viernes, 6 de diciembre de 2013

76 | 2/3/11 – Granada, España. Noche apacible.



Hay noches tranquilas. Noches que resaltan por la ausencia de sonidos molestos, gritos y berreos varios. Noches en calma, apacibles. Aquella no era una de esas noches.

–¡¡Niño!! ¡Dame eso ahora mismo! –gritó el demonio corriendo tras un niño rubio.
–¿A que no me pillas? ¡Jajajaja! –rió el niño corriendo con un cinturón de tachuelas en la mano.
El demonio desapareció y apareció repentinamente frente al niño que paró su carrera en seco.
–¡Qué me des eso ahora mismo! –volvió a gritar el demonio cogiendo al niño por los tobillos, dándole la vuelta en el aire y quitándole el cinturón.
–¡¡Suéltame!!

–¡Sophie! ¡Sophie! –gritó Koichi detrás de su prima–¡Quítate el vestido nuevo, que lo vas a ensuciar!
–Olvídame.
Koichi desistió y volvió a la mesa para ayudar a Kyaa con sus deberes.
–Hola Sophie… –saludo el niño rubio algo ruborizado.
–Piérdete. –dijo fríamente Sophie cruzándose de brazos.
–¿Te dan calabazas eh? –rió Yasu detrás del niño.
–¡Déjame ya o llamo a mi padre! –amenazó el pequeño.
–Cierra la boca ya, niñato. –respondió Yasu perdiendo los nervios.

–Venga Hibiki, ¡ahora llega el Sr. Oso! –exclamó Kevin con un oso de peluche en la mano.
–No…
–Pero cariño, papá está intentando jugar contigo y no le dejas…
–Mamá me ha dicho que tú ya no eres mi padre.
–Ah… –sollozó Kevin.

–A ver Kyaa… Si cojo 2/5 de una bolsa de manzanas, ¿cuánto me sobra?
–Etto…Yo…¡Yo me comería todas las manzanas! –exclamó Kyaa creyendo dar en el clavo.
–Aah…No es eso Kyaa…Tienes que resolver el problema.
–Pero es que yo me las comería todas. –repitió la pelirrosa.
   
Koichi desistió de nuevo y se acercó a Yasu que cogía al niño rubio cual saco de patatas.
–No me gusta que se vayan las chicas por ahí… Shinku ha desaparecido como de costumbre, pero ni aún con ella creo que solucionáramos nada…Bueno, a lo mejor sí, Sophie se estaría quietecita al menos…–se quejó Koichi.
–Cuidar a este crío es un coñazo, no lo soporto.
–Yo tampoco te aguanto a ti, demonio de pacotilla. –se quejó el niño pataleando.
–Por cierto… ¿Este niño quién es?
–Allan, uno de los hijos de Judith. Porque no está su gemelo Allen, que si no ya sí que me suicidaba … –se quejó Yasu.
–Si estuviera aquí, ya te tendríamos atado a una barra y te estaríamos tirando flechas.    
–Ya, ¿y qué más, enano? –dijo Yasu frunciendo el ceño.
–¡Niños! ¡Venga, todo el mundo a dormir, vamos! –gritó Scarlett al pie de la escalera.

Sophie, Kyaa, Hibiki y el niño rubio corrieron hasta la escalera al grito de ¡Scarlett!. Ella tenía muy buena mano con los niños y sabía tratarlos, a esas alturas, no había niño en la casa que no le hiciera caso. Les dijo que se pusieran los pijamas mientras consolaba a Kyaa, que se quejaba de lo poco que le gustaban las matemáticas.

–Qué maja tu hermana Yasu, y qué bien se lleva con los niños. –dijo Kevin con el oso de peluche en brazos.
–Sí, ¡y es guapísima! –dijo Koichi.
–A mi hermana ni tocarla. –respondió Yasu– Mucho es que dejo a ese vampiro de pacotilla que se acerque a ella.–pensó.

Los chicos aprovecharon su libertad y volvieron a sus cosas. Koichi aprovechó para subir y darse una ducha antes de ir a trabajar. Yasu abrió una ventana y desapareció en la negrura de la noche. Kevin cogió su cazadora y se despidió de Zero que había estado viendo la televisión en el sofá todo el rato.
El peliblanco movió levemente la cabeza para despedirse de Kevin. Parecía muy centrado en la televisión. Solo que no lo estaba. Le molestaba mucho más la visión que había un poco detrás. Ryuichi estaba sentado en la alfombra con Max sentado en su regazo. Le estaba haciendo cosquillas, pero como de costumbre, estaba tocando de más a Max. Por supuesto, el castaño no se percataba de nada, pero a Zero no se le escapaban esos detalles… Esos detalles que lo sacaban de quicio. Desde el “incidente del trío”, cómo habían llamado a aquella escena que presenciaron la mañana siguiente a San Valentín, Zero se había mostrado totalmente frío con Max, ya ni siquiera intentaba volver con él, aunque las cosas sean dichas, se moría de ganas, y sabía que el menor estaba arrepentido, porque le costaba mirarle a los ojos, sentía el remordimiento de Max, pero Zero quería mostrarse inflexible, no cedería tan fácilmente ante Max, estaba harto.

–Uh, qué mono eres, Max… –dijo Ryuichi sin quitarle el ojo de encima a su primo.
–Ryuichi por favor, estate quieto que me haces cosquillas, ¡jajaja!

Zero seguía mirando con odio a Ryuichi. Hiro asomó la cabeza por el hueco de la escalera.
–¡Max! ¡Ven un momento, por favor! –exclamó el moreno.
–¡Voy! Ahora vengo, Ryu. –dijo Max levantándose.
–S-Sí…–dijo decepcionado por la partida de Max.

Ryuichi y Zero se habían quedado solos en el salón. El odio se palpaba en el aire. No había más tensión que en aquel lugar. El silencio era abrumador a pesar del sonido de la televisión.

–Me alegro de que hayáis cortado. –dijo Ryuichi.
–Dime algo que no sepa. –respondió Zero.
–No te merecías a Max. –respondió esta vez Ryuichi.
–Tú no te mereces ni ser de su familia. –contraatacó Zero.
–¡No haces más que hacer sufrir a Max! ¡Déjalo en paz de una vez! ¡Deja de darle problemas! –gritó Ryuichi levantándose y encarando al peliblanco.
–¡Problemas y orgasmos le doy! –gritó Zero.
–Le dabas. –le corrigió el pelirrojo.

–Te odio. –dijeron los dos al unísono.



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