viernes, 3 de agosto de 2012

8 | 22/2/06 - Japón, Tokyo. Niebla.




19:33.
Zero se iba a trabajar a las 17:45. Tenía que coger el coche e ir a su oficina, no muy lejos de casa, pero sí lo suficiente como para tener que coger su vehículo personal. Desde esa hora hasta las 22:00, Max estaba solo en casa. Aunque él tenía dinero,Zero no le dejaba pagar casi nada, se sentía bastante mal por estar “de gratis”, así que aprovechando la ausencia de Zero por las tardes, comenzó a aprender a cocinar con un programa de televisión que emitían cada tarde a las 19:20. El programa era nuevo, así que empezaron con platos fáciles y básicos de la gastronomía japonesa. Por mucho japonés que Max supiese, algunos ingredientes no sabía cuales eran, así que le daba su “toque personal”.


Zero estaba en un club llamado “DIRTY CASH”. El nombre en sí ya no inspiraba bastante confianza, pero al entrar se perdía completamente. El local era amplio, todo negro y con toques azules eléctrico. Era un gran salón, había sillones grandes de cuero negro, mesas de madera negra para jugar a las cartas o simplemente sentarse a tomar algo... Zero estaba sentado en un taburete de la barra, una chica preciosa pelirroja le servía un bourbon.
-¿Seguro que quieres otro, Zero? -preguntó la señorita.
-Sí... Que se me pase rápido este rato. -respondió amargamente.

Zero odiaba su trabajo. A lo mejor era por eso por lo que había mentido a Max. Se sentía fatal. No quería engañarlo, y menos nada más empezar, pero no quería que se llevara una mala impresión de él, ya había aceptado bastante bien que era un “asesino”, pero no quería contarle que era... Mafioso.
No, no y mil veces no. Max le dejaría, él se entregaría a la bebida (más aún) y acabaría suicidándose. Además, no quería que Max se viera involucrado en nada que tuviera que ver con aquel mundo horrible, él era demasiado inocente (cuando quiere, claro) y aquel club era lo último que Zero quería que él viese.
Estaba esperando a que le encargaran alguna misión, y mientras esperaba se regodeaba en su asco. Veía como muchos hombres trajeados estaban sentados en una mesa, jugando al póker. Algunos de ellos tenían preciosas chicas ligeras de ropa a su lado, que a cada jugada ganadora se les acercaban más.
Al fondo del local, en la zona central, había un pequeño escenario. A veces había actuaciones de grupos no muy conocidos pero que tocaban bien, amenizaban el local, aunque aquel tugurio no merecía ni la presencia de los músicos. Otras veces colocaban una barra metálica en el centro de la pista y una chica hacía un strepteasse. Los hombres le metían billetes en el tanga o directamente se los tiraban. A Zero nunca le interesó ni lo más mínimo, y ahora que lo pensaba, tal vez era gay desde hace más tiempo del que él creía. Aunque nunca se había fijado en ningún chico hasta que apareció Max. En definitiva, era Maxsexual.


Max había terminado ya la cena. Onigiris (bolas de arroz) y Sopa de miso. Aunque Max sabía que no era mucho, era todo cuanto podía hacer. Quería que Zero llegara y viera la comida en la mesa, todo ordenado y le dijera algo como “Max, eres genial, te quiero cariño.”. Colocó todo en la mesa y ordenó la cocina, que la había dejado horriblemente mal.


