Zero se levantó temprano aquel día. Se aseó, desayunó rapidamente
y se marchó a trabajar cogiendo las llaves del coche junto con las
de la casa.
Max dormía placidamente. Pasaban las horas y Max no despertaba. De
repente, el despertador sonó. El chico de ojos azules se despertó
sobresaltado a causa del estruendo del despertador. Estiró una mano,
adormilado y apago la alarma. Se desperezó lentamente, si había
algo que Max odiaba con toda su alma, era madrugar. Aunque esa mañana
había mucha luz para ser las 7. Se levantó sin prisas y entonces
miró el despertador. Las 12:35 marcaba. ¡MIERDA! pensó Max.
Hacía 5 horas que debía haberse levantado, ya no llegaría más que
a la última clase... Los exámenes se acercaban y él había faltado
a una clase, era imperdonable. Entonces reflexionó... Yo no he
cambiado la hora de la alarma, ¿por qué a sonado más tarde? Ni
idea... Mientras su cabeza daba vueltas buscando una solución, ir o
no ir a clase, reparó en la fecha. Era el día de San Valentín. ¿Le
habría preparado algo Zero? ¿Se habría acordado? Zero era
bastante romántico, pero ni siquiera le había despertado antes de
irse para decirle un triste Te quiero o Feliz San
Valentín....
Se levantó y cuando se disponía a ir al baño, sonó su móvil. Se
acercó para cogerlo y vio que Zero le estaba llamando. Nunca le
había llamado desde el trabajo. Seguramente era algo importante. A
lo mejor iba a desearle un feliz San Valentín o a decirle ese Te
quiero que aún esperaba. Descolgó.
-¿Max?
-Dime.
-Mira por la ventana de la habitación, ¿no hace un día muy bonito?
Hasta luego.
Colgó.
¿Qué era todo aquello? ¿Qué hacía un día bonito? Sería bonito
si mi novio se acordara de qué puñetero día es hoy y me diese un
poco de amor... Max, resignado y algo decepcionado se acercó a la
ventana y la abrió. El frío se coló haciendo que Max se
estremeciera. Miró bien y luego susurró algo como qué
chorrada... Justo cuando iba a cerrar la ventana vio caer algo...
Era un pétalo de rosa rojo. De un rojo carmesí muy intenso. Después
cayó otro. Lentamente. Después empezaron a llover literalmente
pétalos de rosa. Asomó la cabeza por la ventana para buscarle
explicación y entonces alguien gritó abajo su nombre. Bajó la
cabeza y vio a Zero, vestido con traje y con un ramo de rosas en la
mano, sonriéndole. Entonces, mientras Max sonreía, Zero le señaló
al cielo. Max miró y entonces se fijó en unas nubes que decían en
grande: “TE QUIERO MAX.” Y una avioneta planeaba alrededor
formando un corazón. Max se quedó de piedra, nunca nadie había
hecho eso por él, nada tan romántico y tan bonito. Se separó de la
ventana y salió por la puerta corriendo, dejándola abierta. Cuando
llegó abajo vio a Zero con el ramo aún en las manos sonriéndole.
Se lanzó contra él y lo abrazó lo más fuerte que pudo gritándole
sin parar te quiero Zero, ¿¡cómo se te ha ocurrido hacer todo
esto!? ¡Qué bonito! Mientras Zero abrazaba a Max con felicidad, la gente del bloque se
asomaba por la ventana. Al ver el espectáculo y el mensaje del cielo
comenzaron todos a aplaudir. Zero hundía la cabeza en Max para que
no se notara el rubor de sus mejillas que eran ahora tan rojas como
los pétalos. Max se separó sin dejar de coger a Zero del brazo
mientras cogía el ramo que este le entregaba.
-Has salido en pijama y descalzo, tonto, te vas a resfriar. -dijo
Zero sonriendo.
-Me da igual, te quiero. -contestó Max sin parar de sonreír.
La gente no paraba de aplaudir en las ventanas, formando un ruido que
alertó al edificio vecino que empezó a aplaudir también. Max y
Zero hicieron una reverencia ganándose un aplauso aún más efusivo.
Zero cogió a Max en princesita, que sujetaba el ramo con fuerza y lo
subió hasta casa.
Zero dejó a Max en la cama no sin antes tumbarse encima y encargarse
de besarlo bien en los labios y en los alrededores durante un buen
rato. Llenándolo todo de sudor, Zero puso a Max en cuatro y le llenó
la espalda de pétalos de rosa. Entre las risas precoitales de Max y
las caricias de Zero acabaron haciéndolo salvajemente en la cama
mientras Max gritaba y gritaba de placer y Zero se consumía poco a
poco (en una postura que a Zero le gustaba bastante, todo sea dicho).
-¿No tienes trabajo? -preguntó Max desnudo entre sábanas y pétalos
sentado sobre Zero.
-¿No tienes instituto? - respondió un Zero desnudo debajo de Max.
-Touché.
Y a partir de ese día, Zero le pilló el gustillo a cambiarle la
alarma a Max.
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