-Diario de un vagabundo (toxicómano) II -
No debería haber llegado tan lejos, sabía lo perjudicial que era
para él, y aún así, seguía. Necesitaba borrar de su memoria los
últimos años, todo el dolor, la ira, se lo reconcomían por dentro
como la cocaína.
Max nunca había sido muy aventurado, quizás un cigarrillo
esporádico... Pero nunca drogas duras, jamás se le habría pasado
por la cabeza.... Hasta aquel día. Lo recordaba vaporoso...
La sustancia se colaba por su tabique nasal, le hacía cosquillas. Se
quejaba porque no sentía nada anormal. Estaba en un parque rodeado
de toxicómanos y vagabundos. Algunos se pinchaban heroína, un
grupito se reía en una esquina con porros de marihuana... Él y unos
cuantos más, hacían rayas encima de unas tablas de madera.
Max no tenía dinero suficiente para pagarles la mercancía, les daba
todo lo que tenía y su compañía, que sabía que era apreciada (más
de uno le miraba con ojitos).
Al cabo de unos 10 minutos, comenzó a experimentar cambios en su
organismo, como el aumento de temperatura, reducción de fatiga, la
nariz como congelada y dormida, sabor amargo en la garganta... Era
horrible, pero al poco, comenzó a sentir una euforia sensacional,
era como si todo fuera diluido, fácil, sin problemas, sin fisuras.
También se notaba más locuaz, más sociable, sentía una
aceleración mental notable, así como hiperactividad y deseo sexual.
Max ya tenía bastante deseo sexual, pero si había podido aguantar
tantos meses, podría aguantar perfectamente, y por mucha cocaína
que entrase en su cavidad nasal, nadie de su alrededor le resultaba
lo suficientemente atractivo como para siquiera plantearse un coito
en mitad del parque.
Conforme pasan las horas, el efecto se iba diluyendo, borrándose de
sus sentidos. Max necesitaba más, mucho más, aquello era muy poco.
Se sentía de mal humor, todo y todos le molestaban.
Sopesando los pros y los contras, Max no quiso volver a probar la
cocaína. Claro error, una vez se entra en ese mundillo, es difícil
escapar de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario