Hiro escribía pentagramas. Estaba componiendo nueva música.
Llevaban muchos conciertos desde aquella noche de junio, pero eran
canciones de otros grupos versionadas, a la gente les gustaba
bastante porque las conocían ya, pero Hiro quería sus propias
canciones, así que cada día avanzaba un poco más. Por lo menos ya
tenían más de diez canciones, y cada vez que tenían una nueva
compuesta, montada y ensayada, la exponían en el escenario, como si
de un trabajo de clase se tratara, aunque... Hiro nunca se había
tomado los deberes tan en serio como aquello.
Max llevaba horas en la calle, supuestamente había ido “de
compras”, pero sabía que algo escondía, se lo veía muy
pensativo desde hace semanas y Hiro lo notaba. Hasta las 21:00 Max no
apareció por la puerta, cargado de bolsas y con algo extraño. MUY
EXTRAÑO. Hiro se le quedó mirando con la boca abierta.
-¿Qué pasa, a qué viene esa cara? -preguntó desde la puerta.
-¿Qué a qué viene esta cara? Tio... Tienes el pelo castaño.
Sí, Max, desde que era pequeño, había querido tener el pelo como
su madre, de un castaño precioso y brillante. Con el pelo rubio se
solían meter mucho con el, lo llamaban desde maricona hasta
nena. Había soportado todos esos comentarios muchos años,
pero se había jurado que acabaría con todo aquello cuando cumpliera
los 16 y su madre le dejara. A su madre le parecía adorable con el
cabello paja, pero él no lo veía así.
-Sí, con el pelo rubio aparte de parecer una mujer, parezco más
pequeño. No me gusta parecer más infantil. -sentenció dejando las
bolsas en el suelo.
-Da igual, estás guapísimo. Y sí, pareces mayor, no mucho más,
pero se te ve menos cara de crío.
-¿Lo ves? Por un momento pensé en ponérmelo pelirrojo, pero... No
me apetece que me estés llamando carrota durante toda mi vida
(o lo que dure el tinte).
Hiro rió y Max le acompañó en su risa. Le enseñó la ropa que
había comprado, era similar a la que tenía aún en casa de Zero y
no se atrevía a pedirle. Y mucho menos a ir allí y cogerla. Desde
luego no quería ni verle la cara. Vieron un programa de televisión
y comieron porquerías, como acostumbraban. Max había empezado a ir
a un gimnasio con Hiro, no quería perder la figura, aunque Hiro
aseguró que si seguían haciéndolo cada noche no la perdería en su
vida.
Los conciertos habían aumentado, y con ello el salario de Hiro, lo
cual le permitió comprar un futón más grande para los dos. Hiro
había insistido en que saldría más barato comprar otro como el que
tenía y que Max durmiera en él, pero Max, era... demasiado exigente
con todo. Él se negaba a dormir solo, de hecho, nunca le había
gustado. De pequeño, cuando dormía solo y tenía pesadillas se
sentía indefenso, solo y desprotegido. Después había dormido con
su novio durante dos años y no quería volver a sentirse igual que
en su infancia, quería dormir con alguien, aunque fuera su hermano.
Hiro acabó cediendo y lo compraron. Llegó la hora de dormir y ambos
se embutieron en los pijamas y se metieron en la cama.
-Max, ¿vas a vivir conmigo toda tu vida o vas a buscarte algún día
un piso? -preguntó Hiro en la oscuridad.
-¿Ya me estás echando? Que malo eres.... -dijo Max
haciéndose la víctima.
-Hahaha, ya sabes que no enano, era porque... Si lo hicieras... Te
echaría de menos. Mucho.
-No creo que tenga que ir a ninguna parte. -contestó cariñoso.
Le dió a Hiro un beso en la mejilla y ambos se quedaron dormidos.
Max con su pierna sobre Hiro, y Hiro con su brazo encima de Max.
Lo que Max no sabía era que en aquel mismo instante, una mujer se
consumía lentamente...Por él.
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