Zero no podía parar de pensar en Max. Le había dicho que no harían nada hasta el fin de semana, que no saldrían de la cama. Era lo único que tenía en mente. Era miércoles, maldita sea, ¿por qué no puede pasar un poco más rápido el tiempo? , pensaba Zero.
Él le había soltado a Max que estaba cansado, que iba a trabajar, que no creía que Max se acordaría... Excusas. Estaba nervioso. Nervioso a secas. Nunca había hecho nada con nadie, y eso se nota. Claro que había tenido una adolescencia algo “efervescente”, como todos, pero de ahí al sexo con otra persona había un gran trecho. No sabía como afrontar la situación, a cada día que pasaba veía más apetecible a Max. Esa manera grácil que tenía de andar, esas miradas tan profundas, sus labios posándose inocentemente sobre los suyos... Se estaba poniendo malísimo, y en el club encima. Encima.... La mente de Zero malpensaba con cualquier tontería. Encima. O debajo. O de lado. O en el suelo, sobre la mesa, en el sofá, en la cama... ¡En la ducha maldita sea!
Zero necesitaba un respiro. Se levantó del taburete, le dejó una propina a la chica pelirroja de detrás de la barra y salió por una puerta del fondo. Subió por unas escaleras hasta la azotea. Una vez allí se acercó al bordillo y sacó algo de su bolsillo. Era un paquete de tabaco que había comprado al salir de casa. Aún no le había dicho a Max que fumaba, pero como sabía que Max no, decidió fumar solo cuando él no estuviera delante. No quería afectar a su salud. Cogió un cigarrillo y lo encendió con la otra mano. El humo y la nicotina penetraban en sus pulmones, en su cuerpo... Como él quería hacerlo con Max. No penetrándole los pulmones claro, pero sí algún que otro orificio.
Realmente estaba necesitado. Necesitaba amor. Necesitaba pasión y la necesitaba ya.
Siguió fumando hasta que el cigarro se consumió.


Max tardó horas en limpiar todo el estropicio, pero finalmente acabó y lo dejó todo como los chorros del oro. Se sentó en el sofá a esperar a Zero. Estaban dando en televisión una serie japonesa. El hombre llegaba de trabajar, se aflojaba la corbata y se descalzaba. La mujer, sonriente, le cogía el maletín y le tocaba cariñosamente el hombro. El hombre le decía que había tenido un día agotador. La mujer le respondió que el baño ya estaba listo y que si quería tomarlo antes de la cena.
¿Querría Zero tomar un baño al volver? ¿Y si se lo pedía y él no lo había preparado? pensó Max.



Eran las 21:45 cuando Zero salía del club. Había tenido un día tranquilo. Una reunión, un par de gestiones con su jefe, algún peloteo básico a mafiosos de otros países y poco más. Cogió su maletín y se metió en el coche. Fue conduciendo tranquilamente hasta casa. Al llegar estaba más nervioso aún que la vez que Max le estaba haciendo trabajitos en las partes bajas. No sabía si podría mirar a Max a la cara sin poder imaginárselo gimiendo o retorciéndose de placer. El simple hecho de pensar que Max le podría descubrir mientras pensaba aquellas cosas le ponía más nervioso. Adoptó una pose de cansancio general y abrió la puerta lentamente.

-Ya estoy en casa... -dijo Zero sin alzar mucho la voz, para que se viera que estaba cansado.
-¡Zero! -Max llegó corriendo y se lanzó a sus brazos mientras le besaba tiernamente a modo de bienvenida.
-Hola cariño. -dijo Zero sonriendo.
-Hola Zero, ¿estás muy cansado? -preguntó Max preocupado masajeándole un hombro.
-No, no, lo normal vamos... -respondió Zero sin darle importancia.
-Esto... He preparado la cena, pero... He preparado el baño, por si quieres tomarlo antes. -dijo Max algo vergonzoso.
-¿E-El baño? -dijo extrañado- Hahahah, ¡qué mono eres por favor! -exclamó mientras lo abrazaba.
-E-Es que pensé que aquí era lo normal, yo.... -dijo Max, escondiendo su cara en el pecho de Zero.
-Vale, ¿te quieres bañar conmigo? -preguntó sonriente.
-¿E-Eh? P-Pues yo...

