El tiempo pasaba ferozmente. Zero y Max eran una pareja totalmente
consolidada, con amor, perfecta. Casi. Aquel viernes por la tarde,
Zero recibió una llamada.
-¿Quién era, Zero? -preguntó Max desde el sofá.
-Mi tía... Estamos en problemas... -contestó Zero desde el umbral
de la puerta con la cabeza gacha.
-¿¡Por qué!? -dijo Max asustado.
-Mi tía me ha invitado a pasar el fin de semana en su casa....
-¿Qué hacemos?
-Bueno, presentarte como mi novio teniendo 6 años menos que yo, y
encima siendo menor de edad... Por no hablar de que mi tía vive con
mi abuelo que es un homófobo de mucho cuidado...
-Entonces...
Tras pensar una solución durante unos minutos, Zero dio con una
idea... La única que se le ocurrió.
-¿Y si les decimos que eres mi hijo?
-¿¡Q-QUÉ!? ¡NO, DE NINGUNA MANERA! ¿Es que no puedes aplazarlo
hasta que se nos ocurra algo mejor? Me podría quedar aquí...
-No Max, no voy a dejarte solo... Y mi tía hace un año y medio que
no me ve... Tú no te preocupes, todo va a salir bien, yo le diré
que te adopté hace un año y ya está...
-Pero es que es todo muy raro... Nos van a pillar...
-Mientras tú no me provoques en público ni demos la impresión de
ser pareja no tiene porqué pasar nada... Te visto de niño bueno y
listo.
-¿Niño bueno? ¿Estás insinuando que me visto de niño malo?
-espetó Max cruzando los brazos.
-Eres mi niño malo. -contestó Zero echándose encima de Max.
-No, no quiero hacer nada... Que soy tu hijo. -dijo Max poniéndose a
la defensiva.
-Oh, bueno, no me importa, el incesto no está tan mal como parece a
veces... -mordiendo la oreja de Max.
-¡Déjame! -dijo Max intentando quitarse de encima a Zero.
-Vaaaale... -dijo Zero dándose por vencido- Aunque ahora que lo
pienso, no sé como vamos a hacer en casa de mi tía para.... Ya
sabes qué.
Claro que sabía a lo que se refería. Sexo. Zero no solía llamar a
las cosas obscenas por su nombre si no había una provocación de Max
de por medio.
-P-Pues no hacemos nada, ¿cómo vamos a hacer algo en la casa de tu
tía? Me moriría de vergüenza...
-Que no, ya me encargaré de que no nos pillen. -respondió Zero
guiñando un ojo.
-Nos van a pillar...
Y como quien no quiere la cosa, Zero corrió a la habitación a hacer
la maleta. Metió ropa interior de ambos, un par de pantalones para
cada uno, un par de camisetas y los pijamas. Eran las 18:45, todavía
les daba tiempo a llegar a casa de su tía para la cena, y con un
poco de suerte, para la hora de “dormir”.
Ordenó a Max que se vistiera (lo más decente que pudiera) y comenzó
a vestirse él. Cuando terminaron de vestirse, Zero cargó la bolsa
con su ropa y la de Max al hombro y le dijo al menor que cogiera las
llaves y que cerrara al salir.
Llamaron
a un taxi que los dejó en la puerta de la estación de tren. Su tía
y su abuelo vivían en una casita en Yokohama, prefectura de
Kanagawa. Así que al llegar, cogieron la línea de Tokaido.
Tras
40 minutos en tren, en el cual Max se quedó profundamente dormido
sobre el hombro de Zero, llegaron por fin a Yokohama. Zero, muy a su
pesar, despertó a Max (nunca le ha gustado despertar a Max,
textualmente dice “Tiene
una carita de paz muy adorable, me da pena despertarlo...”) y cogió la bolsa del compartimento. Fueron andando hasta la casa de
su tía, que vivía cerca de la estación. Zero había hablado por
teléfono con ella un poco antes de salir, para decirle la hora
aproximada a la que llegaría a Yokohama y de paso para explicarle
que tiene un “hijo”.
-¿¡Un
hijo!? Pero Zero, ¡qué tienes 20!
-Lo
sé, sé que ha sido precipitado, pero era lo que más quería en el
mundo... Además, lo habían abandonado, me miraba con esa carita...
-mintió.
-¿Es
un bebé? ¿Cuántos años tiene?
-14
años.
-¿¡QUÉ!?
¡PERO ZERO, QUE TE LLEVA SOLO 6 AÑOS!
-Sí
tía, pero es que...
-Bueno,
bueno... Supongo que ya eres mayorcito para saber lo que haces... Os
recibiré con los brazos abiertos, no te preocupes.
