martes, 7 de agosto de 2012

19 | 30/10/08 – Japón, Tokyo. Nublado, amenazando lluvia.


Un horrible día. Las 22:45. Zero no aparecía. La cena fría sobre la mesa. Max en el sofá, tirado. Mirando al techo. Por primera vez, tenía ganas de rezarle al supuesto Dios y pedirle consejo. Ayuda. Necesitaba ayuda. Nadie se la daba. Estaba perdido, apunto de estallar.

Zero entró por la puerta.

-Hola, siento...
-¿¡A ti te parece normal venir a estas horas!?
-Iba a disculparme. -respondió enfadado.
-¿Qué, estabas con tu amiguito no?
-Déjalo Max...
-No, es que no me da la gana. Qué, ¿os lo habéis montado en la mesa de tu despacho? Claro, tendréis un hotel dos semanas, ¿pero como podrías esperar tanto?
-Lo dices como si ya te hubiese sido infiel...
-No lo sé, dímelo tú. -con los brazos en las caderas.
-No tengo nada que decir, te he dicho en todos los idiomas que conozco que no estoy con él ni lo voy a estar en la vida. -intentando mantener la calma.
-¡Eres un mentiroso, un mentiroso! -le gritaba Max.
-Max, deja de gritarme, yo te estoy hablando con calma... -al borde del brote psicótico.
-No te preocupes, ya te gritará el otro en la cama, ¡porque yo no lo pienso hacer más!
-¡¡CÁLLATE YA!!
Se hizo el silencio. Max se sentía más pequeño e indefenso que nunca.
-¡¡ESTOY YA HARTO!! ¡HARTO DE UN NIÑATO INFANTIL QUE NO CONFÍA EN MÍ! ¡HARTO DE QUE ME VENGAS TODOS LOS DÍAS CON LA MISMA MIERDA! ¡HARTO DE QUE PONGAS EN DUDA MI AMOR! ¡¡YA ESTOY HASTA LOS COJONES, ¿ME HAS OÍDO?!!
Por supuesto que le había oído. De sobra. Max permaneció callado y fue a la habitación. No dijo absolutamente nada. Echó el pestillo para que no entrara Zero.
Comenzó a llover.
-M-Max... Max, abre la puerta... Yo...
-Déjame. -contestó Max desde dentro.
-Max... Te juro que yo no quería... Pero... Max, ábreme y lo hablamos, sin puertas de por medio...
-Déjame... -lo decía cada vez más bajo mientras se oían ruidos y movimientos.
-Max...

Zero permaneció al otro lado de la puerta, con la oreja pegada, escuchando cada paso que daba Max.

-Adiós, Zero.

¿Qué quiere decir con eso? … No será....

-¡NO MAX! ¡NO HAGAS NINGUNA TONTERÍA! -Zero empujó la puerta.

La puerta cedió y cayó con un golpe sordo al suelo. La ventana abierta. El armario de par en par. Las cosas por los suelos. Se acercó a una de las cosas que yacía sobre la moqueta azul. Era la foto que se hicieron en el fotomatón cuando empezaron. Estaba rajada por la mitad de manera que él y Max se separaban en dos pedazos... Miró la ventana de nuevo y se asomó rapidamente. Llovía con fuerza y el viento azotaba los árboles. Zero no consiguió distinguir nada.


Max había escapado con una bolsa y varias prendas de ropa.




Comenzó a llover.
-M-Max... Max, abre la puerta... Yo...
-Déjame. -contestó Max desde dentro.
Max estaba nervioso. Nunca nadie le había gritado así... A excepción de su padre, que le había hecho la vida imposible. No permitiría que nadie le volviera a gritar así. NUNCA MÁS.
-Max... Te juro que yo no quería... Pero... Max, ábreme y lo hablamos, sin puertas de por medio...
Se aproximó al armario y lo abrió. Sacó una bolsa negra que tenía y empezó a meter ropa suya.
-Déjame... -decía cada vez más bajo.
Luego fue a la mesilla y cogió sus pastillas, todas las cajas, junto a una foto.
-Max... - susurró Zero al otro lado de la puerta.
-Olvídame para siempre... -dijo Max, más bien para sí mismo, mientras rompía la foto.
Abrió la ventana. El frío entraba en la habitación y la lluvia intentaba mojarlo. Subió una pierna a la ventana y miró abajo. No era mucha altura al ser un primero, tiraría la bolsa y luego intentaría caer encima para amortiguar. Se guardó las pastillas en los bolsillos para no romperlas si caía en la bolsa.
-Adiós, Zero.
Después de la despedida, se tiró rapidamente por la ventana. Dejando atrás el desorden, a Zero, su amor y su vida. Llevándose consigo el odio, la rabia, la tristeza y preguntándose qué sería de él a partir de ese momento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario