jueves, 27 de febrero de 2014

87 | 7/7/11 – Granada, España. Con un calor asfixiante.



Una tarde veraniega de jueves. La casa CLOUD estaba inusualmente tranquila. Haruka llevaba esperando aquel día bastante tiempo. Ella, una mujer joven, guapa y bien asalariada. ¿Quién podría pensar que fuera tan frágil realmente?

Lo era. Cuando los médicos le dijeron que era estéril, Jae Hyun (su auténtico nombre) supo que podría morir. Su mayor sueño, ser madre, se veía truncado por un cuerpo marchito que no le permitía quedarse embarazada. Tras muchos intentos, la pobre, desistió. Pero Haruka no es una mujer que se rinda fácilmente, así que comenzó los tramites para una adopción. No le fue fácil ya que no tenía pareja, pero con la ayuda de un amigo del trabajo, ambos fingieron un matrimonio y adoptaron a Hibiki en Japón.

Habían pasado años, y Haruka lo que siempre había deseado era una gran familia. Muchos niños, correteando por un gran pasillo. Rompiéndole quizás alguna pieza de arte. Aquel día, llegó su segundo hijo, Hyun.

Esta vez lo había adoptado en Corea del Sur. Hyun Lee era un niño de unos 13 años, pelo corto y ensortijado color castaño claro tirando a pelirrojo, y unos preciosos ojos verdes opacos. Haruka no se imaginaba como serían sus padres, pero el niño era verdaderamente guapo. Al conocerse, Hyun daba la impresión de ser un chico reservado, frío y algo distante, pero conforme Haruka lo visitaba, el chico fue abriéndose, y la mujer, contenta, decidió por fin llevarlo a España.

Llegaron sobre las 17:22 de la tarde. Hacía buen tiempo y el sol brillaba más que nunca. Era una hora sofocante, así que nada más salir del taxi se apresuraron a entrar en la casa. Hyun estaba alucinado, la casa era enorme y Haruka ya le había dicho que habría más niños con los que podría jugar y pasárselo bien. En ese aspecto Hyun no era muy dado a hacer amigos, en el orfanato no tenía y siempre pensó que no tendría, pero se equivocaba.

–Ya estamos cariño, siéntate en el sofá, te voy a presentar a alguien. –dijo Haruka sonriente mientras subía las maletas de su hijo al piso de arriba.

Hyun escrutaba el ambiente. Era una casa acogedora, ajetreada, pero muy familiar. No sabría decir si aquel lugar le gustaría, pero desde luego, el hecho de tener un sitio al que llamar hogar le motivaba. A los pocos minutos bajó su “madre” con una niñita rubia en brazos. Haruka la dejó en el suelo y les presentó.

–Hibiki, este es tu nuevo hermanito, Hyun. –dijo sonriente.

Los dos “hermanos” se miraron unos instantes. Hibiki era el silencio hecho carne y Hyun, al cual le costaba mantener contacto físico con otra persona, se limitaba a observarla. La pequeña dio un par de pasos y le cogió la mano a su nuevo hermano.

–Hola.

Haruka, muy sorprendida, sonrió como una tonta mientras Hyun se ruborizaba y le devolvía el saludo.

–H-Hola...
–Oh, qué monos sois, por favor... Hibiki nunca había hecho esto antes... Seguro que os lleváis muy bien. –dijo la madre sin parar de sonreir–Hyun, creo que es un poco pronto, pero creo firmemente en la disciplina desde el principio. Eres el hermano mayor de Hibiki, así que cuando yo no esté, está bajo tu responsabilidad, debes cuidarla. Y tú Hibiki, pórtate bien con tu hermano, ¿vale?

Ambos asintieron. Haruka tenía que irse a trabajar, aunque le habría encantado llevárselos a los dos a un parque de atracciones y pasar el día juntos, pero no podía ser. Besó a sus hijos y le dijo a Hibiki que le enseñara a Hyun su nueva habitación.

Hyun Lee Yong, un niño de 13 años, pelo ondulado castaño cobrizo, complexión delgada, ojos verdes... Hyun era un chico muy reservado, al que no le gusta enseñar nada a nadie, a no ser que se trate de corregir, algo que hace sin cesar y sin querer, corrige a todo el mundo, por lo que suelen tacharlo de arrogante. Le gusta leer, estudiar, en definitiva actividades en solitario que estimulen su intelecto. No soporta los gritos así como las situaciones o personas que le dejan en ridículo.
Hyun vivió con sus padres hasta los 2 años, después se quedó a cargo de sus tíos, que se encargaron de darle la mejor educación. Al cumplir los 10 años, sus tíos fallecieron en un accidente y al no encontrar a sus padres, ingresaron a Hyun en un orfanato donde vivió hasta el día de su decimotercer cumpleaños.

