19:45.
Max
había estado hablando con Zero todas las noches desde el día que se
despidió de él. Este era el último día que tenía para pensar si
se mudaba con él o no. Esa noche debería darle un sí o un no.
Quería
vivir con él, quería a Zero, definitivamente quería estar con
él... Pero como todo plan, tenía algunas lagunas. Max era muy
maniático con casi todo lo que le rodeaba, y otras veces se volvía
totalmente despreocupado. La bipolaridad, pensó. No quería
que Zero tuviera que sufrir por alguien como él. Además, aún ni le
había dicho su edad. A lo mejor, como Toshiro, se asustaba y no
querría volver a saber nada de él. Eso lo entristecía. Pensó en
contárselo y según su reacción, irse a vivir o no con él.
Su
mente seguía pensando que Zero era el hombre perfecto, el hombre
perfecto para él. Le gustaba mucho. Se atrevía a decir incluso que
le quería … Esa noche le daría la respuesta, pero antes
necesitaba dar un paseo por el parque, para aclararse. Cogió un
chubasquero negro, se puso un jersey de cuello alto gris y unos
pitillos negros. Calzó sus botas negras en sus pequeños pies, se
puso el abrigo por encima y, cogiendo la llave de la habitación,
cerró la puerta.
Nada
más cerrar la puerta, una puerta de al lado se abrió y de ella
salió Toshiro. Max se asustó al verlo aparecer de repente. No lo
había visto desde el día que se fue a casa de Zero.
-H-Hola....
-llegó a decir Max con un hilo de voz.
-Max,
¿te pasa algo? -preguntó Toshiro, algo preocupado al oir su tono de
voz.
-¿Eh?
No, no, estoy bien.
-¿Dónde
vas con esta lluvia? Te podrías resfriar. -dijo Toshiro.
-A
pasear al parque, necesito pensar.
-¿Puedo
acompañarte?
Toshiro
y Max paseaban silenciosos por el parque. La lluvia era bastante
fuerte y formaba charcos de barro en el suelo. Las gotas acumuladas
en las hojas de los árboles caían encima de la capucha de Max. Pero
Max amaba los días de lluvia, aunque fueran tan oscuros como ese.
Toshiro lo miraba de vez en cuando, intentando encontrar una
respuesta en los ojos de Max, saber porqué estaba tan pensativo.
-Max...
-Dime.
-¿Qué
es lo que tienes que pensar? ¿A qué le das tantas vueltas?
-Pues...
El chico que viste el otro día, no es un amigo. Hace tres días me
atropelló en el parque con su bicicleta y nos caímos al lago. Me
besó. Le besé. Fue algo muy extraño. El caso es que me he
enamorado de él, y él quiere que vivamos juntos, que me mude a su
casa...
-Espera,
espera, ¿¡QUÉ!? ¿Te vas a ir con un completo desconocido solo
porque te ha besado? Estás loco... -dijo Toshiro sin dar crédito a
lo que sus oídos habían escuchado.
-Ya lo
sé, es una locura, pero... Él también me quiere... Y yo a él....
Y a veces me siento tan solo... -dijo Max, comenzando a llorar.
-P-Pero
no llores Max, que lo de loco no lo he dicho en serio....Yo.... -dijo
Toshiro parándose, intentando que Max dejara de llorar.
-No,
si no es por ti, no pasa nada, de verdad.... -dijo Max sin parar de
llorar, frotándose los ojos.
Realmente,
la cara de Max cuando llora estremece a quien lo ve, cualquiera
podría afirmarlo. Alguien los estaba mirando en la lejanía, sentado
en un banco. Se cubrió más con la capucha y se quedó sentado en el
banco en frente del lago.
Max se
estaba acercando al lago, le gustaba ese lugar del parque. Toshiro lo
seguía desde atrás pidiéndole que fuera más lento. Para cuando
pudo alcanzarlo, Max ya se había parado en la vaya del lago,
justamente donde se había caído con Zero tres días atrás. Y
seguía mirando aquel punto del lago. Sin sentido. Detrás de Max,
sentado en un banco, estaba aquel tipo, cubriéndose más con la
capucha. Llego Toshiro. Se situó al lado de Max y pasó el brazo por
su hombro El hombre del banco hizo una mueca de ira, le molestaba
aquella vista.
-Pero,
¿de verdad quieres irte a vivir con ese hombre? Max, que es muy
mayor para ti, ¿y si te viola o te hace cualquier cosa? -dijo
Toshiro.
-A mí
me da igual que nos llevemos muchos años, yo le quiero, déjame en
paz. -dijo molesto quitando el brazo de Toshiro de su hombro.
-¡Es
que no te das cuenta de nada! -dijo volteándolo para que le mirase,
agarrándolo fuertemente de los brazos y zarandeándolo.
-¡Suéltame
Toshiro! -dijo intentando apartarlo.
-¡Pues
a mí no me parece bien para ti! -siguió repitiendo.
-Bueno,
tu opinión no tiene mucho que ver. -dijo el hombre levantándose del
banco.
-Zero....
-dijo Max mirándolo abriendo los ojos como platos.
-¿Eh?
-bufó Toshiro apartando sus brazos de Max.
-Hé...
Volvemos a encontrarnos en el mismo sitio, Max. -dijo Zero quitándose
la capucha y dejando que la lluvia cayera sobre su blanca melena.
-¡Zero!
-dijo Max corriendo a sus brazos haciendo que su capucha también
cayera.
Toshiro
enfadado, los miró, desaprobando todo cuanto veía. Se fue corriendo
y sin mirar atrás. Zero estrechó a Max entre sus brazos, le subió
la capucha, y cogiéndolo de la nuca le besó bajo la lluvia.
Max
besó a Zero mientas le subía le colocaba la capucha para que no se
mojase más. Tras unos besos apasionantes bajo la lluvia, Zero se
despegó de Max y le formuló la pregunta de nuevo.
-Max,
¿quieres venirte a vivir conmigo? -dijo sonriendo.
-Claro
que quiero. -contestó Max, soriendo aún más.
Zero
le dijo si quería dormir esta noche con él, y ya mañana irían a
la residencia a por sus cosas. Max aceptó y, cogiendo de la mano a
Zero, se fueron a casa.
Zero
cerró la puerta al entrar junto con Max y se quitaron los zapatos y
los abrigos, dejándolos en un perchero junto a la entrada.
-Mira
bien la casa, porque dentro de poco también será tuya. -dijo Zero
sonriendo de nuevo.
-Sí...
-dijo Max algo vergonzoso- Por cierto, ¿cuánto pagas de alquiler?
-preguntó.
-Unos
168.000 yenes el mes, ¿por? -dijo Zero confuso.
-¿QUÉ!
Eso son....unas.... 1.360 libras... Dios.... -dijo Max muy
impresionado por el precio.
-Pero,
¿por qué lo quieres saber?
-Pues
porque tendremos que pagar a medias, no me voy a quedar aquí de
invitado por todo el morro.
-Tú
no pagas nada, Max. No es por presumir, pero yo cobro bastante, y si
tengo para pagar todos mis gastos y me sobra, tengo para pagar los
gastos de ambos de sobra. -dijo acariciándole la cara.
