domingo, 20 de octubre de 2013

72 | 8/2/11 – Granada, España. Despejado y triste.



Era un día como otro cualquiera. Una tarde normal. Cada uno a sus asuntos. A excepción de tres chicos. Llevaban horas sentados en aquel sofá. Kevin, que la noche anterior había perseguido a su mujer hasta su habitación le suplicó perdón, pero realmente él no lo esperaba de Haruka, una mujer con ese carácter y ese genio... Era imposible. El día anterior, nada más terminar de pelear de nuevo con su ex mujer, bajó al salón, no le apetecía dormir y al parecer todos habían subido a sus habitaciones. 
Esperaba encontrar el salón vacío pero en su lugar encontró a Zero sentado en el sofá. Se sentó a su lado. No abrieron ninguno de los dos la boca. Y eso que Kevin solía soltar bromas en los momentos menos oportunos, pero aquel momento era realmente inoportuno para nada. 

Kevin era casi de la quinta de Zero, dos años mayor. Se conocieron hace años en el trabajo, en Japón. Por su pinta cualquiera diría que es un hombre con el que no puedes andarte con tonterías, pero el hecho es que Kevin era bastante tonto, le gustaba hacer bromas en los momentos en los que no se suelen hacer bromas (Funerales, por ejemplo). Era un hombre podrido. Sodomizar, herir, escuchar súplicas eran algunos de los mayores placeres de Kevin. No distinguía entre hombre y mujer, pero contra más inofensivo y desprotegido se encontrara, más le gustaba. 

Se pasaron toda la noche sentados en el sofá, incluso vieron amanecer. Vieron sin ver. La gente pasaba, de hecho, Haruka pasó por delante y miró de soslayo a Kevin que la miró con pena. Ésta le ignoró con orgullo y salió con la niña de la mano que le preguntaba a su madre porque no hablaba con papá. Algunas chicas se paraban a preguntar qué tal. Kevin negaba con la cabeza y Zero no hacía ningún gesto. Eran las 12 y la casa estaba desierta. Max tampoco había vuelto a casa. Zero se había pasado toda la noche persiguiéndolo. Llegaron a un parque y Max le gritó que como le siguiera persiguiendo llamaría a la policía, así que tuvo que volver resignado, no le convenía a un mafioso mezclarse con los maderos.

A las 12:34 Koichi bajó las escaleras, tenía los ojos totalmente enrojecidos y un aire alicaído. Se sentó junto a Kevin en el sofá. 

-Hola, encantado, soy Koichi. -se presentó sin ánimo.
-Encantado, yo Kevin. ¿Qué te pasa a ti, Koichi? -preguntó.
-Sakura, mi novia, me ha dejado por segunda vez, dice que no he superado lo que tuve con Shinku y con Max... ¿Al final vosotros qué? 
-Max me ha dejado...
-Haruka me ha pedido el divorcio... 
-¿¡QUÉ!? Pero si Max y tú sois la pareja perfecta... Siento no poder decirte nada Kevin, no te conozco... Pero sé que violaste a Max. -dijo con odio. 
-¿Por qué eso lo sabe todo el mundo?-preguntó Kevin agachando la cabeza.
-Porque lo gritó Max en mitad del salón. He tranquilizado un poco a Hiro, porque está hecho una furia, fue él el que rescató a Max el día que tú... Bueno, eso... Y está bastante enfadado, quería partirte la cara. 
-Vaya...
-No te mato porque tengo ganas de suicidarme... -dijo Zero.
-¡Ya veréis como volvemos con ellos-ellas! Si en el fondo nos quieren mucho... -intentó animar Koichi.
-Yo no sé qué decir de Haruka, nunca ha sido muy cariñosa conmigo... Pero me duele, porque como Hibiki no es mi hija biológica, no la puedo reclamar... 
-¿Tienes una hija? ¿Es la niñita esa del pelo rubio? -preguntó curioso Koichi. 
-Sí, es adoptada. Haruka no puede tener hijos pero le encantan los niños y la adoptó antes de que nos conociéramos. Pensó que no querría estar con ella por la nena, pero yo acepté y quiero mucho a Hibiki... -contestó el rubio apenado.
-Vaya... 
La habitación quedó en silencio de nuevo. Koichi miraba el suelo. Kevin se frotaba la nuca. Zero apoyaba la cabeza en un brazo. 
-Zero, estás muy callado... -dijo Kevin.
-No quiero hablar de nada... -respondió fríamente.
-Dejémoslo, el pobre quiere demasiado a Max... Por cierto, Kevin, ¿qué relación tienes con Hikari? Me han llegado rumores de que tú fuiste su padre muerto reencarnado en otro cuerpo, pero no me lo creí mucho... -contó Koichi.
-Haces bien, es una trola como una casa de grande. Soy su hermano, su hermano secreto.-dijo guiñando un ojo.
-¡Oh! Cuenta, cuenta. -pidió Koichi como una maruja. 
-Verás...





