Max llevaba ya más de un
mes en la residencia, había hecho amigos entre los estudiantes y se
llevaba bastante bien con todo el mundo. También estuvo buscando
plaza para un instituto de la zona, aunque le fue bastante difícil
explicar su condición. Max era superdotado. Desde pequeño sus
padres se dieron cuenta, los médicos y los profesores por supuesto
también. Le habían estado adelantando varios cursos y con 12 años
había llegado a 2º de Bachiller, algo bastante inusual.
Después de muchas
llamadas, de muchas conversaciones con profesores y encargados del
instituto, admitieron a Max en un instituto bastante bueno y que
estaba cerca de la residencia.
Aquella mañana se levantó
demasiado temprano, más que de costumbre. Eran las 6:26 de la mañana
y ya estaba en pie lavándose la cara y los dientes en el baño. Se
acercó al armario y lo abrió. Sacó unos pantalones cortos negros,
unos calcetines altos a rayas blancas y negras, una camiseta negra
lisa y una chaqueta con capucha negra con las mangas a rayas blancas
y negras. Se peinó un poco y pensó en salir a desayunar a algún
sitio. Luego podría ir a comprar sus libros de bachiller y a tomar
un crêppe.
Se puso sus nuevos
zapatos, unos creppers negros con cuadros blancos, cogió una
mochilita pequeña negra, metió dinero, su llave y salió cerrando
la puerta lentamente para no despertar a nadie.
En la misma acera, unos
metros más allá había una pequeña tienda de alimentación que
siempre abría muy temprano. Esa era la única tienda que vendía
unas cajas con unas galletitas pequeñas con forma de oso panda que
estaban buenísimas. No las había encontrado en ninguna otra parte,
por lo que, de tanto comprar allí las galletas, la ancianita que
atendía el comercio lo conocía ya.
Compró un paquete y salió
de la tienda. No sabía ni a donde ir. Su reloj marcaba las 7:00. Era
tempranísimo para hacer nada. Aunque ya había gente por las calles
(las vacaciones de navidad habían pasado por lo que volvía el
bullicio.) la mayoría de las tiendas y comercios estaban cerrados.
Se le ocurrió ir al
parque para hacer algo de tiempo. Recorrió todo el parque hasta
llegar al lago. Se detuvo en el banco que había justo en frente. Se
sentó. Hace más de un mes estaba ahí. Muerto de frío y de miedo.
Sin saber a donde ir. Frotando sus manos bajo los guantes...
Se levantó del banco y se
apoyó en una valla baja que había alrededor del lago, puesta por
seguridad para que nadie se cayese, aunque por la altura de la vaya
diría que está pensado para niños pequeños. Se llevó un osito
panda a la boca. Miraba un punto del río. Ninguno en concreto.
Simplemente uno. Se quedó totalmente ensimismado cuando, oyó un
ruido, parecía una bicicleta, y se dio la vuelta justo cuando la
bicicleta, con el ciclista incluido, se abalanzó sobre él y lo tiró
al río.
Tanto pensar que la valla
era para niños pequeños y él se acababa de caer... No era
profundo, de hecho estaba sobre una roca, pero bastante mojado, y
quejándose por el golpe, cuando, miró hacía arriba y vio a un
chico encima suya, con la bici tirada en el lago.
El chico era aparentemente
alto, con un pelo blanco como la leche y unos profundos ojos lilas
que le penetraban el alma y todo su ser. Se quedó mirándolo unos
instantes, y cuando creía que el chico se iba a levantar de encima
suyo para dejarlo que se levantara también, se acercó más y, sin
motivo, lo besó.
