martes, 7 de agosto de 2012

17 | 12/3/08 – Japón, Tokyo. Despejado.


Muy poco. A Max le faltaba muy poco para hacer sus exámenes de ingreso en la universidad. Estaba estudiando al máximo mientras los demás estudiantes menores se preparaban para las ansiadas vacaciones de primavera. Max en cambio no tendría primavera.
Habían pasado tres meses desde que Zero le contó lo de su viaje de negocios con aquel... estúpido ser, pero Max seguía pensando en ello de vez en cuando y recordándoselo a Zero.
Zero por su parte, que ya estaba algo quemado, intentaba buscar la calma y la tranquilidad en sus horas libres en el trabajo. Trató por todos los medios posibles que le destinaran a otra misión o por lo menos que le cambiaran al compañero. Fue imposible, una mezcla de falta de personal y misiones, por lo que Zero no podía rechazarla, o si no, no podría comprarle el anillo a Max.
Hizo más horas extra y más misiones, pero aún así, no era mucho dinero el que conseguía juntar. Quería un buen anillo, no cualquier tontería. Max, por otro lado, pensaba que las horas extra eran para que lo dejara tranquilo, al fin y al cabo, no paraba de sacarle el tema en cuanto podía. Cosas como, tú verás lo que haces, si te vas con él conmigo no vuelvas, o quédate allí y yo me iré con el socorrista de la playa. Max sabía que se estaba pasando un poco, pero realmente Richard le sacaba de sus casillas, era molestísimo. Se había planteado más de una vez ir al trabajo de Zero y darle una paliza, pero ni sabía donde trabajaba Zero ni creía que fuera capaz de ganarle una pelea, aunque ganas no le faltaban, desde luego.

-Ya estoy en casa cariño...

Zero llegaba cada vez más tarde. Cada vez hacían menos el amor. Cada vez se peleaban más. Cada vez se odiaban un poco más. Zero nunca llegó a pensar que podría enfadarse con Max, pero a medida que él crecía, se volvía más chulo y vacilante, se volvía más receloso y estaba más a la defensiva. No paraba de recordarle día tras día la misma historia, estaba francamente harto.
Max lloraba cada noche, siempre trataba de no hacerlo delante de Zero. Una noche lo pilló y le estuvo consolando durante horas. Max no paraba de repetir que le iba a engañar, dos semanas en un hotel con alguien a quien le gustas, es de cajón, repetía el rubio. Y Zero no paraba de explicarle que le quería sobre cualquier cosa en el mundo, y que si no dejaba ese viaje era por una buena razón.
Razón que no mencionó a Max, y que hizo fuera más receloso aún.

Las cosas se ponían difíciles. ¿Acaso era eso lo que Richard quería? ¿Lo tendría planeado? pensaba Max.

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