domingo, 5 de agosto de 2012

13 | 29/6/07 – Japón, Tokyo. Soleado.


Las 20:26. Max estaba solo en casa, como de costumbre. Jugaba a un juego en su PlayStation2 que había comprado hace no mucho. La compró para pasar la tarde. Max crecía, maduraba a un ritmo de vértigo. Había dejado de comprar peluches y comenzó a comprar consolas y aparatos electrónicos. Había dejado de dormir con su pijama de ositos y comenzó a dormir en ropa interior de Calvin Klein. Tal vez el resto de su vestuario no había cambiado mucho. Usaba la misma ropa, igual de gay. En cuanto a complementos era más fashionista, se conocía bastante bien las marcas japonesas y lo último en moda. Pensó que tal vez, en un futuro no muy lejano se podría convertir en diseñador, tenía estilo, inventiva, creatividad, imaginación.... Además del pequeño dato de que solo le faltaba un año de bachillerato. O eso creía.
Meses atrás había tenido una pequeña charla con Zero sobre lo que quería hacer después del bachillerato. Max le dijo que por supuesto quería ir a la universidad, no le importaban los exámenes tan complicados que debía afrontar para entrar en una buena universidad si con ello podía cumplir su sueño de ser diseñador. Zero le preguntó en que curso estaba a lo que Max respondió que estaba en el último curso de “sexta clase”. Zero, que parecía conocer el sistema educativo inglés, comenzó a reír. Max extrañado preguntó. El peliblanco le explicó que en Japón, a diferencia de Inglaterra, después de la educación secundaria había tres cursos, no dos. La felicidad de Max se desmoronó... Había trabajado muchísimo para llegar donde estaba, le habían adelantado muchos cursos, se suponía que este era su último año y para su sorpresa aún tenía que hacer un año más si quería entrar a una universidad japonesa.
Max pidió a Zero que cambiasen de país, no estaba dispuesto a hacer un año más porque a los japoneses de los cojones se les metiera en la cabeza, Zero, algo ofendido por el comentario lo mandó callar y se fue a trabajar a su despacho.
Desde entonces Max estaba algo decaído, pensando sin cesar que tendría que estudiar otro año más... Así que con el pensamiento de que le quedaba aún un año de estudiante de instituto, decidió comprarse alguna consola para mantenerse entretenido. Max era superdotado, no necesitaba estudiar cada día 5 horas ni mucho menos, de hecho con una horita al día o cada dos días iba bastante bien, el primero de su clase y puede que incluso de su promoción.

Estaba rebanándole la cabeza a un zombie cuando alguien llamó a la puerta. Pulsó el botón Start para pausar el juego y se acercó a la puerta. Abrió sin mirar por la mirilla y se encontró con un chico, más mayor que él, ataviado con unos pantalones vaqueros, una camisa blanca medio abierta que dejaba ver una camiseta negra debajo y una bolsa de papel con un paquete.

-¿Puedo ayudarle en algo? -dijo Max educadamente.
-Pues estoy buscando a Zero, ¿está por aquí o aún no ha llegado de trabajar?
-No ha llegado, ¿quiere que le dé algún mensaje?
-¿Quién eres, su hermanito? -contestó el chico, haciendo una sonrisa algo pícara.
-No, soy su novio. -respondió Max tajantemente.
-Ah...
-¿Qué pasa?
-Nada, es solo que no sabía que Zero es gay... ¿Puedo pasar? Soy un compañero de trabajo.
-Sí, claro.

Aunque no le infundía mucha confianza, lo dejó pasar. El chico se descalzó y andó con Max hasta el salón. Después se sentó en el sofá y dejó el paquete en la mesa.

-Es un regalo para Zero, ayer fue su cumpleaños y no lo vi en todo el día, supongo que estaría celebrándolo contigo. -dijo sonriendo.
-Sí, fuimos a comer a un restaurante... -dijo Max sentándose a su lado.

