viernes, 3 de agosto de 2012

5 | 16/2/06 - Japón, Tokyo. Nublado.



Max llevaba ya más de un mes en la residencia, había hecho amigos entre los estudiantes y se llevaba bastante bien con todo el mundo. También estuvo buscando plaza para un instituto de la zona, aunque le fue bastante difícil explicar su condición. Max era superdotado. Desde pequeño sus padres se dieron cuenta, los médicos y los profesores por supuesto también. Le habían estado adelantando varios cursos y con 12 años había llegado a 2º de Bachiller, algo bastante inusual.
Después de muchas llamadas, de muchas conversaciones con profesores y encargados del instituto, admitieron a Max en un instituto bastante bueno y que estaba cerca de la residencia.

Aquella mañana se levantó demasiado temprano, más que de costumbre. Eran las 6:26 de la mañana y ya estaba en pie lavándose la cara y los dientes en el baño. Se acercó al armario y lo abrió. Sacó unos pantalones cortos negros, unos calcetines altos a rayas blancas y negras, una camiseta negra lisa y una chaqueta con capucha negra con las mangas a rayas blancas y negras. Se peinó un poco y pensó en salir a desayunar a algún sitio. Luego podría ir a comprar sus libros de bachiller y a tomar un crêppe.
Se puso sus nuevos zapatos, unos creppers negros con cuadros blancos, cogió una mochilita pequeña negra, metió dinero, su llave y salió cerrando la puerta lentamente para no despertar a nadie.

En la misma acera, unos metros más allá había una pequeña tienda de alimentación que siempre abría muy temprano. Esa era la única tienda que vendía unas cajas con unas galletitas pequeñas con forma de oso panda que estaban buenísimas. No las había encontrado en ninguna otra parte, por lo que, de tanto comprar allí las galletas, la ancianita que atendía el comercio lo conocía ya.

Compró un paquete y salió de la tienda. No sabía ni a donde ir. Su reloj marcaba las 7:00. Era tempranísimo para hacer nada. Aunque ya había gente por las calles (las vacaciones de navidad habían pasado por lo que volvía el bullicio.) la mayoría de las tiendas y comercios estaban cerrados.

Se le ocurrió ir al parque para hacer algo de tiempo. Recorrió todo el parque hasta llegar al lago. Se detuvo en el banco que había justo en frente. Se sentó. Hace más de un mes estaba ahí. Muerto de frío y de miedo. Sin saber a donde ir. Frotando sus manos bajo los guantes...
Se levantó del banco y se apoyó en una valla baja que había alrededor del lago, puesta por seguridad para que nadie se cayese, aunque por la altura de la vaya diría que está pensado para niños pequeños. Se llevó un osito panda a la boca. Miraba un punto del río. Ninguno en concreto. Simplemente uno. Se quedó totalmente ensimismado cuando, oyó un ruido, parecía una bicicleta, y se dio la vuelta justo cuando la bicicleta, con el ciclista incluido, se abalanzó sobre él y lo tiró al río.
Tanto pensar que la valla era para niños pequeños y él se acababa de caer... No era profundo, de hecho estaba sobre una roca, pero bastante mojado, y quejándose por el golpe, cuando, miró hacía arriba y vio a un chico encima suya, con la bici tirada en el lago.
El chico era aparentemente alto, con un pelo blanco como la leche y unos profundos ojos lilas que le penetraban el alma y todo su ser. Se quedó mirándolo unos instantes, y cuando creía que el chico se iba a levantar de encima suyo para dejarlo que se levantara también, se acercó más y, sin motivo, lo besó.
Fue un beso muy dulce, tierno, muy rápido. Max deseó que durara más, por lo que, cuando el chico se separó y abrió los ojos, ruborizado completamente, Max se agarro a su cuello atrayéndolo hacía sí para besarlo mejor. El chico abrió los ojos como platos ante la reacción del rubio y correspondió el beso echándose encima de él. Al separarse, expectantes por la locura que acababan de cometer, se levantaron y el chico del pelo blanco ayudó a Max a salir del lago. Max estaba completamente mojado, mientras que el chico sólo se había mojado hasta la rodilla y las manos.
Se quedaron unos segundos en silencio. El chico peliblanco cogió su bici y le quitó algunas algas que se le habían quedado pegadas a las ruedas, después miró al chico rubio y éste le desvió la mirada.