-Que
no, que me niego. Además, yo también tengo dinero... Aún no
trabajo pero puedo buscar un trabajo... ¡De lo que sea! -dijo Max,
algo enfadado.
-Tranquilo
hombre, que no hace falta -dijo riendo- Además, a ver, ¿qué
estudios tienes? ¿Tienes experiencia en algo? No creo que con 12
años te contraten en muchas partes...
-¿Y
por qué no? Si yo.... Espera.... ¿C-Cómo sabes que tengo 12 años?
-dijo Max asustado y reculando.
-Pues
porque te vi el carnet de identidad. Además, no aparentas mucho más
de 14, aún siendo así ni siquiera has terminado tus estudios. -dijo
entrando al salón y sentándose en el sofá.
-E-Eres
un cotilla.... Pues que sepas que este año acabo el bachillerato,
listo. -dijo cruzando los brazos y sentándose en el sofá junto a
él.
-¿Qué?
P-Pero si eso es imposible....
-Soy
superdotado.... Supongo que aún hay muchas cosas que no sabemos el
uno del otro...
-Uuum...
¡Ya sé lo que vamos a hacer! Bueno, primero yo voy a ponerme el
pijama, que estoy hecho mierda... -dijo cogiendo a Max del brazo y
llevándoselo a su habitación.
Zero
empezó a rebuscar en su armario y le tiró a Max un pijama de
cuadros blancos y negros. Y después sacó un pijama negro y comenzó
a quitarse la ropa de espaldas a Max.
-Este
me está pequeño, póntelo, aunque creo que igualmente te va a estar
algo grande.... -dijo quitándose la camiseta.
-V-Vale....
Cuando
hubieron terminado de ponerse los pijamas, Zero estaba que se comía
a Max.
-¡Ooh!
¡Qué mono! -dijo Zero mirando a Max cuando se hubo cambiado.
-Me
está un poco grande, sí.... -dijo mirando las mangas que iban más
allá de sus manos y los pantalones, que le tapaban los pies.
-Estás
adorable. -Zero cogió a Max en princesita y se lo llevó al sofá.
Max se
sentó y enroscó sus piernas alrededor de la cintura de Zero. Zero
no podía parar de mirarlo y de juguetear la goma del pantalón que
llevaba Max.
-A
ver, venga, cuéntame cosas de ti, así podré conocerte más.
-¿P-Por
qué tengo que empezar yo? -dijo Max.
-¿Quieres
que empiece yo?
-¡Sí!
A ver... ¿En qué trabajas?
-P-Pues
soy empresario, sí...Con despacho, trajes y esas cosas... -Aunque
estaba claramente mintiendo, Max no se percató y siguió
preguntando.
-¿Cuántos
años tienes?
-19,
los cumplo el 28 de junio.
-Entonces
tienes 6 más que yo... Bueno... Esto... ¿Eres de Tokyo?
-No,
nací en Osaka, pero me mudé aquí a principio de mes.
-¿Por
qué?
-Bueno...
Es una historia larga.... No sé si debería contártela, lo mismo te
vas corriendo y me dejas... -dijo Zero, algo extremista.
-¿P-Por
qué? ¿Tan terrible es? Cuéntamelo.
-Pues....
Cuando yo nací, mi madre murió, así que yo he vivido toda mi vida
con mi padre. Era un hombre detestable, y me odiaba porque decía que
mi madre murió por mi culpa.... Él me pegaba. Con un cinturón, o
con la mano. Un día, estaba él muy borracho y me dio una paliza
casi mortal, y cuando creía que estaba apunto de matarme... Cogí
una pistola y lo maté yo a él.
Reinó
el silencio unos instantes. Zero siguió explicando.
-Después
yo huí y me vine a Tokyo con todo lo que tenía y conseguí el
trabajo de empresario. Bueno... Ahora es cuando me dejas, me llamas
asesino de mierda y te vas, ¿no?
Para
sorpresa de Zero, Max lo abrazó.
-Yo te
quiero, y me da igual si mataste a un hombre como si mataste a mil.
Además, era una situación de riesgo. Yo también odio a mi padre,
llego a ser un poco más mayor y lo habría matado también.
Zero
se quedó totalmente perplejo y abrazó a Max lo más fuete que
podía. Cuando se separaron, Zero dijo...
-Bueno,
ahora es mi turno.
-Vale...
-dijo Max, preparándose contra cualquier pregunta.
-A
ver... ¿Seguro que es tu primera vez con alguien? ¿Ni chico, ni
chica? -preguntó Zero curioso.
-Q-Que
no... Si no sabía ni que me gustaban los chicos hasta el día que te
conocí...- dijo un Max muy avergonzado.
-Hahah,
¡es que eres adorable! -dijo Zero achuchándolo.
-Sí,sí...
-dijo Max, ya un poco acostumbrado a que se lo dijera.
-Bien...
-dijo separándose.- ¿Por qué odias a tu padre?
-Pues...
Pues porque él me odia a mí, y no paraba de hacerme la vida
imposible.
-¿Por
eso te viniste aquí? -preguntó Zero, algo preocupado.
-Sí...
Me escapé... Ayer le mandé una carta a mi madre, no sé si él la
habrá tirado...
-¿Tanto
te odia? Pero... Si es tu padre...
-Bueno,
el tuyo también te odiaba, al fin y al cabo no es tan raro. Mi padre
estaba celoso de mí, eso es todo. Odiaba que yo estuviese con mi
madre... Pero en fin, ya es agua pasada... -dijo Max desviando la
mirada al suelo.
-Bueno,
puedo hacerte otro... tipo de preguntas. -dijo Zero subiendo una
ceja.
-¿A
qué te refieres con “otro tipo de preguntas” ? -contestó
Max mirándolo con una ceja arqueada.
-Como...
¿Qué te gusta que te hagan? -dijo Zero acercándose a Max.
-La
cama. Llevo muy mal lo de limpiar y ordenar. -dijo riendo.
-Bueno,
la desharemos bastante, así que está bien, haré yo la cama. -dijo
mirándolo de una manera algo pervertida.
-Eres
un.... -dijo apartándolo y mirando a otro lado, rojo como un tomate.
-¿Un
qué? -contestó Zero echándose encima suya y cogiéndolo por
las muñecas.
-Un
pervertido. -dijo frunciendo las cejas y con las mejillas sonrosadas.
-Le
has cogido gusto a llamarme pervertido, ¿eh? -dijo Zero apartándose.
-No,
pero tú no me dejas otra opción...
-En
fin... ¿Y esa animadversión por no limpiar ni cocinar?
-No es
nada... Es que en mi casa teníamos servicio y no estoy
acostumbrado... Bueno, es que no sé directamente. -dijo Max dándose
aires.
-Que
pijo... Bueno, pero cuando no esté yo deberás de ordenar un poco
aunque sea, yo puedo limpiar y cocinar, pero, ¿y los días que no
esté yo, qué vas a hacer?
-¿N-No
vas a estar? -dijo Max con carita de pena cogiéndolo por la manga
del pijama.
-B-Bueno,
si me pones esa cara me tendré que quedar.... No, a ver, yo trabajo
normalmente de 8 de la mañana a 9 de la noche, hay días que me dan
el turno de noche y entro a las 9 de la noche y salgo a las 8 de la
mañana, pero a veces tengo viajes de negocios y me ausento varios
días...
