domingo, 19 de agosto de 2012

31 | 1/6/09 – Japón, Tokyo. Nublado caluroso.




Las 21:22. Max se vestía tranquilamente en el camerino. Era su primera actuación. Sentía las piernas como de gelatina, el estómago del revés y el cerebro sin oxígeno. Estaba claramente más nervioso que en toda su vida, casi tanto como cuando escapó de su casa en Londres o como cuando saltó por la ventana del piso de Zero. Se sentía vivo, se sentía de carne y hueso. Mientras tanto, Hiro afinaba la guitarra detrás del escenario y Masao montaba el teclado en este. Se calzó las botas. Comprobó que el micrófono tenía las pilas puestas y bien cargadas, repasó en su mente las letras de las canciones. Nada podía salir mal, no después de una semana y media de ensayos intensivos. La música la componían Masao y Hiro, la letra le tocaba hacerla a él. Hasta aquel día habían compuesto entre los tres cinco canciones. Max estaba orgulloso de su trabajo, las letras tenían mucho sentido, un sentido doble, lleno de recuerdos, de emociones, algunas eran lentas, otras eran explosivas.
Hiro observaba desde atrás el local, estaba más lleno que de costumbre. Fuera había un cartel con el precio de las bebidas en oferta y un dibujo que Max había hecho del logo de su grupo, explicando que actuaban allí esa noche por primera vez. Como habían planeado, Naomi trajo un montón de amigas, todas ellas muy parecidas, vestidas acorde con la moda otaku japonesa, con la cara muy maquillada y la emoción de ver a un supuesto “uke” monísimo. Naomi se había encargado personalmente de enseñarles una foto de Max con Hiro y explicarles que estaba mucho más mono desnudo, como en los mangas que leían (o que se comían con los ojos).
Uno de los jefes del local cogió un micrófono para anunciar al gentío que el espectáculo iba a comenzar.

Blue Palm os presenta al grupo Rock Catz, constituido por tres chicos (guitarrista, teclista y vocalista) maravillosos que comparten su música con todos nosotros, ¡un fuerte aplauso!

La gente prorrumpió en aplausos y gritos mientras Hiro y Masao subían al escenario. Lo tenían todo ensayado. Max aguardaba detrás del escenario, con un pie tembloroso sobre el primer escalón. Todo el pub quedó en silencio, salvo por algún roce de vasos en la barra, por lo demás, todo el mundo miraba impaciente el escenario. Hiro aguardaba con la guitarra preparada en las manos, con la cabeza agachada y toda su melena tapándolo. Masao dejaba caer y resbalar los dedos suavemente sobre el teclado con la cabeza gacha, imitando a Hiro. Entonces dio la primera nota al teclado. El comienzo de la canción era suave, pero Hiro comenzó a tocar la guitarra, aún con la cabeza agachada. Entonces entró Max. Subió con su típica delicadeza, andando lentamente. Con la cabeza agachada también, mirando al suelo. Se acercó al micrófono, y como una exhalación comenzó a cantar primero con suavidad. La gente miraba atentamente, las chicas del club de Naomi cuchicheaban sobre la ropa que llevaba y aquellas piernas tan delgadas y femeninas. Max cantaba excitado, contento, feliz, subiendo cada vez más la cabeza hasta que llegó el estribillo y ambos tres alzaron bien alto la cara, con orgullo, hinchando el pecho. Max, que no había dejado que nadie lo maquillara, alzó las pestañas más alto que nunca, mirando a cada uno de los espectadores, dedicándoles una sonrisa (a la cual más de una profirió un gemido alto).
Así, siguieron con todas las canciones que tenían; en una de ellas, Max se acercó a Hiro mientras cantaba, Hiro sonreía y le miraba sin parar de tocar. Max, que le habían dado el permiso para hacer lo que quisiera encima del escenario, se acercó, cogió a Hiro por la mandíbula y le dio el beso más húmedo y con más lengua que Hiro haya tenido en toda su vida. Las fujôshis, como era de esperar, soltaron gritos y sonrisas que Max degustó con lentitud mientras una sonrisa malévola se dibujaba en su rostro angelical. Una por una, sonaron todas sus canciones, hasta llegar a la última. Max la había dejado para el final porque era ligeramente más triste. Se quitó la chaqueta, haciendo que se produjeran más gritos en el público femenino, y se sentó al borde del escenario. Masao tocaba con sonidos de violines que inundaban la estancia mientras Max cantaba una especie de lamento triste. Aquella canción la había titulado Black spiral. Solo él y Hiro conocían el significado real de la letra, esa letra con tantos sentimientos ocultos, tantas malas experiencias, tanto dolor. Max lo usaba como válvula de escape para soltar toda su mierda, como Hiro solía decir. Un solo de piano de Masao, en lo que Max contenía las lágrimas. Hiro, que solo tocaba la guitarra en aquella canción un par de veces, aprovechó para beber un poco de agua mientras observaba a Max, se le veía realmente motivado con aquella canción, muy implicado, sintiéndola en cada célula de su delicado cuerpo.
Cuando se acercaba el final, Max se levantó para poner el micrófono en la barra y seguir cantando desde ahí, dándolo todo, su alma, su ser, sus sentimientos y su sangre. Morir en un escenario se le antojaba bastante, sería una muerte bonita.
En aquel momento se prometió morir en un escenario. Bonito final para su historia.