-Esto... Siento lo de hace un momento yo.... -dijo el chico algo sonrojado y mirando a otro lado.
-No, yo también.... Lo siento....-dijo Max aún más rojo.
-¿C-Cómo te llamas?-le preguntó el chico.
-Soy Max, ¿y tú?
-Me llamo Zero, encantado... -dijo tendiéndole la mano.
-Hehe, me parece algo frío que después de un beso me tiendas la mano. -dijo Max riéndose y estrechándole la mano.
-Si quieres te doy otro. -dijo Zero acercándose.
-Eeeh, yo... -se apartó un poco algo avergonzado, pero a decir verdad lo deseaba fervientemente.

Se quedaron en silencio de nuevo. No sabían que decir, todo había pasado bastante deprisa, sin lógica alguna, fue como una atracción total. Max decidió romper el hielo, al fin y al cabo, su primer beso había sido tal y como había imaginado, aunque nunca habría imaginado que sería con un hombre.

-Si quieres podemos ir a mi casa, vivo aquí al lado, podrías... Secarte los pantalones. -dijo señalando a sus pantalones y buscando una excusa para que se quedara más rato con él y esto no hubiera sido un mero encuentro fortuito.
-Eh, claro, claro, encantado. -dijo bastante feliz.

Max le explicó que vivía en una residencia desde hacía cosa de un mes, que estaba muy cerca y que no tardarían más de cinco minutos, pero Zero prefería que durara más, mucho más. Estaba fascinado con Max, su carita de ángel, sus ojazos azules, su pelo rubito, su cuerpo adorable, sus labios carnosos y húmedos... No podía quitarse esa sensación de su boca ni de su mente. Sabía que era algo más que una atracción física, porque cada vez que lo veía sonreir, algo se movía en su estómago, como un rayo.

Max por otra parte, estaba genial con Zero, lo veía un chico guapísimo, alto, con unas facciones duras, unos ojos violeta preciosos, su media melena blanca como la leche y un cuerpo musculado, no en exceso, pero sí entrenado. Él nunca se había dado cuenta de esas cosas, y menos en un hombre, pero por primera vez en su vida lo estaba haciendo. Se sentía como cuando los médicos lo analizaban. Mirándolo todo. Y realmente todo le gustaba. Era bastante majo. Tenía una voz profunda y muy bonita. O eso creía él.

Llegaron a la residencia, el camino se les había hecho corto. Al entrar se descalzaron y llevaron sus zapatos hasta la habitación en la mano. Zero podía ver los pequeños pies de Max, calzaría una 37, no más seguramente. Zero en cambio tenía grandes pies, no muy grandes, pero si bastante imponentes. Max sintió curiosidad, ¿sería verdad eso que se decía que cuanto más grandes tenga los pies un hombre más grande tiene la … ? Se detuvo ahí. ¿¡Cómo podía estar pensando en eso!?
Pues te lo estás llevando a tu habitación el primer día dijo una voz en su cabeza. A lo mejor estaba yendo demasiado rápido. Aunque después de lo ocurrido con Toshiro, que fue a cuchillo desde el principio, esto le pareció que iba mucho más despacio.
Sacó su llave y abrió la puerta de su habitación, le invitó a pasar y dejo los zapatos al lado de la puerta, donde siempre.
Fue al cuarto de baño y sacó una toalla que lanzó a Zero.