Fue un beso muy dulce,
tierno, muy rápido. Max deseó que durara más, por lo que, cuando
el chico se separó y abrió los ojos, ruborizado completamente, Max
se agarro a su cuello atrayéndolo hacía sí para besarlo mejor. El
chico abrió los ojos como platos ante la reacción del rubio y
correspondió el beso echándose encima de él. Al separarse,
expectantes por la locura que acababan de cometer, se levantaron y el
chico del pelo blanco ayudó a Max a salir del lago. Max estaba
completamente mojado, mientras que el chico sólo se había mojado
hasta la rodilla y las manos.
Se quedaron unos segundos
en silencio. El chico peliblanco cogió su bici y le quitó algunas
algas que se le habían quedado pegadas a las ruedas, después miró
al chico rubio y éste le desvió la mirada.
-Esto... Siento lo de hace
un momento yo.... -dijo el chico algo sonrojado y mirando a otro
lado.
-No, yo también.... Lo
siento....-dijo Max aún más rojo.
-¿C-Cómo te llamas?-le
preguntó el chico.
-Soy Max, ¿y tú?
-Me llamo Zero,
encantado... -dijo tendiéndole la mano.
-Hehe, me parece algo frío
que después de un beso me tiendas la mano. -dijo Max riéndose y
estrechándole la mano.
-Si quieres te doy otro.
-dijo Zero acercándose.
-Eeeh, yo... -se apartó
un poco algo avergonzado, pero a decir verdad lo deseaba
fervientemente.
Se quedaron en silencio de
nuevo. No sabían que decir, todo había pasado bastante deprisa, sin
lógica alguna, fue como una atracción total. Max decidió romper el
hielo, al fin y al cabo, su primer beso había sido tal y como había
imaginado, aunque nunca habría imaginado que sería con un hombre.
-Si quieres podemos ir a
mi casa, vivo aquí al lado, podrías... Secarte los pantalones.
-dijo señalando a sus pantalones y buscando una excusa para que se
quedara más rato con él y esto no hubiera sido un mero encuentro
fortuito.
-Eh, claro, claro,
encantado. -dijo bastante feliz.
Max le explicó que vivía
en una residencia desde hacía cosa de un mes, que estaba muy cerca y
que no tardarían más de cinco minutos, pero Zero prefería que
durara más, mucho más. Estaba fascinado con Max, su carita de
ángel, sus ojazos azules, su pelo rubito, su cuerpo adorable, sus
labios carnosos y húmedos... No podía quitarse esa sensación de su
boca ni de su mente. Sabía que era algo más que una atracción
física, porque cada vez que lo veía sonreir, algo se movía en su
estómago, como un rayo.
Max por otra parte, estaba
genial con Zero, lo veía un chico guapísimo, alto, con unas
facciones duras, unos ojos violeta preciosos, su media melena blanca
como la leche y un cuerpo musculado, no en exceso, pero sí
entrenado. Él nunca se había dado cuenta de esas cosas, y menos en
un hombre, pero por primera vez en su vida lo estaba haciendo. Se
sentía como cuando los médicos lo analizaban. Mirándolo todo. Y
realmente todo le gustaba. Era bastante majo. Tenía una voz profunda
y muy bonita. O eso creía él.
Llegaron a la residencia,
el camino se les había hecho corto. Al entrar se descalzaron y
llevaron sus zapatos hasta la habitación en la mano. Zero podía ver
los pequeños pies de Max, calzaría una 37, no más seguramente.
Zero en cambio tenía grandes pies, no muy grandes, pero si bastante
imponentes. Max sintió curiosidad, ¿sería verdad eso que se decía
que cuanto más grandes tenga los pies un hombre más grande tiene la
… ? Se detuvo ahí. ¿¡Cómo podía estar pensando en eso!?
Pues te lo estás
llevando a tu habitación el primer día dijo
una voz en su cabeza. A lo mejor estaba yendo demasiado rápido.
Aunque después de lo ocurrido con Toshiro, que fue a cuchillo desde
el principio, esto le pareció que iba mucho más despacio.
Sacó
su llave y abrió la puerta de su habitación, le invitó a pasar y
dejo los zapatos al lado de la puerta, donde siempre.
