el castaño secándose las lágrimas de risa
de sus ojos.
-Pues que... Quiero ser yo el seme.
-¿Perdona?
Koichi se acercó a Max y lo cogió por la barbilla acercándose
mucho.
-Pues que aquí quien tiene que poner el culo, eres tú.
Una sonrisilla se dibujo en el angelical rostro de Max.
-No es tan fácil llevarme a mí a la cama, te aviso ya.
-¿Ah no?
Koichi que estaba apunto de coger a Max cual saco de patatas se frenó
en seco cuando el menor le dio una patada en la cara desde la silla.
Koichi, cogiéndose la cara de dolor se encorvó mientras Max se
levantaba de la silla.
-Te he dicho que no sería fácil, yo no soy una guarra cualquiera,
¿te ha quedado claro Koichi?
-Ah... Sí, vale... Qué daño...
Koichi salió de la habitación de Max humillado mientras éste
retomaba su lectura como si nadie la hubiera interrumpido.
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