Pero para cuando pudo terminar la frase, Zero ya lo estaba llevando de la mano al baño, desaflojando su corbata. Dejó el maletín al lado de la puerta por fuera y cerró. Max había llenado la bañera con agua caliente. Miró a Max que estaba rojo como un tomate, no sabía si por la vergüenza o por el vapor que inundaba el baño.
-Venga hombre, que no te dé vergüenza. -dijo abrazándolo por la cintura.
-Si no me da vergüenza, es que... -dijo Max volteando la cara y poniendo sus manos sobre los hombros de Zero.
Zero tomó eso por un sí y se empezó a quitar la ropa. Max lo imitó y comenzó a desvestirse. Dejaron su ropa en el suelo y se metieron los dos en la bañera, sentados uno frente al otro.

-Aaah, que relajante después de un duro día de trabajo. -dijo Zero mientras acomodaba la espalda contra la pared de la bañera.
-Sí, imaginé que vendrías cansado...
-¿Sabes? -dijo incorporándose un poco -Tienes un cuerpecito adorable.-dijo agarrando a Max de la cintura y sonriéndole.
-¿E-Eh? -dijo Max totalmente avergonzado.
-Sí, tienes las piernas y la cintura muy delgaditos. Si te dejaras el pelo largo te confundirían con una mujer. -dijo guiñándole el ojo.
-¡Yo no soy una mujer! -exclamó bastante enfadado cruzando los brazos.
-Oh, pero no te enfades, ¿qué pasa, te han confundido alguna vez?
-Sí, desde que soy pequeño llevan diciéndome que tengo cara y cuerpo de niña, estoy harto...
-Bueno, pero eres un chico, que opinen lo que quieran. -dijo acercándolo un poco más.
-Sí... supongo.

Max se puso de rodillas frente a Zero y se ofreció a lavarle la cabeza diciendo que le hacía ilusión. Definitivamente, Max era la cosa más adorable que Zero había visto jamás. Estaba masajeándole suavemente la cabeza, creando mucha espuma. Tenía de primera vista el cuerpo desnudo de Max. Podía ver su torso, delgado pero marcado. Su barriga delgada y pálida, suavísima al tacto. Y más abajo... Se perdía en el agua, que a causa de la bañera se veía toda verde, por lo que no podía distinguir nada que estuviera bajo el agua. Max cogió el grifo extensible y le aclaró el champú de la cabeza a Zero. Observaba su espalda ancha y musculada. Sus pectorales y abdominales bien definidos. Sus brazos fuertes, con un tatuaje de un dragón en su brazo derecho. Nunca lo había dicho, pero el tatuaje de Zero le ponía bastante. Y más abajo de su cintura.... Nada. Una pena, el agua no le dejaba ver nada. Ambos silenciosos, ambos deseosos. Ninguno decía nada pero con la mirada lo decían todo.
Después, Max se sentó entre las piernas de Zero, de espaldas, apoyándose en su pecho. Max estaba bastante relajado, de hecho no le quedaba mucho para quedarse dormido.... Si no fuera porque algo lo sacó de su ensimismamiento. El miembro erecto de Zero chocaba con la parte baja de su espalda. Él no decía nada al respecto, ni una variación en su respiración, ni un quejido, Zero no soltó nada, era como si no se enterase...
Zero estaba luchando con toda su alma para no perder el control. Había aguantado bastante bien aun teniendo a Max en primera plana desnudo y mojado. Pero no, se tenía que tumbar encima suyo, y de espaldas encima. Se empezaba a preguntar si no lo haría aposta. Max tenía un lado maligno y perverso bastante bien trabajado. Pero se aguantó. Hasta que finalmente el aguante cedió. Fue como una liberación y a la vez una PUTADA. Con todas sus letras. Porfavorporfavorporfavor, que Max no se entere... Pensaba Zero. Tarde, Max se estaba dando la vuelta y lo miraba con una ceja alzada, como sarcástico.

-Creo que voy a salirme ya.

Y acto seguido se levantó. Se quedó unos segundos frente a Zero, totalmente desnudo, mojado y con la ceja aún alzada. Después, salió de la bañera, cogió una toalla y se fue del baño.
Zero estaba en shock..... Max la tenía más grande que él teniendo 6 años menos.




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