La mano de Hibiki estrechaba con fuerza la de Hyun mientras le dirigía por las escaleras. Pasaron de largo el primer piso y se pararon en el segundo. Hibiki le señaló su habitación con un cartelito que ponía “SOPHIE – KYAA – HIBIKI” y después señaló la puerta a la derecha, que ponía “MATT – HYUN”. Después de eso Hibiki entró en su habitación y lo dejó solo en el pasillo.

Iba a compartir habitación con un completo desconocido. No sabía ni como era, ni si le caería bien, solo sabía que lo habían metido en aquella habitación porque sí y ya está. La habitación de su hermana se abrió de nuevo y Hyun vio como Hibiki intentaba sacar su maleta de la habitación. Corrió a cogerla y Hibiki le volvió a señalar la habitación. Hyun comprendió que aquella era su nueva habitación y que no había duda. Hibiki se le quedó mirando con los ojos muy abiertos. Hyun realmente no sabía qué decir, nunca le habían mirado así antes. Hibiki dibujó lo que pareció casi una sonrisa y se fue corriendo a otra habitación con un cartel que ponía “SALA DE JUEGOS”.

Hyun estaba otra vez solo en mitad del pasillo. Bueno, ahora tenía una maleta, pero eso no le ayudaba mucho. Se encaminó a la puerta y llamó. No quería molestar a quien estuviese dentro. Si es que había alguien, porque nadie le contestó. Hyun, alegre, pensó que tal vez el chico no estuviera en la habitación y podría acomodarse sin tener que presentarse ni nada. Abrió la puerta. Era una habitación doble, dos armarios de pared completa, dos camas, dos escritorios y en medio una alfombra. Y en medio de la alfombra un niño. O bueno, eso parecía, porque si no llevara el pelo corto, Hyun lo habría confundido con una niña. Tenía los cabellos rubios, casi blancos, no veía más que su espalda y sus brazos, muy muy blancos. Sostenía un portátil y tenía unos cascos puestos, así que supuso que por eso no le había oído. Hyun, que no era descortés, se acercó para presentarse aunque no le apeteciera nada. Le tocó el hombro al chico rubio.

–H-Hola, soy nuevo y...
–¡AAAH!

Matt gritó y tiró el portátil y los cascos del susto. Por suerte no era mucha altura y no sufrieron daños, pero a Matt casi le dio un infarto.

–¡Perdona! No quería asustarte...
–No pasa nada... Oh … ¿Tú eres el nuevo? –preguntó Matt levantándose.
–S-Sí, soy Hyun Lee Yong, encantado. –se presentó extendiendo la mano.
–¡Por fin!
Matt gritó y se lanzó a los brazos de Hyun. El castaño, que no entendía nada se ruborizó e intentó apartar al rubio.
–¿Q-Qué haces! –exclamó Hyun.
–¡Por fin otro chico de mi edad! ¡Encantado yo soy Matt! –gritó sin dejar de abrazarlo.
–¡S-Suéltame!
–Perdona, es que me he emocionado. –se disculpó sonriendo.
Hyun, que no sabía ni porqué, se volvió a sonrojar esta vez más que antes.
–Aquí solo hay dos niños aparte de mí, pero tienen 10 años, son un poco... trastos y me aburro aquí solito... –dijo apenado.
–Ehm … –balbuceó Hyun.
–¡Pero a partir de hoy Hyun será mi mejor amigo! –exclamó otra vez el rubio abrazando a Hyun.
–¿P-Por qué me abrazas tanto, ni siquiera me conoces!
–Porque me has caído muy bien. –contestó mirándolo a los ojos.

Hyun no sabría explicarlo, pero Matt era la única persona a la que no podía simplemente apartar o corregir; no se lo explicaba, y eso no le gustaba, todo aquello sin explicación era ilógico para él. Pero aunque ilógico también era cierto que ver sonreír a aquel rubio le ponía de buen humor.

jueves, 6 de febrero de 2014

86 | 2/6/11 – Granada, España. Siniestro a pesar del cálido sol. (3)

(El personaje de Kyo no me pertenece.)



Los médicos llegaron y le hicieron un par de preguntas y pruebas a Max. Concluyeron en que estaba bien pero que tenía que recuperarse, que durmiera tranquilo y que alejara el estrés de su vida por una temporada.

Hiro se sentó en el sillón de la esquina de la habitación y cogió el móvil. Marcó el número de Zero y esperó a que lo cogiera.

–¿Zero? –preguntó el moreno.
–Dime, rápido, me voy, sale mi avión. –dijo Zero con impaciencia.
–¿Qué avión ni que pollas? Max está en el hospital por vuestra culpa, de ti y de Kyo.
–¿¡QUÉ!?
–Y Max me ha dicho que quiere verte.
–¡Voy corriendo!

