viernes, 3 de agosto de 2012

7 | 19/2/06 - Japón, Tokyo. Lluvioso.

(Tiene contenido Lemon.)



19:45.
Max había estado hablando con Zero todas las noches desde el día que se despidió de él. Este era el último día que tenía para pensar si se mudaba con él o no. Esa noche debería darle un sí o un no.
Quería vivir con él, quería a Zero, definitivamente quería estar con él... Pero como todo plan, tenía algunas lagunas. Max era muy maniático con casi todo lo que le rodeaba, y otras veces se volvía totalmente despreocupado. La bipolaridad, pensó. No quería que Zero tuviera que sufrir por alguien como él. Además, aún ni le había dicho su edad. A lo mejor, como Toshiro, se asustaba y no querría volver a saber nada de él. Eso lo entristecía. Pensó en contárselo y según su reacción, irse a vivir o no con él.
Su mente seguía pensando que Zero era el hombre perfecto, el hombre perfecto para él. Le gustaba mucho. Se atrevía a decir incluso que le quería … Esa noche le daría la respuesta, pero antes necesitaba dar un paseo por el parque, para aclararse. Cogió un chubasquero negro, se puso un jersey de cuello alto gris y unos pitillos negros. Calzó sus botas negras en sus pequeños pies, se puso el abrigo por encima y, cogiendo la llave de la habitación, cerró la puerta.
Nada más cerrar la puerta, una puerta de al lado se abrió y de ella salió Toshiro. Max se asustó al verlo aparecer de repente. No lo había visto desde el día que se fue a casa de Zero.

-H-Hola.... -llegó a decir Max con un hilo de voz.
-Max, ¿te pasa algo? -preguntó Toshiro, algo preocupado al oir su tono de voz.
-¿Eh? No, no, estoy bien.
-¿Dónde vas con esta lluvia? Te podrías resfriar. -dijo Toshiro.
-A pasear al parque, necesito pensar.
-¿Puedo acompañarte?


Toshiro y Max paseaban silenciosos por el parque. La lluvia era bastante fuerte y formaba charcos de barro en el suelo. Las gotas acumuladas en las hojas de los árboles caían encima de la capucha de Max. Pero Max amaba los días de lluvia, aunque fueran tan oscuros como ese. Toshiro lo miraba de vez en cuando, intentando encontrar una respuesta en los ojos de Max, saber porqué estaba tan pensativo.

-Max...
-Dime.
-¿Qué es lo que tienes que pensar? ¿A qué le das tantas vueltas?
-Pues... El chico que viste el otro día, no es un amigo. Hace tres días me atropelló en el parque con su bicicleta y nos caímos al lago. Me besó. Le besé. Fue algo muy extraño. El caso es que me he enamorado de él, y él quiere que vivamos juntos, que me mude a su casa...
-Espera, espera, ¿¡QUÉ!? ¿Te vas a ir con un completo desconocido solo porque te ha besado? Estás loco... -dijo Toshiro sin dar crédito a lo que sus oídos habían escuchado.
-Ya lo sé, es una locura, pero... Él también me quiere... Y yo a él.... Y a veces me siento tan solo... -dijo Max, comenzando a llorar.
-P-Pero no llores Max, que lo de loco no lo he dicho en serio....Yo.... -dijo Toshiro parándose, intentando que Max dejara de llorar.
-No, si no es por ti, no pasa nada, de verdad.... -dijo Max sin parar de llorar, frotándose los ojos.
Realmente, la cara de Max cuando llora estremece a quien lo ve, cualquiera podría afirmarlo. Alguien los estaba mirando en la lejanía, sentado en un banco. Se cubrió más con la capucha y se quedó sentado en el banco en frente del lago.
Max se estaba acercando al lago, le gustaba ese lugar del parque. Toshiro lo seguía desde atrás pidiéndole que fuera más lento. Para cuando pudo alcanzarlo, Max ya se había parado en la vaya del lago, justamente donde se había caído con Zero tres días atrás. Y seguía mirando aquel punto del lago. Sin sentido. Detrás de Max, sentado en un banco, estaba aquel tipo, cubriéndose más con la capucha. Llego Toshiro. Se situó al lado de Max y pasó el brazo por su hombro El hombre del banco hizo una mueca de ira, le molestaba aquella vista.

-Pero, ¿de verdad quieres irte a vivir con ese hombre? Max, que es muy mayor para ti, ¿y si te viola o te hace cualquier cosa? -dijo Toshiro.
-A mí me da igual que nos llevemos muchos años, yo le quiero, déjame en paz. -dijo molesto quitando el brazo de Toshiro de su hombro.
-¡Es que no te das cuenta de nada! -dijo volteándolo para que le mirase, agarrándolo fuertemente de los brazos y zarandeándolo.
-¡Suéltame Toshiro! -dijo intentando apartarlo.
-¡Pues a mí no me parece bien para ti! -siguió repitiendo.
-Bueno, tu opinión no tiene mucho que ver. -dijo el hombre levantándose del banco.
-Zero.... -dijo Max mirándolo abriendo los ojos como platos.
-¿Eh? -bufó Toshiro apartando sus brazos de Max.
-Hé... Volvemos a encontrarnos en el mismo sitio, Max. -dijo Zero quitándose la capucha y dejando que la lluvia cayera sobre su blanca melena.
-¡Zero! -dijo Max corriendo a sus brazos haciendo que su capucha también cayera.

Toshiro enfadado, los miró, desaprobando todo cuanto veía. Se fue corriendo y sin mirar atrás. Zero estrechó a Max entre sus brazos, le subió la capucha, y cogiéndolo de la nuca le besó bajo la lluvia.
Max besó a Zero mientas le subía le colocaba la capucha para que no se mojase más. Tras unos besos apasionantes bajo la lluvia, Zero se despegó de Max y le formuló la pregunta de nuevo.

-Max, ¿quieres venirte a vivir conmigo? -dijo sonriendo.
-Claro que quiero. -contestó Max, soriendo aún más.

Zero le dijo si quería dormir esta noche con él, y ya mañana irían a la residencia a por sus cosas. Max aceptó y, cogiendo de la mano a Zero, se fueron a casa.
Zero cerró la puerta al entrar junto con Max y se quitaron los zapatos y los abrigos, dejándolos en un perchero junto a la entrada.

-Mira bien la casa, porque dentro de poco también será tuya. -dijo Zero sonriendo de nuevo.
-Sí... -dijo Max algo vergonzoso- Por cierto, ¿cuánto pagas de alquiler? -preguntó.
-Unos 168.000 yenes el mes, ¿por? -dijo Zero confuso.
-¿QUÉ! Eso son....unas.... 1.360 libras... Dios.... -dijo Max muy impresionado por el precio.
-Pero, ¿por qué lo quieres saber?
-Pues porque tendremos que pagar a medias, no me voy a quedar aquí de invitado por todo el morro.
-Tú no pagas nada, Max. No es por presumir, pero yo cobro bastante, y si tengo para pagar todos mis gastos y me sobra, tengo para pagar los gastos de ambos de sobra. -dijo acariciándole la cara.
-Que no, que me niego. Además, yo también tengo dinero... Aún no trabajo pero puedo buscar un trabajo... ¡De lo que sea! -dijo Max, algo enfadado.
-Tranquilo hombre, que no hace falta -dijo riendo- Además, a ver, ¿qué estudios tienes? ¿Tienes experiencia en algo? No creo que con 12 años te contraten en muchas partes...