-Sécate. Yo voy a cambiarme la ropa, estoy calado hasta los huesos.... Qué frío... -dijo mientras iba al armario a sacar ropa.
-Gracias, y lo siento de nuevo por haberte tirado al lago, estaba tan absorto en mis pensamientos que no vi por donde iba... Aunque me alegro de haberte tirado a ti y no a una viejecilla de 80 años. -dijo riendo y algo nervioso mientras Max se cambiaba en el baño.
Un minuto después salió del baño con una toalla al cuello y toda la ropa mojada en las manos. Se había puesto unos pantaloncitos cortos blancos y una camiseta de manga larga a rayas blancas y negras que se dejaba caer por su hombro izquierdo.
-Yo también estaba absorto en mis pensamientos y no te oí, fue muy tarde cuando me dí la vuelta la verdad, haha -dijo riendo mientras metía la ropa en una pequeña safa para llevarla a la lavandería más tarde.
Mientras Max hablaba, Zero estaba literalmente comiéndoselo con los ojos. Miraba desde sus piernas delgadas y definidas hasta su tripa que se dejaba ver cuando Max hacía algún movimiento de brazos, pasando por ese hombro izquierdo que se dejaba ver y que personalmente, Zero veía más atractivo enseñarlo a salir desnudo (cosa que no le importaría si viera a Max en ese momento desnudo).
-¿Quieres comer algo? -dijo Max agachándose para mirarlo mejor.
-A ti.-dijo Zero secamente haciendo que Max se ruborizara hasta las raíces de su rubio cabello.
Lo cogió suavemente de la nuca y lo besó, ahora más tierno que antes si cabe. Max se dejaba hacer, Zero le gustaba, aunque se conocieran de un día. Fue algo místico, algo mágico, algo extraño pero familiar a la vez... Era indescriptible.
Mientras seguían besándose Max se situó encima de Zero rodeando su cuello con sus brazos mientras éste acariciaba delicadamente sus caderas con ambas manos.
Estaban perdiendo el control. Hacía calor y no estaba el brasero puesto. Le molestaba la ropa, le molestaba la ropa que llevaba Zero, le molestaba todo lo que no fueran ellos dos. Pero en ese momento, en ese preciso instante, alguien llamó a la puerta. Max se dio la vuelta, algo molesto por la interrupción y preguntó sin acercarse de quien se trataba.
-¡Soy yo Max! -dijo una voz masculina que le era familiar.
Era Toshiro. Mierda.
-¡Espera! -gritó Max desde dentro algo nervioso.
-Oye, que si tienes novio, yo lo entiendo, es normal... Lo que no es normal es que yo pensara que tú estás soltero...
-¿Qué dices? -dijo Max entre extrañado y con la cabeza a punto de estallar.
-Bueno, tú eres muy guapo y no me extrañaría si tuvieras novio.... -dijo con un tono algo triste.
-Yo podría pensar lo mismo de ti, tú también eres muy guapo. Y no,no tengo novio...
-¿Qué? -dijo sonrojándose a más no poder- ¿Entonces quién es ese y por qué te pones así?
-¿Max? -volvió a preguntar Toshiro desde el otro lado, desde el cual, obviamente, no se escuchaba nada.
-¡Espera! Es que verás... -dijo bajando el tono de voz- hace un mes este chico me intentó besar y quería algo más que una relación de amigos, ¿me entiendes?
-Sí, perfectamente. -dijo algo enfadado al no ser el primero que lo había intentado.
-El caso es que le dije que no, porque él iba muy rápido y no me gustaba y no era como yo esperaba para la primera vez...
-¿Es tu primera vez? -dijo extrañado.
-P-Pues sí, ¿vale? Yo me he reservado para esperar a alguien... especial. -dijo muy avergonzado.
-¿De verdad? Es que... Aunque no lo parezca por mi edad pero... Es mi primera vez con alguien también. -dijo con las mejillas coloradas.
-Espera, que hablo con él y me sigues contando... -dijo Max muy interesado en la conversación mientras se levantaba para abrir a Toshiro.
-¡Max! ¡Tengo un plan alucinante que... -se interrumpió al ver un chico en la habitación de Max.
-Vaya... Lo siento muchísimo, en serio.... Él es...un amigo que ha venido a verme, y bueno, hace mucho que no nos vemos... Zero, Toshiro, Toshiro, Zero. -dijo presentándolos.
-Encantado. -dijo Zero con el tono más seco que tenía.
-Hola. -dijo Toshiro, bastante borde.
-Bueno, de verdad, lo siento mucho... ¡Otro día! -miró a Zero y le dedicó una sonrisa forzada- Si eso, claro...
-Bueno, pero si tu amigo se va pronto -dijo acercándose peligrosamente a Max y haciendo saltar levemente a Zero del sitio- igual podríamos quedar por la noche. -dijo con un tono claramente sexual.
-E-Es que.... ¡Me voy a su casa a dormir! ¡Sí! ¡Es que hace tanto que no nos vemos, que tenemos que contarnos un millón de cosas! ¡Además, nos íbamos ya! -dijo cogiendo una sudadera y poniéndose los zapatos.
-Sí, es que lo he echado mucho de menos. -dijo Zero con un tono de chulería inmenso, como retando a Toshiro.
-Que... os lo paséis bien. -dijo el moreno con amargura.
-Gracias. -le sonrió Max.
-Ten por seguro que así será. -dijo nuevamente con la misma chulería.

