El juicio había terminado. Max había ganado y aún así no se
sentía feliz. Tenía la muerte de su madre muy reciente y una gran
culpa encima. El juez había sido extremadamente caritativo, sabiendo
que Max era menor le había cedido toda su herencia sin necesidad de
ningún adulto, algo nunca visto. Ni eso animaba a Max.
En el juicio todo había salido a pedir de boca, la declaración del cartero
fue una obra maestra de un chico de solo 16 años. El cartero
testificó que habían llegado cartas todos los meses sin remitente,
solo ponía MAX en la parte de atrás del sobre. William, al no poder
poner ninguna oposición ante eso y negando que habían llegado
cartas su casa, el juez concluyó que, como el abogado de Max había
declarado minutos antes, el padre de Max era un mentiroso que se
quería quedar la herencia del pobre hijo al que había maltratado
desde pequeño. El juez cedió toda la herencia a Max. Exactamente
2.000.000 de libras. Max era millonario. De la noche a la mañana.
Había pasado de estar tirado en la calle con la droga a ganar un
juicio que lo había hecho millonario. Y seguía sintiendo aquel
mismo vacío.
Llegó a la habitación del hotel después del juicio no sin antes
pasar por un banco y sacar hasta el último penique. Max nunca se
había fiado de los bancos y mucho menos lo iba a hacer en ese
momento. Con un maletín lleno de dinero (Dos millones de libras para
ser exactos), llegó al hotel, hecho polvo. Se dejó caer sobre la
cama. Tuvo varias tentativas. Llamar a Hiro y contárselo todo,
decirle que podrían ser mundialmente famosos, ahora tenían dinero.
También pensó por un instante en llamar a Zero y restregarle por la
cara su dinero, pero lo último que quería, como siempre, era oir su
voz. Luego pensó que estaría bien comprarse un pisazo en cualquier
parte del mundo. Meditó muchas posibilidades. Se acordó de su
madre, aún siendo ricos ella siempre le intentaba enseñar acerca de
la humildad y el ahorro, no es más feliz quien más tiene, si no
quien menos necesita. Max sopesó de nuevo y reflexionó
profundamente. Primero necesitaba un país al que ir, Londres le
traía demasiados recuerdos tristes. Italia... Sí, sé italiano y
no está mal la comida... No...mucho italiano pesado... pensó
Max. Japón desde luego otra vez no, también le traía recuerdos
horribles, otros preciosos, pero en ese momento solo tenía en mente
los malos. China no, su chino nunca fue muy allá... Rusia... No,
demasiado frío, pensó Max de nuevo. Entonces una idea asaltó
su mente.
ESPAÑA. Sí, era perfecto. El español lo dominaba bastante bien,
además, con 7 años había estado allí de vacaciones con sus padres
en una ciudad llamada Granada, al sur de la península. Un poco de
aire mediterráneo me vendrá bien, concluyó Max. Lo tenía
decidido, se iría allí en cuanto se organizara un poco. Necesitaba
allí una vivienda barata y un trabajo. Pensó durante horas y
después cayó rendido al suave toque de Morfeo.
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