-¿Y por qué no? Si yo.... Espera.... ¿C-Cómo sabes que tengo 12 años? -dijo Max asustado y reculando.
-Pues porque te vi el carnet de identidad. Además, no aparentas mucho más de 14, aún siendo así ni siquiera has terminado tus estudios. -dijo entrando al salón y sentándose en el sofá.
-E-Eres un cotilla.... Pues que sepas que este año acabo el bachillerato, listo. -dijo cruzando los brazos y sentándose en el sofá junto a él.
-¿Qué? P-Pero si eso es imposible....
-Soy superdotado.... Supongo que aún hay muchas cosas que no sabemos el uno del otro...
-Uuum... ¡Ya sé lo que vamos a hacer! Bueno, primero yo voy a ponerme el pijama, que estoy hecho mierda... -dijo cogiendo a Max del brazo y llevándoselo a su habitación.
Zero empezó a rebuscar en su armario y le tiró a Max un pijama de cuadros blancos y negros. Y después sacó un pijama negro y comenzó a quitarse la ropa de espaldas a Max.

-Este me está pequeño, póntelo, aunque creo que igualmente te va a estar algo grande.... -dijo quitándose la camiseta.
-V-Vale....

Cuando hubieron terminado de ponerse los pijamas, Zero estaba que se comía a Max.

-¡Ooh! ¡Qué mono! -dijo Zero mirando a Max cuando se hubo cambiado.
-Me está un poco grande, sí.... -dijo mirando las mangas que iban más allá de sus manos y los pantalones, que le tapaban los pies.
-Estás adorable. -Zero cogió a Max en princesita y se lo llevó al sofá.

Max se sentó y enroscó sus piernas alrededor de la cintura de Zero. Zero no podía parar de mirarlo y de juguetear la goma del pantalón que llevaba Max.

-A ver, venga, cuéntame cosas de ti, así podré conocerte más.
-¿P-Por qué tengo que empezar yo? -dijo Max.
-¿Quieres que empiece yo?
-¡Sí! A ver... ¿En qué trabajas?
-P-Pues soy empresario, sí...Con despacho, trajes y esas cosas... -Aunque estaba claramente mintiendo, Max no se percató y siguió preguntando.
-¿Cuántos años tienes?
-19, los cumplo el 28 de junio.
-Entonces tienes 6 más que yo... Bueno... Esto... ¿Eres de Tokyo?
-No, nací en Osaka, pero me mudé aquí a principio de mes.
-¿Por qué?
-Bueno... Es una historia larga.... No sé si debería contártela, lo mismo te vas corriendo y me dejas... -dijo Zero, algo extremista.
-¿P-Por qué? ¿Tan terrible es? Cuéntamelo.
-Pues.... Cuando yo nací, mi madre murió, así que yo he vivido toda mi vida con mi padre. Era un hombre detestable, y me odiaba porque decía que mi madre murió por mi culpa.... Él me pegaba. Con un cinturón, o con la mano. Un día, estaba él muy borracho y me dio una paliza casi mortal, y cuando creía que estaba apunto de matarme... Cogí una pistola y lo maté yo a él.
Reinó el silencio unos instantes. Zero siguió explicando.
-Después yo huí y me vine a Tokyo con todo lo que tenía y conseguí el trabajo de empresario. Bueno... Ahora es cuando me dejas, me llamas asesino de mierda y te vas, ¿no?
Para sorpresa de Zero, Max lo abrazó.
-Yo te quiero, y me da igual si mataste a un hombre como si mataste a mil. Además, era una situación de riesgo. Yo también odio a mi padre, llego a ser un poco más mayor y lo habría matado también.
Zero se quedó totalmente perplejo y abrazó a Max lo más fuete que podía. Cuando se separaron, Zero dijo...
-Bueno, ahora es mi turno.
-Vale... -dijo Max, preparándose contra cualquier pregunta.
-A ver... ¿Seguro que es tu primera vez con alguien? ¿Ni chico, ni chica? -preguntó Zero curioso.
-Q-Que no... Si no sabía ni que me gustaban los chicos hasta el día que te conocí...- dijo un Max muy avergonzado.
-Hahah, ¡es que eres adorable! -dijo Zero achuchándolo.
-Sí,sí... -dijo Max, ya un poco acostumbrado a que se lo dijera.
-Bien... -dijo separándose.- ¿Por qué odias a tu padre?
-Pues... Pues porque él me odia a mí, y no paraba de hacerme la vida imposible.
-¿Por eso te viniste aquí? -preguntó Zero, algo preocupado.
-Sí... Me escapé... Ayer le mandé una carta a mi madre, no sé si él la habrá tirado...
-¿Tanto te odia? Pero... Si es tu padre...
-Bueno, el tuyo también te odiaba, al fin y al cabo no es tan raro. Mi padre estaba celoso de mí, eso es todo. Odiaba que yo estuviese con mi madre... Pero en fin, ya es agua pasada... -dijo Max desviando la mirada al suelo.
-Bueno, puedo hacerte otro... tipo de preguntas. -dijo Zero subiendo una ceja.
-¿A qué te refieres con “otro tipo de preguntas” ? -contestó Max mirándolo con una ceja arqueada.
-Como... ¿Qué te gusta que te hagan? -dijo Zero acercándose a Max.
-La cama. Llevo muy mal lo de limpiar y ordenar. -dijo riendo.
-Bueno, la desharemos bastante, así que está bien, haré yo la cama. -dijo mirándolo de una manera algo pervertida.
-Eres un.... -dijo apartándolo y mirando a otro lado, rojo como un tomate.
-¿Un qué? -contestó Zero echándose encima suya y cogiéndolo por las muñecas.
-Un pervertido. -dijo frunciendo las cejas y con las mejillas sonrosadas.
-Le has cogido gusto a llamarme pervertido, ¿eh? -dijo Zero apartándose.
-No, pero tú no me dejas otra opción...
-En fin... ¿Y esa animadversión por no limpiar ni cocinar?
-No es nada... Es que en mi casa teníamos servicio y no estoy acostumbrado... Bueno, es que no sé directamente. -dijo Max dándose aires.
-Que pijo... Bueno, pero cuando no esté yo deberás de ordenar un poco aunque sea, yo puedo limpiar y cocinar, pero, ¿y los días que no esté yo, qué vas a hacer?
-¿N-No vas a estar? -dijo Max con carita de pena cogiéndolo por la manga del pijama.
-B-Bueno, si me pones esa cara me tendré que quedar.... No, a ver, yo trabajo normalmente de 8 de la mañana a 9 de la noche, hay días que me dan el turno de noche y entro a las 9 de la noche y salgo a las 8 de la mañana, pero a veces tengo viajes de negocios y me ausento varios días...
-¿V-Viajes de negocios? ¿¡Cuántos días!? -dijo Max asustado y entristecido a la vez.
-Tranquilo, tranquilo. Si quieres puedo decirle a algún compañero que se quede contigo si te vas a sentir solo...
-¿Compañero? P-Pero si conozco a ninguno de nada...
-Ya... Bueno no, eso no, vaya a que le gustes a alguno y me tenga que poner yo aquí a repartir y encima a colegas de profesión, no no. -dijo algo celoso.
-Pero, ¿qué dices? -dijo Max riendo.
-P-Pues que tú eres muy mono, que entras por los ojos muy rápido... Que no, si acaso, pues contrato a una niñera. -dijo burlándose.
-Pues a lo mejor cuando vuelvas te la encuentras... acostándome.-respondió Max haciendo énfasis en la última palabra.
-Joder... Pues lo siento, pero esos días te los vas a tener que apañar solo. Así aprendes a valerte por ti mismo, ¿no?
-Perdona, pero llevo viviendo solo más de un mes y estoy bastante bien, ¿eh?
-Sí, en una residencia con cafetería y lavandería. Aquí no hay nada de eso. Aunque sí que puedes ir a comprar comida preparada.
-¿Lo ves? Puedo valerme solito. -dijo volviendo la cabeza.
-Lo sé, lo sé tonto. -dijo Zero cogiendo a Max entre sus brazos.