Zero y Max se fueron por el pasillo mientras Toshiro miraba a Zero con la mirada de odio más profunda de toda la historia.

Tras un rato caminando, llegaron a un edificio de cristales azules gigantesco. Max quedó totalmente alucinado y solo podía abrir la boca diciendo “Sugoi...” cosa que Zero veía adorablemente tierno.
Se montaron en un ascensor con otras cuatro personas, Zero habría preferido subir con él a solas, porque no sabía si aguantaría mucho sin comérselo vivo a besos. Planta 1. Puerta nº 10.

-¡Yo también vivo en la puerta nº 10! -gritó Max señalando la puerta muy entusiasmado.
-Haha, que coincidencia, ¿no? -dijo Zero sonriéndole.


Entraron en la casa. Era PERFECTA. Con todas sus letras. Max deseaba avanzar un poco para ver más la casa, pero Zero lo acorraló contra la pared en cuanto cerró la puerta tras de sí.
Lo besaba ansioso, sin control, no podía aguardar más, lo deseaba, lo necesitaba ahora. Max se dejó llevar y en un acto de picardía salto a los brazos de Zero y enroscó sus piernas alrededor de su espalda y caderas, acto que calentó más a Zero, si se podía... Zero lo agarró de las nalgas con fuerza sin parar de besarle. Max enlazaba sus manos en el cabello blanco de Zero mientras éste seguía cogiéndolo en peso. Fue caminando hasta el sofá con Max colgado aún. Reparó un momento en que Max era muy delicado y estaría más cómodo en su cama, así que sin dejar de besarlo, siguió avanzando hasta el fondo del salón y de una patada empujó la puerta para abrirla. Max, sin dejar de besarlo y de acariciarle delicadamente el cuello se preguntó a dónde lo llevaba, hasta que notó que se soltaba y caía. Cayó en una gran cama de matrimonio muy mullida y Zero se aproximó a él posicionándose encima. Cuando Zero se acercó para besarlo...

-¡NO! -gritó Max girando la cabeza y apartándose hacia atrás.
-¿Q-Qué pasa? -dijo Zero entre sorprendido y confuso.
-E-Es que no... Es mi primera vez y no quiero que sea tan rápido y tan bestia... -dijo entristeciéndose.
-Yo tampoco... Pero como habías dicho que veníamos a mi casa a.... “dormir” …
-Sí, para quitarnos a Toshiro de en medio... Y me refería a dormir de verdad... Siento si ha parecido otra cosa... -dijo levantándose de la cama.
Zero se acercó a Max y cogió su rostro entre sus manos.
-Max, me gustas mucho, y si quieres ir despacio, pues iremos despacio. Iremos como tú quieras. -dijo sonriéndole.
Max solo pudo articular una adorable sonrisa mientras asentía.


Zero empezó a enseñarle su casa. Le explicó que no hacía mucho que vivía allí,ni una semana.
El salón era muy amplio, había un gran sofá negro en mitad de la estancia, una mesita baja en frente y una televisión de plasma enorme. También había una gran mesa de comedor blanca con cuatro sillas de un cuero negro muy brillante. Max reparó en la librería que había al lado de una puerta en el salón. Casi todo eran comics mangas salvo por algunos libros antiguos con títulos en italiano. Max sabía hablar italiano, de hecho “gracias” a su padre, sabía hablar bastantes idiomas. Cogió un libro italiano y miró a Zero.
-¿Eres italiano? La verdad es que hablas muy bien el japonés para no ser de aquí. -dijo sonriéndole y señalando el libro.
-Ah, no, no, soy de aquí, pero mi madre era italiana.-contestó el peliblanco.
-Uum...Interesante.
-¿Y tú? Tus ojos no son precisamente como los de un japonés corriente. -dijo con cierta chispa.
-Haha, claro que no, soy inglés, de Londres.
-¡Londres! Madre mía... Pues hablas muy bien el japonés para ser un inglesito. -dijo burlandose un poco de Max.
-Sí, me enseñaron desde pequeño, además, mi madre es japonesa.-respondió algo frío dejando el libro de nuevo en su sitio.