Su
tía era por parte de madre, no sabía nada del padre de Zero, y
mucho menos que estaba muerto, por no hablar de que murió a manos de
su hijo. Zero rogó al cielo para que no pasase nada en esos tres
días en la prefectura de Kanagawa.
Habían
llegado. Era una casa pequeña, apartada ligeramente de las demás.
Aparentaba tener más de 30 años como mínimo y se apreciaba un
jardín poco cuidado. La tía de Zero, Haruka, abrió la puerta al
escuchar los toc
toc
de su sobrino. Lo saludó efusivamente, llevaban más de un año sin
verse y parecía bastante cariñosa. Después, la mujer, de unos 40 a
50 años aproximadamente, se acercó a Max.
-¡Oh,
Dios mío! ¡Pero que niño más guapo! -gritó Haruka mientras
abrazaba con fuerza a Max.
-E-Encantado
señora. -respondió Max timidamente con una reverencia al acabar el
abrazo.
-Y
qué educado lo tienes, estás haciendo un trabajo formidable, hijo.
-acariciando la cabeza de su sobrino.
Max
apreció como Zero sonreía al escuchar la palabra hijo,
seguramente,
y más al no tener madre, lo habría escuchado pocas veces...
Pasaron
al interior. Había un amplio recibidor y una puerta. Pasaron al
salón, donde el abuelo de Zero, Soichiro, veía tranquilamente la
televisión. Hicieron las presentaciones y después Haruka les
preguntó a su sobrino y a su nuevo sobrino nieto si querían cenar
algo, ya que ella y Soichiro ya habían cenado. Zero respondió que
no, que habían cenado en el tren y que estaban realmente cansados,
pero su tía insistió y comieron en la cocina. Haruka cocinaba de
fábula, incluso Zero repitió plato, Max en cambio, comió un poco y
ya se llenó. Haruka decía que estaba en los huesos y que debía
alimentarlo un poco más, que si pasaba hambre, Zero entre pequeñas
risas le respondió que no
pasaba hambre para nada, haciendo
que Max se sonrojara ante el doble sentido que solo él y Zero
comprendían. Después de cenar, su tía les propuso ir al día
siguiente al barrio chino, para enseñárselo a Max que nunca había
estado en Yokohama. Aceptaron y después subieron al piso de arriba.
Zero le enseñó a Max su habitación, le dio un manga que había
traído y su pijama y se fue a su habitación.
Max
no había dormido solo desde que estaba en la residencia, ni siquiera
cuando Zero trabajaba tantísimo, incluso sacaba tiempo de donde no
existía para que durmiesen juntos, Max había cambiado muchas veces
su horario de sueños para poder dormir junto a él. Pero aquella
noche no podían, daría mucho el pego, ¿no? Imagina que diría si
les pillasen. Me
estaba leyendo un cuento,
diría Max sujetando el manga en la mano. Muy visto. Muy estúpido.
Zero
mientras tanto estaba cambiándose. Esa habitación le traía
recuerdos. Cuando era niño y su padre se hartaba de él, lo llevaba
a casa de su tía. Aunque a su tía no le cayera muy bien su padre,
siempre acogía de buena gana a Zero. Su tía era soltera y vivía
sola desde los 30 años. Con la muerte de su madre, dio techo a su
padre Soichiro para que no se deprimiera. Llevaba viviendo con él
casi dos años y no arrepentía de haberlo acogido. Zero aún
recordaba cuando era un crío como Max y le importaba poco su futuro.
Ahora todo había cambiando. Había pasado años horribles. Líos de
mafias, tráfico de estupefacientes, peligros mortales... Pero el
haber conocido a Max era claramente una señal divina.
Zero
era creyente de hecho. Iba muy de vez en cuando a la iglesia, pero
rezaba varios días a la semana, por él, por Max, por la muerte de
su madre sobre todo. No le había confesado nunca a Max ni que creía
en Dios ni que en sus múltiples escapadas con la escusa de “voy a
dar una vuelta para pensar” era en realidad para ir a la iglesia a
rezar, pero creía, no, no creía, sabía con certeza que Max lo
sabía. Era una conexión extraña, como cuando se decían cosas solo
con la mirada, como cuando a Zero le apetecía una cerveza y Max se
acercaba ofreciéndole una sin haberle dicho nada.
Sin
duda Max era una recompensa del cielo por todos esos oscuros años
que había atravesado.
Zero
era fuerte, Max era fuerte, pero el amor que los unía podría
incluso parar un tsunami.