Hiro le indicó el hospital y el peliblanco salió corriendo. Era culpa suya, bueno, y de Kyo, pero al fin y al cabo, la pelea la había empezado él, así que era culpa suya. Hiro ni siquiera le había dicho si estaba bien o estaba a punto de morir, y eso hacía que Zero se quisiera morir también. Corrió como si su vida dependiera de ello, y efectivamente, su vida dependía de ello. Su vida era Max.

Llegó al hospital y preguntó en recepción por Max Adams, le dieron la habitación, la 134 en el segundo piso, y corrió escaleras arriba, sabía que los ascensores eran muy lentos en los hospitales.
Nada más llegar al pasillo vio a Kyo apoyado contra una pared, se le veía algo decaído. Zero no quería montar un pollo allí, y menos después de ver los carteles de “Silencio” que parecía que le acosaban. Se miraron por un instante. Zero, que tenía ganas de partirle la cara prefirió pasar y seguir andando, pero el brazo de Kyo le paró.
–Siento todo lo que ha pasado … En realidad Max no ha sentido algo tan fuerte por mí como por ti … Quiere hablar contigo.

Zero asintió y empezó a andar con más confianza en sí mismo. Parecía que Max quería volver con él y estaba que no cabía en sí mismo de la emoción. Entró en la habitación 134. Todo era blanco, las sábanas, la almohada, la cama, el sofá, las paredes, las cortinas … Max reposaba, como si estuviera muerto, pero bellísimo. Zero se acercó corriendo.

–¡Max!
–Z-Zero … –murmuró Max despertando.
–Menos mal …
–¿Realmente querías venir? –preguntó Max.
–Pues claro que sí, he venido porque te quiero Max, porque te quiero … –dijo Zero abrazando a Max a punto de llorar.
–No llores hombre …
–Kyo ha hablado conmigo y …
–Ya lo sé.
–Max, te lo tengo que pedir otra vez –dijo arrodillándose–¿Quieres casarte conmigo? –Le pidió por segunda vez cogiendo al menor de la mano.
–Zero …

Esta fue una de las conversaciones más dolorosas para Zero. Max, intentando no hacerle daño, le explicó que si había dejado a Kyo no era por él, era por otro hombre. El peliblanco pareció entenderlo y Max se sintió muy agradecido por aquel gesto, pues sabía que a Zero no le era fácil aceptar esas cosas. El peliblanco le pidió un último beso a Max, el cual se lo dio con gusto. Después de aquello Zero tuvo que salir corriendo, su corazón no le permitía seguir allí y mirar a Max a la cara.

Zero estaba empezando a pensar que tal vez, y aunque su instinto siempre le había dado una señal positiva, quizás, él y Max no estaban predestinados el uno para el otro.




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miércoles, 5 de febrero de 2014

85 | 2/6/11 – Granada, España. Siniestro a pesar del cálido sol. (2)

(El personaje de Kyo no me pertenece.)



La pelea había acabado y Zero había vuelto a casa. Estaba histérico, solo quería olvidarlo todo de una jodida vez, dejar de sufrir, dejar de pensar en Max, dejar de pensar en todo. Entró en el salón, que estaba vacío y le pegó una patada al sofá, volcó mesas y sillas, estaba enfadado y fuera de control. Después de tirar todo por los suelos se sentó en el sofá, abrumado por todo. Koichi y el primo de Max, Ryuichi, miraban a Zero desde el hueco de las escaleras, sabían que se le pasaría, así que simplemente lo dejaron estar, ya se calmaría. Incluso Ryuichi se sentía mal por él en aquel momento.

–No lo soporto más, aquí ya no pinto nada … Me vuelvo a Japón.




Max estaba en una habitación de hospital. Tumbado sobre la cama, con los ojos cerrados y vestido de blanco parecía un ángel caído del cielo. Respiraba lenta y acompasadamente. Hiro lo había encontrado en la calle tirado un minuto o dos después de que se desmayara y lo había llevado corriendo al hospital donde lo encamaron. Se apresuró y llamó a Kyo que llegó en cinco minutos y sin aliento. Ambos esperaron a que los médicos les dijeran algo. Esperaron y esperaron hasta que un hombre mayor con una bata blanca entró con una carpetita. Les contó que Max había sufrido lo que comúnmente se denomina Síndrome del Corazón Roto, o cardiomiopatía de Takotsubo. Les explicó que eso suele suceder cuando el paciente está expuesto a un gran estrés físico o emocional, como una fuerte discusión o la pérdida de un ser querido y que era casi lo mismo que un ataque cardíaco pero temporal y sin secuelas, el problema era que no conseguían despertarlo, y podía ser que hubiera entrado en un pequeño coma. Los médicos estaban muy extrañados puesto que el Síndrome del Corazón Roto no lleva nunca al coma, pero dado la historia médica de Max, no podían determinar nada seguro. 

Hiro y Kyo se miraron, Kyo con culpa y Hiro con reprimenda, no pensaba echarle la charla, pero le encantaría, y a Zero más de lo mismo. 