-¿V-Viajes
de negocios? ¿¡Cuántos días!? -dijo Max asustado y entristecido a
la vez.
-Tranquilo,
tranquilo. Si quieres puedo decirle a algún compañero que se quede
contigo si te vas a sentir solo...
-¿Compañero?
P-Pero si conozco a ninguno de nada...
-Ya...
Bueno no, eso no, vaya a que le gustes a alguno y me tenga que poner
yo aquí a repartir y encima a colegas de profesión, no no. -dijo
algo celoso.
-Pero,
¿qué dices? -dijo Max riendo.
-P-Pues
que tú eres muy mono, que entras por los ojos muy rápido... Que no,
si acaso, pues contrato a una niñera. -dijo burlándose.
-Pues
a lo mejor cuando vuelvas te la encuentras... acostándome.-respondió
Max haciendo énfasis en la última palabra.
-Joder...
Pues lo siento, pero esos días te los vas a tener que apañar solo.
Así aprendes a valerte por ti mismo, ¿no?
-Perdona,
pero llevo viviendo solo más de un mes y estoy bastante bien, ¿eh?
-Sí,
en una residencia con cafetería y lavandería. Aquí no hay nada de
eso. Aunque sí que puedes ir a comprar comida preparada.
-¿Lo
ves? Puedo valerme solito. -dijo volviendo la cabeza.
-Lo
sé, lo sé tonto. -dijo Zero cogiendo a Max entre sus brazos.
La
noche continuó perfecta. Zero hizo unos sandwiches para la cena y
después estuvieron viendo un rato la televisión, tirados en el sofá
con una mantita, como Zero había imaginado hace unos días.
Llevaban
un rato en silencio mirando una película cuando Zero pensó en
proponerle el ir a la habitación y hacer algo más que ver una
película. Miró a Max, que estaba echado sobre su pecho y vio que
estaba placidamente dormido. Le dio mucha pena despertarlo, por lo
que, apagó la televisión y lo llevó hasta la cama. Lo metió
debajo de las sábanas y ajustó el despertador para el día
siguiente. Abrió la cama y se metió dentro. Se acercó a Max, que
respiraba relajadamente y lo abrazó por detrás. Max estaba
poniéndose cómodo, y sin querer, obviamente, echó las caderas
atrás, rozando a Zero en cierta parte de su anatomía. Zero
no se lo esperaba, pero claro... Había tenido tantas fantasías con
Max... Demasiadas para conocerse de unos pocos días. Demasiadas para
tan poco tiempo. Incluso en su trabajo. No podía hacer nada a gusto
sin imaginarse la cara de Max gimiendo de placer o gritando ¡ZERO...
SÍ, MÁS ZERO! La sangre se arremolinaba en sus mejillas al
recodar eso, en sus mejillas y en cierta parte de su cuerpo. Intentó
calmarse, al fin y al cabo, esa noche no harían nada. Nada de nada.
Pero Max parecía que le estaba declarando la guerra en sueños. Se
giró y abrazó a Zero por el cuello, acercando su cara
peligrosamente a la del peliblanco. Éste primero se asustó y luego
rodeó la cintura de Max con sus brazos. Empezaba a costarle respirar
con tranquilidad. Max subió la pierna encima de Zero. O estaba
despierto y estaba decidido a hacerle una putada de las grandes, o
estaba dormido y no se enteraba de nada. Zero no aguantaría más,
estaba a punto de explotar. Se estaba aguantando bastante. Aunque por
otra parte, no muchas veces había tenido que aguantarse, por lo que
no tenía práctica. Espero a calmarse un poco y trató de pensar en
cosas totalmente opuestas y estúpidas. Se imaginó una gran colina
verde, con el cielo azul y las nubes blancas... De repente estaba Max
encima suyo gritando y gimiendo de placer. Al segundo movió la
cabeza para quitarse ese pensamiento de la mente y se imaginó a él
mismo paseando por la ciudad. Después estaba Max a cuatro patas
implorándole que se la metiera. Mierda. Joder. Esto era lo
último que Zero quería. Un gran bulto se apreciaba en el interior
de los pantalones de Zero. Aclamando por salir y que le dieran algo
de atención.
De
repente Max empezó a moverse y Zero imploró a todos los dioses para
que Max no se despertara precisamente en ese jodido momento.
-.Mmmm...
-murmuró Max mientras abría los ojos.
-… -
Mierda, pensó Zero.
-Zero...
-dijo Max en voz muy baja.
-¿Q-Qué
pasa? -dijo Zero muy nervioso.
-Nada,
solo era para saber si estás despierto. -dijo Max y después se dio
la vuelta. Claro error.
La
habitación se quedó en completo silencio unos segundos, hasta que
Max decidió romperlo.
-Zero...
Dime que eso que tienes en el bolsillo es tu móvil. -dijo
algo sorprendido.
-E-Esto....
-era lo único inteligente que se le ocurrió.
-Dios....
-dijo Max aparándose y tapándose la cara con la manta.
-¡L-Lo
siento, de verdad! -dijo incorporándose- ¡Es que me has restregado
el culo, y después te me has echado encima! ¡No soy de piedra!
-dijo Zero bastante nervioso.
-¿¡Qué!?
¡Perdona, pero yo no te he restregado nada! -dijo Max más rojo que
un tomate.
-¡Sí
que lo has hecho, pero no te has dado cuenta!
-Yo...
Lo siento... -dijo Max con la cabeza gacha.
-Da
igual... -dijo Zero tapándose cierta parte con las mantas.
-¿Te
puedo ayudar? -dijo Max acercándose a gatas.
-¿¡QUÉ!?
-dijo Zero muy sorprendido.
-Q-Que
si hay algo que pueda hacer para que... -dijo sonrojado.
-N-No...
O sea sí... Quiero decir, no no NO. -respondió Zero más nervioso
aún.
Max lo
miró entre vergonzoso y confundido. Nunca había hecho nada con un
chico, pero una vez escuchó a unos de su clase hablando de sexo. Uno
le decía al otro que no sabía que hacer cuando se le ponía
dura. El otro le contestó que si no tenía a nadie con quien
follar o que le hiciera una mamada, que se hiciera una
paja. ¿Mamada? Max no sabía que era eso, pero sonaba
a que gustaba a los tíos, por lo que probó a preguntarle a Zero.
-Y
si.... ¿Y si te hago una mamada? -dijo Max frunciendo el ceño por
la confusión.
-¿¡Qué!?
-dijo Zero más colorado que un tomate, tapándose aún más, creía
que tan solo con eso ya había hecho que el asunto se pusiera peor.
-S-Sí,
no sé lo que es, pero unos de mi clase dijeron que es lo mejor para
cuando se te pone... así.
-Que
mono... ¿Pero como me vas a hacer una mamada si no sabes ni lo que
es? -dijo Zero algo más relajado.
-Bueno,
pero me puedes explicar como se hace. -contestó Max acercándose y
sentándose junto a él.
-E-Es
que....Joder, no es fácil... -decía cada vez más nervioso, la
simple idea de tener a Max en sus bajos haciendo eso le ponía peor.
