jueves, 19 de diciembre de 2013

78 | 17/3/11 – Granada, España. Soleado al fin.

(El personaje de Kyo no me pertenece.)





Una semana había pasado desde que Max le hizo perder la apuesta a Zero. Ninguno contó nada por lo que Hiro acabó dándole el dinero al peliblanco, pero para él había sido una derrota, y muy dolorosa. No habían vuelto a hablar, dirigirse la palabra o simplemente mirarse.


Cuando estaba a punto de salir de la habitación Zero lo abrazó por las espalda. Sus cuerpos desnudos se abrazaron. Max sentía el odio rezumando por sus poros. Se apartó y miró a Zero a los ojos. El mayor notó el resentimiento y el dolor de Max. 

–Tenía la intención de que … acercáramos posturas y hablásemos, incluso de arreglarlo. Pero, creo que lo nuestro ahora mismo no tiene futuro. 
–¡Max! ¡Espera! –exclamó el peliblanco cogiendo al menor del brazo. 
–Te quiero Zero, pero estoy muy confuso. 

Dicho eso, Max abrió la puerta y volvió a su cuarto. Zero se quedó plantado delante de la puerta cerrada, la puerta que siempre había estado abierta, la puerta que se había cerrado dos años y había vuelto a abrirse volvía a estar cerrada, y parecía que lo iba a estar durante bastante tiempo. 
Se atusó el pelo y se metió entre las sábanas, sabía que no conciliaría el sueño, pero la perseverancia era innata en él y Max había cometido el “error” de decirle las palabras más importantes para Zero: Te quiero.




Eran las 17:44. Max dormía como de costumbre en la alfombra de su habitación. Últimamente no salía de allí mas que para comer e ir al baño. Se pasaba el día chateando y viendo anime. Koichi y Hiro se comenzaban a preocupar mientras Zero, el más preocupado de todos, aparentaba normalidad.
Un sueño profundo mantenía a raya la respiración de Max. La puerta de la habitación se abrió lentamente. Un hombre joven, alto y de cabello castaño entraba sin hacer ruido. Llevaba una camiseta del grupo Megadeth y unos vaqueros gastados. El pelo corto y estilizado. Una perilla casual y unos ojos azules oscuros describían su rostro japonés. El muchacho se agachó junto a Max.

–Maaax, despiertaaa … –susurró mientras zarandeaba al menor.
–Hhhm … Cinco minutos más, mamá … –murmuró entre sueños.
–Te he traído chocolateee …
–¿¡CHOCOLATE!? –exclamó levantándose de repente.
–Hola. –saludó sonriente el hombre.
–¿Eh?
Max se giró para ver al hombre que le había despertado y que contradictoriamente, le transmitía familiaridad y desconcierto.
–¿Me reconoces? –preguntó sonriendo el desconocido.
–A ti no sé, pero este colgante … –dijo Max cogiendo un colgante de una calavera entre sus manos.
–Tú no eres muy diferente a tu imagen del Messenger. –bromeó el mayor.
–Ya, es que yo salgo guapo siempre. –contestó Max arqueando una ceja y sonriendo de medio lado.
–Bueno pues … Por fin he salido. –dijo satisfecho el hombre.
–Ya te veo, ¡qué gran avance! ¡¡Cuánto tiempo Kyo!! Y qué fuerte estás. –gritó Max saltando a sus brazos.
–Sí, es que en mi casa hago pesas. –contestó riendo abrazando al menor.
–Y qué, cuéntame, ¿qué tal estos últimos años? Por el Messenger solo hablamos de tonterías … –preguntó Max sentándose a su lado en la alfombra.
–Pues viviendo en Tokyo, como siempre … Tenía unos vecinos gays que no paraban de follar.
–¿Ah sí? Bueno, todos tenemos vecinos así … Yo tenía un vecino buenorro que se asomaba por la ventana sin camiseta. Luego por las noches se masturbaba mirando porno …
–Hhhmm … Bueno, eso es normal si vives solo …
–¿En qué parte de Tokyo vivías?
–Cerca del parque Shinjuku Gyoen.
–No sería el edificio de las ventanas azules por casualidad, ¿no? –preguntó Max.
–No, vivía en el de en frente.
–Espera … ¿Me estás diciendo que hace 5 años éramos vecinos?
–Vaya, éramos vecinos y no teníamos ni idea …
–Sí … ¡Anda! ¡Tú eres el del porno!
–Em … Creo que me has pillado … -dijo rascándose la cabeza.
–Pero entonces … No, no … Los vecinos gays que escuchabas … ¿Éramos nosotros?
–Seguramente.
–P-Pero si era el edificio de en frente, ¡no puede ser! –gritó Max sonrojado.
–Pues como si fuera la habitación de al lado …
–Qué vergüenza … –dijo Max desviando la mirada.
–Vaya, así que erais vosotros … ¿Y con Zero qué tal?
–Pues es que … Rompimos hace poco …
–¿Y eso? Cuéntame qué ha pasado. –pidió con seriedad.
–Pues resulta que …