–No se despierta … –dijo Kyo sentado en un sillón bajando la cabeza. 
–Lo sé … Tengo que irme, te quedas con él, ¿no? –dijo Hiro. 
–Tranquilo, yo me quedo con él. 

Hiro miró una última vez a Max y salió de la habitación. 

–Max … Despierta por favor … –imploró el moreno. 

Habían pasado dos horas. Kyo había ido de aquí para allá, sin saber qué hacer. Se había vuelto a sentar en el sillón, derrotado. Hasta que Max comenzó a moverse y murmurar. 

–Hhhmmm … 
–¡Max! ¡Max! ¿Cómo te encuentras? –dijo Kyo corriendo hacia él. 
–Mmmm … ¿Dónde estoy? –preguntó frotándose los ojos. 
–Has tenido un problema cardíaco y te trajo Hiro al hospital. Me alegro de que te hayas despertado. 
–Mierda … ¿Tú no te estabas peleando con Zero? –preguntó el menor. 
–Al final se fue, luego me llamó Hiro y me contó que estabas aquí y vine corriendo. –explicó. 
–Aham … Kyo, tenemos que hablar. 

A Max no se le ocurría otro momento, ya lo había aplazado bastante. Kyo lo entendió perfectamente puesto que ya se había dado cuenta y se despidió de Max con un beso en la mejilla. El menor se sintió más aliviado después de haberlo soltado y se dejó caer en la cama. 

Al rato de salir Kyo entró Hiro otra vez. 

–¿Cómo estás? Kyo me ha llamado diciendo que te habías despertado. 
–Bien … Gracias por recogerme otra vez de la calle Hiro … 
–Y todas las que hagan falta. –respondió sonriendo. 
–¿Puedes hacerme un favor? –pidió Max. 
–Si claro, ¿cuál? 
–Llama a Zero y dile que venga, quiero verle. 
–Claro. 



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84 | 2/6/11 – Granada, España. Siniestro a pesar del cálido sol.

(El personaje de Kyo no me pertenece.)


Aquel día fue recordado durante años.

Zero cada día estaba más furioso, furioso consigo mismo, furioso con “El perillas”, furioso con el mundo en general.

¿Por qué ser feliz era tan difícil?

El aire soplaba cálido, las 17:35 de la tarde, un parque tranquilo cerca de la casa CLOUD, Max, Kyo y el aire fresco. Se abrazaban, estaban felices, o por lo menos eso creían. El menor se sentía incómodo, no sabía cuando contárselo a Kyo, cómo explicarlo, así que simplemente lo dejó estar.

En la lejanía apareció un hombre. Alto, fuerte, con una melena blanca como la leche y unos profundos ojos lilas. Se acercaba con paso decidido, los había visto abrazarse tanto tiempo, había llegado a su límite y estaba dispuesto a matar si hacía falta. Sus puños se cerraban con tal fuerza que se clavaba las uñas en las palmas de las manos.

Siguió andando en dirección a la pareja que se besaba en aquel momento, y movido por una ira sobrehumana se metió en medio y apartó a Kyo de un empujón. El moreno cayó al suelo derribando una moto que había aparcada cerca mientras se sujetaba la cabeza por el golpe. Zero se agachaba mientras agarraba a su rival de la camiseta con fuerza, gritaba insultos con la vena del cuello hinchada. Kyo, confundido pero enfadado, empujó a Zero al suelo donde siguió el juego de insultos.
Los dos chicos seguían insultándose y pegándose, por suerte a esa hora no había nadie en la calle, aquel espectáculo tan lamentable solo era presenciado por Max que no paraba de gritar aterrado que parasen. Ya habían llegado a los puños cuando el menor comenzó a llorar exclamando sin parar que cesaran de una vez.

–¡Me has arruinado la vida, estúpido de mierda! –gritaba Zero.
–¡Yo no te he hecho nada, lo has hecho tú solito! –contestaba a gritos Kyo.

Seguían peleando e ignorando a Max, que con lágrimas en los ojos se fue corriendo, no quería presenciar aquello y el pecho le dolía más que nunca. El menor comenzó a correr huyendo de la pelea e intentando dejar atrás sus problemas, pero, de repente paró en seco.

–Aaah … M-Mi corazón …

Fue lo último que dijo antes de desplomarse en el suelo y perder la consciencia.




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83 | 20/5/11 – Granada, España. Soleado otra vez.

(El personaje de Kyo no me pertenece.)


Por fin era primavera, aunque es sabido, que en España, la primavera y el otoño no existen, tan solo el abrasador calor mediterráneo y el frío polar. Era finales de mayo y el sol ya pegaba fuerte, dentro de la casa CLOUD, los aparatos de aire acondicionado funcionaban a toda leche y los cambios de temperatura de unas habitaciones a otras eran bestiales.