-¿Tan
difícil es? -dijo Max algo preocupado.
-No,
en absoluto, es que... -dijo mirando a otro lado.
-Entonces,
¿qué es? Me lo vas a decir ya, ¿o qué? -dijo algo desesperado.
-Una
mamada es cuando alguien te la chupa, ¿contento?
Se
produjo un silencio de nuevo. Max tenía los ojos abiertos como
platos y miraba al horizonte.
-Claro...
Ahora lo entiendo... -dijo con cara de enfado.
-¿E-El
qué? -preguntó Zero confundido.
-Ahora
entiendo porque los de mi clase me decían que yo haría buenas
mamadas cada vez que me comía un plátano en el recreo.... -dijo muy
enfadado.
-¿Qué?
-dijo Zero, y después empezó a reir a carcajada limpia. -Tus
compañeros estaban algo salidos, ¿no?
-Un
poco ahora que me fijo... Bueno, pero entonces no tiene que ser
difícil. -dijo Max mirándolo y sonriéndo pícaramente.
-¿Qué!
No, espera Max, estate quieto. -dijo intentando que Max no se
acercara.
-Si
solo quiero practicar.... -dijo mentiéndose debajo de las mantas.
-¡Max!
¡Sal de ahí! -dijo subiendo las mantas para mirar dentro de la
cama.
-La
tienes muy dura, ¿eh? -dijo tocándosela con un dedo.
-¡Ah!
¡No la toques! Estate quieto, por favor... No entiendo como puedes
ser tan vergonzoso y luego hacer esto, es que no lo entiendo.
-replicaba intentando que Max no se acercara al “perímetro de
seguridad”. Pero Max se había adelantado y le estaba
desabrochando el lazo del pantalón de Zero.
Zero
no podía hacer nada más que intentar que Max parase mientras toda
su sangre se arremolinaba en un único lugar de su cuerpo. Max ya
había bajado su pantalón para cuando Zero pudo darse cuenta.
-¡PARA,
EN SERIO! -dijo con la cara del mismo color que una cereza.
-Pues
aquí abajo no quieren que pare, de hecho creo que quieren que
empiece de una vez. -dijo Max bajando los bóxers de Zero.
Zero,
que estaba con la espalda apoyada en la pared, no podía dejar de
mirar a Max y de debatirse entre quitar a Max por la fuerza o dejarle
que siguiera, porque realmente quería que se calmara su pequeña
amiga y desde luego parecía que no iba a hacer, y menos si Max
jugueteaba con ella.
Al
retirar los bóxers, Max libró a la bestia que escondía Zero
con tanto recelo. Zero prefirió voltear la cabeza y cerrar con
fuerza los ojos. Ante eso Max, no pudo hacer más que sonreir de
medio lado y empezar con la faena. Max agarró el miembro de Zero con
una mano haciendo que Zero se estremeciera con un solo rozamiento.
Comenzó a masajearlo y Zero no podía más que respirar
aceleradamente y ahogar pequeños gemidos desde lo más profundo de
su garganta. Zero se sentía como en una nube, no se atrevía ni a
mirar a Max por vergüenza.Éste se aburría de tanto masaje por lo
que acercó su boca al miembro de Zero, sacó la lengua y lo recorrió
de abajo a arriba. Ante eso Zero no pudo hacer otra cosa que soltar
un tremendo gemido.
-¡Aaah!
Max, no, ya te...te estás pasando... para... -dijo
entrecortadamente.
-Pero
si acabo de empezar. -respondió Max, divertido.
Se
acercó de nuevo a su miembro y empezó a lamer el glande. Primero
más despacio y luego incrementando la velocidad. Lamía de arriba
hacia abajo y de abajo hacia arriba. Zero estaba perdiendo la cabeza.
No sabía en qué momento estallaría. Max interpretó los gemidos de
Zero como que quería más, por lo que se acercó más, y después de
lamer por última vez el glande de Zero, se introdujo su miembro en
la boca. Zero hizo un movimiento más brusco y se agarró fuertemente
a las sábanas mientras gemía y miraba al techo conteniéndose. Max
sacaba y metía en su boca el miembro Zero, cada vez más rápido,
mientras que lo masajeaba con una mano. Zero no podía más. Se
estaba derritiendo. Estaba muriendo de placer. Se iba a quedar en el
sitio. ¿Qué dirían cuando vieran su cadáver y alrededor un charco
de semen? Volvió a la realidad, y cogió suavemente a Max por el
pelo. Max iba cada vez más rápido. Zero empujaba la cabeza de Max
por pura inercia. Max incrementaba la velocidad y la metía más
adentro. Zero no podía más, literalmente. Agarró fuerte a Max por
el pelo y tiró hacia atrás.
-¡Aaaah!
-gimió Zero mientras se corría.
Pasaron
unos segundos hasta que Zero pudo calmarse un poco y abrió los ojos,
encontrándose una escena digna de una película yaoi.
-Ya
podrías haber apuntado mejor. -dijo Max mirándolo molesto con la
mejilla y la boca llena de semen.
-¡Dios,
lo siento! -dijo Zero sonrojándose y buscando en el cajón de la
mesilla un pañuelo.
Lo
sacó y limpió la mejilla de Max, que aún estaba un poco molesto.
Después lo dejó en la mesilla.
-Perdona,
es que me he emocionado.... -dijo Zero subiéndose los bóxers y los
pantalones.
-Ya
veo... Mm... Está rico... -dijo Max sentándose frente a Zero.
-¿El
qu....? ¿Te lo has tragado? -dijo abriendo mucho los ojos.
-¡Pues
si has sido tú el que se ha corrido en mi cara! -dijo señalándola.
-Lo
siento... Me habría encantado hacerte una foto. -después de eso
abrió los ojos como platos y prefirió no haber dicho en voz alta
aquello.
-¿Qué?
-dijo Max sorprendido.
-Bueno,
parecías un uke de los yaois que, bueno... Para cuando me sienta
solo. -dijo riéndose levemente.
-¡Eres
estúpido! -dijo dándole con la almohada en la cabeza mientras sus
mejillas se tornaban rosas.
-¡Perdoooona!
-Bueno,
estarás ya bien, ¿no? -preguntó Max.
-Esto,
sí, sí, ha estado genial. Tus amigos tenían razón. -contestó
guiñándole un ojo.
-¡Olvídame!
¡No te vuelvo a hacer una en la vida! -dijo tumbándose y dándose
la vuelta.
-No te
enfades tonto.... -dijo abrazándolo por detrás.
Después
de unos minutos, ambos se quedaron totalmente dormidos. Zero había
descubierto una faceta nueva de Max que le gustaba bastante, y Max
por otra parte, le había gustado esa práctica.
Durmieron
placidamente hasta las 10 de la mañana, cuando Zero se despertó
primero. Como era costumbre en Zero, bueno, en Zero y en otros
millones de hombres, se despertó con una bonita erección. Y como
no, Max se despertó justo en ese momento, parecía que tenía una
radar, o algo, pensó Zero.
-Joder
Zero, tú tienes un problema... -dijo mirándolo, con cara de
cansancio.
-Estúpido,
a los hombres de mi edad les pasa esto por las mañanas...-dijo
levantándose y andado camino al baño.