Al
cabo de una hora, las 23:00, Zero oyó como su tía ayudaba al
anciano a subir las escaleras. Haruka ayudó a su abuelo a acostarse
y después se acercó a la puerta de Zero, no sin llamar antes de
entrar.
-Pasa.
-respondió Zero al otro lado de la puerta.
-Hijo,
que me voy a dormir, que ya es tarde. ¿Mañana quieres que te
despierte?
-Sí,
a las 11 estará bien, a Max ya lo despierto yo, le cuesta bastante y
a lo mejor se asusta si alguien que apenas conoce se mete en su
cuarto.
-Claro,
vale, que descanses cariño. -dijo dándose un beso en la mejilla a
su sobrino.
-Igualmente
tía.-respondió sonriendo.
Después,
escuchó la puerta de la habitación de su tía cerrándose. Esperó
un rato hasta que la casa se sumió en un completo silencio. Zero
llegó a pensar que incluso podría escuchar el sonido de las páginas
del manga que Max leía en ese instante. Después, como si lo tuviera
todo calculado, esperó una media hora. Las 23:37. Su tía tenía que
estar de sobra dormida y su abuelo ya iría por el séptimo sueño.
Bajó lentamente de la cama, abrió la puerta lo más cuidadosamente
que pudo y salió al pasillo. Estaba oscuro, pero por la ventana
podía ver la luna casi llena. Se acercó a la puerta de la
habitación de invitados y movió delicadamente el pomo. Abrió y vio
a Max tumbado en la cama leyendo con sus gafas y la lámpara de la
mesita de noche encendida.
-¿Qué
haces Zero? -preguntó Max confundido.
-Bueno,
vengo a ver a mi hijo antes de que se quede dormidito. -respondió
con tono burlón.
-Muy
gracioso... No sabes la vergüenza que me has hecho pasar en la
cena... Deberías dejar los dobles sentidos delante de tu tía, que
no es tonta...
-Oh,
pero si no se entera, es modernilla y tal, pero no creo que conciba
que estoy con un niño de 14 años. -dijo sentándose a su lado en la
cama.
-Sí,
sí se entera, que cuando has dicho eso de que no
paso hambre, te
ha mirado con una cara...
-Que
no pasa nada, tonto.
Zero
se acercó a Max, le quitó las gafas y lo besó tiernamente. Max
aunque sabía que no era buena idea, se dejó hacer. Zero seguía
besándolo cada vez más desesperado y con más pasión. Max no podía
aguantar pequeños gemidos en el fondo de su garganta, y menos si
Zero no le estuviese metiendo mano debajo de la camiseta del pijama.
-Pero
hombre, no me gimas, que nos van a pillar. -dijo Zero con una sonrisa
socarrona.
-Si
me dejaras tranquilo...-respondió intentado quitarse al peliblanco
de encima.
-Dime
que no te pone hacerlo donde nos pueden pillar.
-No
es eso, es que...
-Oooh,
¡tengo un hijo morbosillo! Habérmelo dicho antes, tengo un montón
de fantasías que cumplir y no quería hacerlas porque te veía
pequeño e inocente, pero ya veo que eres un morboso.-sonriendo.
-¡Eso
es mentira!...Ops, perdón... Quiero decir... -bajando el tono de
voz- Que eso es mentira, yo no soy un morboso... Es que llevamos
desde ayer sin hacerlo y no aguanto más...
-Yo
tampoco, y no voy a pasar la ocasión de hacerlo aquí.
-Lo
tenías todo calculado, ¿verdad?
-Te
mentiría si te dijese que no.
-Eres...
-Pero
no es por lo que tú crees. Yo he venido muchas veces aquí, y sé
más o menos de memoria a que hora se duermen mi tía y mi abuelo.
-¿Estás
diciendo que ya te has traído a más tíos aquí? Me dijiste que era
tu primera vez, mentiroso. -dijo Max dolido.
-No,
tíos no...
-¿¡TÍAS!?
-Baja
el tono... No, tampoco... Digamos que hacía cosas parecidas a las
que hacemos nosotros pero que me encontraba solo...
-Podrías
haber dicho antes que era para hacerte una....
-No
hace falta que lo digas, si ya se entiende...
Zero
se acercó a la mesilla y apagó la luz haciendo que solo los
iluminasen los rayos de luz lunar que se colaban por la ventana. Max
dejó el manga y las gafas en la mesilla y se acercó a Zero.
Ambos
se metieron en la cama entre risas y pequeños gemidos mientras Zero
se subía sobre Max sin llegar a aplastarlo con su peso. Max
acariciaba su pecho debajo de la camiseta mientras Zero lamía y
relamía el cuello del menor. Entre saliva y y caricias, sus miembros
se empezaban a endurecer y a chocar, provocando gemidos aún más
intensos en ambos, pero que debían acallar.