La noche continuó perfecta. Zero hizo unos sandwiches para la cena y después estuvieron viendo un rato la televisión, tirados en el sofá con una mantita, como Zero había imaginado hace unos días.
Llevaban un rato en silencio mirando una película cuando Zero pensó en proponerle el ir a la habitación y hacer algo más que ver una película. Miró a Max, que estaba echado sobre su pecho y vio que estaba placidamente dormido. Le dio mucha pena despertarlo, por lo que, apagó la televisión y lo llevó hasta la cama. Lo metió debajo de las sábanas y ajustó el despertador para el día siguiente. Abrió la cama y se metió dentro. Se acercó a Max, que respiraba relajadamente y lo abrazó por detrás. Max estaba poniéndose cómodo, y sin querer, obviamente, echó las caderas atrás, rozando a Zero en cierta parte de su anatomía. Zero no se lo esperaba, pero claro... Había tenido tantas fantasías con Max... Demasiadas para conocerse de unos pocos días. Demasiadas para tan poco tiempo. Incluso en su trabajo. No podía hacer nada a gusto sin imaginarse la cara de Max gimiendo de placer o gritando ¡ZERO... SÍ, MÁS ZERO! La sangre se arremolinaba en sus mejillas al recodar eso, en sus mejillas y en cierta parte de su cuerpo. Intentó calmarse, al fin y al cabo, esa noche no harían nada. Nada de nada. Pero Max parecía que le estaba declarando la guerra en sueños. Se giró y abrazó a Zero por el cuello, acercando su cara peligrosamente a la del peliblanco. Éste primero se asustó y luego rodeó la cintura de Max con sus brazos. Empezaba a costarle respirar con tranquilidad. Max subió la pierna encima de Zero. O estaba despierto y estaba decidido a hacerle una putada de las grandes, o estaba dormido y no se enteraba de nada. Zero no aguantaría más, estaba a punto de explotar. Se estaba aguantando bastante. Aunque por otra parte, no muchas veces había tenido que aguantarse, por lo que no tenía práctica. Espero a calmarse un poco y trató de pensar en cosas totalmente opuestas y estúpidas. Se imaginó una gran colina verde, con el cielo azul y las nubes blancas... De repente estaba Max encima suyo gritando y gimiendo de placer. Al segundo movió la cabeza para quitarse ese pensamiento de la mente y se imaginó a él mismo paseando por la ciudad. Después estaba Max a cuatro patas implorándole que se la metiera. Mierda. Joder. Esto era lo último que Zero quería. Un gran bulto se apreciaba en el interior de los pantalones de Zero. Aclamando por salir y que le dieran algo de atención.
De repente Max empezó a moverse y Zero imploró a todos los dioses para que Max no se despertara precisamente en ese jodido momento.