-¡No
te enfades, que era una broma! -le gritó Max desde la cama riéndose.
Cuando
Zero terminó de lavarse la cara y los dientes, salió del baño y se
encaminó a la cocina para ir preparando el desayuno. Max aprovechó
y se metió en el baño para lavarse y peinarse.
Zero
preparó tostadas y zumo con cara de sueño, recordando lo de anoche.
Estuvo fantástico, pensó.
Max
salió del baño y se acercó a la cocina. Se quedó apoyado en el
marco, mirando como cocinaba su amante. Éste se dio la vuelta y lo
miró.
-Que
guapo estás recién levantado. -le dijo Zero sonriendo y poniendo
las tostadas en un plato.
Max
automáticamente, se dio la vuelta y se fue al salón, con la cara
roja.
-¡No
entiendo como puedes avergonzarte porque te digo algo bonito y que
luego me hagas lo que me haces y ni siquiera te inmutes! -gritó Zero
desde la cocina, cogiendo los vasos y los platos.
-Pues
porque no era yo el que gemía como un cosaco. -dijo Max entrando
repentinamente en la cocina con los brazos cruzados y una ceja
arqueada.
-Golpe
bajo... -murmuró Zero mientras se iba al salón con los platos y los
vasos.
-Já.
-rio Max mientras cogía el zumo y se dirigía a la mesa detrás de
Zero.
Desayunaron
tranquilamente y después recogieron las cosas. Más tarde, ambos
fueron al cuarto y comenzaron a vestirse.
-¿No
dijiste que harías la cama si hacíamos cosas? Bueno, pues ya
te estás poniendo manos a la obra. -le dijo Max en un tono burlón.
-Lo
prometido es deuda. Mientras hagamos este tipo de cosas, yo haré la
cama. -le contestó Zero.
-Entonces
me temo Zero, que la vas a estar haciendo toda tu vida. -dijo Max en
un tono divertido mientras se quitaba la camisa del pijama y dejaba
ver su espalda.
-¿Ah,
sí? -le dijo Zero en tono chulesco.
-Eso
espero, si no, me iré de casa. -dijo mientras se quitaba los
pantalones y se ponía su camiseta y sus pantalones cortos.
-Tranquilo,
te dejaré bien servido, tú espera a esta noche. -dijo Zero
susurrándoselo al oído.
Max
sentía como sus mejillas se ponían cada vez más rojas e intentó
ocultar su cara debajo de su rubio flequillo. Zero vio eso bastante
mono, por lo que simplemente sonrió y se puso unos vaqueros oscuros
y una camiseta negra de manga larga.
Ambos
se acercaron a la entrada y calzaron sus zapatos. Fueron por el
centro y dieron un paseo cogidos de las manos. Tras una mañana
mirando tiendas y enseñándole la ciudad a Max un poco, Zero le
propuso ir a algún sitio romántico a comer. Max le dijo que quería
comer pasta, de nuevo, y acabaron en un italiano. Max miraba
divertido a Zero y escuchaba gustoso su pronunciación italiana
mientras le pedía los platos al maître. Después de pasear durante
otro largo rato, se metieron en un fotomatón e hicieron su primera
foto juntos. Al rato de varios intentos en los que salían ambos
riéndose, cogieron la foto en la que salían los dos sonriendo y Max
haciendo la señal de la victoria con la mano.
A las
18:30, llegaron a la residencia, donde Max tuvo que soltarle la mano
para acercarse a la cafetería y hablar con su casera. Le dio las
llaves a Zero para que fuera a su habitación y lo esperara allí.
Zero se encaminó a la habitación de Max cuando, vio que alguien
llamaba a la puerta nº 10.
-¿Max?
¿Estás ahí? -preguntó Toshiro mientras llamaba suavemente a la
puerta.
-Max
está en la cafetería. -contestó Zero desde sus espaldas.
-Ah.
-contestó Toshiro dándose la vuelta de un respingo.
Ambos
se quedaron en silencio hasta que llegó Max, con algunas cajas en
las manos.
-¿Qué
pasa? -dijo Max mientras hacía malabares para que las cajas no se
cayeran de sus manos y de encima de su cabeza.
-Nada
cariño. -contestó Zero mientras le quitaba la caja de encima de la
cabeza y las de los brazos.
-No
hace falta, si puedo con ellas. -respondió Max.
-Tranquilo,
yo te ayudo. -dijo sonriéndole y mirando a Toshiro con cara de
ganador.
-No te
preocupes, yo también te ayudo. -dijo Toshiro quitándole a Zero
algunas cajas.
-Si no
es molestia. -dijo Zero intentando recuperar las cajas.
Mientras,
Max, que no les prestaba atención porque veía todo aquello algo
infantil, abrió la puerta y entró quitándose los zapatos. Zero y
Toshiro le siguieron intentando entrar a la vez por la puerta.
Toshiro consiguió entrar antes y se marcó un tanto mientras miraba
a Zero despectivamente.
Zero,
con cara de pocos amigos, cerró las puerta tras de sí y dejó las
cajas junto la mesa al igual que Toshiro.
-¿Para
qué son las cajas, Max? -preguntó Toshiro. - ¿Y por qué no
viniste anoche?
-Dormí
con Zero. Las cajas son para la mudanza, bueno, mudanza... Tampoco
son tantas cosas como para llamarlo mudanza. -dijo Max abriendo el
armario.
-¿Qué!
¡P-Pero, no puedes irte! ¡Todavía no es final de mes, ni nada!
-dijo Toshiro algo nervioso.
-Ya
bueno, pero falta una semana, además ya he hablado con Yuna y me ha
dicho que no me preocupe, que la habitación es mía hasta el 28 de
este mes y que me vaya muy bien la mudanza. -respondió Max soriendo.
-¡Cómo
te vas a ir con este tío! ¡Es mayor que tú y ni siquiera le
conoces! -gritó Toshiro.
-¡PUES
A LO MEJOR LO CONOZCO MEJOR DE LO QUE PIENSAS! Además, me gustan los
tíos mayores que yo, ¿algún problema? -dijo Max con los brazos en
la cintura y gritándole.
-P-Pues....
Da igual... -desistió sentándose en el suelo junto a Zero, que se
reía por lo bajini.
Max
comenzó a sacar ropa, para tan pocos días la verdad es que había
comprado bastante. Apartó un peto vaquero de pantalón corto, unos
calcetines altos rosas pastel y una camiseta básica del mismo color
de los calcetines y el resto lo guardó en una caja. Después, se
metió en el baño con la ropa y lo último que dijo fue que se iba a
duchar y que se quedaran “quietecitos”.
-¿Te
habrá salido la jugada redonda, no? -espetó Toshiro mientras se oía
el agua de la ducha.
-¿Perdona?
-dijo Zero algo cabreado.
-Pues
que te vas a llevar a Max a vivir contigo y eso solo con veros ni
desde hace una semana.
-¿Y
qué le hago si estamos enamorados, eh, envidioso? -le dijo Zero
burlándose.
-Perdona,
pero yo no tengo envidia, solo quiero lo mejor para Max.
