martes, 7 de agosto de 2012

20 | 31/10/08 – Japón, Tokyo. Lluvioso.


Max había vagado toda la noche bajo la lluvia buscando algún sitio en el que cobijarse. No había cogido nada de dinero, se lo había dejado en la casa de Zero, y encima no llevaba ninguna llave para volver a por sus cosas. No pensaba presentarse allí para coger sus cosas, no quería volver a verle la cara, no después de haber visto aquella cara llena de odio cuando le gritó.
Corrió y corrió hasta encontrar un callejón solitario, Era un callejón estrechísimo, sin salida. Se metió y comprobó que no caía agua. Los toldos de las casas impedían que la lluvia lo mojase. Al final del callejon había varios muebles viejos. Se acercó, a lo mejor alguno me sirve, pensó.
Efectivamente, entre ellos había un colchón, entre mojado y sucio. Lo cogió como pudo y lo tumbó en el suelo. Después, con varias tablas de madera lo tapó por ambos lados para que desde fuera no se le viese. Cogió un par de periódicos de una esquina y se tapó con ellos después de tumbarse en el colchón. Estaba frío, mojado, solo, triste, enfadado.... Demasiadas emociones para un solo día. Le encantaría poder dormirse y despertarse en su habitación de la Residencia Sakurada, comos si nada hubiese ocurrido... Como si jamás hubiera conocido a Zero.
¿Truco o trato? susurró Max antes de quedarse dormido.


Después de ver la ventana abierta, Zero había salido a la calle, bajo la lluvia, gritando el nombre de Max y buscándolo en vano. Después de horas y horas corriendo y gritando debajo de la lluvia, Zero volvió a casa, más triste que nunca. Estoy peor que cuando maté a mi padre, se dijo Zero a sí mismo. ¿Cómo había podido dejar que eso sucediera? Si tan solo no le hubiera gritado... Si tan solo hubiera dejado el viaje... Si tan solo no fuera tan sumamente gilipollas...
Zero, después de dos años, cogió un cigarrillo y lo encendió. Le invadía el cuerpo, le perforaba los pulmones, le dejaba sin aliento, le ardía el alma... Junto con el cigarro y una botella de whiskey, Zero se sentó en el borde de la ventana por la que había escapado el amor de su vida y comenzó a beber y a fumar. Darse al vicio es lo mejor después de una relación amorosa fallida... pensó Zero.
Y por primera vez en mucho tiempo, unas lágrimas surcaron el rostro de Zero, que intentaba esconder debajo de su blanco flequillo. 

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