-¿Perdona? -preguntó Hikari. 
-Sube un momento, te lo explicaré donde no haya tanta gente... 
Ambos subieron las escaleras en silencio y se metieron en la habitación de Kevin y Zero. Hikari estaba algo extrañada y se preparaba para lo peor, aquel chico no le inspiraba nada bueno. 

-Esto... Siento habértelo dicho tan directamente, no me gusta andarme por las ramas. Siéntate. -le pidió Kevin sentándose él también en la cama. 
-B-Bueno... -balbuceó sentándose. 
-Hace unos años, nuestra madre conoció a un americano en una fiesta erasmus y bueno... Soy el fruto de una noche de pasión intensa en un hotel. -relató el rubio.
-Vaya... ¿Se supone que me tengo que creer eso? -preguntó algo contrariada. 
-Créeme por favor. Me puse en contacto con mamá hace no mucho y hablamos durante horas. Me contó la historia con detalles... Demasiados detalles... Eres muy joven, así que he omitido algunos... 
-Jopé... Siempre pensé que era hija única...-respondió Hikari mirándose las manos. 
-Pues ya ves la vida... Cuando nací yo, mamá no quería saber nada de hijos, me iba a dar en adopción pero mi padre si quería, así que me quedé con mi padre. Después conoció a otro hombre, se enamoró de él y te tuvieron a ti...
Hikari sintió una punzada de dolor al escuchar la mención a su padre, pero siguió escuchando.
-...mamá se disculpó por haberme “abandonado”, y lloró mucho. Me mandó recuerdos para ti, hermana. Estoy... Muy contento de haberte conocido, Hikari. 
-Y yo estoy muy contenta de tener un hermano (Aunque sea un violador)... -dijo casi llorando.
-Pero no llores mujer... (Que voy a llorar yo también...)-la consoló abrazándola.





-Dios... La verdad es que os parecéis bastante... El pelo claro, los ojos azules, las cejas son iguales... 
-¿Tú crees? -preguntó el rubio sonriendo. 
-Zero... -soltó Koichi.
-¿Estás llorando, Zero? -preguntó Kevin sorprendido volviéndose. 
-No...-respondió secamente ocultando su cara con las manos. 
-Déjalo, que el pobre llora pocas veces, que se desahogue... -dijo Koichi frotándole el brazo a su amigo.
-Pobre Zerito... 
-Zerito tu puta madre... 
Koichi y Kevin sonrieron, si aún contestaba así era que no todo estaba perdido. 

La gente comenzó a llegar, y Zero, algo más recompuesto decidió subir a su habitación. Kevin captó que quería estar solo, por lo que salió al jardín al tomar el aire. Koichi se quedó con las chicas viendo una película de drama mientras comían helado. Se sentía patético y algo afeminado, pero no le importó. Sakura no había salido de su habitación, pero las chicas la habían visto con Shinku, la única que podría consolarla de verdad, y se sintieron más relajadas, le subían la comida y no salía más que para ir al baño. Por su parte, Max seguía sin aparecer. 

Momoe subió a ver qué tal estaba su primo, ya que la peliblanca estaba terriblemente preocupada.

-Pobre Zero-san... -dijo después de estar un rato acariciando la cabeza de su primo que se apoyaba en su regazo en la cama. 
-No puedo vivir sin Max... Me quiero suicidar... -dijo Zero levantándose tranquilamente.
-¡No digas eso ni en broma! -le ordenó Momoe al borde del llanto otra vez. 
Zero abrió un cajón del escritorio y sacó una pistola. Momoe se llevó las manos a la boca y abrió los ojos como platos. 
-¿Cómo que no? 
-¡Zero-san, no por favor! -gritó Momoe levantándose.
-¡No te acerques! ¡Ahora mismo pienso quitarme la vida! -gritó Zero apuntando el cañón de la pistola a su sien. 
-¡Zero-san, por favor, no! -imploró de nuevo. 
La mano de Zero temblaba como nunca. Quería morir, no estaba dispuesto a vivir una vida donde Max no estuviese con él. No después de lo mal que lo pasó aquellos años solo en Japón. No volvería a aquella vida. No quería... Pero... 

La mano de Zero tembló mucho más. 

El simple hecho de poder ver cada día a Max... No podía morir... La pistola cayó de su mano y se estampó contra el suelo. Tenía hasta el seguro puesto.
-¿¡A QUIÉN VOY A ENGAÑAR!? No puedo hacerlo... -gritó Zero desesperado derrumbándose en el suelo. Golpeándolo. -Déjame solo, por favor... 
-De acuerdo... -dijo Momoe. 
Le acarició la cabeza una última vez y salió cerrando la puerta lentamente. 

Las lágrimas brotaban de los ojos de Zero. El hombre que no lloraba por nada en el mundo. Solo por una persona. Aquellas lágrimas solo caían por él. Por el amor de su vida, que volvía a dejarlo solo. Sin saber donde buscarlo, sin saber donde estaba, sin saber como se sentía... Zero se agarraba a lo poco que tenía... Una pequeña esperanza de que Max, ahora adulto, reflexionara y decidiera darle una oportunidad. Otra más. 

-Te necesito, Max... -susurró Zero apoyado en la cama empapándola de lágrimas.




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