Fue al
cuarto de baño y sacó una toalla que lanzó a Zero.
-Sécate.
Yo voy a cambiarme la ropa, estoy calado hasta los huesos.... Qué
frío... -dijo mientras iba al armario a sacar ropa.
-Gracias,
y lo siento de nuevo por haberte tirado al lago, estaba tan absorto
en mis pensamientos que no vi por donde iba... Aunque me alegro de
haberte tirado a ti y no a una viejecilla de 80 años. -dijo riendo y
algo nervioso mientras Max se cambiaba en el baño.
Un
minuto después salió del baño con una toalla al cuello y toda la
ropa mojada en las manos. Se había puesto unos pantaloncitos cortos
blancos y una camiseta de manga larga a rayas blancas y negras que se
dejaba caer por su hombro izquierdo.
-Yo
también estaba absorto en mis pensamientos y no te oí, fue muy
tarde cuando me dí la vuelta la verdad, haha -dijo riendo mientras
metía la ropa en una pequeña safa para llevarla a la lavandería
más tarde.
Mientras
Max hablaba, Zero estaba literalmente comiéndoselo con los ojos.
Miraba desde sus piernas delgadas y definidas hasta su tripa que se
dejaba ver cuando Max hacía algún movimiento de brazos, pasando por
ese hombro izquierdo que se dejaba ver y que personalmente, Zero veía
más atractivo enseñarlo a salir desnudo (cosa que no le importaría
si viera a Max en ese momento desnudo).
-¿Quieres
comer algo? -dijo Max agachándose para mirarlo mejor.
-A
ti.-dijo Zero secamente haciendo que Max se ruborizara hasta las
raíces de su rubio cabello.
Lo
cogió suavemente de la nuca y lo besó, ahora más tierno que antes
si cabe. Max se dejaba hacer, Zero le gustaba, aunque se conocieran
de un día. Fue algo místico, algo mágico, algo extraño pero
familiar a la vez... Era indescriptible.
Mientras
seguían besándose Max se situó encima de Zero rodeando su cuello
con sus brazos mientras éste acariciaba delicadamente sus caderas
con ambas manos.
Estaban
perdiendo el control. Hacía calor y no estaba el brasero puesto. Le
molestaba la ropa, le molestaba la ropa que llevaba Zero, le
molestaba todo lo que no fueran ellos dos. Pero en ese momento, en
ese preciso instante, alguien llamó a la puerta. Max se dio la
vuelta, algo molesto por la interrupción y preguntó sin acercarse
de quien se trataba.
-¡Soy
yo Max! -dijo una voz masculina que le era familiar.
Era
Toshiro. Mierda.
-¡Espera!
-gritó Max desde dentro algo nervioso.
-Oye,
que si tienes novio, yo lo entiendo, es normal... Lo que no es normal
es que yo pensara que tú estás soltero...
-¿Qué
dices? -dijo Max entre extrañado y con la cabeza a punto de
estallar.
-Bueno,
tú eres muy guapo y no me extrañaría si tuvieras novio.... -dijo
con un tono algo triste.
-Yo
podría pensar lo mismo de ti, tú también eres muy guapo. Y no,no
tengo novio...
-¿Qué?
-dijo sonrojándose a más no poder- ¿Entonces quién es ese y por
qué te pones así?
-¿Max?
-volvió a preguntar Toshiro desde el otro lado, desde el cual,
obviamente, no se escuchaba nada.
-¡Espera!
Es que verás... -dijo bajando el tono de voz- hace un mes este chico
me intentó besar y quería algo más que una relación de amigos,
¿me entiendes?
-Sí,
perfectamente. -dijo algo enfadado al no ser el primero que lo había
intentado.
-El
caso es que le dije que no, porque él iba muy rápido y no me
gustaba y no era como yo esperaba para la primera vez...
-¿Es
tu primera vez? -dijo extrañado.
