domingo, 12 de mayo de 2013

61 | 27/10/10 – Granada, España. Nublado amenazando tormenta.




Noticias. Existen las buenas noticias y las malas. Las que te pillan por sorpresa y las que veías venir  desde lejos. Noticias impactantes y noticias aburridas. Yasu estaba apunto de recibir una noticia... importante.

Sentado en un sofá de la casa CLOUD, Yasu rememoraba los minutos atrás con su amante Lacey. Ella había venido de visita junto con otros miembros de su familia. Tenía cita con Hikari, había sentido molestias toda la semana y estaba algo preocupada. Yasu temía que tuviese algo que ver con lo que le dijo Shinku el día anterior... “Algo importante te va a pasar.

Yasu. Yasu Hate. Yasu para los amigos y conocidos, Hate para los desconocidos y los enemigos.
Yasu se crió en una familia numerosa. Su padre, Jun, impartía la disciplina, era un señor anticuado, tradicional, y aunque solía discutir bastante con Yasu, éste consiguió inculcarle algo de su tradición familiar. Por otra parte, su madre, Shizuka, era una mujer amable, tranquila, siempre dispuesta a dar amor a su familia, jamás le diría que no a sus hijos a nada... a excepción de Yasu, con el que sus hermanos presenciaron los mayores arrebatos de furia de su calmada madre; en una ocasión, Yasu, presa de la ira, golpeó una pared abriendo un gran agujero en ésta.
Y después estaban sus tres hermanos pequeños: Haku, Tatsuha y Scarlett. Hacía años que no los veía, desde que se fugó de casa para comenzar su vida como cantante. Jamás lo admitiría, pero, algunas veces, los echaba de menos. Picar a su hermano Tatsuha, hackear ordenadores con Haku, mirarle las bragas a Scarlett...

Todos estudiaron en un internado en Osaka. Yasu era el típico deportista con mil niñas detrás, pero por supuesto, él solo le hacía caso a un par de privilegiadas (casi siempre las que poseían atributos femeninos más evidentes). Misterioso y revoltoso como él solo, a la edad de 7 años consiguió que su tío le pusiera una orden de alejamiento por malos tratos.  Y finalmente, cuando Yasu cumplió los 21 años y estaba ya en la gran capital gozando de su plena libertad, sus padres murieron. El moreno volvió a Osaka unos días y puso en orden todos los papeles. Por supuesto, no quería quedarse allí encerrado a cargo de sus tres hermanos pequeños, así que pagó un plus al internado para que se quedaran allí hasta cumplir todos los 18. Volvió a Tokyo y entró en una banda llamada RockCatz donde por fin encontró su vocación: Cantar. Se sentía tan bien, tan liberado...

Al cabo de unos meses, decidió hacer algo que deseaba hacer desde hacia mucho tiempo. Invocar a Satán. Sabía que no sería fácil, pero usó todo su ingenio y los libros que pudo encontrar en una librería un tanto siniestra de un callejón japonés.
El moreno ahora incluso no recuerda con nitidez lo que ocurrió aquella noche, pero cambió su vida por completo. Viajó por el limbo, en un estado comatoso, y cuando recuperó la consciencia estaba tirado en el cuarto de baño de su apestoso apartamento, con el suelo lleno de dibujos hechos con sangre. Sangre de su muñeca. Se levantó lentamente y no pudo creer lo que veía. La herida de su muñeca derecha estaba sanando, se estaba cerrando mágicamente ante sus ojos. Corrió al lavabo a refrescarse la cara con agua, pero, al subir la mirada y encontrarse con su espejo, el corazón le dio un vuelco. Su ojo izquierdo, antes azul celeste, había tornado a un color negro, intenso, profundo... Y una circunferencia blanca rodeaba su pupila. Se tocó el ojo, un millón de veces, pero seguía igual. Creyó estar en un sueño, una especie de pesadilla, pero no. Volvió a mirar el espejo, y su reflejo le sonrió. Asustado, Yasu dio un paso hacia atrás mientras observaba como su Yo del espejo seguía en el mismo sitio, sin moverse. Miró perplejo el cristal, y entonces su reflejo, le habló.
-Hola, Yasu Hate...” -Yasu dio otro respingo al oírlo tan claramente frente a él- “-Me has invocado y aquí estoy, soy yo, Satán, el príncipe de las tinieblas.” -Yasu tragó saliva mientras contemplaba como su Yo del espejo se iba transformando en un hombre de duras facciones, con la piel rojiza, unos cuernos en la sien y una perilla de chivo.
-¿Para qué me has invocado?” -preguntó Satán.
-No soy digno de tu presencia, príncipe de las tinieblas... Te he invocado porque quiero poder, quiero ser poderoso.
-Poder... Te lo entregaré, a cambio de tu alma.
-Lo que usted desee.
Yasu no recuerda mucho tampoco de lo que ocurrió a continuación, solo recuerda un dolor insufrible en su ojo izquierdo y caer al suelo.