-Puede
que yo no sea lo mejor para Max, pero estoy dispuesto a entregarle mi
vida si es necesario. -dijo Zero muy seriamente, haciendo que Toshiro
cerrara la boca durante un rato.
Zero
estaba mirando con su móvil algunos mensajes de un compañero de
trabajo cuando Max salió por la puerta ya aseado y vestido.
Se
acercó a la caja y la siguió llenando con ropa, mientras Zero se
acercó y se apoyó en una pared mirando a Max como guardaba la ropa.
-¿Quieres
que te ayude? -preguntó Zero.
-Tranquilo,
solo es ropa y zapatos, no tengo mucho más. -dijo Max guardando toda
la ropa y los zapatos en dos cajas y cerrándolas. Les puso cinta
aislante para que no se abrieran y con un bolígrafo puso por fuera
“ropa y zapatos” en ambas.
Después
abrió una mesita pequeña que había al lado de la televisión, en
una esquina. Había un cajón entero lleno de billetes de 5.000 y de
10.000 yenes. Lo sacó todo y lo dejó sobre la mesa. Toshiro y Zero
se quedaron boquiabiertos. Después abrió otro cajón y sacó cinco
cajas de pastillas, todas del mismo medicamento, y las dejó también
encima de la mesa. Después, del segundo cajón sacó también un
blog de notas y dibujos y lo dejó sobre la mesa junto al dinero y
las pastillas.
Sacó
del armario una maleta pequeña, azul pálido y con remaches dorados,
la abrió y guardó todo el dinero, el blog y las pastillas en su
interior. Después miró a Zero.
-No te
mentí cuando te dije que tenía servicio, mi familia es bastante
rica. En esta maleta llevo lo más importante, no se puede perder.
-dijo cogiéndola fuertemente por el asa.
-Tranquilo,
nadie te va a robar mientras vayas conmigo. -dijo mientras miraba a
Max afablemente.
-Normal,
con esa cara de malaostia, como para robarte. -contestó Toshiro,
haciendo reír levemente a Max.
-¡Oye!
¿Y tú por qué te ríes? -dijo algo molesto dirigiéndose a Max.
-Porque
me ha hecho gracia -dijo riendo- es verdad que a veces tienes cara de
pocos amigos, pero eso es lo que me gusta de ti, que luego conmigo
cambias de semblante. -dijo cogiendo su rostro entre sus manos y
dándole un tierno beso. Después se fue al baño para recoger los
geles y champús.
Toshiro
se quedó mirando a Zero con cara de asesino en serie, mientras este
le miraba triunfante apoyado en la pared.
Max
salió con un montón de botes de gel de varios aromas, champús para
cabello claro, cabello fino, cabello teñido y cabello dañado.
También con varios botes más pequeños y redondos de mascarillas
para alisar, para reestructurar y diversas cosas para el cabello.
Volvió al baño. Regresó con más botes. Uno grande que ponía
“laca flexible”, uno más pequeño que anunciaba “laca super
resistente”, otro muy pequeño y azul que ponía “cera de
modelar”.... Otros dos botes grandes y amarillos que ponían
“gomina nivel 3” y “gomina nivel 5, extreme” respectivamente.
Volvió al baño. Regresó con una esponja pequeña y suave amarilla,
un frasco con un líquido dorado en el que ponía “aceite para el
cabello” y otro grande que ponía “aceite para masajes, muy
excitante” en el que salía una chica semidesnuda con una cara un
tanto lujuriosa.
-Mira,
este lo compré para usarlo contigo. -dijo Max enseñándole el bote
mientras guardaba los demás en otra caja.
-A
ver... -dijo Zero cogiéndolo. - Aceite para masajes... Muy
excitante...hé... -Zero hizo un pequeño “hé” dando a entender
lo bien que se lo iban a pasar y lo contento que estaba de
restregárselo por la cara a Toshiro, el hecho en sí, que no el
aceite.
Max
volvió al baño y cogió tres toallas blancas, una más grande para
el cuerpo y otras dos más pequeñas, una para la cara y otra para el
pelo. Las metió en la caja de los productos para el cabello y demás
y cerró la caja. Puso con un bolígrafo “cosas del baño” y dejó
el boli encima de la mesa.
Fue al
armario de los futones y las mantas y lo abrió. Practicamente se
metió dentro.
-¿Qué
haces Max? -dijo Zero apartándose de al lado del armario y mirando a
Max desde atrás, que gateaba en el armario.
-S-Sacar
unas...cosas... -dijo apartando mantas.
Un
momento después, salieron disparadas varias cajas pequeñas, cuatro
cajas más grandes y finas y por último unas cuantas latas. Después
salió Max, frotándose la frente por el esfuerzo.
-Son
cosas que he acumulado... Te dije que no me gustaba ordenar ni
limpiar...
-Ya
veo... -dijo Zero mirando las cajas.
-¿De
qué son? -preguntó Toshiro, que se sentía algo desplazado por las
conversaciones de pareja.
-Estas
pequeñas son de galletas de oso panda... Estas son de pizzas... Y
estas latas son de Calpis. -dijo Max mientras las juntaba para
después tirarlas.
-¿Calpis?
¿Te gusta...eso? -preguntó Toshiro algo asqueado.
-Pues
sí, sabe a leche con yogurt, ¿qué pasa? -dijo molesto.
-Nada,
nada...
-A mí
también me gusta, pero prefiero el Hot Calpis. -contestó Zero,
haciendo que Toshiro se enfadara.
-¿Sí?
Entonces compraremos un montón. -dijo Max sin parar de sonreir,
sacándole a Zero otra sonrisa.
-Voy a
tirar esto. -dijo Zero cogiendo las cajas y las latas.
-¡Espera
Zero! -gritó Max mientras Zero se iba por la puerta.
Se
quedaron Toshiro y Max solos. En silencio.
-Oye...
¿Seguro que te lo has pensado bien? -dijo Toshiro, volviendo al
tema.
-Estás
muy pesado... Qué sí... -respondió Max, ya cansado.
-Pero,
¿es que no te das cuenta de mis sentimientos? -dijo Toshiro
acercándose.
-¿Q-Qué
sentimientos? -dijo Max apartándose.
-Pues
que me gustas, y tú te vas con ese. -dijo Toshiro acorralando a Max
contra la pared.
-D-Déjame.
-dijo Max algo asustado.
-Quédate,
aquí, conmigo... -dijo mientras se acercaba para besarlo, hasta que
entró Zero por la puerta.
-¡Déjame!
-gritó Max apartándolo y corriendo junto a Zero.
-¿Se
puede saber qué estás haciendo?
-¿Qué
pasa, que tienes competencia? -dijo Toshiro retándole.
-Há,
¿competencia? Competencia sería si Max no se decidiera entre alguno
de nosotros, pero gracias al cielo, eso no es así. -dijo mirando a
Max y después a Toshiro.
-V-Vámonos
Zero, no quiero estar más aquí... -dijo Max tirándole de la
camiseta.
-Claro.
-Zero cogió las tres cajas y Max se acercó, cogió su maleta y se
alejó rapidamente de Toshiro. Max salió fuera y siguió el
pasillo. Zero se detuvo para hablar un momento con él.
-Asúmelo.