-P-Pues
sí, ¿vale? Yo me he reservado para esperar a alguien... especial.
-dijo muy avergonzado.
-¿De
verdad? Es que... Aunque no lo parezca por mi edad pero... Es mi
primera vez con alguien también. -dijo con las mejillas coloradas.
-Espera,
que hablo con él y me sigues contando... -dijo Max muy interesado en
la conversación mientras se levantaba para abrir a Toshiro.
-¡Max!
¡Tengo un plan alucinante que... -se interrumpió al ver un chico en
la habitación de Max.
-Vaya...
Lo siento muchísimo, en serio.... Él es...un amigo que ha venido a
verme, y bueno, hace mucho que no nos vemos... Zero, Toshiro,
Toshiro, Zero. -dijo presentándolos.
-Encantado.
-dijo Zero con el tono más seco que tenía.
-Hola.
-dijo Toshiro, bastante borde.
-Bueno,
de verdad, lo siento mucho... ¡Otro día! -miró a Zero y le dedicó
una sonrisa forzada- Si eso, claro...
-Bueno,
pero si tu amigo se va pronto -dijo acercándose peligrosamente a Max
y haciendo saltar levemente a Zero del sitio- igual podríamos quedar
por la noche. -dijo con un tono claramente sexual.
-E-Es
que.... ¡Me voy a su casa a dormir! ¡Sí! ¡Es que hace tanto que
no nos vemos, que tenemos que contarnos un millón de cosas! ¡Además,
nos íbamos ya! -dijo cogiendo una sudadera y poniéndose los
zapatos.
-Sí,
es que lo he echado mucho de menos. -dijo Zero con un tono de
chulería inmenso, como retando a Toshiro.
-Que...
os lo paséis bien. -dijo el moreno con amargura.
-Gracias.
-le sonrió Max.
-Ten
por seguro que así será. -dijo nuevamente con la misma chulería.
Zero y
Max se fueron por el pasillo mientras Toshiro miraba a Zero con la
mirada de odio más profunda de toda la historia.
Tras
un rato caminando, llegaron a un edificio de cristales azules
gigantesco. Max quedó totalmente alucinado y solo podía abrir la
boca diciendo “Sugoi...” cosa que Zero veía adorablemente
tierno.
Se
montaron en un ascensor con otras cuatro personas, Zero habría
preferido subir con él a solas, porque no sabía si aguantaría
mucho sin comérselo vivo a besos. Planta 1. Puerta nº 10.
-¡Yo
también vivo en la puerta nº 10! -gritó Max señalando la puerta
muy entusiasmado.
-Haha,
que coincidencia, ¿no? -dijo Zero sonriéndole.
Entraron
en la casa. Era PERFECTA. Con todas sus letras. Max deseaba avanzar
un poco para ver más la casa, pero Zero lo acorraló contra la pared
en cuanto cerró la puerta tras de sí.
Lo
besaba ansioso, sin control, no podía aguardar más, lo deseaba, lo
necesitaba ahora. Max se dejó llevar y en un acto de picardía salto
a los brazos de Zero y enroscó sus piernas alrededor de su espalda y
caderas, acto que calentó más a Zero, si se podía... Zero lo
agarró de las nalgas con fuerza sin parar de besarle. Max enlazaba
sus manos en el cabello blanco de Zero mientras éste seguía
cogiéndolo en peso. Fue caminando hasta el sofá con Max colgado
aún. Reparó un momento en que Max era muy delicado y estaría más
cómodo en su cama, así que sin dejar de besarlo, siguió avanzando
hasta el fondo del salón y de una patada empujó la puerta para
abrirla. Max, sin dejar de besarlo y de acariciarle delicadamente el
cuello se preguntó a dónde lo llevaba, hasta que notó que se
soltaba y caía. Cayó en una gran cama de matrimonio muy mullida y
Zero se aproximó a él posicionándose encima. Cuando Zero se acercó
para besarlo...