Pasaron casi dos años cuando tuvo su segundo encuentro con el Señor de las tinieblas. Se le apareció de nuevo en el espejo, esta vez, para ofrecerle trabajo. Yasu acababa de ser expulsado de la banda y la ira lo invadía desde los pies a la cabeza, solo quería venganza, venganza contra todos aquellos que lo habían tratado mal, pero necesitaba más poder. Había ocultado todo aquel tiempo sus poderes por miedo a que lo descubrieran, incluso había ocultado su ojo maldito con magia para que nadie sospechara, pero no volvería a esconderse, no después de recibir el mejor trabajo nunca visto. Era la mano derecha de Satán. Y su trabajo era sencillo y divertido, como a él le gustan. Satán lo convirtió en un demonio oscuro y le concedió el mayor deseo del moreno. Ser inmortal. A partir de entonces, solo tendría que matar a gente de vez en cuando y hacer de canguro.

Yasu, por aquel entonces, no creyó lo que su amo y señor le estaba ordenando. ¿Ser canguro? ¿Cómo puede desperdiciar a alguien con tanto talento poniéndolo a cuidar de un par de criajos? La respuesta era sencilla. No eran unos “criajos” cualquiera, no. Se trataban nada más y nada menos, que de los vástagos de Satán. Dos niños gemelos que dio a luz una mujer americana. Por lo que Yasu tuvo que trasladarse a la península donde ella vivía y de paso, ir a “saludar” a su colega Hiro y al “cara-bonita”.

Yasu vivió durante una temporada en el ático de la familia CLOUD. Un día, notó unas presencias malignas no muy lejos de la casa. Para cuando quiso darse cuenta, estaba salvando a unos vampiros de una muerte segura contra unas criaturas de la oscuridad. Estaba matando a seres de su propio bando por salvar a una mujer y su hermano. No sabía ni él mismo porqué lo hacía. Bueno, en realidad sí. Fue por aquella mujer. Lacey. Una hermosa vampira de pálida piel, grandes ojos azul marino y una larga y lisa melena negra. Aquella mujer había robado el corazón del demonio, aún sabiendo que él no tenía corazón ni alma.


De vuelta al presente, Yasu se encontraba en un sillón del salón, sentado, impaciente. A su lado, su “cuñado”, Sebastian.
Sebastian era un chico de talla media, pálida piel, ojos azul marino intensos, como los de su hermana melliza Lacey. Con una larga melena negra. Se le veía abatido.
-Hola Yasu, ¿cómo va todo? -preguntó algo triste el vampiro.
-Tss... Pues como siempre. -contestó el demonio.
-Yo estoy un poco chungo... Necesito desahogarme... ¿Puedo contarte lo que me ha pasado? -preguntó mirando a su cuñado con ojos de corderito degollado.
-Sí, sí... Te escucho... -dijo Yasu con cierto desinterés, pensando en lo mucho que le picaba el paquete.
Sebastian comenzó a contarle como le había rechazado Sui el otro día, llamándole pervertido y pegándole una bofetada en la cara.
-… Y eso es lo que pasó... -concluyó el vampiro.
-Ah vale... (¿Y a mí qué me cuentas? Joder, como me pica el paquete...)
Hikari descendió las escaleras y llegó al salón, donde Yasu y Sebastian se levantaron automáticamente del sillón. Sui esperaba sentada en otro sillón, mientras Kïrthia jugaba con Kyaa a un juego de manos sentadas en la alfombra.
-Hola a todos. Ya tengo el resultado de las pruebas de Lacey.
Todos la miraban atentamente, incluso las niñas habían parado de jugar.
-¡Está más sana que una pera! No le pasa nada malo.
-Menos mal... -suspiró aliviado Sebastian.
-Aunque... Yasu, tengo una noticia que darte... Hehehe, ¡vas a ser padre! -exclamó la peliblanca.
-¿¡QUÉ!? - exclamó Yasu antes de desmayarse y caer al suelo de espaldas.
-¿Lacey está embarazada? ¡Qué guay! ¡Qué excelente noticia! ¡Debe estar encantada! -dijo Sui muy feliz.
-Pues sí. -respondió Hikari.
-¿¡PERO NO DIJE QUE NADA DE ESPERMA DIABÓLICO!? -gritó Sebastian de rodillas en el suelo.
-¿Qué es esperma? -preguntó Kyaa mirando a Hikari buscando una respuesta.
-Este... Mejor que no lo sepas pequeña... -dijo Kïrthia.
-¿Y a éstos dos qué les pasa?-preguntó Sui señalando a Yasu y Sebastian.
-Ni idea...-contestó Hikari.

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Yasu, desmayado, soñaba cosas extrañas. Estaba en una especie de habitación, amarilla entera. De paredes lisas, sin cuadros, mesas, sillas... Vacía.
-¿Dónde cojones estoy? -se preguntó a sí mismo.
-¡Papi, dame de comer! -le gritó una niña a sus espaldas.
Yasu, retrocedió asustado. Era una niña, de largos tirabuzones rubios, pálida y con unos enfermizos ojos verdes. Vestía como los vampiros de las películas de terror antiguas.
-¡Sí papi, danos de comer! -gritó otra niña como endemoniada a su espalda. Portaba incluso un tridente rojo.
-No... No... -siguió retrocediendo.
-¡Papiiii, papiiiii, danos de comeeeer, o te comeremos la pieeeel! ¡Papiiii! -gritaban cada vez más niñas diabólicas encerrándolo en un círculo.
-No... ¡¡NOOOOOOO!!

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-¡NOOOOOOO, AAAAAAAH! -gritó Yasu levantándose del suelo.
-Joder, ¡qué susto! -exclamó su cuñado que seguía a su lado de rodillas en el suelo.
-Tengo... Tengo que hablar con Lacey. -dijo Yasu corriendo escaleras arriba.




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