A Max no le gustas, y si tuvieras un poco de dignidad y de orgullo,
le dejarías que hiciera lo mejor para él y lo que más feliz le
haga. Adiós. -levantó las cajas del suelo de nuevo y siguió a Max
por el pasillo. Toshiro se quedó a solas en la habitación de Max,
como en estado de shock, asimilando los hecho acaecidos unos pocos
segundos atrás. Era la primera vez que alguien le había rechazado y
sin duda le había calado muy hondo.
Max se
despidió de Yuna, su casera, y se fue moviendo la mano a modo de
despedida a la gente de la cafetería y algunas personas que conocía
y que comían con los apuntes en las mesas.
Zero y
Max salieron del edificio con las cajas y la maleta. Rodearon el
parque en lugar de atravesarlo y llegaron antes. Subieron en el
ascensor y dejaron las cajas en el recibidor. Zero le dijo que si
quería podía dejar las cosas de la maleta en la mesita de noche de
la derecha, que es la que estaba vacía y que él dejaría las dos
cajas de ropa en la habitación y la otra en el baño, que pusiera él
las cosas como quisiera.
Después,
Zero le dijo que estaría trabajando en una cosa, que intentara no
hacer mucho ruido. Max le contestó que no, que guardaría la ropa en
el armario y lo demás en el baño, y que iría a
comprar unas cosas que le hacían falta. Zero se metió en su
despacho y empezó a escribir cosas en papeles y a gestionar un par
de cosas en su portátil.
Max
por su parte, comenzó a guardar su ropa en cajones del armario y
perchas. Se dio cuenta de que Zero solo tenía unos tres vaqueros y
que en cambio tenía unos cinco trajes diferentes. Pensó que sería
verdad eso de que ganaba mucho dinero, y que él debería buscar
trabajo.
Cuando
terminó de guardar la ropa, sacó los zapatos y plegó las cajas. Se
acercó al armario de la entrada y empezó a guardar sus zapatos,
también se fijó en que Zero tenía dos pares de deportivas y otros
dos de botas y en cambio tenía unos seis pares de mocasines y
zapatos para traje.
Zero
lo oía andar por el pasillo y no podía controlar su mirada que se
dirigía a la puerta cada vez que lo escuchaba, como si tuviera rayos
X y pudiera ver a Max andando por su casa, que ahora era de ambos. Se
sentía como un recién casado, él trabajando en el despacho y Max
poniéndolo todo en orden. De verdad parecían una pareja
heterosexual japonesa, de las tradicionales. Luego recordó que ni
Max es una ama de casa ni una mujer. Aún así, su ilusión era la
misma.
Max se
metió en el baño y vio un mueble al lado del inodoro que estaba
totalmente vacío. Tenía tres estantes, el de abajo estaba ocupado
por el papel higiénico, pero nada más. En el borde de la bañera
había un bote de gel de té verde y un champú para cabellos
normales. Por un momento pensó que si Zero tenía caspa, con su
color de pelo no se notaría. Le hizo gracia aquella tontería que
acababa de pensar y rió solo. Después miró el lavabo. Había un
bote de espuma de afeitar y una cuchilla. Se le vino a la mente un
Zero con barba. No sabía si imaginárselo con la barba blanca o
negra. Igualmente, no le gustaban mucho los hombres con barba, así
que desechó la idea. Luego se dio cuenta de que Zero estaba casi
perfectamente depilado... ¿Pensó que iban a hacer algo y
por eso se depiló? Porque la última vez, cuando lo vio mientras se
cambiaba, parecía que estaba recién depilado. No es que él se
depilara, pero su primo sí y sabía de qué iba ese rollo. Por
supuesto Max no se había depilado en su vida, tampoco se había
afeitado. Su padre no era de mucho pelo, y su madre menos aún.
Teniendo en cuenta que era rubio y además que tenía genes japoneses
(Se sabe que los japoneses no tienen mucho vello.) pues veía normal
el no tener pelo, de hecho daba gracias a la genética porque así
fuera.
Cogió
los botes y los fue poniendo en la estantería. Se sentía como si
estuviera invadiendo el espacio de alguien, solo esperó que Zero no
le dijera algo como “¿Por qué tienes tantas cosas? No me dejas
espacio y esta es mi casa, quiero que las tires ahora mismo.”
Si Zero le dijera eso, realmente Max no podría parar de llorar en
una semana. Dejó su champú para cabellos finos y su gel de
chocolate junto a los de Zero y plegó la otra caja. Después dejó
sus toallas junto a las de Zero en un asa que colgaba de la pared.
Cogió las cajas plegadas y pensó en guardarlas en la habitación
que estaba cerrada. A fin de cuentas, no había nada dentro ni usaba
esa habitación, allí no molestarían y podrían volver a usarse. Se
acercó a la habitación, la abrió y dejó las cajas en el suelo,
junto a la puerta. Pudo observar que la habitación era oscura, tenía
todas las ventanas cerradas y con las persianas echadas. Había una
puerta que conduciría seguramente a otro baño, como el de la
habitación de Zero y el polvo reinaba el suelo por completo. Cerró
la puerta y se sentó un momento en el sofá, cansado de tanto
trabajo. Entonces recordó que quería comprar un par de cosas. Fue a
la habitación y sacó varios billetes de la mesilla, se los guardó
en el bolsillo del peto, cogió unas llaves que había encima del
mueble de la entrada, y salió sin hacer ruido, para no molestar a
Zero.
Al oír
la puerta, Zero salió del despacho. Se asomó y vio que estaban sus
zapatillas pero las converse negras bajas de Max no. Recordó que le
había dicho que después de ordenar iría a comprar unas cosas que
le hacían falta. Eran las 20:06 y Zero pensó en ir preparando la
cena. Se metió en la cocina y comenzó a cocinar.
Max
tardó una hora y media en llegar a casa, cosa que preocupó un poco
a Zero. A las 21:34, Max entró por la puerta cargado de bolsas.
-¡Ya
estoy en casa! -saludó Max descalzándose mientras se tambaleaba por
el peso de las bolsas.
-¡Hola
cariño!- dijo Zero desde la cocina, feliz de escuchar ese saludo tan
cariñoso y hogareño de su pequeño.
Zero
dejó de cocinar y entró en el salón para ver que había comprado
Max. Se sorprendió al ver un montón de bolsas que enterraban a Max
en el sofá. Max extendió las piernas y puso sus pequeños pies
sobre la mesa, cansado.
-¡Me
duelen un montón los pies! Pero ha merecido la pena. -dijo Max
radiante de felicidad quitando los pies de la mesa y sacando las
cosas que había comprado.
-Sí
que te gusta salir de compras... ¿Qué has comprado? -dijo Zero
apoyándose en el sofá por detrás.
-Pues
mira... -dijo Max sacando cosas. - Este portátil, que siempre había
querido tener uno. -dijo sacando una caja con un portátil negro.
-Este Ipod, porque yo sin música, no puedo vivir. -dijo sacando otra
caja con un Ipod azul celeste. -Unos cascos grandes y otros
pequeños.... -continuó sacando una caja con unos cascos grandes
rosas y otra caja pequeña con unos pequeños cascos verdes con
ranitas. -Este pedazo de móvil. -dijo sacando la caja de un Iphone.
