miércoles, 5 de febrero de 2014

83 | 20/5/11 – Granada, España. Soleado otra vez.

(El personaje de Kyo no me pertenece.)


Por fin era primavera, aunque es sabido, que en España, la primavera y el otoño no existen, tan solo el abrasador calor mediterráneo y el frío polar. Era finales de mayo y el sol ya pegaba fuerte, dentro de la casa CLOUD, los aparatos de aire acondicionado funcionaban a toda leche y los cambios de temperatura de unas habitaciones a otras eran bestiales.

Había pasado un mes desde lo del intento de violación de Kevin en el hotel. Por supuesto, Kyo se había enterado al día siguiente, pero el peliblanco se las había ingeniado para desaparecer por completo de la faz de la Tierra. Kevin no era tonto y sabía que el novio de Max estaría furioso, por no hablar de como se pondría Zero cuando se enterase, así que se fue ese último mes a una misión fuera de la ciudad a la cual se ofreció voluntario.

Eran las 18:23, Kyo, Matt y Max hablaban tranquilamente en la habitación de éste. Se lo pasaban bien. Aunque al moreno le dolía algo el ojo derecho, el cual estaba amoratado e hinchado, Max había aprovechado para hacer algunas bromas de osos pandas, pero se disculpó rápidamente ya que si tenía así el ojo era por defender “su honor”. Y es que Kyo se había encontrado por casualidad a Kevin por la calle de camino a la casa CLOUD. Como era evidente, aquello acabó en una pelea que resultó en un ojo morado para Kyo y un brazo roto para Kevin. Este último había huido y Kyo entró a la casa donde Max le intentó curar lo que le quedaba de ojo.

–Jolín, para ser primos os parecéis como dos gotas de agua … ¿Seguro que Matt no es tu reencarnación? –preguntó divertido el moreno.
–Haha, qué tonterías dices, si yo aún no me he muerto. –contestó riendo Max.
–Bueno, es tarde, Marie se deberá estar preguntando donde estoy … Debo irme. –se despidió el moreno.
–Sí, y Matt tiene que ponerse a hacer los deberes. –finalizó Max mirando a su primo.
–Lo siento, debí haberlos hecho antes … –dijo vergonzoso el rubio.
–No te preocupes, a mí también se me pasa el tiempo volando cuando me lo paso bien. Bueno, debo irme. –sonrió Kyo besando a su novio.
–Adiós Kyo.
Los amantes se besaron y Matt, colorado y sintiéndose fuera de lugar apartó la mirada con las mejillas sonrojadas. Había visto a Max muchas veces con su novio y aún así le seguían dando vergüenza aquellas cosas … Al fin y al cabo era solo un crío.

–Cuídate ese ojo o se te pondrá peor … –le recomendó Max abrazando una última ver a Kyo.
–Gracias chiquitín. –se despidió Kyo saliendo de la habitación.
–Y tú, vamos a hacer los deberes. –dijo Max mirando a Matt.
–¡Chí!


Kyo ya había salido de la casa, se despidió de Hiro que estaba sentado en el porche junto a Momoe  y bajó la loma unos metros hasta que vio como subía Zero, con cara de pocos amigos, y parecía que era por su culpa.

–Estúpido. –dijo Zero al pasar a su lado.
–¿Tienes algún problema, peliblanco del carajo? No te he hecho nada para que me saltes así. –dijo Kyo encarándolo.
–¿Ahora no me has hecho nada? Me has quitado al novio, gilipollas. –dijo enfadado.
–Disculpa, yo no te he “quitado” nada, no se puede poseer a una persona … En vez de odiarme deberías de estar contento por ver feliz a la persona que amas. –soltó el moreno.
–Pues que sepas, que jamás le vas a querer tanto como le quiero yo. –finalizó dramático el peliblanco.
–Pues no lo demostraste. –contestó Kyo antes de irse.
–¿¡Cómo!? ¡Tú no sabes nada! –gritó Zero agarrando al menor de la camiseta violentamente.
Hiro, veloz como el rayo, corrió y tiró del peliblanco para que soltara a Kyo, que lo miraba extrañado y furioso.
–¡Para Zero, no uses la violencia! –gritó Hiro sosteniendo a Zero.
–Soy mafioso, ¿cómo coño quieres que NO use la violencia? –preguntó el peliblanco arqueando una ceja.
En ese momento Zero se relajó, ya que se sumó alguien más a la “pequeña reunión de amigos” en el jardín. Kevin, con el brazo vendado se acercó a ellos con aire de confusión.

–Pero, ¿qué es todo este jaleo? –preguntó.
–Hombre, si es Mr. Brazo roto. –escupió Kyo.
–¿Qué tal va tu ojo? –preguntó en respuesta el rubio.
–¿Has sido tú? ¿Pero qué pollas le has hecho a Kevin, estúpido? –preguntó Zero protegiendo a su amigo.
–Ah, ¿es que no te has enterado? El mes pasado tu amigo emborrachó a Max y casi lo viola otra vez. –le dijo Kyo.
–¿C-Cómo? –articuló incrédulo Zero mirando al suelo.
–Cállate … –pidió Kevin en voz baja intentando escapar lentamente.

