viernes, 3 de agosto de 2012

2 | 8/1/06 – Inglaterra, Londres. Lluvioso.


~Flashback~

-¡Qué tienes entrenamiento de kárate! ¡No te lo digo más veces Max! -gritó un padre a su hijo, que estaba llorando.
-¡Estoy harto de hacer tantas cosas! ¡Quiero jugar con mis amigos! ¡Quiero estar con mamá! -chilló un niño de grandes ojos azules de unos 12 años.
-¡Te he dicho que dejes en paz a mamá,tiene muchas cosas que hacer! ¡VE AHORA MISMO A TUS CLASES! -Le ordenó su padre a punto de estallar.
El niño no contestó, se quedó llorando mientras su padre se iba por el umbral de la puerta.
-¡Tu madre y yo nos vamos a dar una vuelta,cómo me entere de que no has ido a clase estarás castigado una semana entera sin salir de tu habitación! -gritó su padre desde una estancia cercana.

Su madre, Nadeshiko, una mujer japonesa muy guapa de largos cabellos castaños se acercó al niño que no paraba de llorar. Le quitó las manos de la cara y le dio un beso en la frente. El niño dejó de llorar para sonreirle.
-Te quiero mucho Max, no lo olvides nunca. Tu padre está algo nervioso por la cena de empresa que tiene esta noche, no se lo tengas en cuenta. -dijo mientras peinaba con las manos el cabello rubio del niño.
-Y yo mamá... -le dio un efusivo abrazo a su madre, haciendo que ésta se emocionara.

William, su padre, entro en la habitación, con la cara totalmente roja de ira, era en aquellos momentos en los que el chico desearía meterse en un armario hasta el siglo siguiente. William cogió con delicadeza la mano de Nadeshiko y la levantó suavemente del suelo.

-Vámonos, cariño. -dijo mientras miraba con odio al niño que aún tenía marcas de lágrimas en sus mejillas.
-Sí... Hasta luego Max, pórtate bien. Te quiero. -abrazó a su hijo, como si fuera la última vez en su vida.

Y era cierto. Sería la última vez en su vida que abrazara a su hijo, que vería su carita sonriente, sus profundos ojos azules, su delicado pelo pajizo....

En cuanto la pareja desapareció por la puerta, el niño se apresuró a coger una maleta color azul pálido con remaches dorados que guardaba en lo más recóndito de su armario, para que no fuera vista. La abrió y metió unos cuantos calzoncillos, dos camisetas de manga larga, una roja y la otra blanca. Cogió unos shorts vaqueros y unos pantalones largos negros. Después sacó de un cajón varios calcetines y guardó todo en la maleta. “Compraré más ropa cuando llegue.” se dijo a sí mismo.
Fue a la habitación de su padre y sigilosamente, abrió un cajón de la cómoda. Quitó el doble fondo. Había una caja. La sacó y la puso sobre la cama de matrimonio. Buscó una llave entre las joyas de su madre y cuando la encontró abrió la caja. Nada más y nada menos que un montón de billetes de 5.000 y 10.000 yenes. Cogió todos los que pudo, que era la gran mayoría y dejó el resto en la caja. La cerró con llave y después abrió un cajón de la mesita de noche de su padre. Había libros, llaves y entre todo, billetes. Cogió lo justo para el taxi y el vuelo.
Volvió a su habitación y metió todos los billetes japoneses en la maleta, a excepción de los ingleses, que guardó en el bolsillo de su pantalón.
Cogió un bolígrafo, siempre procuraba llevar uno encima, nunca sabes cuando puede serte útil, y un blog que guardó en la maleta; el boli lo dejó en el bolsillo interior de su gabardina. Comenzó a vestirse. Se puso unos vaqueros oscuros y ceñidos, una camiseta negra de manga larga y encima una sudadera gris, con el letrero de Oxford en grande. Encima se puso su gabardina color crema y se calzó sus converse negras. Cogió una bufanda de su armario, color burdeos y se la enroscó al rededor del cuello. Antes de partir abrió un cajón de su mesita de noche y cogió una caja de pastillas que guardó en el bolsillo de su chaqueta.
Con cierta tristeza echó un último vistazo a la que había sido su casa durante 12 años. Tantos recuerdos, tantas vivencias, tantas cosas bonitas... Así como muchas otras malas, por eso se iba. Era joven e inexperto, aunque responsable y algo maduro para su edad, por lo que en el fondo sabía que lo que estaba haciendo era totalmente surrealista y peligroso. Un niño de 12 años abandonando su casa con una maleta pequeña, algo de dinero y un país enorme esperándolo. Japón.
Miró de nuevo su casa... Se sintió bastante mal por no haberse despedido de sus primos Matt y Ryuichi, pero sabía que si les contaba algo, aunque no le delatarían, se les acabaría escapando algo y acabarían pillándolo, así que dejó una carta encima de la mesa para su madre, cogió su maleta, sus llaves (nunca se sabe cuando podría volver) y cerró con fuerza la puerta, dando a entender que no quería volver en muchos años. Cuantos más, mejor.


“Querida madre.
Sé que no suelo llamarte así, pero quedaba muy solemne, jeje.
Bueno, yo... Realmente no sé por donde empezar... Te preguntarás que donde he ido...Bueno....
No te lo puedo decir. No quiero que me busques, no quiero que NADIE me busque. Tengo razones sólidas para irme, seguramente más de uno sepa porqué, pero prefiero que tú, mamá, no lo sepas.
Solo quería decirte que te quiero mucho, y que te voy a echar mucho de menos, más que a ninguna otra persona...
Y quería pedirte que te despidas por mí de Matt y Ryuichi... A Matt dile que crezca sano y fuerte, ¡algún día lo veré muy mayor y ni lo reconoceré! Y a Ryuichi dale muchos ánimos, sé que llegará muy lejos, lo mismo si se hace muy famoso me verá en algún concierto suyo apoyándole.

Un beso, Max. “



El chico, llorando, se acomodó la gabardina, cogió firme la maleta y desapareció entre la multitud londinense.

~Fin flashback~  

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