-¡Y por último esta funda tan mona para el Iphone! -dijo sacando
una última caja transparente que dejaba ver una funda para Iphone
azul con una mariposa.
-Madre
mía... ¿Y esa otra bolsa? -preguntó Zero señalando a una bolsa
que ni había tocado.
-Ah
bueno, son calzoncillos de Calvin Klein, que con tanto comprar ropa,
había olvidado completamente la ropa interior.
-Da
igual, estás mejor sin ella. -dijo perversamente Zero desde sus
espaldas.
-Bueno,
tú no me has visto. -dijo Max sacando varios calzoncillos de marca
negros, grises, rojos...
-Ya me
sacarás de dudas, aunque ya te digo que creo que estás mejor sin
ella... -dijo Zero lamiéndole su oreja y desapareciendo de detrás
para ir a la cocina.
Max se
ruborizó y cogió sus cosas. Las llevó todas a la habitación y las
dejó sobre la cama. Dejó el portátil, el Ipod, el Iphone y los
cascos sobre la mesa de la habitación y guardó los calzoncillos en
el armario. Menos unos negros. Se quitó la ropa rapidamente por si
venía Zero y se puso los calzoncillos nuevos. Se metió en el baño
y miró en el espejo como le quedaban. A su ver le quedaban bastante
bien. Salió del baño, y cogió otra bolsa que había ocultado en la
ropa de los calzoncillos. Contenía un delantal blanco, corto, con
algunos volantes. Zero le había dicho en alguna ocasión que le
gustaría verlo cocinar en ropa interior y con delantal (Bueno,
realmente Zero dijo “ con delantal y sin nada debajo”,
pero ya que estaba, pues estrenaba bóxers. Se ató el delantal al
cuello y a la espalda y se acercó sigilosamente a la cocina. Asomó
un poco la cabeza y vio a Zero friendo huevos y salchichas. Se apoyó
en el marco y tosió débilmente para llamar su atención. Zero miró
a Max y al segundo de verlo estuvo a punto te tirar la sartén por
los aires. Se quedó de piedra y con la boca abierta, se podría
decir que si Max no se hubiera acercado y se la hubiera cerrado con
la mano tal vez estaría llenando el suelo de babas.
-He
pensado que me podrías... enseñar a cocinar. -dijo Max con un deje
de sensualidad y mirándolo lascivamente.
-P-Pues....
Creo que se me acaba de olvidar... -dijo Zero, en las nubes.
-Hahahaha.
-Max dejó a un lado la sensualidad y las tonterías y empezó a
reír.
-A
ver, a ver.... Da una vuelta. -ordenó Zero mientras lo miraba de
arriba a abajo.
Max
dio una vuelta cual modelo de pasarela de ropa interior y Zero se
quedó mirando su culo como un tonto.
-Bien,
bien... -Zero no podía decir otra cosa.
-Bueno,
ya lo has visto, ya me puedo vestir. -se dio media vuelta y se fue
por donde había venido.
Zero
se quedó atontado mirando como se alejaba y se le empezó a quemar
un poco la comida, así que siguió comiendo como si no hubiera
pasado nada.
Max
volvió a la habitación y guardó el delantal en el armario. Se puso
de nuevo la ropa y dejó los calzoncillos en el cesto de la ropa
sucia en el baño.
Cenaron
tranquilamente mientras hablaban. Zero le preguntó qué era el
paquete que había encima de la mesa y Max le dijo que eran pasteles,
para el postre. Ambos, felices y enamorados, se comieron los pasteles
mientras veían un programa japonés de cómicos. Riendo y comiendo,
como dos tortolitos, que lo eran, pasaron una buena noche. Después,
a eso de las 12 de la noche, Zero le dijo a Max que se fueran a
dormir, que hoy había pedido el día libre en el trabajo, pero que
mañana tenía que levantarse a las 8 para ir a trabajar. Max
asintió, y algo triste, se fueron a la habitación. Max pensaba que,
como Zero le había dicho esa misma mañana que le dejaría bien
servido, harían el amor. Max estaba algo nervioso. Aunque ya
habían practicado sexo oral, eso no era nada comprado con... lo
otro. Max estaba entre nervioso e impaciente. Hasta que Zero le
dijo que se fueran a dormir, que tenía que madrugar. Bueno, iban a
vivir juntos, habría muchas noches, pensó Max, consolándose.
Ambos se pusieron el pijama y se metieron en la cama. Zero puso en
hora el despertador y dejó su móvil sobre la mesilla de noche.
Max se
tumbó en el lado izquierdo de la cama (el derecho mirando desde
fuera), y se puso de lado, mirando a Zero. Éste apagó la luz y lo
miró también. Lo besó tiernamente en los labios y después le
deseó buenas noches.
-Buenas
noches cariño. -dijo Zero.
-Oye
Zero... -dijo Max, vergonzoso.
-Dime.
-Esta
mañana dijiste que... Bueno que... Que esta noche
haríamos...algo.-dijo Max, soltándolo al fin.
-¿Eh?
Ah sí, bueno, no pensé que te acordarías, es decir... Pensé que
era algo pronto y que no querrías... Y como tengo que madrugar...
-No,
si no importa... -dijo Max agachando la cabeza.
-¡Eh!
-dijo agarrando del mentón a Max. - ¡Claro que importa! ¡Y si tú
quieres, l-lo haremos a-ahora mismo! -dijo Zero, con nerviosismo en
la voz.
-N-No...
-¿C-Cómo
que no? -dijo Zero, que estaba ya quitándose la camiseta del pijama.
-Que
no... Prefiero cualquier otro día que no estés pendiente de tu
trabajo...
-Cariño,
tú eres lo primero... Pero de verdad que no pensé que te
acordarías, más bien pensé que parecía un baboso yendo tan
rápido, pero veo que no quieres perder el tiempo. -dijo Zero con una
sonrisa pervertida en su cara.
-¡Q-Qué
no es eso! -dijo Max alejándose con cierto rubor en la cara.
-¡Anda
que no!-dijo Zero cogiéndolo en sus brazos mientras Max se resistía-
Bueno, pues entonces este fin de semana no vamos a salir de la cama,
¿te parece bien? Yo solo trabajo los días de semana y algún
domingo suelto. Así que el viernes... El viernes va a arder Troya.
-dijo Zero, con los ojos llameantes de emoción.
-T-Tampoco
es para ponerse así, me estás poniendo más nervioso.... -dijo Max,
algo asustado.
-Tranquilo,
si estoy igual de nervioso o más que tú.... -dijo Zero,
avergonzado.
-Venga,
vamos a dormir, que tienes que madrugar.
-Sí...¿Quieres
que te despierte, o te dejo dormir? -preguntó Zero.
-Déjame
dormir, por favor. -suplicó Max.
-De
acuerdo. -dijo Zero abrazándolo mientras se quedaban dormidos.
La
cabeza de Max daba vueltas. Demasiado movimiento para un solo día,
que llegaba a su fin. Nunca había sentido ese dolor en el pecho, ese
ardor en el estómago cuando alguien le abrazaba, pero con Zero era
diferente, con Zero era como estar en una montaña rusa sentimental,
pero sin náuseas.
Finalmente,
era feliz.
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