sábado, 11 de agosto de 2012

27 | 10/5/09 – Japón, Tokyo. Despejado.


 Las 11:30.
Max notaba los rayos de sol en sus ojos, y le molestan. Enfurruñado, comienzó a abrir los ojos, se los frotó y los acabó abriéndolos del todo. Miró a su alrededor. No tenía ni idea de donde estaba. Pero, por extraño que resultase, aquel apartamento le daba buenas vibraciones, se sentía a gusto, protegido.
Se incorporó y comprobó que estaba vestido con un pijama de hombre. ¿Me habrá recogido alguien de la calle? No me acuerdo de nada... pensó Max. Hacía bastante calor en aquella casa por lo que se quitó los pantalones del pijama y se desabrochó la camisa. Se quedó en el futón sentado y miró todo cuanto tenía a su alrededor. Detrás suyo había una mesita de noche con una lamparilla y en la pared de la izquierda un armario típico japonés, empotrado. Escrutaba cada centímetro de la habitación, en busca de respuestas. La puerta de la habitación estaba abierta. Podía divisar un pasillo y poco más. Al momento, escuchó el ruido de la puerta de la calle, no muy lejos. Alguien entraba con muchas bolsas y escuchaba como se quitaba los zapatos. Instintivamente y sin saber el porqué, se tumbó en el futón. Quien quisiera que fuera, estaba dejando las bolsas en algún lugar, la cocina seguramente, concluyó Max.

Hiro dejó las bolsas en la encimera de la cocina y fue, sin hacer mucho ruido, a la habitación. Para su sorpresa vio que el chico estaba despierto, tumbado, sin pantalones y con la camiseta desabrochada. Se quedó un momento de piedra y después preguntó:

-Anda, ¿ya estás despierto?
-E-Esto... Sí...-dijo vergonzoso.
-Bueno, imagino que te preguntarás quién soy y dónde estás.- dijo acercándose.
-Pues sí.
-Soy Hiro y este es mi apartamento, encantado. -respondió Hiro sentándose en el suelo junto a Max.
-Encantado, yo soy Max. -dijo haciendo una pequeña reverencia.
-No hace falta que hagas reverencias, se ve que no eres de aquí, ¿no? -contestó riendo.
-Soy de Inglaterra.-afirmó Max.
-Se te nota... ¿Estás bien? Anoche no se te veía muy allá....
-N-No es nada...
-Puedes contármelo, desahógate. -dijo Hiro cogiéndole una mano afectuosamente.

Max comenzó a contarle un poco porqué estaba en la calle y qué le había llevado al callejón. Entre sollozos y llantos, Max consiguió contar la historia casi al completo, omitió que se había escapado de Londres, aunque después, Hiro, muy hábil, le preguntó como es que era de Inglaterra y vivía en Japón. Max acabó contándole toda su vida, era tan fácil hablar con Hiro, estaba ahí, tan dulce y cariñoso, tan compasivo....
Después de la charla, Hiro acarició la cabeza de Max diciéndole que no se preocupara de nada, podía vivir con él, que era su amigo y le ayudaría en todo lo que pudiese.
Max no podía concebir que existiera alguien de tan puro corazón, al principio desconfió, pero después se sintió muy afortunado de que Hiro le “salvara”.

-Hiro...
-Dime.
-Eres mi mesías.
-Hahaha, ¿eso crees?
-No lo creo, lo sé.
-Hahaha, qué mono eres.

Max, como una exhalación, miró a Hiro a los ojos, él se le quedó mirando y sin saber porqué, lo besó.

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