-¡NO!
-gritó Max girando la cabeza y apartándose hacia atrás.
-¿Q-Qué
pasa? -dijo Zero entre sorprendido y confuso.
-E-Es
que no... Es mi primera vez y no quiero que sea tan rápido y tan
bestia... -dijo entristeciéndose.
-Yo
tampoco... Pero como habías dicho que veníamos a mi casa a....
“dormir” …
-Sí,
para quitarnos a Toshiro de en medio... Y me refería a dormir de
verdad... Siento si ha parecido otra cosa... -dijo levantándose de
la cama.
Zero
se acercó a Max y cogió su rostro entre sus manos.
-Max,
me gustas mucho, y si quieres ir despacio, pues iremos despacio.
Iremos como tú quieras. -dijo sonriéndole.
Max
solo pudo articular una adorable sonrisa mientras asentía.
Zero
empezó a enseñarle su casa. Le explicó que no hacía mucho que
vivía allí,ni una semana.
El
salón era muy amplio, había un gran sofá negro en mitad de la
estancia, una mesita baja en frente y una televisión de plasma
enorme. También había una gran mesa de comedor blanca con cuatro
sillas de un cuero negro muy brillante. Max reparó en la librería
que había al lado de una puerta en el salón. Casi todo eran comics
mangas salvo por algunos libros antiguos con títulos en italiano.
Max sabía hablar italiano, de hecho “gracias” a su padre, sabía
hablar bastantes idiomas. Cogió un libro italiano y miró a Zero.
-¿Eres
italiano? La verdad es que hablas muy bien el japonés para no ser de
aquí. -dijo sonriéndole y señalando el libro.
-Ah,
no, no, soy de aquí, pero mi madre era italiana.-contestó el
peliblanco.
-Uum...Interesante.
-¿Y
tú? Tus ojos no son precisamente como los de un japonés corriente.
-dijo con cierta chispa.
-Haha,
claro que no, soy inglés, de Londres.
-¡Londres!
Madre mía... Pues hablas muy bien el japonés para ser un inglesito.
-dijo burlandose un poco de Max.
-Sí,
me enseñaron desde pequeño, además, mi madre es
japonesa.-respondió algo frío dejando el libro de nuevo en su
sitio.
Después
Zero le enseñó la cocina. Era la cocina más grande que Max había
visto jamás (excluyendo las cocinas de algunos hoteles).
-Bueno,
pues esta es mi casa. -dijo Zero extendiendo los brazos.
-¿Y
la habitación de al lado de la librería? ¿Acaso es como en las
películas y ahí tienes un mural con fotos mías paseando por el
parque? -dijo riendo.
-Sí,
y en medio hay una silla para poder masturbarme a gusto mientras te
miro. -dijo levantando una ceja y sonriendo levemente.
Max
rodó los ojos, se ruborizó levemente y luego fue al salón.
-¡Max!
No hay nada en la habitación, está cerrada, nada más. -dijo
corriendo tras él.
-No
voy a abrirla. -respondió sentándose en el sofá -Solo quería
sentarme.
-Ah....
Era lo
único que Zero podía responder. La vista lo estaba alegrando. Max
sentado en su sofá... Se lo imaginaba mirando una película con él,
tumbados abrazados, con una manta. Seguramente Max se asustaría y lo
abrazaría. Él le diría que no se preocupara, que estaba él allí
para protegerlo.
Después
de montarse su propia película, Zero se sentó junto a Max pasándole
el brazo por los hombros.
-¿Esto
es como en el cine? ¿Después me tocarás una teta? -dijo bromeando
mientras miraba a Zero.
-Sí,
adoro tus pechos. -dijo riendo mientras le rozaba el torso.
Max
apoyó su cabeza en el hombro de Zero. Se quedaron así durante un
rato. Max estaba especialmente cómodo. Zero no podía estar más
feliz, no quería que se fuera nunca...
