19:33.
Zero
se iba a trabajar a las 17:45. Tenía que coger el coche e ir a su
oficina, no muy lejos de casa, pero sí lo suficiente como para tener
que coger su vehículo personal. Desde esa hora hasta las 22:00, Max
estaba solo en casa. Aunque él tenía dinero,Zero no le dejaba pagar
casi nada, se sentía bastante mal por estar “de gratis”, así
que aprovechando la ausencia de Zero por las tardes, comenzó a
aprender a cocinar con un programa de televisión que emitían cada
tarde a las 19:20. El programa era nuevo, así que empezaron con
platos fáciles y básicos de la gastronomía japonesa. Por mucho
japonés que Max supiese, algunos ingredientes no sabía cuales eran,
así que le daba su “toque personal”.
Zero
estaba en un club llamado “DIRTY CASH”. El nombre en sí
ya no inspiraba bastante confianza, pero al entrar se perdía
completamente. El local era amplio, todo negro y con toques azules
eléctrico. Era un gran salón, había sillones grandes de cuero
negro, mesas de madera negra para jugar a las cartas o simplemente
sentarse a tomar algo... Zero estaba sentado en un taburete de la
barra, una chica preciosa pelirroja le servía un bourbon.
-¿Seguro
que quieres otro, Zero? -preguntó la señorita.
-Sí...
Que se me pase rápido este rato. -respondió amargamente.
Zero
odiaba su trabajo. A lo mejor era por eso por lo que había mentido a
Max. Se sentía fatal. No quería engañarlo, y menos nada más
empezar, pero no quería que se llevara una mala impresión de él,
ya había aceptado bastante bien que era un “asesino”,
pero no quería contarle
que era... Mafioso.
No, no y mil veces no. Max le dejaría, él se entregaría a la
bebida (más aún) y acabaría suicidándose. Además, no quería que
Max se viera involucrado en nada que tuviera que ver con aquel mundo
horrible, él era demasiado inocente (cuando quiere, claro) y aquel
club era lo último que Zero quería que él viese.
Estaba
esperando a que le encargaran alguna misión, y mientras esperaba se
regodeaba en su asco. Veía como muchos hombres trajeados estaban
sentados en una mesa, jugando al póker. Algunos de ellos tenían
preciosas chicas ligeras de ropa a su lado, que a cada jugada
ganadora se les acercaban más.
Al
fondo del local, en la zona central, había un pequeño escenario. A
veces había actuaciones de grupos no muy conocidos pero que tocaban
bien, amenizaban el local, aunque aquel tugurio no merecía ni la
presencia de los músicos. Otras veces colocaban una barra metálica
en el centro de la pista y una chica hacía un strepteasse.
Los hombres le metían billetes en el tanga o directamente se los
tiraban. A Zero nunca le interesó ni lo más mínimo, y ahora que lo
pensaba, tal vez era gay desde hace más tiempo del que él creía.
Aunque nunca se había fijado en ningún chico hasta que apareció
Max. En definitiva, era Maxsexual.
Max
había terminado ya la cena. Onigiris (bolas de arroz) y Sopa de
miso. Aunque Max sabía que no era mucho, era todo cuanto podía
hacer. Quería que Zero llegara y viera la comida en la mesa, todo
ordenado y le dijera algo como “Max,
eres genial, te quiero cariño.”.
Colocó todo en la mesa y ordenó la cocina, que la había dejado
horriblemente mal.
Zero
no podía parar de pensar en Max. Le había dicho que no harían
nada hasta el fin de
semana, que no saldrían de la cama. Era lo único que tenía en
mente. Era miércoles, maldita
sea, ¿por qué no puede pasar un poco más rápido el tiempo? ,
pensaba Zero.
Él
le había soltado a Max que estaba cansado, que iba a trabajar, que
no creía que Max se acordaría... Excusas. Estaba nervioso. Nervioso
a secas. Nunca había hecho
nada con nadie, y eso se
nota. Claro que había tenido una adolescencia algo “efervescente”,
como todos, pero de ahí al sexo con otra persona había un gran
trecho. No sabía como afrontar la situación, a cada día que pasaba
veía más apetecible a Max. Esa manera grácil que tenía de andar,
esas miradas tan profundas, sus labios posándose inocentemente sobre
los suyos... Se estaba poniendo malísimo, y en el club encima.