Había pasado un mes desde lo del intento de violación de Kevin en el hotel. Por supuesto, Kyo se había enterado al día siguiente, pero el peliblanco se las había ingeniado para desaparecer por completo de la faz de la Tierra. Kevin no era tonto y sabía que el novio de Max estaría furioso, por no hablar de como se pondría Zero cuando se enterase, así que se fue ese último mes a una misión fuera de la ciudad a la cual se ofreció voluntario.

Eran las 18:23, Kyo, Matt y Max hablaban tranquilamente en la habitación de éste. Se lo pasaban bien. Aunque al moreno le dolía algo el ojo derecho, el cual estaba amoratado e hinchado, Max había aprovechado para hacer algunas bromas de osos pandas, pero se disculpó rápidamente ya que si tenía así el ojo era por defender “su honor”. Y es que Kyo se había encontrado por casualidad a Kevin por la calle de camino a la casa CLOUD. Como era evidente, aquello acabó en una pelea que resultó en un ojo morado para Kyo y un brazo roto para Kevin. Este último había huido y Kyo entró a la casa donde Max le intentó curar lo que le quedaba de ojo.

–Jolín, para ser primos os parecéis como dos gotas de agua … ¿Seguro que Matt no es tu reencarnación? –preguntó divertido el moreno.
–Haha, qué tonterías dices, si yo aún no me he muerto. –contestó riendo Max.
–Bueno, es tarde, Marie se deberá estar preguntando donde estoy … Debo irme. –se despidió el moreno.
–Sí, y Matt tiene que ponerse a hacer los deberes. –finalizó Max mirando a su primo.
–Lo siento, debí haberlos hecho antes … –dijo vergonzoso el rubio.
–No te preocupes, a mí también se me pasa el tiempo volando cuando me lo paso bien. Bueno, debo irme. –sonrió Kyo besando a su novio.
–Adiós Kyo.
Los amantes se besaron y Matt, colorado y sintiéndose fuera de lugar apartó la mirada con las mejillas sonrojadas. Había visto a Max muchas veces con su novio y aún así le seguían dando vergüenza aquellas cosas … Al fin y al cabo era solo un crío.

–Cuídate ese ojo o se te pondrá peor … –le recomendó Max abrazando una última ver a Kyo.
–Gracias chiquitín. –se despidió Kyo saliendo de la habitación.
–Y tú, vamos a hacer los deberes. –dijo Max mirando a Matt.
–¡Chí!


Kyo ya había salido de la casa, se despidió de Hiro que estaba sentado en el porche junto a Momoe  y bajó la loma unos metros hasta que vio como subía Zero, con cara de pocos amigos, y parecía que era por su culpa.

–Estúpido. –dijo Zero al pasar a su lado.
–¿Tienes algún problema, peliblanco del carajo? No te he hecho nada para que me saltes así. –dijo Kyo encarándolo.
–¿Ahora no me has hecho nada? Me has quitado al novio, gilipollas. –dijo enfadado.
–Disculpa, yo no te he “quitado” nada, no se puede poseer a una persona … En vez de odiarme deberías de estar contento por ver feliz a la persona que amas. –soltó el moreno.
–Pues que sepas, que jamás le vas a querer tanto como le quiero yo. –finalizó dramático el peliblanco.
–Pues no lo demostraste. –contestó Kyo antes de irse.
–¿¡Cómo!? ¡Tú no sabes nada! –gritó Zero agarrando al menor de la camiseta violentamente.
Hiro, veloz como el rayo, corrió y tiró del peliblanco para que soltara a Kyo, que lo miraba extrañado y furioso.
–¡Para Zero, no uses la violencia! –gritó Hiro sosteniendo a Zero.
–Soy mafioso, ¿cómo coño quieres que NO use la violencia? –preguntó el peliblanco arqueando una ceja.
En ese momento Zero se relajó, ya que se sumó alguien más a la “pequeña reunión de amigos” en el jardín. Kevin, con el brazo vendado se acercó a ellos con aire de confusión.

–Pero, ¿qué es todo este jaleo? –preguntó.
–Hombre, si es Mr. Brazo roto. –escupió Kyo.
–¿Qué tal va tu ojo? –preguntó en respuesta el rubio.
–¿Has sido tú? ¿Pero qué pollas le has hecho a Kevin, estúpido? –preguntó Zero protegiendo a su amigo.
–Ah, ¿es que no te has enterado? El mes pasado tu amigo emborrachó a Max y casi lo viola otra vez. –le dijo Kyo.
–¿C-Cómo? –articuló incrédulo Zero mirando al suelo.
–Cállate … –pidió Kevin en voz baja intentando escapar lentamente.