-.Mmmm... -murmuró Max mientras abría los ojos.
-… - Mierda, pensó Zero.
-Zero... -dijo Max en voz muy baja.
-¿Q-Qué pasa? -dijo Zero muy nervioso.
-Nada, solo era para saber si estás despierto. -dijo Max y después se dio la vuelta. Claro error.
La habitación se quedó en completo silencio unos segundos, hasta que Max decidió romperlo.
-Zero... Dime que eso que tienes en el bolsillo es tu móvil. -dijo algo sorprendido.
-E-Esto.... -era lo único inteligente que se le ocurrió.
-Dios.... -dijo Max aparándose y tapándose la cara con la manta.
-¡L-Lo siento, de verdad! -dijo incorporándose- ¡Es que me has restregado el culo, y después te me has echado encima! ¡No soy de piedra! -dijo Zero bastante nervioso.
-¿¡Qué!? ¡Perdona, pero yo no te he restregado nada! -dijo Max más rojo que un tomate.
-¡Sí que lo has hecho, pero no te has dado cuenta!
-Yo... Lo siento... -dijo Max con la cabeza gacha.
-Da igual... -dijo Zero tapándose cierta parte con las mantas.
-¿Te puedo ayudar? -dijo Max acercándose a gatas.
-¿¡QUÉ!? -dijo Zero muy sorprendido.
-Q-Que si hay algo que pueda hacer para que... -dijo sonrojado.
-N-No... O sea sí... Quiero decir, no no NO. -respondió Zero más nervioso aún.
Max lo miró entre vergonzoso y confundido. Nunca había hecho nada con un chico, pero una vez escuchó a unos de su clase hablando de sexo. Uno le decía al otro que no sabía que hacer cuando se le ponía dura. El otro le contestó que si no tenía a nadie con quien follar o que le hiciera una mamada, que se hiciera una paja. ¿Mamada? Max no sabía que era eso, pero sonaba a que gustaba a los tíos, por lo que probó a preguntarle a Zero.
-Y si.... ¿Y si te hago una mamada? -dijo Max frunciendo el ceño por la confusión.
-¿¡Qué!? -dijo Zero más colorado que un tomate, tapándose aún más, creía que tan solo con eso ya había hecho que el asunto se pusiera peor.
-S-Sí, no sé lo que es, pero unos de mi clase dijeron que es lo mejor para cuando se te pone... así.
-Que mono... ¿Pero como me vas a hacer una mamada si no sabes ni lo que es? -dijo Zero algo más relajado.
-Bueno, pero me puedes explicar como se hace. -contestó Max acercándose y sentándose junto a él.
-E-Es que....Joder, no es fácil... -decía cada vez más nervioso, la simple idea de tener a Max en sus bajos haciendo eso le ponía peor.
-¿Tan difícil es? -dijo Max algo preocupado.
-No, en absoluto, es que... -dijo mirando a otro lado.
-Entonces, ¿qué es? Me lo vas a decir ya, ¿o qué? -dijo algo desesperado.
-Una mamada es cuando alguien te la chupa, ¿contento?
Se produjo un silencio de nuevo. Max tenía los ojos abiertos como platos y miraba al horizonte.
-Claro... Ahora lo entiendo... -dijo con cara de enfado.
-¿E-El qué? -preguntó Zero confundido.
-Ahora entiendo porque los de mi clase me decían que yo haría buenas mamadas cada vez que me comía un plátano en el recreo.... -dijo muy enfadado.
-¿Qué? -dijo Zero, y después empezó a reir a carcajada limpia. -Tus compañeros estaban algo salidos, ¿no?
-Un poco ahora que me fijo... Bueno, pero entonces no tiene que ser difícil. -dijo Max mirándolo y sonriéndo pícaramente.
-¿Qué! No, espera Max, estate quieto. -dijo intentando que Max no se acercara.
-Si solo quiero practicar.... -dijo mentiéndose debajo de las mantas.
-¡Max! ¡Sal de ahí! -dijo subiendo las mantas para mirar dentro de la cama.
-La tienes muy dura, ¿eh? -dijo tocándosela con un dedo.
-¡Ah! ¡No la toques! Estate quieto, por favor... No entiendo como puedes ser tan vergonzoso y luego hacer esto, es que no lo entiendo. -replicaba intentando que Max no se acercara al “perímetro de seguridad”. Pero Max se había adelantado y le estaba desabrochando el lazo del pantalón de Zero.
Zero no podía hacer nada más que intentar que Max parase mientras toda su sangre se arremolinaba en un único lugar de su cuerpo. Max ya había bajado su pantalón para cuando Zero pudo darse cuenta.
-¡PARA, EN SERIO! -dijo con la cara del mismo color que una cereza.
-Pues aquí abajo no quieren que pare, de hecho creo que quieren que empiece de una vez. -dijo Max bajando los bóxers de Zero.
Zero, que estaba con la espalda apoyada en la pared, no podía dejar de mirar a Max y de debatirse entre quitar a Max por la fuerza o dejarle que siguiera, porque realmente quería que se calmara su pequeña amiga y desde luego parecía que no iba a hacer, y menos si Max jugueteaba con ella.
Al retirar los bóxers, Max libró a la bestia que escondía Zero con tanto recelo. Zero prefirió voltear la cabeza y cerrar con fuerza los ojos. Ante eso Max, no pudo hacer más que sonreir de medio lado y empezar con la faena. Max agarró el miembro de Zero con una mano haciendo que Zero se estremeciera con un solo rozamiento. Comenzó a masajearlo y Zero no podía más que respirar aceleradamente y ahogar pequeños gemidos desde lo más profundo de su garganta. Zero se sentía como en una nube, no se atrevía ni a mirar a Max por vergüenza.Éste se aburría de tanto masaje por lo que acercó su boca al miembro de Zero, sacó la lengua y lo recorrió de abajo a arriba. Ante eso Zero no pudo hacer otra cosa que soltar un tremendo gemido.
-¡Aaah! Max, no, ya te...te estás pasando... para... -dijo entrecortadamente.
-Pero si acabo de empezar. -respondió Max, divertido.
Se acercó de nuevo a su miembro y empezó a lamer el glande. Primero más despacio y luego incrementando la velocidad. Lamía de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba. Zero estaba perdiendo la cabeza. No sabía en qué momento estallaría. Max interpretó los gemidos de Zero como que quería más, por lo que se acercó más, y después de lamer por última vez el glande de Zero, se introdujo su miembro en la boca. Zero hizo un movimiento más brusco y se agarró fuertemente a las sábanas mientras gemía y miraba al techo conteniéndose. Max sacaba y metía en su boca el miembro Zero, cada vez más rápido, mientras que lo masajeaba con una mano. Zero no podía más. Se estaba derritiendo. Estaba muriendo de placer. Se iba a quedar en el sitio. ¿Qué dirían cuando vieran su cadáver y alrededor un charco de semen? Volvió a la realidad, y cogió suavemente a Max por el pelo. Max iba cada vez más rápido. Zero empujaba la cabeza de Max por pura inercia. Max incrementaba la velocidad y la metía más adentro. Zero no podía más, literalmente. Agarró fuerte a Max por el pelo y tiró hacia atrás.
-¡Aaaah! -gimió Zero mientras se corría.
Pasaron unos segundos hasta que Zero pudo calmarse un poco y abrió los ojos, encontrándose una escena digna de una película yaoi.
-Ya podrías haber apuntado mejor. -dijo Max mirándolo molesto con la mejilla y la boca llena de semen.
-¡Dios, lo siento! -dijo Zero sonrojándose y buscando en el cajón de la mesilla un pañuelo.
Lo sacó y limpió la mejilla de Max, que aún estaba un poco molesto. Después lo dejó en la mesilla.
-Perdona, es que me he emocionado.... -dijo Zero subiéndose los bóxers y los pantalones.
-Ya veo... Mm... Está rico... -dijo Max sentándose frente a Zero.
-¿El qu....? ¿Te lo has tragado? -dijo abriendo mucho los ojos.
-¡Pues si has sido tú el que se ha corrido en mi cara! -dijo señalándola.
-Lo siento... Me habría encantado hacerte una foto. -después de eso abrió los ojos como platos y prefirió no haber dicho en voz alta aquello.
-¿Qué? -dijo Max sorprendido.
-Bueno, parecías un uke de los yaois que, bueno... Para cuando me sienta solo. -dijo riéndose levemente.
-¡Eres estúpido! -dijo dándole con la almohada en la cabeza mientras sus mejillas se tornaban rosas.
-¡Perdoooona!
-Bueno, estarás ya bien, ¿no? -preguntó Max.
-Esto, sí, sí, ha estado genial. Tus amigos tenían razón. -contestó guiñándole un ojo.
-¡Olvídame! ¡No te vuelvo a hacer una en la vida! -dijo tumbándose y dándose la vuelta.
-No te enfades tonto.... -dijo abrazándolo por detrás.

Después de unos minutos, ambos se quedaron totalmente dormidos. Zero había descubierto una faceta nueva de Max que le gustaba bastante, y Max por otra parte, le había gustado esa práctica.
Durmieron placidamente hasta las 10 de la mañana, cuando Zero se despertó primero. Como era costumbre en Zero, bueno, en Zero y en otros millones de hombres, se despertó con una bonita erección. Y como no, Max se despertó justo en ese momento, parecía que tenía una radar, o algo, pensó Zero.