El chico estaba inspeccionándolo todo con la mirada, pero lo que más inspeccionaba era a Max. El chico rubio lo notó bastante, desde que había decidido su orientación sexual y había madurado un poco se dio cuenta de que o ligaba bastante entre los hombres o no paraba de encontrar gays en todas partes...
Le miraba de arriba abajo, pasando desde sus piernas que se dejaban ver a causa de los pantalones cortos hasta la manga que se resbalaba por el pálido hombro de Max.
-¿Cuántos años tienes? -preguntó de repente el chico.
-Eso no te importa... No sabes ni mi nombre, no te voy a decir mi edad. -respondió Max, receloso.
-Como se las gasta el pequeño, bueno, bueno, te diré mi nombre -dijo volviéndose hacia Max- Me llamo Jake, tengo la misma edad que Zero, encantado. -dijo extendiendo su mano.
-Igualmente, yo soy Max. -respondió extrechándole la mano a desgana.

Después de un largo rato hablando de tonterías varias, el chico le estaba cayendo bastante bien, con lo majo que era resultaba extraño que Zero nunca le hubiera hablado de él, y más aún teniendo en cuenta que le traía una colonia carísima de regalo de cumpleaños.
Jake se apuntó a un pique con la consola, por lo que Max le entregó un mando y jugaron durante un buen rato. Gritándose, pegádose, tocando el mando del otro para desconcertarlo y hacerle perder....
Sin darse ni cuenta, Max estaba casi encima de él gritándole que le devolviera el mando. Aunque ninguno se daba cuenta de la escenita que estaban montando, desde fuera se veía bastante bien y dando pie a dobles sentidos, que casualidad que en aquel momento pasó Zero por el umbral del marco del salón mirándolos perplejo, como quien ve a su pareja en la cama con otro. Ambos no se habían dado ni cuenta por culpa de los gritos de Max, hasta que Zero tosió dando a entender que existía él también.
-¡Oh, Zero, ya has llegado! -dijo Max levantándose de encima de Jake, sin darle importancia.
-Hola Zero, por fin haces acto de presencia. -dijo Jake sonriendo.
-¿Q-Qué? O sea que llego de trabajar, cansado, hecho mierda y me encuentro a mi novio encima de un tío gritando y lo único que se os ocurre decirme es Hola Zero? -respondió Zero fuera de sí.
-B-Bueno, nosotros no estábamos haciendo nada... -dijo Max mirando al suelo.
-Exacto, estábamos jugando a la consola...
-Ya...
-Zero, no te pongas celoso. -dijo Jake levantándose del sofá y acercándose a Zero.
-¡No, no estoy celoso! ¡Quiero que te vayas ahora mismo de mi casa! ¡O te saco yo! -gritó Zero.
-¡No hace falta que te pongas así, amigo! -dijo Jake mientras salía del salón perseguido por Zero.
-¿¡Amigo!? ¡Amigo los cojones! -bufó cerrándole la puerta en las narices a Jake.

Zero se aproximó a Max y lo miró seriamente, como buscando marcas de algún beso o caricia de Jake en su piel.
-No hacía falta que te pusieras así... Jake había venido a darte un regalo, y como no estabas se quedó a jugar conmigo.-dijo Max triste.
-¿Jugar contigo? Venga ya, que conozco a este tío, que es uno de los tíos más gays que he conocido en mi vida, este no quería jugar contigo a la consola precisamente...
-Eres un celoso...
-P-Pues sí, ¿qué pasa? Max, eres precioso, y lo he dicho muchas veces, entras muy facilmente por los ojos. No quiero que ningún gilipollas te haga daño y menos que te toque. Así que olvídate de él porque no te conviene....
-Siempre estás pensando en lo que me conviene, ¡deja de tratarme como a un niño!
-Es que eres un niño Max, ¡tienes 14 años!
-Sí, pues si tan niño te parezco, no sé que hago saliendo con un viejo como tú. -dijo desafiante.
-Hoy estás tú muy rebelde, ¿no? Muy crecidito.
-A lo mejor es porque estar tanto con un viejales verde como tú hace que madure antes de tiempo. -dijo Max burlándose.
-Bueno, si lo recuerdas es el viejales el que hace gemir de placer al niño, que si tal vez el niño gimiera un poco más bajo, los vecinos no nos llamarían la atención. -respondió Zero riendo de medio lado.
-¡Eres estúpido y viejo! -sentenció Max saliendo del salón.
-¡Tonto, ven aquí, que vas a gemir tanto que vamos a romper los cristales! -corrió Zero detrás de Max a la habitación.  

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