Zero se sentía humillado. Todo el mundo lo sabía, excepto él. Él. El que había querido a Max como nadie, el que lo había cuidado durante años, el que había estado a punto de casarse con él dos veces … Y era el último en enterarse. Seguramente a estas alturas ya lo sabía todo el mundo, así que sí, sería el último en saberlo. Eso y una ira irreconocible hacia Kevin se fueron expandiendo rápidamente por todo su ser. Kevin era una de esas pocas personas a las que llamaba amigo, y había intentado violar a Max … Otra vez. “El perillas” estaba hablando pero Zero no escuchaba muy bien, decía algo de “ … tu mejor amigo ha hecho más daño a Max que tu peor enemigo que se encarga de cuidarlo …” Zero volvió a la realidad justo para escuchar la despedida de Kyo.

–… Mira, yo paso de vosotros, me voy a mi casa.
–A ti ya te pillaré otro día, perilla de mierda … ¡¡TE MATO KEVIN!! –gritó Zero enfurecido corriendo detrás del rubio.
–¡¡Socorrooooo!! –gritó Kevin aterrado.
–¡Adiós Kyo, sentimos las molestias! –se despidió Hiro mientras sujetaba a Zero otra vez.
–¡Suéltame que lo mato!


Después de aquello, Zero no le dirigió la palabra de nuevo a Kevin. Además de que el rubio se llevó una pierna rota y la mandíbula desencajada de la paliza que le dio el peliblanco cuando se consiguió soltar del amarre de Hiro. El rubio ya no podía salir de la cama, así que Zero se pasó toda la tarde del viernes sentado en el sofá.

Era ya bastante tarde, las 23:24 o así; estaba desierto el salón. Había oscurecido gradualmente y Zero ni siquiera había encendido la televisión, se había pasado horas mirando a la nada pensando. Le ocurría muy a menudo, sobre todo desde que Max no estaba con él. A veces se pasaba horas mirando un cuadro, o al suelo, cualquier punto fijo, y simplemente estaba. Para él, no estar con Max era como vivir sin un propósito, su vida no tenía sentido. Había pensado todo tipo de estrategias para volver con él, a cada cual más descabellada, pero no quería mentir a Max, y tampoco quería intentarlo mientras estuviera con Kyo, ante todo, Zero era un hombre de férreos valores, y no iba levantando novios a la gente. Estaba todo a oscuras cuando oyó que alguien bajaba las escaleras. Era Max. No le hacía falta luz para saber que era él.

–Me voy. –decía alegre Max poniéndose bien la chaqueta.

Zero se levantó del sofá, y casi guiado por un impulso, se detuvo delante de Max y se apoyó con una mano en la pared.

–¿A dónde vas tan guapo? –preguntó sensualmente.
–¿Y a ti qué te importa? –preguntó también el menor enfadado.
–Mucho.
–Pues lo siento, quita. –dijo Max intentando apartar a Zero para pasar.
–Vente conmigo un rato. –susurró Zero cogiendo a Max de la cintura.
–Déjame ya, que llego tarde. –contestó el moreno forcejeando.
–Ah, que has quedado con él … Otra razón para no dejar que te vayas.
–No me toques. –ordenó Max.
–Pero si no pasa nada, solo va a ser un rato … Sé que te da morbo hacerlo donde nos pueden pillar. –susurró de nuevo Zero en el oído del menor.
–Q-Qué me dejes … –suplicó ahora Max antes de que Zero le lamiera la oreja–Aah … Para Zero …

El mayor le estaba lamiendo la oreja y el cuello cuando se dio cuenta de que no podía parar. Max parecía que tampoco quería que parase aunque más bien parecía que librase una batalla interna.

–Venga, un rato nada más … Eres muy putilla, no creo que te importe que tengas novio. –susurró una vez más Zero.
Max, cómo en estado de shock bajó la cabeza e intentó asimilar el comentario que le acababa de hacer Zero. ¿Lo había llamado “putilla”? Se apartó brusca e inesperadamente y le propinó un puñetazo al mayor en la mejilla.

–¿Q-Qué coño haces? –preguntó extrañado Zero.
–¿¡Que qué coño hago!? ¡Me acabas de llamar puta en toda la cara! ¡Creerás que solo pienso en el sexo y no en el amor, pero estás muy equivocado! Si querías volver conmigo ya no tienes NINGUNA posibilidad. –le gritó Max a punto de llorar y se fue corriendo escaleras arriba.
–Joder, mierda … ¡Max, espera! –exclamó Zero intentando correr tras él en la oscuridad.

Se oyó un portazo y Zero asumió que se había encerrado en su habitación. Genial, la había vuelto a cagar con Max. Se había dejado llevar por sus intentos primarios y ni siquiera se había dado cuenta de que lo había insultado así … Cuando estaba a punto de dejarse hacer … Zero se preguntaba dónde estaba su cerebro.

Max se había encerrado en su cuarto.  Le dolía el pecho, y no era por amor. Le pesaba, le ardía, sentía como el sudor frío caía por su frente empapándole el pelo. Era una opresión fuerte y sofocante. Max siempre había tenido problemas de todo, pero no sabía que ahora también tendría problemas del corazón. Corrió hasta el último cajón de su escritorio mientras se sujetaba el pecho y comenzó a rebuscar entre los medicamentos. Sacó una caja y de ella extrajo una pastilla que colocó debajo de la lengua. Se sentía a punto de morir.