-Joder Zero, tú tienes un problema... -dijo mirándolo, con cara de cansancio.
-Estúpido, a los hombres de mi edad les pasa esto por las mañanas...-dijo levantándose y andado camino al baño.
-¡No te enfades, que era una broma! -le gritó Max desde la cama riéndose.
Cuando Zero terminó de lavarse la cara y los dientes, salió del baño y se encaminó a la cocina para ir preparando el desayuno. Max aprovechó y se metió en el baño para lavarse y peinarse.
Zero preparó tostadas y zumo con cara de sueño, recordando lo de anoche. Estuvo fantástico, pensó.
Max salió del baño y se acercó a la cocina. Se quedó apoyado en el marco, mirando como cocinaba su amante. Éste se dio la vuelta y lo miró.
-Que guapo estás recién levantado. -le dijo Zero sonriendo y poniendo las tostadas en un plato.
Max automáticamente, se dio la vuelta y se fue al salón, con la cara roja.
-¡No entiendo como puedes avergonzarte porque te digo algo bonito y que luego me hagas lo que me haces y ni siquiera te inmutes! -gritó Zero desde la cocina, cogiendo los vasos y los platos.
-Pues porque no era yo el que gemía como un cosaco. -dijo Max entrando repentinamente en la cocina con los brazos cruzados y una ceja arqueada.
-Golpe bajo... -murmuró Zero mientras se iba al salón con los platos y los vasos.
-Já. -rio Max mientras cogía el zumo y se dirigía a la mesa detrás de Zero.

Desayunaron tranquilamente y después recogieron las cosas. Más tarde, ambos fueron al cuarto y comenzaron a vestirse.
-¿No dijiste que harías la cama si hacíamos cosas? Bueno, pues ya te estás poniendo manos a la obra. -le dijo Max en un tono burlón.
-Lo prometido es deuda. Mientras hagamos este tipo de cosas, yo haré la cama. -le contestó Zero.
-Entonces me temo Zero, que la vas a estar haciendo toda tu vida. -dijo Max en un tono divertido mientras se quitaba la camisa del pijama y dejaba ver su espalda.
-¿Ah, sí? -le dijo Zero en tono chulesco.
-Eso espero, si no, me iré de casa. -dijo mientras se quitaba los pantalones y se ponía su camiseta y sus pantalones cortos.
-Tranquilo, te dejaré bien servido, tú espera a esta noche. -dijo Zero susurrándoselo al oído.
Max sentía como sus mejillas se ponían cada vez más rojas e intentó ocultar su cara debajo de su rubio flequillo. Zero vio eso bastante mono, por lo que simplemente sonrió y se puso unos vaqueros oscuros y una camiseta negra de manga larga.
Ambos se acercaron a la entrada y calzaron sus zapatos. Fueron por el centro y dieron un paseo cogidos de las manos. Tras una mañana mirando tiendas y enseñándole la ciudad a Max un poco, Zero le propuso ir a algún sitio romántico a comer. Max le dijo que quería comer pasta, de nuevo, y acabaron en un italiano. Max miraba divertido a Zero y escuchaba gustoso su pronunciación italiana mientras le pedía los platos al maître. Después de pasear durante otro largo rato, se metieron en un fotomatón e hicieron su primera foto juntos. Al rato de varios intentos en los que salían ambos riéndose, cogieron la foto en la que salían los dos sonriendo y Max haciendo la señal de la victoria con la mano.

A las 18:30, llegaron a la residencia, donde Max tuvo que soltarle la mano para acercarse a la cafetería y hablar con su casera. Le dio las llaves a Zero para que fuera a su habitación y lo esperara allí. Zero se encaminó a la habitación de Max cuando, vio que alguien llamaba a la puerta nº 10.

-¿Max? ¿Estás ahí? -preguntó Toshiro mientras llamaba suavemente a la puerta.
-Max está en la cafetería. -contestó Zero desde sus espaldas.
-Ah. -contestó Toshiro dándose la vuelta de un respingo.

Ambos se quedaron en silencio hasta que llegó Max, con algunas cajas en las manos.

-¿Qué pasa? -dijo Max mientras hacía malabares para que las cajas no se cayeran de sus manos y de encima de su cabeza.
-Nada cariño. -contestó Zero mientras le quitaba la caja de encima de la cabeza y las de los brazos.
-No hace falta, si puedo con ellas. -respondió Max.
-Tranquilo, yo te ayudo. -dijo sonriéndole y mirando a Toshiro con cara de ganador.
-No te preocupes, yo también te ayudo. -dijo Toshiro quitándole a Zero algunas cajas.
-Si no es molestia. -dijo Zero intentando recuperar las cajas.
Mientras, Max, que no les prestaba atención porque veía todo aquello algo infantil, abrió la puerta y entró quitándose los zapatos. Zero y Toshiro le siguieron intentando entrar a la vez por la puerta. Toshiro consiguió entrar antes y se marcó un tanto mientras miraba a Zero despectivamente.
Zero, con cara de pocos amigos, cerró las puerta tras de sí y dejó las cajas junto la mesa al igual que Toshiro.

-¿Para qué son las cajas, Max? -preguntó Toshiro. - ¿Y por qué no viniste anoche?
-Dormí con Zero. Las cajas son para la mudanza, bueno, mudanza... Tampoco son tantas cosas como para llamarlo mudanza. -dijo Max abriendo el armario.
-¿Qué! ¡P-Pero, no puedes irte! ¡Todavía no es final de mes, ni nada! -dijo Toshiro algo nervioso.
-Ya bueno, pero falta una semana, además ya he hablado con Yuna y me ha dicho que no me preocupe, que la habitación es mía hasta el 28 de este mes y que me vaya muy bien la mudanza. -respondió Max soriendo.
-¡Cómo te vas a ir con este tío! ¡Es mayor que tú y ni siquiera le conoces! -gritó Toshiro.
-¡PUES A LO MEJOR LO CONOZCO MEJOR DE LO QUE PIENSAS! Además, me gustan los tíos mayores que yo, ¿algún problema? -dijo Max con los brazos en la cintura y gritándole.
-P-Pues.... Da igual... -desistió sentándose en el suelo junto a Zero, que se reía por lo bajini.
Max comenzó a sacar ropa, para tan pocos días la verdad es que había comprado bastante. Apartó un peto vaquero de pantalón corto, unos calcetines altos rosas pastel y una camiseta básica del mismo color de los calcetines y el resto lo guardó en una caja. Después, se metió en el baño con la ropa y lo último que dijo fue que se iba a duchar y que se quedaran “quietecitos”.