-Oye
Max.... -dijo mirando al suelo.
-Dime.
-Verás,
lo he pensado durante todo este día y... Bueno.... Sé que es muy
precipitado pero... ¿Tú querrías vivir conmigo? -dijo mirándolo
con ojitos de cordero degollado.
-¿Vivir?
¿J-Juntos? B-Bueno, yo... -dijo Max abriendo mucho los ojos, no se
esperaba esa proposición.
-Entiendo
que no quieras, no pasa nada... Es todo muy rápido.... Tienes todo
el tiempo del mundo para pensártelo bien... -dijo algo triste.
-Dame
tres días para pensarlo. -dijo levantando tres dedos de una de sus
manos.
-Todos
los que tu quieras. -respondió besándolo suavemente en los labios.
-P-Pero
entonces.... Somos novios... Somos amigos que se besan... ¿Qu-Qué
somos? -preguntó ruborizado.
Zero
solo tuvo que pensarlo un instante. Quito el brazo de los hombros de
Max y cogió ambas manos de Max entre las suyas. Lo miró
directamente a sus profundos ojos azules.
-¿Quieres
salir conmigo, Max? -dijo muy decidido, con el ceño fruncido.
-Claro
que quiero. -dijo sonriendo.
Después
de un largo rato besándose en el sofá se dieron cuenta de la hora
que era ya. Las 15:45.
Zero
se separó un poco de Max para tomar aire y se levantó del sofá.
-¿Quieres
comer algo? Son ya las cuatro menos cuarto y que yo sepa los besos
por muy bonitos que sean, no alimentan. -dijo riendo.
-V-Vale...
-dijo tímido.
-¿Quieres
ver como cocina tu hombre? -dijo riendo y subiendo las cejas.
-Venga,
a ver, porque yo no sé hacer ni un huevo. Si vivo aquí tendrás que
ser el cocinero. -dijo cruzando los brazos y riendo.
-Bueno,
mientras tú luego cumplas con otros servicios, me vale. -dijo
acercándose peligrosamente.
-No,
tampoco limpio por si son esos servicios a los que te refieres. -dijo
haciéndose el inocente.
-Pues
no, no me refería a esos, pero si te vistes de maid no estaría nada
mal. O con un delantal y nada más. -dijo mientras andaba en
dirección a la cocina.
-Pervertido.
-llegó a decir Max enfurruñado.
Max le
explicó que llevaba una dieta bastante simple. Comía casi siempre
pasta, ensaladas ligeras, sopa, arroz, puré y poco más. Zero lo
miró de arriba a abajo. Divertido. A Max eso no le hizo mucha
gracia, y cruzó los brazos flexionando levemente una pierna, una
pose de Max algo gay, pero a su vez natural en él.
-¿Por
qué me miras así? -dijo algo enfadado.
-Hahah,
no te enfades, es que comiendo lo que comes no me extraña que estés
así de delgadito. Seguro que comes poquísimo. -dijo abriendo el
frigorífico.
-Es
que a mí solo me da hambre por la noche... ¡Pero como muchos
dulces! No sé porqué no engordo... -dijo levantándose la sudadera
para verse la tripa, intentando buscar algo de grasa, pero en vano.
Zero
se quedó mirando su linda tripa. Estaba delgado, pero tampoco estaba
anoréxico. Tenía la piel blanca como la leche y parecía suave al
tacto. Se le antojó tocarla y besarla y lamerla... Se estaba yendo
por caminos que no le hacían mucho bien, así que sacó los
ingredientes necesarios para hacer una ensalada de pasta mientras Max
se bajaba la sudadera.
-¿Te
gusta? -pregunta Max sentándose en un taburete y cruzando las
piernas.
-¿E-El
qué? -preguntó Zero, pensando que se había quedado demasiado rato
mirando su tripa.
-La
ensalada de pasta. -respondió sonriendo descaradamente.