Max comenzó a relatar cómo dejó a Zero la primera vez, ya que a Kyo nunca se lo había contado y después de saltarse un poco su vida de drogadicto le contó como volvieron y como lo dejó de nuevo. Kyo escuchaba atentamente, preocupado por su amigo. Después Kyo le contó algunos de sus problemas amorosos también.

–Parece que el amor no es lo nuestro … –sentenció al final Kyo.
–Pues no … Siento lo tuyo …
–Bah, no pasa nada, fue hace mucho tiempo … Seguro que tú eres muy buen amante.
–No lo dudes, baby. –señaló Max guiñando un ojo.
Max y Kyo intercambiaron miradas azules.
–¿Quieres follar? –preguntó Max.
–¿Q-Qué? –preguntó también Kyo casi atragantándose.
–Que si quieres follar conmigo. No creo que sea tan difícil de entender, mira: ¡TÚ-QUIERES-FOLLAR-CONMIGO? –gritó Max moviendo los brazos.
–Bueno … Sería mi primera vez con un hombre …
–Yo soy el adecuado para empezar, c'mon baby. –dijo Max guiñando de nuevo el ojo.
–En ese caso …
Kyo se quitó la camiseta y se acercó a Max para besarlo mientras éste se agarraba a su cuello.



El jardín estaba desierto. A excepción de Sakura, que estaba sentada en un banco debajo de un cerezo que acababa de florecer. Era un sitio de la casa que le gustaba mucho, se relajaba, leía algún libro o simplemente echaba una siesta. Aquel día no se sentía relajada. Había sido un duro día de clase, y además, el tema de su ruptura con Koichi todavía hacía mella en su espíritu siempre positivo. Veía a Koichi entretenido con el trabajo o haciendo cosas con Max (Los había escuchado) y no podía soportar vivir bajo el mismo techo y no poder compartirlo todo con él. Aún así no se retractaba en su opinión: Koichi es muy enamoradizo, no te conviene. Pero, ¿qué era realmente lo que le convenía? Ni ella misma lo sabía.

Sakura soltó un suspiro y justo un segundo después alguien se sentó a su lado en el banco. Tenía el cabello corto, casi blanco, y unos electrizantes ojos azules amarillentos.

–Hola guapa, ¿qué haces aquí tan solita? –preguntó Kevin.
–Oh … Solo estaba pensando … –respondió echándose hacia atrás un mechón pelirrojo.
–¿Por lo de Koichi? –Sakura asintió– Te entiendo, yo me acabo de divorciar de Haruka, ya hemos firmado los papeles …
–Vaya, lo siento mucho, lo mío comparado con lo tuyo es solo una tontería …
–No es una tontería, las rupturas, sean como sean, nunca son bonitas …
–Sí.
Kevin clavó sus ojos en los preciosos ojos verdes de Sakura. Se besaron sin venir a cuento. Sakura solo necesitaba una vía de escape, y Kevin no desaprovechaba ninguna oportunidad con nadie, jamás.




Zero llevaba pensando un rato. Se decidió a levantarse del sofá y subió las escaleras.
–Bueno, voy a pedirle perdón a Max … Es la tercera vez que lo pienso hoy pero esta vez es la buena. ¡Tú puedes Zero! –se animó a sí mismo.
Al llegar al rellano del primer piso tocó suavemente la puerta de Max y sin esperar respuesta abrió. No se esperaba para nada encontrarse con un desconocido, de su edad más o menos y desnudo. Había ropa por el suelo y dentro de la cama había un bulto con forma de persona. Zero se había quedado tan anonadado que no sabía ni qué decir.

–Max … Pero, ¿tú quién eres? –preguntó bruscamente.
–Hola. –saludó sonriendo.
–¿Q-Qué coño?
Max se asomó entre las sábanas, se notaba que estaba desnudo y pretendía esconder su cuerpo sin esconderlo, lo suficiente para hacérselo notar a Zero.
–Es mi novio, y por favor, no nos molestes, nos íbamos a poner otra vez. –contestó fríamente.

Zero miró una última vez a Max y cerró de un portazo.



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