-¿Te habrá salido la jugada redonda, no? -espetó Toshiro mientras se oía el agua de la ducha.
-¿Perdona? -dijo Zero algo cabreado.
-Pues que te vas a llevar a Max a vivir contigo y eso solo con veros ni desde hace una semana.
-¿Y qué le hago si estamos enamorados, eh, envidioso? -le dijo Zero burlándose.
-Perdona, pero yo no tengo envidia, solo quiero lo mejor para Max.
-Puede que yo no sea lo mejor para Max, pero estoy dispuesto a entregarle mi vida si es necesario. -dijo Zero muy seriamente, haciendo que Toshiro cerrara la boca durante un rato.
Zero estaba mirando con su móvil algunos mensajes de un compañero de trabajo cuando Max salió por la puerta ya aseado y vestido.
Se acercó a la caja y la siguió llenando con ropa, mientras Zero se acercó y se apoyó en una pared mirando a Max como guardaba la ropa.

-¿Quieres que te ayude? -preguntó Zero.
-Tranquilo, solo es ropa y zapatos, no tengo mucho más. -dijo Max guardando toda la ropa y los zapatos en dos cajas y cerrándolas. Les puso cinta aislante para que no se abrieran y con un bolígrafo puso por fuera “ropa y zapatos” en ambas.
Después abrió una mesita pequeña que había al lado de la televisión, en una esquina. Había un cajón entero lleno de billetes de 5.000 y de 10.000 yenes. Lo sacó todo y lo dejó sobre la mesa. Toshiro y Zero se quedaron boquiabiertos. Después abrió otro cajón y sacó cinco cajas de pastillas, todas del mismo medicamento, y las dejó también encima de la mesa. Después, del segundo cajón sacó también un blog de notas y dibujos y lo dejó sobre la mesa junto al dinero y las pastillas.
Sacó del armario una maleta pequeña, azul pálido y con remaches dorados, la abrió y guardó todo el dinero, el blog y las pastillas en su interior. Después miró a Zero.
-No te mentí cuando te dije que tenía servicio, mi familia es bastante rica. En esta maleta llevo lo más importante, no se puede perder. -dijo cogiéndola fuertemente por el asa.
-Tranquilo, nadie te va a robar mientras vayas conmigo. -dijo mientras miraba a Max afablemente.
-Normal, con esa cara de malaostia, como para robarte. -contestó Toshiro, haciendo reír levemente a Max.
-¡Oye! ¿Y tú por qué te ríes? -dijo algo molesto dirigiéndose a Max.
-Porque me ha hecho gracia -dijo riendo- es verdad que a veces tienes cara de pocos amigos, pero eso es lo que me gusta de ti, que luego conmigo cambias de semblante. -dijo cogiendo su rostro entre sus manos y dándole un tierno beso. Después se fue al baño para recoger los geles y champús.
Toshiro se quedó mirando a Zero con cara de asesino en serie, mientras este le miraba triunfante apoyado en la pared.
Max salió con un montón de botes de gel de varios aromas, champús para cabello claro, cabello fino, cabello teñido y cabello dañado. También con varios botes más pequeños y redondos de mascarillas para alisar, para reestructurar y diversas cosas para el cabello. Volvió al baño. Regresó con más botes. Uno grande que ponía “laca flexible”, uno más pequeño que anunciaba “laca super resistente”, otro muy pequeño y azul que ponía “cera de modelar”.... Otros dos botes grandes y amarillos que ponían “gomina nivel 3” y “gomina nivel 5, extreme” respectivamente. Volvió al baño. Regresó con una esponja pequeña y suave amarilla, un frasco con un líquido dorado en el que ponía “aceite para el cabello” y otro grande que ponía “aceite para masajes, muy excitante” en el que salía una chica semidesnuda con una cara un tanto lujuriosa.
-Mira, este lo compré para usarlo contigo. -dijo Max enseñándole el bote mientras guardaba los demás en otra caja.
-A ver... -dijo Zero cogiéndolo. - Aceite para masajes... Muy excitante...hé... -Zero hizo un pequeño “hé” dando a entender lo bien que se lo iban a pasar y lo contento que estaba de restregárselo por la cara a Toshiro, el hecho en sí, que no el aceite.
Max volvió al baño y cogió tres toallas blancas, una más grande para el cuerpo y otras dos más pequeñas, una para la cara y otra para el pelo. Las metió en la caja de los productos para el cabello y demás y cerró la caja. Puso con un bolígrafo “cosas del baño” y dejó el boli encima de la mesa.
Fue al armario de los futones y las mantas y lo abrió. Practicamente se metió dentro.

-¿Qué haces Max? -dijo Zero apartándose de al lado del armario y mirando a Max desde atrás, que gateaba en el armario.
-S-Sacar unas...cosas... -dijo apartando mantas.
Un momento después, salieron disparadas varias cajas pequeñas, cuatro cajas más grandes y finas y por último unas cuantas latas. Después salió Max, frotándose la frente por el esfuerzo.
-Son cosas que he acumulado... Te dije que no me gustaba ordenar ni limpiar...
-Ya veo... -dijo Zero mirando las cajas.
-¿De qué son? -preguntó Toshiro, que se sentía algo desplazado por las conversaciones de pareja.
-Estas pequeñas son de galletas de oso panda... Estas son de pizzas... Y estas latas son de Calpis. -dijo Max mientras las juntaba para después tirarlas.
-¿Calpis? ¿Te gusta...eso? -preguntó Toshiro algo asqueado.
-Pues sí, sabe a leche con yogurt, ¿qué pasa? -dijo molesto.
-Nada, nada...
-A mí también me gusta, pero prefiero el Hot Calpis. -contestó Zero, haciendo que Toshiro se enfadara.
-¿Sí? Entonces compraremos un montón. -dijo Max sin parar de sonreir, sacándole a Zero otra sonrisa.
-Voy a tirar esto. -dijo Zero cogiendo las cajas y las latas.
-¡Espera Zero! -gritó Max mientras Zero se iba por la puerta.
Se quedaron Toshiro y Max solos. En silencio.

-Oye... ¿Seguro que te lo has pensado bien? -dijo Toshiro, volviendo al tema.
-Estás muy pesado... Qué sí... -respondió Max, ya cansado.
-Pero, ¿es que no te das cuenta de mis sentimientos? -dijo Toshiro acercándose.
-¿Q-Qué sentimientos? -dijo Max apartándose.
-Pues que me gustas, y tú te vas con ese. -dijo Toshiro acorralando a Max contra la pared.
-D-Déjame. -dijo Max algo asustado.
-Quédate, aquí, conmigo... -dijo mientras se acercaba para besarlo, hasta que entró Zero por la puerta.
-¡Déjame! -gritó Max apartándolo y corriendo junto a Zero.
-¿Se puede saber qué estás haciendo?
-¿Qué pasa, que tienes competencia? -dijo Toshiro retándole.
-Há, ¿competencia? Competencia sería si Max no se decidiera entre alguno de nosotros, pero gracias al cielo, eso no es así. -dijo mirando a Max y después a Toshiro.
-V-Vámonos Zero, no quiero estar más aquí... -dijo Max tirándole de la camiseta.
-Claro. -Zero cogió las tres cajas y Max se acercó, cogió su maleta y se alejó rapidamente de Toshiro. Max salió fuera y siguió el pasillo. Zero se detuvo para hablar un momento con él.
-Asúmelo. A Max no le gustas, y si tuvieras un poco de dignidad y de orgullo, le dejarías que hiciera lo mejor para él y lo que más feliz le haga. Adiós. -levantó las cajas del suelo de nuevo y siguió a Max por el pasillo. Toshiro se quedó a solas en la habitación de Max, como en estado de shock, asimilando los hecho acaecidos unos pocos segundos atrás. Era la primera vez que alguien le había rechazado y sin duda le había calado muy hondo.