Encima....
La mente de Zero malpensaba con cualquier tontería. Encima. O
debajo. O de lado. O en el suelo, sobre la mesa, en el sofá, en la
cama... ¡En la ducha maldita sea!
Zero necesitaba un respiro. Se levantó del taburete, le dejó una
propina a la chica pelirroja de detrás de la barra y salió por una
puerta del fondo. Subió por unas escaleras hasta la azotea. Una vez
allí se acercó al bordillo y sacó algo de su bolsillo. Era un
paquete de tabaco que había comprado al salir de casa. Aún no le
había dicho a Max que fumaba, pero como sabía que Max no, decidió
fumar solo cuando él no estuviera delante. No quería afectar a su
salud. Cogió un cigarrillo y lo encendió con la otra mano. El humo
y la nicotina penetraban en sus pulmones, en su cuerpo... Como él
quería hacerlo con Max. No penetrándole los pulmones claro, pero sí
algún que otro orificio.
Realmente estaba necesitado. Necesitaba amor. Necesitaba pasión y la
necesitaba ya.
Siguió fumando hasta que el cigarro se consumió.
Max tardó horas en limpiar todo el estropicio, pero finalmente acabó
y lo dejó todo como los chorros del oro. Se sentó en el sofá a
esperar a Zero. Estaban dando en televisión una serie japonesa. El
hombre llegaba de trabajar, se aflojaba la corbata y se descalzaba.
La mujer, sonriente, le cogía el maletín y le tocaba cariñosamente
el hombro. El hombre le decía que había tenido un día agotador. La
mujer le respondió que el baño ya estaba listo y que si quería
tomarlo antes de la cena.
¿Querría
Zero tomar un baño al volver? ¿Y si se lo pedía y él no lo había
preparado? pensó
Max.
Eran
las 21:45 cuando Zero salía del club. Había tenido un día
tranquilo. Una reunión, un par de gestiones con su jefe, algún
peloteo básico a mafiosos de otros países y poco más. Cogió su
maletín y se metió en el coche. Fue conduciendo tranquilamente
hasta casa. Al llegar estaba más nervioso aún que la vez que Max le
estaba haciendo trabajitos
en las partes bajas.
No
sabía si podría mirar a Max a la cara sin poder imaginárselo
gimiendo o retorciéndose de placer. El simple hecho de pensar que
Max le podría descubrir mientras pensaba aquellas cosas le ponía
más nervioso. Adoptó una pose de cansancio general y abrió la
puerta lentamente.
-Ya estoy en casa... -dijo Zero sin alzar mucho la voz, para que se
viera que estaba cansado.
-¡Zero! -Max llegó corriendo y se lanzó a sus brazos mientras le
besaba tiernamente a modo de bienvenida.
-Hola cariño. -dijo Zero sonriendo.
-Hola Zero, ¿estás muy cansado? -preguntó Max preocupado
masajeándole un hombro.
-No, no, lo normal vamos... -respondió Zero sin darle importancia.
-Esto... He preparado la cena, pero... He preparado el baño, por si
quieres tomarlo antes. -dijo Max algo vergonzoso.
-¿E-El baño? -dijo extrañado- Hahahah, ¡qué mono eres por favor!
-exclamó mientras lo abrazaba.
-E-Es que pensé que aquí era lo normal, yo.... -dijo Max,
escondiendo su cara en el pecho de Zero.
-Vale, ¿te quieres bañar conmigo? -preguntó sonriente.
-¿E-Eh? P-Pues yo...
Pero para cuando pudo terminar la frase, Zero ya lo estaba llevando
de la mano al baño, desaflojando su corbata. Dejó el maletín al
lado de la puerta por fuera y cerró. Max había llenado la bañera
con agua caliente. Miró a Max que estaba rojo como un tomate, no
sabía si por la vergüenza o por el vapor que inundaba el baño.