-Em...
Claro,claro... Me...encanta -pensando que sí, su tripa le encantaba-
¿Y a ti?
-Por
supuesto, está buenísima. -respondió con la boca aún algo
sonriente.
Zero
empezó a pensar que esa conversación era algo extraña. ¿Le estaba
diciendo indirectamente que su tripa estaba deliciosa o simplemente
quería ver su reacción? Pues, ¿cuál va a ser? La de un jodido
salido. Y es que Zero, a sus 19 años, aún no había tenido ninguna
relación con nadie. Sus lazos familiares, los problemas y el trabajo
no le habían dado nunca tiempo para conocer realmente a alguien y
entablar algo más que una bonita amistad. Sí, había una chica.
Pero ella no le gustaba.
Por
supuesto, a los 12-13 años, Zero comenzó a explorar su cuerpo, como
todo adolescente. Pero a la hora de hacerlo no pensaba en mujeres.
Tampoco en hombres. No sabía lo que le gustaba realmente. Y no lo
supo hasta el día que atropelló a Max en el parque. Era Maxsexual.
Porque él no veía otros hombres de una manera sexual, como miraba a
Max. Y a mujeres ya mucho menos.
Zero
estaba ya aliñando la ensalada cuando Max se le acercó por detrás
y empezó a acariciarle las caderas.
-Estás
muy callado, ¿necesitas ayuda? -dijo Max en un tono muy sensual,
mientras metía lentamente sus manos debajo de la camiseta de Zero.
-N-No,
estoy bien.... -dijo bastante nervioso, el solo roce de los dedos de
Max con su piel hacía que todos los pelos de tu cuerpo se erizaran.
-Bueno,
entonces miraré para...aprender. -prosiguió Max mientras bajaba
suavemente sus manos por el abdomen de Zero.
Del
susto Zero estuvo a punto de tirar todo el bote de vinagre encima de
la ensalada, por lo que le pidió encarecidamente que parara, que
podrían seguir en otro momento (lo deseaba bastante).
Max,
divertido y riendo, cogió los cubiertos y dos vasos y fue a ponerlos
en la mesa.
-Zero,
¡contrólate! Creí que sabrías controlarte... Aunque claro, que
vas a saber controlar si nadie te ha tocado así nunca... -se dijo a
sí mismo en voz alta pero baja a la vez.
-¿Quién
no te ha tocado así nunca? -dijo Max apoyando un brazo en el marco
de la cocina y cruzando las piernas, una pose muy sexy pensó
Zero.
-¿Eh?
¿De qué hablas? C-Coge lo que quieras de beber del frigorífico...
-dijo pasando velozmente con la ensalada y dos platos al salón.
-Vale...
Max
abrió el frigorífico y buscó alguna botella de agua. Realmente a
él no le gustaban muchas cosas... Bueno, la Coca-cola lo volvía
loco, literalmente, la cafeína no era muy buena para él, así que
cogió una botella de agua de vidrio que vio en la puerta del
frigorífico y le preguntó a Zero qué quería de beber. Él le dijo
que le sacara una lata de cerveza. Cogió la lata y la botella y se
fue a la mesa, donde Zero estaba ya sirviendo la comida. Max se sentó
y le dio la lata a Zero.
-¿Agua?
¿No te gusta la cerveza, ni la Coca-cola ni nada? -preguntó Zero.
-B-Bueno,
beber no bebo, una vez ya lo hice con mi primo y me di cuenta de que
no puedo beber mucho sin emborracharme completamente... Y la
Coca-cola me encanta, pero... -hizo una pausa, no sabía si contarle
su historial médico, saldría corriendo horrorizado y no volvería a
hablarle en la vida...
-Si es
por vergüenza o algo, no importa, de verdad. -dijo levantándose un
poco para ir a por una lata de Coca-cola.