Después Zero le enseñó la cocina. Era la cocina más grande que Max había visto jamás (excluyendo las cocinas de algunos hoteles).

-Bueno, pues esta es mi casa. -dijo Zero extendiendo los brazos.
-¿Y la habitación de al lado de la librería? ¿Acaso es como en las películas y ahí tienes un mural con fotos mías paseando por el parque? -dijo riendo.
-Sí, y en medio hay una silla para poder masturbarme a gusto mientras te miro. -dijo levantando una ceja y sonriendo levemente.
Max rodó los ojos, se ruborizó levemente y luego fue al salón.

-¡Max! No hay nada en la habitación, está cerrada, nada más. -dijo corriendo tras él.
-No voy a abrirla. -respondió sentándose en el sofá -Solo quería sentarme.
-Ah....

Era lo único que Zero podía responder. La vista lo estaba alegrando. Max sentado en su sofá... Se lo imaginaba mirando una película con él, tumbados abrazados, con una manta. Seguramente Max se asustaría y lo abrazaría. Él le diría que no se preocupara, que estaba él allí para protegerlo.
Después de montarse su propia película, Zero se sentó junto a Max pasándole el brazo por los hombros.

-¿Esto es como en el cine? ¿Después me tocarás una teta? -dijo bromeando mientras miraba a Zero.
-Sí, adoro tus pechos. -dijo riendo mientras le rozaba el torso.

Max apoyó su cabeza en el hombro de Zero. Se quedaron así durante un rato. Max estaba especialmente cómodo. Zero no podía estar más feliz, no quería que se fuera nunca...

-Oye Max.... -dijo mirando al suelo.
-Dime.
-Verás, lo he pensado durante todo este día y... Bueno.... Sé que es muy precipitado pero... ¿Tú querrías vivir conmigo? -dijo mirándolo con ojitos de cordero degollado.
-¿Vivir? ¿J-Juntos? B-Bueno, yo... -dijo Max abriendo mucho los ojos, no se esperaba esa proposición.
-Entiendo que no quieras, no pasa nada... Es todo muy rápido.... Tienes todo el tiempo del mundo para pensártelo bien... -dijo algo triste.
-Dame tres días para pensarlo. -dijo levantando tres dedos de una de sus manos.
-Todos los que tu quieras. -respondió besándolo suavemente en los labios.
-P-Pero entonces.... Somos novios... Somos amigos que se besan... ¿Qu-Qué somos? -preguntó ruborizado.
Zero solo tuvo que pensarlo un instante. Quito el brazo de los hombros de Max y cogió ambas manos de Max entre las suyas. Lo miró directamente a sus profundos ojos azules.
-¿Quieres salir conmigo, Max? -dijo muy decidido, con el ceño fruncido.
-Claro que quiero. -dijo sonriendo.

Después de un largo rato besándose en el sofá se dieron cuenta de la hora que era ya. Las 15:45.
Zero se separó un poco de Max para tomar aire y se levantó del sofá.

-¿Quieres comer algo? Son ya las cuatro menos cuarto y que yo sepa los besos por muy bonitos que sean, no alimentan. -dijo riendo.
-V-Vale... -dijo tímido.
-¿Quieres ver como cocina tu hombre? -dijo riendo y subiendo las cejas.
-Venga, a ver, porque yo no sé hacer ni un huevo. Si vivo aquí tendrás que ser el cocinero. -dijo cruzando los brazos y riendo.
-Bueno, mientras tú luego cumplas con otros servicios, me vale. -dijo acercándose peligrosamente.
-No, tampoco limpio por si son esos servicios a los que te refieres. -dijo haciéndose el inocente.
-Pues no, no me refería a esos, pero si te vistes de maid no estaría nada mal. O con un delantal y nada más. -dijo mientras andaba en dirección a la cocina.
-Pervertido. -llegó a decir Max enfurruñado.

Max le explicó que llevaba una dieta bastante simple. Comía casi siempre pasta, ensaladas ligeras, sopa, arroz, puré y poco más. Zero lo miró de arriba a abajo. Divertido. A Max eso no le hizo mucha gracia, y cruzó los brazos flexionando levemente una pierna, una pose de Max algo gay, pero a su vez natural en él.