–Estoy harto de sufrir … Si me muriese todo sería más fácil … –susurró Max en la oscuridad de su cuarto antes de dejarse caer sobre la cama.




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lunes, 3 de febrero de 2014

82 | 24/4/11 – Granada, España. Noche ajetreada. (2)

Habían pasado horas, eran las 2:38 aproximadamente cuando Max dejó de beber por el increíble mareo que tenía, le daba vueltas todo pese a estar sentado. Pensó que sería cosa de la medicación o de las luces del pub, ya que no había bebido alcohol.

–Estoy un poquito mareado … –dijo Max agarrándose la cabeza.
–Ven anda, aquí detrás hay un hotel, vamos a descansar. –le dijo amablemente Kevin ayudándole a levantarse.
–Vale …

Se estaban yendo cuando Hiro salió de una puerta trasera buscando a Max con la mirada. Lo encontró al segundo casi, del brazo de un hombre alto que no logró identificar ya que se perdieron rápidamente entre la gente del local. Fue corriendo hasta ellos pero una chica se puso en su camino y empezó a preguntarle si era músico. Hiro, que pensó que Max estaría pasándoselo bien decidió pasárselo bien él también con aquella bella chica.

El hotel estaba justo detrás del pub, e incluso en la recepción se escuchaba la música, quizás era por eso que el establecimiento estaba casi completamente vacío. Kevin pidió una habitación mientras Max se apoyaba mareado en el mostrador. El recepcionista les dirigió algunas miradas extrañas y les dio la tarjeta de una habitación.

Una vez dentro, Kevin recostó a Max en la cama, que seguía bastante mareado y se acercó a un perchero donde dejó su camisa. Se dio la vuelta y miró a Max que se tapaba los ojos tumbado en la cama. “Esta es mi noche.” pensó Kevin.

–Ven aquí, Max. –dijo sensualmente el peliblanco.
–¿Por qué no vienes tú? Creo … que no me puedo levantar … –respondió agarrándose la cabeza
–Me has cortado un poco el rollito, pero bueno, voy yo.
–¿Decías?
–No, nada nada. –dijo el peliblanco subiendo a la cama echándose sobre Max. –Estás muy guapo esta noche, Max.
–Yo siempre estoy guapo … ¿Qué haces? K-Kevin, suéltame que no estoy para tonterías, estoy super mareado …  –dijo Max intentando apartar a Kevin.
–Es verdad eso de que el alcohol te hace efecto rápido, ¿eh? –dijo Kevin poniéndose de rodillas.
–¿E-Era alcohol? ¡Apártate de mí! –le gritó Max intentando escapar.

Max lo apartó torpemente y se cayó de la cama. Gateó e  intentó arrastrarse sin dejar de mirar a Kevin que seguía en la cama de rodillas.
–¡Déjame en paz! –le gritó Max otra vez.
–Como sigas así tendré que atarte. –respondió el mafioso sonriendo.

Max, asustado, continuó echándose hacia atrás en el suelo hasta que tocó algo con la mano. Debajo de la alfombra había un cuchillo. ¿Casualidad o suerte? Max lo cogió con todo el equilibrio que le quedaba y apuntó a Kevin.
–N-No te acerques o …
–¿O qué, me vas a rajar? –dijo divertido levantándose de la cama y acercándose a Max– ¡Te vas a enterar enano! –gritó abalanzándose sobre él.
–¡Aaaaah!

Max gritó asustado y blandió el cuchillo sin mirar. Al segundo la fuerza cedió, Kevin le había soltado y estaba reculando. El menor abrió los ojos y se encontró con la realidad y sus acciones. Le había rajado el brazo derecho a Kevin, la sangre le resbalaba y caía en el suelo de moqueta verde dejando manchas oscuras.
–Oh …
–Ahora sí que me has enfadado. –dijo Kevin con el ceño fruncido.

Max cayó hacia atrás, ahora sin cuchillo, que se le había caído del miedo. No tenía escapatoria. Kevin tenía un semblante horrible, daba pánico mirarle a los ojos, y más con el brazo sangrante, que lo sujetaba con la otra mano. Lo violaría de nuevo y probablemente lo mataría después, porque sus ojos parecían los de un asesino en serie. Pero en toda película de asesinos hay un poli bueno que siempre los salva a todos. Bueno, en este caso no era un policía.