Zero se sentía humillado. Todo el mundo lo sabía, excepto él. Él. El que había querido a Max como nadie, el que lo había cuidado durante años, el que había estado a punto de casarse con él dos veces … Y era el último en enterarse. Seguramente a estas alturas ya lo sabía todo el mundo, así que sí, sería el último en saberlo. Eso y una ira irreconocible hacia Kevin se fueron expandiendo rápidamente por todo su ser. Kevin era una de esas pocas personas a las que llamaba amigo, y había intentado violar a Max … Otra vez. “El perillas” estaba hablando pero Zero no escuchaba muy bien, decía algo de “ … tu mejor amigo ha hecho más daño a Max que tu peor enemigo que se encarga de cuidarlo …” Zero volvió a la realidad justo para escuchar la despedida de Kyo.

–… Mira, yo paso de vosotros, me voy a mi casa.
–A ti ya te pillaré otro día, perilla de mierda … ¡¡TE MATO KEVIN!! –gritó Zero enfurecido corriendo detrás del rubio.
–¡¡Socorrooooo!! –gritó Kevin aterrado.
–¡Adiós Kyo, sentimos las molestias! –se despidió Hiro mientras sujetaba a Zero otra vez.
–¡Suéltame que lo mato!


Después de aquello, Zero no le dirigió la palabra de nuevo a Kevin. Además de que el rubio se llevó una pierna rota y la mandíbula desencajada de la paliza que le dio el peliblanco cuando se consiguió soltar del amarre de Hiro. El rubio ya no podía salir de la cama, así que Zero se pasó toda la tarde del viernes sentado en el sofá.

Era ya bastante tarde, las 23:24 o así; estaba desierto el salón. Había oscurecido gradualmente y Zero ni siquiera había encendido la televisión, se había pasado horas mirando a la nada pensando. Le ocurría muy a menudo, sobre todo desde que Max no estaba con él. A veces se pasaba horas mirando un cuadro, o al suelo, cualquier punto fijo, y simplemente estaba. Para él, no estar con Max era como vivir sin un propósito, su vida no tenía sentido. Había pensado todo tipo de estrategias para volver con él, a cada cual más descabellada, pero no quería mentir a Max, y tampoco quería intentarlo mientras estuviera con Kyo, ante todo, Zero era un hombre de férreos valores, y no iba levantando novios a la gente. Estaba todo a oscuras cuando oyó que alguien bajaba las escaleras. Era Max. No le hacía falta luz para saber que era él.

–Me voy. –decía alegre Max poniéndose bien la chaqueta.

Zero se levantó del sofá, y casi guiado por un impulso, se detuvo delante de Max y se apoyó con una mano en la pared.

–¿A dónde vas tan guapo? –preguntó sensualmente.
–¿Y a ti qué te importa? –preguntó también el menor enfadado.
–Mucho.
–Pues lo siento, quita. –dijo Max intentando apartar a Zero para pasar.
–Vente conmigo un rato. –susurró Zero cogiendo a Max de la cintura.
–Déjame ya, que llego tarde. –contestó el moreno forcejeando.
–Ah, que has quedado con él … Otra razón para no dejar que te vayas.
–No me toques. –ordenó Max.
–Pero si no pasa nada, solo va a ser un rato … Sé que te da morbo hacerlo donde nos pueden pillar. –susurró de nuevo Zero en el oído del menor.
–Q-Qué me dejes … –suplicó ahora Max antes de que Zero le lamiera la oreja–Aah … Para Zero …

El mayor le estaba lamiendo la oreja y el cuello cuando se dio cuenta de que no podía parar. Max parecía que tampoco quería que parase aunque más bien parecía que librase una batalla interna.

–Venga, un rato nada más … Eres muy putilla, no creo que te importe que tengas novio. –susurró una vez más Zero.
Max, cómo en estado de shock bajó la cabeza e intentó asimilar el comentario que le acababa de hacer Zero. ¿Lo había llamado “putilla”? Se apartó brusca e inesperadamente y le propinó un puñetazo al mayor en la mejilla.

–¿Q-Qué coño haces? –preguntó extrañado Zero.
–¿¡Que qué coño hago!? ¡Me acabas de llamar puta en toda la cara! ¡Creerás que solo pienso en el sexo y no en el amor, pero estás muy equivocado! Si querías volver conmigo ya no tienes NINGUNA posibilidad. –le gritó Max a punto de llorar y se fue corriendo escaleras arriba.
–Joder, mierda … ¡Max, espera! –exclamó Zero intentando correr tras él en la oscuridad.

Se oyó un portazo y Zero asumió que se había encerrado en su habitación. Genial, la había vuelto a cagar con Max. Se había dejado llevar por sus intentos primarios y ni siquiera se había dado cuenta de que lo había insultado así … Cuando estaba a punto de dejarse hacer … Zero se preguntaba dónde estaba su cerebro.

Max se había encerrado en su cuarto.  Le dolía el pecho, y no era por amor. Le pesaba, le ardía, sentía como el sudor frío caía por su frente empapándole el pelo. Era una opresión fuerte y sofocante. Max siempre había tenido problemas de todo, pero no sabía que ahora también tendría problemas del corazón. Corrió hasta el último cajón de su escritorio mientras se sujetaba el pecho y comenzó a rebuscar entre los medicamentos. Sacó una caja y de ella extrajo una pastilla que colocó debajo de la lengua. Se sentía a punto de morir.

–Estoy harto de sufrir … Si me muriese todo sería más fácil … –susurró Max en la oscuridad de su cuarto antes de dejarse caer sobre la cama.




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