Max se despidió de Yuna, su casera, y se fue moviendo la mano a modo de despedida a la gente de la cafetería y algunas personas que conocía y que comían con los apuntes en las mesas.
Zero y Max salieron del edificio con las cajas y la maleta. Rodearon el parque en lugar de atravesarlo y llegaron antes. Subieron en el ascensor y dejaron las cajas en el recibidor. Zero le dijo que si quería podía dejar las cosas de la maleta en la mesita de noche de la derecha, que es la que estaba vacía y que él dejaría las dos cajas de ropa en la habitación y la otra en el baño, que pusiera él las cosas como quisiera.
Después, Zero le dijo que estaría trabajando en una cosa, que intentara no hacer mucho ruido. Max le contestó que no, que guardaría la ropa en el armario y lo demás en el baño, y que iría a comprar unas cosas que le hacían falta. Zero se metió en su despacho y empezó a escribir cosas en papeles y a gestionar un par de cosas en su portátil.
Max por su parte, comenzó a guardar su ropa en cajones del armario y perchas. Se dio cuenta de que Zero solo tenía unos tres vaqueros y que en cambio tenía unos cinco trajes diferentes. Pensó que sería verdad eso de que ganaba mucho dinero, y que él debería buscar trabajo.
Cuando terminó de guardar la ropa, sacó los zapatos y plegó las cajas. Se acercó al armario de la entrada y empezó a guardar sus zapatos, también se fijó en que Zero tenía dos pares de deportivas y otros dos de botas y en cambio tenía unos seis pares de mocasines y zapatos para traje.
Zero lo oía andar por el pasillo y no podía controlar su mirada que se dirigía a la puerta cada vez que lo escuchaba, como si tuviera rayos X y pudiera ver a Max andando por su casa, que ahora era de ambos. Se sentía como un recién casado, él trabajando en el despacho y Max poniéndolo todo en orden. De verdad parecían una pareja heterosexual japonesa, de las tradicionales. Luego recordó que ni Max es una ama de casa ni una mujer. Aún así, su ilusión era la misma.
Max se metió en el baño y vio un mueble al lado del inodoro que estaba totalmente vacío. Tenía tres estantes, el de abajo estaba ocupado por el papel higiénico, pero nada más. En el borde de la bañera había un bote de gel de té verde y un champú para cabellos normales. Por un momento pensó que si Zero tenía caspa, con su color de pelo no se notaría. Le hizo gracia aquella tontería que acababa de pensar y rió solo. Después miró el lavabo. Había un bote de espuma de afeitar y una cuchilla. Se le vino a la mente un Zero con barba. No sabía si imaginárselo con la barba blanca o negra. Igualmente, no le gustaban mucho los hombres con barba, así que desechó la idea. Luego se dio cuenta de que Zero estaba casi perfectamente depilado... ¿Pensó que iban a hacer algo y por eso se depiló? Porque la última vez, cuando lo vio mientras se cambiaba, parecía que estaba recién depilado. No es que él se depilara, pero su primo sí y sabía de qué iba ese rollo. Por supuesto Max no se había depilado en su vida, tampoco se había afeitado. Su padre no era de mucho pelo, y su madre menos aún. Teniendo en cuenta que era rubio y además que tenía genes japoneses (Se sabe que los japoneses no tienen mucho vello.) pues veía normal el no tener pelo, de hecho daba gracias a la genética porque así fuera.
Cogió los botes y los fue poniendo en la estantería. Se sentía como si estuviera invadiendo el espacio de alguien, solo esperó que Zero no le dijera algo como “¿Por qué tienes tantas cosas? No me dejas espacio y esta es mi casa, quiero que las tires ahora mismo.” Si Zero le dijera eso, realmente Max no podría parar de llorar en una semana. Dejó su champú para cabellos finos y su gel de chocolate junto a los de Zero y plegó la otra caja. Después dejó sus toallas junto a las de Zero en un asa que colgaba de la pared. Cogió las cajas plegadas y pensó en guardarlas en la habitación que estaba cerrada. A fin de cuentas, no había nada dentro ni usaba esa habitación, allí no molestarían y podrían volver a usarse. Se acercó a la habitación, la abrió y dejó las cajas en el suelo, junto a la puerta. Pudo observar que la habitación era oscura, tenía todas las ventanas cerradas y con las persianas echadas. Había una puerta que conduciría seguramente a otro baño, como el de la habitación de Zero y el polvo reinaba el suelo por completo. Cerró la puerta y se sentó un momento en el sofá, cansado de tanto trabajo. Entonces recordó que quería comprar un par de cosas. Fue a la habitación y sacó varios billetes de la mesilla, se los guardó en el bolsillo del peto, cogió unas llaves que había encima del mueble de la entrada, y salió sin hacer ruido, para no molestar a Zero.
Al oír la puerta, Zero salió del despacho. Se asomó y vio que estaban sus zapatillas pero las converse negras bajas de Max no. Recordó que le había dicho que después de ordenar iría a comprar unas cosas que le hacían falta. Eran las 20:06 y Zero pensó en ir preparando la cena. Se metió en la cocina y comenzó a cocinar.

Max tardó una hora y media en llegar a casa, cosa que preocupó un poco a Zero. A las 21:34, Max entró por la puerta cargado de bolsas.