-Zero,
no, de verdad, es que no puedo, me la ha prohibido el médico. -dijo
levantando la mano y agarrándolo de la camiseta para que no fuera a
la cocina.
-Ah....
Vaya, que pena, ¿no? -dijo mientras comenzaba a comer.
-Sí,
una lástima... -dijo comiendo un poco y agradeciéndole a Dios que
no preguntara nada más.
-¿Y
por qué no puedes tomar Coca-cola? -preguntó Zero.
-P-Pues,
verás.... -pero Dios era malo- Es que tengo el colesterol muy alto,
y claro.... -era estúpida la excusa, pero estaba acorralado, no se
le ocurría nada mejor.
-Hahahha,pero,
¿qué dices? Si la Coca-cola es de origen vegetal, no tiene
colesterol. -dijo riéndose a carcajada limpia.
-E-Esto,
yo.... -se hundía-
-Si no
me lo quieres contar no pasa nada, pero no te inventes tonterías,
que soy médico. -dijo guiñándole un ojo y comiendo lechuga.
-¿Eres
médico? Anda... Verás... No me es fácil decirte esto... Pero
bueno, supongo que tarde o temprano te lo tendría que contar... Y
mejor que salgas corriendo ahora que no dentro de tres meses...
-¿Pero
tan grave es? ¿Qué te pasa? -dijo Zero algo preocupado.
-Tengo
transtorno de identidad disociativo. -dijo quitándose un peso de
encima.
-V-Vaya...
Eres la primera persona que conozco que tenga un transtorno así
medicado... Normalmente ni la mitad de los casos son verdaderos...
-Ya,
me lo explicaron. De pequeño sufría de transtorno bipolar, pero se
fue acentuando y convirtiéndose en transtorno de identidad
disociativo. Este soy yo de verdad. Espero que nunca tengas que ver a
mi otro yo... -dijo bastante apenado mientras revolvía la ensalada.
-Bueno,
pero te habrán puesto una medicación o algo, ¿no? En principio si
te tomas las pastillas no tiene porqué....salir tu otro yo.
-Sí...En
principio.
-Tranquilo,
yo me aseguraré de que no se te olvide tomarlas. -dijo sonriendo de
oreja a oreja.
-Gracias
Zero. -dijo Max sonriéndole de corazón.
Después
de comer, Max se tumbó en el sofá mientras Zero iba al baño. Al
volver, Zero se encontró con un Max totalmente dormido. Se acercó
lentamente a él para no despertarlo y quedó mirándole un rato.
Parece un ángel caído del cielo, pensó. Recogió la mesa y
miró su móvil.
Las
17:30. Entraba a trabajar en media hora. Se tenía que ir. Le daba
pena despertar a Max, parecía que estaba tan cansado, no había
reparado en que lo conoció a las 7 de la mañana, por lo que había
madrugado bastante, tendría sueño. Su imaginación volvió a volar.
Se los imaginó a los dos tumbados en el sofá, echando una siesta
con una manta, Max probablemente abrazando un peluche, pero Zero
abrazándolo a él con todo su ser. Esperaba que Max le diera la
afirmativa y vivieran juntos, sería precioso.
Salió
de su pompa de felicidad extrema y cogió a Max en brazos con mucho
cuidado de no despertarlo. Se dirigió a su habitación y lo tumbó
en la cama. Sacó una manta del armario y lo tapó. Zero se sentó en
el borde de la cama y se quedó unos instantes mirándolo. Luego le
beso tiernamente en los labios a modo de despedida, iba a llegar
tarde. Antes de levantarse Max le agarró del brazo y enfurruñó la
cara. Estaba dormido. Estaba adorable. Zero quitó lentamente su
brazo de las manos de Max y le dio un cojín. Éste lo cogió, aunque
a desgana, y volvió a su semblante de paz.
Le
dejó una nota al lado y se fue rápidamente, echando un último
vistazo a Max y otro a sus zapatitos en la entrada.
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