–¿¡Qué pasa aquí!? ¡MAX! –gritó Hiro derribando la puerta.
–¡Hiro! –gritó Max volviendo la cabeza sin dar crédito a lo que veía.
–¿Estás bien, Max? –le preguntó Hiro abrazándolo.
–S-Sí … ¿Cómo nos has encontrado? –preguntó Max.
–Os vi salir del pub, aunque no sabía que era Kevin. Una chica me dijo que os oyó decir que os ibais a un hotel y sé que tú eres incapaz de engañar a Kyo, así que pensé que te habrían drogado o emborrachado … Con esa carita que tienes …
Max sonrió y abrazó de nuevo a Hiro. Kevin los miraba asqueados, a uno por interrumpir, y al otro por hacerle sangrar. Hiro ayudó a Max a levantarse y le echó un último vistazo a Kevin que seguía sangrando.

–Tú y yo ya hablaremos. –dijo antes de coger a Max del brazo y salir de la habitación.
–Hijo de …

Hiro llevó a Max de vuelta a casa. Al final no había actuado, pero no le importaba, lo más importante ahora para él era su amigo. Ese desaprensivo había intentado violarle otra vez y le importaba una mierda que lo hubiera hecho un amigo suyo. En el fondo, Kevin nunca le había caído bien, siempre había intentado pasar de él, pero hacerle eso a Max no le gustaba un pelo. Tumbó a Max en su cama y le acarició la cabeza, seguía algo mareado pero con los pies en la Tierra al menos.

–¿Cómo te encuentras? –le preguntó Hiro.
–M-Mal …
–Duérmete, luego llamaré a Kyo para contarle lo que ha pasado.
–V-Vale … Buenas noches.

Hiro se iba a ir cuando Max le agarró de la camiseta.

–Siempre acabas salvándome.
–Y siempre lo haré, Max.
–Siempre serás mi Mesías.

Hiro sonrió y Max le soltó la camiseta. Salió de la habitación pensando en si contarle a Zero todo lo que había pasado, al fin y al cabo, Zero seguía enamorado de Max, pero Kevin era uno de sus mejores amigos … Por el momento sería mejor no decirle nada, pensó Hiro.



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81 | 23/4/11 – Granada, España. Noche ajetreada.

Eran las 23:05, Max, incómodo en un sofá de cuero blanco, aguardaba la llegada de Hiro, que lo había llevado a un pub apartado del centro. Iba a actuar de nuevo y quería que lo viera en un escenario, cómo en los viejos tiempos. Hiro estaba moviendo sus contactos para formar la banda de nuevo, y le habían dado una oportunidad para escucharlo. Max, que estaba muy feliz por su amigo, lo había acompañado al local donde actuaría. Era un local poco conocido, todo negro y con mujeres ligeras de ropa. Estaba solo, esperando que Hiro terminara de hablar con los técnicos y otros músicos. Se aburría horrores. Ahora que tenía novio tampoco podía divertirse ligando con algún tío para después decirle que no le interesaba, cómo tantas veces había hecho, solo por diversión. Sin contar que había demasiada mujer para su gusto, pues algunas no paraban de mirarle y Max no sabía decir con la mirada que era gay. El aburrimiento siempre lo hacía sentirse incómodo, y más aún en un local como aquel.

Joder, ¿dónde se habrá metido Hiro? Esto está lleno de putas y tíos raros… pensó Max sentado en el sofá.

Estaba incómodo pero medianamente tranquilo, hasta que apareció él.

–¡Anda, hola Max! –saludó Kevin acercándose a él con una copa.
–Ah... H-Hola …
–Se me hace raro verte en una fiesta, y menos una que no es de ambiente. –dijo Kevin sentándose con Max en el sofá.
–Es que Hiro va a tocar aquí y me ha traído para que lo vea. –contestó secamente.
–Ajam … ¿Quieres? –preguntó el peliblanco acercándole su copa.
–No gracias, no me gusta mucho el alcohol … –lo rechazó Max.
–¿Y eso?
–Bueno, es que me emborracho muy fácilmente, así que prefiero no beber nada. –contestó sincero.
–Aaah …

Kevin volvió la cabeza, y con la cara de mayor violador del siglo pensó “Max, eso es lo peor que podrías haberme dicho.

–Bueno, puedo pedirle al camarero, que es amigo mío, que me dé algo sin alcohol para ti. –le ofreció Kevin.
–Es que …
–Max, yo sé que te he hecho mucho daño, y tal vez nunca podrás olvidar aquello, pero quiero ser tu amigo Max. –dijo suplicante Kevin.
–Vale, vale, tráeme algo … –respondió el menor.
Cómo se ha puesto, por favor … “ pensó Max.

Kevin desapareció entre la multitud. Se acercó a la barra y pidió lo más fuerte que tuvieran pero que no se notara mucho que fuera alcohol. El camarero, algo confundido le sirvió lo mejor que pudo y Kevin volvió con dos copas. Max le dio las gracias y bebió por compromiso, pero notó que la garganta le ardía horrores, a lo que Kevin le dijo que era normal, porque era un licor muy bueno, sin alcohol claro, y que era carísimo. Max, que no sabía si creerle, siguió bebiendo, pensando que estaba bastante bueno.




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