-¡Ya estoy en casa! -saludó Max descalzándose mientras se tambaleaba por el peso de las bolsas.
-¡Hola cariño!- dijo Zero desde la cocina, feliz de escuchar ese saludo tan cariñoso y hogareño de su pequeño.
Zero dejó de cocinar y entró en el salón para ver que había comprado Max. Se sorprendió al ver un montón de bolsas que enterraban a Max en el sofá. Max extendió las piernas y puso sus pequeños pies sobre la mesa, cansado.
-¡Me duelen un montón los pies! Pero ha merecido la pena. -dijo Max radiante de felicidad quitando los pies de la mesa y sacando las cosas que había comprado.
-Sí que te gusta salir de compras... ¿Qué has comprado? -dijo Zero apoyándose en el sofá por detrás.
-Pues mira... -dijo Max sacando cosas. - Este portátil, que siempre había querido tener uno. -dijo sacando una caja con un portátil negro. -Este Ipod, porque yo sin música, no puedo vivir. -dijo sacando otra caja con un Ipod azul celeste. -Unos cascos grandes y otros pequeños.... -continuó sacando una caja con unos cascos grandes rosas y otra caja pequeña con unos pequeños cascos verdes con ranitas. -Este pedazo de móvil. -dijo sacando la caja de un Iphone. -¡Y por último esta funda tan mona para el Iphone! -dijo sacando una última caja transparente que dejaba ver una funda para Iphone azul con una mariposa.
-Madre mía... ¿Y esa otra bolsa? -preguntó Zero señalando a una bolsa que ni había tocado.
-Ah bueno, son calzoncillos de Calvin Klein, que con tanto comprar ropa, había olvidado completamente la ropa interior.
-Da igual, estás mejor sin ella. -dijo perversamente Zero desde sus espaldas.
-Bueno, tú no me has visto. -dijo Max sacando varios calzoncillos de marca negros, grises, rojos...
-Ya me sacarás de dudas, aunque ya te digo que creo que estás mejor sin ella... -dijo Zero lamiéndole su oreja y desapareciendo de detrás para ir a la cocina.
Max se ruborizó y cogió sus cosas. Las llevó todas a la habitación y las dejó sobre la cama. Dejó el portátil, el Ipod, el Iphone y los cascos sobre la mesa de la habitación y guardó los calzoncillos en el armario. Menos unos negros. Se quitó la ropa rapidamente por si venía Zero y se puso los calzoncillos nuevos. Se metió en el baño y miró en el espejo como le quedaban. A su ver le quedaban bastante bien. Salió del baño, y cogió otra bolsa que había ocultado en la ropa de los calzoncillos. Contenía un delantal blanco, corto, con algunos volantes. Zero le había dicho en alguna ocasión que le gustaría verlo cocinar en ropa interior y con delantal (Bueno, realmente Zero dijo “ con delantal y sin nada debajo”, pero ya que estaba, pues estrenaba bóxers. Se ató el delantal al cuello y a la espalda y se acercó sigilosamente a la cocina. Asomó un poco la cabeza y vio a Zero friendo huevos y salchichas. Se apoyó en el marco y tosió débilmente para llamar su atención. Zero miró a Max y al segundo de verlo estuvo a punto te tirar la sartén por los aires. Se quedó de piedra y con la boca abierta, se podría decir que si Max no se hubiera acercado y se la hubiera cerrado con la mano tal vez estaría llenando el suelo de babas.

-He pensado que me podrías... enseñar a cocinar. -dijo Max con un deje de sensualidad y mirándolo lascivamente.
-P-Pues.... Creo que se me acaba de olvidar... -dijo Zero, en las nubes.
-Hahahaha. -Max dejó a un lado la sensualidad y las tonterías y empezó a reír.
-A ver, a ver.... Da una vuelta. -ordenó Zero mientras lo miraba de arriba a abajo.
Max dio una vuelta cual modelo de pasarela de ropa interior y Zero se quedó mirando su culo como un tonto.
-Bien, bien... -Zero no podía decir otra cosa.
-Bueno, ya lo has visto, ya me puedo vestir. -se dio media vuelta y se fue por donde había venido.
Zero se quedó atontado mirando como se alejaba y se le empezó a quemar un poco la comida, así que siguió comiendo como si no hubiera pasado nada.
Max volvió a la habitación y guardó el delantal en el armario. Se puso de nuevo la ropa y dejó los calzoncillos en el cesto de la ropa sucia en el baño.


Cenaron tranquilamente mientras hablaban. Zero le preguntó qué era el paquete que había encima de la mesa y Max le dijo que eran pasteles, para el postre. Ambos, felices y enamorados, se comieron los pasteles mientras veían un programa japonés de cómicos. Riendo y comiendo, como dos tortolitos, que lo eran, pasaron una buena noche. Después, a eso de las 12 de la noche, Zero le dijo a Max que se fueran a dormir, que hoy había pedido el día libre en el trabajo, pero que mañana tenía que levantarse a las 8 para ir a trabajar. Max asintió, y algo triste, se fueron a la habitación. Max pensaba que, como Zero le había dicho esa misma mañana que le dejaría bien servido, harían el amor. Max estaba algo nervioso. Aunque ya habían practicado sexo oral, eso no era nada comprado con... lo otro. Max estaba entre nervioso e impaciente. Hasta que Zero le dijo que se fueran a dormir, que tenía que madrugar. Bueno, iban a vivir juntos, habría muchas noches, pensó Max, consolándose. Ambos se pusieron el pijama y se metieron en la cama. Zero puso en hora el despertador y dejó su móvil sobre la mesilla de noche.
Max se tumbó en el lado izquierdo de la cama (el derecho mirando desde fuera), y se puso de lado, mirando a Zero. Éste apagó la luz y lo miró también. Lo besó tiernamente en los labios y después le deseó buenas noches.

-Buenas noches cariño. -dijo Zero.
-Oye Zero... -dijo Max, vergonzoso.
-Dime.
-Esta mañana dijiste que... Bueno que... Que esta noche haríamos...algo.-dijo Max, soltándolo al fin.
-¿Eh? Ah sí, bueno, no pensé que te acordarías, es decir... Pensé que era algo pronto y que no querrías... Y como tengo que madrugar...
-No, si no importa... -dijo Max agachando la cabeza.
-¡Eh! -dijo agarrando del mentón a Max. - ¡Claro que importa! ¡Y si tú quieres, l-lo haremos a-ahora mismo! -dijo Zero, con nerviosismo en la voz.
-N-No...
-¿C-Cómo que no? -dijo Zero, que estaba ya quitándose la camiseta del pijama.
-Que no... Prefiero cualquier otro día que no estés pendiente de tu trabajo...
-Cariño, tú eres lo primero... Pero de verdad que no pensé que te acordarías, más bien pensé que parecía un baboso yendo tan rápido, pero veo que no quieres perder el tiempo. -dijo Zero con una sonrisa pervertida en su cara.
-¡Q-Qué no es eso! -dijo Max alejándose con cierto rubor en la cara.
-¡Anda que no!-dijo Zero cogiéndolo en sus brazos mientras Max se resistía- Bueno, pues entonces este fin de semana no vamos a salir de la cama, ¿te parece bien? Yo solo trabajo los días de semana y algún domingo suelto. Así que el viernes... El viernes va a arder Troya. -dijo Zero, con los ojos llameantes de emoción.
-T-Tampoco es para ponerse así, me estás poniendo más nervioso.... -dijo Max, algo asustado.
-Tranquilo, si estoy igual de nervioso o más que tú.... -dijo Zero, avergonzado.
-Venga, vamos a dormir, que tienes que madrugar.
-Sí...¿Quieres que te despierte, o te dejo dormir? -preguntó Zero.
-Déjame dormir, por favor. -suplicó Max.
-De acuerdo. -dijo Zero abrazándolo mientras se quedaban dormidos.

La cabeza de Max daba vueltas. Demasiado movimiento para un solo día, que llegaba a su fin. Nunca había sentido ese dolor en el pecho, ese ardor en el estómago cuando alguien le abrazaba, pero con Zero era diferente, con Zero era como estar en una montaña rusa sentimental, pero sin náuseas.

Finalmente, era feliz.

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