jueves, 6 de febrero de 2014

86 | 2/6/11 – Granada, España. Siniestro a pesar del cálido sol. (3)

(El personaje de Kyo no me pertenece.)



Los médicos llegaron y le hicieron un par de preguntas y pruebas a Max. Concluyeron en que estaba bien pero que tenía que recuperarse, que durmiera tranquilo y que alejara el estrés de su vida por una temporada.

Hiro se sentó en el sillón de la esquina de la habitación y cogió el móvil. Marcó el número de Zero y esperó a que lo cogiera.

–¿Zero? –preguntó el moreno.
–Dime, rápido, me voy, sale mi avión. –dijo Zero con impaciencia.
–¿Qué avión ni que pollas? Max está en el hospital por vuestra culpa, de ti y de Kyo.
–¿¡QUÉ!?
–Y Max me ha dicho que quiere verte.
–¡Voy corriendo!

Hiro le indicó el hospital y el peliblanco salió corriendo. Era culpa suya, bueno, y de Kyo, pero al fin y al cabo, la pelea la había empezado él, así que era culpa suya. Hiro ni siquiera le había dicho si estaba bien o estaba a punto de morir, y eso hacía que Zero se quisiera morir también. Corrió como si su vida dependiera de ello, y efectivamente, su vida dependía de ello. Su vida era Max.

Llegó al hospital y preguntó en recepción por Max Adams, le dieron la habitación, la 134 en el segundo piso, y corrió escaleras arriba, sabía que los ascensores eran muy lentos en los hospitales.
Nada más llegar al pasillo vio a Kyo apoyado contra una pared, se le veía algo decaído. Zero no quería montar un pollo allí, y menos después de ver los carteles de “Silencio” que parecía que le acosaban. Se miraron por un instante. Zero, que tenía ganas de partirle la cara prefirió pasar y seguir andando, pero el brazo de Kyo le paró.
–Siento todo lo que ha pasado … En realidad Max no ha sentido algo tan fuerte por mí como por ti … Quiere hablar contigo.

Zero asintió y empezó a andar con más confianza en sí mismo. Parecía que Max quería volver con él y estaba que no cabía en sí mismo de la emoción. Entró en la habitación 134. Todo era blanco, las sábanas, la almohada, la cama, el sofá, las paredes, las cortinas … Max reposaba, como si estuviera muerto, pero bellísimo. Zero se acercó corriendo.

–¡Max!
–Z-Zero … –murmuró Max despertando.
–Menos mal …
–¿Realmente querías venir? –preguntó Max.
–Pues claro que sí, he venido porque te quiero Max, porque te quiero … –dijo Zero abrazando a Max a punto de llorar.
–No llores hombre …
–Kyo ha hablado conmigo y …
–Ya lo sé.
–Max, te lo tengo que pedir otra vez –dijo arrodillándose–¿Quieres casarte conmigo? –Le pidió por segunda vez cogiendo al menor de la mano.
–Zero …

Esta fue una de las conversaciones más dolorosas para Zero. Max, intentando no hacerle daño, le explicó que si había dejado a Kyo no era por él, era por otro hombre. El peliblanco pareció entenderlo y Max se sintió muy agradecido por aquel gesto, pues sabía que a Zero no le era fácil aceptar esas cosas. El peliblanco le pidió un último beso a Max, el cual se lo dio con gusto. Después de aquello Zero tuvo que salir corriendo, su corazón no le permitía seguir allí y mirar a Max a la cara.

Zero estaba empezando a pensar que tal vez, y aunque su instinto siempre le había dado una señal positiva, quizás, él y Max no estaban predestinados el uno para el otro.




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