Los aplausos llenaron la sala, el grupo de chicas se levantó de la mesa incluso para gritarles y tirarles flores. Hiro, Max y Masao se despidieron haciendo una reverencia y bajaron del escenario.
Los tres sonriendo, dándose palmadas en la espalda y sonriendo de nuevo se fueron al camerino.
Max se quitaba la ropa cuando Hiro decidió empezar la conversación que los tres esperaban.
-Ha sido... mágico. Genial, no tengo palabras.-sentenció Hiro.
-Creo que es la primera vez que nos han hecho verdadero caso, antes apenas nos miraban cinco personas. -contestó feliz Masao.
-¿Tan malos erais?-preguntó Max entre risas.
-Era Yasu, nos hacía mucho mal, recuerdo que siempre que subía al escenario subía enfadado, hoy me he sentido genial, ha sido espeluznante. Mira el vello del brazo, de punta. -dijo Hiro señalando su brazo.
-Cierto, cierto.

Se pusieron ropa de calle, Hiro como acostumbraban todos, con sus vaqueros gastados, sus botas rockeras y sus camisetas de tirantes. Masao optaba por algo más “normal”, pantalones negros y una camiseta de manga corta verde. Max era más... a su estilo, como decía Hiro cuando no quería llamarlo gay. Pantalones cortos blancos y camiseta de tirantes ancha negra, converse normales y gastadas. Salieron del camerino después de dejar la guitarra y el teclado dentro bajo llave y se acercaron a la barra para saludar a su jefe.

-¡Genial! ¡Habéis triplicado las visitas, teníamos esto llenísimo! -exclamó.

Mientras Hiro hablaba con el jefe sobre futuras actuaciones junto con Masao, Max prefirió acercarse a Naomi para saludarla y agradecerle que asistiera con sus amigas a su primer concierto.

-Hola. -saludó con afecto.
-¡Holaaaa pequeeeee! -gritó Naomi abrazándolo efusivamente.
-¿Q-Qué tal? -llegó a preguntar Max mientras se atusaba el pelo.
-¡Bien, genial, habéis estado maravillosos!
Sus amigas lo miraban entre ilusionadas y ansiosas, Max se sentía el ombligo del mundo en aquel momento.
-Estas son mis amigas. -dijo presentándolas.
-Encantado. -contestó educadamente sonriendo.
Todas soltaron suspiros embelesados sin dejar de mirarlo con ojos de corderito. Hiro se acercó y agarró a Max de la cintura por detrás.
-Chicas, chicas, esas miradas, que Max es mío. -dijo burlándose de Max claramente.
-Eh, que yo no soy tuyo melenas. -contestó enfurruñado frunciendo el ceño.
-Bueno, eso no es lo que me dices en la cama.
Ante el comentario, las chicas no pudieron hacer otra cosa que soltar risitas y miradas entre ellas. Max juraría que vio una haciéndoles una foto con el móvil escondido.
Después de un par de copas (Max se bebió un zumo de piña) con las chicas, Hiro y Max regresaron al apartamento. Felices, contentos con el resultado. Realmente era tal y como Hiro lo había imaginado cuando de pequeño soñaba con subir a un escenario por primera vez. No había sido su primera vez sobre un escenario así de maravillosa, pero fue la primera vez que Hiro se sintió desnudo sobre uno, armado solo con su guitarra, pero con el apoyo de un gran amigo.

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