~Flashback~
-¡Qué tienes
entrenamiento de kárate! ¡No te lo digo más veces Max! -gritó un
padre a su hijo, que estaba llorando.
-¡Estoy harto de hacer
tantas cosas! ¡Quiero jugar con mis amigos! ¡Quiero estar con mamá!
-chilló un niño de grandes ojos azules de unos 12 años.
-¡Te he dicho que dejes
en paz a mamá,tiene muchas cosas que hacer! ¡VE AHORA MISMO A TUS
CLASES! -Le ordenó su padre a punto de estallar.
El niño no contestó, se
quedó llorando mientras su padre se iba por el umbral de la puerta.
-¡Tu madre y yo nos vamos
a dar una vuelta,cómo me entere de que no has ido a clase estarás
castigado una semana entera sin salir de tu habitación! -gritó su
padre desde una estancia cercana.
Su madre, Nadeshiko, una
mujer japonesa muy guapa de largos cabellos castaños se acercó al
niño que no paraba de llorar. Le quitó las manos de la cara y le
dio un beso en la frente. El niño dejó de llorar para sonreirle.
-Te quiero mucho Max, no
lo olvides nunca. Tu padre está algo nervioso por la cena de empresa
que tiene esta noche, no se lo tengas en cuenta. -dijo mientras
peinaba con las manos el cabello rubio del niño.
-Y yo mamá... -le dio un
efusivo abrazo a su madre, haciendo que ésta se emocionara.
William, su padre, entro
en la habitación, con la cara totalmente roja de ira, era en
aquellos momentos en los que el chico desearía meterse en un armario
hasta el siglo siguiente. William cogió con delicadeza la mano de
Nadeshiko y la levantó suavemente del suelo.
-Vámonos, cariño. -dijo
mientras miraba con odio al niño que aún tenía marcas de lágrimas
en sus mejillas.
-Sí... Hasta luego Max,
pórtate bien. Te quiero. -abrazó a su hijo, como si fuera la última
vez en su vida.
Y era cierto. Sería la
última vez en su vida que abrazara a su hijo, que vería su carita
sonriente, sus profundos ojos azules, su delicado pelo pajizo....
En cuanto la pareja
desapareció por la puerta, el niño se apresuró a coger una maleta
color azul pálido con remaches dorados que guardaba en lo más
recóndito de su armario, para que no fuera vista. La abrió y metió
unos cuantos calzoncillos, dos camisetas de manga larga, una roja y
la otra blanca. Cogió unos shorts vaqueros y unos pantalones largos
negros. Después sacó de un cajón varios calcetines y guardó todo
en la maleta. “Compraré más ropa cuando llegue.” se dijo a sí
mismo.
Fue a la habitación de su
padre y sigilosamente, abrió un cajón de la cómoda. Quitó el
doble fondo. Había una caja. La sacó y la puso sobre la cama de
matrimonio. Buscó una llave entre las joyas de su madre y cuando la
encontró abrió la caja. Nada más y nada menos que un montón de
billetes de 5.000 y 10.000 yenes. Cogió todos los que pudo, que era
la gran mayoría y dejó el resto en la caja. La cerró con llave y
después abrió un cajón de la mesita de noche de su padre. Había
libros, llaves y entre todo, billetes. Cogió lo justo para el taxi y
el vuelo.
Volvió a su habitación y
metió todos los billetes japoneses en la maleta, a excepción de los
ingleses, que guardó en el bolsillo de su pantalón.
Cogió un bolígrafo,
siempre procuraba llevar uno encima, nunca sabes cuando puede serte
útil, y un blog que guardó en la maleta; el boli lo dejó en el
bolsillo interior de su gabardina. Comenzó a vestirse. Se puso unos
vaqueros oscuros y ceñidos, una camiseta negra de manga larga y
encima una sudadera gris, con el letrero de Oxford en grande. Encima
se puso su gabardina color crema y se calzó sus converse negras.
Cogió una bufanda de su armario, color burdeos y se la enroscó al
rededor del cuello. Antes de partir abrió un cajón de su mesita de
noche y cogió una caja de pastillas que guardó en el bolsillo de su
chaqueta.
Con cierta tristeza echó
un último vistazo a la que había sido su casa durante 12 años.
Tantos recuerdos, tantas vivencias, tantas cosas bonitas... Así como
muchas otras malas, por eso se iba. Era joven e inexperto, aunque
responsable y algo maduro para su edad, por lo que en el fondo sabía
que lo que estaba haciendo era totalmente surrealista y peligroso. Un
niño de 12 años abandonando su casa con una maleta pequeña, algo
de dinero y un país enorme esperándolo. Japón.
Miró de nuevo su casa...
Se sintió bastante mal por no haberse despedido de sus primos Matt y
Ryuichi, pero sabía que si les contaba algo, aunque no le
delatarían, se les acabaría escapando algo y acabarían pillándolo,
así que dejó una carta encima de la mesa para su madre, cogió su
maleta, sus llaves (nunca se sabe cuando podría volver) y cerró con
fuerza la puerta, dando a entender que no quería volver en muchos
años. Cuantos más, mejor.
“Querida madre.
Sé que no suelo llamarte
así, pero quedaba muy solemne, jeje.
Bueno, yo... Realmente no
sé por donde empezar... Te preguntarás que donde he ido...Bueno....
No te lo puedo decir. No
quiero que me busques, no quiero que NADIE me busque. Tengo razones
sólidas para irme, seguramente más de uno sepa porqué, pero
prefiero que tú, mamá, no lo sepas.
Solo quería decirte que
te quiero mucho, y que te voy a echar mucho de menos, más que a
ninguna otra persona...
Y quería pedirte que te
despidas por mí de Matt y Ryuichi... A Matt dile que crezca sano y
fuerte, ¡algún día lo veré muy mayor y ni lo reconoceré! Y a
Ryuichi dale muchos ánimos, sé que llegará muy lejos, lo mismo si
se hace muy famoso me verá en algún concierto suyo apoyándole.
Un beso, Max. “
El chico, llorando, se
acomodó la gabardina, cogió firme la maleta y desapareció entre la
multitud londinense.
~Fin flashback~
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