Zero,
impaciente, bajó los pantalones de Max junto a los calzoncillos sin
quitárselos del todo.
Max
mientras tanto le quitaba la camiseta a Zero, adoraba ver esos
abdominales marcados, esos hombros fuertes, esos brazos bien
entrenados... El mayor cogió las piernas del rubio y las colocó en
sus hombros mientras introducía su mimbro en el culo del menor. Max
intentaba aguantarse los gemidos, pero le era practicamente
imposible, por lo que tuvo que coger las sábanas y morderlas para no
gemir por todo lo alto y despertar a todo Yokohama. Zero comenzaba
lentamente y luego aumentaba la velocidad de las embestidas, pero en
ese punto ni él podía aguantar los gemidos.
Zero
ya le había explicado a Max que su tía estaba algo sorda, pero que
lo mejor era hacer el menor ruido posible. Max aceptó y ambos
pensaron que no sería para tanto. UNA MIERDA. Ambos dos al borde del
orgasmo, sin poder aguantar mucho más un grito, cuando, la puerta se
abrió de par en par.
Su
tía. La perdición. Mierdamierdamierda.
-¿¡Qué
es esto!?-gritó su tía con los ojos como platos.
-Esto...
Te lo podemos explicar...
-Me
estaba leyendo un cuento... -intentó argumentar Max.
-Un
cuento... Zero, sal ahora mismo, que tú y yo vamos a tener un par de
palabras cariñosas en tu habitación.
Dicho
esto cerró la puerta y oyeron como se abría la del cuarto de Zero.
Éste, maldiciendo todo cuanto había aprendido, se vistió
rapidamente y salió por la puerta no sin antes brindarle a su amante
una sonrisa forzada a la que él contestó con otra igual.
La
muerte le esperaba en la otra habitación. La abrió y entró.
-Pero
Zero, ¿¡se puede saber qué hacías!? ¡¡QUÉ ES TU HIJO POR
DIOS!!
-Tía,
esto tiene una explicación....
-Zero,
tú sabes que te quiero mucho, pero... Esto es incesto, yo... Voy a
tener que denunciarte...
-Pero
tía, déjame que te explique...
-¡No
hay nada que explicar! ¡Estás abusando de un menor!
-¡Es
mi novio!
-¿Q-Qué...?
-Bueno....
Ya sabes como es el abuelo, es tan antiguo... No quería que se
llevara un disgusto... No me hablaría en la vida, y yo no quiero
perder a nadie más...
-Claro
que no Zero, después de lo de tu madre... Pero... ¿No es algo joven para ti?
-Supongo...
Pero en cuestión de amor, la edad no cuenta... No para mí. Si no te
parece bien lo nuestro, nos iremos... No quiero que Max esté donde
no se le aprecie.
-No
digas eso Zero, yo lo aprecio mucho... Normal que te guste, es un
encanto de niño, y muy mono por cierto... Está bien...No le diremos
nada a tu abuelo, tú delante de él compórtate como si fuérais
padre e hijo, pero por Dios... Si vais a hacer esas
cosas,
avísame y no os molesto...
-Para
la próxima me la apunto, ¿pero esta vez qué querías que te
dijera? Tía, no nos molestes, voy a estar tirándome a mi hijo...
-N-No
claro, claro...
-¿S-Seguro
que no te importa? No me esperaba que lo aceptaras tan bien...
-Bueno,
no soy tan antigua como piensas. -dijo sonriendo.
-De
ahora en adelante lo tendré en cuenta, te lo prometo. -respondió
sonriendo también.
Salió
de la habitación deseándole buenas noches de nuevo. Su tía le dijo
que compraría tapones para los oídos el día siguiente y así no
los molestaría innecesariamente. Entró en la habitación de Max.
-¿Q-Qué
tal? ¿Hacemos la maleta y nos vamos o qué?
-Tranquilo,
mi tía se lo ha tomado bastante bien...Ya te dije que era una
modernilla. Eso sí, delante de mi abuelo como si fuéramos padre e
hijo, ¿de acuerdo?
-Claro.
-Anda,
vente a mi cuarto, que allí la cama es de matrimonio.
-Vale...
Se
fueron a la habitación de Zero. Cansados, sin haber podido terminar,
con su tía al tanto de su relación y con su abuelo en la habitación
de al lado durmiendo. Todo ventajas vamos. Los dos se quedaron
dormidos abrazados después de 10 minutos de conversación acerca del
posible tatuaje que se haría Zero de “Amo a mi hijo” en el culo.
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