-¿Por qué me miras así? -dijo algo enfadado.
-Hahah, no te enfades, es que comiendo lo que comes no me extraña que estés así de delgadito. Seguro que comes poquísimo. -dijo abriendo el frigorífico.
-Es que a mí solo me da hambre por la noche... ¡Pero como muchos dulces! No sé porqué no engordo... -dijo levantándose la sudadera para verse la tripa, intentando buscar algo de grasa, pero en vano.
Zero se quedó mirando su linda tripa. Estaba delgado, pero tampoco estaba anoréxico. Tenía la piel blanca como la leche y parecía suave al tacto. Se le antojó tocarla y besarla y lamerla... Se estaba yendo por caminos que no le hacían mucho bien, así que sacó los ingredientes necesarios para hacer una ensalada de pasta mientras Max se bajaba la sudadera.

-¿Te gusta? -pregunta Max sentándose en un taburete y cruzando las piernas.
-¿E-El qué? -preguntó Zero, pensando que se había quedado demasiado rato mirando su tripa.
-La ensalada de pasta. -respondió sonriendo descaradamente.
-Em... Claro,claro... Me...encanta -pensando que sí, su tripa le encantaba- ¿Y a ti?
-Por supuesto, está buenísima. -respondió con la boca aún algo sonriente.
Zero empezó a pensar que esa conversación era algo extraña. ¿Le estaba diciendo indirectamente que su tripa estaba deliciosa o simplemente quería ver su reacción? Pues, ¿cuál va a ser? La de un jodido salido. Y es que Zero, a sus 19 años, aún no había tenido ninguna relación con nadie. Sus lazos familiares, los problemas y el trabajo no le habían dado nunca tiempo para conocer realmente a alguien y entablar algo más que una bonita amistad. Sí, había una chica. Pero ella no le gustaba.
Por supuesto, a los 12-13 años, Zero comenzó a explorar su cuerpo, como todo adolescente. Pero a la hora de hacerlo no pensaba en mujeres. Tampoco en hombres. No sabía lo que le gustaba realmente. Y no lo supo hasta el día que atropelló a Max en el parque. Era Maxsexual. Porque él no veía otros hombres de una manera sexual, como miraba a Max. Y a mujeres ya mucho menos.

Zero estaba ya aliñando la ensalada cuando Max se le acercó por detrás y empezó a acariciarle las caderas.

-Estás muy callado, ¿necesitas ayuda? -dijo Max en un tono muy sensual, mientras metía lentamente sus manos debajo de la camiseta de Zero.
-N-No, estoy bien.... -dijo bastante nervioso, el solo roce de los dedos de Max con su piel hacía que todos los pelos de tu cuerpo se erizaran.
-Bueno, entonces miraré para...aprender. -prosiguió Max mientras bajaba suavemente sus manos por el abdomen de Zero.
Del susto Zero estuvo a punto de tirar todo el bote de vinagre encima de la ensalada, por lo que le pidió encarecidamente que parara, que podrían seguir en otro momento (lo deseaba bastante).
Max, divertido y riendo, cogió los cubiertos y dos vasos y fue a ponerlos en la mesa.

-Zero, ¡contrólate! Creí que sabrías controlarte... Aunque claro, que vas a saber controlar si nadie te ha tocado así nunca... -se dijo a sí mismo en voz alta pero baja a la vez.
-¿Quién no te ha tocado así nunca? -dijo Max apoyando un brazo en el marco de la cocina y cruzando las piernas, una pose muy sexy pensó Zero.
-¿Eh? ¿De qué hablas? C-Coge lo que quieras de beber del frigorífico... -dijo pasando velozmente con la ensalada y dos platos al salón.
-Vale...
Max abrió el frigorífico y buscó alguna botella de agua. Realmente a él no le gustaban muchas cosas... Bueno, la Coca-cola lo volvía loco, literalmente, la cafeína no era muy buena para él, así que cogió una botella de agua de vidrio que vio en la puerta del frigorífico y le preguntó a Zero qué quería de beber. Él le dijo que le sacara una lata de cerveza. Cogió la lata y la botella y se fue a la mesa, donde Zero estaba ya sirviendo la comida. Max se sentó y le dio la lata a Zero.