-Venga hombre, que no te dé vergüenza. -dijo abrazándolo por la
cintura.
-Si no me da vergüenza, es que... -dijo Max volteando la cara y
poniendo sus manos sobre los hombros de Zero.
Zero tomó eso por un sí y se empezó a quitar la ropa. Max lo imitó
y comenzó a desvestirse. Dejaron su ropa en el suelo y se metieron
los dos en la bañera, sentados uno frente al otro.
-Aaah, que relajante después de un duro día de trabajo. -dijo Zero
mientras acomodaba la espalda contra la pared de la bañera.
-Sí, imaginé que vendrías cansado...
-¿Sabes? -dijo incorporándose un poco -Tienes un cuerpecito
adorable.-dijo agarrando a Max de la cintura y sonriéndole.
-¿E-Eh? -dijo Max totalmente avergonzado.
-Sí, tienes las piernas y la cintura muy delgaditos. Si te dejaras
el pelo largo te confundirían con una mujer. -dijo guiñándole el
ojo.
-¡Yo no soy una mujer! -exclamó bastante enfadado cruzando los
brazos.
-Oh, pero no te enfades, ¿qué pasa, te han confundido alguna vez?
-Sí, desde que soy pequeño llevan diciéndome que tengo cara y
cuerpo de niña, estoy harto...
-Bueno, pero eres un chico, que opinen lo que quieran. -dijo
acercándolo un poco más.
-Sí... supongo.
Max
se puso de rodillas frente a Zero y se ofreció a lavarle la cabeza
diciendo que le hacía
ilusión.
Definitivamente, Max era la cosa más adorable que Zero había visto
jamás. Estaba masajeándole suavemente la cabeza, creando mucha
espuma. Tenía de primera vista el cuerpo desnudo de Max. Podía ver
su torso, delgado pero marcado. Su barriga delgada y pálida,
suavísima al tacto. Y más abajo... Se perdía en el agua, que a
causa de la bañera se veía toda verde, por lo que no podía
distinguir nada que estuviera bajo el agua. Max cogió el grifo
extensible y le aclaró el champú de la cabeza a Zero. Observaba su
espalda ancha y musculada. Sus pectorales y abdominales bien
definidos. Sus brazos fuertes, con un tatuaje de un dragón en su
brazo derecho. Nunca lo había dicho, pero el tatuaje de Zero le
ponía
bastante. Y más abajo de su cintura.... Nada. Una pena, el agua no
le dejaba ver nada. Ambos silenciosos, ambos deseosos. Ninguno decía
nada pero con la mirada lo decían todo.
Después,
Max se sentó entre las piernas de Zero, de espaldas, apoyándose en
su pecho. Max estaba bastante relajado, de hecho no le quedaba mucho
para quedarse dormido.... Si no fuera porque algo
lo sacó de su ensimismamiento. El miembro erecto de Zero chocaba con
la parte baja de su espalda. Él no decía nada al respecto, ni una
variación en su respiración, ni un quejido, Zero no soltó nada,
era como si no se enterase...
Zero
estaba luchando con toda su alma para no perder el control. Había
aguantado bastante bien aun teniendo a Max en primera plana desnudo y
mojado. Pero no, se tenía que tumbar encima suyo, y de espaldas
encima. Se empezaba a preguntar si no lo haría aposta. Max tenía un
lado maligno y perverso bastante bien trabajado. Pero se aguantó.
Hasta que finalmente el aguante cedió. Fue como una liberación y a
la vez una PUTADA. Con
todas sus letras. Porfavorporfavorporfavor,
que Max no se entere... Pensaba
Zero. Tarde, Max se estaba dando la vuelta y lo miraba con una ceja
alzada, como sarcástico.
-Creo que voy a salirme ya.
Y acto seguido se levantó. Se quedó unos segundos frente a Zero,
totalmente desnudo, mojado y con la ceja aún alzada. Después, salió
de la bañera, cogió una toalla y se fue del baño.
Zero estaba en shock..... Max la tenía más grande que él teniendo
6 años menos.
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