-¿Agua? ¿No te gusta la cerveza, ni la Coca-cola ni nada? -preguntó Zero.
-B-Bueno, beber no bebo, una vez ya lo hice con mi primo y me di cuenta de que no puedo beber mucho sin emborracharme completamente... Y la Coca-cola me encanta, pero... -hizo una pausa, no sabía si contarle su historial médico, saldría corriendo horrorizado y no volvería a hablarle en la vida...
-Si es por vergüenza o algo, no importa, de verdad. -dijo levantándose un poco para ir a por una lata de Coca-cola.
-Zero, no, de verdad, es que no puedo, me la ha prohibido el médico. -dijo levantando la mano y agarrándolo de la camiseta para que no fuera a la cocina.
-Ah.... Vaya, que pena, ¿no? -dijo mientras comenzaba a comer.
-Sí, una lástima... -dijo comiendo un poco y agradeciéndole a Dios que no preguntara nada más.
-¿Y por qué no puedes tomar Coca-cola? -preguntó Zero.
-P-Pues, verás.... -pero Dios era malo- Es que tengo el colesterol muy alto, y claro.... -era estúpida la excusa, pero estaba acorralado, no se le ocurría nada mejor.
-Hahahha,pero, ¿qué dices? Si la Coca-cola es de origen vegetal, no tiene colesterol. -dijo riéndose a carcajada limpia.
-E-Esto, yo.... -se hundía-
-Si no me lo quieres contar no pasa nada, pero no te inventes tonterías, que soy médico. -dijo guiñándole un ojo y comiendo lechuga.
-¿Eres médico? Anda... Verás... No me es fácil decirte esto... Pero bueno, supongo que tarde o temprano te lo tendría que contar... Y mejor que salgas corriendo ahora que no dentro de tres meses...
-¿Pero tan grave es? ¿Qué te pasa? -dijo Zero algo preocupado.
-Tengo transtorno de identidad disociativo. -dijo quitándose un peso de encima.
-V-Vaya... Eres la primera persona que conozco que tenga un transtorno así medicado... Normalmente ni la mitad de los casos son verdaderos...
-Ya, me lo explicaron. De pequeño sufría de transtorno bipolar, pero se fue acentuando y convirtiéndose en transtorno de identidad disociativo. Este soy yo de verdad. Espero que nunca tengas que ver a mi otro yo... -dijo bastante apenado mientras revolvía la ensalada.
-Bueno, pero te habrán puesto una medicación o algo, ¿no? En principio si te tomas las pastillas no tiene porqué....salir tu otro yo.
-Sí...En principio.
-Tranquilo, yo me aseguraré de que no se te olvide tomarlas. -dijo sonriendo de oreja a oreja.
-Gracias Zero. -dijo Max sonriéndole de corazón.

Después de comer, Max se tumbó en el sofá mientras Zero iba al baño. Al volver, Zero se encontró con un Max totalmente dormido. Se acercó lentamente a él para no despertarlo y quedó mirándole un rato. Parece un ángel caído del cielo, pensó. Recogió la mesa y miró su móvil.
Las 17:30. Entraba a trabajar en media hora. Se tenía que ir. Le daba pena despertar a Max, parecía que estaba tan cansado, no había reparado en que lo conoció a las 7 de la mañana, por lo que había madrugado bastante, tendría sueño. Su imaginación volvió a volar. Se los imaginó a los dos tumbados en el sofá, echando una siesta con una manta, Max probablemente abrazando un peluche, pero Zero abrazándolo a él con todo su ser. Esperaba que Max le diera la afirmativa y vivieran juntos, sería precioso.
Salió de su pompa de felicidad extrema y cogió a Max en brazos con mucho cuidado de no despertarlo. Se dirigió a su habitación y lo tumbó en la cama. Sacó una manta del armario y lo tapó. Zero se sentó en el borde de la cama y se quedó unos instantes mirándolo. Luego le beso tiernamente en los labios a modo de despedida, iba a llegar tarde. Antes de levantarse Max le agarró del brazo y enfurruñó la cara. Estaba dormido. Estaba adorable. Zero quitó lentamente su brazo de las manos de Max y le dio un cojín. Éste lo cogió, aunque a desgana, y volvió a su semblante de paz.
Le dejó una nota al lado y se fue rápidamente, echando un último vistazo a Max y otro a sus zapatitos en la entrada.

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